LO CÓSMICO ENJOYADO Y EL LADRÓN TORPE
LA TORRE DEL ELEFANTE, POR ALVAREZ Y ALCATENA
El relato de Robert E. Howard "La Torre del Elefante" fue publicado en la revista Weird Tales hace casi un siglo, en marzo de 1933, concretamente, y es considerado uno de los relatos más destacados del ciclo de Conan. La historia nos presenta a un joven y gallardo Conan en la peligrosa ciudad de Arenjun, en Zamora. No es un bárbaro asalvajado y gañán, es un avispado buscavidas que ha viajado, ha conocido cultos y dioses, y ha escuchado a los sabios y los filósofos. Bien es cierto que todo eso le aburrió, y nos cuenta cuánto respeta a Crom, su dios cruel, sentado allá en la montaña del olvido, que solo insufla valor a los hombres cuando nacen y cuando acuden a pelear pero les vuelve la espalda ante el mínimo signo de debilidad. Es la perfecta descripción de un hombre que desprecia la sofisticada civilización y que abraza una autosuficiencia anárquica. En este cuento, el cimerio decide acudir a robar una valiosa joya custodiada en una torre fastuosa y misteriosa, amurallada y vigilada por humanos y no humanos.
El relato fascina porque Howard usa su prosa florida y sonora para crear contrastes. Primero, describiendo lúgubremente los bajos fondos de Arenjun, una atmósfera decadente que opone a la riqueza rutilante de la torre a la que acude Conan. La ciudad y sus tabernas oscuras y húmedas son el mundo que el ladronzuelo prefiere, mientras que la torre enjoyada representa el mundo que él repudia, exótico pero lleno de peligros y traiciones. Con el desarrollo del relato, el bárbaro acaba enfrentado a lo sobrenatural, y se sorprende al ver que el temible monstruo del que todos hablan es un ser derrotado, torturado y crepuscular, que muestra a nuestro héroe la gran diferencia entre los dioses míticos, los que no se llegan a ver, y los que ponen pie en tierra, que acaban sometidos por la codicia de los hombres. A la postre, el cuento de Howard no es un relato de aventuras al uso, aunque estremece durante su lectura. Termina siendo una reflexión sobre la alienación, los límites del sufrimiento y lo efímero del poder.
Muchos conocedores de la literatura de Howard aplaudieron las adaptaciones al cómic que se hicieron del mismo, siendo las más recordadas las de Marvel y Dark Horse. La primera, en Conan the Barbarian, es por todos recordada gracias al entusiasmo prerrafaelista de Barry Smith, que supo captar tanto la oscuridad de la zona tabernaria como las refulgentes paredes de la torre. La adaptación era fiel al texto original, como lo fue la siguiente adaptación al cómic, también escrita por Roy Thomas, para la revista The Savage Sword of Conan, esta vez con el dibujo a lápiz de John Buscema y las tintas de Alfredo Alcalá. Esta adaptación, en blanco y negro y más extensa, permitía una exploración más detallada de ciertos aspectos y una atmósfera ligeramente distinta, más cruda y oscura, con un Conan culturista y feroz, lo cual iba en detrimento del toque poético que le había conferido Smith.
La adaptación de "La Torre del Elefante" por Dark Horse Comics apareció en los números 20 a 22 de su serie regular Conan, publicada a partir de 2004. El guion de esta adaptación corrió a cargo de Kurt Busiek y el arte fue realizado por el dibujante croata Cary Nord, cuyo estilo se caracteriza por una figura humana robusta y expresiva, paisajes detallados y una atmósfera sombría que encaja perfectamente con el tono del relato de Howard. Los colores fueron obra de Dave Stewart, cuya paleta terrosa contribuyó significativamente a la ambientación exótica de la historia. Esta adaptación fue todavía más larga que las anteriores y por lo tanto aún más cercana al cuento original, algo en lo que se empeñó Busiek. La narrativa visual de Cary Nord es poderosa, sobre todo cuando transmite gráficamente el carácter grotesco y alienígena de los peligros que acechan en la torre. Posiblemente, es la adaptación que más se acerca al aroma pulp que empañaba el texto original de Howard, amén de que se preocupa por desarrollar las reflexiones sobre la evolución de los hombres y de los dioses en la Era Hyboria de un modo visualmente atractivo.
Pero que hubiese tres adaptaciones no fue impedimento para que el autor argentino Enrique Alcatena propusiera al editor y guionista chileno Claudio Alvarez una nueva adaptación. Alcatena quería abordarla desde que leyó la primera versión en cómic, la de Smith, que le enamoró de joven. Para ello, volvieron a desarrollar un guion absolutamente fiel a la obra del escritor tejano, descripción por descripción, diálogo por diálogo. Podríamos decir que este cómic se halla a mitad de camino entre la adaptación de Smith y la de Buscema, porque de aquel hereda el afán ornamental, muy característico de Alcatena, y de la versión en blanco y negro recoge el aspecto tenebroso dado que la resolución también es aquí a una sola tinta. El arte de Alcatena es la piedra angular de esta adaptación. Su representación de Arenjun es laberíntica y opresiva, llena de sombras y detalles que sugieren misterio y peligro. Su Conan posee una presencia imponente, pero también una cierta melancolía en su mirada, aunque no sabemos bien por qué le ha dibujado dos grandes cicatrices en el rostro, que no tienen pinta de desaparecer en el futuro (en la obra original no se describían y Conan nunca llevó cicatrices tan marcadas). En este cómic, la Torre del Elefante se alza como un monumento de pesadilla, con una arquitectura orgánica y amenazante, y el modo de Alcatena de colocar luces y sombras genera una atmósfera onírica y perturbadora, especialmente en los encuentros con los seres extraños que habitan la torre, culminando en una representación del habitante que es a la vez grotesca y profundamente trágica. Todo ello se lee con agrado debido a que Alcatena se preocupa de diagramar la historieta usando sus características viñetas ornamentadas, con formas ojivales o circulares, enmarcadas con elementos exóticos y organizadas de modo que conducen perfectamente la acción al dictado del guion de Alvarez.
La edición de Aleta es muy digna, con encuadernación sólida y blanco y negro glorificado, aunque yo hubiera agradecido un leve viraje anacarado en el papel. Puede que esto sea un defecto nostálgico ocasionado por mi primer encuentro con el Conan literario (en Bruguera) e historietístico (en Vértice), en cuyas publicaciones el papel usado estaba menos lavado.
Eso sí, y creo que ya es momento de plantearlo: ¿alguien me puede explicar por qué el ladrón que entra en la torre no se lleva nada al salir? ¿Eh? Sí, sí, mucha lástima es la que se siente al final y eso impulsa al cimerio a pasar de zero to hero. ¡Pero es que las gemas estaban por todas partes, hasta a la carrera podría haberse embolsado alguna!