HÉROES ANTICOMUNISTAS: EL CASO DEL CAPITÁN AMÉRICA "COMMIE SMASHER" Y DE FIGHTING AMERICAN
Introducción
Como todo el mundo sabe, el Capitán América fue creado por Joe Simon y Jack Kirby y su primera aparición se produjo en marzo de 1941 en el número 1 de Captain America Comics (Figura 1), publicado por Timely Comics[1]. Este número es principalmente reconocido por su icónica portada, en la que aparece el personaje protagonista propinándole un puñetazo a Hitler en la mandíbula. El valor de esta imagen viene dado por el hecho de que se publicó nueve meses antes del bombardeo de Pearl Harbor y la posterior entrada de los Estados Unidos en la II Guerra Mundial. La aparición del personaje es consecuencia de una serie de cuestiones que confluyeron en esos años y que ya han sido suficientemente estudiadas, entre las que se incluyen el éxito del comic book como formato popular a través del cual llevar los cómics al público sin necesidad de pasar por los periódicos y la explosión del superhéroe como icono y como género específico a partir de la repercusión que tuvo el Superman de National Comics, que llevó a la multiplicación de personajes con superpoderes en todas las editoriales de cómics de la época. Para profundizar en estas cuestiones véase, por ejemplo, Jones, 2006; Mitchell y Thomas, 2019.
Figura 1. Portada del número 1 de Captain America Comics. |
Tampoco el hecho de que el Capitán América aparezca luchando contra los nazis desde el principio es un hecho aislado en el cómic estadounidense. Diversos autores han analizado la influencia que la cultura judía en los primeros relatos protagonizados por superhéroes, debido a diferentes circunstancias, entre ellas las dificultades que tenían los autores judíos para acceder al cómic de prensa (Fingeroth, 2007; Kaplan, 2008). Por tanto, buena parte de los autores más reconocidos de esa época, como Jerry Siegel y Joe Shuster, los creadores de Superman, o los propios Simon y Kirby, además de muchos de los más importantes editores, como Martin Goodman, editor de Timely Comics, eran hijos de inmigrantes judíos y estaban sensibilizados con los crímenes que el régimen nazi estaba perpetrando en Europa en esos momentos y abogaban por la intervención de los Estados Unidos para detener lo que posteriormente se conocería como el Holocausto. Así no es de extrañar que, antes de la aparición del Capitán América, Superman ya hubiera aparecido luchando contra los nazis en febrero de 1940, en el mismo mes que Namor, otro personaje de Timely Comics, también protagonizó una historia en la que combatía contra las fuerzas del Eje.
En este ambiente de superhéroes luchando contra la invasión alemana no es de extrañar tampoco que ya hubiera personajes de claro contenido patriótico antes del Capitán América. El primero de todos ellos fue The Shield, que apareció en el número 1 de Pep Comics, de MLJ Publishing (la editorial de Archie), en enero de 1940 (Figura 2). The Shield es una creación de Irv Novick, hijo de inmigrantes judíos, y Harry Shorten, descendiente de polacos, y desde el principio muestra su oposición al régimen nazi imperante en Alemania, ya que en el primer episodio, donde se narra su origen, los villanos son unos agentes de origen alemán. Por tanto, el Capitán América, en sus orígenes, no es más que un personaje más que sigue una tendencia que se estaba produciendo en el comic book norteamericano en los años anteriores a la II Guerra Mundial. Sin embargo, muy pronto se convirtió en uno de los más populares[2] por diferentes motivos, entre los que puede estar la calidad de las historias de Simon y Kirby, así como el hecho de que las historias del Capitán América, con su aproximación directa en la lucha contra el nazismo puesta de manifiesto en esa famosa portada, tuvieran una sensación de realismo mayor que la mayoría de los personajes coetáneos. Por poner un ejemplo, la historia de Superman mencionada anteriormente en la que el personaje lucha contra los alemanes y termina con la guerra es una de esa “historias imaginarias” que serían luego tan propias de su editorial, mientras que en el caso del Capitán América la presencia directa de Hitler acerca al lector a la realidad de los hechos que estaban sucediendo en ese momento en Europa.
Figura 2. Portada del número 1 de Pep Comics, con la primera aparición de The Shield. |
En todo caso, el éxito del personaje, junto con la mayor parte de los superhéroes, se fue desvaneciendo en los años de la guerra. Se han especificado muchos motivos para esto (Mitchell y Thomas, 2019). El más común es la dificultad para contar historias creíbles en las que los superhéroes participaran en la contienda, ya que, evidentemente, un héroe con superpoderes, en caso de existir, terminaría con la guerra en poco espacio de tiempo. De hecho, solo hay un número de Captain America Comics dedicado a la lucha en el frente, y Superman (en su versión publicada en forma de tira de prensa) argumentó como excusa para no entrar en combate que Clark Kent no había superado el examen médico, y más concretamente la prueba de la vista, debido a que su visión de rayos X le hizo confundir la tablilla con las letras que tenía que discernir con las que había en la habitación contigua (Figura 3). Probablemente el ocaso del superhéroe sea algo más complejo, ya que, aunque el número de cabeceras dedicadas a los personajes con superpoderes disminuyó, durante los años de la guerra siguió habiendo series de superhéroes (Rodríguez Moreno, 2010). Lo que parece bastante evidente es que el conflicto y, sobre todo, la victoria estadounidense, disminuyeron la relevancia de un tipo de personaje que había dedicado buena parte de sus esfuerzos a la lucha contra el nazismo.
Figura 3. Tiras de prensa donde Superman se somete al examen médico para luchar en la II Guerra Mundial. |
En todo caso, fueran cuales fueran exactamente las causas, en el año 1949 Timely Comics canceló todas sus series de superhéroes o las transformó en cómics de terror y romance, tan en boga en esa época. A partir de ese año, la editorial que es actualmente conocida por sus superhéroes dejó de publicar colecciones que incluyeran historias de personajes con superpoderes[3]. Y esto fue así hasta el otoño de 1953, cuando ya se conocía como Atlas Comics, cuando el Capitán América reaparece junto a Namor y la Antorcha Humana en el número 24 de Young Men (Figura 4). Las causas de esta reaparición son también desconocidas, pero Roy Thomas afirma que obedecen al éxito de la serie televisiva Las Aventuras de Superman, protagonizada por George Reeves, que había vuelto a poner de moda la figura del superhéroe (Thomas, 2019).
Figura 4. Portada del número 24 de Young Men. |
En todo caso, el renacimiento de estos personajes se produce en el marco de una sociedad estadounidense cuya realidad había cambiado considerablemente. La guerra hacía años que había terminado, y la sensación de triunfalismo del vencedor se veía ensombrecida por la amenaza de otro tipo de guerra menos palpable, pero, en algunos aspectos, más terrorífica. Son, evidentemente, los años de la Guerra Fría, que, de la misma manera que la II Guerra Mundial lo había hecho en su momento, marcarán el contenido de las historias protagonizadas por el Capitán América y sus compañeros en esta época de renacimiento. En este artículo de analiza cómo las historias protagonizadas por el héroe de las barras y estrellas intenta recoger los miedos de la sociedad estadounidense de este periodo, aunque haciendo uso de una fórmula que, en ciertos aspectos, estaba obsoleta. También se estudia cómo la reaparición del Capitán América trajo como consecuencia la creación de un nuevo superhéroe patriótico, Fighting American, cuyas historias también tienen como argumento principal todo lo relacionado con el papel de los Estados Unidos durante la Guerra Fría y, sobre todo, con la lucha contra el comunismo.
El Capitán América contra el comunismo
La reaparición de los superhéroes en Timely/Atlas trajo como consecuencia que, de repente, convivieran en el mercado cinco series diferentes con historias de superhéroes en una editorial en la que los cómics de este género habían desaparecido de su catálogo. A la ya mencionada Young Men, en la que se incluían historias cortas de los tres superhéroes ya mencionados, se unirían tres series protagonizadas específicamente por estos tres personajes (todas ellas bimestrales) y la reconversión de la serie Men’s Adventures en una antología de historias de la Antorcha Humana, Namor y el Capitán América imitando a Young Men, bien sea por el éxito de la reaparición de estos personajes bien sea por el optimismo de su editor, Martin Goodman (Thomas, 2019). Aunque el tema de las ventas en esta época está más sujeto a la elucubración que a la disponibilidad de cifras reales, parece que la hipótesis más probable es la segunda, ya que para mediados de 1954 todas las series fueron canceladas excepto la de Namor, que sobrevivió hasta octubre de 1955.
Si nos centramos en el Capitán América, durante este breve periodo de resurrección este personaje apareció en los cinco números de Young Men dedicados a historias de superhéroes, así como en los dos de Men’s Adventures que imitaron la serie anterior. En todos esos casos se trata de historias cortas de entre siete y nueve páginas. Además de esas historias, el personaje protagonizó su propia serie (denominada en este caso simplemente Captain America), que recogería la numeración de la serie publicada durante la Edad de Oro y que, por tanto, empezaría a publicarse en el número 76. Esta resurrección solo duraría tres números, por lo que el personaje sufriría su segunda cancelación en el número 78. En todo caso, el hecho de protagonizar su propia cabecera no cambió la estructura de historias cortas en las aventuras del personaje, ya que cada número de Captain America contenía, al igual que Young Men, tres relatos cortos, con la única diferencia con respecto a la serie anterior de que todos ellos estaban protagonizados por el icónico superhéroe norteamericano.
Aunque los autores de estas historias no están acreditados, parece que la mayor parte fueron realizadas por John Romita en lo que fue una de sus primeras participaciones en el género de los superhéroes. También se sabe que el editor de la serie era un joven Stan Lee. En el caso de Romita, se trata de una versión del autor muy primitiva, muy alejada del estilo que le haría famoso posteriormente, especialmente en su etapa en Spiderman. Su versión del Capitán América trata de mezclar el estilo de Jack Kirby con el de su admirado Milton Caniff, consiguiendo que, pese a que su trabajo en estos números no está considerado entre lo mejor de su trayectoria, sus historias destaquen por el dinamismo en el tratamiento de los personajes. Sin embargo, en ocasiones, motivado por el hecho de que Stan Lee le forzara a que dibujara todas las historias posibles del personaje, tomó determinadas decisiones, como borrar las rayas del escudo del personaje, lo que le permitía acelerar su ritmo de dibujo, pero que actuaban en menoscabo de la calidad de su trabajo (Thomas, 2019).
En lo que respecta a los guiones, se sabe muy poco hoy en día sobre quién escribió la mayoría de estos episodios[4]. En todo caso, desde el principio, y durante la breve duración de la resurrección del personaje, estaba claro cuál tenía que ser el eje central de las historias protagonizadas por el Capitán América y su compañero Bucky. Si en los años anteriores a la II Guerra Mundial la amenaza era el nazismo, en los años de la Guerra Fría el enemigo declarado era el comunismo. En cada una de las dieciséis historietas cortas protagonizadas por el personaje en esta época, el protagonista se enfrenta, de una manera o de otra, a los rojos, que era la denominación más común que en la propia serie se hacía de los diferentes agentes comunistas que desfilaron por la misma. Incluso en el primer episodio, en el que se narra la vuelta a la acción del personaje, al que se considera muerto en ese momento, aunque el enemigo es Cráneo Rojo (una de las pocas veces en las que aparecerá un supervillano en estos relatos), este quiere formar un sindicato internacional del crimen que colabore con los rojos para causar el caos mundial.
A partir de ahí, el comunismo se convierte en el enemigo en todas sus formas. Se utiliza especialmente el agente doble infiltrado en territorio estadounidense, que era uno de los mayores miedos de la sociedad norteamericana de la época. El enemigo interior que intenta destruir desde dentro el modo de vida americano, que ya estaba presente en la época del nazismo (véase, por ejemplo, en los cómics, la historia “The Junior Commandos”, de Little Orphan Annie), y que ahora, en una guerra invisible, tenía una importancia mucho mayor. A lo largo de estos números circularán todo tipo de personajes, desde agentes del Gobierno estadounidense a profesores universitarios que trabajan encubiertos para el régimen comunista, aunque no siempre queda muy claro con qué intenciones, más allá de crear un caos que demuestre la inferioridad del modo de vida americano. En todo caso, estas historias siguen la tendencia de muchos otros cómics de la Guerra Fría en los que se muestra repetidamente a «simpatizantes comunistas en lugares aparentemente benignos» (Lee, 2012: 32).
Entre todos estos espías comunistas destacan las figuras femeninas. En el cómic estadounidense de la época, como en otras muestras de la cultura popular de ese periodo, se muestra una contraposición entre la mujer estadounidense, que nunca pierde su femineidad y que está entregada a la perpetuación del modelo de familia norteamericana que trata de promulgar unos determinados valores, frente a la espía comunista que «aplastaba todo sentimiento de domesticidad bajo las directrices del partido» (Lee, 2012: 38). Ya en el segundo episodio, el publicado en Young Men número 25, el villano principal de la historia, El Ejecutor, un agente comunista que se dedica a eliminar a los espías que fallan en sus misiones para el régimen marxista, resulta ser una mujer que, además, ejemplifica esa idea de que la misión y la ideología están por encima de su condición de ser humano, cuando, al final de la historia, termina con su propia vida debido a que ella misma ha fallado en su misión al ser vencida por el Capitán América. A partir de esa historia se sucederán las agentes comunistas que utilizan su condición de mujer para ejecutar con éxito sus misiones, aunque también se jugará con este estereotipo en algunas ocasiones, como en la primera historia de la propia serie del personaje, titulada “Los traidores”, en la que todo apunta a que el personaje femenino principal es una espía. Sin embargo, al final, en un giro de guion, se descubre que el agente infiltrado es su compañero y que ella es fiel a la ideología capitalista del país de las barras y las estrellas.
Esta cuestión ideológica se pone particularmente de manifiesto en la última viñeta del episodio de Young Men ya mencionado. En ella aparece una explosión atómica correspondiente a unas pruebas armamentísticas ante las que el Capitán América solo puede decir: «Una visión gloriosa… ¡Siempre que sea de nuestro bando en la lucha por la paz mundial!» (Figura 5). La lectura de la mayor parte de estos episodios nos hace ver que, en definitiva, las tácticas de los agentes comunistas no difieren tanto de las de los capitalistas, y por eso es tan difícil distinguir unos de otros. La diferencia clara está en el fin: mientras un arma como la bomba atómica en manos de los norteamericanos solo puede ser utilizada para mantener la paz (según el Capitán América), si cayera en manos comunistas solo causaría el caos y la destrucción. Esta es una idea que ya se mostraba, de forma más desarrollada y mucho más explícita, en el Action Comics número 101, en el que Superman asiste a las pruebas atómicas realizadas en el marco de la Operación Crossroads. En este número, al igual que en muchas noticias que cubrieron el evento, se trata de mostrar el peligro de la bomba atómica, pero a la vez de asegurar a la población estadounidense que nada puede suceder mientras esta arma esté en buenas manos (Atkinson, 2012). Esta cuestión, referida o no a la bomba, de que lo importante es que la información y el conocimiento estén en las manos correctas es el eje central de esta etapa del Capitán América.
Figura 5. Aparición de la bomba atómica en el episodio del Capitán América publicado en Young Men número 25. |
Otra circunstancia que llama la atención en estos números es la escasa referencia que se realiza a la situación geopolítica internacional. No hay mención a lo que sucede en otros países e, incluso, en las pocas aventuras en las que las aventuras del Capitán América suceden fuera de las fronteras estadounidenses se trata de un Egipto que actúa como escenario exótico para la aventura sin referencias de tipo político, o en un indeterminado «pequeño país entre las tierras más allá del Telón de Acero y el mundo libre» (segundo episodio del número 76). La excepción a esta circunstancia serán los episodios que suceden, respectivamente, en Corea y en China, pero no deja de ser una visión estereotipada que no entra en la realidad de esos países. Y es que, como sucede en buena parte del cómic de esta época (Field, 2012), el peligro amarillo será una constante en esta etapa del Capitán América. No solo viajará a los países mencionados, sino que, en otro episodio, se mostrará que Chinatown es un lugar propicio para la proliferación de grupos de espías comunistas. En esta cruzada contra el peligro amarillo, el último episodio de Captain America 77 es especialmente interesante porque se justifica la existencia de campos de detención de soldados chinos en el “mundo libre” (en este caso en Francia) porque en caso de devolverles su libertad se volverían contra la civilización occidental, no por culpa suya sino por el aleccionamiento al que están sometidos a causa de la propaganda comunista. De nuevo, al igual que en el caso de la bomba atómica, la bondad o maldad del uso de un campo de refugiados no está en el instrumento en sí, sino en la ideología del que lo utiliza.
Precisamente, John Romita afirmaría posteriormente que Stan Lee le había dicho que la cancelación de la serie fue a causa de la reacción contra la Guerra de Corea, que causó cierto rechazo ante aquellas historias porque justificaban una acción policial a la que una parte de la sociedad estadounidense se oponía (Thomas, 2019). Sin conocer las cifras de venta es difícil saber si esta fue exactamente la razón del cierre, pero hay otra cuestión que quizá merece la pena reseñar y que puede explicar parcialmente la supuesta falta de éxito de estos números en contraposición con lo que sucedería años después en la era Marvel o, incluso, en las nuevas versiones de Flash y Green Lantern de la Silver Age que aparecerían poco después de esta etapa del Capitán América. Como se ha comentado, en lo que se refiera al guion, estos episodios siguen una estructura similar a los publicados con anterioridad a la II Guerra Mundial sustituyendo el nazismo por el comunismo. Sin embargo, la sociedad estadounidense no era ya la misma. En buena medida, la guerra le había hecho perder una cierta inocencia y darse cuenta de que el miedo más importante no era ya una serie de posibles agentes extranjeros infiltrados, sino que había miedos mayores. La ciencia, que había sido clave en la victoria aliada en la guerra, y que sería fundamental en la colonización ideológica de los Estados Unidos y en su papel en la reconstrucción de Europa (Krige, 2016), era también una fuente de temor por el efecto que pudiera tener si se perdía el control, sobre todo en el caso de todo lo referente a la energía nuclear. Hay pocos episodios donde este asunto se trate en esta etapa del Capitán América. La mención a la bomba atómica se produce solo en el episodio ya mencionado, en una sola viñeta sin ningún espíritu crítico y, por otro lado, solo hay una historia en la que aparezca un supervillano creado por los soviéticos utilizando su conocimiento científico: Electro, que además aparece en el último número de Captain America, cuando la decisión de la cancelación posiblemente ya estaba tomada. La ciencia y sus peligros, que serán clave en el desarrollo del Universo Marvel (Sáez de Adana, 2021), también son un tema recurrente en el Flash de la Silver Age. Incluso Green Lantern, en el año 1959, nos habla de los peligros de la bomba atómica (Figura 6). El Capitán América, sin embargo, se había quedado congelado[5] en un tipo de historias, las de la Golden Age, que habían perdido su relevancia en la nueva sociedad estadounidense, lo que puede explicar, entre otras causas, lo breve que fue esta etapa del personaje.
Figura 6. Portada del número 23 de Showcase. |
Fighting American
En el renacimiento del Capitán América, Atlas Comics no tuvo en cuenta a Joe Simon y Jack Kirby, los creadores originales del personaje, algo que, por otro lado, no era una costumbre inhabitual en el mercado del comic book, donde el denominado “work for hire” ha sido la figura más utilizada tradicionalmente, con la falta de reconocimiento a la labor de los artistas que eso supone. Según Joe Simon, ante la noticia de que Atlas iba a resucitar a su famosa creación, él y Kirby decidieron contar sus propias historias para mostrar cómo se debía tratar realmente al personaje en la época de la Guerra Fría (Simon, 2011). Con esa idea crearon un nuevo superhéroe, Fighting American, que, junto con su ayudante, Speedboy, representaban los valores americanos de la misma forma que los originales Capitán América y Bucky. De esta manera, en abril de 1954, solo cuatro meses después de la aparición de Young Men número 24, aparece el número 1 de Fighting American (Figura 7), publicada por Prize Comics.
Figura 7. Portada del número 1 de Fighting American. |
Una primera lectura de las historias de este nuevo personaje nos lleva a la conclusión de que no hay demasiadas diferencias con respecto a los relatos de esta época que Romita y otros estaban haciendo para Atlas. Se trata de números estructurados en forma de tres o cuatro historias cortas en las que el protagonista y su ayudante luchan contra el comunismo. Incluso el origen del personaje es muy parecido: una persona enclenque al que se le otorgan superpoderes, adaptado a la situación de la Guerra Fría de ese momento. A partir de ahí, la presencia de espías infiltrados y la lucha por mantener la libertad de los Estados Unidos es una constante. Sin embargo, una lectura más detenida permite atisbar alguna diferencia. Por un lado, la identidad secreta del personaje, que en el caso del Capitán América se había transformado en un profesor y que, en este caso, se trata de Johnny Flagg, un reportero televisivo[6]. Esta diferencia es muy importante en una época en la que la transmisión del relato era fundamental para ganar la guerra, una guerra ideológica en la que lo que está en juego es la preeminencia de un determinado estilo de vida.
Y es que la defensa de este estilo de vida, lo que se conoce como el modo de vida americano, será uno de los ejes centrales de las historias de Simon y Kirby. En Fighting American será bastante común que muchos episodios terminen con alguno de los personajes principales ensalzando las virtudes de la libertad occidental en contraposición con la privación de derechos que supone el comunismo (Figura 8). Incluso en muchas ocasiones habrá personajes que renieguen de su país porque consideran que la vida en Estados Unidos les proporciona muchas ventajas. También habrá casos de espías infiltrados que, aunque siguen cumpliendo con su deber hacia la Unión Soviética, reconocen que su calidad de vida es superior al poder disfrutar de la libertad que les proporciona la vida en territorio norteamericano. En ese aspecto es especialmente destacable la historia de dos páginas publicada en el número 3 de la serie con el título “Extraño en el paraíso”, en la que un niño soviético escribe una carta a Speedboy tratando de loar las excelencias del régimen en el que vive, donde se pone de manifiesto que todo lo que él considera ventajas no reflejan más que las condiciones de miseria en las que vive el ciudadano soviético, ya que la carta no es más que una petición de socorro encubierta para que el niño y su familia sean rescatados y recogidos por los Estados Unidos, país que, en palabras del propio niño al final de la historia, le otorga «la libertad de decir lo que de verdad pensaba».
Figura 8. Última página de la edición española del segundo episodio del número 4 de Fighting American. |
Otra importante diferencia es la menor presencia de personajes femeninos, especialmente de esas espías infiltradas tan características del cómic de esa época. En contraposición, existe una presencia más acusada de antagonistas cuya maldad se pone rápidamente de manifiesto por su deformidad física. Esa superioridad del sueño americano queda plasmada de forma absolutamente explícita en el hecho de que los personajes del bloque occidental son atractivos físicamente mientras que los del otro lado del Telón de Acero siempre presentan alguna tara física o simplemente son feos. Como se ha mencionado, la puesta de manifiesto de la superioridad ideológica americana es explícita en Fighting American, y eso no solo se refleja en esos discursos mencionados anteriormente, sino también en la propia fisonomía de los personajes, lo que, por otro lado, permite a Kirby lucirse en la creación de una serie de villanos absolutamente pintorescos y cercanos en ocasiones a los famosos antagonistas de Dick Tracy, con una finalidad similar a la de la serie de Chester Gould: mostrar la oscuridad de su alma a través de su aspecto exterior.
Otros dos aspectos interesantes en esta serie consisten en la presencia de cuestiones de gran relevancia en esa época. Por un lado, la ciencia sí que tiene una importancia en las historias de Fighting American. Sin llegar al nivel de la serie Challengers of the Unknown, que Kirby crearía unos años después, o del propio Universo Marvel, la aparición de supervillanos creados por los esfuerzos científicos del bloque soviético es una constante. Personajes como El Hombre del Pueblo, el Invisible Irving o Super-Apestovitch[7] muestran cómo la guerra en esos años se juega en otro terreno, uno en el que la superioridad de los respectivos sistemas científicos tiene un papel preponderante. Sin embargo, al igual que en el Capitán América, no se entra en la cuestión fundamental, que son los peligros de una ciencia que había superado la capacidad de comprensión del ciudadano medio. Se trata de una ciencia binaria, positiva si la usan los americanos, negativa si la usan los soviéticos, y que no responde a la ambigüedad de una época en la que el miedo a todo lo relacionado con lo nuclear había creado una escala de grises que no contemplan estas historias.
La otra cuestión es alguna referencia más directa a determinadas sociopolíticas, como el interés por los dos bloques por controlar la zona de Oriente Próximo por el hecho de que en esa área geográfica es donde se encuentra el petróleo. Aunque se trata de un escenario asiático estereotipado como la Corea o la China de Capitán América, la referencia explícita al petróleo que aparece en el número 7 de la serie pone de manifiesto que la lucha ya no es solo una cosa de hombres de diferentes bandos, sino que hay otros intereses en juego que son importantes en el desarrollo de la Guerra Fría. Sin embargo, al igual que la cuestión científica, esta circunstancia se pasa de soslayo. Pese a ese mayor acercamiento a la realidad que se produce en las historias de Simon y Kirby, la serie duró un poco más que la revitalización del Capitán América (concretamente, siete números, hasta abril de 1955[8]). El espíritu de estas historias seguía cercano al de esa época de inocencia previa a la II Guerra Mundial, sin darse cuenta de que, en una época como la Guerra Fría, donde las cosas eran ya mucho más difusas, la presencia de los símbolos ya no era suficiente para superar las dificultades a las que se enfrentaba la sociedad en esos años. Sería necesario un superhéroe supuestamente más cercano a esa realidad y, sobre todo, más actualizado en lo referente a los miedos de la sociedad, como el que se desarrollaría en la Silver Age, para que se produjera la verdadera resurrección del género.
Conclusiones
Durante el periodo de la breve resurrección del Capitán América en los años cincuenta, este personaje fue conocido como “the Commie smasher” o lo que es lo mismo “el aplasta comunistas”, utilizando tácticas similares a las empleadas para aplastar a los nazis antes de la II Guerra Mundial, demostrando una superioridad que, desde el punto de vista estadounidense, encontró su reflejo en la vida real años después cuando los soldados aliados aplastaron al ejército alemán durante la contienda. La historia ha demostrado que la Guerra Fría era mucho más compleja y que el enfrentamiento directo que supone este aplastamiento no fue el aspecto decisivo para intentar vencer al enemigo en un terreno bélico en el que se luchaba desde el punto de vista ideológico, incluyendo aspectos tan importantes como los culturales y los científicos. Esta etapa del Capitán América se caracteriza por una resolución directa de los problemas que ya no era posible en una época en la que la sociedad norteamericana había perdido su inocencia. Posiblemente esa sea la causa de que la duración de esta vuelta a la palestra del personaje fuera tan corta y del hecho de que solo surgiera un imitador, Fighting American, más por los deseos de Simon y Kirby de contar su versión del personaje que por el impacto que la resurrección del Capitán América había tenido en el mercado. Aunque algo más cerca de la realidad de su tiempo en lo que se refiere a lo científico y geopolítico, Fighting American también recoge esa dualidad binaria de buenos y malos de la misma forma inocente en la que se mostraba en los años cuarenta y que estaba alejada de la compleja realidad geopolítica de los cincuenta. En este artículo se ha analizado esta etapa de ambos personajes haciendo énfasis en esta falta de evolución con respecto a las versiones del héroe patriótico que se publicaron en los años anteriores a la II Guerra Mundial y que, posiblemente, pudo contribuir a su escasa permanencia en el mercado del comic book estadounidense.
Referencias
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FIELD, C. B. (2012), “‘He Was a Living Breathing Human Being’: Harvey Kurtzman’s War Comics and the ‘Yellow Peril’ in 1950s Containment”, en York, C., y York, R. (eds.), Comic Books and the Cold War. Essays on Graphic Treatment of Communism, the Code and Social Concerns, Jefferson, McFarland & Company, pp. 45-54.
FINGEROTH, D. (2007), Disguised as Clark Kent: Jews, Comics and the Creation of the Superhero, Londres, The Continuum International Publishing Group.
JONES, G. (2006), Men of Tomorrow. The True Story of the Birth of the Superheroes. Londres, Arrow Books.
KAPLAN, A. (2008), From Krakow to Krypton: Jews and Comic Books, Philadelphia, The Jewish Publication Society.
KRIGE, J. (2016), American Hegemony and the Postwar Reconstruction of Science in Europe, Cambridge, MIT Press.
LEE, P. (2012), “Decrypting Espionage Comic Books in 1950s America”, en York, C., y York, R. (eds.) Comic Books and the Cold War. Essays on Graphic Treatment of Communism, the Code and Social Concerns, Jefferson, McFarland & Company, pp. 30-44.
MITCHELL, K. F., y THOMAS, R. (2019), American Comic Book Chronicles. The 1940s: 1940-1944, Raleigh, Twomorrows Publishing.
RODRÍGUEZ MORENO, J. J. (2010), Los cómics de la Segunda Guerra Mundial. Producción y mensaje en la Editorial Timely (1939-1945). Cádiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Cádiz.
SÁEZ DE ADANA, F. (2021), Una historia del cómic norteamericano. Madrid, Los libros de la Catarata.
SIMON, J. (2011), “Introducción de Joe Simon”, en Fighting America, Madrid, Ediciones Kraken, pp. 10-11.
THOMAS, R. (2019), “Introducción de Roy Thomas para Marvel Masterworks: Atlas Era Heroes Vol. 1 HC”, en Décadas. Marvel en los años 50, Barcelona, Panini Cómics, p. 174.
NOTAS
[1] Timely Comics cambió su nombre en 1952 por Atlas Comics por motivos empresariales para convertirse, en el año 1961, en Marvel Comics, nombre con el que se la conoce hoy en día.
[2] Es muy difícil conocer con exactitud las cifras de venta de esa época, por lo que establecer la popularidad de un personaje es algo arriesgado y siempre depende de la consulta de fuentes secundarias que, en muchas ocasiones, lo que hacen es perpetuar algunas afirmaciones no lo suficientemente probadas. Sin embargo, el hecho de que el Capitán América fuera uno de los superhéroes de esa época que disfrutaron de serial cinematográfico (concretamente, en el año 1944) puede ser una prueba suficiente de su popularidad.
[3] Concretamente, Captain America Comics fue cancelada en el número 75, con fecha de portada de febrero de 1950, aunque en los dos últimos números se había transformado en una serie de terror con el nombre de Captain America’s Weird Tales.
[4] Hoy en día se sabe que John N. Compton guionizó alguna de estas historias, pero en la mayoría el guionista sigue siendo desconocido.
[5] De hecho, posteriormente se establecerá que el Capitán América de estos episodios no es el personaje original y que este seguía literalmente congelado desde el final de la II Guerra Mundial.
[6] En realidad, se trata de su hermano Nelson Flagg, un personaje inicialmente escuálido y con poca fuerza que sustituye a su hermano cuando este es asesinado por propagar el anticomunismo en sus apariciones televisivas. La ciencia desarrollada por el Gobierno estadounidense permite transferir la mente y la fuerza vital de Nelson al cuerpo revitalizado y fortalecido de su fallecido hermano, dedicándose a partir de ese momento a la lucha activa contra el comunismo.
[7] Estos son los nombres que se le dieron en la edición española de la serie.
[8] Hubo un intento de resucitar al personaje por parte de Harvey Comics en 1966 reeditando algunas historias y recuperando otras que habían quedado inéditas. Sin embargo, la serie no pasó de los dos números.