LOBO ESPECIAL SALÓN DEL CÓMIC. LA FERIA DE LAS VANIDADES
ANTONIO SANTOS

Durante su asueto, Lobo, el ÚLTIMO CZARNIANO y cazarrecompensas, destruye, en un arrebato de feroz alegría incontrolable, el especial sobre la muerte de SUPERMAN. Persuadido de que hay más ejemplares en la COMICCON de San Diego de 1993, enfila sus bajos instintos carniceros hacia California, codiciando un nuevo ejemplar del tebeo más divertido que jamás hayamos leído.
 
Del espeso légamo del olvido rescatamos este retorcido exponente de la época de esplendor de un personaje que ha caído en la marginalidad y la amnesia más selectiva. Para disfrutarlo plenamente, debemos sintonizar con su momento, 1993, y los acontecimientos, ya pretéritos, que relata, circunscritos a “entonces”.
Evitaremos castigar al lector con el largo comentario respecto a Lobo, sus orígenes o connotaciones; si es un sarpullido en reacción a la censura, más o menos pueril e hipócrita, impuesta por el COMIC CODE; si es más fuerte que LOBEZNO; si representa la polémica de una forma gratuita de violencia sin objetivo, deleznable y reprobable. Estos aspectos ya se encuentran lo suficientemente bien documentados por las rutilantes firmas expertas, y nuestro paciente lector poseerá una opinión y unas conclusiones competentes al respecto.

Este Especial registra el soterrado clima vitriólico, de envidia personal y profesional, que ocultan las amistosas sonrisas que plasman, incansables, los autores mientras revolotean, cuan STARLETTES, de un stand a otro, apuñalando verbalmente y sin misericordia a un autor con el cual, poco antes, ha compartido unas risas, un cordial apretón de manos, una ilustración abocetada por petición, o acceden a ser fotografiados junto a los fans que han absorbido, como fervientes conversos, los mandamientos de la falsa fe del tebeo, estampados en las cuatricromías y las tintas más o menos contumaces de sus series predilectas.

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Intuimos su sutil aire de revancha en numerosas páginas, sobre todo en las publicadas bajo los epígrafes de “El debate”, “Portafolio”, “El banquete de premios”, etc., etc., donde el tándem guionista (actualmente en eclipse total, o según quién, efectuando una cerrada barrena en picado) se despacha criticando el glamour artificioso, insincero, estomagante, de estos salones y convenciones, efectuando un repaso feroz, medianamente contenido, de esas miserias que el aficionado de ninguna forma ve (o quiere admitir que existan, como su marcado aire comercial).
Atacan, de un modo tan elíptico que les evite posteriores problemas, a las figuras de fulgurante relumbrón, rociando, de pasada, a las más veteranas; centran “su ataque” en ROB LIEFELD, autor hot entonces, cuya controvertida leyenda agrupa a detractores tan enconados como defensores incondicionales. No logramos identificar al autor, lleno de ínfulas vanidosas que aparece en “El debate”, retratado como un narcisista inagotable, aunque abrigamos ciertas sospechas.
De vuelta con Liefeld, destacan el poderoso impacto que causa entre una enfebrecida grey de fans, que lo descuartizan y sacralizan sus despojos en las bolsitas de plástico para proteger los tebeos (“Yo tengo lo que ha desayunado”, dice uno de los exaltados), todo ocurriendo próximo a los tenderetes donde se venden falsas barbas y pelucas de ALAN MOORE y un BATMAN, postizo o legítimo, busca a MARV (WOLFMAN) o a LEN (WEIN) por entre las acolitas muchedumbres. El episodio del desmembramiento de Liefeld parece sorna del triste episodio de acoso fanático que padeció Alan Moore cuando asaltaron el lavabo donde defecaba.
Recordemos que Lobo (a quien confunden con SIMON BISLEY, acreditándole por tanto para participar en los máximos eventos), es personaje de ficción que aquí recibe carne; tal vez ese desorientado Batman, conforme al espíritu satírico/mordaz del tebeo, sea el auténtico, buscando autor que le inspire en su vida artificial.

Otro ejemplo paródico es el argumento de la búsqueda que emprende Lobo: quiere el tebeo de la muerte de Superman, aquí ficción, pese a que tuviera sus más y sus menos, alguna vez, con el ÚLTIMO HIJO DE KRYPTON.

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EL DIBUJO
 
Corre a cargo de un taimado veterano, quien conoce perfectamente el abonado terreno por el cual florecen sus viñetas. Recordemos que, otrora, O’Neill fue declarado “el peor dibujante de la industria”, y evocando esa leyenda, se permite chistes al respecto, nutridos con su propia experiencia personal. En la sección “Portafolio”, deshuesa el, en cierto grado humillante, proceso de evaluación que padecen los aspirantes a semidioses del cómic. Incide sobre un aspecto al cual apela la industria sistemáticamente para rechazar candidatos: “Te falla la anatomía”, dice Lobo a un desventurado dibujante, evaluando sus planchas, curiosa observación si tenemos en cuenta la glorificación de la que gozaba Liefeld, deficitario al respecto, pero tornado patrón y ejemplo para las nuevas sagas.

Evidentemente, si el mercado vende una oferta concreta (caso del MANGA) o un estilo determinado de dibujo (Liefeld), el aspirante reproducirá esos caracteres, convencido de que surfea en la onda editorial. Pero, tras aguardar larga cola, alguien emite un veredicto como “te falla la anatomía” y destruye un buen puñado de ilusiones. ¿Qué pasa aquí?, es la estupefacta pregunta. ¡Lo hago como SU dibujante estrella! ¿Por qué él sí y yo no?

Esta grave incógnita es difícil de contestar. Los dioses editoriales tampoco tienen obligación de perder su valioso tiempo accediendo a responder. Están sumamente ocupados destruyendo esperanzas e ilusiones. El evaluado ya consumió cuanto tiempo decidieron concederle. La respuesta del oráculo, sin embargo, no es la deseada.
O’Neill, experto en desvelar vilezas en los personajes y profundo conocedor del género de superhéroes (acudimos a MARSHAL LAW para verificarlo, el cual hace un discreto cameo en estas páginas), logra ilustrar eficazmente tanta mordacidad, aunque la piel de “su” Lobo está demasiado estirada, es una figura trillada en la anatomía del gendarme de SAN FUTURO, y sus cueros no le ajustan; a veces está desencajado, resultando poco convincente. Toda la energía de su sátira reside en los personajes o ídolos secundarios, como la misma portada evidencia.

Son esos momentos cuando un secundario, o esperpento, o comentario, o leyenda, atrae nuestra atención, haciéndonos olvidar, o disimulando, la gratuidad de algún asesinato injustificable cometido por Lobo, en verdad un mecanismo automático de violencia insensata que opera por considerable inercia.

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RECAPITULACIÓN
 
         Infructuoso intento de atemperar las filias y fobias del aficionado (“Son sólo cómics, ¿verdad?”, plantea Lobo), es muestra también de un momento concreto que engalanó al cómic, que buscaba desligarse de las tendencias un tanto caducas o ñoñas de algunas tramas o personajes, sumergiéndose en una serpentina de violencia y creativos de áspero proceder como respuesta. Conserva su capacidad de guía para el lector sobrio, alejado de los dogmas y las camarillas furibundas, gritonas, fanáticas, para conducirlo por el Dédalo de las inmundicias, traiciones y cainitas conductas que ocultan los oropeles de los eventos del cómic, las sonrisas profilácticas de los autores y el desconcertante criterio de selección seguido por la editorial cuando destruye las ilusiones de los dibujantes que han respetado, escrupulosamente, sus GUIDELINES.
         En oposición a ese lector, existe una gruesa capa de aficionados capaces de reaccionar virulentamente ante muchas de estas descarnadas viñetas, considerando que los dioses del cómic no pueden ser mancillados por los cítricos desvaríos rencorosos de los escritorzuelos tuercebotas cuyo estilo literario debe marginarse al más ínfimo blog, por muy cargadas de razones que estén o sean agudamente certeras sus apreciaciones.
En el momento de la publicación de este Especial, la reacción no pudo ser muy enérgica; la masa de bien pensantes informados carecía de las actuales herramientas de difusión para formar frente común; entonces era mera extravagancia más de un personaje cuya decadencia ya oscurecía su níveo cutis, aunque aún tardaría un par de números más en ser evidente tal gangrena.
A la altura del proyecto, el dibujante se esmera vulgarizando los panteones, los tics de algunos autores y las LEYES MOSAICAS de conservación de los tebeos y su valoración comercial. Seguramente, siendo Lobo un descastado, capaz de hacer novela gráfica de sus vómitos, los autores lo juzgaron la apropiada máscara tras la cual ocultarse y ajustar cuentas personales con la industria, porque este tebeo, sobre todo, desprende sensación de vendetta, camuflada como el relato de las excentricidades que rodean al evento tiroteado, o sus émulos.

Queda preguntarse, y dado el grado de fanatismo evidenciado en algunas webs y blogs, si semejante obra podría hacerse ahora, y ser respetada y valorada con objetividad.

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Por Antonio Santos
De su serie GRAMÁTICA PARDA, entrega 15
        
FICHA TÉCNICA:
 
            TÍTULO: LOBO-ESPECIAL SALÓN DEL CÓMIC (LOBO CON)
         GUIÓN: KEINTH GIFFENB y ALAN GRANT
DIBUJO y TINTA: KEVIN O´NEILL
COLOR: DIGITAL CHAMALEON
EDITA (EE.UU.): DC COMICS, 1993
EDITA (ESPAÑA): EDICIONES ZINCO, 1994
TRADUCE: ERNEST RIERA
FORMATO: TEBEO DE GRAPAS, 28 PÁGINAS. NÚMERO ÚNICO
DEP. LEGAL: B-11198/94
IMPORTE: 175 PESETAS
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2009): A. Santos, con edición de M. Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ANTONIO SANTOS (2009): "Lobo especial salón del cómic. La feria de las vanidades", en Tebeosfera, segunda época , 2 (5-I-2009). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 05/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/lobo_especial_salon_del_comic._la_feria_de_las_vanidades.html