LAS TRANSICIONES DE ANNE MARBOT Y LA SINGULARIDAD DEL ORNITORRINCO
TOMÁS ORTEGA

Title:
Anne Marbot's transitions and the uniqueness of the platypus
Resumen / Abstract:
Reseña del tebeo 'Transiciones. Diario de Anne Marbot', de Élodie Durand / Review of Élodie Durand's comic 'Transiciones. Diario de Anne Marbot'
Palabras clave / Keywords:
Disforia de género, LGTBIQ/ Gender dysphoria, LGBTIQ
  • No me digan que estas crías de ornitorrinco no son adorables.
  • La aparición del ornitorrinco en una viñeta de Transicciones.
  • El segundo esquema del espectro de género resumido por Pierre.
  • La Doctora safe al rescate de Alex y Anne.
  • Alex pidiendo ayuda a sus padres.
  • Anne en plan liberada y reivindicativa.
  • Una masa de pelo enmarañado funciona como símbolo de la confusión de la protagonista. Como vemos aquí se convierte en un bello plumaje.
  • El colirrojo real de Anne Marbot.
  • Una muestra de la contrastada luminiscencia del ornitorrinco.

LAS TRANSICIONES DE ANNE MARBOT Y LA SINGULARIDAD DEL ORNITORRINCO

 

No se asusten con el ornitorrinco, que nadie se apure por este animal único entre las especies, este raro mamífero que sobrevive todavía a la máquina humana en los ríos y riachuelos de Australia, que tiene una peculiar cara de pato, de ahí viene su nombre en griego, ornitho, pájaro, rynchos, hocico, morro, y cuya hembra pone huevos y amamanta a unas crías con aspecto adorable para el público grande y para el público chico. Sin dientes, los machos poseen una especie de espolones venenosos que les dotan de protección. En el cómic Transiciones. Diario de Anne Marbot, de Élodie Durand, sale a relucir su particularidad más destacada: la determinación de sexo. En lugar de poseer dos cromosomas como la mayoría de los mamíferos, los monotremas como el ornitorrinco cuentan con diez: cinco X, cinco Y, cuya combinación determina el sexo. Las páginas de Transiciones, obra de carácter pedagógico y documental, giran en torno a la transformación de una persona real representada por el alias, Anne Marbot, madre francesa joven con dos hijos pequeños, y de su hija de diecinueve años, primero Lucie y luego Alex, que es mayor de edad, cabal, reflexiva e inteligente, y que ha decidido transicionar. Cuenta la historia de la salida del armario de esta esforzada madre que desde su perspectiva tratará de entender a su criatura, ya que siempre habían estado unidas, preguntándose quién es su hija, pues cree vivir con un desconocido, y se enfrenta al dilema de su propia identidad. A vueltas con las identidades de género, en Transiciones la biología juega un papel relevante, Anne Marbot, investigadora universitaria de biología animal, dedica un largo proceso de recopilación exhaustiva de informaciones para comprender y no perder a su hije... Pues sí, el hije se menciona aquí, porque el lenguaje también está en danza. Hasta llegar a reconocer a Alex, la protagonista se irá transformando en un ave liberada. Ella prefiere un animal más grácil que el peludo ornitorrinco acuático, optando por las alturas y volar como un ave coloreada, una muestra de colirrojo real con los colores del arcoíris, que será un símbolo de mutación positiva en las páginas de Transiciones.

El título del volumen nace de la primera nota de Anne Marbot en su diario, con idea de abordar las diferencias de sexo, género y expresión de género en su ámbito social. La historia real de Transiciones transcurre desde el 21 de enero de 2017, en un proceso que dura casi tres años y que culmina en el confinamiento de la pandemia ocasionada por la covid en 2020. En el diario se intercalan comentarios y conclusiones de la protagonista, de diversa índole, para dirimir estas cuestiones de identidad y de género, entablando un diálogo con la biología, la filosofía de la ciencia y algunos episodios históricos. El hilo conductor con visos de reportaje se articula alrededor de ese largo proceso de conocimiento y búsqueda de comprensión de su criatura, desde el momento en el que su hija le dice que es un chico y la vida de Anne salta en pedazos en las viñetas iniciales. La psicóloga safe[1] de planificación familiar juega un papel relevante en el proceso: «Cada cual tiene su propia composición de género. Es única». Su hija lo primero que le dice es que es un chico y que no está enferma. Anne, que se creía tan abierta, junto a su pareja, Pierre, que no es el padre biológico, se esfuerzan en encontrar información, atravesando una intensa lucha interna con procesos de angustia, de rabia, de culpa por concebirla cuando aún era demasiado joven, por separarse, por la sensación de pérdida de control, por la comunicación rota con su criatura, pues en el lío de los nombres le llama su criatura, como le recomienda la psicóloga. Al principio, Anne culpa a la sociedad, a las redes, al patriarcado, al machismo, a los médicos, etc., pasando por un proceso negacionista hasta alcanzar finalmente la aceptación, la implicación y un largo proceso de adaptación. Acorde con estos procesos personales, la composición de la página, que tiene por base seis viñetas por página, se fragmenta, a veces con ajedrezados, quitando marcos a la viñeta, otras con viñeta única con imágenes compuestas de dos páginas enfrentadas. La autora, Élodie Durand, utiliza el color para expresar emociones primarias, variando la base de tinta negra con sombreados de grises, por ejemplo, o coloreando los recuerdos asociados a la infancia con un trazo menos definido y líneas multicolores diferenciadas. Incluye composiciones de página variadas, alterando el número de viñetas, e imprime tonalidades multicolores que se van imponiendo en el relato, rompiendo la linealidad cromática, por ejemplo, en el cabello rosa de la protagonista, en su ropa que va mudando hacia dicha tonalidad, o en coloridas imágenes de personas bailando y contorneando el cuerpo. Hasta la carta final en la que Alex se expresa, liberado, tras haber conocido «la cólera, el miedo, la vergüenza», con tonos azules fuertes y puntos de múltiples colores. La autora logra un equilibrio entre la narratividad de la historia de Anne, la exposición de contenidos didácticos, aunque a veces demasiado profusa, y la expresividad de las emociones de los personajes.

La protagonista llega a afirmar, en relación con las nuevas ideas aprendidas, que, partiendo del hecho reproductor, el dualismo de género, en combinación binaria macho-hembra, que está vinculado al concepto clásico de la ciencia, fuente de nuestro sistema social, no es pertinente, y lo rebate poniendo como ejemplos las aves y los peces[2]. Asume que las derivaciones de la transfobia y la homofobia proceden del sexismo, la discriminación más importante, y se replantea la norma y su proceso de burocratización, para a la postre cuestionar la estructura y la organización de la vida social inculcada como verdad absoluta. Capítulo aparte merecería la cuestión del lenguaje como herramienta de poder, que también se pone en solfa: la utilización del género, neutro, el llamarle criatura, o cuando Alex les llega a gritar: «Dejad ya de malgenerizarme», solicitando que lo llamen por su nuevo nombre. Ya que, para algunos trans, los insultos y los comentarios no afectan tanto como que el trato sea en masculino o en femenino. Anne entonces se familiariza con términos como sororidad o empoderamiento, aprendiendo a hablar de nuevo, para luego implementarlo en su departamento de la universidad. Ya convencida, reclama acción ante las agresiones físicas: «¡Hay que reaccionar, formarse, preocuparse de los problemas de verdad, rebelarse contra todas las discriminaciones!». Por fin se reencuentra con su criatura, con Alex, y el cómic termina con un mensaje positivo indicando que en Países Bajos se dejó de incluir el género en el carné de identidad.

Transiciones tiene mucho de concienciación cívica, es una declaración de intenciones sobre la normalización, la despatologización, la ampliación de los derechos de la comunidad LGTBI. La transición de género es un asunto todavía espinoso que recuerda a los casos del aborto, puesto de nuevo en el candelero, y al matrimonio gay, pero en este caso también se suma la delicada situación de la niñez y adolescencia. Aunque las transiciones implican a un porcentaje mínimo de la población, generan un debate a veces enconado que tiene más de ideológico que de médico, en el que, en una sociedad tendente a la victimización como la nuestra, una mayoría de colectivos se siente molesta. En esta sociedad polarizada, sin entrar en valoraciones sobre las razones de cada colectivo, hay rechazo hacia discordias de género (ya de por sí inflamadas) de este tipo, que además se confunden a veces con las inclinaciones sexuales, que también cambian. A una parte del discurso feminista, asociado al polémico acrónimo Terf[3], le duele que se arroguen la condición de mujeres ante posibles abusos y acceso a derechos propios. Desde algunas instancias públicas se dirime el uso sinonímico de sexo y género, ya que podría generar confusión jurídica, mientras que los colectivos trans alegan que el sexo biológico no determina la identidad, afirmando que no todas las personas trans se hormonan, ni se operan, teniendo en cuenta que las transiciones distan de ser uniformes. Pero el foco se centra en los menores, sobre todo respecto a la libre autodeterminación de género, cuando ni pueden conducir, ni pueden votar a esa edad, por ejemplo. Desde las familias de los menores se adoptan todo tipo de posiciones respecto a sus hijos, desde los casos de disforia de género a edades tempranas a los casos que ocurren a edades más adultas, donde encontramos a quienes esperan que sus criaturas cambien de opinión, llegando hasta los que aceptan la decisión de sus hijos frente a otros considerados no sensibilizados. Al mismo tiempo, algunas sociedades de psiquiatras alertan de las veleidades en la decisión en adolescentes. Alegan una posibilidad de cambio por mimetismo social o por llamada de atención, entre otras posibles causas, sin dejar de lado aspectos como la marginalización, el encanto de lo prohibido y el sentido de pertenencia hacía un colectivo, que pueden ser factores a favor de la confusión y en contra de la honestidad de una transición “convencida”. Mientras, las personas trans siguen luchando por reconocerse a sí mismas. Capítulo aparte también merece la práctica de actividades deportivas donde parecen mayores las ventajas físicas del que nació varón en contra de la supuesta igualdad de reglas que implica el deporte. La ciencia puede ayudar, en todo caso. La capacidad de reproducción de momento queda fuera de toda duda. La propia Anne Marbot se pregunta esa posibilidad sobre su Alex. El debate sigue en la calle.

En esta maraña de definiciones e identidades, se desconocen las causas de la mayor proliferación en Occidente de este “fenómeno nuevo”, pero más allá de dilemas de sexo y género, con su notable importancia, quizá se inscriban en cuestiones mayores, y es difícil aventurarse sin posicionarse en esta sociedad líquida de identidades fluidas. En todo caso, parece un debate de fondo sobre las cuestiones identitarias individuales, la activación de minorías, las agendas progresistas y ciertas reacciones enmarcadas en el aumento de la afinidad hacia la religión y los nacionalismos, todo ello sin obviar los casos de fines espurios. Que esta confusión de voces y siglas sirva para mirarse en un debate de nuestro tiempo, que se reduce a las personas, frente creencias agresivas y violentas, en palabras y en actos. Y roguemos que nadie quiera pensar por error que hay relación de este bendito animal del ornitorrinco con el animal humano, ni ningún colectivo que lo integre. Para nuestro hermano mamífero, en su único ciclo de apareamiento al año, el proceso es arduo y complicado; la última parte del cortejo consiste en un baile en el cual la pareja se mueve haciendo círculos entrelazada en el agua. A fin de cuentas, son parecidos a nosotros, y como para los padres de Transiciones lo importante es entender a su criatura, así también esta obra despierta los mismos propósitos en el lector curioso. También le ocurre a esa madre de la serie futurista Years and years que cuando su hija le dice que quiere ser trans cree que se refiere a su género o a su sexo. Pero descubre que quiere ser transhumana. A veces pasa como con el tomate, que es una fruta y mucha gente no lo sabe. Ni peras, ni manzanas, todos somos animales peludos, únicos e irrepetibles, y aunque el ornitorrinco no vuela y tiene pinta de pato, los últimos estudios han descubierto que son capaces de producir una luz bioflorescente. Este quizás sea el camino para ser uno mismo; ser casi etéreo y multicolor y volar como el colirrojo de Anne Marbot, sin que nadie se moleste por emitir una luz fosforita.

 

NOTAS

[1] Lugar o persona de la red sanitaria con actitud respetuosa hacia las personas trans.

[2] Las informaciones abarcan desde la película de la factoría Disney y Pixar Buscando a Nemo a las Cartas a un joven poeta, del gran poeta Rainer Marie Rilke, libro favorito de la criatura, documentales, la obra Un apartamento en Urano, de Paul B. Preciado, quien afirma que no es un fenómeno marginal, a artículos universitarios académicos y legislaciones inclusivas de otros países. Resultan paradigmáticos los casos de los hijra de la India, o el tercer sexo, sosteniendo que en Asia están más normalizadas las cuestiones de transexualidad. La protagonista afirma que «la expresión de género y la identidad de género se confunden», y ofrece ejemplos históricos del vestir del color rosa en la ropa masculina o el pantalón como símbolo de liberación femenino. Sostiene que «desde hace un tiempo, entendemos como dimensiones distintas un sexo biológico, un género y una sexualidad».

[3] En general, aunque es un término controvertido, se usa para aludir a feministas que están en desacuerdo con que las mujeres transgénero sean consideradas como mujeres desde la defensa del sexo biológico.

 

Creación de la ficha (2022): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Tomás Ortega (2022): "Las transiciones de Anne Marbot y la singularidad del ornitorrinco", en Tebeosfera, tercera época, 21 (25-XI-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 04/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/las_transiciones_de_anne_marbot_y_la_singularidad_del_ornitorrinco.html