GROO, EL GAFE INCOMPETENTE
Los cómics son el caldo de cultivo perfecto para ejemplificar algunos planteamientos de la sociología, como el formulado por Laurence J. Peter dentro de la disciplina de la “jerarquiología”, que se entrecomilla por no ser un concepto científicamente admitido: «Todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia». En realidad, este supuesto lo formuló nuestro pensador José Ortega y Gasset cuando, en 1910, propuso descender a todos los funcionarios públicos españoles un grado en su escala, precisamente porque había observado que al ascender se volvían más incompetentes. En los relatos de ficción, sobre todo en los heroicos, es habitual seguir las aventuras de un personaje competente, o infalible, al menos hasta que los héroes comenzaron a ser deconstruidos. Los que llegaron luego, en la posmodernidad, se equivocaban más a menudo, pero los guionistas los mantuvieron en su pódium heroico porque tenían que seguir vendiendo sus aventuras. Pocos casos hubo de héroes que habían alcanzado su nivel de incompetencia y cesaron en su actividad (ni Alan Moore pudo evitar que rescataran a sus fracasados vigilantes para integrarse en el Universo DC, por ejemplo). Obviamente, en el ámbito de la parodia, casi todos los personajes, antihéroes en este caso, cumplen el principio. Por eso nos hacen tanta gracia Tribulete, Rigoberto Picaporte, Don Pío, Anacleto, Mortadelo o Sacarino, porque todos llevan la incompetencia por bandera.
Aparte, existe otro axioma (que no va más allá de un principio empírico), popularizado por Arthur Bloch tras conocer las experiencias de Edward A. Murphy con cohetes: «Si algo puede salir mal, saldrá mal». Se trata de la conocida Ley de Murphy, que no deja de ser un adagio pesimista, en absoluto respaldado por la estadística, pero lo aplicamos muy habitualmente en la vida diaria y lo cierto es que nos resulta creíble también en la ficción. Así, no faltan en los cómics los personajes gafes e inconscientes, seductores del caos, como Rompetechos, Carioco, la abuelita Paz o Zipi, por citar a uno de los dos hermanos. Hay quienes, como Pepe Gotera y Otilio, o Mortadelo y Filemón, son representantes de ambos corolarios, porque son tan incompetentes como desastrosos en toda actividad que emprenden. Con ellos es doble la risa, e igualmente ocurre con otros desdichados bien conocidos por los consumidores de cultura popular, como Coyote, Scrat, Nobita o Groo.
Inicio de la primera historieta de Groo, dibujada en 1977 pero editada después de iniciar la serie regular. |
Groo fue una creación afortunada de Sergio Aragonés, una parodia de los héroes bárbaros que él esbozó en alguna historieta (inacabada) durante el ecuador de los años setenta, y que terminaría debutando en 1982 en un tebeo lanzado para recaudar fondos. Aquella primera historieta publicada dejaba clara la esencia del personaje: un mercenario al estilo conanesco, armado con katanas, que se conducía como un héroe, pero sus actos tenían como consecuencia lo contrario de lo que perseguía. Groo es esencialmente idiota, le es difícil actuar y pensar al mismo tiempo, pero él quiere actuar noblemente porque está convencido de que es un héroe. Es el perfecto incompetente y todo lo que intenta llevar a cabo termina mal. De ahí que sea legendario: todos temen su nombre porque acarrea la desgracia, aunque él no deja de creer que es temido por su bravura.
Página de la primera historieta publicada de Groo en Destroyer Duck #1 (1982), con el típico planteamiento de los héroes de fantasía heroica. |
La idea, así trazada, da muy poco juego, o eso podríamos pensar en un principio. Estamos acostumbrados a disfrutar de historias en las que el héroe siempre gana, porque una recompensa se activa en nuestro cerebro cuando vemos a nuestro paladín victorioso de nuevo. Pero nada se segrega ahí arriba cuando vemos fracasar constantemente a alguien. Si acaso, la esencia de la risa, pero un mismo tropezón hace gracia pocas veces. No obstante, Groo protagonizó su propio comic book en 1982 (servido por Pacific Comics), Groo the Wanderer, que duró ocho números, a los que se sumó otro lanzamiento especial que rescataba sus primeras apariciones en cómic (Sergio Aragonés' Groo the Wanderer Special, Eclipse, 1984). ¿Se agotó ahí la gracia del personaje? No, porque en ese mismo especial se indicaba a los lectores que el autor había conseguido convencer a los directivos de Marvel de editar sus aventuras, dentro de la línea Epic, lo cual tuvo lugar en marzo de 1985. En Epic se mantuvo en curso diez años, produciendo 120 cuadernos y dos libros, los titulados The Death of Groo y The Life of Groo. Y Aragonés no se detuvo ahí, antes de terminar su paso por Marvel ya había logrado vender al personaje a Image, que lo publicó durante el año 1995 ( Sergio Aragonés’ Groo, doce números). Luego, el bárbaro patán estuvo dos años sin oficio hasta que, desde enero de 1998, volvieron a verse sus aventuras sobre el papel, editadas esta vez por Dark Horse; no en una colección numerada esta vez, sino en un conjunto de miniseries que han ido apareciendo regularmente hasta nuestros días: Groo, Groo and Rufferto, Groo: Mightier than the Sword, Groo: Death & Taxes, el lanzamiento único Groo: 25th Anniversary Special, Groo: Hell on Earth, Groo: The Hogs of Horder, Groo vs. Conan, la maxiserie de doce números Friends and Foes, Groo: Fray of the Gods, Groo: Play of the Gods y Groo meets Tarzan , que terminó en noviembre de 2021.
O sea, salvo por periodos no muy prolongados (hasta dos años, y en esos casos por razón de enfermedad del autor) (Senar, 2014), Groo fue una obra que se ha mantenido en curso y con ventas aceptables durante treinta años. ¿Cómo es posible el éxito de una propuesta de este tipo, de argumentos tan limitados y previsibles? Las razones son tres: uno, el vitalismo y el carisma del autor deslizados en sus cómics; dos, la construcción inteligente y planificada de la narrativa de cada historieta y, en tercer y último lugar, la calidad gráfica del contenido, que ha mantenido su frescura a lo largo del tiempo.
Aragonés, un autor que no yerra
Sergio Aragonés es un español criado en Francia, que aprendió español y humor en México y que se fue a hacer negocios y cómics a los Estados Unidos. Es un hombre vitalista, afable, pero determinado e inteligente, a quien le gusta mucho viajar. Todo lo anterior está volcado en su obra Groo, si bien a primera vista parece un tebeo que consiste exclusivamente en una burla elemental de los héroes de fantasía heroica.
Lo primero que destacaríamos del proyecto de cómic Groo no es su género sino su propiedad, puesto que desde el comienzo fue un cómic que pertenecía a su autor, algo insólito en el momento de su lanzamiento en los Estados Unidos. Aragonés llevaba veinte años dibujando viñetas e historietas humorísticas cuando Groo llegó [1] , y lo planificó con la condición de que fuese una creación de su propiedad, de lo cual había quedado convencido tras realizar un viaje, entre 1967 y 1968, por varias redacciones de revistas francesas de cómic, como Pilote o Tintin, precisamente en un momento en el que la autoría era un tema muy debatido en Europa. En Francia, la meca del cómic europeo, la convicción de que toda obra pertenecía a su autor y no a su editor no llegó tan pronto como pudiéramos sospechar. Por ejemplo, no se acreditaba a los guionistas habitualmente en las revistas dirigidas al gran público, eso comenzó a hacerse en la revista Tintin en 1957 tras reclamarlo varios escritores de historieta. A partir de ese momento, creadores como Franquin, Greg, Goscinny, Chéret y otros, comenzaron a exigir más control sobre la paternidad de sus obras (Milan, 2021).
Página de presentación de Groo, 1 (Pacific), en la que se habla dice esencialmente que se trata de una obra de autor. |
A su vuelta a los Estados Unidos, Aragonés trató de conducirse como los autores galos, exigiendo la propiedad de sus obras, pero se dio de bruces con la realidad. Los grandes editores no permitían ostentar la propiedad de la obra (Paul Levitz, en DC, y Jim Shooter, en Marvel, le rechazaron) (Thompson, 1989). Los autores de cómic estadounidenses habían estado demandando más derechos sobre su propia obra desde que comenzó la década de los setenta, dado que los editores reimprimían los cómics cuando lo deseaban, obteniendo nuevos beneficios que podían no llegar a los autores originales. Un horizonte feliz se abrió en enero de 1978, cuando el Congreso de los EE UU promulgó una nueva legislación sobre los derechos de autor que prometía una mejora de la situación, pero las empresas más fuertes, como DC y Marvel, reaccionaron generando un nuevo tipo de contrato que convertía a los autores en “artistas de alquiler” (Lopes, 2009). Los autores que ya estaban indignados se indignaron aún más (y formaron la Comic Book Creators Guide), y si bien algunos firmaron esos contratos leoninos, otros se arriesgaron a trabajar para otros sellos, so capa de vender menos, pero con la oportunidad de mantener la propiedad de sus creaciones. Uno de los editores que se atrevió a fundar un sello que ofrecía estas condiciones fue Steve Schanes, de Pacific Comics, que llamó la atención con sus ediciones de Jack Kirby y de Mike Grell. A esa casa acudió Sergio Aragonés con su producto rechazado previamente por DC, no sin antes haber valorado la posibilidad de convertirse en su propio editor (junto a Mark Evanier) (Allen Sanford, 2004). Aragonés ya había tanteado ese nuevo mercado, el llamado “independiente”, porque había colaborado con los sellos Star*Reach y Eclipse, siendo este último editor el que primeramente publicó una historieta de Groo, precisamente en un cómic creado para reclamar la atención del público sobre los derechos de los autores de cómic, Destroyer Duck, tebeo lanzado para ayudar a Steve Gerber en su pleito contra Marvel. Los primeros cómics regulares de Groo fueron editados por Pacific (por cierto, en mal papel y con un color nada luminoso) y no vendieron demasiado, en un comienzo tiraban 50.000 ejemplares, que luego bajaron a 30.000, poco para los superventas de entonces pero suficiente para mantener la serie al menos unos meses. Lo importante es que tanto en los cómics de Pacific como en los posteriores de Eclipse y Marvel (a través de la línea Epic) aparece Aragonés en una historieta de presentación dejando claro que él es el propietario de los derechos del personaje. Es decir, la primera historieta publicada en los cómics de Groo no la protagoniza Groo, la protagoniza el mismo Aragonés…
Al incorporarnos a la lectura de las historietas de Groo queda claro que es mucho lo que hay del autor en su personaje. El protagonista de esos cómics es muy tonto, pero la imbecilidad no es su característica principal, la principal es su obstinación. Groo quiere hacerlo todo, y lo hace sin demostrar competencia en ninguna tarea, y como en su caso se cumple siempre la Ley de Murphy, acaban saliendo mal todos sus emprendimientos. A Aragonés, por el contrario, le suele ir bien en sus empresas. En la entrevista que le hizo Kim Thompson para The Comics Journal no dejaba de jactarse de su energía, de cómo llegó a Estados Unidos y comenzó a llamar a todas las puertas posibles para vender sus viñetas, y eso pese a que apenas sabía hablar en inglés en sus primeros días en el país, y también pese a que era consciente de que en los Estados Unidos las viñetas humorísticas mudas, su especialidad, no eran bienvenidas. Él mismo conocía sus limitaciones como autor, pero desde el principio sabía que quería hacer humor a la europea y que tendría que venderlo a la americana (Thompson, 1989).
Inicio de Groo the Wanderer, 2 (Pacific), con la característica doble página de splash. En el fragmento siguiente queda clara la estupidez del personaje. |
Aragonés fue siempre un tipo muy obstinado y enérgico. Desempeñó gran variedad de oficios desde niño: actor de reparto, doble de riesgo, mimo, rapsoda [2] , humorista gráfico, humorista televisivo e historietista. Sus primeros dineros los ganó haciendo los deberes de otros niños durante la enseñanza primaria, lo cual incluía dibujar gráficos e ilustraciones. Nunca dejaba de dibujar, lo que le confirió una rapidez y capacidad de producción que fue alabada a su llegada a Estados Unidos, sobre todo en la redacción de Mad, donde rápidamente se convirtió en un pilar. En Groo volcaría todas esas capacidades, algo que no suele ser analizado por considerar que es una parodia simple de un tebeo presuntamente simple, como todos los protagonizados por bárbaros. Es verdad que las historietas de Groo están construidas con gags basados en equívocos, pero en realidad son historias que giran en torno a un terco personaje cuya actividad resulta de combinar la agilidad de la comedia televisiva, la mímica y la guasa poética, todo ello siguiendo un eje narrativo que mantiene el interés desde el inicio de la historia hasta el final. Cada emprendimiento condenado al fracaso de Groo es una aventura intelectual emprendida por Aragonés, que echa mano de las figuras patéticas de la retórica (la hipérbole, el apóstrofe, la interrogación retórica) y también de los tropos, en lo cual se desenvuelve como un experto. También aplica las figuras retóricas en el plano lingüístico, aunque de manera grosera, porque es Mark Evanier quien desarrolla esa tarea, magistralmente por cierto, y quien añade los ripios y moralejas en verbo, que son marca de fábrica de Groo.
Cada historia de Groo arranca con un reto o con una misión y termina con una moraleja (ubicada en una cartela titulada “Moral” en el final de cada relato, generalmente expresada a modo de cuarteta). La mayoría de las moralejas que aparecen en Groo, al menos en el primer centenar de episodios, son extensiones o corolarios de la Ley de Murphy, porque todo acaba saliendo mal para regocijo del lector y para pasmo de los villanos de turno. Incluso hay ocasiones en las que estos maniobran para que Groo siga sus órdenes, a sabiendas de que todo saldrá mal, con el fin de que les acabe saliendo bien a ellos. Pues ni con esas. Sale mal. Y pese a salir mal, el personaje sigue ileso al final de cada episodio porque es de tipo monolítico. O sea, reinicia el ciclo del héroe en cada nueva aventura partiendo de cero. Que sea monolítico no significa que sea monomítico; es precisamente lo contrario. Conan, a pesar de ser un mercenario asesino, es un paladín monomítico, al que todos acuden cuando hay necesidad de afrontar un mal superior; a Groo jamás acude nadie porque él personifica la calamidad. Con todo y pese a todo, Groo siempre se enfrenta a su siguiente reto con entusiasmo.
Precisamente ese entusiasmo, el del personaje, es una extensión de la personalidad del autor, un tipo elocuente, guasón y obstinado que posee un elevado concepto de sí mismo a la vez que exhibe humildad: siempre se representa en sus tebeos más tonto de lo que es y más feo de lo que parece (lo recordaba Mark Evanier en marzo de 1985 en el arranque de Groo en Epic) (Evanier, 1985). Gracias a las anotaciones de Evanier, el lector de la serie acaba sabiendo que la estupidez del personaje queda reforzada con la forma de expresarse de Groo, y que esta es una extensión de la forma de hablar y escribir de Aragonés, quien jamás aprendió correctamente la gramática inglesa. Un ejemplo bastará: cuando Groo dice: “You Leave these people be! They have done nothing of harm!” [3] (algo así como “¡Tu deja a esa gente ser! ¡Han hecho ningún mal!”), otro héroe hubiera dicho: “Leave these guys alone! They didn’t hurt anyone!”, o una frase similar, de correcta construcción. Groo siempre se expresa de esta forma tan ignara porque su forma de hablar es la de su creador. Aragonés escribe igualmente el resto del argumento de la historia, que Mark Evanier “traduce” a una gramática correcta, de modo que el Groo de Sergio Aragonés acaba siendo, en gran medida, un producto reinterpretado por Mark Evanier, que es quien pone voz al conjunto de personajes y quien rellena cartelas y compone versos y moralejas [4] . También es quien redacta las respuestas a las cartas de los lectores, en un ejercicio aún mayor de modestia dado que jamás ha permitido que su nombre quede por encima del de Sergio Aragonés, pese a que su labor en cada tebeo rebasa la de mero editor o retocador de textos.
La aportación de Evanier era más evidente en el arranque de la saga de Groo, en los cómics de Pacific. Entonces se planificó un comic book al uso que constaba de una historia principal protagonizada por Groo, más una sección de contacto con los lectores (Groo-grams) y una historieta de complemento, titulada The Sage, protagonizada por un anciano sabio que vagabundea por el mundo de Groo acompañado de su mascota, un perro moteado. The Sage, el personaje, venía a ser una suerte de antítesis de Groo, por ser más espectador que guerrero, protagonizando episodios cortos que culminaban también con una moraleja, como: “La humanidad cesa cuando la moralidad se ve amenazada”, u otras por el estilo. En esta serie complementaria se aprecia claramente que los gags son de Aragonés pero que los textos son mucho más trabajados, más floridos, lo cual es obra de Evanier, evidentemente. No deja de ser paradójico pensar que Groo es un trasunto de Aragonés a quien pone voz Evanier mientras que Sage es un trasunto de Evanier a quien pone imagen Aragonés, puesto que lleva sus facciones.
La conclusión de una historieta de The Sage, en Groo the Wanderer, 5 (Pacific). |
El autor de origen español suele caricaturizarse en sus historietas, y también a sus colaboradores. Vemos las caras de Luth, Sakai y Evanier entre la multitud varias veces a lo largo de la serie y también acaban siendo protagonistas de un episodio completo (Evanier y Sakai, en concreto, en el nº 70 de la serie de Epic). El carácter expansivo de Aragonés y lo mejor de sus ayudantes está en Groo, por lo tanto, y no sería muy arriesgado afirmar que el personaje invitado más importante de la saga, el perro Rufferto, fue creado para que Aragonés llevase siempre a su lado a su media naranja en el ámbito creativo, a Evanier. No es una idea descabellada, porque Rufferto es el perfecto complemento para Groo, es una mascota lista cuya capacidad racional queda enturbiada por la admiración que siente por Groo. En los cómics de Epic no fue invitado The Sage en un principio, llegaría varios números después como un viejo conocido y no se quedó en la serie. Aragonés fue creando otros personajes que iban complementando la dimensión de Groo, como Grooella, Hero, el bardo y otros, hasta que en el número 29 apareció el noble perro con deseos de vivir aventuras, Rufferto, que se quedaría con Groo para siempre.
Groo, bárbaro estúpido, cómic inteligente
Desde el punto de vista argumental Groo no fue el resultado de un afán oportunista, fue consecuencia de una profunda reflexión. Aragonés, tras haber producido miles de viñetas y tiras humorísticas paraMad y otras publicaciones, quería entrar en el mercado de los comic books. Ya había hecho algunas incursiones en este formato editorial, porque en 1967 había colaborado en series de DC Comics como Jerry Lewis, Angel and the Ape o Bat Lash, pero allí no le dejaron expresarse como quería debido a su dificultad para manejar bien el inglés y, por supuesto, no le permitían conservar los derechos sobre sus personajes.
Aragonés se planteó generar una obra de humor original, editada independientemente de los grandes sellos editores, y para ello necesitaba una buena idea. El humor adolescente estaba copado entonces por Archie, y las parodias de monstruos, espías, policías o superhéroes abundaban en los cómics. Sin embargo, no eran tan comunes las parodias de la fantasía heroica, un género que había comenzado a tener gran auge desde el ecuador de los setenta. Así que decidió lanzar Groo y lo presentó en Pacific Comics tras enterarse de que habían publicado Captain Victory cediendo los derechos a Jack Kirby. Pacific vio potencial en su proyecto y lo lanzó al mismo tiempo que preparaba los comic books de Elric (de Thomas, Craig Russell y M. T. Gilbert), que paradójicamente era un cómic de fantasía heroica hecho con un planteamiento diametralmente opuesto a Groo, debido a su carga dramática y tenebrosa.
En los primeros comic books, Aragonés se preocupó por dejar cartografiado el mundo que transitaba Groo (tomado de Groo, 4, de Pacific Comics). |
El mundo creado por Aragonés para Groo era muy similar al que se veía en los cómics de Conan: una sociedad primitiva, con las culturas más evolucionadas detenidas en un medievo eterno. Había aldeas, poblados y castillos, tribus y ejércitos, sacerdotes y brujos, dragones y dinosaurios. Las tareas principales del personaje eran comer y emplear su espada, puesto que es un mercenario que se alquila al mejor postor, de ahí su apelativo de “wanderer”, porque siempre está vagando de un lugar a otro. Los viajes son la característica principal de la serie por lo tanto, y permiten a Aragonés reproducir los muchos matices culturales que él mismo había observado en sus vagabundeos por el mundo, muchos de ellos pagados por Bill Gaines, editor de Mad, para que los colaboradores de la revista forjasen lazos (Macho, 2022). Los paisajes que Aragonés contempló en esos viajes, las construcciones, las herramientas, las armas, las gentes y sus vestimentas, acabaron en las viñetas de Groo, lo cual le confería un verismo a su contexto mayor del que poseían muchas viñetas de Conan the Barbarian.
Aparte de los contextos verosímiles, las historias de Groo gozan de una excelente narratividad. Su creador siempre estuvo muy preocupado por la conjunción de elementos, algo que no debe descuidarse en una historieta de humor. Él mismo reconoce que es lo que más le preocupa a la hora de hacer cómics. Aragonés es el vivo ejemplo de autor preocupado por entregar puntualmente y por mimar la credibilidad narrativa en sus historias. Es interesante rescatar esa opinión sobre esta parte de su trabajo: «Cuando lees un cómic y ves un dibujo mal hecho, tu cerebro detiene la historia y se rompe la unidad narrativa. Es algo que siempre me ha preocupado, porque me ha pasado al leer cómics y ver cine, y me aterra» (Senar, 2014) . Dentro de sus esquemas narrativos destacaríamos principalmente la agilidad del relato, más que la comicidad, en ocasiones muy predecible (el mismo Aragonés ha reconocido que Groo es una historieta de un solo chiste) (Sánchez Esteban, 2020). Posiblemente el elemento más atractivo de las correrías de Groo es su ritmo. Aragonés goza de un magnífico sentido del ritmo narrativo, heredado en gran medida de los dibujos animados que devoró de niño y de las alocadas comedias de situación televisivas, de las que siempre fue fan (también él participó en espacios televisivos cómicos, como Laugh-In o Speak Up, America). Es probable que de estas experiencias televisivas tomase Aragonés gestos como la ruptura de la cuarta pared, que Groo pone en práctica en ocasiones para comunicarse con el lector, aumentando de este modo la carga de comicidad.
Esta página de Groo, 11 (Epic) evidencia el talento narrativo de Aragonés. |
La otra gran baza cómica de Groo the Wanderer reside en el lenguaje. Ya hemos comentado que Aragonés se expresa en un mal inglés, lo cual resulta ideal para dar voz a su bárbaro protagonista. Además, el autor nombra al resto de personajes y localizaciones con denominadores en español muy atinadamente escogidos, lo cual puede resultar exótico para un angloparlante y al mismo tiempo hilarante para un lector hispanohablante (y hay muchos en Estados Unidos). Ejemplos: Murcia es el nombre de un rey malvado, a otro lo llama Ojete, Olam es un nombre fácil y divertido para un villano, Ojal y Botón son dos ciudades enfrentadas, etcétera. Evanier, en su labor de corrector de los textos de Aragonés, pasa por encima de los vocablos en español y permite en ocasiones que se cuelen otros de carácter cómico escritos supuestamente en inglés, como “mulch”, una palabra que nadie lograba descifrar y que dio mucho juego en páginas de correo y otros textos ofrecidos en secciones de los cómics de Groo, hasta el punto de que en el sitio oficial de Aragonés hay una sección dedicada a ella (Aragonés, 2012). Mark Evanier ha hecho un trabajo excepcional en este aspecto, gracias a que conecta con el sentido de la comedia que Aragonés transmite con su tosco inglés y lo expone con un lenguaje correcto y sucinto [5] . Es tanta la inventiva de Aragonés para generar ideas y tanta la capacidad de Evanier para construir con ellas versos, moralejas o aforismos que han logrado acumular toda una enciclopedia de frases, o al menos eso parece la recopilación realizada por Alfredo Sánchez en su blog Diccionario de Groo (Sánchez Esteban, 2009).
La debilidad de esta creación de Aragonés reside en que el humor es básico, elemental, o eso parece en principio. En su arranque, los gags se fundamentan en la mala interpretación que el guerrero zoquete hace de las órdenes recibidas, de sus cálculos deficientes en distancias o de sus retorcidas estrategias propias de un necio. Lo cierto es que la mayoría de las veces Groo actúa sin planes o preparación previa. De ahí su expresión característica: «Did I err?» (“¿Habré errado?”), que revela que él es consciente de sus limitaciones. Quizá por eso caiga tan simpático Groo. Ayudado por otros narradores o por personajes que le dan la réplica, Groo funciona porque parece representar al americano medio, un tipo básico, que confía solo en lo que ve y en sus músculos (o su espada) y a quien solo le mueve la codicia. Aparte, es un individuo que carece de miedo, porque se obstina en ser reconocido como el más bravo. Eso, y su incapacidad para resolver hasta el dilema más elemental, le convierten en un fracaso con patas. Y ese es el único mensaje de sus historietas. ¿O no lo es?
Framento de Groo, 10 (Epic), con un mensaje feminista discurriendo en paralelo. |
A la luz de todo lo anterior, si disponemos de un héroe que es incapaz de meditar y cuyas aventuras acaban en chasco y moraleja… ¿cabe algún otro tipo de mensaje? Lo cierto es que en Groo hay poca crítica social, aunque suele deslizarse alguna de vez en cuando. Sobre todo en los primeros números de Epic (se aprecia un singular enfoque feminista del número 4 de la serie, el 5 tocaba de soslayo la esclavitud humana, el 6 versaba sobre el colonialismo, el 7 denunciaba el tráfico de marfil, etcétera). En cómics más recientes, Aragonés ha expuesto algunos temas que preocupan a la población, como la polución, la inmigración, el militarismo, la violencia policial o el sistema sanitario estadounidense (en este caso por el particular trance que atravesaba su amigo y colaborador Stan Sakai) pero siempre lo hace de forma suave, inofensiva. En el divertido tebeo Groo vs. Conan, por ejemplo, el autor orquesta el encuentro entre los dos personajes como una ensoñación que sufre él mismo (protagonista de una parte del cómic) tras ser golpeado por un policía cuando se oponía al derrumbe de una tienda de cómics. Con su postura en el tebeo, Aragonés denunciaba las estrategias de los poderosos (de los reyes tiránicos en el mundo de Conan, de los capitalistas a ultranza en nuestro mundo) al mismo tiempo que construía una historia muy divertida en la que terminan peleando héroe y antihéroe llegando a la conclusión de que la violencia no es la solución a los conflictos. Un tebeo intrascendente, para echar unas risas, que de paso exponía los males de la gentrificación y delataba otras fallas del sistema de vida americano. Además, Aragonés (o Evanier) ponen en boca de algunos personajes reflexiones sobre la realidad que resultan sorprendentes para un tebeo de humor ligero [6] .
El mundo de Groo al detalle
El tercer aspecto de la saga Groo digno de destacar es su grafismo. Sí, esto se afirma de una serie protagonizada por un tipo cuyos pies jamás han sido dibujados correctamente. Pero es que Aragonés es un excelente dibujante de humor pese a que su formación no fuese reglada. Él suele declarar en sus entrevistas que su fuente principal de inspiración fue el cine de animación, pero también leyó mucha historieta humorística de calidad, como las de Coll en TBO (que le enviaba su familia desde España), las de Oski en revistas argentinas o las de otros maestros del humor como Dubout, Vip, Bosc o Quezada (Jiménez, 2012).
Aragonés es un dibujante muy rápido, que primero escribe sus guiones para sintetizar la idea que tiene de la historia, y que a continuación esboza un storyboard muy liviano. Los bocetos que hace llegar a Evanier son bastos, pero suficientes para comprender el curso del relato, y cuando Aragonés vuelve sobre ellos para terminar el dibujo o para pasarlos directamente a tinta, aplica sobre el resultado final un nivel de detalle sorprendente. Dibuja cada gesto, cada hoja, cada detalle de las armaduras, todo (salvo los dedos de los pies). Se aprecia claramente que se preocupa mucho de la documentación, sobre todo por lo que se refiere a la vegetación, las construcciones, el mobiliario y la vestimenta de los personajes. Para ser un tebeo de humor, es un cómic muy trabajado, en el que, además, lleva un rígido control del tiempo: el día sucede a la noche con naturalidad, los personajes caminan, comen, beben, descansan, duermen, resultan cercanos para el lector y con esto se genera una mayor sensación de verismo en la historia, por disparatada que sea el argumento de partida. Todo lo tiene Aragonés vigilado, el encaje lógico de las situaciones y los escenarios por los que el personaje circula, hasta el punto de dibujar mapas de situación una vez que ha terminado una historieta.
El método de trabajo de Aragonés se explica en esta secuencia. |
El autor ha reconocido su admiración por autores de la talla de Moebius, Walthery o Franquin. No es un artista gráfico de la misma altura que ellos, pero es un historietista muy dotado, que ha sido capaz de construir todo un acogedor y divertido universo de ficción en el que han disfrutado miles de aficionados. Groo no es un tebeo serio, desde luego, es un tebeo intrascendente, pero su ambientación y su desarrollo gráfico no tiene nada que envidiar a una historieta de aventuras en la que los escenarios son parte importante en el desempeño heroico de los personajes.
No podemos terminar sin citar la característica gráfica más llamativa de Aragonés: su capacidad para dibujar multitudes. Tiene un don natural para ello. En esas escenas, por más personajes y elementos que haya, la mirada del lector siempre se dirige hacia los personajes a los que debe dirigirse. Esto ocurre gracias a la natural capacidad para la composición que tiene Sergio Aragonés, que construye esas escenas partiendo de la imagen que va a ser principal en torno a la cual va añadiendo elementos en espiral hasta rellenar el espacio vacío del papel. Y no solo hace esto en las dobles páginas o en las escenas con multitudes, también pasa en el resto de sus viñetas. Cuando leemos sus cómics nos percatamos de que traza una ruta de relato muy clara, que fluye en nuestro cerebro y dirige nuestros ojos sobre el papel pese a la sobrecarga de elementos que pueblan algunas viñetas. El nivel de detalle en el dibujo de Aragonés ha descendido con el tiempo, no se puede negar, pero no sus cualidades para la narrativa, así que podríamos afirmar que Aragonés es un historietista que ha logrado hibridar el planteamiento discursivo propio de la historieta franco-belga con los esquemas gráficos del underground estadounidense, dando lugar a un modo de cómic muy digerible por todos, disoluto y divertido que, a la postre, se convierte en trascendente. En esencia, que es un historietista muy competente al que, felizmente, todo le ha salido bien.
Dibujar multitudes, la especialidad de Aragonés (de Groo, 9, Epic). |
BIBLIOGRAFÍA
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EVANIER, Mark (1985): “50 important facts about Sergio Aragonés”, en Sergio Aragones’ Groo the Wanderer, 1.
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SENAR, Óscar (2014): "Entrevista a Sergio Aragonés: «Groo es un cómic contra la violencia»", publicada el 31-III-2014. Consultada el 05-VII-2022 en http://www.xn--vietario-e3a.com/entrevista-a-sergio-aragones-groo.
THOMPSON, Kim (1989): “Doodle King: An Interview with Sergio Aragonés”, The Comics Journal, 128, pp. 66-99. Consultada en 05-VII-2002. Disponible en línea en https://www.tcj.com/doodle-king-an-interview-with-sergio-aragones-1989/ .
NOTAS
[1] La primera obra de Aragonés publicada en Estados Unidos, “A Mad Look at the U.S. Space Effort”, fue ofrecida en el número 76 de Mad, que llevaba fecha de 1963.
[2] Uno de sus primeros trabajos en los Estados Unidos consistía en recitar poemas de García Lorca en bares o restaurantes, lo cual rememora en una historieta publicada en Solo, 11 (DC, 2006).
[3] El texto procede de Groo: Play of the Gods, 1, p. 15 (Dark Horse, 2017).
[4] También por Stan Sakai, rotulista, y Tom Luth, colorista, pero las principales líneas narrativas las dejan concluidas Aragonés y Evanier.
[5] Lo único que ha escrito Aragonés por sí mismo han sido los guiones de Sergio Aragonés Funnies (Bongo Comics), en los que reproduce anécdotas de su vida con su propio lenguaje.
[6] En este cómic dice un personaje que representa a varios en una cantina: «We are the masses! We never listen to that which we do not want to believe» (“Somos la masa. Jamás prestamos atención a aquello en lo que no queremos creer”). Groo vs. Conan, Dark Horse, 2015 (trade paperback edition), p. 56.