Resumen / Abstract:
Análisis en clave sociológica sobre la importancia de la serie denominada La familia Ulises, una de las más reconocidas de TBO, que fue espejo de las aspiraciones burguesas del español medio durante la posguerra. / Sociological analysis on the importance of the series titled “La familia Ulises”, one of TBO’s best known comics that mirrowed the middle-class aspirations of the average Spaniard during the postwar period.
Palabras clave / Keywords:
TBO, La familia Ulises, Benejam, Buigas, Blanco, Bech/ TBO, La familia Ulises, Benejam, Buigas, Blanco, Bech

La estructura familiar ofrece una gran rentabilidad narrativa. En sentido amplio, podríamos afirmar que la familia es el ambiente natural en el que transcurren Historia e historias. De una manera o de otra, todo relato es saga. En tono épico, trágico, iniciático, sentimental, terrorífico o retorcidamente psicológico, las relaciones parentales nutren los más diversos géneros. Incluido, por supuesto, el humorístico. Precisamente, dentro de esta vena, tanto el cómic nacional como el internacional han dado alguna de sus más grandes producciones.

Desde finales del siglo XIX, cuando aparecen varios títulos significativos significativos títulos, constituye un subgénero con características definidas, muchas de ellas especialmente adaptadas al lenguaje del cómic. De ahí, con seguridad, su éxito en este medio. Celebraciones y catástrofes domésticas encuentran una eficaz y expresiva movilidad en la imagen. Pero en las historietas familiares no solo se trata de carreras, peleas, caídas u otros incidentes de fácil resolución gráfica. Las distintas franjas generacionales permiten desarrollar múltiples registros y pasar de las travesuras de los niños a las manías del abuelo o a las preocupaciones presupuestarias de los padres. Nos encontramos, pues, ante un abanico de argumentos extraordinariamente rico y que, además, propicia la identificación del lector. Al fin y al cabo, se trata de papeles fácilmente reconocibles de los que, distorsiones caricaturales al margen, todos formamos parte.

   
Viñeta con La familia Fenouillard (Le Petit Français Illustré, 7-XII-1889).    

La familia Fenouillard (1889), del francés Christophe, puede considerarse la serie fundadora de este subgénero. Obtuvo un gran éxito en el país vecino y, sin duda, influyó en la prensa satírica catalana de principios del siglo XX. Cabe suponer, incluso, que La familia Tomillo, de Bluff, aparecida en 1930 en la revista Macaquete, se inspira en ella, aunque solo sea en su aromático título (“fenouil” significa “hinojo” en francés). Pero el auge de estas historias se produce en España en la década de los cincuenta del siglo pasado, cuando se publican algunos títulos de éxito que marcarán las décadas siguientes. En 1947 aparece La familia Pepe, de Iranzo, en la revista Pulgarcito. Le seguirán La familia Tarúguez, de Antonio Ayné, que ve la luz en 1952 en las páginas de Nicolás, y Doña Tere, Don Panchito y su hijo Teresito, de Serafín, que empieza a publicarse ese mismo año en Jaimito. Peñarroya saca en 1957 un trasunto de su ya famoso Don Pío, con alguna ampliación parental, bautizándola con el título La familia Pi. Ibáñez, por su parte, aborda el tema en un par de ocasiones, la primera en 1956 con La familia Repollino y la segunda en 1959 con la más conocida La familia Trapisonda. Pero quien más decididamente explotó las posibilidades cómicas del género y lo hizo con gran maestría fue Vázquez. En 1951 lanza la serie que alcanzaría mayor popularidad, La familia Cebolleta. En 1959 lo vuelve a intentar con La familia Gambérrez, y en 1960 con La familia Churumbel. Todas ellas publicadas, casi seña de identidad, por la editorial Bruguera.

Además, no debemos olvidar que, más allá de una constelación de relaciones tradicionalmente estructurada, con padres, hijos, abuelos, el ámbito familiar impregna numerosas series humorísticas en estos años. Hemos hecho mención a Don Pío, personaje de Peñarroya, casado con Doña Benita, embarcado siempre en peripecias domésticas y que incluso, durante una temporada, convivirá con Luisito, un sobrino que, en realidad, hace las veces de hijo. Recordemos igualmente que una serie tan popular como Zipi y Zape, de Escobar, aun centrándose en las travesuras de los niños, funciona a partir de unas relaciones familiares omnipresentes y narrativamente imprescindibles en todas las intrigas. Y si analizamos Las hermanas Gilda, de Vázquez, descubriremos que, aunque vivan solas y parezcan más afectadas por la soltería que por la algarabía de parientes, ellas mismas constituyen una célula familiar. Algo parecido le ocurre a Rigoberto Picaporte, de Segura, solterón y pretendiente, pero con criada, sobrino insoportable y, por supuesto, con futura mujer y futura suegra. Así pues, los vínculos familiares se encuentran, más o menos patentes, más o menos encubiertos, pero altamente funcionales, en un gran número de series. En todas ellas la familia no solo es agrupamiento para burlar la soledad o justificar la irrupción intempestiva de hijos, primos, sobrinos por la que hay que pagar el correspondiente tributo de tranquilidad. Más allá de ajetreos o confrontaciones, la familia es una forma de vida, la única conocida en la España de aquellos años. Y, por supuesto, constituida a partir de los parámetros más tradicionales. Así pues, y desde el punto de vista de la construcción del relato, las series de ambientación familiar delimitan un espacio (la casa), un marco de relaciones (los parientes más cercanos), y todas las intrigas transcurren ahí dentro, complicándose y resolviéndose siempre en función de unos resortes que responden siempre a los mismos estereotipos parentales. Como es obvio, se permite la intervención de elementos ajenos al clan, pero su función, generalmente episódica, buscará diversificar las intrigas, sacándolas del ámbito estrictamente doméstico, pero sin modificar una estructura básica repetida, en cierta medida repetitiva.

       
        La primera Familia Ulises en 1944.

La familia Ulises no solo responde a este esquema, sino que, en cierta medida, constituye su arquetipo. Creada en 1944 por Marino Benejam a partir de guiones de Joaquín Buigas, se prolongó durante casi cuarenta años en la última página del TBO, del que se convirtió en auténtica característica gráfica y temática. Tras la muerte de Buigas (1963) y la retirada de Benejam (1969), la serie se prolongará con guiones de Carlos Bech y dibujos de José María Blanco, manteniendo siempre un espíritu fiel al original.

El protagonista indiscutible y quien da nombre a la serie es el cabeza de familia, un personaje que responde a patrones anatómicos muy utilizados por Benejam, guardando extraordinario parecido con otras criaturas de su pluma como Eustaquio Morcillón o Melitón Pérez. Presenta, pues, aspecto rechoncho, brillante calvicie, y se expresa, casi siempre, con excesos gesticulantes. Su nombre completo es Ulises Higueruelo, pero, curiosamente, lo que agrupa a la familia y da título a la serie no es su apellido sino su nombre. De esta manera sus autores quisieron, sin duda, insistir en la evocación paródica de una odisea. Frente a las grandes hazañas de su antecedente griego, este moderno Ulises afronta los avatares derivados de sacar adelante una familia en tiempos difíciles. Su Mediterráneo está formado por las procelosas aguas de una existencia trivial, y su Ítaca es ese hogar azotado por cientos de ridículos incidentes, que él defenderá con los recursos de un hombre cualquiera. No deja de ser curioso en ese sentido que el tándem Benejam / Buigas, guardando todas las distancias y actuando, con seguridad, sin conocimiento de causa, parta de un planteamiento muy similar al de Joyce en ese otro Ulises de la cotidianeidad que es Leopold Bloom.

La abuela Filomena y su lenguaje.

El protagonismo de la serie se halla muy compartido, pero adquiere especial relevancia la figura de Doña Filomena, la abuela. Delgada, de aspecto frágil, pero con una energía envidiable, lleva una sempiterna rebeca, para el frío o contra el reuma, y el pelo recogido en un moño que un movimiento brusco o un golpe de viento descubren como peluca. Madre de Sinforosa y suegra de Ulises, encarna los orígenes pueblerinos de la familia, revelando así un dato clave para entender la sociedad de la época, en tránsito muy mayoritariamente del mundo rural al urbano. Doña Filomena intenta asumir los retos de la vida moderna, pero tanto sus modales como su vocabulario la traicionan. Procura hablar con “popriedad”, como ella misma dice. Y muy a menudo fracasa. A pesar de sus esfuerzos, no termina de entender el funcionamiento de los “atrefactos” que la rodean, no le agradan las “penículas” ni los “treatos” y, al final, con tantos “incomenientes”, “desplifarros”, “sospresas”, “coflictos”, “desgustos” y “pretubaciones” no gana para “sobreasaltos” y acaba sufriendo un “síncape”. Esta incorrecta locuacidad no le impide hacer gala de una lucidez derivada directamente de la sabiduría popular. Sus agoreras advertencias acaban cumpliéndose con frecuencia, convirtiéndola en una referencia, gruñona y un tanto pesada, pero nunca desdeñable a la hora de sacar de un apuro a la familia. De hecho, Doña Filomena tuvo en las páginas del TBO una sección literaria propia que se presentaba como consultorio donde tanto las preguntas como las respuestas estaban pensadas para mostrar, además de sus habituales tropezones con la lengua, la perspicacia natural del cateto.

 
La familia Ulises y el coche. Son frecuentes las excursiones protagonizadas por todos sus miembros.

 

Pero, a pesar de la proximidad de los orígenes rurales, a pesar de las punzadas de nostalgia que Doña Filomena sufre de vez en cuando, el retorno al terruño natal se presenta ya como algo imposible. Los Ulises suelen pasar sus vacaciones en el pueblo (San Agapito del Rabanal), reciben la visita de algún pariente o salen de excursión al campo. La experiencia se salda siempre con un fracaso. Tienen que afrontar mosquitos, lluvias intempestivas, vacas, toros, cabras, perros con malas pulgas, lugareños irascibles y demás fauna local. Las costumbres campesinas les resultan toscas, inasumibles ya para sus hábitos y, sobre todo, molestas para sus pretensiones de medrar en esa sociedad con veleidades cosmopolitas y en la que tanto confían. Hasta la misma Doña Filomena se siente incómoda en estos contactos con el mundo del que proviene y del que, en aras de un presente relativamente confortable y un futuro prometedor, a estas alturas ya reniega. El regreso al hogar, después de la penosa excursión o de la molesta visita de algún aldeano, constituye siempre un motivo de alivio para los Ulises.

El clan familiar se completa con Doña Sinforosa, la esposa de Ulises, entrada en carnes y peinada de “permanén”. Lolín, la hija mayor, es rubia y atractiva, aunque la serie no suele subrayar sus encantos si no es para justificar esa galería de pretendientes que desfilan por los diversos episodios. Siempre lo hacen con buenas intenciones, en cualquier caso, alejados de todo atisbo lujurioso. Aunque la familia muestra una clara preferencia por Don Paco, maduro y disfrutando de una desahogada posición económica, Lolín no se termina de decidir. Policarpito y Merceditas son los pequeños de la familia, traviesos, aproximadamente de la misma edad, intercambiables en preferencias y despropósitos y, en este sentido, casi con toda seguridad, gemelos. Y no se puede terminar el retrato de familia sin incluir a Treski, un perro de raza imprecisa, mascota inseparable del grupo, que, con su comportamiento animal, suele acarrearles abundantes quebraderos de cabeza.

         
           Una historieta en el ámbito doméstico, con el gag dependiente de la abuela.

Los Ulises funcionan en equipo. En algunas raras ocasiones el padre se aventura por su cuenta y pasa por numerosos padecimientos antes de regresar al hogar, pero lo más normal es que vayan juntos a todas partes. Muchos episodios transcurren en el escenario doméstico, pero la familia es dada a las salidas, y tanto los paseos por la ciudad, las compras, las visitas como las excursiones al campo o los veraneos en la playa los harán en comandita. Los Ulises actúan, de hecho, como una piña, y no suele haber rivalidades entre ellos. Es cierto que cada uno de los miembros presenta sus particularidades y estas, a veces, provocan tensiones, pero se conocen bien entre ellos y, más que soportarse, colaboran en instaurar el equilibrio sobre el que se asienta la convivencia. A Doña Sinforosa, al igual que a otros personajes femeninos de la historieta en estos años, le gusta aparentar, le preocupa el qué dirán y, en función de ello, tiene embarcada a la familia en un laberinto de adquisiciones, disimulos, secretos, deudas, hipocresías que las torpezas de la abuela o la inconsciencia de los niños acostumbran a comprometer. Lolín, a pesar del barniz de modernidad que recubre sus modales y hasta su manera de vestir, participa de muchas de las veleidades maternas y viene a confirmar la perpetuación de un “eterno femenino” que pasa por el consumismo y las pretensiones de acceder a una mejor consideración social. Pero, como hemos dicho, su principal aportación a la serie es esa legión de pretendientes, todos peculiares y ninguno definitivamente aceptable, que desfilan por el domicilio. Todo ello sin olvidar las mencionadas manías de Doña Filomena, algún que otro achaque, fallo de las entendederas o torpeza de aldeana venida a más, que también desempeñan un importante papel en las tramas. Pero estos resortes narrativos, fundamentales en sí mismos, no operan de manera autónoma sino que se engranan los unos con los otros, conviven en función de las circunstancias y vienen polarizados por la irrupción de un elemento ajeno a la familia que es el que, normalmente, desencadena la acción.

   
Problemas con los vecinos.
   
     

Puede hallarse en el exterior o entrar en casa, pero siempre aparece. Si los Ulises salen, se lo encuentran allá donde van. Puede ser la habilidad de un pez para rehuir el anzuelo en una jornada de pesca, la agresión de un animal cuando visitan el zoo, el estado de la casa de campo donde pasan unos días de vacaciones, el timo de los feriantes en su visita al parque de atracciones, el misterio de los dinosaurios en su instructivo recorrido por el Museo de Ciencias Naturales, la avería del coche cuando deciden ir de viaje… Toda salida conlleva su incidente. Pero si se quedan en casa tampoco se libran. La “pretubación”, como diría Doña Filomena, llama a la puerta. Reviste la forma de visita deseada, con la que hay que cuidar las maneras, o indeseada, a la que hay que sacudirse cuanto antes. Pretendientes de Lolín, vecinos, parientes del pueblo, invitados de alcurnia, vendedores a domicilio, estafadores o despistados que se han equivocado de puerta forman una larga lista, y todos, independientemente de su identidad o de sus intenciones, aportan su porcentaje de desbarajuste a la vida familiar. Y ahí no acaba todo. Los problemas pueden provenir también de la adquisición de una lámpara, o de un nuevo perro, o del regalo de un pavo para la cena de Nochebuena. o de una avería en el suministro de agua, o de la habitual plaga de mosquitos veraniega… El conflicto surge casi siempre de la confrontación con “lo otro”, con lo extraño, con lo que no forma parte del círculo familiar y por un tiempo o de forma definitiva (no olvidemos las aspiraciones matrimoniales de los pretendientes de Lolín) intenta integrarse en él. Como si se tratara de un único organismo, los Ulises reaccionan ante el estímulo externo generando los anticuerpos de su disgusto, de su mal humor o de su nerviosismo. Al final, todo acaba volviendo a la normalidad y el elemento ajeno es expulsado, digerido o, simplemente, desaparece.

En realidad, el interés de la serie estriba en comprobar, un episodio tras otro, cómo responden unos caracteres, definidos con claridad e incluso matizados con sutileza, ante las diversas situaciones. El elemento extraño a la familia funciona como catalizador, pero cumple, de hecho, un papel secundario en la intriga. Tan solo constituye el pretexto para que podamos reencontrarnos con unos personajes conocidos y ver cómo se confirman o se dibujan con mayor nitidez sus formas de actuar. Unos diálogos muy medidos, fieles a los usos coloquiales de la época y adecuados al carácter de cada personaje subrayan las diversas variantes temperamentales y otorgan a la serie un tono original, en cierta medida inhabitual para la época. Los guiones de Joaquín Buigas cumplieron, con toda seguridad, un papel importante en la precisión y buen desarrollo de todos estos detalles. El resultado es que, al final, el lector queda atrapado en los banales ajetreos de este grupo al que acaba contemplando con una mirada inevitablemente “familiar”.

   
    Uno de los extras de TBO dedicados a los Ulises.

Por lo tanto, la vida de los Ulises no está tan mal. No pasan privaciones ni sufren grandes calamidades. Se llevan algún chasco, padecen inconvenientes, pero nunca llegan a conocer la desgracia. De hecho, aunque a menudo las cosas no les salgan bien, todo suele quedar en un mal trago, en un bochorno o, como mucho, en un catarro. No se dan aquí los vapuleados desenlaces de otras series familiares. La línea editorial del TBO, en cuya definición el tándem Benejam / Buigas participaba muy directamente, propicia una atmósfera muy distinta a la que desprenden las sagas de la editorial Bruguera. Nada de violencia (un escobazo de Doña Filomena es lo más a lo que se llega), nada de miserias de calzón agujereado y raspa de sardina y, por supuesto, ni grandes castigos ni grandes venganzas. Aunque desconocemos su fuente de ingresos y el trabajo del señor Higueruelo queda sistemáticamente elidido, todo indica que se gana bien la vida. No solo alimenta a la numerosa familia sino que también mantiene un coche, que no llega al alto standing pero, al menos, tiene gran tamaño, el necesario para dar cabida a toda la familia. Les da para veranear casi todos los años y les basta un esfuerzo en la exageración de las apariencias para equipararse a la emergente clase media. Es más, cuando la televisión llegue a los hogares españoles, los Ulises serán de los primeros en tenerla.

Pero la gran diferencia de los Ulises con otras familias de la historieta española de aquellos años estriba en que ellos están bien avenidos. En este caso (o en esta casa), a diferencia de los Cebolleta, los Trapisonda o los Churumbel, la amenaza no está dentro. El conflicto no surge de las incompatibilidades parentales. Muy al contrario, proviene del exterior y todos luchan por vetarle el acceso. Es más, se podría decir que, después de hacer frente (siempre común) al incidente de cada episodio, sus lazos salen reforzados. Quedan escaldados, avergonzados, doloridos, pero también, al haber superado juntos el problema, más unidos que antes. Aquí la familia no es un infierno. Tan solo una odisea cotidiana.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2017): Antonio Altarriba. Revisión de Alejandro Capelo y Manuel Barrero. · Datos e imágenes obtenidos de los TBO originales.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Antonio Altarriba (2017): "La familia Ulises", en Tebeosfera, tercera época, 2 (11-III-2017). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 22/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_familia_ulises.html