JUAN CARLOS I, EL TIMO DEL REY MAGO
MARIA IRANZO-CABRERA(Universitat de València (UV))

Title:
Juan Carlos I, the swindle of the Wise King
Resumen / Abstract:
La irreverente y ácrata El Papus destacó entre sus coetáneas por un humor ácido, incluso negro, que no dejó sin deformar a ninguno de los poderes fácticos de la Transición española. La observación de 4.661 piezas, a través del análisis de contenido, evidencia que, aunque la Monarquía fue un tema minoritario en el grueso de su sátira, cuando lo abordó lo hizo bajo un prisma desfavorable y de desengaño. La redacción achacó el abuso de poder que ejerció el jefe del Estado, como el del resto de casas reales, y criticó la hipocresía en sus promesas de libertades individuales. Dado el marco normativo, el semanario evitó verbalizar sus críticas en la figura de Juan Carlos I y apostó por el ingenio que permiten el equívoco, el doble significado y la alegoría. La sátira se ciñó sobre la jefatura del Estado especialmente tras la victoria del PSOE, aprovechando el mayor reducto de libertad y conscientes de la inoperatividad del pacto de silencio. / The irreverent and incisive El Papus stood out among her contemporaries for its acid, even black humour, which did not leave undeformed any of the powers of the Spanish Transition. The observation of 4661 pieces, through content analysis, shows that although the Monarchy was a minority theme in the bulk of its satire, it was treated from an unfavourable and disillusioned point of view. The editorial staff blamed the abuse of power exercised by the head of state, like that of the other royal houses, and criticised the hypocrisy of his promises of individual liberties. Given the regulatory framework, the weekly avoided verbalising its criticisms of Juan Carlos I and opted for the wit allowed by equivocation, double meanings and allegory. The satire focused on the head of state, especially after the PSOE's victory, taking advantage of the greatest redoubt of freedom and aware of the ineffectiveness of the pact of silence.
Palabras clave / Keywords:
Censura, Libertad de expresión, Juan Carlos I, Sátira antimonárquica, Prensa satírica, El Papus, Viñetismo editorial/ Censorship, Freedom of speech, Juan Carlos I, Satire against the Monarchy, Satirical press, El Papus, Editorial Cartoons

JUAN CARLOS I, EL TIMO DEL REY MAGO

EL INGENIO DE LA REVISTA SATÍRICA EL PAPUS EN SUS REFERENCIAS AL MONARCA

 

En estos días en que el poder judicial español vuelve a callar ante las supuestas praxis del Rey emérito, retrotraigo las páginas de El Papus, la corrosiva revista satírica de la Transición española. Durante los 584 números que publicó desde octubre de 1973 a marzo de 1985 —los álbumes impresos en 1986 y 1987 son recopilatorios de grandes éxitos—, los ataques de su redacción fueron punzantes contra jefes de Estado internacionales, responsables políticos, cargos militares e incluso la jerarquía católica con una especial animadversión hacia el papa Wojtyla a la cabeza (Iranzo-Cabrera, 2014; Iranzo-Cabrera, 2020).

Sin embargo, si ante alguien se contuvo, parece ser que fue precisamente ante el Rey elegido por Franco. Para Francesc-Andreu Martínez Gallego, Josep Lluís Gómez Mompart y Enrique Bordería (2014: 74), simplemente prescindieron del Monarca porque «estaban demasiado alejados de las filias monárquicas». Pero ¿se desinteresó, se reprimió o lo retrató mediante la ironía y el doble significado?

Este es precisamente el objetivo de este trabajo, profundizar en cómo este semanario de humor se refirió a la Monarquía encabezada por Juan Carlos I. Este sistema de gobierno se reinstauró en noviembre de 1975, prácticamente dos años después de salir a la venta la revista, y estuvo vigente a lo largo de su periplo; de hecho, lo sobrepasó, llegando hasta nuestros días.

En concreto, se pretende observar, tanto desde el punto de vista gráfico como de la narración satírica, si El Papus apostó por una parodia directa de los hechos que protagonizó el Monarca, con recursos textuales explícitos, así como retratos y caricaturas; o si bien, cuando se refirió al jefe del Estado, lo hizo a través del doble significado, presentando a un referente real y visible para señalar a un referente latente.

 

1. Introducción

La parodia, la sátira y la ironía sirven al periodismo para abordar aspectos que la prensa diaria no puede afrontar, al menos en periodos de control legislativo acérrimo, como fueron la dictadura franquista y principios de la Transición. Al respecto, el periodista Iván Tubau (1987: 17) recuperaba la definición de Freud del humor como “principio de liberación”, pero matizaba que esta victoria debe ser entendida como resultado de una frustración. Así, pues, se hacen chistes porque no se puede hacer otra cosa más directamente agresiva.

«El humor periodístico es y se pretende revelador y debelador», indica Martínez Gallego (2015: 18). Su cometido es apuntar a las flaquezas que no se ven en los retratos oficiales y oficialistas del poder establecido, en este caso en la jefatura de un sistema de gobierno monárquico.

Hasta la llegada de las sociedades de masas que impulsó la consolidación del capitalismo industrial, la representación del monarca se efectuaba en función de un destinatario muy concreto, la elite sobre la que pivotaba el ejercicio del poder. […] No olvidemos aquí que la corte promocionó la aparición de los primeros periódicos informativos, las Gacetas reales, reservándose con carácter exclusivo el derecho a la transmisión de los acontecimientos (Laguna, 2015b: 28-29).

Sin embargo, como indica Laguna (2015: 29), el pueblo «queda mayoritariamente exento de esta comunicación que se origina en la corte». Su interpretación del Monarca se ve influenciada por parámetros vivenciales, culturales y coyunturales adquiridos. En este contexto, enraizado en el siglo XVIII, surgen las ilustraciones costumbristas críticas con los privilegios del Antiguo Régimen. «En los prolegómenos de la revolución liberal-burguesa, la risa se altera porque ha de servir para convertirse en conciencia de la emergente clase media», sostiene Martínez Gallego (2010: 22).

A partir de entonces en la contemporaneidad se contrapusieron dos tradiciones de humor: la gran risa (grotesca y satírica, que cuestiona costumbres) y la risa menor (género joco-serio dentro de las formas dominantes). En España la legislación de imprenta ha ido concediendo márgenes —mayoritariamente escasos— a la sátira de intención social o de mordacidad orientada contra el poder moderado (Martínez Gallego, 2010: 28). Ello ha generado represión en los medios, pero también un «sentimiento de rebeldía» en algunas publicaciones. Barrero (2010: 116) rememora cómo a lo largo de la historia del periodismo satírico la monarquía ha sido objeto de mofa en nuestras revistas de humor:

El descontento popular hacia la monarquía de Isabel II en Gil Blas durante el llamado Sexenio Revolucionario, la mofa de la regencia de Amadeo en el punzante periódico sevillano El Tío Clarín u otros republicanos de 1870, las sátiras contra Alfonso XII en El Palleter (por las cuales Gaspar Tous fue condenado a 8 años de prisión en 1883), la represión policial contra el semanario catalán Cu-Cut! en 1905 y las sátiras veladas al Rey desde El Socialista.

El abuelo de Juan Carlos I, Alfonso XIII, fue diana obsesiva de la republicana La Traca. Las caricaturas del Borbón protagonizaron las portadas del semanario reaparecido en 1931. Salía a la luz siete años después de ser silenciado por la censura militar y una semana después de proclamada la II República, un contexto político que sin duda favorece la descarnada crítica (Laguna, 2015a). El descrédito del Monarca se había extendido con el fracaso de la dictadura, de la que había sido «avalista principal» (Laguna, 2015b: 26), aunque fue Blasco Ibáñez quien encendió la mecha antimonárquica.

La desaforada rabia personalizada contra Alfonso XIII en la década de 1930 también la observa Inmaculada Rius en La Campana de Gràcia (2015: 99), un semanario más de texto que de imágenes. Y con ellas, La Calle. Las tres «construyen, a través de la sátira, lo que podríamos denominar un republicanismo negativo, esto es, un republicanismo por negación de la monarquía» (Martínez Gallego, Gómez Mompart y Bordería, 2014: 69).

Durante la contienda civil y especialmente tras ella, la Ley de Prensa de 1938 silenció cualquier cuestionamiento de los valores fundamentales del Estado durante casi tres décadas. El tardofranquismo mantuvo el bloqueo informativo en torno al futuro monarca mediante el artículo 2 de la Ley de Prensa de 1966, que exigía «el debido respeto a las Instituciones y a las personas en la crítica de la acción política y administrativa». A su vez, la reforma del Código Penal de 1967 introdujo un nuevo artículo (el número 165 bis) para tipificar como delito la extralimitación de la libertad de expresión según las restricciones establecidas en el artículo 2.

 

2. Silencio a favor de cambios

Evidentemente el regreso de los Borbones a la jefatura del Estado en el último cuarto del siglo XX debe contextualizarse en una cultura política totalmente diversa a la de principios de siglo. La Corona no le llegaba por sucesión real —el derecho al trono seguía en manos de su padre, que permanecía en el exilio— y los parlamentarios que le aplaudieron no representaban la voluntad de la soberanía nacional. Por tanto, si quería salvaguardar la Monarquía, «tenía que servirse de ella para iniciar un proceso de reforma, controlado desde el interior de las instituciones, que permitiera la creación sin sobresaltos de un régimen representativo homologable dentro del marco político europeo» (Casanova y Gil, 2010: 309). Con esta esperanza, tanto la nueva política como la prensa en general aceptaron el condicionante. No solo eso, incluso la prensa de humor, en aquel contexto efugio del control mediático, contribuyó «a esta simbolización del monarca democrático, bien por practicar la ironía desde un sentimiento de apoyo, bien por convertir al Rey en metáfora de cambio y libertades» (Barrero, 2010: 120).

En diversos estudios sobre las revistas coetáneas de El Papus se ha evidenciado la tónica de la moderación. Palau-Sampio (2015: 123), en su análisis de Hermano Lobo, apunta al «carácter particularmente neutro, entre el humor benigno y la simple ilustración», de las tres viñetas que identifica con alusiones a la Monarquía, no así a Juan Carlos I. Gómez Mompart (2015: 110), por su parte, sostiene que la elusiva manera con que Por Favor se refirió a la Monarquía en aquellos años, con un humor muy comedido, resulta comprensible si se tiene en cuenta que la primera vez que la revista publicó algo relacionado con la Corona, a raíz de unas declaraciones que don Juan de Borbón hizo a ABC, «le acarreó el primer secuestro de su ya breve y accidentada historia». Donde fue «máximo el respeto por la Corona» fue en la nueva etapa de La Codorniz (1971-1977), que retiró de sus páginas «la inocente tira de historietas Pequeño Rey», apunta Barrero (2015: 151). Por lo que respecta a la primera etapa de El Jueves, «la presencia de la monarquía fue tímida» (Barrero, 2010: 122), hasta que, a partir de 1992, coincidiendo con una de las primeras protestas populares contra el Rey, crecieron las chanzas sobre la Casa Real española.

Si en las publicaciones no diarias la tónica era de moderación, el conservadurismo respecto a la Monarquía impregnó el trabajo de los humoristas gráficos de las grandes cabeceras entre 1975 y 1977. Hablamos de El País (Meléndez, 2005: 296), ABC, El Alcázar, Informaciones, La Vanguardia y Ya (Segado Boj, 2012: 57).

A este pacto político-sindical-mediático confluyeron la debilidad real de la autonomía obrera, a pesar de su virulenta irrupción a principios de la década de 1970, la debilidad de la oposición antifranquista y la violencia, que aceleró la cadena de claudicaciones que llevó de la “ruptura democrática” al “pacto de reconciliación nacional”. Entre los olvidos, quedó la exigencia de un referéndum para decidir la forma del Estado, una consulta popular sobre la continuidad de la Monarquía que ya nunca se plantearía. En esta línea, Carratalá (2014: 130) recoge las diferentes definiciones referidas al silencio de los medios de comunicación hacia la Monarquía encabezada por Juan Carlos I durante los últimos años del siglo XX: «“pacto del olvido”, “silencio crítico”, “blindaje mediático”, “cordón sanitario” o “pacto de silencio”».

Ramos (2012: 7) señala que tampoco ayudó a “ese necesario debate —que sigue pendiente—” la aprobación del Decreto-Ley de 1 de abril de 1977, sobre libertad de expresión, como nueva normativa sobre la materia que derogaba el artículo 2 de la Ley de Prensa. El art. 3º.B del citado Decreto establecía que la Administración podía decretar el secuestro administrativo cuando un impreso gráfico o sonoro contuviese noticias, comentarios o informaciones que fuesen contrarios a la unidad de España, constituyesen demérito o menoscabo de la Monarquía o que de cualquier forma atentase al prestigio institucional de las Fuerzas Armadas.

Ya en 1981, con el ataque al Congreso de los Diputados el 23 de febrero, los golpistas contribuyeron involuntariamente a la consolidación del sistema democrático que habían querido derribar (Powell, 2001: 298) y «los generales ultraconservadores que se habían mantenido fieles al Rey, recordando que era el sucesor legítimo nombrado por Franco, con el que habían hecho la Guerra Civil, contribuyeron sin pretenderlo a reforzar la legitimidad de Juan Carlos I como monarca constitucional» (Casanova y Gil, 2010: 338).

Tras repasar el estado de la cuestión al respecto de la monarquía española y el periodismo satírico, esta investigación se formula las siguientes preguntas:

P1 - ¿Cuáles fueron las estrategias comunicativas con las que El Papus abordó satíricamente los hechos que concernían o fueron protagonizados por Juan Carlos I? ¿Se optó por la tradicionalmente llamada gran risa carnavalesca —la sátira crítica— o por la risa menor —humor benigno, consolador, ingenioso de defensa de los valores dominantes?

P2 - ¿Qué recursos textuales y gráficos caracterizaron las piezas publicadas por la revista entre 1975 y 1987 y que se refieren al jefe del Estado, y cuál es su propósito?

P3 - ¿Llegó Juan Carlos I a ser protagonista de algunas de las portadas del semanario? Y, de ser así, ¿cómo se le representó?

P4 - ¿Qué miembros de la redacción elaboraron más textos, historietas y/o viñetas con el Monarca como protagonista?

P5 - ¿El conjunto de piezas analizadas evidencian una voluntad de crítica y ruptura con el orden establecido o, al contrario, su escaso número demuestra el desinterés de la revista por esta autoridad?

Al respecto, se sostienen como hipótesis: 1) que El Papus optó por la risa menor para referirse a la monarquía española, haciendo uso de un humor consolador e ingenioso basado en dobles significados; y 2) que la revista, sin embargo, abordó la Corona no desde un punto de vista coyuntural, centrado en anécdotas protagonizadas por Juan Carlos I, sino desde una visión estructural, que apela a la necesidad de la República. Teniendo en cuenta la normativa en que se enmarca la publicación, El Papus optó por alegorías gráficas para referirse al Monarca, imágenes que ancla con textos informativos sobre Juan Carlos I extraídos de la prensa convencional. Dado que la portada es el principal reclamo al público y, por tanto, el elemento en el que fija especial atención la Delegación de Prensa, se optó por evitar el tema en las primeras planas del semanario satírico.

 

3. Muestra y metodología

El corpus de este trabajo lo componen las portadas de los 584 números que publicó El Papus desde su aparición (la semana del 20 de octubre de 1973) hasta su desaparición (segundo número de 1987), recogiendo tanto los ejemplares ordinarios —numerados— como los extras. A estas se añaden 124 piezas expedientadas y juzgadas de las que se tiene constancia a través de la documentación que conserva tanto la editorial Amaika como la que puede consultarse en el Archivo General de la Administración. Y, asimismo, se han observado las piezas que componen 45 números completos publicados entre 1973 y 1984. En concreto, se ha analizado cuatro números por anualidad, seleccionados bajo el siguiente criterio correlativo: primera semana de enero, segunda semana de febrero, tercera semana de marzo, cuarta semana de abril (para los años 1974, 1977, 1980, 1983); primera semana de mayo, segunda semana de junio, tercera semana de julio, cuarta semana de agosto (para 1975, 1978, 1981, 1984); y primera semana de septiembre, segunda semana de octubre, tercera semana de noviembre y cuarta semana de diciembre (para 1976, 1979, 1982). La excepción fue el año 1973 que, al contar solo con tres meses de publicaciones, se registró: el número 1, publicado en la primera semana de octubre, el número 6 publicado en la segunda semana de noviembre y el 11 que salió la tercera semana de diciembre.

La metodología empleada ha consistido en un análisis de contenido de las piezas seleccionadas, en las cuales se han observado variables cuantitativas y cualitativas (tabla 1). La ficha de análisis utilizada parte de la creada por el Grupo de Investigación en Humor y Comunicación Satírica (GRICOHUSA) de la Universitat de València en el marco del proyecto de I+D+i “El humor frente al poder: la Monarquía, el Ejército y la Iglesia a través de la comunicación satírica en la historia contemporánea de España”. El objetivo ha sido la obtención de información sobre los mensajes textuales y gráficos de las piezas y sobre su significancia social (Hansen et al., 1998).

Variables cuantitativas

Variables cualitativas

1. Número de la revista

1. Moral (abuso de poder, bondad, cobardía, codicia, desprendimiento, frustración, hipocresía, infidelidad, injusticia, justicia, liberación, maldad, rebeldía, sometimiento, tolerancia, otro)

2. Sección

2. Objetivos (asesoramiento, instrucción, reflexión imparcial)

3. Mes de publicación

3. Valores (condescendencia, conservación, debilitamiento, destrucción, reflejo del debate social, reforma, reforzamiento, resentimiento, otro)

4. Año de publicación

4. Método del actor (convicción, dinero, fuerza coercitiva, fuerza física, fuerza moral-auctoritas)

5. Ámbito (nacional/internacional)

5. Intención (neutra, favorable, ambigua, desfavorable, otra)

6. Tipo de pieza (texto, gráfica, combinada)

6. Método de humor (antítesis, cosificación, doble significado, exageración, impropiedad, inversión, ironía, maquinización, parodia, repetición, otro)

7. Tema

7. Estrategias verbales y gráficas (figuras de acumulación, de ampliación, de argumentación, de definición, de diálogo o patéticas, de ficción, de omisión, de posición, de repetición, lógicas, oblicuas)

8. Número de actantes

 

9. Autor/a

 

10. Superficie que ocupa en la página

 

11. Tipo de actante (real, estereotipado, nominado, personificado, símbolo, animal, objeto, colectivo)

 

12. Tipo de pieza (juzgada/expedientada)

 

14. Tipo de gráfico (fotografía, fotomontaje, tira, tira fotográfica, viñeta, viñeta y fotos)

 

 

15. Tipo de texto (artículo, artículo y bocadillo, bocadillo, chiste, columna, columna y bocadillo, nota, pie de foto, pie de foto y bocadillo, reportaje)

 

Tabla 1. Variables analizadas (en negrita aquellas opcionales en función del contenido). Fuente: elaboración propia.

Tras el análisis manual de cada una de las piezas mediante una base de datos relacional diseñada en Microsoft Access, se ha extraído una submuestra formada por 57 piezas cuyo vínculo es el tema “Monarquía”. Los resultados se han obtenido mediante estadística descriptiva.

 

4. Resultados

El hecho de que, de 584 portadas analizadas, únicamente cinco se refiriesen al tema “Monarquía” evidencia que los asuntos relacionados con el jefe del Estado fueron silenciados en la primera plana. Pero si además nos fijamos en el ámbito en que se enmarcan, solo dos de ellas se refieren al Estado español. Cuando centramos la atención en sus años de publicación, no es hasta 1978 que la revista pone el foco de su crítica en la jefatura del Estado, cinco años después de ponerse en marcha el semanario de humor. Sin embargo, el actante principal no es en ninguno de los dos casos Juan Carlos I.

Figura 1. Portada de El Papus, 191 (I-1978).

La primera es la que corresponde al número 191, de enero de 1978, titulado «El timo de los Reyes Magos» (figura 1). Se refiere a la decepción que supuso para la redacción el papel de la Corona en la consolidación de la democracia, especialmente después de ser conocidas dos intentonas golpistas por parte de militares. La segunda portada en clave española se publica un lustro después, en enero de 1983. Fue la 452, titulada «Magos 83» (figura 2), donde el semanario recriminó a Felipe González su hipocresía y desentendimiento en la consecución de un Estado republicano.

Figura 2. Portada de El Papus 452 (I-1983).

 

Tanto en una como en otra, la referencia a la monarquía española es implícita bajo el eufemismo de “Los Tres Reyes Magos” (aunque en la segunda debe matizarse que se trata de un personaje real caricaturizado de Monarca). Ambas fueron publicadas coincidiendo con la celebración en España de esta festividad religiosa —el 6 de enero—. La redacción apostó por un actante nominado para evidenciar paradójicamente el sentimiento de decepción ante tres personajes tan ansiados. En la primera, de manera irónica y a la vez hiperbólica, es una de Sus Majestades quien insinúa que «¡Como esto siga así… El año que viene me hago republicano!». Apunta a una frustración al no constatarse los cambios estructurales prometidos a la población. La segunda, a través de la parodia del acomodamiento de González, se refiere también a un desengaño. Quien prometió ser el responsable del cambio —como aseguró en su campaña electoral— ha olvidado su original reivindicación de un nuevo sistema de gobierno en España.

Por el contrario, la crítica a las monarquías europeas es explícita y además desde una perspectiva paródica en el marco de la cobertura de sociedad. Las portadas dedicadas al tema “Monarquía” en clave internacional se basan en caricaturas sobre las relaciones amorosas de miembros de coronas europeas. Dos se dedican al matrimonio formado por Carlos de Inglaterra y Lady Di —y la infidelidad del Príncipe con Camila Parker-Bowles— (figura 3) y una de ellas a Carolina de Mónaco.

Figura 3. Portada de El Papus 377 (VIII-1981).

Cuando nos fijamos en el interior de la revista, 52 de las 4.661 piezas analizadas se refieren a un tema monárquico (gráfico 1). Más de la mitad (N = 32) se refieren a la jefatura del Estado en España; esto es, un 0,7% del total analizado. Hasta 1979 las referencias al Rey son mayoritariamente textuales, tanto en artículos como en los bocadillos que acompañan viñetas cotidianas. A las puertas de la Transición, aparece interpretado como un “mal asumible” por el pueblo español a cambio de otras modificaciones sociales ansiadas, por ejemplo, la aprobación de la ley del divorcio (figura 4).

Gráfico 1. Número de piezas vinculadas con el tema “Monarquía” por años. Fuente: elaboración propia.

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Figura 4. Viñeta de Ivà en El Papus 131 (XI-1976).

Hacer humor de la monarquía requiere ingenio, y en ello se empeñaron especialmente tres humoristas gráficos y reconocidos anarquistas: Ramón Tosas —Ivà— (N = 11), Lluís Recasens —l’Avi— (9) y Jordi Amorós —JA— (5). El recurso más utilizado fue referirse a la monarquía a través del sentir de la clase trabajadora.

Figura 5. El Papus, 276 (IX-1979).

Es memorable para diversos miembros del equipo la viñeta con la que Ivà ilustró una caída de Juan Carlos I esquiando en 1983. «Hombre, no nos metíamos con el Rey porque nos cerraban, pero recuerdo un chiste muy bueno que hizo Ivà. Juan Carlos I había tenido un accidente esquiando e hizo una viñeta en que salía una bola de nieve rodando por la montaña y los guardias civiles cuadrándose a su paso», revive Lluís Recasens en una entrevista con la autora.

Figura 6. Original publicado en El Papus, 445 (I- 1983). Fuente: Daniel Navarro.

JA, por su parte, estaba obsesionado con las dos infantas, a las que dedicó diversos mensajes ocultos en varias de sus historietas gráficas. Destacan los de la sección “Encuesta Papus”. Amorós, en lugar de ordenar las viñetas con números, lo hacía mediante sílabas. Así me lo contaba en 2013: «Como éramos jóvenes, imaginábamos formas de crítica desconocidas. Yo recuerdo que numeraba las viñetas con letras y entonces metía: "las infantitas son unas hijas de puta", "me cago en las infantitas… y no se van a enterar nunca". Pero esto en una revista normal no se podía decir. Era como el destape, era la primera vez que la gente veía cosas como éstas»[1].

Figura 7. El Papus, 525 (VII-1984).

Juan Carlos I no apareció identificado como personaje real hasta 1979. A partir de ese momento se le representa como títere sin autoridad y a la merced del poder militar (figuras 7 y 8), especialmente a través de los dibujos de Ivà.

Figura 8. El Papus, 530 (VII-1984).

Aunque ya se había perdido el miedo a retratarlo, Ivà prefirió utilizar la alegoría como recurso para revivir el intento de golpe de estado del 23F en el número especial que publicaron en 1982. En ella interpretó el papel asumido por sus participantes, rumorología en la que todavía nos asentamos a día de hoy dado el secretismo en torno a este asunto. Su relato de carácter simbólico desvía conscientemente el escenario y los protagonistas con respecto al sentido literal; es decir, los hechos acontecen en la selva, una tribu africana representa a los militares, el personaje de Tarzán personifica al rey Juan Carlos I y los elefantes simbolizan los tanques.

Figura 9. Dos páginas de Ivà en El Papus, 406 (II-1982).

La única crítica explícita a la holgazanería y buen vivir de la Familia Real se ha encontrado a finales de 1982, aprovechando, como reza el autor, el vacío de poder tras la reciente victoria del PSOE (figura 10). De hecho, no es baladí que la revista esperase al primer Gobierno de izquierdas para atacar el abuso de poder de la institución monárquica («lo más sagrao») así como a la hipocresía del PSOE, partido con bases mayoritariamente republicanas.

Figura 10. Tira en la que JA se refiere explícitamente a la Reina Sofía, en El Papus, 450 (XII-1982).

Sin embargo, estas críticas llevaban ciñéndose sobre las monarquías extranjeras desde inicios de la revista. En estos primeros años, solían ser tema de reflexión para Maruja Torres, encargada de opinar sobre los temas de sociedad bajo seudónimos tan diversos como Juana La Loca o Charlotte de Monquil. La redacción se recreó mofándose de su bienestar y situación privilegiada.

La moral que reflejan las piezas analizadas apunta a más de un valor, entre los que destacan el abuso de poder (N = 8), la hipocresía (7), la injusticia (4) y la necesidad de desprendimiento (4). En este punto, subraya por contraste la moral “rebeldía” (N = 5), que gana entre las piezas de ámbito internacional.

Gráfico 2. Método del actor principal. Fuente: elaboración propia.

 

4.1. La mirada del fiscal

Entre las piezas expedientadas y juzgadas de las que tenemos constancia, tan solo una de ellas, localizada en el número 31, llamó la atención del fiscal por su presunto vínculo con la Monarquía. Salió a la venta la semana del 18 de mayo de 1974, en el número titulado “Los futbolines y los millones”, dentro de la sección informativa de Ivà (figura 11). No obstante, el juez municipal consideró que:

Con la forma en que se caracteriza al personaje, con una corona, no puede considerarse aludida ninguna institución, sino más bien un alto cargo en general, que no es para estimar que ofenda —al alto cargo indefinido— la viñeta de referencia, cuando en la realidad no se dio nunca el supuesto, ni el parecido (Sentencia del Juzgado Municipal nº7 de Barcelona del 25 de noviembre de 1974).

Figura 11. El Papus, 31 (V-1974).

 

5. Discusión y conclusiones

Afirma Carratalá (2015: 128) que la alianza entre periodismo y humor se presenta como «el mejor de los acicates para promover una mirada distinta, crítica y mordaz, ante el sistema establecido». A Juan Carlos I la cultura política, y en concreto el periodismo, le confió cambios por silencio. Sin embargo, constatado el inmovilismo del nuevo jefe del Estado para llevar a cabo reformas para la consecución de libertades civiles en España, El Papus no aguantó más allá del último tercio de 1976. Precisamente en aquellas fechas, el Presidente del Consejo Nacional de Periodistas de Venezuela, Héctor Mujica, hizo llegar su crítica al Estado a través de una carta dirigida al rey Juan Carlos I, de visita por el país. En ella se leía:

Majestad, ¿Dónde está España? Señor: Su visita a nuestra patria nos honra y nos preocupa. […] Y nos preocupa porque, a la desaparición del régimen franquista, los avances del Estado español hacia la democracia del nuevo régimen no implican, en modo alguno, el establecimiento de un Estado de derecho en el que se reconozca y se respete el derecho elemental de pueblo español a disfrutar de las libertades democráticas. […] Es la arbitrariedad o el talante personal e irregular de las personalidades que gobiernan quienes otorgan o niegan permisos de reunión, de manifestación, de asociación, de libre expresión del pensamiento. […] Verbalmente se está en el camino de la democracia. Legalmente se sigue en el búnker de la dictadura. Majestad, ¿Dónde está España? (Iranzo-Cabrera, 2014: 334)

Teniendo en cuenta que la ley vigente de 1966 a 1977 prohibía los temas referidos a las Instituciones y las personas que las presiden, tanto Elf Editores como posteriormente la editorial Amaika prohibieron en la redacción enfrentarse directamente con el jefe del Estado. La monarquía fue un tema autocensurado por los responsables de la revista, por lo que los ácratas dibujantes y redactores se las ingeniaron para hablar del tema hasta en 57 ocasiones.

Ello obligó a la plantilla a optar por los recursos de risa menor, pero para derribar lo que consideraban un mal estructural. Para Hazlitt (2002: 69-94), el ingenio es la «invención lúdica», las «referencias cruzadas» y la «habilidad para exponerlo, comparándolo o contrastándolo con algo más». Su abuso de poder es el motivo que conduce a un sentimiento de frustración ante el valor simbólico generado por el resto de la prensa, el mismo que se genera en la infancia al descubrir el timo de unos Reyes que no existen. Por tanto, dentro de los tres grados de lo risible de Hazlitt, El Papus se inclinó por lo ridículo que surge de lo absurdo no sólo a la costumbre, sino al sentido y a la razón. Sin parecer presuntamente derruir un pilar, manifestó en dos portadas su decepción ante el olvidado republicanismo.

El «hebdomadario», tal y como lo define Martínez Gallego (2015: 18) por su afinidad con el francés Charlie Hebdo, evidenció en su interpretación de la Monarquía una voluntad de crítica con el orden establecido, pero no una apelación directa a la ruptura. La Monarquía española dejó de ser tabú tras la muerte de Franco. Frente al ensalzamiento de los atributos positivos del Monarca (Zugasti, 2007), El Papus apuntó a los defectos del jefe del Estado. Lo mismo hizo con la eufemística “Transición” (de Pablos y Ardévol, 2009: 238). En tanto que contrapoder informativo, deslegitimó la necesidad de silencio ante una nueva clase dirigente inoperante y sometida al poder militar. Como Lorenzo Gomis (1974: 452) señalaba, el humor del semanario satírico respecto a la Monarquía ejerció una faceta social en tanto que “compensadora, equilibradora y restauradora de la euforia social” del sistema mediático español. Los artífices, los dibujantes de trazo veloz y difícil identificación, como Ivà, L’Avi y JA.

 

BIBLIOGRAFÍA

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NOTAS

[1] Traducción propia del texto original en catalán: «Com erem joves, imaginàvem formes de crítica desconegudes. Jo recordo que numerava les vinyetes amb lletres i llavors ficava: “las infantitas son unas hijas de puta”, “me cago en las infantitas… i no es van enterar mai”. Però això en una revista normal no es podia dir. Era com el destape, era la primera vegada que la gent veia coses d’estes».

Creación de la ficha (2022): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Maria Iranzo-Cabrera (2022): "Juan Carlos I, el timo del Rey Mago", en Tebeosfera, tercera época, 19 (25-IV-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 03/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/juan_carlos_i_el_timo_del_rey_mago.html