LAS BESTIAS, NOSOTROS.
Una de las portadillas interiores, que Ippólito resuelve con estilo hiperrealista.
Abel Ippólito se dio a conocer en el panorama español de las viñetas con “Un pequeño truco”, una sorprendente historia de cuatro páginas en blanco y negro publicada por Toutain en la revista Zona 84 Especial Concurso que apareció en 1989, cuando Ippólito ya seguía con admiración las obras de los jóvenes Das Pastoras, Miguel Ángel Martín o De Felipe. Desde entonces, el periplo de Ippólito por las páginas de fanzines como El Tebeo Veloz, de revistas como Totem el Comix o I.M.AJ.EN d.e Sevilla y por muchas salas de exposiciones como ilustrador ha sido incesante. Entre tanto trabajó durante más de un año en Japón para las revistas de Kodansha Afternoon y Morning con su serie La familia sapo. Para la realización de Nosotros las bestias, último de sus libros hasta la fecha publicado por Edicions De Ponent en noviembre de 2009, el autor ha empleado siete años. Así, ha resultado un libro de cómic denso argumentalmente e inquietante emocionalmente.
“…y todo se oscureció.”
Un prólogo es una llave que abre una puerta. En este caso quien gira la llave es Jose María Conget –autor de El olor de los tebeos-, que además de hacer una sinopsis del cómic de Ippólito apunta a las referencias adecuadas –desde el viaje a los infiernos de Dante, el romanticismo decimonónico o los arquetipos para interpretar el alma humana de Jung- para que el lector prevea el libro que visita.
Por su parte, Ippólito también presenta un prólogo en seis viñetas con el que conocemos un hecho de crucial importancia y desencadenante del resto de la historia y a su principal protagonista: Cristiano, quien ha perdido a su hija Lucía. lo que le convierte en “un Dante” en busca de “una Beatriz”, en pos del amor perdido. Esta pérdida, acompañada por un sentimiento de culpa, provocará que Cristiano descubra el lado oscuro del corazón humano, del suyo propio, tras caer en una espiral de locura y depravación con la que rozará el Infierno.
“Una tarde soleada” que súbitamente oscureció para él como un cerrado luto, dará lugar a un viaje con el que Cristiano descubrirá al hombre y a la bestia protagonistas de esta “Humana Comedia”.
¿Cómo mantiene Ippólito la tensión narrativa si ya conocemos mucho de la historia antes del primer capítulo?
El cómic está dividido en nueve capítulos narrados en primera persona, presentados cada uno con numeración, título y una ilustración a lápiz y a página completa que resulta estremecedora. Se trata de un guión complejo cuyo hilo argumental principal es la vida de Cristiano, un ilustrador de cuentos infantiles que ha perdido a su hija. Un hombre tímido que vive con un padre soberbio y sin el amor de su ex mujer, quien mantiene una relación con su editor. Cristiano decide abandonar su trabajo y su ciudad. A consecuencia de un accidente, Cristiano acaba en una isla que es un infierno de almas condenadas, de bestias, donde conocerá el pecado, pero donde también conocerá el amor y el perdón.
Una obra con veladas metáforas autobiográficas, en la que cada capítulo se desarrolla en una extensión diferente, desde las cinco páginas del capítulo cuarto, a las treinta y una del capítulo octavo; a la vez también encontramos diferentes registros gráficos que van desde las oscuras páginas oníricas que narran las pesadillas de Cristiano, hasta las páginas infantiles y limpias del pollito Pió-Pió, o las viñetas de “línea clara” que componen las tres páginas que a modo de epílogo cierran el libro. La utilización de distintos estilos, además de adecuarse a cada discurso, facilita la transición entre historias que se entrecruzan con la principal. Estos recursos se asocian al acertado sentido compositivo de la página que posee Ippólito, capaz de utilizar desde la estructura clásica de tres tiras de cuatro viñetas con marcos, pasando por la ilustración a página completa, hasta la composición a la manera de cuento infantil ilustrado, destacando a su vez la variedad de planos entre viñetas. De todo ello tenemos claro ejemplo desde el Capítulo I, titulado “LA HUIDA” y presentado con una ilustración que resulta, como poco, aberrante: una bestia perfora el cuello de Cristiano mientras le mantiene abiertos los ojos para que observe cómo su hija le arrancó el corazón y se dispone a devorarlo felizmente. De las quince páginas que ocupa, las tres primeras son de delirio, son la pesadilla de Cristiano por la pérdida de su hija. Un sueño que se expresa con un estilo oscuro y de trazo vigoroso y que va salpicando toda la obra con gran fuerza expresiva a la vez que es el encargado de mantener la cohesión entre el dolor de Cristiano y el acontecer del relato.
Boceto inicial para las cubiertas, con una imagen que se extendía por las solapas. Abajo, la versión definitiva.
“¡Pió-Pió! Me gusta tanto estar vivo, ¡Pió-Pió!”.
Esta cancioncilla despierta a Cristiano de su pesadilla, la canta el pollito Pió-Pió, un personaje de su invención – recordemos que Cristiano es ilustrador de cuentos infantiles- y que aparece en la obra ocupándola a veces con protagonismo propio, buscando su sombra; o bien, entremezclado en la trama principal, ayudando a Cristiano, y en ambos casos con un dibujo de estilo infantil, de amables líneas redondeadas. Gráficamente, el relato del pollito Pió-Pió es la antítesis de las páginas que se ocupan de las pesadillas del protagonista.
Con Cristiano despierto, empezaremos a conocer a una serie de personajes que ayudarán a construir un discurso narrativo con abundantes acontecimientos. Ya en este primer capítulo conocemos a su padre, un hombre de carácter fuerte y decidido, muy diferente a lo apocado del espíritu de Cristiano. También conoceremos a Carlos, representante editorial de Cristiano y amante de Marisa, su ex mujer. ¿Le puede ir peor al protagonista? Pues unos doctores –curiosamente los primeros reconocibles como bestias- le diagnostican la enfermedad de Keufmazn, que básicamente tiene como consecuencia la posibilidad de morir en cualquier momento. Cristiano decide entonces emprender la huida a ninguna parte. Fin del primer capítulo.
En su huida y por accidente, Cristiano -con sus recuerdos como pesadillas y con la compañía de Pió-Pió- llegará hasta una isla gobernada por un sádico alemán en silla de ruedas, un lugar de depravado recreo para millonarios excéntricos donde el “pasmao” de Cristiano, como le llama Caín, uno de los esbirros del alemán, se enamorará y comenzará a conocer los más turbios deseos del sentimiento humano, a descubrir a las bestias, se mezclará con ellas, será una de ellas. Los nombres de los protagonistas y el del propio autor entran en juego, son señales.
Este dinamismo en la trama, junto a una amplia nómina de personajes secundarios: Morena, Silvia, el Chino… que interrelacionan entre ellos y con el protagonista, y unido a lo expuesto sobre el apartado gráfico, es la respuesta a cómo mantener la tensión de la historia y hacerla inquietante e interesante hasta el final. Todo es significativo, cada detalle cuenta.
Página del inicio y página del final de la obra. Abel Ippólito utiliza diferentes niveles de acabado en algunas páginas, siendo las menos icónicas las protagonizadas por Pió-Pió.
Tortilla de cristales.
Pero si hasta ahora he señalado los que parecen aciertos indiscutibles en el cómic de Ippolito, no sería de rigor concluir sin apuntar los detalles que hacen que la obra no sea “maestra”. La elaboración del cómic durante siete años indica que es una obra bien meditada, pero también implica una gran dificultad para mantener un estilo expresivo uniforme y que no ofrezca fracturas apreciables en el resultado final. Así, encontramos un dibujo detallado y ágil que después del capítulo cinco, a veces, se me antoja algo más descuidado, resultando la escena menos elaborada, más ruda. En otro sentido, parece que es mostrando escenas de sexo no convencional como únicamente se puede ilustrar la naturaleza de las bestias, ya que es junto a algún episodio violento –matan a algunos “jipis” que llegan a la isla- la fórmula elegida para escenificar el acercamiento al tenebroso interior que todos encerramos, solución con la que, al menos yo, no quedo satisfecho.
Cabe señalar que Edicions De Ponent ha publicado un cómic de muy buena factura y en excelente papel. Pero, y por último, una súplica a editores y autores: cuiden y revisen la ortografía en sus publicaciones. Valga el ejemplo del nombre del pollito que a lo largo del cómic pasa por: Pio-Pio, Pío-Pío y Pió-Pió; o el de la errata en el periódico que lee el protagonista en el último capítulo donde por “Adolescente”, se lee “Adoscente”.
Detalles que no han de alejarnos de la huella única que como autor, como dibujante y narrador, imprime Abel Ippólito a cada una de sus obras y del que siempre esperamos con ganas la siguiente.