HAZAÑAS DE SILVIO JOSÉ, EMPERADOR DE SU CASA
JAVIER ALCÁZAR

 HAZAÑAS DE SILVIO JOSÉ, EMPERADOR DE SU CASA.

En 2005 comienza en “El Jueves”, la única revista satírica de las aparecidas en la transición española que permanece en el mercado, una serie de un autor bregado hasta entonces en los ambientes y estilemas underground. La serie se titula “Silvio José, el buen parásito” y su autor es Paco Alcázar. En escasa media página se nos narra desde entonces, semana a semana, las vivencias de un cuarentón desagradable, obsesivo, infantiloide, cruel, déspota, que atiende al inofensivo nombre de Silvio José y que presenta un cínico reflejo de la sociedad actual, en la que los hijos tardan en abandonar el hogar paterno y son esclavos del ocio que ha terminado por vertebrar sus vidas.  

Porque Silvio José Pereda es más que un parásito. Es un auténtico tirano que esclaviza a su padre, don Nicolás, al que no duda en humillar y desprecia constantemente. Un tirano que siempre tiene que tener la razón a pesar de su desmedida ignorancia en casi cualquier tema. Un tirano que basa su vida en una dieta ridícula (que diseñó a los 8 años, y que consiste en «filete con patatas, huevos fritos con “sonrisa” de ketchup, pizza “Ranchera” de la marca Crudesa y salchichas “Chisparritas” para cenar», p. 71), la afición a los videojuegos ambientados en la Segunda Guerra Mundial, y un prototipo de mujer, digamos, peculiar: «pelirroja, con gorra, metro noventa y dos de altura, brazos cortos y tobillos anchos» (p. 51). Un tirano que, por ridículo, hace gracia.

El planteamiento de la serie está asentado desde el principio, incluso desde el mismo subtítulo de la obra, “El buen parásito”: un cuarentón desagradable que abusa de su padre, con el que vive. Pero el desarrollo de la misma parece realizado sobre la marcha, sin esquema previo, como corresponde por otra parte a unas historias de publicación periódica semanal. En las primeras historietas se sucede la aparición de múltiples personajes secundarios, algunos de los cuales nunca volverán a aparecer (el portero del edificio, el doctor Velasco) y otros que se convertirán en auténticos comparsas de las aventuras de Silvio. Entre estos últimos podemos contar con su vecino Federico Tejada, personaje también cuarentón, demente establecido y diagnosticado, con comportamiento medroso y que se ampara siempre en las opiniones de su muñeco Geyperman; el padre de este, divorciado de su esposa, empresario agresivo y que ve en Federico solo un estorbo para el desarrollo de su vida sexual con su nueva mujer, una camarera de 19 años; uno de los compañeros de psiquiátrico de Federico, el señor Cubero, profesor de autoescuela y poeta infantil (obsesivo) aficionado; la madre de Silvio, que abandonó a la familia hace años y que vuelve ocasionalmente, dependiendo de la fase emocional en que se encuentre; Sergio, otro de los vecinos de Silvio, un adolescente apasionado por la informática; y entre tanto loco no podía faltar un psiquiatra, el doctor De la Cuadra, que al mismo tiempo explota y detesta a sus pacientes (muchos de los personajes de la serie acabarán pasando por su diván).

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El profesor Cubero, también de mente tortuosa

 Al analizar la obra encontramos una serie de elementos o temas que se repiten configurando un “estilo Alcázar”. Uno de ellos podría ser la aprensión (o al menos duda) sobre la medicina y la ciencia. No solo en “Silvio José”, sino toda la obra de Alcázar está repleta de médicos anormales con una anormal concepción de su profesión y del paciente (como ejemplos en su obra previa podemos citar el Dr. Lázaro de “Todo está perdido” o los doctores Somoza, De la Cruz y, de nuevo, Lázaro en “Mecanismo blanco”). Predominan sobre todo los especialistas relacionados con la salud mental, normalmente más trastornados que sus pacientes, y que suelen mostrar intereses que nada tienen que ver con el ejercicio de la medicina, con un deprecio al ser humano muy alejado de su juramento hipocrático. Aquí juega un papel determinante el Dr. De la Cuadra, psiquiatra “honorífico” de la serie ya que varios de los personajes acaban recurriendo a sus servicios, perfecto ejemplo del “profesional” asqueado de su clientela que solo busca un fin monetario (o, a veces, sexual). Pero también aparecerán otros médicos y científicos, como el Dr. Velasco (p. 19), Luis, el tío urólogo de Silvio (p. 25) o el profesor Cervantes (p. 45). Asociado a esto, existe una referencia constante a los trastornos mentales.

Silvio José y su peculiar relación con la medicina

No solo el protagonista presenta una personalidad peculiar desde el punto de vista mental, sino que podríamos ver alteraciones de este tipo en la mayoría de personajes que pueblan estas páginas. Su mismo padre, don Nicolás, posee un carácter débil y fácilmente manipulable, que sin duda ha favorecido el desarrollo de la personalidad de Silvio. Los desvaríos de la madre “recuperada” son memorables, presentando un trastorno de personalidad que le hace pasar por diferentes fases, muchas veces en la misma historieta, como en la de presentación (p. 59), en la que pasa de tener sólidos valores familiares, a unirse a una célula anarquista antisistema, a enamorarse de un supuesto peletero con el que pretende montar una tienda de alto nivel, para a continuación querer unirse a un grupo elegido por los extraterrestres para finalmente desarrollar su existencia transportando maletas por el aeropuerto. Estos rápidos cambios justificarán las bruscas entradas y salidas del personaje de la serie, que volverá a aparecer para erigirse en descendiente de Hernán Cortés con el fin de poseer algún país sudamericano (p. 70) o tener relaciones sexuales con tres hombres, una mujer y un perro (p. 79). Mención especial merece su vecino y compañero de desventuras desde la infancia, Federico Tejada, quizás el personaje más trastornado de la serie, que muestra una extraña lealtad a Silvio (que desde la infancia le hace jurar pactos imposibles, como el de no permitir que las cosas le vayan mejor a Federico que a Silvio, o el de no echarse novia antes que Silvio) y que se acompaña indefectiblemente de un muñeco Geyperman que le dicta las actitudes que tiene que tomar ante la vida. Despreciado y utilizado por todos, el personaje acaba, por desubicado, apareciendo entrañable. De la mano de Federico conocemos al señor Cubero, profesor de autoescuela, asiduo también del Dr. De la Cuadra y empeñado en labrarse una carrera como autor de poemas infantiles bajo la sombra de Gloria Fuertes: “...la patata Gloria se cae de la noria y el jamón Ramón martillazos en la cabeza, martillazos en la cabeza, martillazos en la cabeza...” (p. 75) o “Don Pepito el enanito vive en un bosquecito, Doña Fina la pungüina luce un escote de vértigo, senos turgentes, caderas bamboleantes y un trasero... ¡Un trasero imponente! Ñam-ñam, arf-arf” (p. 68) son dos de las obras cumbres de Cubero y del ingenio de Alcázar. Pero existen otros personajes de aparición ocasional que demuestran no tener excesiva lucidez mental, como el primo Israel, mudo y psicótico (p. 12), Clara, una chica masoquista cuya fantasía es acostarse con algún cliente asqueroso del supermercado donde trabaja y que se acaba enamorando de Silvio (p. 24) o los diferentes miembros de los grupos de escritores de poesía infantil (p. 75). Llegado determinado momento, parece que nadie está cuerdo (como reconoce don Nicolás en la historieta de la p. 39, en la que todo el mundo le recuerda a su hijo Silvio). La serie también recoge cierta carga de crítica social de la que, bajo un tinte de cinismo, no escapa nadie: el ya mencionado estamento médico, las subvenciones para el cine (p. 31, «¡Que un guión huela a mierda jamás ha sido un problema para darle una subvención!»), los artistas de vanguardia (p. 48, «unos señores americanos se enteraron de que estoy loco y me han ofrecido 100 veces más por mis cuadros si les pego encima vísceras de animales y dentaduras postizas»), los medios televisivos (p. 60), las multinacionales (p. 69), etc. 

Y, así como existe una constante temática, existe una invariabilidad gráfica. Tras pasar por varias fases en su desarrollo gráfico (el esquematismo agresivo de “¡Escarba, escarba!” [Subterfuge, 1997] o la línea redondeada de “Todo está perdido” [Doble Dosis, 2001]), Paco Alcázar ha acabado delimitando un estilo al mismo tiempo innovador, reconocible, práctico y accesible. Este estilo alcanzó su madurez en las historietas de “Mecanismo blanco” realizadas para la revista “El Víbora”, y se pueden contemplar actualmente en otras obras de Alcázar como “Antes del desastre” para la revista “El manglar”. Consiste en una preponderancia del texto, que es el que realmente desarrolla la acción, y que visualmente se percibe al ocupar los bocadillos al menos la mitad de la superficie de cada historieta. El dibujo es secundario, con escasa movilidad y gestualidad de las figuras, aunque en este caso no carece de importancia; no se puede imaginar la serie sin la constante cara mezcla de irritación y desprecio de Silvio o la facies siempre atormentada de Federico. El color juega un papel importante, y al igual que con el dibujo, ha alcanzado también su madurez gráfica. La paleta cromática que utiliza Alcázar ya no produce epilepsia (como con los colores chillones de “Mecanismo blanco”) y se basa en tonos ocres, oscuros, que contrastan con el blanco de los omnipresentes bocadillos.

El texto prepondera sobre la imagen

 “Silvio José, el buen parásito” es en el fondo una serie de humor. Un humor cínico que recoge de la realidad cotidiana los aspectos más ridículos y los enfatiza, concentrando en unos pocos personajes las características que podemos ver en las personas que nos rodean. Es también una serie coral, con un protagonista indiscutible y numerosos secundarios de aparición periódica u ocasional; en algunas de las historias incluso no aparece Silvio o lo hace de forma tangencial. Y es una serie en la que podemos apreciar el ingenio y la capacidad de creación de Paco Alcázar, un autor que ha pasado de hacer historietas de humor malsano y cruel a hacer historietas de humor cínico con personajes extravagantes.
 
Aunque Silvio José es uno de los personajes más apreciados por el público lector de “El Jueves”, no ha visto recopilación de su serie hasta hace muy poco. En 2008 se le dedicó uno de los tomos de la colección “El Jueves Luxury Gold Collection” que distribuía RBA en quioscos. En marzo de 2009 ha salido a la venta el segundo recopilatorio (que ahora reseñamos) con el (majestuoso) título “Silvio José, emperador”, con una selección del propio autor de algunas de las ya cientos de páginas que componen la obra. También en este caso ha sido RBA la responsable, no incluyéndose la publicación dentro de algunas de las otras series recopilatorias que habitualmente produce “El Jueves” (como la colección “El Jueves” de álbumes en cartoné o los libros de RBA bolsillo), situación que únicamente ha tenido lugar con un libro dedicado a “La parejita”, y además con un formato poco habitual, el apaisado, que se adapta al formato de la historieta tal y como se publica en la revista.
 
Ambos recopilatorios son indispensables para el aficionado a Silvio José y al humor inteligente; que para el caso, es lo mismo.
 
Creación de la ficha (2009): J. Alcázar, con edición de M. Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JAVIER ALCÁZAR (2009): "Hazañas de Silvio José, Emperador de su casa", en Tebeosfera, segunda época , 3 (27-III-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/hazanas_de_silvio_jose_emperador_de_su_casa.html