MICHARMUT: LA MUTACIÓN CONTINUA
Hace ya treinta años, las páginas de la revista Cairo revolucionaron la estética imperante en ese momento con una rompedora propuesta, que se apropiaba del limpio estilismo de la renovación de la línea clara propuesta por Joost Swarte para dar salida a una atrevida concepción de la historieta, capaz de amalgamar sin solución de continuidad toda la tradición de cultura popular arrinconada durante los primeros y rebeldes años de la transición democrática española. La llamada Nueva Escuela Valenciana se zambullía desvergonzadamente en el pastiche global, admitiendo influencias que iban desde el folletín de las novelitas románticas a las vanguardias pictóricas pasando, por supuesto, por referentes obligados de la historieta española como las revistas Jaimito o TBO.
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Las dos primeras páginas de "El perro que duerme". |
Las moscas debían ser así simples testimonios mudos de una urbanidad interpretada, pero la realidad se impone y la misma obra se transforma, evolucionada, en afilada disección de la sociedad actual. Un largo camino de cinco años que al ser recopilado en libro se transfigura de nuevo para alcanzar un nuevo estado, una nueva forma donde la vanguardia de Micharmut vuelve a expresar nuevas ideas y nuevos contextos. El fulgor de lo digital desaparece, el fluir infinito de la web se corta y el paso de página descubre una lectura de sorprendente fidelidad al espíritu inicial, pero profundamente diferente en la práctica, una mirada alterada que proporciona una nueva obra en la que cada página obliga al análisis detenido a la búsqueda de historias ocultas tras el maremágnum gráfico. Las páginas de la edición en papel se convierten así en un caleidoscopio que varía constantemente según se mire. En trampantojos continuos de paisajes urbanos que esconden estados y sentimientos tras retratos disimulados, en pictografías jeroglíficas que cuentan historias tras coreografías geométricas, en domicilios palindrómicos que rompen la simetría con pequeños detalles que obligan a la reflexión de la extrañeza. Continuos retos a un lector al que no se le deja posibilidad de escape, que debe entrar a trapo en el juego propuesto a sabiendas de la mirada continua de un autor oculto pero de presencia omnisciente, que incluso en determinados momentos vuelve su mirada hacia el lector a través de Pat y Murphy, escudriñándole asomado a su ventana de la cuarta pared para ojear con desvergüenza con una mirada de ojos que no pestañean que a duras penas podrá ser sostenida. Un diálogo mudo, pero intenso y demoledor.
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Dos páginas de "Pat & Murphy". |
El alcance de Sólo para moscas es inabarcable: para el lenguaje de la historieta es un catálogo infinito de posibilidades de exploración de la narrativa gráfica, que es capaz de transitar entre la referencia rendida a la cultura popular más olvidada y la abstracción pura de la secuencialidad gráfica. Para una sociedad en crisis que se debate entre la indignación y la resignación desencantada, un retrato inmisericorde de sus penas y desdichas, de esos residuos sentimentales y anímicos que componen una basura que nunca se recicla ni se enseña, que sólo las moscas de papel de Micharmut son capaces de descubrir y sacar a la luz.
Una obra maestra.
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