MARVEL TWO-IN-ONE. ES LA HORA DE LAS TORTAS
ANTONIO SANTOS

Notas:
A la derecha, portada del núm. 4 de esta colección, con tinta de Sinnot y retoques de color efectuados en España, como los del resto de la colección.
BIBLIOTECA MARVEL. MARVEL TWO-IN-ONE.
¡Es la hora de las tortas!
 

La lectura de varios tomos de esta colección nos permite descubrir la diversa fauna que puebla el colorido Universo Marvel. Junto al más entrañable y rocoso miembro de Los 4 Fantásticos, Bejamin J. Grimm, alias La Cosa, estos personajes se daban a conocer o adquirían un cierto protagonismo con vistas a promocionar su identidad o su propia colección, mostrando los límites de un proceso de retroalimentación editorial que engatusaba al lector con un determinado afán por vitalizar, revigorizar o presentar una casta diversa de héroes o heroínas, que se hacían aún más inmensos gracias a las torpezas en las que incurrían los supervillanos de turno.

 
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  Número 12 de la colección española.
 

Esa intención de “recuperar” o “presentar” personajes no debe desviarnos de la verdadera naturaleza de los Marvel Two-In-One: la explotación comercial. El veterano Grimm, protagonista de una colección en apariencia pensada para desarrollar aspectos diversos de su personalidad y psicología, presta espacio a ciertos personajes enfrentándose ambos a la amenaza que plantea el supervillano elegido para la ocasión, el cual se revelaba fecundo en surtirles de penalidades y aventuras que les obligaban, para superarlas, a mostrar lo más noble u obstinado de su carácter, o su capacidad de sacrificio personal. Mediante esta premisa, Marvel se apoderaba de una fracción más de estanterías en el mercado, confiando con esto obtener un mayor ingreso a final de mes.

Desafortunadamente, en nuestra humilde opinión, la calidad de muchos de estos relatos no es muy elevada y provocan la sensación de catarsis entre lectores de edad más bien adolescente, que mediante esta fórmula podían evadirse de las dificultades cotidianas, aunque la acción aquí retratada procede de situaciones forzadas, mecánicas, remontando alguna que otra vez pero no tanto que solape algunas otras aventuras memorables del Universo Marvel. Podría alegarse contra la pobreza de estos argumentos aduciendo que debemos tener presente la época de su concepción, pero algunas veces esta defensa es endeble, porque varias de esas historias más bien reflejaban apatía, indiferencia o aun la incapacidad del autor por desarrollarlas, y en aquellas fábulas que implican a otros países, de un conocimiento del mundo insuficiente, falso, o falaz. Podemos suponer que se hacía así pensando en que nadie encontraría incoherente la falta de rigor de estos elementos, quizás aprovechándose de la edad de los lectores a los que iban destinados, que tampoco se mostrarían excesivamente exigentes con lo que estaban leyendo.

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 Número 14 de la conlecció.

 Es cierto que mantener el pulso de la tensión creativa excelente mes a mes, un año tras otro, es imposible, y debemos reconocerlo ante todo. Marvel Two-In-One lo demuestra en estas páginas. Si contó con una cantidad de historias buenas, las exigencias de un mercado implacable bien pronto las hicieron aceptables, luego pasables y, al final, las convirtieron en material casi deleznable. Por dura que sea la lección, es evidente que lo mejor es dejarlo en la cumbre, aun con el primer indicio de cansancio (expresión que preferimos emplear a la de decadencia), porque se atenta contra todo el buen material ya existente y podría hasta comprometer “la reputación” del personaje protagonista.

Pero la máquina debe producir como sea, no importa el desgaste, cosa que muestran los guiones de Tom Defalco, quien empujado por esa tensión de generar ingresos y mantener a toda costa la colección, llega a surtirla, opinamos, de todo tipo de despropósitos y torpezas a la que otros autores contribuyen, víctimas también de ese afán comercial. Un ejemplo de este “ansia” la manifiesta el dibujante casi fijo de la colección, Ron Wilson, autor al que consideramos con claras limitaciones, pero que aun así, por la misma naturaleza de las historias que ilustraba, gozó de la oportunidad de dibujar a los personajes más estelares de Marvel (su trabajo nos recuerda al de Rick Buckler, a quien se le ha reconocido como “un clon” de Jack Kirby; en algunas “construcciones gráficas”, Wilson nos hace suponer que él es un clon de Buckler, con una indeseable degradación). Junto a Doug Moench creó el personaje del Águila Americana, al cual podríamos incluir en el apartado de los “despropósitos” a los que nos referimos (en nuestra humilde opinión), y que parece destinado a “homenajear” al pueblo nativo americano, que así obtendría un secundario heroico que incluir entre la pléyade de iconos semitas y algún católico despistado del Universo Marvel. (La otra razón para la creación de semejante personaje es meramente comercial, pues la Casa de las Ideas tenía un elemento de “atracción” entre los lectores indios potenciales y una excusa para imprimir cromos y vender maquetas con las que seducir al dinero de los fanáticos en general de sus colecciones. Esta política beneficia a la empresa, pero por desgracia no a los creadores, que se esforzaron en dar lo mejor de sí con su “nacimiento”, dando de paso rienda suelta a su creatividad, amputada por los rigores formalistas de la economía implacable.)

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¿"Homenaje" al pueblo indio? 
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Argumentos imposibles hechos realidad.
 
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 Bajo este prisma, Marvel Two-In-One es tanto “polígono de pruebas” como “vertedero”: lo de más difícil encaje encuentra escenario donde demostrar su talento y, como en el caso del Águila Americana, lo consigue con sólo vencer en un pulso a La Cosa, cuyo protagonismo a veces queda muy menguado, llegando a plantear la pregunta de “¿qué hace aquí?”, tal como evidencian las páginas donde aparece El Hombre Máquina. Tampoco le ayudan, precisamente, la cantidad de enfrentamientos porque sí que abundan en sus planchas, muy forzados la mayoría. No obstante, hay un intento deliberado de compensar esta carencia, y se apela una vez y otra al drama que le supone al protagonista ser un “hombre-monstruo”, como una reproducción de la trama de La Bella y la Bestia, y lo complementan con el sentimiento de culpa de Reed Richards, quien se siente incansablemente responsable de la deforme apariencia de Grimm, su amigo.

Sobre nuestra afirmación “de un conocimiento del mundo insuficiente, falso, o falaz”, tomamos como ejemplo las páginas 72 a 76 del tomo 14, donde se reproduce un Cairo digno de Las mil y una noches, o quizás de las sagas “árabes” de Conan; en esas viñetas los nativos parecen dibujados como si aún estuvieran en el siglo XV o XVI. La Cosa “aparca” su cohete “a las afueras” invadiendo el espacio aéreo de una nación soberana con la absoluta tranquilidad como se tomaría un batido. Su presencia no perturba a las autoridades locales, del mismo modo que puede pasearse por el “medieval escenario recreado” sin que su singular apariencia provoque el menor estupor, o alarma… aunque, en páginas de otras colecciones, o de Los 4 Fantásticos, aun años después de aparecer en portadas de revistas, telediarios y protagonizar aventuras apabullantes, numerosos neoyorkinos lo consideran un truco publicitario, o un monstruo espeluznante del que huir aterrados y atropelladamente. Es evidente que la sangre fría a este lado del Atlántico es de un temple superior al americano.

Estas viñetas nos hacen plantearnos: ¿de este modo Marvel comprende el mundo que le rodea y del que forma parte? No le hubiera tomado más que unos minutos a DeFalco comprobar el aspecto del Egipto actual, llevándose quizás la sorpresa de ver que es un país modernizado, incluso con teléfonos (permítannos la ironía). Pero, se desprende de estas planchas, para la Casa de las Ideas se ve que respetar su entorno supone una tarea colosal, y un espíritu de “todo vale; nadie irá a comprobarlo, aún menos a reprochárnoslo” fecunda sus intenciones.

 También constatamos la fuerte tendencia de Marvel por presentar extraterrestres procedentes de culturas muy avanzadas pero cuya inteligencia no les permite evadirse del considerable tedio y apatía producto de su longevidad, conseguida con la increíble ciencia que poseen; el ejemplo más inmediato que recordamos es el de Norrin Rad, Estela Plateada, que encuentra un émulo en Shanga, la Bailarina Estelar, provista de determinados poderes que la convierten en una criatura altanera y amenazante. DeFalco pretende denunciar, en esta historia, el rechazo al extraño, empleando para hacer la parábola a la novia de Ben Grimm, Alicia Masters, en vez de la auténtica alienígena, Shanga.

DeFalco, fiel al espíritu de la colección en cuanto a lo de revitalizar personajes hasta olvidados, “rescata” a un clásico de los cuarenta, Diamante Azul, que ayuda a Grimm a frustrar las pretensiones de Shanga.

De entre todos los demás que aparecen (aunque algunos sean repetidos, como Namor), nos detendremos un instante en El Motorista Fantasma, que coprotagoniza una extraña historia de “venganza” justiciera, obstinado en castigar a unos insignificantes ladrones de coches. Su enfrentamiento con La Cosa es uno de esos ejemplos de “peleas porque sí” a las que antes aludíamos.

Nos llama también la atención otro detalle: Ron Wilson, aunque a veces cumple, a medida que se introduce en la década de ochenta empeora. Si bien aún es formal en la historia donde La Cosa y THOR se enfrentan a parte del panteón egipcio (y gracias a las viñetas copiadas a John Buscema), en las páginas donde aparece Ultron el autor manifiesta su incapacidad por superarse y crecer, pese a los cientos  de páginas que ya ha dibujado y que deberían prestarle no sólo la técnica sino también el talento.

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Páginas con: ShangaAlicia MastersMotorista FantasmaUltrón

 

 Para finalizar este esquemático estudio, añadiremos que el cebo que supone ver a uno de los más importantes iconos de Marvel protagonizar estas páginas se convierte en un intenso desencanto cuando queda enredado en los despropósitos escritos por DeFalco, que bien pudieran ser cuestión de la necesidad desesperada de surtir de continuidad, como fuera, a la saga, o de la propia incapacidad del autor por desarrollar sus argumentos, y todavía este material, que consideramos de calidad discutible, logra engatusar con la ‘promesa’ de ‘conocer’ con mayor detalle a otros personajes de la editorial sobre los que tenemos un somero conocimiento o que, por haber leído sus andanzas en otras colecciones, nos parecen dotados de un cierto “atractivo”.

Es Historia de la Historieta, en efecto, y con un considerable número de fans, pero eso no significa que, por desgracia, sea una buena historia.

FICHA TÉCNICA
 
GUIONES: ROY THOMAS, BILL MANTLO, JIM SHOOTER, MARV WOLFMAN, TOM DE FALCO, DOUG MOENCH, DAVID KRAFT, JAN STRNAD, DAVID MICHELINIE
DIBUJO: SAL BUSCEMA, RON WILSON, ALAN KUPPERBERG, MARIE SEVERIN
TINTA: SAM GRAINGER, PABLO MARCOS, JOHN TARTAGLIONE, CHIC STONE, GENE DAY, JIM MOONEY, JON D´AGOSTINO, VARIOS ARTISTAS, RICARDO VILLAMONTE, JOE SINNOT
EDITA (EE.UU.): MARVEL, 1976-77, 1981, 1982
EDITA (ESPAÑA): PANINI CÓMICS, 2005, 2006
TRADUCE: BRUNO REY, ENRIQUE JOGA
REALIZACIÓN Y ROTULACIÓN: ESTUDIO DIN&MITA, MÓNICA C.
FORMATO: TOMO B/N DE 162 PÁGS C/U
ISBN: 84-89872-96-1; 84-96652-30-0
DEP. LEGAL: GI-723-2005
P.V.P.: 4,50€, 4,75€
TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2010): Antonio Santos. Corrección de Lombilla. Edición de Manuel Barrero.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ANTONIO SANTOS (2010): "Marvel Two-in-One. Es la hora de las tortas", en Tebeosfera, segunda época , 6 (17-VI-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 18/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/marvel_two-in-one._es_la_hora_de_las_tortas.html