HERMANADOS EN LA SANGRE
REPRESENTACIONES ARTÍSTICAS E INTERPRETACIONES DEL HECHO MARTIRIAL EN SAINT SEIYA1
Valkyriae,
diva non divinae sanguine
sed etiam in sapientia, amicitiae, pulchritudineque
Uno de los misterios del dolor es que para el que lo sufre es una oportunidad para el bien,
un camino ascendente, por más que sea arduo.
De una carta de J. R. R. Tolkien a C. S. Lewis, Domingo de Septuagésima (25 de enero) de 1948
Πόλεμος πὰντων μὲν πατήρ ἐστι, πάντων δὲ βασιλεὺς, καὶ τοὺς μὲν θεοὺς ἔδειξε τοὺς δὲ ἀνθρώπους, τοὺς μὲν δούλους ἐποίησε τοὺς δὲ ἐλευθέρους2
Heráclito, fr. 53 DK
Introducción
De un tiempo a esta parte pareciera que las expresiones culturales oriundas del Japón, típicas de un segmento de nuestra cultura popular, son moneda corriente en la cotidianeidad de esta parte del mundo. A veces, hasta cuesta imaginar que hubo un tiempo en que esto no fue así. Y de a poco, hemos ido conociendo Japón y a sus obras y personajes. Esos primeros contactos –en el caso particular de Argentina–, se recuerda, tuvieron una serie prolongada de rispideces entre sus versiones originales y lo que, por esas fechas, se consideraba “decoroso” para su transmisión en televisión. Sobre todo, con las tres obras señeras de la penetración cultural relativa a este tipo de producciones en Sudamérica: Dragon Ball3, Saint Seiya y Bishōjo senshi Sailor Moon4. Cada una de ellas hubo de pasar por un dilatado período de “adaptación” e incluso de censura para poder ser emitida en las cadenas locales. Las excusas para ello variaron entre el exceso de violencia o de situaciones que abordaban temáticas sexuales de manera poco ortodoxa tratándose de “caricaturas” típicamente entendidas como dirigidas a un público infantil. De más está decir que, no obstante estos obstáculos, la fuerza argumental y visual de cada una de ellas resultó más que suficiente para ganar adeptos con cada emisión hasta conformar un inequívoco punto de referencia para la difusión masiva del manga y el anime en este país.5
A pesar de todo lo dicho, varios procedimientos de “adaptación” sufridos por las series, vistos en retrospectiva, no solo parecen superfluos para lo que eventualmente puede verse libremente en cualquiera de las producciones de Hanna Barbera, la MGM o la Warner Brothers en lo que a violencia se refiere –en diferentes grados–, sino que además serían contraproducentes respecto al mensaje general que la obra buscaría transmitir. En este trabajo nos centraremos en el caso de Saint Seiya debido a varias razones. La principal de ellas es que es una obra en la que la cultura y temáticas occidentales forman una parte importante de su trama y motivos, por lo cual se presta a fructíferos abordajes desde el campo de la literatura comparada con todas aquellas expresiones culturales grecorromanas que su autor pudo haber tenido en cuenta a la hora de crearla. Por esto mismo, en segundo lugar, creemos posible ver un paralelismo con cierto cúmulo de valores típicamente griegos que el judaísmo helenista luego tomó para sí con algunos postulados del bushidō, sumatoria de la cual surgirían las concepciones tan particulares del autosacrificio y la superación tan características de esta obra. Así, la representación de la violencia, en este caso, estará justificada según nuestra apreciación por lo que ella conlleva como consecuencia; es decir, la protección o salvación de un conjunto de valores que se encomian o a la persona que los representa. Por ello creemos sumamente importante e improcedente la operación que en su momento se ejecutó para “adaptar” esta obra al gusto occidental en animación, impregnado por la óptica que superficialmente se achaca a las producciones de Disney6, dado que todas aquellas escenas que fueron quitadas o suavizadas, según el caso, le quitan hondura significativa a la carga simbólica que estas producciones buscarían transmitir. En consecuencia, abordaremos puntualmente en este trabajo las escenas del manga y el anime Saint Seiya que abunden en prácticas violentas con efusión de sangre porque creemos que esa iconografía puede considerarse equivalente a un modelo de conducta encomiable por la cultura occidental más tradicional: el mártir (cuyo archetypum aparecerá en la literatura bíblica por vez primera en los libros de la serie de los Macabeos7). Establecer este paralelo nos servirá para notar la importancia de la contemplación de la violencia para que la identificación con este modelo sea fructífera y su función ejemplificadora pueda llevarse a término. Por lo mismo, la no escenificación de estos momentos sumamente dramáticos, restaría fuerza emocional a la trama y, por ende, esperamos concluir, su función modélica se vería gravemente minimizada.
Para demostrarlo, dada la imposibilidad de una comparación de tipo genético8 entre las posibles fuentes sobre las que se ha construido este andamiaje ético-moral, apelaremos a realizar un acercamiento tipológico. Entendemos que este, al buscar similitudes y semejanzas que se generan sin aproximación y que se producen por circunstancias de producción y de recepción análogas (cfr. Guillén 1993: 192), nos permitirá abordar en conjunto dos elementos de localización y simbólicos que, a pesar de su enorme distancia espacio-temporal, comparten más de una arista de contacto. Elementos que, no obstante, no pretenden configurar una suerte de «dependencia cultural» (Franco Carvalhal, 2007: 75)9 sino una subordinación intertextual mutua que se demostrará a lo largo del desarrollo de la obra como un vínculo del tipo transformativo; en tanto y en cuanto, según Genette (1989: 14), esta clase de lazos implican una ligazón «tal que B no hable en absoluto de A, pero que no podría existir sin A». Es decir, por ende, que habría entre ambos elementos en contacto una especie de «política comercial» (Bloom, 1997: 78) en donde una de sus partes –la que permanecería como sustrato– adquiriría un cierto clinamen, en el transcurso del intercambio, que actuaría como un respaldo para que la nueva construcción adquiera los significados adicionales necesarios de modo que sea comprendido de modo similar al de su texto fuente, aunque este no sea del todo conocido por su público receptor inmediato. Colocarse en el lugar del lector-fruidor (cfr. Eco, 2013a: 108-109) habilitará, en consecuencia, la reconstrucción de la «cadena histórica de los lectores sucesivos» (Chevrel, 1994: 170) que han ido dándole forma a la interpretación particular del evento narrativo topicalizado. El transcurso de los diversos abordajes que los textos –o el objeto en cuestión dentro de estos– han sufrido, contribuirá a esta lectura de manera que las diferencias con su metatexto resalten como tales a pesar de que sus similitudes sólo puedan ser percibidas por un receptor que efectivamente pueda haber tenido acceso al pretendido, pero desconocido, texto fuente. En consecuencia, semejante vinculación podrá ser equiparada con una traducción, en tanto se convoca un objeto determinado (que, en este caso, es una locación) y se lo interpreta y (re)interpreta según el prisma que coloquen sobre él sus respectivos receptores (Eco, 2013b: 108-09). El hecho efectivo de que ambos deban ponerse de acuerdo –aunque más no sea tácitamente– sobre una serie de puntos en común para interpretar ese objeto no solamente justificará su abordaje teórico comparativo10, sino que allanará la interpretación hacia uno de los rasgos de su tipo cognitivo más esquivos: la fuerza de la sangre, puesta en relieve de modo singularmente ejemplar.
2. Desarrollo
2.1. Importancia de la sangre y de sus vínculos: El antecedente Macabeo
Saint Seiya, como es a estas alturas ampliamente conocido, narra las luchas de un grupo de muchachos conocidos como “Caballeros11 de Atena” en procura de mantener la paz en el mundo, tal como le corresponde –según su mitología interna– a la diosa a la que protegen. Sabemos que desde el comienzo de la historia se nos plantea un contexto de lo más particular y que compromete varios credos religiosos y escuelas filosóficas en sí, puesto que sus protagonistas «son los Caballeros de la esperanza. […], que volverán cada vez que el mal se cierna sobre el planeta» (SS12 1.27) «para defender la paz de la tierra» (LC 1.6)13. Es decir que, además de plantearnos que estos héroes reencarnan sucesivamente en épocas de peligro, dichos avatares se presentan en la historia cada vez que sus enemigos también lo hagan, puesto que estos oponentes son los que amenazan dicha paz. Esta premisa, quizás un poco trillada y con profundos visos de religiosidad oriental, adquirirá profundidad sacando a relucir estas otras influencias “occidentalizantes”, puesto que se plantea que la misión principal de los Caballeros tiene estricta dependencia con la de oficiar de guardianes de la encarnación de la diosa Atenea, rectora de la Τierra, a quien le fue delegado tal rol por su padre, Zeus, tras desaparecer del mundo (Hajdinjak, 2008: 52; v. AA.VV., 1988). Este papel de protección será el que desate las lecturas que analizaremos, puesto que uno de nuestros sujetos de estudio, el caballero dorado de Sagitario, será precisamente quien desencadene toda la trama correspondiente al arco temporal que le pertenece14. Los demás, sobre todo los caballeros de bronce que tienen el rol protagónico en la trama, actuarán en consecuencia con el legado ejemplar que su colega de oro establece. Y, de hecho, la importancia de la demostración de la sangre se presenta mucho más notoriamente en el grupo de guardianes más cercanos a la diosa antes que en los protectores del Santuario, puesto que estos, en el momento en la que salen a la luz, son en efecto los enemigos de la diosa, debido a que el Patriarca los ha convencido de que ella es una impostora que pretende hacerse pasar por la encarnación divina (cfr. SS 7.140-41 y EG 3.18-19). Y que sean todos hijos de un mismo padre15 acentúa no solo su centralidad en la trama sino además la importancia que tendrá su sangre para demostrar esa altura moral que poseen y de la que hacen gala en tanto caballeros.
La muerte y la vida se unirán a través de la sangre de manera que tal vínculo se muestre en una progresión temática hasta alcanzar un punto especialmente profundo. Con respecto a esto y siguiendo nuestro planteo del asunto, podremos observar cómo esta unión adquiere gran importancia sobre todo si notamos que la situación que plantea el Libro IV de los Macabeos, en tanto expresión literaria paradigmática de los ideales martiriales que se darán cita en la serie, hará gran hincapié en la grupalidad y la vida en conjunto atravesada por el contexto próximo de tortura y muerte. Es necesario recordar, en este punto, que lo que se intenta en esta obra es asimilar a los hebreos que viven en el imperio seléucida de Antíoco IV a las prácticas culturales griegas16, no dudando en someter a tortura a quienes se nieguen a obedecer el decreto real por el que se anulan todos los demás credos en favor de las prácticas religiosas helenas. Es cierto que dentro de las torturas y consecuentes muertes que presenta la obra, tal vínculo se trabaja más profundamente en la familia de los siete hermanos y su madre17, pero desde el momento en que Eleazar toma la palabra para defender su causa –el mantenimiento de la πολιτεία18 u organización cívico-religiosa hebrea frente a las leyes helenizantes que pretendía imponer el monarca–, tal vínculo sanguíneo asociado a la vida tomará voz y cuerpo en su alegato. Primero, por utilizar el pronombre personal en primera persona del plural (5.16: ἡμεῖς “nosotros”19). Y luego, por apelar a los antepasados en común.
Ambos argumentos le servirán al sacerdote para apelar a ese pasado áureo en el que todos conformaban un pueblo cohesivo con su propio ordenamiento legal. No quiere decir que tal unión se haya perdido, pero sí que la distancia que los separa con respecto a su origen ha pesado en algunos de ellos y los ha hecho alejarse del camino trazado por los patriarcas. Es decir que todos aquellos que no guardan y respetan los preceptos de los antepasados no pueden ser considerados «hijos de Abraham»20 sino únicamente “judíos”, como parece ser la denominación preferida por el soberano (5.7). Los hebreos conforman un pueblo cohesivo porque guardan los mismos valores, codificados en el texto sagrado, y aquellos que los niegan, entonces, perderían automáticamente el derecho de pertenecer a la «Asamblea de Israel»; es decir, a la gran comunidad fraternal de los hijos de Dios (cfr. Ge. 17.14; Le. 7.19-26 y 17.8).
Por lo tanto, este vínculo se verá resaltado cuando se haga mención a la sangre derramada por estos descendientes de Abraham en la altura del cadalso. Esto es así porque no solo se pone en juego la unión que se ha establecido entre todos los judíos piadosos21 sino porque la sangre demuestra la vida que se está dispuesto a dejar por el bien de la comunidad toda. En otras palabras, si la vida de los seres que gozan de ella, para el pensamiento tradicionalista hebreo, se encuentra en la sangre que los recorre (Le. 17.11a), su derramamiento propiciaría su identificación como víctimas propiciatorias agradables a Dios, puesto que Él otorgó este fluido vital «que vale por la vida del que lo ofrece» (Le. 17.11b). Así entonces, el vínculo fraternal se extenderá así a todos aquellos plausibles de ser alcanzados por él y no únicamente a quienes se mantuvieron fieles para con la Alianza divina. La sangre derramada por un hombre justo vale como la del más augusto sacrificio y como tal es tomada por el mismo Dios.
Es por ello que la sangre que derramará profusamente el anciano (κατερρεῖτο τῷ αἵματι “bañado en sangre” 6.7) sentará un precedente –judicialmente hablando– acerca del modo correcto de expresar la sumisión a la voluntad divina y del modo en que esta puede ser persuadida para que la voluntad de quien entrega su vida coincida con la de Dios y la divinidad, en consecuencia, cumpla las peticiones de quien está a punto de morir. Por ello precisamente el autor no ahorra momentos en que describe no solo los sufrimientos del anciano sino las consecuencias corporales en su avejentada humanidad. Todas estas torturas, tan crueles como refinadas, mostrarán a los lectores-oyentes que no basta únicamente con resistir (ὕπομονέω) valientemente las torturas y no cejar en el cumplimiento de la Ley.
2.2 La tradición griega antigua y el bushidō, intersecciones y relecturas: El Santo dorado de Sagitario
A la luz de estas consideraciones, cuyo especial énfasis en la comunalización22 de ideales que destila el texto veterotestamentario permite un punto de equiparación con los Santos de Bronce con respecto a la Diosa que protegen, nos parece necesario problematizar la “adaptación” que ha sufrido Saint Seiya en las pantallas argentinas y la importancia de las escenas suavizadas en pantalla. Sabemos que los caballeros, por la honorable misión que tienen asignada, no pueden poseer otras virtudes que no sean al menos equivalentes a los que ya hemos reseñado como inherentes al anciano sacerdote hebreo. Es preciso pensar, para justificar este paralelismo, que estos personajes, como hicimos notar en párrafos precedentes están atravesados por dos ideologías diversas pero compatibles entre sí: los valores de los soldados griegos a la hora de la batalla por un lado (entrecruzados por las normas hebreas a las que hemos hecho mención, en razón a los múltiples puntos en común que demuestran en el andamiaje ético-moral judeohelenístico23) y, por el otro, el código moral de los guerreros autóctonos del archipiélago en el mismo momento de la lucha. Así entonces, tendremos que tener en cuenta la valentía y la resistencia que es proverbial en los combatientes helenos, al punto de seguir luchando impasibles mientras sus compañeros caen alrededor, en la defensa de los mismos ideales. Como dice el poeta Tirteo de Esparta: «es bello que muera caído en las primeras filas / un varón valiente luchando por su patria» (10.1-2 W24). Sobre todo, si recordamos que según las características que se dan de los caballeros cada vez que se presentan, en donde se resalta que estos combatían a mano limpia, ya que Atenea, «era la diosa de la guerra, […] empero odiaba pelear, por eso centró su lucha en la protección de los demás [y por ello] detestaba las armas» (SS 1.24-27). Con estos planteos, debe entenderse entonces que la idiosincrasia de los caballeros es mucho más parecida a la de los héroes mitológicos antes que a los guerreros históricos de la Hélade, aunque porten armadura. De modo equivalente, los caballeros, como los soldados en la guerra, se asemejan a los semidioses, no solo por sus “poderes” sobrehumanos sino, sobre todo, por su valentía –virtud de la que ya hemos destacado su importancia, puesto que incluso en la guerra «el varón valiente25 […] mientras vive es semejante a los semidioses» (IEG, 1.18-19 W)–. Esta enumeración de virtudes marciales se asemeja a la establecida por el bushidō, en tanto el guerrero debe tener siempre en cuenta que «el interés de la familia y el de los miembros que la constituyen es uno e inseparable» (Nitobe, 2007: 64) y como al mismo tiempo la familia está englobada por el Estado, «el individuo debe morir por él o por quien encarne su autoridad legítima» (ídem: 63). Pero, además, es cierto que no se debía perder la propia conciencia por la defensa del soberano puesto que siempre, lo loable, es seguirla antes que equipararla con el general o el daimyo. Esto solo podría hacerse si las figuras de autoridad son consecuentes con los preceptos del zen o, lo que es similar, el devenir del mundo.
Es por ello que entendemos que los guerreros necesitan, para evidenciar su valor y su altura moral, demostrar claramente la sangre que son capaces de derramar con gusto, puesto que, de no hacerlo así, no se comprendería totalmente la hondura de su sacrificio ni la posibilidad de trasladarlo a todos aquellos que se vean beneficiados con su sufrimiento o su deceso. Es por ello que consideramos al caballero dorado de Sagitario ejemplo fundante de este tipo de sacrificios, puesto que nadie mejor que él encarna esta serie de virtudes. Como primer punto podemos decir que, al igual que los mártires del texto bíblico, Aioros no se defiende. A causa de esto, él recibe su castigo sin siquiera quejarse (EG 2.70 y 6.2-9) e, incluso, con una sonrisa (SS 11.49 y 6.30, fig. 1 y 1 bis). Es en este punto donde aparece en todo su esplendor la valentía constituyente de este tipo de héroes. Aioros está plenamente convencido del peso específico de la niña que lleva entre sus brazos y de la misión que representa como para salvarle la vida y entregar la propia a cambio, aunque ambas cosas representen un acto de traición contra su señor (Nitobe, 2007: 56), es decir, el Patriarca. Así, Sagitario, al salvarla, no solo lo hará desarmado (es decir, no atacando), sino que recibirá los ataques en su cuerpo sin ningún tipo de protección. En este proceso se hace plenamente consciente de su poder y del rol de Atenea en la tierra al mismo tiempo, debido a que, si usara sus poderes o se protegiera con su armadura, la niña probablemente moriría. Aquí, la defensa de los valores que Atenea encarna se termina de hacer patente en el sacrificio supremo de Aioros, ante el más cercano de sus compañeros. Cuando el caballero dorado de Capricornio se dispone a atacarlo para recobrar a la bebé –sin ánimo de matarlo (EG 2.78)–, Sagitario la aparta, recibiendo en su pecho el impacto, y aprovechando su sangre para cegar a su adversario y escapar con ella (EG 2.79, fig. 2), alcanzando el gran ideal del guerrero, «vivir cuando es justo vivir y morir cuando es justo morir» (Nitobe, 2007: 26).
2.3 Aplicaciones en el presente: Que la sangre dé vida al Cloth
De un modo similar, el uso de la sangre y las circunstancias que propician su derramamiento son compartidas –tanto en la historieta como en la serie animada– por Shaina, la caballero de plata de Ofiuco, que pasó de ser la más encarnizada enemiga del caballero de Pegaso a una inesperada aliada. El amor que ella siente por él será el acicate para que deje de intentar congraciarse con el Patriarca llevándole la cabeza de Seiya a su Cámara y pase a protegerlo aún a costa de su integridad física a causa de mantener intacto su honor (Nitobe, 2007: 56). Así sucederá sobre todo en un momento crucial en el inicio de la trama, aquel en donde se decantan las lealtades a favor o en contra de Atena. Cuando el caballero dorado de Leo se haga presente en el campo de batalla, Shaina, que hasta minutos antes no dudó en atacar fieramente a Pegaso (SS 7.79-80 fig. 3), pasa a defenderlo de su primer ataque (SS 7.90 fig. 4 y 4 bis [a-b]) que la dejará inconsciente, y de otro más poderoso aún (SS 7.97 fig. 5 y 5 bis). Estos dos momentos, aunque no terminan en la muerte de la guerrera26, abundan en las virtudes que destacan a su ilustre predecesor. Es cierto que a quien ella defiende dista mucho de poseer la cualidad divina de la que goza la muchacha a la que protege Sagitario, pero de todos modos puede interpretarse que la humanidad del caballero de Pegaso representa, por traslación, los valores que encarnaría la propia diosa. Así como lo fue para Aioros, quien supo ver en la niña los elevados estándares éticos que se esperarían de ella en su adultez, Shaina puede entender que Seiya, como su protector más destacado, será quien pueda encarnar esos lineamientos de conducta del modo más acabado y, por lo tanto, será quien más merezca la protección hasta el punto del vertido de sangre. Por lo tanto, ella tendrá un cúmulo de razones de lo más válidas para interponerse entre el ataque y su víctima. Con todo lo anterior, es natural que se comprenda a la caballero también como una persona virtuosa, puesto que deja de conducirse por mera envidia (1.53) e incluso por odio (7.80) para pasar a demostrar no solo una valentía destacable sino incluso una resistencia notable. Así como Eleazar tiene aún fuerzas para hablar estando bañado en sangre, y de la misma manera en que Aioros sigue protegiendo a la diosa niña aún a pesar de sus numerosas, y en apariencia profundas, heridas, Shaina se alzará para seguir defendiendo a Pegaso aún con el profuso caudal de sangre que le hace despedir el primer ataque del caballero dorado (SS 7.90.1).
Con todos estos antecedentes, no resulta extraño entender también al caballero de los meteoros como otro ejemplo de mártir al que se le han negado las expresiones gráficas de su sufrimiento, existiendo demasiadas ocasiones en las que estas serían de utilidad para elevar el grado de su sacrificio. También es cierto en su caso que sus primeras intervenciones como caballero se limitan a proteger su propia vida (SS 1.82-83) y, más tarde, a la armadura de oro puesto que sin ella no podría liberarse del ‘yugo’ de la Fundación Kido (cfr. SS 7.166). Pero luego de esto, cuando oye la confesión del origen de Atena de parte de la propia Saori, pasa a ser –como adelantamos– de sus principales defensores, siendo una de sus primeras acciones en su favor aquella que sucede en el momento en que, acorralado al borde de un elevado risco por Shaina y el caballero del Cuervo, no duda en arrojarse al vacío para salvarla de ambos (SS 6.41-43, fig. 6 y 6 bis [a-b]). Y del mismo modo que el modelo interno que ha establecido Sagitario, él también seguirá luchando sin importar las heridas que sufra, pues ya conoce la misión de la divinidad en la tierra y la relación de su labor para con ella. Y conforme a la importancia que esta va teniendo, incrementada a lo largo de la historia, las intervenciones del caballero de Pegaso serán cada vez más arriesgadas y peligrosas, quedando expuesto a recibir tremendas heridas. Así le pasará en su segundo enfrentamiento con el caballero de Leo (SS 9.55, fig. 7 y 7 bis), su breve pero intensa escaramuza con Shaka de Virgo (SS 10.19-20, fig. 8 [a-b] y 8 bis [a-b]) o incluso en el peligroso pero necesario ascenso desde la Casa de Piscis a la cámara del Patriarca, a través del jardín de Demon roses plantado por el duodécimo caballero (SS 12.15-16, fig. 9 y bises). A pesar de todo ello, y de toda la sangre derramada en el camino, su modo de ser no cambia; de hecho, se profundiza, llegando a afrontar cualquier tipo de sacrificio en pos del bienestar de aquellos que, a su parecer, vale la pena proteger. Pero él cuenta con una ligera ventaja con respecto a sus compañeros de lucha: su virtud va incluso más allá que la de ellos puesto que el autor se encarga de hacernos notar permanentemente el tesón de su protagonista por no dejarse vencer y continuar a pie firme la lucha contra sus enemigos. Y aquí, además, tendrá una importancia superlativa debido a su constelación guardiana. Tal y como reza la historia, Pegaso es el único caballero que a lo largo de las eras ha podido herir a Hades, dios del inframundo (SS 28.44-45; LC 27.14, fig. 10). Este ascendiente para con el resto de sus compañeros no hará otra cosa que cimentar su presencia (y sobre todo su protagonismo) en una razón que le es y no le es ajena al mismo tiempo. El camino trazado de virtudes que él sigue, entonces, no está atravesado solo por su compromiso como caballero de Atena, y mucho menos únicamente por el compromiso contraído ante el testamento de Aioros de Sagitario. Su camino de virtudes ya ha sido recorrido por él mismo, y es esto último sobre todo, creemos, lo que justifica su sacrificio final frente a Hades (SS 28.68-69, fig. 11). Sacrificio que llevará acarreada una enorme –y por ello significativa– descarga sanguinolenta contra la hoja. En este último caso, el despliegue de violencia sí se verá reflejado en lo que, en este costado del mundo, se pudo ver en pantalla. Sin embargo, las razones para transmitirlo no fueron siquiera compatibles con las que intentamos defender en este trabajo –que su visión daría una justificación lógica al sacrificio–, sino porque este último arco argumental no fue emitido por televisión sino hasta muchos años después de la emisión de la serie original. Además, para restringir aún más su llegada al gran público, no fue televisado en un canal de TV abierta sino en uno de TV por cable.
3. Conclusiones: ¿y entonces por qué el silencio en la animación?
Es decir que, gráficamente hablando y considerando todos los puntos anteriores, el derramamiento de sangre no apelaría únicamente al páthos del lector o del televidente para generarle empatía hacia los personajes. Es cierto que la violencia extrema es importante en la carga emotiva de la serie, pero no será el único significado que cargue. Dado que los exponentes más destacados en este campo, que no los únicos27, esto es, el caballero de Sagitario, Shaina de Ofiuco y Seiya de Pegaso destacan por sus cualidades morales y éticas, que no dudan en defender hasta poner sus vidas en riesgo, es preciso resaltar el vínculo que ese sacrificio, simbolizado por unos pocos trazos rojos (o negros, según el caso), trae aparejado. Esta tortura física demostrará acabadamente la hondura del sacrificio que están dispuestos a afrontar. Ella simbolizará tanto el autocontrol frente al dolor y el sufrimiento, como la voluntad de permanecer firmes en una elección de vida que equiparan con la voluntad de Atenea. Y si recordamos que la diosa es la guardiana del mundo, no será difícil igualar esta voluntad con el cosmos (κόσμος)28 tal y como lo entendían los antiguos estoicos y que, para el anciano Eleazar, estaba explicitado en las palabras que Dios dirigió a sus antepasados. Del mismo modo, las virtudes expresadas en ese código, mediante la sangre, exacerban su significado tanto como los poderes de quienes las ostentan. La valentía adquiere un nuevo valor al enfrentarse contra la autoridad ante el seguro riesgo de destierro y todo lo que ello trae aparejado; así como sucede al levantarse y seguir luchando hasta gastar la última reserva de ánimo y energía que se halle en sus cuerpos. En ese punto es donde se equiparará con la resistencia, ya que ninguna de estas hazañas sería posible si todos estos sujetos no dejaran de lado sus sensaciones de dolor y se concentraran en su objetivo, ya sea proteger a Atena o a quienes reúnan similares cualidades que ella. Asimismo, se puede afirmar fehacientemente que todos ellos realizan sus sacrificios en pos de la justicia, dado que, como hicimos notar, el guerrero, cuando conoce y lleva a la práctica su código moral, sabe cuándo y cómo morir, si el motivo es válido. Y si vemos con atención las imágenes, es posible entender que la legitimidad de la causa y la oportunidad se justifican con la cantidad de sangre derramada. Esta ligazón entre virtudes y sangre irá más allá de la profundidad de la herida, porque bien se conoce que los caballeros cuentan con ataques capaces de matar sin derramar el vital fluido29. Es decir, que si la causa es justa la muerte se producirá de la forma más violenta posible, para que al mismo tiempo se demuestren estas virtudes que hemos desglosado. Solo de esta manera podrá además vincularse el bagaje filosófico judeohelenístico con la lógica guerrera de la tierra del Sol Naciente, que no difiere en demasía de la expresada por los poetas de la Grecia antigua, sobre todo en lo que refiere a resistir a pie firme los embates del enemigo y no temer a la muerte puesto que, si esta llega, es una manera de demostrar la pureza del alma que se está entregando al sacrificio. El guerrero al morir, como el samurai al tomar su propia vida, les habla a sus enemigos o a sus acusadores como si les dijera, citando a Nitobe en su clásico trabajo (2007: 83): «Abriré la morada de mi alma y les mostraré su estado. Vean con sus propios ojos si está manchada o limpia». Y únicamente de ese modo, exhibiendo la pureza –y por qué no, lo rojo– de su sangre, el guerrero se verá justificado ante sí y ante todos aquellos que lo observen para seguir su senda, puesto que solo ellos serían sabios30 y, por lo tanto, conocer lo que conviene para el “culto” correcto a Atenea (SS 5.35, cfr. García Gual, 2003: 27).
Ha sido un gran percance para historias como esta que particularmente en Argentina, si es cierto que «se censura más el sexo que la violencia» (Oberto, 1998: 18), la “reformulación” se haya enfocado en esta última por tratarse de una producción animada. Se ha hecho necesario, entonces, que de a poco los correlatos televisivos de las historias que, está visto, precisan de expresiones de agresividad manifiesta por abundantes razones, desde las estéticas a las comunicativas, se vayan liberando de la traba que implicó en su momento no conocer plenamente la profundidad de esta comunicación por carecer del material fílmico en su totalidad. También es cierto que tales limitaciones ocuparon solo un corto período de tiempo dentro del amplio arco en el que se extendió el desembarco masivo de anime en los televisores, pero no deja de ser cierto que ese breve lapso afectó, con variada intensidad, los comienzos de cada una de las historias que desembarcaron en estas latitudes. De esa manera, es posible que los recortes en el material efectivamente emitido hayan limitado su llegada al público o, incluso, acotado su comprensión a lo estrictamente visto en pantalla, descontextualizándolo. «Los fans se vuelven locos pensando que no saben si lo que están viendo u oyendo es lo que realmente quiso decir el autor original», reflexionaba el editor de una revista especializada (Oberto, 1998: 20) hace ya poco más de veinte años, y con él nos atrevemos a retomar el tópico osando imaginar cuánto mayor pudo ser el alcance de las producciones audiovisuales e impresas de esta índole si no hubiera sido objeto de estas acciones amparadas en un ambiguo sentido de la “protección”. Es cierto que quizás muchos de estos significados o alcances pudieron, de todas formas, haberse perdido entre la incomprensión del público masivo de muchos de los tópicos hiperbólicos nipones, sobre todo en lo que respecta a la efusión de fluídos corporales como las lágrimas, la mucosidad o, incluso, la sangre. Por ello, este análisis se abocó a mostrar que esas escenas que quizás no fueron disfrutadas en su día por excesivamente violentas cargan con un profundo entramado de filosofías de vida ensalzadas tanto en occidente como en su oriente originario. Pensamientos que, puestos en cualquier otro contexto, nos atrevemos a afirmar, incluso serían encomiados y tenidos en alta estima por los defensores de tales líneas de pensamiento. La aculturación, para quien no acostumbra consumir productos culturales extraños, puede ser chocante, pero, en este caso, es necesario recordar que, a pesar de su aparente extranjería, nos debería ser cercano y, por ende, estar menos propenso al prejuicio de incomprensión que generalmente aqueja –en la percepción del no especializado– a todo aquello que provenga del Oriente Lejano. Kurumada, el autor en cuestión, podrá desconocer o manipular a su antojo detalles mitológicos que son más o menos conocidos de este lado del mundo para dar forma a sus personajes; pero no podrá desconocer la ética milenaria de los guerreros de su tierra, que sorprendentemente comparte varias aristas con elevados estándares de pensamiento más típicos, al menos para el ojo lego, de este lado del mundo. De esta forma, el aspecto artístico de la representación de la sangre, aún a pesar de la mediación televisiva, podrá intersecarse con los discursos en torno a su derramamiento que las influencias culturales de ambos lados del mundo interpretan como heroico y, por ende, virtuoso. Por lo tanto, su presencia no debería ser soslayada sino desplegada en la medida en que originalmente lo fue de forma que aquellos dispuestos a semejante sacrificio acaben, gracias a él, de legitimar su identidad heroica. Así, la violencia representada, antes que alzarse como una razón para replicarla en la cotidianidad del consumidor, será una herramienta más del andamiaje de virtudes sobre el que se construyen los ejemplos a seguir. De esa forma será posible, consecuentemente, tanto comprender la hondura moral de esta clase de procederes como, en última instancia, complementar la fruición del producto cultural en cuestión con una interpretación de tipo edificante de similar tenor a todas aquellas de las cuales bebe, tan o más violentas que Saint Seiya o, incluso, series de tenor semejante y de similar hondura filosófico-ética. Atendiendo a esto último, entonces, es que puede entenderse que el mote de “perjudiciales” adosado a esta clase de obras al menos en estas latitudes, puede considerarse del todo caduco y perimido. Únicamente así podrán ser transmitidas del mismo modo en el que se las pensó, tanto artístico como metafísico.
BIBLIOGRAFÍA:
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NOTAS:
1 El presente trabajo es parte de un proyecto de investigación titulado “La configuración del mártir a través de sus palabras en los libros de los Macabeos” dirigido por la Dra. Diana L. Frenkel en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.
2 “Batalla es el padre de todos y rey de todos; y a unos los muestra como dioses y a otros como hombres. A unos los hace esclavos, a otros libres”. La traducción es nuestra.
3 Dragon Ball, probablemente el producto más conocido de la industria historietística nipona, nació de la mente de Akira Toriyama como una adaptación en tono de comedia de la novela clásica china Viaje al Oeste. Este relato narra el viaje que debe realizar un monje para llevar los sutras budistas a China desde la India, tarea para la cual tendrá como acompañantes a tres figuras que deben expiar sus pecados anteriores. Con el correr de los años, la veta cómica fue progresivamente dejada de lado –aunque nunca abandonada del todo, véase para esto el trabajo de Gómez Sanz (2006: 22-23)–. En total, se extendió por 519 capítulos, recopilados en 42 tomos, desde noviembre de 1984 hasta mayo de 1995.
4 Creada por Naoko Takeuchi en 1992 y serializada en las páginas de la revista Nakayoshi de la editorial Kodansha hasta 1997, siendo recopilada en 18 tomos, Sailor Moon cuenta la historia de un grupo de amigas reclutadas por una gata proveniente de la Luna para luchar contra los diversos enemigos que desean apoderarse del planeta. Eventualmente la historia planteará que estas chicas son las protectoras de la Princesa de la Luna (la propia Sailor Moon) y deben evitar que las fuerzas malignas dominen no solo el planeta sino también a su satélite.
5 Género animado que, en palabras de Cindy Kerr, gerenta de programación de Cartoon Network Latinoamérica a principios de los 2000, es un «nicho de programación distinto» que, a pesar de todo, mantiene características similares al gusto en el archipiélago porque, trayendo de nuevo sus palabras «los japoneses aman a Tom y Jerry» (Oberto, 2001: 22). valga como ejemplo de este fanatismo la parodia de un episodio del gato y el ratón que puede verse en el capítulo 8 (“Waltz for Venus”) de Cowboy Bebop.
6 Que por lo general se asocia a condiciones de asepsia, inocuidad e inocencia. Postura que ya ha sido convenientemente estudiada y sólidamente discutida por Dorfman y Mattelart (2002: 28).
7 La categoría es de Piñero (2007: 70). quien afirma que los textos que comparten este título –transmitidos en el mismo grupo de manuscritos–, conformaban un conjunto cerrado. Cfr. además Collins (2000). IV Macabeos es una ampliación de un episodio de II Macabeos (que puede verse reflejado, quizá, en I Macabeos 1.62-63). III Macabeos es el único de ellos que no se ubica en el espacio temporal del reinado de Antíoco IV Epifanes.
8 Según la que las similitudes entre los objetos a analizar se producen por una influencia directa o indirecta en el espacio y el tiempo. Tal postura es típica de la denominada “escuela francesa” representada por, entre otros, Ďurišin (1984) y Zhirmunsky (1961). Dicho acercamiento es imposible dados los límites de este trabajo y la imposibilidad del acceso a determinadas fuentes. Escollo que intentaremos subsanar en producciones posteriores.
9 Puesto que, según la misma crítica, conllevaría un acercamiento de tipo genético, ya que “A formação de linhagens ou "famílias" não estava longe desse sentido: crescia a importância de um autor quando era possível dizer que ele pertencia à casta de um nome célebre” («La formación de linajes o “familias” no estaba lejos de ese sentido: la importancia de un autor crecía cuando era posible afirmar que pertenecía a la casta de un nombre célebre» Franco Carvalhal, 2007: 76). Semejante acercamiento evitaría además la dicotomía “centro/periferia” característica de las relaciones post-coloniales (Tötösy, 1998: 199-200) y que no sería aplicable en este caso precisamente por la falta de un vínculo genético claro.
10 Estrategia denominada «negociación» por el semiólogo italiano (Eco, 2013b: 117 y 292 y ss.), quien en ese término engloba los movimientos «de igualdad y equivalencia» propuestos por Botton-Burlá (1998: 338). No obstante, cfr. García Yebra (2006).
11 Utilizaremos el término “Caballeros” en lugar de “Santos” (セイント furigana para 聖闘士); “Armaduras” en lugar de “Cloths” (クロス furigana para 聖衣) y “Patriarca” en lugar de “Sumo Sacerdote” (教皇) para designar dichos conceptos puesto que pueden ser más familiares al lector no especializado. Compartimos en esto la opinión del traductor del manga al castellano rioplatense, expresada en EG 2.93. Del mismo modo, diremos “Atena” cuando citemos el cómic (puesto que responde a la escritura アテナ, furigana para 女神) y “Atenea” cuando no sea así.
12 Las citas correspondientes a 4Ma. aparecerán con el número de capítulo y versículo correspondiente y las respectivas traducciones de la edición de Rahlfs consignada en las “Referencias bibliográficas” nos pertenecen. Las abreviaturas de los tratados bíblicos son las de LSJ. Para Saint Seiya, en cambio, nos remitiremos a las traducciones de Marcelo Vicente, detalladas igualmente en la sección de “Referencias bibliográficas”. Nos referiremos a ellas como SS (manga clásico), EG (Episode G) y LC (The Lost Canvas) respectivamente citando por el número de tomo y el de página, separados por un punto.
13 Hacemos referencia a LC sin notar su distancia temporal con respecto a EG y a SS, dado que consideramos que las sucesivas reencarnaciones de los caballeros responden a las mismas actitudes y valores a lo largo de las edades. El mejor ejemplo de esto lo constituye el caballero dorado de Géminis, conflictuado a lo largo de las eras en una tensión entre el bien y el mal.
14 Puesto que, cumpliendo con el ritmo cíclico que esta historia lleva consigo, aproximadamente cada doscientos años se libra una nueva Guerra Santa (véase Hajdinjak, 2008: 53), en la que los dioses enemigos de Atenea pretenden disputarle su soberanía sobre la Tierra (Oberto, 1999: 24).
15 Mitsumasa Kido, quien fungirá de abuelo putativo de Atena / Saori y se encargará del entrenamiento de su centenar de hijos para volverlos caballeros (SS 6.85-86).
16 De hecho, se puede afirmar que «la revuelta de los Macabeos estalló contra el deseo de helenización que provenía de la aristocracia sacerdotal y no de la voluntad de los soberanos helenísticos» según Frenkel (1996: 43). Esto último ha sido reafirmado por muchos otros críticos, inter alia, Weitzman (2004: 220). Este último destaca que, de hecho, las políticas normales de su tiempo no preveían una persecución religiosa como la desencadenada por Antíoco. En el caso que nos ocupa, el paralelo con la trama de SS se dará, evidentemente en el rechazo de la autoridad patriarcal por sobre la de Atena.
17 Cuya formulación más acabada aparecerá luego de la muerte de los hijos, en 13.20 (καὶ ἀπὸ τοῦ αὐτοῦ αἵματος αὐξηθέντες: «fueron criados a partir de la misma sangre»).
18 El lexema aparece en 3.20; 8.7; 17:9. Es muy raro en otros pasajes del AT –según Muraoka (2009, s.v.: 576) puesto que aparece solamente en libros del Ciclo de los Macabeos–. Refiere por lo general a derechos civiles, una política o una constitución. Apela por lo general a un pasado áureo. En efecto, en la lectura de 2Ma. 6.23 indica el modo de vida de Eleazar.
19 Elemento muy importante, según Frenkel (2013: 5) para hacer que Eleazar se convierta en “vocero de todo su pueblo”. Esa centralidad, elaborada por el texto de modo que en él se concentre toda la etnia hebrea, fue analizada ya, i.a. por Van Henten (2007).
20 Cfr. Frenkel (2011: 79 y nota ad loc). Esta es una categoría aglutinante a la que el autor apela en 6.17 y 6.22. En el resto de las apariciones, el nombre del patriarca rara vez aparece en solitario, sino que, como es tradicional, lo hace acompañado de los de Isaac y Jacob (7.19; 13.17; 16.25). Una única vez dice «Abraham nuestro padre» (16.20: ὁ πατὴρ ἡμῶν Αβρααμ) para indicar el vínculo especial que se ha de tener con Dios. En 17.6 disentimos de la lectura de López Salvá (2002: 163) –quien traduce ‘de nuestro padre Abraham’– puesto que no hay en el texto ningún pronombre personal en que lo justifique (al menos en las ediciones a las que hemos tenido acceso). Así, «del padre Abraham» (ἀπὸ Αβρααμ τοῦ πατρός) indicaría una filiación simple, aplicada a la madre de los siete hermanos, y no a todo el pueblo.
21 Los asideos (del hebreo hasidim חסידים), es decir, “los piadosos” o “los fieles a la ley” son, según Saulnier (1983: 61) aquellos que «se reunían en congregación o cofradía seguramente contra la introducción de las costumbres griegas en Jerusalén. Lucharán algún tiempo al lado de Matatías y de Judas, pero negaran su solidaridad con la política macabea después de la purificación del templo. De este movimiento saldrían más tarde los fariseos y el cisma de los esenios.» Cfr. Sacchi (1994: 258) y con Farmer (1958: 41 y 161).
22 En el sentido explicitado por Brow (1990:1).
23 Lazo que se vio reforzado por la supuesta relación de fraternidad que los hebreos decían tener con los espartanos. Cfr. al respecto el trabajo de Frenkel (2001).
24 Este fragmento y otros como 10.21-22; 11.11-14 y 12.10-12 W, pueden considerarse posibles fuentes primigenias de lo que podemos entender como actitud martirial, si seguimos la lectura de Frenkel (2013: 8). De ambos poetas es posible hallar una contextualización, aunque sucinta muy exacta, en el trabajo de Guevara de Álvarez (2014).
25 Es destacable la utilización del adjetivo κρατερόφρονος, compuesto de καρτερός y φρήν, que equipara la fortaleza mental a la física (sentido primario de este adjetivo en el ámbito épico [LSJ, s.v. καρτερός]). Esto hace a los guerreros equivalentes a Heracles (Il. 14.324), Odiseo (Od. 4.333), e incluso a los Dióscuros (Od. 11.299).
26 Momento que podríamos entender que sucede en el templo de Poseidón, puesto que ella se entromete entre la flecha dorada que el dios devuelve hacia Pegaso y el propio caballero (SS 18.21-23). Pero cuando se rompe el sello de Hades, poco tiempo después, Shaina está lista nuevamente para la batalla, sin ninguna secuela física aparente (SS 19.30-31).
27 Para dar tan solo un par de ejemplos de la masiva aplicación del modelo del “mártir / guerrero” en esta serie piénsese en el caballero de Andrómeda, siempre dispuesto a dar su vida para evitar una lucha (SS 12.56) o salvar a un compañero (SS 10.116-117); o incluso en el caballero del Dragón, que no solo es capaz de entregar su existencia en pos de la justicia (SS 11.98-99) sino que, si eso no fuera preciso, siempre está presto a sacrificar su vista para obtener un beneficio en la batalla (SS 7.57).
28 Cfr. EG 1.8-9 donde se dice que el cosmo (コスモ furigana para 小宇宙 “pequeño universo”) es aquella fuerza que no solo ordena el universo, sino que se encuentra dentro de cada uno de los seres humanos. Los caballeros solo serían tales porque han podido despertarlo y controlarlo a voluntad.
29 Curiosa afirmación del caballero de plata del Lagarto, quien afirma que «la verdadera fuerza es derrotar a tu oponente sin haber recibido un solo golpe» (SS 5.56), y llevada a la práctica frecuentemente por el caballero del Fénix (i.a. SS 7.-7-18).
30 Puesto que conocen la acción correcta a efectuar en cada momento (Panecio, fr. 55; Long, 1974: 209).