ÉXODO DE VIÑETAS
La diáspora de historietistas españoles a mercados foráneos tiene, en realidad, dos partes. O, mejor dicho, cuatro. Hay una que obedece al seguimiento de un traslado familiar, bien por razones políticas (caso de Sergio Aragonés; su familia emigró a Francia y luego a México a causa de la Guerra Civil española) o económicas (caso de José Luis García López, instalado primero en Argentina y luego en Estados Unidos, o de Víctor de la Fuente, que se trasladó a Cuba, Argentina, Chile y, finalmente, a Francia). La otra es claramente política, causada de nuevo por la Guerra Civil y por la ideología republicana de los autores (Cabrero Arnal, Luis García Gallo o Salvador Bartolozzi).
Obras de Aragonés, García López y De la Fuente. Españoles los tres y los tres "hicieron las Américas". | ||||||
En el terreno de la historieta humorística, la búsqueda de otros mercados más aptos para la supervivencia llevó a la emigración física a creadores como Gabriel Arnao “Gabi” (a Francia, en 1949), Àngel Puigmiquel, Alfons Figueras y Arturo Moreno (expatriados a Venezuela para, inicialmente, desarrollar su labor como animadores en la década de los cincuenta) o Manuel García Ferré (emigrado a Argentina en 1947). Si hablamos de dibujantes “realistas”, de cómics de aventuras para generalizar, encontramos una diáspora bastante amplia y, en esta ocasión, dividida en dos partes muy relacionadas. De entrada, conviene decir que esta emigración, iniciada a finales de los años cuarenta del siglo pasado, obedece básicamente a motivos pecuniarios.
Libros aparecidos en Francia de Cabrero Arnal, Coq y Bartolozzi. | ||||||
Alguien me dijo una vez que nuestra industria de la historieta siempre había sido de “pantuflas y bata”, o sea, de estar por casa. Se refería a que, salvando alguna que otra gran editorial (como Bruguera), la industria de la historieta “realista” (sobre todo) no había asentado una estructura editorial y logística capaz de asumir con una cierta capacidad la ley de la oferta y la demanda. Hablamos del periodo que va desde 1940, por poner un año concreto, hasta la década de los sesenta. O sea, las editoriales solían ser empresas familiares con una capacidad de acción limitada, que con grandes esfuerzos publicaban un mayor o menor número de novedades en un mercado que, recordemos, se inició en plena posguerra, con todas las limitaciones estructurales, económicas y sociales que ello conlleva. Los editores solían pagar un precio por viñeta o por página, precios bajos o muy bajos, y la inestabilidad del mercado (sobre todo los primeros años) no aseguraba trabajo fijo a los autores. No se hablaba de derechos de autor ni de devolución de originales; la historieta estaba considerada una forma de distracción, sobre todo para niños y niñas de clases medias o bajas, no era un “arte”, y apenas podía considerarse un medio de comunicación (eso vendría después). Los historietistas, por tanto, tomaban conciencia de que el suyo era un oficio artesanal, se dedicaban a lo que les gustaba, dibujar, y esa profesión no entraba en los cánones de lo que vendría a ser, en aquellos momentos, un trabajo sólido, ni siquiera demasiado serio.
Obra de Gabi publicada en Francia. | Obra de Figueras aparecida en francés. | Obra de García Ferré en la Argentina. | ||||
Cuando revisamos las biografías de los autores de historietas de los años cuarenta a los sesenta (también los de antes, pero esa es otra historia), observamos que colaboraron para muchas editoriales y en muchas publicaciones. No tenían otro remedio. La supervivencia pasaba por la acumulación de colaboraciones, a tenor de, como decía, las bajas tarifas que percibían y la inexistencia de derechos de autor cuando había reediciones. Por tanto, hubo una primera generación de dibujantes de historietas de aventuras que emigraron físicamente buscando, sencillamente, cobrar una pecunia digna por sus trabajos. Es el caso, por ejemplo, de Carles Freixas o de Carlos Cruz, que emigraron a Argentina a finales de los años cuarenta.
Libro ilustrado por Carlos Freixas. | Revista con portada de Carlos Cruz. | Una antología de Marculeta. | ||||
Entre 1949 y 1968, el éxodo de historietistas españoles a Francia o Bélgica fue importante. En el mercado francófono encontraron trabajo, sí, pero un trabajo más digno (por las posibilidades que ofrecía una industria en expansión) y por supuesto mucho mejor remunerado. Es el caso de, por ejemplo: Edmundo Marculeta, Francisco Batet, Francisco Hidalgo, José Ramón Larraz, Julio Ribera, José Bielsa, José Laffond, Carlos Laffond, Antonio Parras, Manfred Sommer, Pedro Alférez, José Bielsa, Julio Montañés, Roberto González Casarrubio, José López Fernández “Fernán”, Juan Manuel Cicuéndez o Florenci Clavé.
Obra de Hidalgo. | Portada de Ribera. | Una bella ilustración de Bielsa. | ||||
Hubo otra emigración, que ya no supuso trasladar el petate a otro país, sino poder dibujar desde casa para mercados internacionales. Fue forjada por las agencias españolas, iniciadas a mediados de los años cincuenta, que partían del hecho de que los propios dibujantes, de nuevo buscando mejores horizontes económicos y conscientes de que la industria española empezaba a flojear, viajaron a diversos países para, como suele decirse “buscarse la vida”. Sus muestras evidenciaron las calidades de nuestros creadores, y los editores extranjeros les abrieron sus puertas, bien porque necesitaban manos para rellenar sus revistas, bien porque, en realidad, les pagaban menos que a los autores autóctonos. El caso es que, aunque debían renunciar, de nuevo, a la propiedad de su obra, a sus originales y a sus derechos de autor, los mercados foráneos permitieron no solo la supervivencia a cientos de creadores de viñetas, sino ingresar un montante económico más que digno.
Las primeras agencias españolas fueron Creaciones Editoriales, Selecciones Ilustradas y Bardon Art, a las que se unieron otras como José Gallardo, Luis Ferraz, Studio Recreo, Studio Bonet, Estudios Ortega, Centrograf (luego, Comundi), Servinter, Studio 3, Antonio Bueno Tello o Norma Agency, fundada en 1977 por Norma Kohnke y Rafael Martínez (ex trabajador de SI). Aparte, estaba la agencia belga ALI (Agence Littéraire Internationale), para la que colaboraban muchos historietistas españoles (como Francisco Hidalgo, Tomás Marco, Bernal, Julio Vivas, Ángel Pardo, Trini Tinturé, Carme Barbará, Purita Campos, Jaume Rumeu o Manfred Sommer). Fueron estas agencias las que abrieron para los autores españoles mercados como el británico y el francés (sobre todo al inicio), amén de otros como el italiano, el alemán, el nórdico, el holandés y, posteriormente, el norteamericano. Cientos de autores españoles de historietas pasaron por revistas, pocket books e incluso series de prensa de esos países, dibujando básicamente guiones ajenos. Muchos de ellos y ellas ya tenían una experiencia previa en el mercado español, otros se forjaron y aprendieron el oficio en los cómics de agencia. Su presencia en el mercado mundial (al menos hasta los años ochenta) es amplia y muy significativa, y por desgracia muy poco revelada y estudiada. Hay quien suele despreciar esos trabajos por tratarse de “encargos”, pero un simple vistazo a las historietas de esos creadores permite descifrar la calidad de muchos de ellos, profesionales que tuvieron que “emigrar” para poder desarrollar su arte y sobrevivir de su oficio. Profesionales que, en muchos casos, dejaron una huella indeleble en la historia de los cómics de los países citados, y que influyeron decisivamente en muchos de sus autores autóctonos. Por no hablar de lo que aportaron a la economía española, sobre todo en los años sesenta y setenta.
Les debemos un poco de atención.