«Odia el delito y compadece al delincuente»
Concepción Arenal.
Es notorio el desconocimiento general existente sobre el medio penitenciario. No ya de su evolución, sus infraestructuras o sobre cuál es su fin principal actualmente, y no digamos sobre la labor profesional que se desarrolla en su interior. También se sabe poco del trato que reciben las personas que ingresan en prisión, del complejo mundo en el que se internan y de cómo este les afecta tras una estancia prolongada en prisión. Es comprensible, en tanto que la población general entiende la cárcel como una institución límite, que sirve fundamentalmente para separar y olvidar a quien perturba nuestra tranquilidad social. «Que se pudra en la cárcel» es el destino que deseamos al autor de un acto delictivo aberrante, pero también al responsable de un atropello o un robo que sufrimos en propias carnes. El deseo de que el culpable languidezca y sufra en una mazmorra (provisto solo de jarra de agua, chusco de pan y rata, esa imagen característica de los tebeos), genera una sensación de satisfacción compartida entre los ciudadanos de pro, que raramente nos paramos a considerar lo que sufre esa persona como tal persona, si pierde otros derechos aparte del de circulación, o si la cárcel ejerce una transformación positiva a la postre. O sea, si esa reclusión sirve para algo aparte de posibilitar una placentera venganza colectiva.
La frase más célebre de la escritora Concepción Arenal, que encabeza este escrito, señala un afán transformador, sin duda adelantado a su tiempo en el final del siglo XIX. Ella la formuló tras haber contemplado la miseria reinante en las casas de salud, los asilos y las cárceles de su tiempo. Por entonces, ancianos, mendigos o delincuentes eran despojos humanos que habían pasado a otra esfera de la existencia y resultaba inaudito que alguien pensara en ellos como entes útiles para la sociedad. Aquel pensamiento humanitarito de Arenal, heredado del utilitarismo de Jeremy Bentham, no se aplicaría en la legislación penitenciaria española hasta pasado un siglo. Es más, en España hubo que esperar a la Transición para iniciar un modelo penitenciario más orientado a reeducar (a reflexionar sobre el daño causado y a adoptar hábitos de comportamiento más respetuosos y responsables) que a castigar (aplicar el revanchismo como doble castigo en un modelo que apenas recuperaba ciudadanos para la vida en común).
Las instituciones penitenciarias han cambiado enormemente en los últimos cincuenta años, desde que se promulgó la Ley Orgánica General Penitenciara en 1979 y entró en vigor su extensión práctica, el Reglamento Penitenciario, en 1981, que ha sufrido varias reformas y ajustes hasta ayer mismo. Los ámbitos que regulan ambos cuerpos legislativos en nada se parecen a las mazmorras medievales, a los hacinados campos de concentración o a los calabozos franquistas, esa imagen tradicional que se tiene de las prisiones. La idea más extendida sobre la vida en la cárcel es la que se extrae de películas y series televisivas, en las que los presidios son lugares militarizados, donde los presos van con uniforme y están expuestos a la violencia, la drogadicción o las mafias. En España los presos no llevan uniformes de color naranja, no tienen centros de producción de drogas en sus celdas, ni acaparan armas bajo sus colchones. Los funcionarios que les atienden no vigilan con metralletas desde los muros, no portan armas ni apalean de forma inmisericorde a los sentenciados. Esas imágenes podrían asociarse a las cárceles del franquismo, pero no concuerdan con la realidad actual. La vida en algunas prisiones no es fácil ni plácida, obviamente, pero por lo común son lugares en los que cada día se da más importancia al tratamiento que a la vigilancia, sin descuidar esta, porque es comprensible el temor ciudadano a que los criminales salgan de la cárcel antes de tiempo.
El pobre conocimiento popular sobre cómo son las cárceles se debe a que no se han hecho suficientes campañas de información. No es un tema atractivo para nadie, en verdad, y en los medios es más fácil vender el morbo y el desliz que el funcionamiento adecuado de una institución. Este desconocimiento, sumado a las ideas distorsionadas sobre cómo es la vida en la cárcel, añade más angustia a quien entra en ella por primera vez. En algunas prisiones existen folletos informativos para quienes ingresan con información sobre el funcionamiento del centro y los derechos y deberes que asisten al recluso. Suele consistir en un extracto de la normativa penitenciaria que resulta árido y poco agradable de leer. Cuando no imposible, porque gran parte de la población ingresada suele proceder de segmentos sociales de baja extracción, poco alfabetizados, o ágrafos por completo. En alguna ocasión se han creado guías informativas más accesibles, como manuales ilustrados o con fotografías, aprovechando el potencial sintético y comunicativo de la imagen. Hay varios y son accesibles a través del sitio web del Ministerio de Interior, generalmente bajo el título La prisión, paso a paso[1]. La imagen humorística o propia del cómic se ha utilizado excepcionalmente en este tipo de guías.
Makoki, personaje carcelario del tebeo español por antonomasia. |
TEBEOS SOBRE CÁRCELES
Aunque hemos leído miles de cómics sobre héroes en calabozos, mozas en ergástulas o personajes de historieta humorística enchironados en la última viñeta, no abundan los tebeos españoles ambientados en prisiones reales, y menos en prisiones modernas. En los ochenta se usó ese contexto para plantear argumentos paródicos, distópicos o eróticos, en algunas series de El Víbora o en álbumes como ¡Socorro! o Makoki se fuga de La Modelo. Las instituciones penitenciarias estuvieron siempre distorsionadas por el morbo o el porno, sobre todo por la pervertida visión que de ellas se daba en cómics procedentes de Italia como Rejas, Crimen o Sukia, y hemos tenido que esperar al siglo XXI para leer tebeos en los que se plantean otro tipo de relatos sobre las prisiones, con interés más descriptivo o centrado en los efectos del sistema penitenciario, destacando siempre el de la denuncia. Citemos los títulos más relevantes:
En la prisión, un singular manga sobre la vida en una prisión japonesa. |
El Violeta, un tebeo sobre la segregación de los homosexuales que contiene partes ambientadas en una prisión de Valencia. |
Obras de autores españoles ambientadas en cárceles, en las que se explora el modo de vida de las personas privadas de libertad o el funcionamiento del sistema penitenciario hay pocas, y todas ellas fueron creadas para denunciar el sistema penitenciario represor que Franco mantuvo en España durante su larga dictadura. Así, Cuerda de presas (Astiberri, 2005), ambientada en las cárceles para mujeres de los años cuarenta, es una crónica amarga, con varias historietas de calado profundamente dramático sobre la anulación de las mujeres como personas en estos presidios. En los años cincuenta se sitúa El Violeta (Drakul, 2018), tebeo que denuncia la persecución sufrida por los homosexuales en aquel tiempo y cómo era su vida en prisiones y campos de concentración. ¡Cava y calla!, tebeo publicado por Desfiladero en 2022, se inscribe dentro de la corriente de rescate de la memoria de la lucha antifascista, porque en él se recrea la vida del militante comunista Marcelo Usabiaga, que pasó más de veinte años –hasta los años sesenta– en diferentes penales franquistas. Recientemente, ha aparecido otro tebeo memorístico, Històries de La Model (Barcelona Llibres, 2023), que trata sobre la evolución de la Cárcel Modelo de Barcelona según lo recuerdan expresos y personas vinculadas a la institución, y que recorre la existencia y funcionamiento de este centro penitenciario entre 1904 y 2017.
EL CASO DE LOS PRESOS VASCOS
Reviste singular atención el caso de los presos ligados al Movimiento de Liberación Nacional Vasco, los condenados por delito de terrorismo, porque en torno a ellos se ha generado una gran producción de prensa destinada a denunciar su situación en las cárceles, sobre todo desde el comienzo de la política de dispersión de presos, iniciada en 1989, con un Gobierno socialista, y culminada en 2023, con otro. En 2002, la asociación Ataramiñe comenzó a publicar libros y revistas en apoyo a los presos de este tipo, incorporando la historieta entre sus contenidos.
Toda la prensa asociada a este movimiento, incluyendo la que ofrecía cómics, fue concebida como instrumento de denuncia del ámbito carcelario, por lo general, empleando la historieta para emitir sátiras sobre políticos, jueces, policías o funcionarios de prisiones. Se criticó duramente la política de dispersión de presos condenados por terrorismo, desde una posición propagandística y defendiendo a ultranza la vuelta de presos al País Vasco (euskal presoak- Euskal Herria), o también para plantear soflamas antisistema o sobre la independencia del pueblo vasco. Lo cierto es que fue escasa la presencia de historieta en la abundante prensa de los colectivos simpatizantes con los presos o por sus familiares, aunque posiblemente no hemos consultado toda la existente y pudo haber más ejemplos. Mencionamos a continuación algunas cabeceras con cómics:
Páginas de Cárcel, tebeo de Luis Barro. |
A partir de mitad de los noventa, se incrementó la presión de los colectivos simpatizantes de los presos de ETA y aparecieron más tebeos sobre el particular, sobre todo desde que nació el sello editor Ataramiñe:
Página con historieta y viñeta de Mikel Orbegozo, de uno de sus cómics de Nago. |
LA HISTORIETA INTRAMUROS
Como hemos visto, no han sido abundantes las historietas hechas en España sobre la vida en las cárceles, salvo por aquellas de repulsa, siendo muy pocos los cómics hechos entre rejas con fines que no sean exclusivamente criticar duramente el sistema punitivo o el sistema que lo mantiene. El cómic es una poderosa herramienta de aprendizaje y para la reflexión, pero raramente se ha visto vinculado con la vida penitenciaria con fines educativos o para la reinserción de los condenados a penas de prisión, tal y como previene la Constitución Española en su artículo 25.2.
Un tebeo es un objeto que no entraña riesgos para la seguridad de un establecimiento penitenciario, es fácilmente transportable y resultará accesible a la mayoría de las personas presas, incluso para quienes tienen dificultades con la lectura. La historieta, como medio, tampoco exige demasiados elementos, más allá de papel y lápiz, que son comunes en cualquier escuela, como las que existen en todas las cárceles españolas. Conocemos los esfuerzos por llevar el cómic a las cárceles, porque sus bibliotecas, generalmente bien nutridas de novela o ensayo, también admiten tebeos, sobre todo historieta franco-belga o clásicos del tebeo español, pero resulta muy difícil encontrar cómics producidos dentro de las prisiones o talleres de cómic enmarcados en los programas educativos.
Esto se explica porque los esfuerzos por hacer cómic dentro de las cárceles con otros fines, como los de reeducación, solo podrían germinar si existen personas entre los trabajadores penitenciarios, o entre los mismos presos, que se sientan muy atraídos por la historieta. Y si el interés procede de la población reclusa, difícilmente podrían salir adelante sus iniciativas de hacer cómic sin ayuda de los trabajadores. Empero, en el último lustro han surgido proyectos que vinculan la historieta con el medio penitenciario, alguno de los cuales se ha plasmado en un tebeo. Conocemos tres:
Historieta de Elchicotriste plasmada en un muro de la prisión de Madrid. |
Daniel Rodríguez Redondo desarrollo un hermoso proyecto para un trabajo de fin de grado que vinculaba el cómic con las actividades reeducativas en un penal valenciano. |
Los ejemplos de cómics elaborados por los presos dentro de prisión son pocos, como indicábamos anteriormente, y cuando se producen suelen tener distribución exclusivamente interna. Conocemos el que podría ser el primer caso, que se remonta a los años cuarenta, cuando se publicaba un semanario que circulaba por varias prisiones de España titulado Redención. Este periódico permitía que algunos presos pudieran acogerse a la redención de penas por el trabajo aportando viñetas o historietas. La publicación, sostenida por el Estado, sobrepasó el millón de ejemplares trimestrales en 1940, que se distribuían entre los presos y los funcionarios de todo el país. No era gratis (dos pesetas costaba), pero desde luego es el primer caso conocido en el que la historieta tuvo presencia en las publicaciones carcelarias[2].
Estamos convencidos de que hubo creación de viñetas humorísticas y tiras o páginas de historieta, sobre todo cómicas o aventureras, a lo largo de todo el ecuador del siglo XX, sobre todo en las prisiones Modelo, de Barcelona, y Carabanchel, de Madrid, donde estuvieron encarcelados algunos autores de historieta, y sin duda hubo muchos amantes de los tebeos presos que dieron rienda suelta a su afición. Pero no nos han llegado referencias de publicaciones elaboradas en su interior. No hasta los años ochenta, cuando el aperturismo de miras que se vivió en la legislación penitenciaria con la Transición abrió la puerta a la producción de fanzines, periódicos o revistas en las cárceles, todos ellos confeccionados en talleres que coordinaban los educadores de las prisiones (figura nueva en el ámbito penitenciario). En algunos centros, estas publicaciones contuvieron historietas, siendo empleadas por lo común para transmitir las ansias de libertad o sexo de los presos, o para plasmar alguna esperanza utópica sobre la justicia y el amor, raramente para reflexionar sobre su situación o informar sobre cómo es realmente la vida en prisión, o cómo mejorarla. Recogemos aquí varios títulos que permiten comprobar la diversidad de oferta de estas peculiares publicaciones:
Clamor, revista con cómics confeccionada por los presos de la antigua prisión de Sevilla en los años ochenta. |
Página de Nano, tebeo informativo creado en la antigua prisión provincial de Zamora. |
Cabe mencionar una edición especial, hecha en 1994 en el Centro Penitenciario de Logroño, que no es un tebeo pero evidentemente se planteó como un producto que quería utilizar el lenguaje de la historieta para hacer más asequible a los internos un texto legal que les incumbía. Se trata del libro Ley Penitenciaria Ilustrada, una versión de la Ley Orgánica General Penitenciaria que llevó ilustraciones de Carlos Fernández (posiblemente, un preso) elaboradas a modo de viñetas en las que los personajes mantenían diálogos, composiciones que eran meramente ilustrativas del texto, no se articulaban conformando un relato. La edición, cuidada, grande y en cartoné, fue elaborada para los presos residentes en la prisión de Logroño, pero fue distribuida por todas las prisiones de España.
Recientemente, en 2023, ha sido editado un tebeo que es el producto de un taller de cómic celebrado en un centro penitenciario. La experiencia pretendía generar una actividad integrada junto a otras educativas propias del establecimiento penitenciario, pero tenía un fin concreto: el de aprender los mecanismos de la historieta para poder crear una publicación impresa en la que las personas participantes vieran plasmado su trabajo, y que este fuese luego útil para otras en el futuro, dado que el cómic constituía una guía informativa de cómo funcionaba una prisión y sobre los modos de rehabilitación al alcance de las personas penadas. Este taller lo coordinó la Asociación Cultural Tebeosfera (ACyT) para su desarrollo en un centro penitenciario de mujeres.
Uno de los primeros bocetos para el proyecto "Viñetas libres". |
EL PROYECTO “VIÑETAS LIBRES”
En 2022, la ACyT planteó un proyecto para divulgar la historieta y su potencial educativo en una cárcel, que se llamó en principio “Viñetas libres” y que tenía como objetivo la edición e impresión de un tebeo confeccionado por presas en un taller de cómic. Para poder abordar el proyecto se solicitó financiación al Ministerio de Cultura, dentro de los planes de promoción de la lectura, y se buscó un centro penitenciario en el que desarrollarlo, siendo este el Centro Penitenciario de Alcalá de Guadaíra (Sevilla). Una vez allí, el proyecto se integró en las actividades reeducadoras a modo de taller ocupacional con el apoyo del equipo directivo del centro, que dio todas las facilidades posibles a la ACyT.
El guion del cómic que se planteó tendría doble función. Por un lado, narraría una historia simple, una experiencia de vida, con un personaje principal y varios secundarios, cuyo transcurso serviría para ir transmitiendo información sobre las normas regimentales y los hábitos de conducta en prisión, al mismo tiempo que se iban difundiendo valores importantes, consejos tranquilizadores sobre la estancia apartada de la vida en libertad y también algunos ejemplos de conductas desviadas y sus consecuencias. Todo ello, planteado con espíritu festivo, dejando un espacio al drama humano que supone ser apartado de la vida habitual que llevaba la persona presa, pero también enhebrando el discurso mediante un conjunto de situaciones anecdóticas con el fin de hacer la lectura fácil o incluso divertida.
El desarrollo del taller sería atendido por el profesorado de la institución, ya que fue integrado como una más de las actividades escolares del centro y, por lo tanto, supervisado por la Subdirección de Tratamiento. Para poder trabajar con el grupo de internas que se presentaron voluntariamente al taller se impartieron varias clases sobre rudimentos de dibujo: reglas icónicas básicas, representación simbólica, caricatura, representación gráfica, volumetría, gestualidad, secuencialidad, regla del etcétera, reconocimiento de personajes, uso del espacio del dibujo, ruptura de las fórmulas, uso de la página como unidad de relato, rudimentos sobre edición y plasmación final de una historieta en un impreso. El argumento (original de Manuel Barrero) se discutió en el aula por este, con profesores y presas, brindándoles la opción de modificar el aspecto de los personajes, sus nombres, algunas expresiones que usaría (para resultar más verosímil o cercana a ellas) y algunas decisiones que adopta a lo largo de la trama. Acordadas todas las modificaciones, se distribuyó la acción principal en secuencias, estas en viñetas, y se fue abocetando el relato en fragmentos que se repartieron, página a página, para que las internas del taller dieran el acabado (el entintado). Los bocetos iban en color azul y ellas trabajarían con lápiz para conseguir el negro del acabado final.
La actividad se inició el día 27 de enero de 2023 y se planificaron dos sesiones más en ese mes, pero las internas demandaron más presencia del monitor del curso y se realizarían seis sesiones más, los días 4, 5, 9, 12 y 16 del mes de febrero. Se trabajó sobre las páginas inicialmente previstas (24) pero los aportes posteriores de las internas obligaron a extender el guion hasta las 36 páginas. Gran parte de las internas carecían de las habilidades básicas para dibujar, y por no saber leer algunas de ellas, había que ir explicándoles los contenidos de los globos o los rótulos, pero con la ayuda del profesorado de la institución se pudo atender a cada participante de forma individual y resolver sus dudas. Pese a todo, la calidad en el acabado fue mejor de lo esperado.
El taller de cómic fue todo un éxito. Se afanaron sobre las viñetas abocetadas un total de veinte internas, armadas tan solo con lapiceros y goma de borrar. Ya desde su planteamiento inicial, el proyecto implicaba un evidente apoyo a la promoción de la lectura dado que gran parte de la población reclusa tiene niveles de escolarización bajos (o nulos) y la actividad se pensó como accesoria de las actividades desarrolladas en la prisión por el profesorado. Pero el taller funcionó como actividad de autoafirmación, también, dado que las propias internas decidieron parte del enfoque y contenidos del cómic: el título de la publicación fue cambiado, se modificó el aspecto y el nombre de varios personajes, se perfiló la motivación de la protagonista en el clímax del relato y fueron añadidas algunas páginas para ampliar los arcos argumentales y algunas informaciones concretas sobre la vida en la prisión. Algunas dibujantes, más avezadas, aportaron detalles propios en algunas viñetas. Poder escoger el aspecto de los personajes en los que las presas se veían representadas, así como sus motivaciones y expresiones, serviría para recordar las decisiones que adoptaron en el pasado y reflexionar sobre las que habrían de tomar en el futuro (en su vida real) las propias participantes.
El interés despertado por el taller fue sorprendente, a la vista de la asistencia plena e ininterrumpida cada día del taller. Fue también un éxito en el sentido de que parte de las asistentes apuntadas al taller lo hicieron solo por querer mejorar su expediente penitenciario y, pese a declarar desde el primer momento que no sabían dibujar o que nunca lo habían intentado, acabaron participando animadamente y dibujando su propia página para contribuir al resultado conjunto. Las internas comprendieron casi en su totalidad el objetivo principal del proyecto, que era el de desarrollar una actividad colectiva en la que solo con la suma de todas las partes se lograría un resultado final coherente. La mayoría comprendieron que el tebeo resultante ayudaría a otras personas como ellas, que ingresarían en prisión en el futuro y que con la obra lograrían sentirse algo menos angustiadas o temerosas de lo habitual.
Pudimos constatar que la actividad mejoró las habilidades expresivas de las internas, que aprendieron a autocaricaturizarse, a dibujar expresiones, a generar una secuencia dibujada para representar una actividad humana, y a construir un relato complejo en el que ellas reconocen sus debilidades pasadas y se comprometen a fortalecer las actitudes positivas hacia la vida en el futuro. Varias de ellas siguieron comunicándose mediante dibujos y emoticonos después de la celebración del taller. Y fueron varias las que declararon que, gracias a la representación gráfica de dependencias del centro, o la simplificación esquemática de los equipos y trabajadores que actuaban en el mismo, ahora podían entender cómo funcionaban ciertos departamentos, qué hacían determinados funcionarios y qué opciones tenían para ejercitar sus derechos.
La única desviación entre objetivos y resultados fue la calidad gráfica del cómic resultante. Se localizaron siete internas dotadas para el dibujo, capaces de delinear limpiamente, pero el resto no eran capaces de acabar un dibujo sin errores o deformaciones. Esto suponía que el resultado de sumar todas las páginas dibujadas sería una obra sin coherencia gráfica, como así fue. Por esta razón se recurrió a un colorista profesional para aportar homogeneidad al resultado, evitando esos defectos patentes si se dejaba la obra a una sola tinta. El colorista elegido, Antonio Moreno, dotó al producto final de uniformidad y le confirió atractivo.
Evolución del proceso de ejecución del cómic. Aquí, boceto inicial. |
Resolución de viñetas por diferentes manos y calidades. |
Acabado final, tras la intervención del colorista. |
El proyecto Viñetas Libres pudo desarrollarse como un taller de cómic gracias a la apertura de miras del equipo directivo del Centro Penitenciario de Alcalá de Guadaíra; pudo integrarse dentro de las actividades educativas del centro con el apoyo del profesorado, y pudo concluirse con éxito dando lugar al tebeo Neli. Una mujer en prisión, tras una acertada labor de retoque y coloreado. Quedó demostrado que se puede incentivar a una población reclusa para participar en la realización de un tebeo por más que dibujar cómics es una actividad en la que casi nadie es diestro de partida. Quedó claro que el interés se reafirmó al comprobar que esa misma población se veía identificada con las vivencias de los personajes y desearon hacer sus aportaciones para enriquecerlos. El potencial del dibujo para expresar emociones con rasgos básicos caló entre una población escasamente escolarizada que adquirió, durante el proceso, habilidades que creían que no tenían, o mejoró las que ya tenían, de modo que se potenció una habilidad lectora, la de imágenes, raramente ensayada en personas que no acceden a los medios de comunicación habituales y que, mediante el cómic, aun siendo ágrafas, pueden comprender ciertos valores que son necesarios para mejorar su vida.
La historieta tiene un gran potencial comunicativo debido a que puede narrarse usando imágenes elementales, las cuales son fáciles de realizar con herramientas básicas y los mínimos conocimientos de dibujo. Enseñar a diseñar figuras icónicas, a componer caricaturas o a estructurar acciones en secuencias supone un suplemento atractivo para el aprendizaje en cualquier nivel educativo, pero especialmente en los niveles primarios. Y el hecho de poder representarse en esas historietas, o concebirlas como instrumentos que podrían ser de utilidad para otras personas que se hallan en tu misma condición, las convierte en una herramienta muy útil en los programas de reeducación o reinserción, incluso en las instituciones más cerradas y olvidadas por la sociedad, como las cárceles.
NOTAS
[1] Disponible en línea en: https://www.interior.gob.es/opencms/pdf/archivos-y-documentacion/documentacion-y-publicaciones/publicaciones-descargables/instituciones-penitenciarias/La-prision-paso-a-paso-NIPO-126-10-104-2.pdf.
[2] No hemos manejado esta publicación. El dato procede del artículo de G. Gómez Bravo “Franquismo, cárcel y propaganda: El periódico Redención”, publicado en Oficina do Historiador, vol. 8, 1, 117-133.