Title:
The smile. The sexuality of the clergy
Resumen / Abstract:
Las revistas ilustradas anticlericales españolas de los años treinta hicieron de la sexualidad del clero un tema recurrente, destinado a denunciar la hipocresía de los sacerdotes. Sin embargo, el propio cinismo de sus miembros hizo que el “sagrado manto de la Iglesia” proporcionara un espacio de libre sexualidad, sin miedo a condenas terrestres o espirituales, un espacio reconocido y aprovechado por las mujeres. Partiendo de propósitos críticos en contra de la religión y de la Iglesia, los dibujantes de historietas y de caricaturas terminaron proponiendo la visión de una microsociedad de monjes, monjas, curas y feligreses muy cercana de lo que sería para ellos una sociedad ideal, donde la sexualidad tanto de hombres como de mujeres se podría expresar libremente. Setenta años después, en los 2000, el tema de la sexualidad del clero conoce una nueva actualidad, esta vez sin referencia antirreligiosa o anticlerical pero centrada sobre los abusos, principalmente de índole pedófilo y de violación de monjas, así como su encubrimiento por la jerarquía católica. Estas críticas recientes pueden debilitar la institución, pero no la doctrina, en el sentido de que proponen una sexualidad donde todo sexo que no sea el propuesto o impuesto por el hombre adulto es excluido, donde se deniega a mujeres y niños otro papel que no sea el de víctimas pasivas, una visión finalmente muy parecida a la propuesta por las madres del pasado a sus hijas y a las tesis de las mismas religiones. / Illustrated Spanish anticlerical magazines of the 1930s have used the sexuality of the clergy as a recurring theme, destined to denounce the hypocrisy of priests. But the very cynicism of its members makes the "sacred mantle of the Church" provide a space of free sexuality, without fear of earthly or spiritual condemnation, a space recognized and used by women. Starting with critical purposes against the Church, the cartoonists and caricaturists end up proposing a vision of a micro-society of monks, nuns, priests and parishioners very close to what an ideal society would be for them, where sexuality of men as of women can express itself freely. At the turn of the 2000s, the issue of the sexuality of the clergy knows a new relevance, without anti-religious or anticlerical reference but centered on abuses, mainly pedophile abuses, rape of nuns and their cover-up by the Catholic hierarchy. Criticisms can weaken the institution but not the doctrine, in the sense that they propose a sexuality where all sex other than that proposed or imposed by the adult man is excluded, where women and children are denied any role other than that of passive victims, a vision finally very similar to the one hammered by the mothers of the past to their daughters and to the thesis of the religions themselves.
Palabras clave / Keywords:
Iglesia católica, Parafilias sexuales, Sexo en la Iglesia, La Traca, Representaciones sociales, Constructivismo, Sociopoética/ Catholic Church, Sexual paraphilia, Sex in Catholic Church, La Traca, Social representation, Constructivism, Sociopoetics
Notas:
Texto entregado el día 10 de mayo de 2024. Aceptado el día 8 de junio. El presente artículo proviene de una ponencia del autor presentada en el congreso Unicómic celebrado en Alicante en marzo de 2021.

 

LA SONRISA. LA SEXUALIDAD DEL CLERO

 

1. INTRODUCCIÓN

Una de las comedias románticas más famosas y premiadas (Oscar al mejor guion y al mejor actor para James Stewart) es Historias de Filadelfia, de George Cukor (1940). Esta película empieza con una escena de violencia doméstica, en la que el protagonista eminentemente positivo encarnado por Cary Grant empuja y tira al suelo a su esposa, Katharine Hepburn, porque esta ha roto voluntariamente uno de sus palos de golf. A lo largo de la película no se pronuncia ninguna palabra explícitamente sexual, estamos en el Hollywood de los años cuarenta, pero el guion trata única y exclusivamente de sexo: la pareja Grant-Hepburn se divorcia porque ella es supuestamente frígida. La protagonista va a volver a casarse con otro hombre, pero finalmente no lo hace porque en la víspera de la boda se embriaga y mantiene relaciones con un periodista (James Stewart), descubriendo así el placer carnal. Grant y Hepburn vuelven a unirse porque el principal obstáculo a su amor ha desaparecido mientras que tanto Grant como la novia de Stewart, Ruth Hussey, perdonan el episodio amoroso/etílico de sus parejas.

Evidentemente, la película está lejos de la visión dominante actual, según la cual ningún personaje masculino podría levantar la mano a su pareja y seguir siendo el bueno de la película. Además, las numerosas comedias románticas americanas actuales no cesan de insistir en que ningún pecado es peor que el adulterio: tener relaciones con otro u otra antes o después del matrimonio condena definitivamente la relación, visión opuesta a la que desarrolla el guion de Historias de Filadelfia. No se trata aquí de juzgar o de considerar si un punto de vista es preferible a otro, sino simplemente de medir la distancia que separa la representación de temas similares, aquí relacionados con la relación de pareja y la sexualidad, con ochenta años de diferencia.

Uno de nuestros primeros trabajos de investigación sobre las relaciones entre cómic y sociedad (Matly, 2020) describía la emergencia paralela desde el año 2000 de una reflexión académica sobre la homofobia con la publicación simultanea de tres álbumes de cómic: uno italiano, In Italia sono tutti maschi / En Italia son todos machos (2008); uno francés, Triangle rose / Triángulo rosa (2011), y finalmente uno español, Violeta (2018). Los tres describen la deportación de los homosexuales bajo los regímenes nazi, fascista y franquista. Nuestras conclusiones conducen a matizar las relaciones entre las instituciones (dictaduras como gobiernos democráticos, Iglesia) y una homofobia popular endémica. Las primeras utilizan a la segunda no tanto como un punto de doctrina sino como un medio de reforzar su poder.

El presente artículo tiene como objetivo medir la distancia temporal sobre otro tema, la visión pasada y presente de la sexualidad del clero, una temática evidentemente sensible[1]. Para ello se ha analizado el material gráfico de las revistas españolas anticlericales de los años treinta, donde este tema ha sido tratado abundantemente, y se ha procedido a una comparación con la visión actual, transmitida a la vez por trabajos académicos y por los medios de gran difusión. Para ello, hemos aprovechado el hecho de que el cómic ha adquirido una tercera dimensión, la del tiempo (Matly, 2023), y que es ahora posible (aunque no fácil) disponer de un material relativamente antiguo, lo que permite comparaciones entre épocas algo lejanas de producción de dicho material y nuestra propia época.

Las diferencias entre la percepción de la sexualidad del clero tal como la transmiten las revistas anticlericales de los años treinta y la visión que nos proporcionan actualmente los trabajos académicos y los medios llevan aquí a conclusiones que se pueden debatir o criticar. Pero tanto este análisis como el anterior (Matly, 2020) pretenden mostrar que, al menos al igual que otros medios de comunicación (incluso más), la imagen y el cómic son capaces de proporcionar mucha información sobre la sociedad, la que describe y aquella en la que se inscribe, ofreciendo un espacio valioso de debate histórico, sociológico o psicológico, y por eso constituyen una fuente muy valiosa para los investigadores en humanidades.

 

Fig. 1: Una de las cabeceras de La Traca.

2. MÉTODO

2.1.   Marco teórico

Nuestro análisis se inscribe en el doble marco teórico del constructivismo y de la sociopoética. El constructivismo, tal como se describe en la obra fundamental de Peter Berger y Thomas Luckmann  (2013: 8), considera que nuestra percepción de la realidad es una construcción social y se expresa en representaciones dominantes según países y épocas. Dentro de estas representaciones, algunas certezas son tan compartidas, tan consensuales, que se hacen transparentes, invisibles a los ojos de los contemporáneos. Nos inscribimos en estas construcciones, las de nuestra sociedad, las de nuestro lugar y nuestra época, sin tener consciencia de hacerlo, llenándonos de satisfacción y orgullo porque estamos persuadidos de que vamos a terminar con las oscuridades del pasado. No nos damos cuenta de que en otros países u otras épocas podríamos ser considerados tan oscurantistas, simplificadores y ridículos como nosotros mismos consideramos las creencias del pasado oscurantistas, simplificadoras y ridículas.

El segundo referente teórico de este trabajo es la sociopoética, definida por Alain Montandon como «el estudio de la inscripción en la escritura de las representaciones y del imaginario de la interacción social»[2]. Producto individual por excelencia, escribe Jacques Dubois, la obra de ficción tiene una función de solidificación de referencias colectivas, cristaliza un imaginario compartido, contribuye a la socialización, elabora los hitos de un mundo común, creando comunidades de interés (Dubois, 2007: 33-48). Además de entretenernos, interesarnos, enseñarnos, el cómic actúa como referente del lugar y de la época de su creación, es a la vez producto y productor de representaciones sociales.

2.2. Fuentes

El principal material gráfico analizado aquí procede de la revista La Traca (figura 1), una revista satírica valenciana cuyas raíces remontan al siglo XIX (el primer número aparece en 1884) y que cuenta con más de mil doscientos números ordinarios y extraordinarios (almanaques). Trataremos principalmente de su segunda época, durante la Segunda República, bajo la dirección de Vicente Miguel Carceller.

La revista se inscribe en la doble herencia del radicalismo político y de la picardía. Su radicalismo se traduce en particular por su antimonarquismo y su anticlericalismo, aunque este último no llega a ser tan violento como el de sus lectores: encuestas propuestas por la revista del tipo “¿qué haríais vosotros con un eclesiástico?” suscitan respuestas más propias del imaginario de Sade y de la Inquisición, prefigurando la matanza de eclesiásticos durante el primer año de la Guerra Civil. Este radicalismo se traduce por portadas particularmente violentas, donde el rey Alfonso XIII solo merece ser ahorcado (figura 2); los militares enemigos de la República, tales como Sanjurjo, tienen que ser pasados por las armas (figura 3), mientras que la Iglesia católica, la “gran bestia”, extiende su poder sobre el mundo (figura 4).

Figuras 2, 3 y 4.

La picardía de sus primeros números se mantiene en la segunda época de la revista (Carceller publica en paralelo revistas ligeras como Besáme), hace que La Traca aborde sin temor y con complacencia temas de índole sexual (ilustraciones 5 y 6), y la sexualidad del clero va ser uno de sus temas principales.

Figuras 5 y 6.

La Traca pagará finalmente su radicalismo con un elevado precio: en 1940, Vicente Miguel Carceller es detenido, torturado[3] y finalmente fusilado en el campo de tiro de Paterna, a las afueras de Valencia, junto con el dibujante Carlos Gómez Carrera, conocido como “Bluff”[4]. En la gran lotería de la justicia militar franquista, otros dibujantes, tales como Modesto Álvarez (que firmaba sus dibujos como “MA”, “Burlón” o “Modesto”), Juan Pérez del Muro, Enrique Soler y Godes o Arturo Ballester, se enfrentan al exilio o a la cárcel. José María Carnicero Hernández, autor de caricaturas particularmente ofensivas sobre Franco, es condenado a treinta años de prisión, de los cuales solo cumplirá tres en el monasterio de San Miguel de los Reyes de Valencia, probablemente por tener un padre arquitecto y una familia acomodada y bien relacionada.

Los colaboradores de la revista fueron condenados por el llamado delito de adhesión a la rebelión militar, con las circunstancias agravantes expuestas: «El semanario La Traca se dedicaba de la manera más baja, soez y grosera a insultar a las más altas personalidades representativas de la España Nacional, de la dignidad de la Iglesia y los principios informantes del Glorioso Movimiento Salvador de nuestra Patria, aprovechando la popularidad adquirida en años anteriores en beneficio de la subversión marxista»[5]. En las primeras décadas de la dictadura, estar en posesión de un numero de la revista podía suponer la muerte del portador (Guillamón, 2012).

Figuras 7 y 8.

Además del abundante material procedente de la revista La Traca, se han analizado otras dos fuentes: la primera, Fray Lazo (figura 7), efímera revista madrileña autodenominada «semanario anticlerical cortésmente desvergonzado», publicada el primer año de la Segunda República; la segunda,  El Straperlo (figura 8), una revista izquierdista no menos efímera que se publicó en 1936. Su anticlericalismo hace de La Traca y de Fray Lazo unos feroces oponentes al voto femenino, supuestamente sometido a la Iglesia. Eso se traduce por virulentos ataques contra Clara Campoamor y representaciones de un futuro Parlamento solo poblado de mantillas y sotanas.

Es necesario aclarar que tanto en La Traca como en las otras dos revistas mencionadas, el principal modo de expresión es la caricatura, y las tiras de cómic ocupan un lugar más discreto, además de encontrarse secuencias de dibujos como aleluyas, guirnaldas de personajes, calendarios, signos del zodiaco o simplemente yuxtaposición de caricaturas, resultando el equivalente de una historia dibujada. En consecuencia, el material gráfico presentado aquí es una muestra mixta de cómics y caricaturas.

La temática de la sexualidad del clero ha sido ignorada durante décadas tanto por los medios de comunicación como por la investigación científica, probablemente debido a su carácter atrevido. Sin embargo, conoce un renacimiento después del año 2000. Se pueden citar, entre otras obras, libros como La vida sexual del clero, de Pepe Rodríguez (2005); artículos como los reunidos en el cuaderno “Le sexe dans l’Église”, de Cahiers d’Histoire (Fossier et al., 2020: 9-22); películas de ficción como Spotlight (En primera plana), de Tom McCarthy (2016), cuyo trabajo de investigación ha sido recompensado por un Pulitzer, o Grâce à Dieu (Por la gracia de Dios), de François Ozon (2019); documentales como Religieuses abusées, l'autre scandale de l'Église (Religiosas abusadas, el otro escándalo de la Iglesia), de Marie-Pierre Raimbault, Eric Quintin y Elisabeth Drevillon (2019), y  Examen de conciencia, de Albert Solé (2021).

La descripción actual de la sexualidad en la Iglesia se presenta bajo una perspectiva diferente de la adoptada por las revistas de los años treinta, evitando cuidadosamente, en principio, toda connotación anticlerical o antirreligiosa y centrándose en los abusos sexuales en el seno de la institución. Sin embargo, esta temática ha ido saturando el discurso público sobre la Iglesia católica, y aunque no haya sido deliberada, provoca una mala imagen de la institución, agravada por la falta de transparencia y sus evidentes dificultades para responder a las acusaciones.

 

3. LA SEXUALIDAD DEL CLERO EN LAS REVISTAS ANTICLERICALES ESPAÑOLAS DE LOS AÑOS TREINTA

3.1. Un amplio panorama de la sexualidad del clero

Las revistas estudiadas muestran un amplio panorama de la sexualidad del clero, uno de los temas más presente en el material dibujado, tanto en sus relaciones internas (eclesiásticos entre sí) como sus relaciones con el entorno laico. En el caso de La Traca, solo la llegada de la guerra reduce la abundancia de ilustraciones sobre el tema.

 


Figuras 9 (superior) y 10.

 

En numerosos casos se describe a los curas llevando una vida matrimonial clásica, donde comparten los placeres y vicisitudes de una pareja estable, con una compañera evidentemente alegal y más o menos clandestina (figura 9). Los frutos de esta unión (ilustraciones 10 y 11) son los “sobrinos”, como los denomina el cura protagonista en Fray Lazo, escandalizado de que los críos que cuida se puedan considerar como sus hijos (figura 12). Se notará que su interlocutor es ciego, símbolo de una sociedad que cierra los ojos con benevolencia frente a una situación corriente y finalmente admitida.

 


Figuras 11 y 12 (arriba). Figuras 13 a 15 (debajo).

 

Otro tema recurrente es la incitación que los curas ejercen sobre las feligresas para que sean adúlteras. Esto se ha declinado en múltiples ilustraciones gráficas (figuras 13, 14 y 15). Se notará también que el deseo no es solamente masculino y que los feligreses pueden ser también objeto de seducción por las monjas (figura 16).

Otro tema abundante es el libertinaje en los conventos, un tema que probablemente debe menos a la experiencia de la vida corriente de los eclesiásticos y más a los mitos de la literatura erótica. Así, se encuentra de forma repetida el tópico de jardinero del convento (figuras 17 y 18).

 

Figuras 16, 17 y 18.

 

Aquí entramos en el reinado de la sexualidad femenina, donde las monjas tienen un papel dominante, con la amable complicidad de sus compañeros eclesiásticos masculinos. Se notará la figura recurrente de la monja vieja, posiblemente la madre superior, que se hace cómplice y disfruta del descontrol de la monja joven (figura 19). La descripción de las prácticas sexuales en los conventos, donde la mujer participa activamente, va de la unión entre una y otro (ilustraciones 20, 21, 22 y 23) hasta combinaciones múltiples (figura 24) y orgías (figura 25).


Figuras 19 y 20. Debajo, figuras 21 a 23. En la tercera fila, figuras 24 y 25.

El tema del embarazo (figura 26) y del parto (figura 27) se evocan a menudo a través de monjas embarazadas, siendo la imagen por sí sola el símbolo de la contradicción entre la condición religiosa y la ruptura del voto de castidad. En una ocasión se muestra un cura separándose de la mujer que no ha sido lo bastante cuidadosa y lleva el fruto de sus relaciones (figura 28): aquí el dibujante se da un magnífico pretexto para el juego de palabras (la separación del “estado” y de la Iglesia…).

Figuras 26 a 28.

La homosexualidad en los monasterios, tanto dentro del clero regular (figura 29) como secular (figura 30) y con hombres del exterior (figura 31), se representa también ampliamente por parejas en las cuales uno de los hombres es sistemáticamente afeminado, ya sea por tópico de la época o por necesidad de identificación para el lector.

Los dibujantes tratan dos prácticas sexuales de un modo específico: la pedofilia, ampliamente representada, que se describirá en el apartado siguiente, y la homosexualidad femenina, que no aparece casi nunca en las revistas y en cualquier caso nunca cuando se trata de la Iglesia.

 

Figuras 29, 30 y 31.

3.2. La pedofilia

La pedofilia es la única práctica sexual condenada per se por las revistas, mientras las otras prácticas hetero u homosexuales son consideradas con benevolencia y solo desacreditadas en razón de la hipocresía del clero, de la distancia entre su discurso moralizador y sus prácticas. Es también un tema recurrente en la presentación de la sexualidad del clero, con múltiples referencias a actos con niñas menores de edad (ilustraciones 32, 33, 34 y  35). «Yo me encargaré de la niña», dice un cura babeando para ilustrar la tercera virtud teologal, la caridad (figura 36).


Figuras 32 a 35. Debajo, imagen 36.

 

De igual forma se presenta la atracción hacia los niños, también ampliamente representada (ilustraciones 37, 38 y 39).

Figuras 37, 38 y 39.

El acto pedófilo con niños varones es a veces mostrado de una forma extraordinariamente explícita, como en el dibujo en el que el niño se queja de no poder respirar cuando el cura le sodomiza, lo que le vale una respuesta irónica del eclesiástico, que se sorprende que su víctima respire por “ahí” (figura 40) o la tira donde los sombreros del violador y del violado simulan el acto (figura 41).

Figuras 40 y 41.

La cólera del niño en esta última tira es una de las múltiples reacciones de los niños y niñas frente al riesgo pedófilo, está lejos de reducirse a una obediencia ciega, inocencia perdida y trauma posterior. En un número importante de dibujos, los menores muestran desconfianza y suspicacia frente a los acercamientos de los curas. Así, una niña pregunta si los bombones que le propone el cura no son más que pastillas contra su impotencia (figura 42), un niño dice que un poco de respeto hacia los menores evitaría que la prensa hable tan mal del clero (figura 43) y unos menores hasta citan un escándalo contemporáneo, el del cura del pueblo catalán de El Cogul trasladado bajo protección por su jerarquía para salvarlo de la venganza popular por haber violado a una niña de once años (figura 44).

Figuras 42 a 44.

Se notará que la pedofilia femenina, un tema ya evocado en La Traca en periodos anteriores (ilustraciones 45 y 46), aparece también en la expresión de la sexualidad del clero (figura 47). Allí también se muestran exclusivamente deseos de mujeres hacia niños varones, mientras que la homosexualidad femenina se excluye de nuevo en las relaciones entre adultas y menores.

Figuras 45, 46 y 47

Más preocupante que la violación de los cuerpos, la cercanía a los curas significa la violación de los espíritus denunciada por Fray Lazo (figura 48), lo que sintetiza La Traca en un dibujo algo chabacano pero explícito: el niño entra en el colegio religioso con un gran cerebro y un trasero pequeño y termina saliendo con un cerebro disminuido y orejas de asno pero con un gran trasero (figura 49).

Figuras 48 y 49.

3.3 Nunca pecamos

«No olvides, riquina, que nosotros nunca pecamos». Este dibujo de El Straperlo (figura 50) nos libra la dimensión fundamental de la sexualidad del clero: los eclesiásticos crean para ellos y sus parejas, sean cuales fueren, mujeres, hombres o niños, un espacio de libre sexualidad, sin miedo a condenas terrestres o espirituales.

Figuras 50, 51 y 52.

Este espacio de libre sexualidad es reconocido y aprovechado por las mujeres. Un rasgo aparece sistemáticamente en todas las representaciones del material gráfico analizado: la sonrisa de las mujeres, una sonrisa permanente, infalible, omnipresente. Monjas y laicas reciben la atención del monje o del cura con agrado, y en muchos casos la provocan (ilustraciones 51, 52, 53 y 54).

Figuras 53 y 54.

La crítica del clero en las revistas estudiadas se acerba cuando trata de su gula, su pereza, su avaricia, sus incursiones en la política, pero cuando se trata de su sexualidad, la crítica se diluye, porque el clero no deja de ofrecer un rincón de paraíso laico aunque solo sea para satisfacer sus propios deseos.

Figura 55.

Las revistas anticlericales se burlan o condenan las prácticas del clero por su hipocresía, pero finalmente muestran que el “sagrado manto de la Iglesia” proporciona un contexto en el que las mujeres, religiosas o laicas, pueden expresar libremente su sexualidad (figura 55). En otros términos, la Iglesia propone paradójicamente una sociedad ideal tal como era percibida por los liberales de la época, liberada del pecado original, donde la sexualidad, tanto de los hombres como de las mujeres, se puede vivir sin relación de poder, sin reprobación ni represión. Esto se traduce por dibujos magníficos, finalmente exentos de toda crítica y llenos de romanticismo y de ternura, celebrando el amor y el sexo con eclesiásticos (ilustraciones 56, 57,  58 y 59).

Figuras 56 y 57.


4. LA SEXUALIDAD DEL CLERO EN EL SIGLO XXI

El tema de la sexualidad del clero, llevado en España en razón de la ola de anticlericalismo que acompaña la llegada de la Segunda República, desaparece con la victoria del alzamiento armado y la llegada de la dictadura. Abundantemente tratado por la literatura erótica francesa hasta el final del siglo XIX, asociando anticlericalismo y deseo de divertir a su público[6], el tópico del cura libidinoso y la monja libertina casi desaparece en otros países en el siglo XX. En la literatura, en los ensayos, en la opinión pública, el tema casi no existe.

Ya en el siglo XXI se constata un renacimiento y una importancia creciente del tema de la sexualidad del clero, tratado de una manera particular. En primer lugar, se evita o se pretende evitar toda referencia a sentimientos antirreligiosos o anticlericales. La libertad ha cambiado de bando: cuando antes el libre pensamiento era la doctrina que se oponía a la religión, esta es ahora considerada intocable en nombre de la libertad de pensamiento. En segundo lugar, no se pretende abarcar el tema de la sexualidad del clero en su conjunto y se concentra únicamente sobre los abusos sexuales cometidos por algunos miembros masculinos de la Iglesia católica.

La pedofilia, antes vista como una desviación sexual extraña y algo embarazosa, es considerada ahora como el mal absoluto[7] y constituye el tema principal de las denuncias a la Iglesia, condenando a la vez el acto, su impunidad y su encubrimiento por la jerarquía. Aun si el propósito no es anticlerical, la denuncia de la pedofilia se convierte en un discurso dominante sobre la Iglesia católica que la institución, mal acostumbrada por años de silencio, tiene mucha dificultad para contrarrestar.

El discurso desarrollado tanto por los medios de prensa como por las investigaciones académicas es unívoco: un eclesiástico abusando de su poder de maestro y de líder espiritual para tomarse libertades sexuales con los menores indefensos confiados a su cuidado por padres que no podrían imaginarse que tal hecho pudiera ocurrir. Una jerarquía que encubre los hechos, que trata de silenciar a las víctimas, que protege al eclesiástico y lo transfiere a veces a otros puestos donde seguirá en posición de repetir actos similares. Una impunidad penal de muchos de los eclesiásticos debido a denuncias tardías, hechos prescritos o sistemas judiciales inadecuados. Unas victimas que buscan en vano apoyo en su entorno familiar y cercano y sufren traumas durante toda su vida.

Otro tema de abusos es la violación de monjas, una práctica que ha aumentado en los años noventa en razón de la pandemia de SIDA. Mientras que antes los eclesiásticos encontraban parejas fuera de la institución (feligresas, prostitutas), el peligro de enfermar indujo a muchos de ellos a buscar parejas sexuales dentro de la misma Iglesia. De aquí las denuncias de relaciones forzadas, violaciones de monjas, desarrollo de redes internas de prostitución en conventos de países pobres, abortos forzados, etcétera[8]. Como en el caso de la pedofilia, el sujeto es el eclesiástico, el hombre, el culpable que se impone a sus víctimas, a menores o a mujeres de Iglesia indefensos.

 

Figuras 58 y 59.

5. CONCLUSIONES

Las revistas de los años treinta ponen en perspectiva pederastia y catecismo, considerándolos de la misma índole, como violaciones, una de los cuerpos, el otro de los espíritus. Entre la primera, esporádica y representativa de los defectos de la condición humana, y la segunda, sistemática y masiva, los periódicos nos dejan pocas dudas sobre cuál de estas violaciones consideran más dañina. Un tal discurso, reconocido como propio por buena parte de la izquierda de la época, es inimaginable hoy en día. Esto por sí solo mide la distancia entre las dos épocas. Esto también nos incita a explorar la relación entre cuerpo y espíritu tal y como la tratamos ahora. En nombre de la libertad de disponer de ellos, los cuerpos están cada vez más protegidos por las reglas penales. En nombre de la libertad de pensamiento, los espíritus lo están cada vez menos. Que niños absorban cantidades de creencias no verificables o perjudiciales, que adultos estén sometidos a tesis negacionistas, teorías del complot, mentiras políticas o de cualquier otra índole difundidas por los medios y las redes sociales no es justiciable por la ley.

En 1975, Laura Mulvey evoca el male gaze, una visión masculina de nuestra sociedad compartida tanto por hombres como por mujeres (Mulvey, 1975: 6-18). No cabe duda que la Iglesia es una institución de dominación patriarcal, donde a la mujer se le deja poco espacio, aparte de servir al hombre, y que sus prácticas en materia de sexualidad a menudo tienden a ser caricaturas machistas de las prácticas de nuestra sociedad. En aquel momento, el male gaze se establece como dogma asumido y no sufre ninguna contradicción.

La noción de male gaze se aplica también literalmente a las revistas de los años treinta, donde los colaboradores son todos hombres: su visión de la sexualidad del clero deriva de una percepción ante todo masculina fruto de la época. Se le podrían reprochar las convenciones gráficas del tiempo, como los pechos desnudos de algunas protagonistas mientras que las partes íntimas de los hombres son modestamente disimuladas. Se podrá admitir que sus representaciones de monjas erotómanas responden a la mitificación de la mujer prohibida (como la mujer blanca para el discriminado negro). Es innegable su incomodidad frente al amor lésbico, forma de sexualidad en la que el hombre no tiene ningún protagonismo.

Pero hay que reconocer que la visión de las revistas de los años treinta abre un amplio espacio al reconocimiento de la sexualidad femenina, que las mujeres representadas resienten, deciden, actúan y más de una vez toman la iniciativa. Hoy presumimos de la modernidad de nuestro punto de vista sobre la igualdad de género, sobre la libre elección de nuestra sexualidad, sobre el derecho de disponer de nuestro cuerpo. Pero ya sea dentro de la Iglesia, donde el sexo ocupa y siempre ocupará un lugar, o bien en la sociedad entera, nuestra representación actual de la sexualidad tiende a reducirse a las patologías casi exclusivamente masculinas (violaciones, violencia doméstica, acoso, incesto y pedofilia, etc.). Esta representación sin sexualidad femenina es algo perversa y podría finalmente contribuir a la consolidación de este male gaze en nuestra sociedad.

Envía una imagen de la sexualidad (en la Iglesia y finalmente en general) en la que el hombre recibe y la mujer da y en la que todo sexo que no sea propuesto o impuesto por el hombre adulto es excluido. Donde la sexualidad femenina no se considera más que como un fantasma masculino. Donde se deniega a las mujeres y a los niños otro estatuto que no sea el de víctima. Finalmente, se trata de una construcción ideologizada, contraria a la idea de la igualdad de género, más cercana al discurso defendido por las religiones y las madres del pasado, una representación que contribuye a la perpetuación de los esquemas machistas en las nuevas generaciones.

Hace casi un siglo, las revistas de los años treinta proponían una percepción diferente de las prácticas sexuales (en la Iglesia y finalmente en general) donde la mujer era tan sexuada como el cura o el monje y donde hombres y mujeres a la vez daban y recibían. La diferencia puesta en evidencia por los cómics y las caricaturas españolas de esta época nos incita a dudar de los progresos de los cuales nos enorgullecernos ahora. No cabe duda de que hay abusadores y víctimas, pero construir una sexualidad hecha exclusivamente de monstruos y víctimas indefensas traumatizadas de por vida podría conducirnos a caminos opuestos a los que pretendemos seguir, hacia una sexualidad liberada de los prejuicios del pasado y a una igualdad de género. ¿Seríamos en estos aspectos una sociedad progresista o retrograda?

 

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RAIMBAULT, M.-P. ; QUINTIN, É., y DREVILLON, É. (2019): Religieuses abusées, l'autre scandale de l'Église. Francia, É. Colomer (prod).

RODRÍGUEZ P. (2005): La vida sexual del clero, Barcelona, Bolsillo Byblos.

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VIDAL-FOLCH, X. (2008): "Groupes de pression dans l'Espagne actuelle", en Pouvoirs n° 124, pp. 63-84.

 

NOTAS

[1]     Xavier Vidal-Folch habla de la instauración de una democracia cripto-católica durante la Transición y la llegada de los socialistas al poder (Vidal-Folch, 2008: 63-84). En la actualidad, según el artículo 525 del Código Penal, se castiga con pena de multa de ocho a doce meses a aquellas personas que ofenden en público los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa.

[2]     Traducción propia del original francés: «l'étude de l'inscription dans l'écriture des représentations et de l'imaginaire de l'interaction sociale» (Montandon, 2000: 8).

[3]     Se dice que Canceller fue obligado a tragar varios números de La Traca.

[4]     Bluff era tildado de “dibujante satánico” por sus enemigos políticos.

[5]     Sentencia de condenación a muerte de Vicente Miguel Carceller por un tribunal militar franquista, 1940.

[6]     Se podrían citar cientos de ejemplos con autores como Sade, Restif de la Bretonne, Mirabeau, etc., con una probable multiplicación de los libros en épocas de tensión con la Iglesia, como el final del siglo XVIII, preludio de la Revolución, y el final del siglo XIX, preludio de la separación de la Iglesia y del Estado.

[7]     El investigador Jean-Claude Guillebaud considera que la reciente y violenta demonización del incesto y de la pedofilia resulta de un balanceo con la aceptación contemporánea de la homosexualidad: la sociedad necesita valores negativos para afirmar su identidad y perdiendo unos se busca otra (Guillebaud, 1998). Véase, por ejemplo, el documental presentado en Arte (Raimbault et al., 2019).

 

Creación de la ficha (2024): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Michel Matly (2024): "La sonrisa. La sexualidad del clero", en Tebeosfera, tercera época, 26 (14-VII-2024). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_sonrisa._la_sexualidad_del_clero.html