HISTORIAS SIN FUTURO
El sello onubense El Libro Feroz ha lanzado, en un acto de valentía, un tebeo magnífico que recoge casi toda la obra en historieta dibujada por José Luis Escalante. No toda porque falta alguna historieta, como las publicadas en el prozine Barzelona Cómic, aunque alguno de los bocetos que dieron lugar a esa historia están también en este álbum de gran formato y editado con todo lujo. De ahí el acto de valor.
Se trata del lanzamiento titulado Historias sin futuro, un título acertadísimo porque condensa la esencia de la trayectoria de Escalante. Este sevillano, nacido en 1951, aficionado a la lectura de tebeos de niño (sobre todo los protagonizados por vaqueros) y dotado de un talento natural para el dibujo, se decidió a participar en los concursos convocados por Josep Toutain a través de las revistas 1984 y Comix Internacional en busca de nuevos talentos. Escalante era dueño de un dibujo muy trabajado, heredero de su formación artística, dado que es un pintor realista excepcional, pero también estaba capacitado para transportar sus apuntes del natural a latitudes alienígenas. Y eso hizo.
En colaboración con guionistas como Juan Baez, Federico González y Carlos Hermo emprendió la aventura de dibujar cómic con aspiraciones de convertirse en un profesional en un momento en el que la historieta (por entonces etiquetada como “el nuevo cómic”) estaba en auge debido a la fiebre por las revistas de cómic para adultos que había generado la Transición. Escalante intentó convertirse en profesional desde el arranque del llamado boom, desde el año 1981, quedando finalista de los concursos de Toutain en aquel año y en 1984. Lo ganó, finalmente, en 1987 y luego continuaría produciendo historietas para Toutain durante los años noventa, para las revistas Zona 84 y Creepy (segunda época), sobre todo, aunque también publicó ilustraciones e historietas en revistas y fanzines andaluces.
La obra que dibujó Escalante para aquellas publicaciones es característica de su tiempo. Eran, como se ha dicho, “historias sin futuro”, tanto por sus argumentos como por su proyección. Durante el boom del cómic se vivió el auge de la distopía, y ese tipo de argumentos calaron muy bien entre la población lectora de la incipiente democracia española, que no conocía en primera persona los rigores de la dictadura militar vivida por sus padres pero que sí habían heredado el rencor producto de la represión. No es extraño que las historietas producidas por Escalante giren en torno a temas vinculados con las restricciones: el control de la libertad, la cara perversa de la tecnología, el dominio del mundo por grandes corporaciones, la sombra siniestra de lo militar, etcétera. Todo ello en un contexto hipertecnificado, lo cual nos permite calificar casi toda la obra de Escalante y de sus guionistas como cyberpunk si no fuera porque en su resolución sigue habiendo un eco del wéstern muy evidente, ese género tan del gusto del autor.
Ese eco que hallamos en estas cortas historietas (“Crónica de un cobaya”, “Angelitos”, “Tierna mirada”, “Mundo interior”, “El mecánico esclavo”, “Inua”, “Rostros”, “El traje oloroso”, “La defección de Gamesh”, “Una llave prisionera”, “Tórrido Ariel”) tiene un aroma a antaño. Es ese sabor que se paladea cuando se leen cómics del siglo XX, que hoy parecen tener detalles ingenuos, acaso incomprensibles para un lector actual debido al diferente ritmo del relato que se ha impuesto hoy, más lineal y extendido. Además, algunos planteamientos ya parecen superados (aunque no otros, como el de la fábrica de criminales, que sigue produciendo un estremecimiento de horror). Pero sin duda lo más destacable de este libro es su factura, que lo convierte en un objeto imprescindible, de coleccionista, desde el primer vistazo. Se trata de un álbum de gran formato, encuadernado en cartoné y con sobrecubiertas, excelentemente ilustrado, presentado (con textos de los autores explicando rutas vitales y procesos creativos) y aderezado con impactantes imágenes, algunas inéditas.
Pero lo mejor sin duda es la puesta a punto que Escalante ha hecho a sus historietas. Porque no se trata de la recuperación de un conjunto de cómics de los ochenta. No. Se trata de un rescate con honores porque gran parte de las viñetas han sido redibujadas, con fondos nuevos, con grises reformulados, con retoques que en general mejoran enormemente el resultado original. Para los que conocemos los paisajes andaluces ha resultado llamativa la transformación de algunos fondos, porque donde antes había un fondo apenas detallado ahora se muestra una estampa andaluza con gran profundidad de campo. Una gozada encontrar viñetas así. La comparación entre la edición que hizo en su día Toutain de algunas de estas obras (sobre todo las que hizo en el suplemento Forja 84) deja ver un trabajo de retoque y mejora absolutamente impresionante, lo cual convierte este producto, Historias sin futuro, en una edición que podríamos calificar como completamente nueva.
El conjunto es una antología de historietas para el recuerdo. Es un tebeo menos ágil que los que se leen hoy. Ofrece ideas muy condensadas, recordemos que son historietas de siete páginas, y en ellas había que desarrollar varios personajes, un argumento de partida y toda una sucesión de acciones hasta una conclusión eficaz. Un americano necesita veinte páginas para eso. Un mangaka, 3000. Estamos acostumbrados a lecturas más reposadas y lánguidas, sin duda. Pero este es un cómic preciosista, muy trabajado, con esa sensación que solo proporcionaba la aguada aplicada manualmente, con un declarado amor por el detalle y con una autenticidad que echamos de menos en gran parte de la historieta de ciencia ficción que se produce en la actualidad.