INTRANSEXTELLAR
UNA FICCIÓN PELIGROSA BELLAMENTE DISEÑADA
Que Intrasextellar es una opera prima no se le escapa a nadie. Se presenta rozagante, esplendorosa, con sus viñetas facetadas y sus colores llamativos, proponiendo un ejercicio de experimentación fascinante que logra adueñarse de tu retina. Sí, lo logra. Como buen diseñador gráfico que es, Jimi Macías plantea en este primer tebeo un juego de referentes volcados en viñetas fractales que recuerdan tanto a Osamu Tezuka como a Chris Ware, pero que se quedan en el recuerdo cuando ya se ha planteado la acción y comienza el nudo de la historia.
Es este un relato de una mujer abandonada por su marido. Una mujer joven pero que ya vive un matrimonio que naufraga. El barrio que habita es doméstico, aunque alegre, y sus amistades son personas también pizpiretas, aunque levemente irritables, que gracias a eso le permiten comprender la parte cruda de la realidad. El relato da un vuelco cuando regresa el marido, que ya no es “marido”, que es otra cosa y con otros recuerdos y convicciones, y que parece querer abrir la puerta a una vida distinta para nuestra protagonista. Una vida seguramente feliz para ella, pero no tanto para otros humanos que conviven con ella, dado el plan maestro (y maléfico) que tienen los seres que han transformado a su marido.
Esta historia es un argumento de ciencia ficción clásico, el de la invasión alienígena disimulada, que trata de convencernos de la existencia de un problema inserto en nuestra sociedad y que aporta una solución estrambótica, terrorífica, con la diferencia de que aquí los protagonistas no parecen admitir esta emoción. Resulta interesante la manera que emplea el autor para narrar la historia, con un estilo singular, enormemente atractivo, que bebe de las estéticas del diseño comercial en boga (mucho uso de colores básicos, planos abatidos, transparencias e imágenes icónicas). Para expresar las emociones y algunas acciones de los personajes, se apoya en estilemas narrativos del manga. De ahí que resulte poco creíble el trauma cuando sobre las cabezas de los personajes se desliza una gran gota de sudor, o que sea poco verosímil un estallido de vergüenza, algo que en un manga para preadolescentes es norma común.
El resultado gráfico es, a la postre, atractivo pero levemente confuso. Llega un momento en el que no se distingue el resplandor del vacío, ni la acción dinámica de la pausa glamurosa. Aunque la parte más criticable del tebeo es la del mensaje, incluso dentro de la ficción disparatada en la que se enmarca. Los alienígenas que aparecen en este tebeo son de Ummo (ay, aquella idea de Jordán Peña), que en esta ficción es un planeta en el que el materialismo ha sido finalmente vencido por el idealismo a ultranza, y ese idealismo pretende la meta más deseada por los supremacistas: detener la evolución. El planteamiento que motiva el desarrollo de la acción pasa por “reescribir la evolución sobre una base totalmente femenina”, y una de las ideas brillantes que acompañan esta sentencia es la de intentar viajar al pasado para aplicarlo antes de que se produzca el “problema” evolutivo actualmente existente.
Está claro que este libro se propone también como un ejercicio de denuncia usando para ello el sarcasmo. Denuncia la violencia sexual veladamente mientras denuncia abiertamente la dominación patriarcal a lo largo de la historia, y ese sería el problema que habría que erradicar retroactivamente. Pero la solución propuesta asusta. El autor alude a La segunda venida de Yeats, y cabe pensar que lo hace partiendo de su interpretación nihilista: para poner fin a un mundo que se derrumba hay que proponer una solución radical. La cuestión es quién mide el grado de radicalidad. En un momento social y cultural en el que la idea de que solo cabe construir sobre tierra arrasada, jugando dialécticamente con el oxímoron (hoy se admiten como válidos eslóganes del tipo “terremoto conciliador”, por ejemplo), es normal que surjan relatos sustentados en ideas tan peligrosas como que la solución es arrancar el mal de cuajo. De ahí a la eugenesia solo hay un paso, es sabido. Por fortuna, somos muchos los que aún pensamos que la tolerancia se basta como palabra, ella sola, para definir una meta de convivencia común, sin necesidad de aditivos.
Intransextellar es un ejercicio de estilo muy interesante plásticamente, un debut de sobresaliente para su autor desde una perspectiva puramente formal, aunque podría buscar un modo de aclarar un poco la confusión que generan sus composiciones de página sobre los fondos oscuros (los generados por la impresión en offset). Es un libro en el que pesa más el diseño que el argumento y que desliza alguna idea espinosa, típica de esta ultramodernidad ultramontana, como esa de que el mejor modo de plantar las semillas para un mundo mejor consiste en arrasar lo que ahora existe sin miramientos. Otro modo es posible.
