MORIR DE RISA NO DUELE. ALFONS FIGUERAS Y SU PASIÓN POR EL TERROR
JAUME CAPDEVILA

Resumen / Abstract:
Notas: Las imágenes escogidas para este artículo se ordenan para permitir ver una evolución en la trayectoria profesional del autor Alfons Figueras, y no necesariamente se colocan a la altura donde se cita cada obra concreta. A la derecha vemos una caricatura de Figueras. Encabeza el artículo una foto del dibujante en su madurez.
MORIR DE RISA NO DUELE.
ALFONS FIGUERAS Y SU PASIÓN POR EL TERROR.

www.tebeosfera.comSi uno no tuviera tantas cosas en la cabeza podría darse cuenta, por ejemplo, que hay abundancia de material para reflexionar largamente sobre la poderosa atracción que lo más oscuro ejerce sobre el humor. Así como el horror, la desolación y la desgracia forman parte inexorable de la propia condición humana, el hecho de reír a costa de la muerte, la desolación y el terror es algo más que una simple vacuna para conjurar este grupo de aciagos elementos: carcajearse de algo a lo que uno tiene miedo es el primer paso para perder ese miedo, nos recuerdan sesudos estudios de psicología. Al ver una viñeta de humor negro, la risa sustituye al espanto, pues, como apunta Freud[1], “experimentamos el placer humorístico allí donde es evitado un sentimiento emotivo que esperábamos como inherente a la situación”.

¿Tendrá algo que ver que el cuerpo responde con manifestaciones fisiológicas sobre las que no participa ni la voluntad ni la conciencia tanto cuando se enfrenta a lo terrible (ansiedad, palpitación, temblor, grito) como a lo cómico (carcajada, espasmo, temblor, llanto)? El humor negro, donde la muerte y el terror van del brazo de la sonrisa (muchas veces una sonrisa pálida, gélida, tétrica) ejerce una atracción sobre una gran cantidad de creadores. Es realmente difícil no encontrar algunas pocas o muchas viñetas de humor negro entre la producción de la mayoría de autores de humor gráfico de todo el globo y todos los tiempos. Calaveras, vísceras, mutilaciones, tullidos, vampiros, monstruos, zombis, amputaciones, explosiones, y toda suerte de calamidades se han usado asociadas a lo satírico y lo cómico. Será quizás porque lo deforme y lo grotesco están imbricados en el nacimiento de la caricatura y el dibujo humorístico. “Mientras el Arte se limitaba a representar temas épicos y arrogantes, la caricatura tomó posiciones sobre la peculiaridad, el tópico y la fealdad” escribe Werner Hoffman[2] en su documentado estudio histórico sobre la caricatura. Y de lo grotesco a lo malvado hay una distancia tan corta, y cuesta abajo, que a los autores les es sumamente difícil resistirse.


Primeros tebeos en los que dibuja Alfons Figueras: dos tebeos de la Gran Colección de Aventuras Gráficas (de los denominados "monográficos"), de editorial Marco

No dudamos que una de las principales misiones de la caricatura ha sido siempre el recordar las propias miserias de la condición humana. Como el esclavo que repetía el Memento mori a la oreja de los generales victoriosos que desfilaban por la antigua Roma, el humor más escabroso nos recuerda nuestra materialidad con fecha de caducidad. Según Chumy Chúmez[3], el humor negro es “simplemente un humor realista que muestra con delectación, y a veces con gracia, las aspectos más penosos de nuestra condición humana de seres mortales”, y sigue “A la gente le asusta la muerte propia. La ajena le es indiferente, pero las muertes de los demás nos recuerdan que nosotros también somos mortales y eso nos inquieta.” Pero como hemos anotado, el ejercicio de la risa se convierte también en una herramienta que nos vacuna contra la desesperación. Asumir la propia condición de mortal nos ayuda a mirar la vida (y la muerte) con otros ojos. Y si el humor gráfico, la historieta, la literatura o el cine nos ayudan a recorrer el camino que nos lleva a la plena conciencia sobre este fundamental hecho, será porque constituyen herramientas de primer orden para el desarrollo intelectual del ser humano.

Todo lo anterior viene a cuento porque si se trata de hablar de una obra ue aúna magistralmente humor y terror hay que hablar de Alfons Figueras.Muchos han sido los autores de humor que se han interesado por el mundo del miedo y de lo macabro, ya sea en sus chistes y viñetas como en la creación de personajes, como el Dr. Tenebro de Escobar, Fúlmine de Divito, el Pervers Pépère de Gotlib, Pierre Tombal de Hardy y Cauvin, el Teufel de Dietrich Bauer, el trío de sádicos enterradores que protagonizan varios libros de Paul Flora, el Drácula de Breccia o las terroríficas alumnas del St. Trinians de Ronald Searle. Pero, sin duda, a pesar de la singularidad de cada una de las obras citadas y sus interesantes y evidentes cualidades narrativas, humorísticas, visuales, o satíricas, si de lo que se trata es de Terror, así, escrito con mayúscula, podemos afirmar que ninguno de ellos ha hurgado en el Terror hasta el meollo, como ha hecho Figueras reiteradamente.

 

Dos páginas de las primeras que dibujó Figueras. A la izquierda, una página de la serie Jaime Bazán, a la derecha, una página de Viaje Submarino, ambos tebeos de Marco, datados en 1940.
 
ALFONS FIGUERAS
 
Alfons Figueras, no lo voy a descubrir yo, ha sido un autor maltratado. Un autor que hubiera merecido mucho más. Mucho más reconocimiento, mucha más atención, muchos más libros, exposiciones, homenajes... Pero esto es lo que hay, y Alfons murió hace poco y como pasa siempre, entonces se empezó a prestarle un poco de atención. “Puigmiquel, el secreto mejor guardado de la historieta española de posguerra, y Figueras, que se convertiría en el cactus pulp de la costumbrista escuela Bruguera, hicieron la misma revolución por distintos medios, abriendo, a través de sus viñetas, una ventana de locura y desaforada imaginación por la que se colaron los vientos más transgresores” escribe Jordi Costa[4].
 
Para Antonio Martín, Figueras es “uno de los más importantes, y al tiempo de los menos conocidos, de la historieta española. Y es que a Figueras no se le puede pesar, medir o limitar en unos pocos datos o preguntas, dada su complejidad como autor y como persona. La dificultad aumenta ante la convicción de que se trata de uno de los mejores conocedores del cine fantástico y de terror de los años treinta y cuarenta y experto en folletines, cómics y otros papeles de signo popular, a lo que se une su categoría profesional, por ser uno de los escasos dibujantes que son hoy capaces en España de realizar cómics para adultos”. Esta cita aparece en un documento que será una de mis referencias imprescindibles para desarrollar lo que me he propuesto en éste artículo. Y es que si se trata de humor, terror y Figueras, voy a tener que echar mano constantemente del texto “Alfonso Figueras y el humor de terror” redactado por Antonio Martín en la revista Terror Fantastic[5] en 1972 con motivo de la aparición del libro Shock, un texto al que lo único que voy a discutirle es el título. Porque creo firmemente que Figueras no hace ‘humor de terror’, sino ‘terror de humor’, y el matiz se me antoja importante.
Figueras realizó una vasta obra donde el terror se convierte no en un mero recurso expresivo, sino en una parte fundamental. Quiero decir que Figueras se plantea abordar el terror como género y utiliza el humor como lenguaje. Y así, un humorismo sutil, una ironía contumaz, un desparpajo cómico se filtra en la obra terrorífica de Figueras, como la socarronería ingeniosa de Wilde exuda en las páginas de El Fantasma de Canterville, que sigue siendo una novela de miedo. De modo que yo creo que a pesar de las desventuras cómicas, desenfadadas o incluso escatológicas de los personajes fantásticos de las viñetas de Figueras, su obra sigue siendo una obra de terror.
 
La obra monumental, coherente, de Alfons Figueras, logra fundir de forma magistral el terror con el humor como prácticamente ningún autor ha hecho. Sobre todo porque Alfons ama el terror. Admirador declarado del cine clásico, Figueras dibuja como si filmase una película de Lon Chaney. “Mi pasión era el cine y siempre mezclaba cine y dibujo”, confiesa nuestro autor[6]. En la obra de Alfons Figueras, el terror y la risa se presentan a los ojos del lector / espectador en estado puro y casi los podemos ver en cada viñeta, en cada historieta como un vaso lleno de agua y aceite. Por eso el humor terrorífico de Figueras no es un humor negro al uso. Acaso el referente más parecido es el de Charles Addams, que combina de modo muy parecido los recursos propios del humor y del terror para configurar un universo propio. En Figueras, este humor no es singularmente macabro como el de Gahan Wilson, no es desgarrador como el de Chumy, desesperanzado como el de Topor, reivindicativo como el de Perich, revolucionario como el de Siné, sangriento como el de Regueiro, tétrico como el de Chaval, visceral como el de Ops, gótico como el de Moisan, cruento como el de
Mefisto, el fantasma que fuma en pipa. Se trata de una página publicada en Chicos, núm. 387, de 1946.
Serre, naïf como el de Gila, macabro como el de Gorey… su humor es, y valga la redundancia, totalmente humorístico. Y el terror es, lo digo, terrorífico. Figueras acomete ambos géneros cumpliendo con cada uno de los requisitos del canon. Su humor es de factura clásica, impecable, eficaz, nada más. Su terror es, repito, de factura clásica, impecable, eficaz, que no es poco. “Alfons Figueras no practica el humor negro ni tan siquiera el desagradable, aunque no ahorre sangre y referencias concretas a todos los ingredientes de la fórmula terrorífica”, escribe Josep Maria Cadena
[7]. Y así es. A pesar del desfile inacabable de muertos, monstruos, amputaciones y tumbas, el lector nunca se siente violentado por las imágenes. Casi diría que, al contrario, existe más bien una pequeña delectación, dado que Figueras logra despertar el lado más gamberro, más transgresor del lector. El humor es, según Freud[8], uno de los principales procesos de defensa psíquico, pero a diferencia de la represión “desprecia sustraer a la atención el contenido de representaciones ligado al efecto doloroso, y de este modo domina al automatismo defensivo. Para conseguirlo encuentra además el modo de despojar de su energía a la preparada producción de displacer y la convierte en placer sometiéndola a la descarga. Es también sospechable que sea de nuevo la conexión con lo infantil lo que le permite llevar a cabo esta función, pues en la vida del niño se producen intensos afectos dolorosos, de los que el adulto reiría como ríe el humorista de los de igual género que le asaltan en la edad madura.”
 
 
Alfons Figueras i Fontanals nació en Vilanova i la Geltrú el 15 de octubre de 1922. Lector empedernido de la prensa humorística de la época, según explicaba a Lluís Solà i Dachs en un artículo publicado en La Hoja del Lunes el 23 de agosto de 1982[9], los dibujos de Junceda en las páginas de En Patufet o L’Esquella de la Torratxa provocaron un fuerte deseo de emularlo y despertaron su afición por el dibujo. Después de la guerra civil se empleó en la Editorial Bruguera cuando aún era El Gato Negro, haciendo al principio rótulos, pequeños cuentos y realizando labores de imprenta, así como retocando originales de otros autores. También trabajó en la Hispano Gráfic Films de los hermanos Baguñà bajo las órdenes de Salvador Mestres, y en los Estudios Chamartín, con Escobar. El servicio militar interrumpió estas primeras colaboraciones, y una vez cumplido su compromiso con la patria continuó dibujando para la Editorial Plaza, la Editorial Molino y revistas como Chicos, Nicolás, El Coyote o Paseo Infantil. En 1955 acompañará a Angel Puigmiquel en su aventura Venezolana hasta su regreso a Barcelona en 1964, dónde realizará animaciones para Francisco Macián y empezará su colaboración con Bruguera y agencias como Selecciones Ilustradas[10] y Creaciones Editoriales[11], así como sus tiras diarias en prensa que inicia en El Correo Catalán, con “La familia Capicúa”, a la que seguirá “Don Plácido” para La Vanguardia y “El Bon Jan” y “Mr. Hyde” para el rotativo catalán Avui. Recibió el Gran Premi del Saló del Còmic de Barcelona en 1988, y el Premi Internacional d’humor Gat Perich de honor en el 2002. Falleció en 2009, casi a tiempo de ver como varias editoriales empezaban a recuperar su vasta y dispersa obra.
 

 Dos páginas de Bombo, personaje de Figueras para la revista Nicolás, del sello Clíper. A la izquierda, la página publicada en el núm. 3, a la derecha, la aparecida en el número 17. 

Resumir así, en pocas líneas, el periplo vital de un creador como Alfons Figueras no es tan fácil. Coleccionista empedernido, amante de las películas americanas de los años veinte, treinta y cuarenta, notable escritor de ciencia ficción, y concienciado activista social, todas estas facetas confluyen y se retroalimentan entre ellas, influyendo notablemente, claro está, en su faceta de dibujante. Centrémonos pues en lo que nos interesa, a pesar de lo apetecible que sería perderse por cualquiera de los recovecos que envuelven a éste polimórfico autor.

 
“Mi padre (…) había sido corresponsal para varias revistas sudamericanas, y en casa, en Vilanova, recibíamos muchos periódicos de los EUA. Estos periódicos publicaban a diario dos páginas cómicas, y los fines de semana las historias aparecían en un suplemento en color. Así me aficioné al cómic de bien pequeño” confesó Figueras a Virginia Mascaró[12] en el 2001. Y todas aquellas viñetas de los cartoons mamadas de pequeño se reflejarán en el estilo gráfico del dibujante, un estilo de factura clásica, con gusto por las composiciones dinámicas, de trazo vivaz y con dominio de los juegos de tramas y masas de blancos y negros para crear contrastes de luz y sombra. La técnica de dibujo, una técnica sólida, cargada de recursos visuales y narrativos, es uno de los puntos fuertes de este autor, que a pesar de todo confesaba no tener una gran facilidad para el dibujo[13]. La exhuberancia gráfica entre loca y desenfadada de autores como Herriman, Milt Gross o Cliff Sterret se refleja en las viñetas de Figueras.


El cine le fascinab. De izquierda a derecha, carteles y programas de mano de películas de horror estrenadas en España desde 1930: La voluntad del muerto, el Drácula hispano rodado en Hollywood (ambas de George Melford) y El legado tenebroso (de Paul Leni)

Pero además de los cómics clásicos, está el cine. “El cine es y ha sido mi alimento espiritual. Parece que viendo esas películas [de los años 20 a 50] americanas o no, recupere aquel tiempo irrecuperable” explicaba en una entrevista a Marta Clos
[14]. “Mi pasión era el cine y siempre mezclaba el cine con el dibujo”[15]. Y es que Figueras acomete su producción terrorífica, sobre todo la que desarrollará para la agencia de Toutain y que se publicará en revistas como Vampus, Dossier Negro o Drácula, con la conciencia que los referentes deben ser cinematográficos. ¡Incluso la forma de las viñetas es roma en sus esquinas, para asemejarlas a una pantalla! Y solo hay que ver la manera en que Figueras compone sus historietas para darse cuenta que la iluminación, el encuadre, la expresión y el ritmo que imprime a la narración es puro cine. Pero cine del de antes, cine en blanco y negro y con un pianista al lado, donde los actores sobreactúan y la narración se acomete a trompicones, donde cada plano es una postal expresiva y auténtica, donde en cualquier momento pueden aparecer los Keystone cops a repartir mamporros, y donde los buenos son muy buenos y los malos son muy malos. Un cine inocente, cándido, que se sorprende a si mismo disfrutando del lenguaje cinematográfico a medida que lo construye. Y, al igual que sucede con este tipo de cine, en la producción de Figueras hay obras maestras y obras no tan conseguidas, a las que se les ve la trampa y el cartón, y en las que el experimento no da los resultados que el autor esperaba y por consiguiente no consiguen el efecto deseado. Pero incluso en estas páginas o viñetas menos conseguidas, uno puede ver claramente el esfuerzo del autor en buscar una idea, un enfoque, una composición o un acabado novedoso al configurar la pagina, tira o viñeta. Suscribo, pues, las anotaciones de Salvador Vázquez de Parga[16] al describir las raíces cinematográficas de la producción de nuestro autor: “Las historietas de Figueras están llenas de carreras, de idas y venidas de los personajes que aparecen y desaparecen corriendo, persiguiéndose unos a otros como en las películas mudas de humor, como en el celuloide rancio que gracias a la televisión se ha dado en llamar generalmente ‘cine cómico’. Y efectivamente, el ‘cine cómico’ es el primero de los elementos de estos cómics concebidos como una película y como ella estructurados, con toda la sencillez e inocencia del rudimentario cine mudo: la simplicidad de los planos, la linealidad de la historia, la prolongación de las secuencias apurando al máximo cada gag. Toda esa antigua concepción cinematográfica está presente en la obra de Figueras salpicada constantemente de detalles tan ilustrativos como la habitual presencia de gendarmes al estilo de Max Sennet, osos que recuerdan la célebre secuencia de La carrera del Oro , alusiones a las viejas películas de episodios, monstruos y enmascarado que invocan a cada momento el mejor cine de terror desde el primer Frankenstein hasta el último Fantasma del Paraíso”.
 
 
Dos páginas de Figueras publicadas en la revista Nicolás, de las series Hércules Puput y de la serie Gummo.

FIEL AL CANON
 

El ser humano siempre ha sentido un profundo interés por lo que está más allá de la muerte, por lo que no es nada inhabitual encontrar en la literatura y la historia constantes vínculos entre el mundo de los vivos y los muertos. Desde las antiguas culturas que rendían sus cultos a los fallecidos en la Europa Medieval en la que la Santa Madre Iglesia se encargaba de recordar al personal que lo mejor estaba por venir, o sea, que no se preocupasen mucho de este mundo que lo bueno estaba en el otro. La vida y la muerte se entremezclaban en varios y diversos aspectos de lo más cotidianos. Pero el terror no llega hasta los siglos XVIII y XIX, justo cuando el mundo se hace más racionalista y la ciencia certifica que lo del otro mundo habría que verlo. Y aunque con los ojos de hoy nos parecen mucho más espeluznantes las actas de los tribunales de la Inquisición que las novelitas de la señorita Radcliffe, en su contexto histórico resultaba mucho menos terrorífico el De Magorum Daemonomania, seu detestando Lamiarum ac magorum cum Satana commercio [17] -manual que explicaba a los jueces como actuar en los procesos por brujería y que se basaba en la experiencia personal de su autor, que había torturado personalmente a mujeres, niños y ancianos para arrancarles sus confesiones de trato con el diablo- que el Udolpho,[18] que narra las vicisitudes de la joven Emily en un castillo de los Apeninos. O sea que volvemos a lo de la toma de conciencia de la condición humana: el terror llega cuando la humanidad descubre que tiene fecha de caducidad, cuando aprende que hay una barrera entre los que están acá y los que están allá. El terror aparece cuando cualquiera de los dos se salta esa barrera: o de allá para acá, o de acá para allá, que es el camino más fácil y seguramente lo que a uno menos le apetece, todo hay que decirlo.

      

Más páginas de Nicolás: para el Almanaque de 1952, una historieta titulada "¡Ni por estas!", otra de la serie Qué guerra! y una de las primeras de Loony.
 

Para el viaje a la inversa nace a finales del XVIII la literatura de miedo, poblada de vampiros, fantasmas, monstruos y bichos que, como reacción al racionalismo, se interesa en mirar con curiosidad los paisajes sombríos, bosques tenebrosos, castillos y monasterios con sus respectivas criptas y pasadizos. La literatura de terror (y después el cine) sientan las bases canónicas del género. El imaginario colectivo de los terrores de occidente se fragua en los estudios de la Universal. Y a las pruebas me remito: si uno dice “Frankenstein”, lo que nos viene a la cabeza es el rostro de Boris Karloff en la película de James Whale (1931) y sus secuelas, ningún otro Frankenstein: ni el de 1910 de J. Searle Dawley, que podría integrarse perfectamente en la troupe de The Rocky Horror Picture Show, ni el descamisado Robert de Niro en el Frankenstein (de Mary Shelley) de Keneth Branagh en 1994.

  

Tres páginas de la serie Loony: en Nicolás, 76, en Nicolás, 116 y en la revista Paseo infantil, 30.
 
Figueras, cuando se enfrenta al terror, lo hace con absoluta fidelidad al canon, un canon que conoce, pues no por nada era un amante –goloso, sibarita– del género en cuestión, ya sea en el cine, en el tebeo o en el folletín. “Y yo no hago sino dar mi versión humorística de los géneros que me gustan, pensando en que hay un público al que también gustan estas cosas y con el que yo intento compartir la afición” afirmaba Figueras en el coloquio con Maroto y Martín[19] redactado por éste último. ¿Por qué dibujas terror?, es inquirido Alfons en el mismo documento. “Lo corriente, lo diario, ya existe, lo tenemos en nuestras propias vidas, entonces en la obra de arte busco lo que no es corriente, lo que sale de las normas, lo que es más emocionante. (…) [El terror] se sale de lo corriente, como antes te decía, además, puedes que así dé suelta a la amargura que tantas cosas de nuestro mundo me producen[20].” Y acá, como cuando unas líneas atrás he anotado su melancólico deseo de “recuperar aquel tiempo irrecuperable” cabe apuntar que visionando la recreación de un universo terrorífico en las viñetas de Figueras -hombre de recias convicciones sociales que no ha tenido otra opción que vivir, como todos los españoles, una realidad oscura que se inició con un terrible conflicto bélico en 1936-, el mundo fantástico de lúgubres y macabros decorados poblado por sádicos muertos vivientes, monstruos deformes y horripilantes vampiros se me antoja menos terrorífico que la pura realidad vivida por tanta gente en este país. Recordemos que, según Martín[21], Figueras es el “hombre que perdió su infancia y marcha por la vida reconquistándola trocito a trocito”.
 
El terror en Figueras es incluso amable, divertido. En los folletines y en el cine después de los momentos más espeluznantes llegaba la luz, el bien triunfaba sobre el mal, el amor sobre la maldad, la humanidad sobre la crueldad y la vileza. No es un terror desesperado, sino un terror como catarsis, del que uno renace siendo mejor persona.

Página de la serie Simplicio en el tebeo El Coyote, segunda, número 1.

No es, en el fondo, un terror para sufrir sino un terror para disfrutar. Y se nota, no hay duda, que a Figueras le gusta el género, y que disfruta recreando en el papel los escenarios y personajes de aquella pantalla del viejo cine, aquellos personajes en blanco y negro. Y aunque haga terror (que no horror, ojo, que como explica el autor “lo de antes era arte, sugería, pero lo de ahora, aunque también exista el arte, se encuentra mezclado con el horror, y esto a mi no me interesa. El horror muestra –sangre, tripas, cráneos machacados…-, no, no me va eso; aunque también yo, últimamente, me he ido quizás un poco de la mano en algunos momentos[22]”), es un terror que pasa por el filtro de la propia personalidad de Figueras. Y Figueras es un personaje absolutamente afable, libertario, pacifista, sensible, inocente, bienhumorado, casi infantil, por lo que su terror no puede ser más que inocente y amable. Porque “todas las cosas deben tomarse con humor, incluso las más trágicas” afirmaba Figueras en una entrevista a Virgínia Mascaró[23], y eso es lo que encontramos en la producción terrorífica de Figueras: terror puro más humor puro.
 
LA PASIÓN POR EL TERROR
 
El especialista en literatura de terror Barton Levi St. Armand[24] establece la diferencia entre el terror y el horror literarios: mientras el terror viene del exterior, atacando el alma del lector, el horror nace del interior de uno mismo. Por lo tanto, el horror repele el contacto con el humor, mientras que el terror sí puede mezclarse con el humor, y así sucede ya en multitud de obras maestras del género, desde el humor negro, sutil de Poe o Byron, al cinismo desopilante de películas como El Baile de los Vampiros (1967) o el sarcasmo jocoso de La noche de los muertos vivientes (1968). Al igual que el terror, el humor necesita de la sorpresa, de lo inesperado, lo imprevisto. Uno no ríe igual la segunda vez que se encuentra frente a frente con un chiste, al igual que uno se asusta solamente de lo inusual, lo raro, lo que no está previsto.
 
Página de Pipo y Teka, publicada en Yumbo, 164.
Alfons Figueras es un dibujante de humor. Sus escarceos con la historieta “seria” no tienen nada que ver con el nivel que logra en su actividad como dibujante de historietas cómicas. Es a finales de los años cuarenta que el autor descubre su vena humorística y abandona la historieta de aventuras, género en el que se había iniciado con series como “Los Titanes del Aire” o “She” en la editorial Marco. En esa época de formación, en que el autor destaca por su versatilidad, así como el dinamismo del trazo y el ritmo narrativo, ya va intentando incorporar a sus viñetas personajes vinculados al mundo del terror. No ya solamente los cameos de los personajes más conocidos del género en las viñetas para todos los públicos dibujadas a lo largo de varias décadas, sino una reiterada pasión por el género, abordado con las herramientas de las que dispone Figueras como autor.
 
Tras su profesionalización como dibujante y antes del viaje a Venezuela, Figueras ya inicia su pulso por introducir el terror en sus páginas: en 1946, en la revista Chicos y en Cuqui, dibujará a “Mysto”; el mismo año, en la revista Chispa del sello Toray, aparecerá “Mefisto”, el ‘fantasma tonto’, que también se publica en Chicos y unos años más tardes se recuperará en Gran Chicos. Para Chispa dibujará otra serie con el mago “Diavolo Tallerini”, en 1948.
 
En 1950, en la revista Búfalo encontramos la primera aparición de “Mr. Hyde”, personaje importante y que retomará varias veces a lo largo de su carrera. La dualidad que plantea Stevenson en su lado más salvaje es la base del personaje, que en 1952 aparece de nuevo en la revista Pocholo de la Hispano Americana de Ediciones, más con el nombre de “Mr. Mosifón”. Mosifón / Hyde se publicará también en Almanaque Texas Bill.
 
Página de Pancho Colate, aparecida en el núm. 184 de Yumbo.
En 1955 se produce un hecho, el viaje a Venezuela, que marca profundamente la trayectoria vital y profesional de Figueras. A los que nos gusta clasificar y darle vueltas a estos asuntos, podemos hablar del “antes” y el “después”. De modo que antes del viaje, ya hemos visto como la pasión desbocada de Figueras por el terror ya busca la manera de salir a la luz a través de varias series. Son series que tienen su interés, y dejan entrever la habilidad de Figueras para crear universos fantásticos poblados de monstruos ingenuos, casi humanos con tintes anarquistas. No es una producción madura pero alcanza cotas de gran interés. Según palabras de Antonio Martín, aquellas primeras series de terror las protagonizan “personajes sin continuidad y su importancia deriva de su valor como experimentos temáticos.”
 

Al regreso de Venezuela, ya en plena madurez creativa, de la plumilla de Figueras nace en 1968 su mítico “Franciskostein” en la revista Mata ratos de Ibero Mundial de Ediciones. “Frankenstein era una de mis especialidades”, afirma contundente nuestro autor[25]. No hay que confundirlo con el “Franciscostein” de Bernet Toledano editado por Euredit (1973), donde el tono de parodia es mucho más acusado. A mi entender, Figueras no realiza una parodia, sino un homenaje. Y eso cambia las cosas. Mientras Bernet Toledano se limita a jugar (magistralmente, todo hay que decirlo) con los tópicos del género, Figueras –a pesar de la acción desacralizante del humor con que se realizan las páginas– penetra con firmeza en la propia naturaleza del personaje. No en vano, el mismo Figueras reconoce Frankenstein (de Whale, 1931) como “pieza maestra del cine de terror”, como la película que más le ha impresionado. “Frankenstein respiraba humanidad, incluso en sus manos, con unos ojos y una mirada impresionantes, como nunca se han dado en la historia del cine. Todo el clima de la película era impresionante y además había una diferencia básica en la caracterización respecto a otras películas que, como las de Lon Chaney , por ejemplo, eran mucho más tremendistas. El acierto del conjunto se debió a la combinación de la sensibilidad de Whale y la de Karloff”, confesaba Figueras a Antonio Martín y Esteban Maroto[26]. “Frankenstein era terror” afirmaba en otra entrevista, esta vez realizada por Sebastià Roig[27], “te transportaba a un mundo de sensaciones terroríficas al más alto nivel”. El respeto de Figueras por el personaje provoca, quizás, que a veces los gags se nos antojen demasiado suaves, y podemos ejecutar un curioso ejercicio comparativo al comprobar que en algunos gags prácticamente coincidentes entre los monstruos de Figueres y Bernet Toledano, la lectura del primero se nos antoja mucho más terrorífico, mientras el segundo es sin duda más cáustico.

 Dos páginas de la serie Cine Locuras separadas en el tiempo. A la izquierda, la aparecida en Paseo infantil núm. 18. A la derecha, la publicada en el número 157 de la segunda época de Din Dan. 

“Sketch to shock”, es otro de los hitos de Terror de Figueras. Y el título es, justamente, una clara declaración de intenciones. Se trata de una serie gags o sketches cómicos mudos, ya sean de una página o desarrollados en pocas viñetas, dibujados para la agencia Selecciones Ilustradas desde 1969, “una verdadera antología humorística del terror, muy superior a cuantos trabajos habían hecho otros autores antes que Figueras” según apunta Antonio Martín.[28] Desde 1970, casi a medida que se dibujaba, ese material aparecía en la contraportada o en el interior de la revista Dossier Negro. Este y otro material realizado para la agencia Selecciones Ilustradas de Toutain es el que se editaría en una pequeña joya, el libro Shock, de 128 páginas de viñetas e historietas mudas prologadas por un texto introductorio en 10 idiomas, en 1973, y con el toque de algunas páginas en bicolor, lo que permite pintar la sangre de color rojo, multiplicando la fuerza mórbida de cada gag. Figueras se suelta el pelo, y acomete con maestría, con ilusión y ganas (se le nota) este material. Los chistes e historietas cortas de humor negro de Alfonso Figueras no pueden ser considerados aparte del resto de su obra de dibujante, Por el contrario, si por algo se caracterizan es porque en ellos reaparecen las constantes del humorismo de Figueras, si bien el hecho de que el publico en este caso se presuponga adulto le lleva a mostrar estos puntos cruciales de su humorismo con una ferocidad inusitada para los que le conozcan solo a través de sus obras infantiles” escribe Ludolfo Paramio[29] en Bang. Del mismo libro, por el que desfilan todos los referentes icónicos del género, desde –como no- Frankenstein a Drácula, la momia o un sinfín de monstruos y fantasmas, en un escenario fantasmagórico absolutamente fiel al canon y surtido de pequeños guiños a los conoisseurs, publicado en una época en la que España era un tétrico país de zombis gobernado por un muerto viviente, Antonio Martín[30] apunta: “Figueras nos da con este libro un conjunto magnífico y absolutamente recomendable, para la revulsión, el humor y la reflexión, pues al tiempo que nos divierte con las aventuras y desventuras de su cuadrilla de monstruos, a veces nos muestra, por un instante, el artificio con que los mueve, por la contraposición entre los mitos del pasado y las realidades del presente”.El conjunto de páginas de Shock constituye ciertamente una delicia para paladares exigentes y gourmets, pero también para el lector que llegue desprevenido a aquellas páginas y se tope de bruces con el sádico surtido de criaturas de la noche y monstruos de folletín. La habilidad de Figueras para el gag engancha una página tras otra. Con los recursos humorísticos de toda la vida, usados con imaginación y audacia, Figueras desarrolla su discurso, surrealista, poético o macabro, no siempre culminado con la carcajada, pero que siempre despierta en el lector una chispa de complicidad. “Apoyado tan sólo en el dibujo (…) el autor construye unas escenas que mueven a la civilizada sonrisa –mas perdurable que la risa por un efecto de sal gruesa– dentro de un tema tan ingrato como es el de los asesinatos, tumbas asaltadas por vampiros, monstruos y demás personajes de la literatura hecha para infundir pavor. Figueras consigue la desmitificación de todos los elementos clásicos en tan específico género y logra algo tan difícil como “humanizar” a los hombres-lobo y a Drácula, pongamos como ejemplo”, explica Josep Maria Cadena[31].

  

Las populares páginas de viñetas "televisivas" de Figueras, de izquierda a derecha: Drácula, para la revista Drácula de Buru Lan, en 1971; Doctor Mortis, página tomada del núm. 34 de Vampus, de IMDE; y Nuevas narraciones extraordinarias, publicada en Rufus, 35.

En esta época de producción terrorífica encontramos las páginas de “Drácula”, publicadas en la revista homónima editada por Buru-Lan Ediciones en 1971, en las que el personaje no es el protagonista de la mayoría de historietas (“Dracula [en el cine] nunca me ha gustado; lo que hay de maravilloso en este personaje se pierde al disfrazarse se pierde al disfrazarse de señor corriente, además, ten en cuenta que la versión que yo vi de pequeño era la española, con Carlos Villarias en el papel del conde. Y estaba todo muy desangelado.” afirma Figueras
[32]).
 
En 1971 dibuja las páginas de “Dr. Mortis”, que serán publicadas en la contraportada o penúltima página de la revista Vampus de Ibero Mundial de Ediciones, y las recuperará acertadamente El Patito Editorial en un volumen en rústica en 2008. “Están aquí presentes todas las características del tebeo de Figueras: los personajes, protagonistas y secundarios, extraídos de los Frankenstein y de otros filmes de la Universal ; el dibujo en blanco y negro, de fuerte carga expresionista; un corrosivo y socarrón humor negro, que no ahorra en detalles crueles propios del Grand Guignol; la ausencia total de sonido, trasunto del cine mudo, sólo roto por la onomatopeya, de la que Figueras es un maestro” escribe Javier Mesón[33] Estas páginas, a pesar de lo irregular de su publicación, se prolongan hasta finales de los 70 y el autor las dibuja utilizando un efecto de sombreado que consigue manchando con un lápiz sobre la rugosidad del papel. Sobre esta técnica, reproduzco un diálogo de Figueras con Manuel E. Darias[34] en 1977:.
 
Dossier Negro, 81
«- ¿Qué papel usas para las ilustraciones dando unos sombreados tan extraños?
- Son papeles granulados que ya empleaban los americanos.

- Roy Crane, ¿por ejemplo?
- No. Lo de Crane era a base de química. Las tramas aparecían al dar al papel ciertos líquidos.

-
¿Entonces?
- El papel que yo uso no está a la venta. Tengo que agenciármelo de una manera misteriosa. Se trata simplemente de un papel granulado al que se le da con un lápiz especial.»
 

El efecto del lápiz le sirve al autor para trabajar más rápido, pues con los métodos de impresión de finales de los 70 la máquina requería de planchas en blanco y negro para una impresión óptima, y el lápiz sobre el papel granulado se convertía en trama gracias al contraste. Pero las páginas acabadas con ésta técnica más efectista que efectiva, quedan muy lejos de las que Figueras acomete con el acabado de tramas y claroscuros manuales. De todos modos, el uso de este método gráfico es novedoso, y hay que reconocer la audacia del autor.
 
En 1976 dibuja “Nuevas Narraciones Extraordinarias”, retomando un título de Poe, para la revista Rufus, del sello IMDE / Garbo. A pesar del título, se trata de nuevo de fantasear de forma desbocada con los personajes del universo del terror, como ya ha hecho con sus series anteriores.
 

Páginas de Topolino (Gran Pulgarcito, 1) y, debajo, Marteínez (Tio Vivo, 326).
En 1978 aparece el primer número (y único) de la cuarta época de Can Can, en la que Figueras propone la sección “Cine Horror”, muy próxima en concepto y realización al resto de producción de ésta época. Por desgracia, el cierre precipitado de esta revista terminó abruptamente con esta propuesta. Hablando de páginas sin suerte de continuidad por un motivo u otro, en el TBO de Ediciones B, en el que Figueras se encarga de las tiras de Fortunato, encontramos una entrega titulada “Historias Extraordinarias”, en las que el autor despliega de nuevo su arsenal terrorífico-humorístico.
 
En 1979Estampas Malignas” sigue en la revista Dossier Negro de Ibero Mundial de Ediciones entre el número 50 y el 140, sin que el título no aparezca hasta las últimas entregas. Estas planchas también han sido recopiladas en un bonito álbum por El Patito Editorial en 2009. En Entrecomics[35] leemos una reseña publicada en Dolmen en las que se explica que tras las "“imágenes unitarias y mudas" de cada plancha “hay una historia, en ocasiones compleja, que debe descifrarse desde el conocimiento de una serie de referentes relacionados con el cine y la novela popular. La batería de referentes de esta cultura terrorífica popular que maneja Figueras es amplia, como demuestra el resto de su obra, y su gran acierto reside en saber hacerlos estilísticamente personales y a la vez que resuenen como algo conocido en el subconsciente del lector.”
 
Finalmente, el personaje terrorífico de mayor recorrido es “Mr. Hyde”, que ya había dibujado en los años 50, que en 1975 reaparece en la revista Famosos Monsters del cine, de Garbo, y que desde 1987 hasta tres años antes del fallecimiento de su autor se publicará ininterrumpidamente a diario en Avui. El periódico es catalán, pero las tiras son completamente mudas, por lo que el tema del lenguaje es lo de menos. Ediciones B publicó un librito antológico en 1991, un porcentaje ínfimo de las miles de tiras publicadas. Hay que subrayar el hecho de que Mr. Hyde sustituye en el Avui a las tiras de “El Bon Jan”, al que Figueras dibuja desde la aparición del rotativo y que es justo un personaje con el carácter contrario a Hyde: el Bon Jan (textualmente, “bon Jan” en catalán es la expresión coloquial que se utiliza para decir que alguien es un “buen tipo”) es un catalizador positivo del humor en las tiras, mientras que Mr. Hyde funciona exactamente al revés, el humor aparece a través del maligno comportamiento del personaje. La dualidad, que en la transición de el Bon Jan a Mr. Hyde se nos hace evidente es un tema fundamental en la producción de Figueras. El monstruo y el hombrecito atónito que protagoniza muchas de sus viñetas, el humor más blanco y el más negro, la fantasía y la locura, las dos caras de la moneda, representadas en Hyde de manera evidente, se manifiestan a lo largo de la obra de Figueras, que también tiene dos caras: la de dibujante infantil y la de dibujante para adultos. Y las dos caras tienen, en el fondo, la misma raíz, y resultan inseparables la una de la otra. “Yo siempre intento hacer una especie de humor que se salga de lo infantil y se aproxime al adulto. Que sea como un puente entre las dos edades.
Aspirino y Colodión, en DDT, tercera época, 28
Busco que mis historietas tengan una primera lectura que haga reír al niño. Y que a la vez posean un cierto trasfondo que llegue de manera diferente al adulto” explicaba a Manuel Darias
[36] hablando de su producción infantil. Pero en el fondo, podemos ver como el “puente” al que se refiere Figueras funciona en las dos direcciones: cuando hace humor adulto, Figueras se aproxima al niño que todos llevamos dentro y nos hace reír con los chistes más básicos, más inocentes, con el humor de trompazo y jacaranda. Porque en el fondo, Mr. Hyde es más gamberro que malo, más travieso que pérfido, más sádico que perverso. En Mr. Hyde encontramos condensado todo el savoir faire de Figueras, toda su capacidad narrativa, toda su expresividad gráfica, todo su mundo onírico, en el que exprime los conocimientos sobre historieta, sobre cine y sobre cultura popular atesorados durante años. “Las tiras de Mr Hyde son una muestra clara de la influencia del cine mudo en la obra de Figueras. La gran economía narrativa hace que el lenguaje elíptico de la tira diga tanto como lo que se expresa en el grafismo del elegante trazo de Figueras. Las palabras se intuyen, y la banda sonora, aunque de existencia imposible, bombardea nuestros oídos con continuos traqueteos, explosiones y gritos de sorpresa. Sin ningún tipo de tapujos, en Mr Hyde intervienen todos los matices de la maldad humana presentados sin mala conciencia. Mr. Hyde disfruta de sus gamberradas, aunque sean causa de dolor para otros. No se trata de un sádico, sino de un niño malo que no entiende de códigos morales. La absurdidad de las situaciones que presenta Mr Hyde es sólo aparente. Detrás de una pretendida fantasía se encuentra la más cruda, real y triste realidad: la del lado oscuro del género humano.” escribe Jaume Vidal[37]. Hyde es idealista y utópico, como muchos otros de los personajes de Figueras, pero no puede resistir su subversiva vocación de enfant terrible. Hyde tiene una tendencia irrefrenable a la gamberrada sádica, retorcida, escatológica, casi depravada. En cada tira, solucionada con oficio por Figueras, el terror más macabro se nos presenta de forma melodramática como un elemento cotidiano. La bestialidad del personaje y lo surrealista de las situaciones, contrasta -y más en las páginas de un periódico- con la bestialidad del mundo que nos rodea. Figueras plantea un hábil diálogo con el lector con el que sus personajes terroríficos han establecido una relación contradictoria, de fascinación y repulsión. Podemos aventurar que el anarquista Figueras recurre al réprobo Mr. H
www.tebeosfera.com
Mr. Hyde
yde para deshacer el hechizo de una cierta “normalidad” inmutable, asumida y peligrosa que nos permite convivir con lo inaceptable. Recordemos que según J. M. Cadena[38] “a Figueras le interesa el trasfondo, el subconsciente, la libre emisión de las ideas y de los sentimientos y el contacto con la superficialidad interesada, el ego prefabricado y las opiniones controladas a beneficio propio del que las emite, le causan un trauma del que surgen sus dibujos”. El terrorífico comportamiento de Hyde no es más que la puerta por la que Figueras nos propone la búsqueda de la libertad y la justicia. En las viñetas de Figueras se produce una catarsis, debido a la separación entre lo que ocurre en el dibujo y la realidad en la que vive el lector: lo que en la viñeta es dramático, al lector le produce risa. Hyde -a la espera de una editorial que se atreva a publicar una antología de esta obra magna, deliciosa, inmensa- se despidió de las páginas de Avui en el año 2006, cuando Figueras contaba con 84 años.
 

Aunque Alfons se merecería varios cientos de páginas más. En 1892, Angelo Mosso publicava La Paura, tratado en el que estudiaba los componentes fisiológicos y patológicos del miedo: ansiedad, palpitación, temblor, grito, contracción de los vasos sanguíneos -que comporta palidez- y contracción muscular -que produce la carne de gallina- secreción de sudor, contracción muscular… vamos, los mismos síntomas sentimos los amantes de la historieta y del humor al ver como se trata en éste país a nuestros genios. Para superar la traumática reacción, el único remedio que se ha comprobado eficaz es la relectura compulsiva de las obras de estos grandes creadores. Ojo, también el humor provoca una serie de reacciones físicas parecidas que estallan en el momento en que se pasa de la tensión a la descarga. De modo que hay que medicarse escondido en un rincón, apartado de la gente, no sea que nos transformemos de golpe y porrazo en nuestro Mr. Hyde particular, nuestro otro yo maligno y nos dé por pegar fuego a nuestra colección de tebeos y ponernos a ver alguno de los programas del corazón que tanto abundan...

Tira de Fortunato, publicada en el TBO de Ediciones B, en el núm. 32


NOTAS
[1] FREUD, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente. Madrid: Alianza Editorial, 1969, p. 222
[2] HOFFMAN, Werner. Caricature, from Leonardo to Picasso. New York: Crown, 1957 p. 10
[3] CHUMY CHÚMEZ. Ser humorista, Madrid: Fundación Universitaria de Empresa, 1988 pp. 77 y 84
[4] COSTA, Jordi. “Dos marcianos en el planeta España” Suplemento Cultura/s. La Vanguardia. 13-9-2006, p. 30
[5] MARTÍN, Antonio. “Alfonso Figueras y el humor de terror” Terror Fantastic, n.13, 1972, pp. 44-47. Revisado por el autor en febrero de 2010 para su edición en Tebeosfera, disponible en línea en este enlace.
[6] Ibídem.
[7] CADENA, Josep M. “Figueras, del humor plácido al terror. Gentes de pluma y lápiz”, Diario de Barcelona, 20-5-1973, p. 13
[8] FREUD, Sigmund. Op. cit., pp. 220-221
[9] SOLÀ I DACHS, Lluís. “Alfons Figueras. Quan l’humor és genialitat”. Hoja del Lunes, 23-08-1982, p. 15
[10] Ibídem.
[11] CADENA, Josep M. “Figueras Humorista moderno y ‘poco comercial’”. Diario de Barcelona, 5-3-1972
[12] MASCARÓ, Virgínia. “Alfons Figueras, dibuixant d’humor.” Avui Diumenge 18-11-2001, p. 15
[13] «Yo no dibujo muy bien. Digamos que con el tiempo he cogido una cierta práctica de tanto hacerlo. Después de 60 años de hacerlo debería saber mucho más! Mira, ahora hay mucha gente joven que dibuja muy bien. (…) No es modestia. Si pensara que soy un gran dibujante sería engañarme a mi mismo. I no me engaño.» explica Figueras en una entrevista a Marta Clos en el diario Avui, (31-12-1997)
[14] CLOS, Marta. “A la contra: Alfons Figueras. Dibuixant” Avui, 31-12-1997
[15] MARTÍN, Antonio: Op. Cit.
[16] VÁZQUEZ DE PARGA, Salvador: “El mundo de Alfonso Figueras”Los cómics del franquismo. Barcelona:Planeta, 1980 [disponible en: http://seronoser.free.fr/bruguera/entrevistasfigueras.htm]
[17] BODIN, Ioannis. De Magorum Daemonomania, seu detestando Lamiarum ac magorum cum Satana commercio. Paris, 1580
[18] RADCLIFFE, Anne. The Mysteries of Udolpho. Londres: G.G. and J. Robinson, 1794
[19] MARTÍN, Antonio: Op. Cit
[20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] Ibídem. Figueras hace una distinción aquí entre el terror, tomado como “horror clásico”, y el horror como muestra de lo sangriento. Esta distinción que hace el autor es distinta a la que nosotros estamos utilizando en Tebeosfera, donde horror es el miedo provocado por un hecho sobrenatural.
[23] MASCARÓ, Virgínia: Op. Cit. , p. 19
[24] St. ARMAND, Barton L. “Usher Unveiled: Poe and Methaphysics of Gnosticism”, en Poe Studies, 5, 1972, p. 3. La diferenciación terror / horror que hace St. Armand también difiere, como se puede comprobar, con la de Figueras.
[25] BATISTA, Antoni. “Alfons Figueras: ‘Patiria molt si un ninot prengués mal a les meves historietes’” Avui, 16-8-1986
[26] MARTÍN, A. Op. Cit.
[27] ROIG, Sebastià. “Sessió contínua amb Alfons Figueras”, Societat Catalana de Ciencia Ficció i Fantasía. Butlletí núm. 2 enero-febrero 2007, disponible en [http://www.sccff.cat/butlletins/02/index.htm]
[28] MARTÍN, A. Op. Cit.
[29] PARAMIO, Ludolfo: “Shock!” BANG, nº 9, 1973 [disponible en http://seronoser.free.fr/bruguera/figuerasterror.htm]
[30] MARTÍN A. Op. Cit.
[31] CADENA, Josep M. “Figueras, del humor plàcido al terror. Gentes de pluma y lapiz”, Diario de Barcelona, 20-mayo 1973, p. 13
[32] Ibídem.
[33] MESÓN, Javier. El coleccionista de tebeos, [enlace: http://coleccionistatebeos.blogspot.com/2008/09/doctor-mortis-de-alfons-figueras.html]
[34] DARIAS, Manuel E. “Un genio maldito: Figueras”. [disponible en: http://seronoser.free.fr/bruguera/entrevistasfigueras.htm]
[35] El tío Berni. “Fallece Alfons Figueras” Entrecomics. [enlace: http://www.entrecomics.com/?p=32860]
[36] DARIAS, Manuel E. Op. Cit.
[37] VIDAL, Jaume. “Mr. Hyde” Grandes del Comic-Strip, Núm: 8 [disponible en: http://seronoser.free.fr/bruguera/figuerasterror.htm]
[38] CADENA, Josep M. Op. Cit.

TEBEOAFINES
 1
  []
Creación de la ficha (2010): Jaume Capdevila. Con revisión de J. Alcázar y edición de M. Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JAUME CAPDEVILA (2010): "Morir de risa no duele. Alfons Figueras y su pasión por el terror", en Tebeosfera, segunda época , 5 (8-II-2010). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/morir_de_risa_no_duele._alfons_figueras_y_su_pasion_por_el_terror.html