LA GLAMUROSA SOMBRA DEL CÓNDOR
UN TEBEO IMPECABLE SOBRE LA GUERRA CIVIL
En el ámbito de las ciencias sociales existe el concepto de “comunidad emocional”, con el que se alude a un conjunto de secuelas, comportamientos o aspectos culturales (como giros en el lenguaje, por ejemplo) asociados a los traumas que deja un conflicto bélico. Se ha estudiado ampliamente en el caso de los soldados que combatieron en los conflictos de Corea, Vietnam y los desarrollados en Oriente Próximo. Pero, curiosamente, esa “comunidad” no engloba a los civiles que viven y sufren en esas guerras, que en realidad son el mayor porcentaje de las víctimas. Pero, claro, estudiar un espectro de población tan amplio supondría una labor imposible. No podríamos valorarlo, aunque sabemos (en realidad, intuimos) que una guerra civil deja muchas más víctimas civiles que militares, y que su legado es el estrés, la ansiedad, el miedo y la desesperación.
En el caso de nuestra última guerra civil ocurrió lo mismo. No se ha estudiado el volumen total de secuelas emocionales que pudo dejar, pero sin duda fue enorme y terrible. No tan terrible, pero igualmente espantoso, fue el silencio impuesto por la dictadura que vino después con el que se intentó aniquilar la memoria del horror. Olvidar a la fuerza, o sea. Hoy ya sabemos que esto es imposible (neurológicamente), porque cualquier recuerdo asociado a emociones intensas arraiga para siempre en nuestro cerebro, así que la única manera de ayudar a una víctima es permitirle relatar sus vivencias. Los relatos, por consiguiente, acaban siendo el instrumento más eficaz de poder que podemos manejar para construir el mundo que nos rodea en el presente y reconstruir el de nuestro pasado de manera saludable. Afortunadamente, cada poco siguen apareciendo nuevos relatos sobre la Guerra Civil, algo que hace algunos unos años resultaba molesto porque “reabría heridas”, pero que cada día resulta más conveniente y necesario. Construir ficciones ayuda a superar el trauma, y es preferible incluso caer en la narración frívola que callar.
La sombra del cóndor, el tebeo que ha publicado recientemente el sello Trilita, es uno más de los relatos que se han construido con nuestro conflicto cainita como escenario, y tiene las cualidades de un gran tebeo. Gerardo Balsa, el autor, es argentino de nacimiento y de influencias, y, tras algún coqueteo con la fantasía (Cientouno), parece que se ha especializado en el cómic bélico (La noche del día “D”, U-47), un género en el que aparentemente se siente muy cómodo. En parte puede ser debido a su fascinación por los vehículos ligados a la guerra: barcos, submarinos, transportes terrestres, aeronaves… En La sombra del cóndor hace un trabajo exquisito reproduciendo los aviones que participaron en la guerra desarrollado en España entre 1936 y 1939, lo que hace del tebeo un producto técnicamente impecable. El autor, como dibujante, cuida al detalle las máquinas, pero también los edificios y los paisajes, pues no los inventa, y si hemos de buscar algún defecto en su puesta en escena solo lo hallaremos en la frialdad que emana de algunos personajes, demasiado perfectos en la ejecución, tan aseados y guapos como aparecían los actores de cine en la edad dorada.
Posiblemente también eso haya sido buscado por el autor, porque esta historia de la guerra está construida con las fórmulas típicas de la puesta en escena del cine clásico, aquel en el que a ningún vaquero se le arrugaba la camisa y ninguna dama perdía el perfil del pintalabios. Balsa ensaya eso para seducirnos con dos historias de amor de gran intensidad dramática que se entrecruzan en el violento y sucio contexto de la guerra, pero no escarba el autor en la miseria resultante ni pretende un enfoque realista. Esto son historias clásicas en las que ellos son hombres de una pieza, con dudas, pero muy valerosos y atractivos, y ellas son mujeres desarticuladas (la prostituta, la infiel), pero bellísimas, y además logran mantener una posición de fortaleza que termina por enamorar al lector.
La lectura de esta primera entrega de la serie (que constará de tres álbumes), sabe a poco. La guerra estalla, conocemos a los personajes y se inician dos tramas principales, pero los momentos de mayor intensidad están por llegar. Seguro que Balsa evoluciona en su dibujo aportando calidez según se avanza en la obra y construye una ficción sólida, en este caso romántica y “a la francesa” (por su aspecto formal), que será una de las más apetecibles de leer sobre la Guerra Civil que se hayan hecho en estos últimos años. Afirmo esto porque la ha elaborado un autor alejado de nuestro rencor inevitable, que ha sabido incorporar los suficientes elementos históricos, incluyendo personajes capitales, sin el apremio de la tendenciosidad. De este modo, pasa por ser un tebeo histórico más que se disfruta igual que los ambientados en el Siglo de las Luces o en la I República.
¡Nada como alejarse de la memoria para disfrutar de la historia!