LA REGIÓN SOMBRÍA DE LOS CONDENADOS: LOS COMICS DE GOYO CÁRDENAS
CECILIO A. JACOBO GONZÁLEZ

Title:
The dark region of the damned: the comics of Goyo Cárdenas
Resumen / Abstract:
Gregorio Cárdenas fue un asesino serial mexicano que alcanzó fama a principios de los años cuarenta, apareciendo en múltiples periódicos, revistas y en programas de televisión poco después de su captura, durante su condena y al salir de prisión. Publicó libros sobre su experiencia y vivencias en prisión e incursionó en un medio poco común para un asesino convicto: el cómic. Aquí, sería primero protagonista de historietas inspiradas en sus asesinatos, para después debutar como guionista y director. En este artículo se presentan, analizan y comentan cinco colecciones relacionadas con este criminal. / Gregorio Cárdenas was a famous Mexican serial killer who gained fame in the early forties, appearing in multiple newspapers, magazines, and television programs shortly after his capture, during his conviction and upon his release from prison. He also published books about his experiences. In addition to this, Gregorio dabbled in an uncommon media for a convicted murderer: comic books. Initially he was the protagonist of comics inspired by his murders, and then he made his debut as a writer and director. In this article, five collections related to this criminal are presented, analyzed, and commented.
Palabras clave / Keywords:
Asesinos en serie, México, Sistema penitenciario/ Serial killers, México, Penitentiary system

LA REGIÓN SOMBRÍA DE LOS CONDENADOS: LOS CÓMICS DE GOYO CÁRDENAS

 

INTRODUCCIÓN

¿Por qué la gente se siente atraída a los casos de asesinos en serie? ¿Por qué nos interesan tanto? ¿Cuál es su atractivo? Al parecer, los casos de asesinatos producen una extraña fascinación por razones diversas, y el morbo es definitivamente una de ellas. Pero no solo se trata del morbo que genera la muerte de un desconocido a manos de un asesino, sino también la historia alrededor del perpetrador, sus intenciones o motivos, ya que queremos encontrar la razón detrás del homicidio, la excusa para matar; queremos conocer todos los detalles que envuelven al crimen a un nivel profundo. Y es quizás por eso que existen documentales, series biográficas, películas, libros y novelas… los asesinos en serie son celebridades.

Aunque el interés público por los asesinos se remonta a finales del siglo XIX, con los inicios de la prensa de masas (Praget Rodríguez, 2019), es en el siglo XX cuando el fenómeno de los asesinos en serie toma su verdadera dimensión. Cada tanto se estrena una nueva serie sobre ellos en televisión, en libros, en plataformas digitales. En cine son utilizados frecuentemente como tema principal, tanto que ya forman parte de nuestra cultura popular: Freddy Krueger, Jason Vorhees, Hannibal Lecter y muchos de estos personajes fueron creados tomando como inspiración a verdaderos asesinos y las historias alrededor de ellos: Ted Bundy, John Wayne Gacy o Jeffrey Dahmer. Pero antes de que el cine o la televisión los volviera íconos, existió un asesino en serie que supo llegar a la cima del estrellato criminal a base de su astucia e inteligencia, un carismático personaje llamado Gregorio “Goyo” Cárdenas, el primer homicida en serie de México.

Fotografía de Goyo Cárdenas, usada como portada de Asesinos en la Historia.

A pesar de su corta carrera criminal, Goyo Cárdenas saltaría a la fama casi inmediatamente, no solo por lo brutal de sus asesinatos, sino por la exposición que tuvo en medios impresos. Durante las dos semanas previas a su encarcelamiento, los principales diarios capitalinos se habían apoderado de su figura para tejer en torno suyo un sangriento melodrama que lo convirtió de inmediato en un ícono mediático (De Dios Vázquez, 2011: 109-140). Pero había algo extraño en él, algo desconcertante. No era el asesino salvaje que presentaban los diarios, al contrario, era educado, de modales refinados y habla pausada; no era el cruel asesino feminicida que expresaba desprecio por la humanidad, él aparentaba ser un hombre “normal” y respetable (ibidem). Esta paradoja era lo que lo convertía en una rareza entre los presos y criminales con los que convivió en el Palacio de Lecumberri, la penitenciaría de la Ciudad de México donde purgó su condena. Su caso fue una verdadera historia de triunfo ya que, a pesar de tener una larga condena, logró el perdón de las autoridades con su comportamiento, lo que le sirvió como excusa para salir de la cárcel, al ser considerado un hombre bueno y reformado, digno de reintegrarse a la sociedad.

Haremos una semblanza de su vida, enfocándonos en su carrera criminal, los cuatro asesinatos que le fueron adjudicados y que él mismo confesó, su paso por la prisión de Lecumberri y el Hospital de La Castañeda, su rehabilitación, exoneración, y lo más extraño de todo: su incursión en el mundo del comic.

 

EL ASESINO

Gregorio Cárdenas Hernández nació en la Ciudad de México en 1915, en una casa modesta, donde creció bajo el yugo materno. Sostuvo una relación enfermiza con su madre, Vicenta Hernández, una mujer dominante que lo reprimió hasta su adolescencia. Siendo aún muy joven padeció encefalitis, una afección del sistema nervioso central que aparentemente disminuyó su desarrollo, causando un daño neurológico irreversible; a raíz de su enfermedad, Goyo padeció de enuresis y empezó a dar muestras de crueldad hacia los animales: se ensañaba torturando pollitos y conejos (Rasul Hanif Zaman: 2013). Sabemos que la infancia es un período crítico en el desarrollo de la personalidad, y al igual que otros asesinos seriales, Goyo cumplía con algunos de los llamados “criterios McDonald”, nombrado así en honor al psiquiatra forense McDonald, que después de entrevistar a diversos asesinos encontró tres criterios comunes a todos ellos: enuresis, piromanía y maltrato animal (Velasco de la Fuente, 2018).

A pesar de todas estas situaciones, era un gran estudiante, el mejor de su clase, con un coeficiente intelectual alto, pero en la privacidad de su casa era un individuo diferente: seguía torturando pequeños animales, matándolos solo por diversión. Una vez que completó sus estudios básicos, comenzó a estudiar Ciencias Químicas, y a los veintisiete años comenzó a trabajar en una importante industria petroquímica. Entonces, con estabilidad económica, dejó a su madre y se mudó a una casa en Tacuba, un suburbio en el centro de la Ciudad de México. Finalmente, libre de la opresión materna, comenzó a salir y se casó con Sabina Lara González, sin éxito, porque se divorciaron unos meses después de la boda (Rasul Hanif Zaman, 2013). Solo de nuevo, volvió a sus viejas formas de encontrar diversión: matar y torturar, solo que esta vez no se trató de animales pequeños.

Fotografía de Gregorio cuando era joven.

La noche del 15 de agosto de 1942, fue la noche de su primera matanza. Conducía en su coche cuando recogió a una prostituta llamada María de los Ángeles González, o “Bertha”, una vagabunda de dieciséis años que se llevó a su casa. Alrededor de las 23:00 horas, luego de tener relaciones sexuales con ella, Gregorio la estranguló con una cuerda en el baño de su casa. Luego, tomó el cuerpo y la enterró en el patio trasero. Sin remordimiento alguno, salió de la casa y se fue a trabajar, como si nada hubiera pasado. Luego, en la noche del 23 de agosto, recogió a otra prostituta, una más joven, de solo catorce años. Tuvieron sexo en el dormitorio, y luego fueron al otro cuarto a admirar la colección de libros de Gregorio, y fue aquí donde él la estranguló, alrededor de las cinco de la madrugada. Su cuerpo fue colocado junto a la víctima anterior y su identidad nunca se determinó por completo. Sólo seis días después, el 29 de agosto, recogió a Rosa Reyes Quiroz, otra prostituta menor de edad que contrató para la noche, pero su casa estaba tan desordenada que ni siquiera tuvo sexo con él, sino que quiso irse de inmediato y Gregorio la empujó y comenzó a pelear con ella. Ella se defendió, pero el resultado fue el mismo: muerte por estrangulamiento y al instante comenzó a cavar otra fosa. El patio trasero era pequeño, por lo que tuvo que amarrarla en posición casi fetal para asegurarse de que encajara en el área destinada a su cuerpo. Esto ocurrió alrededor de las cuatro de la madrugada. El último asesinato ocurrió cuatro días después, el 2 de septiembre. Gregorio había estado coqueteando con una chica llamada Graciela Arias Ávalos desde hacía varios meses. Ella era una exalumna y amiga, brillante, hermosa y, además, era hija de un conocido abogado de la Ciudad de México. Él le ofreció llevarla a casa después de la escuela y, en este viaje, finalmente le declaró su amor. Graciela lo rechazó y él trató de besarla, pero ella lo abofeteó. Esto provocó que Gregorio comenzara a golpearla en la cabeza, matándola en el auto. Con el cuerpo en el asiento del pasajero, condujo hasta su casa y la colocó en el dormitorio, aseguró el cuerpo en unas sábanas y luego procedió al entierro. Ya era 3 de septiembre, alrededor de las tres de la madrugada.

Poco después, el día 7 de septiembre y después de cuatro asesinatos en un período de tres semanas, Gregorio finalmente se derrumbó y fue a la casa de su madre, solicitando una hospitalización formal en una sala psiquiátrica (Rasul Hanif Zaman: 2013).  Su madre llamó a la policía, lo encerraron en una cárcel preventiva y comenzaron el interrogatorio. Aunque cooperaba y estaba tranquilo, se dice que deliraba completamente. Mostró a los oficiales unas tizas que tenía en el bolsillo, diciendo que esas eran sus “píldoras de invisibilidad”. Sabían que algo andaba mal y vincularon su locura con la desaparición de Graciela unos días antes. Los policías obtuvieron la orden de cateo y fueron a la casa en Tacuba a corroborar el paradero de Graciela y las demás jóvenes: Gregorio les dijo que los cuerpos estaban enterrados en su patio.

Los investigadores fueron a la casa de Gregorio, él mismo los llevó al patio trasero y lo primero que vieron fue un pie emergiendo del suelo, en avanzado estado de descomposición. Comenzaron a excavar en busca del resto del cuerpo, y el asesino se quedó allí sentado, contemplando la escena. Desenterraron los cuatro cuerpos escuchando las indicaciones de Gregorio, que dirigía el proceso de excavación como si fuera el investigador principal de un yacimiento arqueológico. Los forenses recuperaron los cuatro cuerpos, pero también encontraron un diario en la habitación de Gregorio, quien escribió aquí unas líneas muy inquietantes: «El 2 de septiembre se consumó la muerte de Gracielita. Yo tengo la culpa de ello, yo la maté, he tenido que echarme la responsabilidad que me corresponde, así como las de otras personas desconocidas para mí. Ocultaba los cadáveres de las víctimas porque en cada caso tenía la conciencia de haber cometido un delito» (Rasul Hanif Zaman, 2013).

Imagen de la detención de Goyo. Goyo con los detectives mientras desenterraban los cadáveres.

También encontraron la cuerda, la pala y un par de objetos personales de Graciela. Gregorio tenía una máquina de escribir en su escritorio, pidió permiso para escribir su declaración, y se lo permitieron. Empezó a escribir su declaración al estilo de una novela policiaca, describiendo cada detalle sangriento de los asesinatos utilizando descripciones usadas por los periodistas del periódico local, imitando su estilo, como si estuviera escribiendo su propia novela policíaca.

Después de eso, salió en todos los diarios: “¡Un monstruo confiesa sus asesinatos!”, “¡Monstruoso asesino se hace pasar por loco para evitar la cárcel!”, “¡El estrangulador de Tacuba!”. Un frenesí mediático, justo como él quizás lo imagino. Los periódicos publicaban historias sobre él todos los días. Por fin era famoso, una persona notoria. La policía tenía todo lo que necesitaba para condenarlo de por vida y así lo hizo. Para el 13 de septiembre de 1942 fue recluido en Lecumberri, una cárcel en la Ciudad de México que contaba con pabellón psiquiátrico donde Gregorio podría recibir atención especializada. Una vez en prisión, el diagnóstico inicial fue tendencias homicidas secundario a la encefalitis. Los primeros interrogatorios mostraron a un individuo calmado con varios tics nerviosos, a veces confuso, poco cooperador y lento. No comía adecuadamente y casi nunca caminaba en el pabellón general. Los médicos de la prisión determinaron que necesitaba una evaluación y tratamiento más profundo por parte de médicos más experimentados en estos padecimientos, por lo que fue trasladado a La Castañeda, una institución especializada en psiquiatría. En La Castañeda fue tratado con terapia de electroshock y pentotal sódico, volviéndolo cooperativo, lúcido y activo, mostrando una buena respuesta a dichos tratamientos. Lo único que nunca cambió fue el hecho de que nunca se sintió culpable por los asesinatos. Entonces, los médicos notaron que era una persona muy inteligente, interesada en la psicología y el comportamiento humano. Y así, se le concedió la oportunidad de asistir a una clase de psicología y, por su buen comportamiento, también lo dejaron visitar la biblioteca, le permitieron visitas sin supervisión de sus familiares e incluso podía salir al cine.

Imagen del periódico, anunciando su detención.

Poco tiempo después, los médicos determinaron que no necesitaba más tratamientos en La Castañeda, por lo que fue trasladado nuevamente a Lecumberri, para terminar de cumplir su condena. El 22 de septiembre de 1948 Gregorio regresó a Lecumberri, y de inmediato comenzó a estudiar el Sistema del Código Penal de México y comenzó su carrera como abogado mientras estaba en prisión (aunque obtuvo su título muchos años después). Escribió cuatro obras durante su tiempo aquí, incluyendo un libro donde narró sus experiencias en la prisión, aprendió a tocar el piano, leía poesía y comenzó a pintar. Se casó en la cárcel y mostró un notable buen comportamiento durante su tiempo allí. En lugar de dejar pasar el tiempo, hizo todo lo que pudo para mantener su mente ocupada, aprovechar al máximo su tiempo en la cárcel y obtener el perdón algo inusual para un asesino en serie con cadena perpetua.

En 1976, después de pasar casi treintaicinco años encarcelado, la familia de Gregorio pide clemencia y solicitan su liberación, basándose en su buena conducta. La Suprema Corte de Justicia recibió la apelación, pero no respondieron como se esperaba, negándole su libertad, por lo que la familia llevó el asunto a instancias superiores. Le enviaron una carta directamente al presidente de México en turno, Luis Echeverría Álvarez. El presidente se entrevistó con el reo, y luego de hablar con él le concedió un indulto, pasando por alto su cadena perpetua y por ende todo concepto del código penal que se supone debería defender. Gregorio Cárdenas, el Estrangulador de Tacuba, salió de Lecumberri el 8 de septiembre de 1976 como un hombre libre. Su liberación atrajo la atención de los medios y volvió a ser una estrella. Concedió entrevistas a todo el mundo, apareció en muchos programas de televisión y disfrutaba de estar de nuevo en el centro de atención. Estaba ansioso por compartir su historia y las experiencias que vivió mientras estuvo en prisión, por lo que decidió escribir más libros y un par de colecciones de cómics, de las cuales hablaremos más adelante. Continuó siendo una celebridad por muchos años más, teniendo apariciones cada vez más esporádicas, pero nunca rechazó una entrevista o negó una declaración.

Goyo al salir de prisión.

Pasó el resto de sus días ejerciendo la abogacía en Los Ángeles, California, junto a su familia. Su deceso ocurrió en agosto de 1999, a la edad de ochenta y tres años, dejando atrás un legado escrito muy amplio, tanto en historieta como en prosa, siendo considerado un verdadero ejemplo a seguir por sus admiradores.

 

LAS HISTORIETAS

Iniciamos el análisis con la colección llamada Selecciones policiacas, una fotonovela publicada en 1964 por Editorial Monclova (Jacobo González, 2021a). En esta publicación se presentan casos reales tomados de los archivos de la Policía del Distrito Federal, hoy Ciudad de México, dramatizados con actores y exaltando el trabajo detectivesco de los policías. La editorial indicaba este dato en la segunda página de cubiertas:

Agradecemos la eficiente cooperación de altas autoridades policiacas de la Procuraduría y Jefatura de Policía del D.F., así como de sus valiosos elementos técnicos, administrativos y cuerpo de agentes, el permitir que llegue a nuestros lectores ‘SELECCIONES POLICIACAS’, con estricto apego a la verdad en todos los casos que presentamos, realzando la eficiente labor de investigación que ha dado justa fama a la policía mexicana mundialmente.

Tres portadas de la colección, con las primeras tres partes de la historia de Goyo.

Aquí se presentaron casos de asesinos como Higinio Sobera de la Flor, también conocido como “El Pelón Sobera”, violento homicida y enfermo mental, pero el caso que abarcó más ejemplares fue el de Gregorio Cárdenas, el cual fue serializado en cinco números. A partir del número 9 inicia esta historia, donde el jefe de la Policía narra en retrospectiva el caso de Goyo, empezando por el último de sus asesinatos y el más conocido:  el de Graciela Arias, haciendo remembranza de cómo llegó el padre de Graciela, el Lic Manuel Arias Córdoba, a denunciar la desaparición de su hija el día 3 de septiembre de 1942. Los agentes inician sus indagatorias encuestando a sus amistades, quienes confirman el cortejo que Gregorio dirigía hacia ella, por lo que sospechan que han huido juntos, pero a los pocos días unas vecinas detectan un olor nauseabundo proveniente de la casa de Gregorio, por lo que dan aviso a la policía. Al acudir al domicilio encuentran una escena terrible: dos piernas emergiendo del suelo, provenientes de un cadáver enterrado superficialmente en el patio trasero. Lo sorprendente aquí es que la imagen presentada es una fotografía real de uno de los cuerpos que yacían en ese patio, y que fueron tomadas por los agentes en el momento de exhumarlos. La portada de este número presenta a un Goyo Cárdenas con mirada diabólica, acompañado de los fantasmas de sus víctimas.

En el siguiente número se presenta una portada más cercana a lo descrito por el mismo Gregorio en el momento de su detención: el asesinato de María de los Ángeles, quien murió estrangulada con una cuerda. Vemos a una mujer con poca ropa, y dos manos que sostienen dicha cuerda, que están a punto de cometer el feminicidio. En interiores se continúa con las indagatorias, pero aquí se hace énfasis en el momento en el cual Gregorio se entrega a las autoridades, confesando sus crímenes. En el número 11 aparece el resto de las fotografías de los cadáveres encontrados en el domicilio de Goyo, que, al igual que en números anteriores, son fotos reales de los cuerpos. En este ejemplar se muestra que sólo los oficiales de policía estaban en el lugar de los hechos, y descubrieron los cuerpos sin ayuda de Gregorio. Los siguientes dos ejemplares siguen la detención del asesino, pero ahondan también en la vida de sus víctimas, quizás alargando mediante estas subtramas la finalización del caso de Goyo Cárdenas.

Muestra de la fotonovela, con fotografías reales de los cadáveres. 

La colección tiene varios detalles interesantes que enumeramos aquí: en primer lugar, se presentó en las páginas centrales una petición por parte de la editorial: la creación del Instituto Nacional de Protección y Seguridad a la Mujer. Se exigía protección civil y policíaca para todas las mujeres, bajo el lema “No más Soberas ni Goyos Cardenas”. El problema de inseguridad y acoso hacia las mujeres ha sido un problema en nuestro entorno desde entonces, y estos casos lo confirman, por lo que además de ejemplificar a esos dos asesinos, la editorial exhortaba a las autoridades a proteger a las mujeres. Actualmente existe en México el Instituto Nacional de las Mujeres, creado en 2001, que es el organismo encargado de prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. Este organismo es lo que deseaban los editores de esta colección, aunque su creación haya tomado más de cuarenta años.

Otro detalle curioso es que los editores indican que lo presentado en las páginas es veraz, una descripción apegada a los hechos, aunque al analizar más detenidamente los diálogos pareciera que el argumento resulta un poco tendencioso, haciendo énfasis en la labor infalible de la policía mexicana, la cual, históricamente, no ha estado exenta de sobornos, extorsiones y corrupción. Sin embargo, la editorial publicó en los números 12 y 13 una carta escrita por los lectores y dedicada directamente a los editores, donde los lectores acusan a la publicación de no ser imparciales al momento de publicar casos, ya que comentan que no se había hecho mención a casos como el de “Matarife Mariles”, “Ladrón Merino”, “Los Pistoleros Izquierdo” y sus cómplices, los cuales fueron asesinatos sin aclarar por la policía. Este grupo de lectores no identificados indican que los ejemplares se enfocaban en los aciertos policiacos y no presentaban los casos donde, por error u omisión, la policía no actuó debidamente. La editorial desacreditó tales acusaciones argumentando que, por el momento, la editorial se encuentra recopilando información sobre más casos y en breve serán presentados.  

Dos muestras comparando una página del cómic con lo visto en el documental.

Quizás lo más sorprendente de esta colección fueron las imágenes, ya que aquí se utilizaron fotos reales de los cuerpos encontrados en la casa de Goyo Cárdenas: cadáveres en descomposición y desfigurados, partes corporales de las víctimas y sus pertenencias, como ropa, zapatos, etc., todo ello tomado de los archivos policíacos y de los periódicos de la época. Y, aunque la temática era francamente para mayores de edad, la editorial no lo indicaba ni en portada ni en interiores, por lo que estos ejemplares podían ser comprados por cualquier persona. También hacen alusión a sus “pastillas de invisibilidad”, las tizas que guardaba en la bolsa del pantalón y que fue uno de los elementos que se usaron en el juicio para sustentar su desequilibrio mental. Se desconoce si hay más números en esta colección, quizás en entregas siguientes se hablaría de su estancia en Lecumberri o en La Castañeda, pero son historietas muy raras e incluso la editorial misma es prácticamente desconocida. Cabe destacar que Gregorio Cárdenas no participó en la recopilación de datos ni en la creación de esta colección.

Continuando en orden cronológico, un año más tarde, en 1965, se publicó la colección Comisario en turno por Editorial Meridiano (Jacobo González, 2018). En esta fotonovela se presentaban historias basadas en hechos reales, pero se dramatizaban las situaciones para hacer más atractiva la colección al lector. Los argumentos involucraban asesinatos, secuestro, robos y demás temáticas similares; los protagonistas eran personas comunes que se veían involucradas en estos crímenes, y que deben enfrentar a la justicia, ya sea para confesar sus culpas o para corroborar su inocencia.

Destaca aquí el número 23, donde se presenta la historia “Goyo, el estrangulador de mujeres”, haciendo clara referencia a Gregorio Cárdenas. Al igual que la colección previamente mencionada, el argumento de este ejemplar inicia con el infame asesinato de Graciela. En las primeras viñetas aparecen los actores que dan vida a Gregorio y Graciela, llueve profusamente y ella sube al coche de Gregorio, discuten y él la asesina poco antes de llegar a su domicilio. Al llegar a casa, el asesino baja el cuerpo de su auto y lo deposita en el patio trasero, con el resto de sus víctimas. Días después, visiblemente alterado, acude a casa de su madre donde confiesa sus fechorías. Ella llama a la policía, quienes acuden para detenerlo y llevarlo a la comisaria. Aquí se hace referencia también a las ya conocidas “pastillas de invisibilidad”. Un par de páginas más adelante aparecen fotografías reales de la exhumación de los cadáveres, y aparece aquí, por primera vez, una fotografía de Gregorio Cárdenas. Lo vemos en dos viñetas: en una sostiene la cuerda con la que mató a sus víctimas, y en la otra está narrando lo sucedido, justo como cuando lo detuvieron. Aparecen también fotos de los cuerpos en descomposición, sin censura, mientras los investigadores los identificaban. La historia finaliza con la sentencia de Gregorio, que aparece de nuevo en la penúltima viñeta con la mirada fija en el piso, mostrando arrepentimiento y tristeza.

Fotonovela, con fotografías de Gregorio durante la detención..

Los editores acotan que los datos y fotografías que aparecen aquí fueron recopilados de los periódicos capitalinos del mes de septiembre de 1942, fecha en la que Gregorio fue enjuiciado, encarcelado y dio el salto a la fama por sus atrocidades. En la contraportada se anuncia que el episodio siguiente será el de Las Poquianchis, grupo delictivo formado por mujeres que se dedicaban a regentear un prostíbulo nutrido por inocentes mujeres víctimas de trata de blancas. Con esto inferimos que la editorial buscaba darle más impacto a su publicación, incluyendo no sólo casos ficticios o inspirados en hechos reales, sino que se convertiría en una especie de fotoperiodismo que comunicaría noticias sobre asesinatos y “notas rojas” (noticias que tenían un enfoque en historias que involucran violencia física, comúnmente ocasionada por robos, asesinatos, accidentes trágicos, encarcelamiento o ejecuciones, y también los desastres naturales). Ahora bien, como cualquier otra casa editorial, Meridiano exploró diversos géneros: se tienen documentadas series humorísticas, costumbristas e incluso de crítica social, pero al parecer no ahondaron más en el género policíaco, a pesar de que su estilo y calidad informativa eran muy buenas. Al igual que la colección previamente comentada, Gregorio Cárdenas tampoco participó en la creación de esta colección.

Página de Comisario en turno y la foto real del documental sobre Goyo.

Haremos aquí una pausa para recordar un momento clave en toda esta crónica: la liberación de Goyo Cárdenas, que sucedió en septiembre de 1976. Para ese entonces ya había escrito un libro llamado Celda 16, donde narraba sus vivencias en prisión, pero es aquí donde decide dar un giro a la forma de comunicar lo vivido tras las rejas y crea la colección de historietas más asociada a su persona: Lecumberri (Jacobo González, 2021b). Esta colección fue publicada en abril de 1977, pocos meses después de su salida de la prisión, por Editores Mexicanos Asociados, una pequeña editorial de la Ciudad de México. Esta editorial publicó inicialmente traducciones de cómic estadounidense con títulos como Submarino, Furia o Comandos, pero hacia el final de su trayectoria se centró en publicaciones más sórdidas, como Miseria o Conjura Satánica, por lo que esta colección encontró su lugar entre publicaciones similares. La colección lleva por nombre Lecumberri, en honor a la prisión donde purgó su condena.

Cuatro portadas de la colección Lecumberri.

Gregorio Cárdenas participó como guionista aquí, donde narraba las historias que le fueron contadas por los prisioneros de dicha cárcel. Podemos ver que esta fue una elección artística inusual para un exconvicto, y solo podemos suponer las razones que lo llevaron a escribir historietas: quizás vio el potencial que tienen los cómics como medio de comunicación, o tal vez sabía que en México se puede publicar prácticamente cualquier tema en historietas, aunque esto solo son conjeturas, ya que nunca se emitió una declaración oficial sobre su deseo de escribir cómics.

Lecumberri presentó adaptaciones gráficas de los crímenes reales que Goyo escuchó en la cárcel. En cada número, Gregorio presentaba una historia que le había contado algún recluso, y para dar credibilidad a la historia, se apoyaba en las noticias publicadas en periódicos de la época, como La Prensa y Novedades, y en una publicación llamada Revista de Policía. Los guiones fueron creados por el propio Gregorio Cárdenas, que también aparece en las viñetas como presentador. Al final de cada historia, da una recomendación moral, un consejo a sus lectores: «La justicia siempre castiga», afirmaba Goyo (Cárdenas, 1977).

Hay varios aspectos en la colección que reflejan la nueva “moralidad” de Goyo: vemos en algunas páginas unas palabras dirigidas al lector: «Querido lector: Quiero ser tu amigo y ayudarte, si es tu deseo y lo necesitas, porque quizás mi experiencia te sea útil» (ibidem). En la contraportada hay otra frase interesante: «siempre que tengas un pensamiento desviado que podría considerarse un crimen, trata de eliminarlo de tu mente, no conduce a nada bueno, solo a la cárcel» (ibidem). También dijo: «Y ese es el propósito principal de esta publicación, que a través de las historias de la vida real de aquellos hombres que vivieron en LA REGIÓN SOMBRÍA DE LOS CONDENADOS [refiriéndose a la prisión de Lecumberri], los lectores entiendan que el único camino en la vida es un camino recto, evitando así el sufrimiento y los problemas» (ibidem).

Después de leer estas declaraciones, es fácil imaginar de qué tipo de cómic estamos hablando. Las portadas tenían representaciones muy gráficas de diversos crímenes: decapitaciones, asesinatos, feminicidios, prostitución, contenido sexual explícito, cuerpos mutilados, violaciones, etc. Gregorio aparecía en cada portada, en la esquina superior derecha, mostrando su característico rostro calmado, en contraste con el horrible crimen que se presentaba.

Lecumberri es una colección única, impresa en pequeño formato y en papel de bajo precio.  La publicación fue un éxito, ya que duró casi cien números semanales. Como podemos ver, Gregorio Cárdenas conocía bien a su público: sabía que los lectores apreciarían esta muestra pecaminosa de crímenes, y además tenía una excusa perfecta para compartir los casos más sórdidos que escuchó en prisión. Ahora bien, aunque esto pudiera parecer como un muestrario de asesinatos reales, una búsqueda rápida en Google nos indica que quizás algunas de las historias pudieron ser ficticias, solo basadas parcialmente en hechos reales. Por ejemplo: el número 10 tiene por título “El Descuartizador de Tacuba”, y presenta la historia de un hombre que asesina a su esposa, llamado Leandro Jiménez Cuarón. No existe información referente a un criminal con ese nombre ni ese apodo, el cual es extrañamente cercano al del propio Cárdenas.  Por otro lado, hay casos bien documentados y foliados por el Poder Judicial en México, como el de Jorge Moreno Chauvet, asesino convicto que incluso falleció dentro de la prisión en condiciones no esclarecidas. Estas historietas son verdaderas joyas de alto valor coleccionable, ya que nunca han sido reimpresas y la editorial cerró sus puertas algunos años después; pero su valor no es solo monetario, sino que también tienen un valor cultural.

Por último, Gregorio despedía cada ejemplar con la frase “SURSUM CORDA”, que en latín significa “arriba los corazones” o “levantemos el corazón”, expresión usada en la liturgia cristiana. A pesar de tener texto e ilustraciones llenas de sangre, finalizaba con esta frase como si se tratase del cierre de una misa, una extraña dicotomía jamás vista en otras colecciones.

Poco después del cierre de esta colección, aparecería una subsecuente llamada Celda 160 (Jacobo González, 2023), que seguía el formato, paginación y estilo de Lecumberri, aunque aquí se cambió el antetítulo “las historias más estrujantes” por el subtítulo “problemas sociales”, porque Gregorio seguía narrando las historias de los reos, pero ahora se enfocaba en dar consejo sobre cualquier situación que se presentaba. Fue publicada por Publigraf S.A. en 1980, y aquí aparecían también argumentos creados por Goyo Cárdenas, como si se tratase de un segundo volumen de Lecumberri. Resalta aquí que en el pie de cada página aparecían breves líneas a modo de consejos: «respeta a los niños y a los ancianos», «la fe en ti mismo es el impulso creador», «los juegos de azar son malos» o «la madre de tus hijos es símbolo sangrado en tu hogar», por mencionar algunos de los que aparecen en el número 4 de esta colección. Tal parece que además de guionista Gregorio podría ser también predicador televisivo o sacerdote. Estas líneas podrían tratarse de un tipo de moralidad cristiana, que juzga acciones consideradas pecaminosas y enaltece valores tradicionales como la familia y el respeto a los mayores, lo cual contrasta con lo mostrado en viñetas: asesinatos, robos, maltrato físico, alcoholismo, etc. Quizás lo único que cambió respecto a la colección previa fue que en ésta no aparecían escenas explícitas de lo sucedido, sino que se presentaba más el conflicto interno del perpetrador, como si hiciese una introspección y analizase sus malos actos, lo que lo llevaría al arrepentimiento e incluso a aceptar su castigo en prisión como algo merecido.

Dos portadas de Celda 160.

Gregorio incluyó el siguiente párrafo en todos los ejemplares:

los casos que publicamos en esta revista de ninguna manera son con el propósito de provocar o exaltar el morbo o el delito, sino todo lo contrario, son para que el lector constate y haga conciencia de la ya tan consabida sentencia… ´quien hace el mal, el mal encuentra´ … y también para que juzgue por medio de estas mismas narraciones que el delito a nada bueno conduce. Es por lo anterior que pedimos a los lectores que todas las historias que se publican aquí sean un ejemplo a NO seguir. Gracias.

En tercera de forros aparecía nuevamente Gregorio comentando sobre situaciones mundanas que le contaban los lectores, y que le eran enviadas por correo hasta la editorial. Solo se tiene registro de cinco ejemplares en esta breve colección, la última escrita por Cárdenas.

Portada del número 15 de Asesinos en la Historia.

Finalizamos con la colección Asesinos en la Historia, unos cuadernos de 64 páginas publicados en 2009 por la editorial LEO Libros y Revistas (Jacobo González, 2022). La serie estaba enfocada en presentar los casos de asesinos históricos como Elizabeth Bathory, también conocida como “La Condesa Sangrienta”, o el caso de Benjamin Barker, “El Barbero Diabólico” (a quien Johnny Depp daría vida en la cinta de Tim Burton Sweeney Todd), aunque también aparecieron dos asesinos reales ya mencionados previamente: Las Poquianchis y Goyo Cárdenas. En el número 15 de la colección apareció la historia de “El Estrangulador de Tacuba”, con una portada hecha al estilo de la Marilyn Monroe de Andy Warhol: cuatro imágenes en diversos tonos de la fotografía más famosa de Goyo.  Se retoma la ya conocida historia de Gregorio Cárdenas, pero el equipo creativo se tomó varias licencias al adaptar esta historia. Por ejemplo, se presentó a Goyo como un joven alto y fornido, lo cual no era cierto. A pesar de este nuevo físico, Goyo era víctima de acoso escolar, y fue una de sus víctimas, Graciela, quien lo rescataba de sus acosadores, de lo cual tampoco hay registro.

Muestras de la dramatización de Asesinos de la historia.

En el resto de las páginas vemos, de forma más o menos apegada a los hechos, todos los asesinatos adjudicados a Goyo, su paso por la prisión, su indulto y liberación, e incluso un par de viñetas de la ocasión en la que se presentó en el Senado de la República, hablando acerca de su rehabilitación. En la última página se muestran algunas fotos con los diarios en los que apareció la noticia de su detención en 1942, e incluso se hace referencia a la colección de historietas Lecumberri. Un dato interesante es que los editores especifican que esta obra fue hecha por encargo, sin especificar quien solicitó tal adaptación. Tampoco tenemos datos específicos del argumentista, que firma como Tenoch, ni del adaptador, que se denomina El Ángel. El dibujante a cargo fue René del Valle, famoso dibujante mexicano de larga trayectoria en el medio. Al final esta colección quedaría solo como recordatorio de lo que fue Goyo, y de su impacto en la cultura popular mexicana, ya que, a más de diez años de su fallecimiento, sucedido en 1999, aún seguía presente en la mente de los editores de revistas policíacas y de terror.

 

CONCLUSIONES

Esta fue una mirada de cerca al asesino serial que escribió y protagonizó sus propias historietas, un extraño personaje que pasó del anonimato a la fama en tan olo cuatro crímenes; un hombre enigmático que fue un exitoso abogado, escritor y padre, e incluso fue considerado un ejemplo a seguir por algunos de sus contemporáneos; un hombre que pisó la región sombría de los condenados y salió de ella, bajo el aplauso y la luz de los reflectores, alcanzando estatus de celebridad en el trayecto.

Podemos definir su paso por el mundo de la historieta en tres etapas: en la primera fue protagonista de narraciones detalladas de los asesinatos, con fotografías reales y fechas concretas. Esta etapa sería la más apegada a la realidad, ya que pudimos confirmar que lo presentado en las viñetas era verídico, al tener respaldo de los periódicos más reconocidos de la época. Aquí colocaremos a Selecciones Policiacas y Comisario en Turno.

La segunda etapa fue la más famosa, con las colecciones Lecumberri y Celda 160, con guiones del mismísimo Goyo Cárdenas. Esta etapa es más gráfica, más visceral y morbosa, ya que presentaba asesinatos, decapitaciones y toda clase de aberraciones en portada, pero paradójicamente nos mostró el lado más humano de Goyo, porque aquí expresó, en cada página, su nueva visión del mundo, sus valores tradicionales nacidos de su supuesta rehabilitación y sus recomendaciones sobre los problemas que aquejaban al lector. En cuanto a la veracidad de los hechos presentados en estas colecciones, tenemos opiniones encontradas, porque algunos casos parecen solo estar inspirados en hechos reales, no contaban con respaldo ni documentación que los avalara, pero al ser narrados en primera persona, tienden a ser tomados como veraces, porque era el mismo Goyo quien narraba lo sucedido. Consideramos que podrían tratarse de licencias literarias, ya que era bien conocida la habilidad literaria de Goyo; o quizás también tenían elementos imaginarios: algunos casos eran tan descabellados y crueles que parece muy difícil aceptar que hubieran sucedido.

La última etapa consolidaría la leyenda de Goyo, dándole el mote de “histórico”, y agregando atributos al personaje que no coincidían con la realidad, como un físico fornido y una agresiva masculinidad. Para esta aparición en historieta se creó una portada estilo pop-art, confirmando así que es también un ícono de la cultura popular, equiparable a personalidades de fama mundial. A pesar de ser solo una remembranza por encargo, Asesinos en la Historia nos trajo de vuelta al que es considerado el más célebre asesino serial de México, Gregorio “Goyo” Cárdenas Hernández, el Estrangulador de Tacuba. Quizás fue un santo atormentado en el purgatorio de Lecumberri, o quizás fue un desequilibrado que alcanzó la paz mental y supo sacar provecho del morbo que conlleva el asesinato; lo que queda claro es que su legado en historieta es amplio y abarca diversas facetas de su vida y obra, convirtiéndolo en el más inusual guionista de comics que el mundo haya conocido. 

 

REFERENCIAS

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Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Cecilio A. Jacobo González (2023): "La región sombría de los condenados: los comics de Goyo Cárdenas", en Tebeosfera, tercera época, 23 (28-VI-2023). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_region_sombria_de_los_condenados_los_comics_de_goyo_cardenas.html