LOS REYES ELFOS. LA EMPERATRIZ DE LOS HIELOS. FOREVER AUTUNM
GÖTTERDÄMMERUNG.-
Reseñamos una obra de Víctor Santos respetable y que se hace respetar, pseudomitología de apreciable lectura. Sus grandes aciertos (el mínimo destacable: su amenidad), empezando por el sólido formato como DOLMEN nos lo presenta (otro loable esfuerzo por publicitar a nuestros autores y su trabajo, usualmente desconocido y fácil de hurtar al conocimiento del lector, emprendido por la independiente que forcejea tenazmente por su supervivencia contra los implacables vaivenes del mercado y la crisis), están ligeramente eclipsados por la técnica visual narrativa elegida por Santos (sin parentesco) para plasmarlos, aunque sobre esta cuestión abundaremos más adelante.
Podríamos abrumar al lector, a continuación, con el considerable y detallado pliego de referencias que la historia evidencia; preferimos, sin embargo, que sea éste quien vaya descubriéndolas. Le suministraremos, eso sí, algunas pistas. Descartaremos, a priori, las citas seleccionadas para encabezar sus 11 capítulos. Hemos intuido la fragancia del brezo de SLÀINE, la saga de PAT MILLS y SIMON BISLEY; también, aún dentro de un ambiente de celtas, trazas de LOS INMORTALES (eso: la primera película), pues la figura, contumaz y sólida, de El Caballero Oscuro (no es BATMAN) nos recuerda tanto al malvado y barroco KURGAN (otro alias del actor CLANCY BROWN) como al siniestro iluminado, VIEJO DE LA MONTAÑA, y cabecilla sectario del THULSA DOOM de CONAN EL BÁRBARO (JOHN MILIUS), interpretado por el mayestático JAMES EARL JONES, más que al BALOR, MAL DE OJO, de la mitología celta. Es evidente que algo de la obra del tedioso TOLKIEN también ha derramado unas gotas espurias, e, inevitablemente, MICHAEL MOORCOCK, una esencia indispensable. Hasta el THOR de MARVEL parece haber lanzado esporas reproductivas a estas páginas, en especial la etapa de WALTER SIMONSON, fecunda y espectacular (y otrora vituperada –por puristas que rebañan excesivamente el hueso-), con la renovación de las divinidades nórdicas, adecuándolas más a sus caracteres originales.
Santos ha batido todo esto en su CALDERO DE LA ABUNDANCIA (podríamos ahora disertar sobre las similitudes del mencionado artefacto mágico y el cáliz cristiano), vertiendo copiosas raciones de talento y diversión en las planchas resultantes, tanto que, conforme a la información suministrada por la propia Editorial, hay caldo para tres partes, más apéndices.
O TRADUCIDO: EL OCASO DE LOS DIOSES.-
Para tratarse del primer tomo, el cual generalmente se dedica a hacer presentaciones y trazar los meridianos de la obra, y más una con tendencia a prolongarse cantidad de páginas, Santos no ha escatimado sorpresas, aventuras, batallas y hechos de armas. Ata, con la solidez de la GLEIPNIR, los elementos de su relato, lanzándolo al galope vertiginoso. Muy poco que ver, por ejemplo, este Los Reyes Elfos con el ORN de QUIM BOU, obra lenta y de artificioso preciosismo. Aquel era un compendio de mitología veterinaria perruno/ornitológica; éste es tralla, mitos, buenos y malos, potables diálogos y tensión continua.
Nos replegamos un momento y decimos influencia de Moorcock (sobre todo) porque las razas aquí retratadas (aunque los traicioneros enanos lo parecen poco, tocayo) se enfrentan a un eclipse total motivado por la llegada de una nueva fe, el cristianismo. Hace crónica de un cierto momento histórico, paralelo al reflejado en las nieblas de AVALON y el MITO ARTÚRICO. Tras el declive de ROMA, los evangelistas católicos llevan, con gran ímpetu, la nueva verdad por todo el globo. El martirio no les asusta: incluso es garantía de Eternidad y esperanza de que el nuevo credo inserte una semilla que germinará en numerosas conversiones. BEOWULF (la película) ya evidencia este clima. (Relatado, con más detalle, por BERNARD CORNWELL en su saga de LAS CRÓNICAS DEL SEÑOR DE LA GUERRA.)
En EXCALIBUR (JOHN BOORMAN), MERLIN se lamenta a MORGANA de que el nuevo credo sepulta a los espíritus de las DRÍADAS, los DRUIDAS y de la niebla en un manto de olvido. Santos refleja esta amargura con intensidad.
VAYA CACAO.-
No hemos incluido HELLBOY en el tuétano del apartado intelectual que nutre la obra pues la influencia de MIGNOLA resulta más patente en este revoltijo de estilos que es el dibujo. La misma portada (de clara inspiración MANGA, cópiatelo) contiene aspectos de los llamativos “efectos especiales” gráficos del padre terrenal de Hellboy, y por ende, influencia remota también de JACK KIRBY.
Adentrándonos en esta jungla tupida de viñetas, resaltamos una narración profusa donde todo espacio en blanco ha sido ocupado de un modo u otro, horror vacui extremado. Santos no ha sido amigo, pero que en absoluto, de las SPLASH-PAGES (si no erramos, sólo hay dos) porque tenía mucho que contar, escrito o dibujado, y no estaba para estilismos y posturitas.
Dentro de este apartado, también podemos alinear un número de influencias que rebasan las viñetas. Hablamos de Mignola, pasando luego a GOSEKI KOJIMA (EL LOBO SOLITARIO Y SU CACHORRO), que de entrada parece la principal referencia; un Bisley muy lavado parece prestar algo al dibujo, así como Simonson (página 80, viñeta 2: esa es SIF al ataque), pero tenemos que escoger a un ganador: GENNDY TARTAKOSVKY y toda la peña agazapada detrás de LAS SUPERNENAS y JOHNNY BRAVO. Esa técnica expresiva que sacrifica realismo por dinámica, “semimanga”, se ciñe a estas líneas, burdas de tinta, para no parar ya. Esto es una épica pre RAGNAROK. Entrarán, sus protagonistas, ensangrentados y sudorosos, en los salones del VALHALLA o la sombría mansión de HELA.
ARENA EN LOS ENGRANAJES.-
El principal defecto observado (quizás el único) es el mismo dibujo elegido. No es que tal como aparece no sea eficaz; se trata de que, considerando el montante de la obra, dibujada con otro estilo, un poco más realista, más JOHN BUSCEMA, ¡magnífico marco para tan estupendo lienzo nos queda! Pero Santos ha preferido guiñar hacia el país del Sol Naciente (es un poco absurdo el que el protagonista luzca katana, especialmente porque, entonces, eran de hoja recta) en vez de procurarse un lápiz occidental, más convencional, de dibujar. Su pincel fluctúa trazando el contorno basto de las fortalezas y bosques con descuido, como buscando un efecto NAIF, deshuesando, incluso, la técnica minimalista de Mignola.
Más a nuestro favor aduce que Santos “mangakea”, o hace “spanish manga” cuando notamos que la fría (que no frígida) REINA DE LOS HIELOS no es otra que ALITA, ÁNGEL DE COMBATE, aunque enfundada en un DONNA CARAN digno de RITA HAYWORTH, ceñido y tentador a la sinuosidad de sus curvas.
Sobre DAMA DEIRDRE… bueno, siendo una combativa amazona irlandesa (ergo: celta), bien le hubiesen venido algunos dibujos, o tatuajes, o motivos, propios de su procedencia. En cambio, Santos recrea otra geisha, saliendo del paso.
Estos fallos, en esencia, son irrelevantes. El problema radica en que se intuye una profusa documentación por parte del autor, que luego va y peca con estos defectillos… que no deberían existir. Pero nadie es perfecto.
RECAPITULANDO.-
Con agrado acogemos La Emperatriz del Hielo, destacando la sorpresa que ha constituido su lectura. Más: su calidad inesperada. Hemos hecho mención a un título (acogido en chez Dolmen) cuya lectura nos había “viciado el ánimo” trocándonos cautos, capaces de predisponernos en contra de esta historia. La obra de Santos reivindica, en cambio, de forma notable, el trabajo del autor nacional, nos proporciona esperanza con respecto a un aluvión de material nativo de igual o superior calidad. Obras capaces de igualar, o aun superar, a las foráneas, que por defecto se granjean nuestra atención y simpatía de forma automática.
Dentro de la obra resaltan virtudes que aconseja favorablemente sobre su adquisición, aunque también hay unos cuantos granos que ralentizan la maquinaria. Subjetivamente, el DIO VALI (que parece una deidad budista, más que nórdica) es pomposo e insufrible, de vanidad de discotequero desfasado. TYR es otro dios tamizado por el Zen (aunque vista como un leproso medieval), saturado de ventosidades y aire caliente. Lo de MIRMIR es un detalle chusco.
Santos no ha sido brillante en cuanto al diálogo (eso sí: todos correctos, justos, pero ninguno conspicuo, ninguna frase demoledora) y ha pretendido ser experto lector de runas: El Caballero Oscuro y su opaco credo cataclísmico se sostiene sólo por sus referentes. (Que nos recuerda a las quimeras fatalistas marca STAN LEE o ROY THOMAS, mira por dónde.) Aquí, el autor ha patinado, y la misma sobriedad formal que tienen sus diálogos pudo reservarla para su faceta de agorero filosófico. También, el lugarteniente del tenebroso lord, un interesante personaje, especialmente por sus motivaciones, merecía un par de páginas, y no esa suerte precipitada que le salpica.
Esto, insistimos, no debe servir para minusvalorar una obra con tan valioso contenido.
Reseña por Antonio Santos