MIGUEL ÁNGEL MARTÍN DESDE EL
TRANSHUMANISMO
La edición integral de Brian the Brain, de Miguel Ángel Martín, publicada por la editorial Reino de Cordelia en 2019, permite acceder en un solo tomo de 448 páginas a un contenido que fue presentado en su origen de forma seriada, en diferentes formatos y fragmentado en el tiempo [1]. Algo parecido ocurre con Rubber Flesh y su edición integral (2018) [2] , o con Total OverFuck (2010), títulos también de M. A. Martín presentados en sendos volúmenes por la misma editorial madrileña, si bien el segundo, Total OverFuck, es una compilación que reúne cuatro títulos previos del autor leonés más algún extra [3]. De igual modo, la recopilación de Surfing on the Third Wave, publicada en 2009 por Rey Lear, presenta en un solo volumen una serie de Martín publicada anteriormente en El Víbora entre 1998 y 2002. La reducción del tamaño de las páginas de las historietas originales, cuando es el caso, es un inconveniente menor en comparación con el beneficio que supone la manejabilidad de una obra completa reunida en un solo libro, siempre que se entienda la importancia de este hecho para los efectos de lectura. Uno de esos efectos, por ejemplo, es el proporcionado por Brian the Brain cuando el lector, al terminar el volumen de Reino de Cordelia, se pone a pensar en vocablos como transhumanismo, posthumanismo, postbiología… ficción científica.
La presente reseña está basada en una apreciación conjunta deBrian the Brain y Rubber Flesh, complementada con otra de Surfing on the Third Wave. Prescindo de Total OverFuck —por más que la fantasía desplegada por M. A. Martín en ese volumen sea inseparable de la posición crítica que caracteriza al autor [4] —, ya que su inclusión desviaría en exceso el campo de interpretación de este artículo [5] . Como vía de acceso a los tres tebeos aludidos he optado por una que remite a la ideología transhumanista y a sus cantos de sirena evolucionistas. No sé hasta qué punto Martín se distancia de dicha ideología, en consonancia con su actitud tebeística primordial, si bien la ambientación de sus historietas puede parecer proclive a una cierta aceptación del transhumanismo.
Surfeando en la tercera ola (imagen sobre estas líneas de Surfing on the Third Wave). | |||||
Evolución biológica darwiniana / (R)evolución tecnológica lamarckiana (Brian the Brain). |
Lectura de Miguel Ángel Martín
Las historietas referidas de M. A. Martín ilustran escenarios y ambientes habitados por unos personajes que viven, tal y como el título de uno de esos cómics indica, surfeando en la tercera ola [6]. Lo que realiza Martín es puro tebeo, en la línea de que lo peor que le puede suceder a una historieta es que resulte aburrida. Pero, en cualquier caso, Martín provoca al espectador. Y lo hace según diferentes registros, intelectuales y emotivos, cuasi físicos. Se suele decir que su estilo es frío, distante; me parece que esa frialdad y distancia le son exigidas también al lector de sus obras, si es que este no quiere encontrarse perdido en un pandemónium no solo de atrocidades. Obviamente, no es lo mismo hablar de Brian the Brain, un tebeo situado en el extremo más soft de la particular escala de Martín [7], que de Total OverFuck, en el extremo más hard de la atrocidad. Las emociones que suscitan las historietas de Martín podrán ser intensas en mayor o menor grado, pero sin el concurso de la inteligencia, tanto del autor como del lector, solo implicarán sentimientos basculantes entre la sordidez y el desasosiego. Y, desde luego, si bien la mera inteligencia emocional inviste de significado la comprensión de Brian the Brain, no ocurre lo mismo con el resto de títulos aludidos arriba.
Evolución exosomática: los ciegos ven a través de dispositivos cibernéticos (Brian the Brain). | La mente alojada en un dispositivo: analogía del ordenador que reproduce el dualismo mente-cerebro. | |||||
Uno de los recursos de que se vale Martín, quizás el más relevante para realzar el efectismo de sus historietas, estriba en el contraste que logra entre la línea de sus dibujos y lo representado por ellos (entre el significante y el significado, en términos librescos). Es la suya una línea clara que, en función de sus motivos, podría ser descrita como trash clear line o, con menor dureza, shady clear line, o tal vez dirty clear line (línea clara basura, o turbia, o tal vez sucia), pero es en todo caso una línea límpida, especialmente en Brian the Brain. Hay una gradación a la hora de aplicar estos adjetivos a la línea clara de Martín, según nos fijemos en lo que representan y significan una u otra de sus obras. El lector conocedor de las mismas sabrá perfectamente a lo que me refiero. De un modo u otro, el quid no es que se trate de una línea clara “para adultos”, cosa que podemos encontrar en otros autores (Daniel Torres o Agustín Ferrer, sin ir más lejos), sino que es un dibujo que representa sin cortapisas, llegando en ocasiones a los límites de la representación. Y no me refiero solo a la figuración puramente plástica, sino también a ese tipo de figuración de ideas (apoyadas si acaso en las palabras justas e investidas o no de emociones, sentimientos, gestos) que es tan peculiar de un lenguaje gráfico bien conseguido. Se trata, en fin, de una línea, un trazo, un dibujo que confiere a la obra del autor leonés una unidad formal, materializada en la realización de un universo específico del que emana un discurso… en ocasiones extremo.
En el universo figurado por Miguel Ángel Martín en Brian the Brain , en Rubber Flesh y en Surfing on The Third Wave encontramos una coincidencia espacial y temporal, evidente a partir de la observación de determinadas viñetas que indican referencias cruzadas entre esas tres obras; sus historias transcurren en el mismo espacio y tiempo representados, o, en otro sentido, en un mismo espacio atemporal de la representación [8]. La impresión de coherencia interna de este universo refuerza otra impresión adyacente, según la cual Miguel Ángel Martín habría tenido ya pre-vistas (pre-figuradas o algo así) sus historias de un modo completo antes de comenzar a dibujarlas y publicarlas en historietas seriadas. Tal es la coherencia que se encuentra en la obra de Martín [9].
Referencias cruzadas… Brian Brane escribe una redacción escolar cuyo contenido es el guion de Rubber Flesh. |
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Electromagnetismo cerebral y acción a distancia (telequinesis) en Brian the Brain. |
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La ideología transhumanista
Como consecuencia de una evolución propiciada por el desarrollo de las nuevas tecnologías nanométricas, biológicas, informáticas o cognitivas, el transhumanismo propugna la emergencia de una nueva especie posthumana. Las posibilidades abiertas por este desarrollo generan un optimismo que fomenta la idea de una mejora artificial del ser humano, hasta culminar con la transición a esa nueva especie de seres, superiores en términos biológicos y cognitivos. El transhumanismo sería, así, una vía o etapa de transición hacia el posthumanismo (y en el límite, hacia la postbiología). Supondría el auge de organismos cibernéticos (ciborgs) inmunes al envejecimiento, a enfermedades infecciosas, al sufrimiento como función biológica… Habría incluso una supuesta inmortalidad, siquiera entendida como digital —en la nube—, dado que se apela también al advenimiento de una singularidad tecnológica, en la que la Inteligencia Artificial General o fuerte se expandiría por el universo, un poco en plan Matrix, etcétera. No es preciso insistir en la fecundidad sugerida por los planteamientos trans y posthumanistas para las artes narrativas y audiovisuales [10].
Este enfoque desmesuradamente optimista —o no, según se mire— no es del todo nuevo, al menos en lo que concierne al ideal de progreso o al anhelo de inmortalidad. «Seréis como dioses». La revolución científica y sus herederas, la industrial y la científicotécnica, favorecieron esta visión, humanista al cabo. Pero han sido las últimas revoluciones tecnológica y telemática, en el entorno de la tercera ola de Toffler, las que han vigorizado el transhumanismo [11]. El carácter ideológico de este movimiento se evidencia al observar los numerosos interrogantes que conlleva, observados desde diferentes puntos de vista: filosóficos, económicos, políticos, morales, ecológicos, sociales [12]. No es este el momento ni el lugar para desgranar las dificultades teóricas y prácticas del transhumanismo, pero sí podemos constatar que las historietas de Miguel Ángel Martín referidas ilustran algunas de esas dificultades.
Miguel Ángel Martín y el transhumanismo
Tal como indico al comienzo, Brian the Brain y Rubber Flesh son dos tebeos de Miguel Ángel Martín que favorecen una lectura del autor (de su obra) atravesada por el transhumanismo. Obviamente se trata de una argucia por completo innecesaria, esta de recurrir a una ideología —en este caso la transhumanista— para contrastarla con una realización cultural o artística concreta, aunque no deje de ser este un procedimiento interpretativo tan válido como otros. En mi descargo añadiré: 1) el hecho de que resulte factible confrontar a Martín con una ideología de pronta actualidad como la transhumanista es una prueba del valor vanguardista de la obra del leonés; 2) en tiempos como el presente, en que prolifera el uso de productos de la cultura popular como ilustración de tópicos filosóficos (p. e. Los superhéroes y la filosofía,Los Simpson y la filosofía, Futurama y la filosofía, Hitchcock y la filosofía, Baseball and Philosophy, etc.), no es insólita la estrategia de leer a Miguel Ángel Martín a propósito —o con las gafas—del ideal transhumanista, y 3) son los propios cómics de Martín referidos los que invitan a pensar en el transhumanismo, debido a su factura tanto escénica como argumental. Pese a las diferencias tonales existentes entre ellas —Brian the Brain está escrita y dibujada en un tono yo diría que serio, mientras que Rubber Flesh manifiesta un prolongado sentido del humor—, ambas obras ilustran un posible escenario del siglo XXI atravesado por la transhumanidad… solo que concebido a finales del siglo XX.
El paradigma evolucionista es uno de los paraguas en que se ampara el transhumanismo. Las modificaciones ambientales condicionan variaciones en las especies, bien por el mecanismo de la herencia de los caracteres adquiridos (modelo lamarckiano), bien por el de la selección natural de los individuos mejor adaptados (modelo darwinista). La influencia del ambiente, en definitiva, determina los cambios evolutivos. M. A. Martín reconoce en principio, refiriéndose a Surfing on the Third Wave, la influencia que tienen los cambios tecnológicos y sociales en los cambios relativos a la forma de comunicarse los jóvenes en el entorno de la tercera ola [13] . No obstante, el salto que va desde la mera aceptación del ambientalismo hasta la asunción de la teoría de la evolución, bien en su variante neodarwinista —que incorpora el efecto de las mutaciones genéticas—, respecto a la evolución endosomática (o biológica), bien en su variante neolamarckiana, para la exosomática (o tecnológica), es patente en Martín en sus dos tebeos mencionados: Brian the Brain yRubber Flesh. Específicamente, el autor dedica una plancha de Out of My Brain, la última historieta sobre la vida de Brian Brane, a exponer la diferenciación entre estos dos modelos de evolución. Se puede encontrar, por cierto, en el apartado de críticas al transhumanismo, una confusión entre ambas formas de evolución (la biológica y la tecnológica) [14].
La sordidez martinesca asoma apenas en Brian the Brain. |
Boris F. El Ejecutor, funcionario de la eutanasia, en Surfing on the Third Wave. |
Brian Brane es un mutante, nacido con el cerebro hipertrofiado y con poderes telepáticos y telequinésicos, por efecto de radiaciones ultrasónicas experimentales emitidas sobre su madre embarazada de él. Así expuesta la cosa, parecería que Brian the Brain fuese un tebeo superheroico, pero no es el caso, o al menos no lo es a la manera de los comic books de superhéroes norteamericanos. La historia de Brian Brane es una historia emotiva, y a la postre triste, que muestra las etapas de un niño que llega a joven, siempre en estado de dependencia biosanitaria. Su entorno vital —como el de su madre, que trabaja como cobaya— está condicionado por Biolab, un laboratorio de alta investigación biotecnológica (Bio High Tech), en cuyas dependencias termina viviendo Brian (no destripo el porqué) hasta que un atentado animalista destroza no solo las instalaciones, sino también la empresa entera y sus proyectos en desarrollo. El destino de Brian está unido al destino de Biolab. El hecho de que el laboratorio desaparezca como consecuencia de un atentado animalista no es ocioso para lo que nos ocupa. Los animalistas representan una versión de los defensores de la biodiversidad, también llamados bioluditas o neoluditas, que se caracterizan por su fobia al desarrollo tecnológico y científico y se convierten, por ende, en enemigos del transhumanismo. Su animadversión hacia la experimentación biotecnológica llega al extremo de condicionar, en la ficción de Martín, el final de Brian.
Entre otros muchos asuntos, Miguel Ángel Martín muestra en Brian the Brain la desventaja social que comportan las diferencias biológicas para quienes las padecen. A pesar de su extraordinaria inteligencia y de sus poderes extrasensoriales, y hasta de su belleza facial, la máxima aspiración de Brian Brane es la de ser un niño “normal” (las comillas son mías). Su situación de dependencia sanitaria avanzada le impide la plena autodeterminación individual que caracterizaría a los humanos plenamente emancipados, lo cual da que pensar hasta qué punto los costes y requerimientos constantes de los dispositivos tecnológicos y cibernéticos (mantenimiento, obsolescencia, deterioro, reciclaje, etc.) no supondrán serias dudas acerca de la viabilidad del ideal transhumanista. Sin embargo, en lo que concierne a su carácter y personalidad, Brian Brane nos revela cómo podría ser un héroe transhumano, si atendemos a su posición moral, que en el fondo se encuentra situada, a manera nietzscheana, más allá del bien y del mal. “Brian, el inocente” es el título del prólogo escrito por Manuel Vilas para la edición integral de Brian the Brain. El inocente. El Übermensch de Nietzsche. El transhumano [15].
Por su parte, Monika Ledesma, la heroína de Rubber Flesh, es una mujer con un cuerpo cuya carne es de un tipo de caucho inyectado que se autorregenera tras las mutilaciones que sufre, como las estrellas de mar. Monika debe guarecerse de los silicoides, unos mutantes también de biosilicona programados para destruirla, cuyo poder autorregenerativo opera también en sentido contrario: un solo miembro o fragmento amputado puede generar un nuevo individuo completo (aunque sin ombligo). Violada por uno de ellos, Monika da a luz a un niño silicoide que hereda del padre la programación genética para matar a su madre. Debido a su capacidad regenerativa, el niño se dobla a sí mismo, etcétera.
Aparentemente, Rubber Flesh es un mero tebeo de aventuras enloquecidas, atacadas, delirantes, pero si se lee bien se encontrará entre sus páginas el guion de un historietista informado (e informatizado). Una de las células madre de ese guion al que me refiero tiene que ver con la posibilidad de transferir los contenidos mentales de un cerebro, previamente traducidos a lenguaje informático, a un dispositivo cibernético diseñado para alojarlos. Encontramos aquí un tipo de dualismo mente-cerebro, uno de los supuestos filosóficos del transhumanismo, que sustenta la posibilidad de una especie de teletransportación de la mente inmaterial a un complejo material externo al propio cerebro (teletransportación de la mente a un cerebro electrónico, como se llamaba antes a los ordenadores) [16]. La ciberpistola que recibe Monika Ledesma en Rubber Flesh lleva un microordenador incorporado con capacidad para almacenar una personalidad (o, mejor, los datos del cerebro de una persona) y se conecta directamente con el cerebro de quien la utiliza. Es un artilugio que le da mucho juego al guion de Martín, como apreciará el lector de su tebeo. Monika utiliza la pistola para almacenar en su interior una copia digital de sí misma (de su mente) y también de su hijo Alex, con la posibilidad de transferir después el yo cibernético a otro ordenador… e incluso a otro cuerpo. La supuesta inmortalidad digital sugerida por el transhumanismo se sustenta en esa supuesta portabilidad de la mente, una concepción que recuerda a los diversos dualismos de cariz idealista y a sus dificultades teóricas inherentes. Miguel Ángel Martín, por su parte, nos divierte con sus historietas que juegan con la idea de dicha portabilidad.
En otro orden de cosas, o en otro respecto, se encuentra la creencia en la perfección o mejora de la especie humana propugnada por el transhumanismo. Nótese que se habla de la especie, no de los individuos que la componen. Con lo cual, nuevas dificultades no solo filosóficas, también políticas y económicas (por cuanto en términos evolucionistas solo sobrevivirán los mejor adaptados), se añaden a la difícil aceptación de la ideología transhumanista. En Brian the Brain, Martín hace eco de algunas de esas dificultades, especialmente en lo que se refiere a la dependencia económica respecto al sostenimiento de los programas de investigación, pero también para el disfrute individual de los logros tecnológicos obtenidos. Por otra parte, especialmente en Rubber Flesh, Miguel Ángel Martín no parece compartir la creencia según la cual el desarrollo biotecnológico incluirá una mejora de la naturaleza humana. De un modo genérico, el catálogo de sentimientos, pasiones o deseos expresados en los tres tebeos de Martín referidos coincide, por decirlo de algún modo, con el expuesto por William Shakespeare en sus obras. En lo que concierne a la naturaleza humana, solo el mutante Brian Brane —‘el inocente’— parece ofrecer una cierta mejora, sobre todo en comparación con su compañero de colegio Oliver (o en comparación, no digamos, con el Mr. Hyde de Stevenson). Pero si dejamos de lado a Brian, veremos que los demás personajes de Martín representan un cariz netamente humano, demasiado humano [17].
La mente alojada en un dispositivo genera un doble cibernético (Rubber Flesh). |
La destrucción de Biolab en Brian the Brain refleja el conflicto entre animalistas (neoluditas) y transhumanistas. |
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Conclusión
La óptica del transhumanismo facilita una lectura de Miguel Ángel Martín alejada de las visiones simplificadas —o simplistas— que limitan su narrativa. Aporta un planteamiento que permite que términos como “sordidez”, ”abyección”, ”trash apocalíptico”, y otros de parecida índole, no capitalicen un comentario sobre el autor. Martín es ante todo un historietista arrebatado y complejo, un fabulador en lenguaje de cómic, cuyo espacio-tiempo de la representación puede ser leído a la manera de las ficciones científicas.
Pero también podemos actuar a la inversa: podemos leer el transhumanismo desde la óptica de Miguel Ángel Martín. Y entonces, la conclusión a que llego, tras considerar lo anterior, es la siguiente. Una de las hipótesis de trabajo del ideal transhumanista promueve una posible transformación de la herencia genética en términos de información digital. Apunta este ideal, en esa línea, hacia la realidad y existencia de una nueva carne, solo que virtual, metafórica. El transhumanismo es una posición intelectual que, en el límite, podría incumplir la ley de la biogénesis, según la cual todo ser vivo procede de otro ser vivo. Martín parece ser consciente de que la realidad virtual, igual que la ficcional, es un cúmulo de metáforas; así se permite, como historietista, jugar con ellas. Son los suyos unos tebeos concebidos en un fin de siglo. Son, a la vez, magníficos como tebeos.
BIBLIOGRAFÍA
FERNÁNDEZ, E. (2013): “Don sórdido goes global. Miguel Ángel Martín y las gestiones de la violencia”, en GARCÍA, S. (coord.): Supercómic. Mutaciones de la novela gráfica contemporánea . Madrid, Errata naturae, pp. 163-182.
GARCÍA, S. (2015): “Psychopatia Sexualis”, en Cómics sensacionales . Barcelona, Larousse, pp. 152-155.
INFAME, K. (2018): “Entrevista con Miguel Ángel Martín”, CuCo, 11, 103-125. Disponible en línea en: http://cuadernosdecomic.com/docs/revista11/cuadernosdecomic_11.pdf
LACAN, J. (1989): “Kant con Sade”, en Escritos 2. México, Siglo veintiuno, pp. 744-770.
POPPER, K. R. (1992): “La evolución y el árbol del conocimiento”, en Conocimiento objetivo. Madrid, Tecnos, pp. 236-259.
NOTAS
[1] Algunas ediciones anteriores de Brian The Brain: https://www.tebeosfera.com/buscador/Brian%20the%20Brain/ ; https://www.tebeosfera.com/numeros/out_of_my_brain._viaje_sin_retorno_2014_rey_lear.html .
[2] Algunas ediciones anteriores de Rubber Flesh: https://www.tebeosfera.com/buscador/Rubber%20Flesh/
[3] La recopilación Total OverFuck incluyePsycopathia Sexualis (1992), Anal Core (1999),Snuf 2000 (1998), HardON (2003), el story board y fotografías del cortometraje dirigido por Borja Crespo Snuf 2000 / El Filme y la galería de ilustraciones Feel the Pain, Feel the Pleasure.
[4] Sobre todo, si se acepta que el deseo, aunque sostenido por sus fantasmas, es más verdadero que sus representaciones, por un lado, y que la mecánica de la sordidez puede funcionar como el reverso de la ley a la que aparentemente se opone, por el otro lado. Cf. Lacan 1989.
[5] Eloy Fernández Porta, además de escribir el prólogo de la 1ª edición de Total OverFuck (2010), presenta (en Fernández, 2013) un ensayo centrado en el lado más sórdido ( extreme sex, martirio, gore) de M. A. Martín. Por otra parte, si considerásemos únicamente el contenido de Total OverFuck para nuestro ensayo, veríamos que la mera elisión de la ‘n’ en la palabra ‘transhumanismo’ la transforma en ‘trashumanismo’, fácilmente traducible mediante un chiste forzado en ‘humanismo basura’, lo cual no deja de ser un despropósito.
[6] Sobre La tercera ola, libro de Alvin Toffler (1979): https://es.wikipedia.org/wiki/La_tercera_ola . Sobre el experimento Tercera Ola, realizado por Ron Jones (1967): https://es.wikipedia.org/wiki/Tercera_Ola .
[7] En la edición que comento, Brian the Brain es presentado como «un technomelodrama del siglo XXI». No obstante, Santiago García, refiriéndose a Brian the Brain, tras destacar que «la crueldad de este Paracuellos ciberpunk es tal vez mayor que en otros títulos más ofensivos a la vista», considera que el autor, mediante el sentimentalismo de esta obra, ausente en las otras de Martín, «llega a la sátira con más salvajismo que nunca» (García, 2015: 153). Bien mirado, no le falta razón a Santiago García.
[8] En el estricto espacio de la representación, la sincronía se impone. Jacques Tardi, por poner un ejemplo, nos muestra en Adèle Blanc-Sec cómo en el marco de la figuración coexisten los pterodáctilos, las momias egipcias y el París de la Belle Époque.
[9] Otro dato a favor de la impresión de unidad del universo de Martín lo proporciona el cruce entre algunas historietas deSurfing on the Third Wave y la joven protagonista de Bitch ( https://www.tebeosfera.com/documentos/bitch_cronica_contemporanea.html ).
[10] Me limitaré a señalar la película de S. Kubrick 2001: Una odisea del espacio (1968) —cuyo guion coescrito por el director con A. C. Clarke desarrolla un relato de este último titulado “El centinela” (1951)—, debido a que Martín representa en una de las páginas de Brian the Brain un homenaje a HAL 9000, una computadora aparentemente dotada de sensibilidad.
[11] Sobre el transhumanismo: https://es.wikipedia.org/wiki/Transhumanismo .
[12] Califico el transhumanismo como una ideología en la medida en que se presente como una justificación o salvaguardia de intereses particulares, privados.
[13] En una entrevista de Kike Infame a M. A. Martín se hace una espléndida caracterización del estilo de comunicación interpersonal en la tercera ola, en la que cabe considerar la réplica de Martín:
«En Surfing on the Third Wave (Rey Lear, 2008) te acercas a la tercera ola de Toffler.
Me interesaba ver cómo cambia la tecnología y la sociedad, cómo cambia la forma de comunicarse. Es uno de los temas principales de mi trabajo. En Surfing on the Third Wave hago una obra coral protagonizada por gente joven en la que se puede ver el mundo que estamos viviendo, ahora con información a la que el público generalista no tenía acceso en aquel momento. […]
Decía Óscar Palmer que los protagonistas intercambian información.
Así es. Me decía que intercambiaban información, no sentimientos, pero también es otra manera de intercambiar sentimientos [risas].» (Infame, 2018: 116)
[14] Popper (1992) presenta un enfoque que compatibiliza el darwinismo con el lamarckismo y supera la escisión entre evolución biológica endosomática y evolución cultural exosomática.
[15] Una vez reconocido el escaso (por no decir nulo) acierto que supone traducir Übermensch como superhombre, va cobrando aceptación el término transhumano, entendido como un ir más allá del humano presente. La cuestión de si Nietzsche puede ser considerado un precedente del transhumanismo se ha convertido en un tópico académico del que da cierta idea el siguiente enlace: https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/praxis/article/view/10648/13199 .
[16] Las ciencias cibernéticas y cognitivas toman como paradigma de investigación la denominada analogía del ordenador. La unidad de cooperación establecida entre el software y el hardware de una computadora es análoga a la unidad de cooperación establecida entre la mente y el cerebro de un humano (o inclusive de un animal no humano dotado de sistema nervioso central). Es este un enfoque procedimental, válido para la investigación fisiológica de la gramática del cerebro y de la mente (su morfosintaxis, su semántica, su pragmática). Pero no resuelve el problema mente-cerebro, pues en última instancia no salva el hiato que según el dualismo existe entre una mente inmaterial y un cerebro material, y por tanto no resuelve el problema de su interacción respectiva. El transhumanismo, al proponer la separabilidad de la mente, recurre a un dualismo de raíz cartesiana que, por mucho que lo compagine con una versión del funcionalismo (los procesos mentales son funciones de procesos cerebrales), persiste en una concepción idealista de la mente humana.
[17] “Demasiado humano” es el título del prólogo de Jesús Palacios que encabeza Surfing on the Third Wave (2009). Curiosamente, tanto este prólogo de Palacios como el de Manuel Vilas para Brian the Brain presentan en sus respectivos títulos una referencia nietzscheana.