NOSOTROS LOS CATALANES. HUMOR Y DIVULGACIÓN HISTÓRICA PARA UN CONFLICTO NO RESUELTO
DANIEL FERNÁNDEZ

Reseña:
Resumen / Abstract:
Reseña del tebeo 'Nosotros los catalanes' (Plan, 1978). / Review of the comic 'Nosotros los catalanes' (Plan, 1978).
Notas: Jan es conocido por sus cuentos infantiles y, principalmente, por sus historietas humorísticas. Este artículo reseña una obra inusual en su carrera por su temática histórica aunque no exenta de humor. A la derecha, viñeta correspondiente a esta historieta.

NOSOTROS LOS CATALANES
HUMOR Y DIVULGACIÓN HISTÓRICA PARA UN CONFLICTO NO RESUELTO.

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Portada de la edición original de Plan.

 

Me acerco a Nosotros, los catalanes sin haber leído previamente la edición original de 1978 o la feliz recuperación en 2006 a cargo de Glénat. Un par de razones, muy claras, explican mi interés por una de las obras de Jan menos conocida o, en apariencia, menor. Por un lado, es obra de un tándem creativo, el formado por Jan y el guionista Francisco Pérez Navarro, en el mejor momento de su colaboración. El segundo motivo viene dado por su temática. Se trata de un cómic sobre la historia de Cataluña que aúna divulgación y humor, realizado en un momento muy concreto (1978) y que treinta y cinco años más tarde se muestra de plena actualidad por motivos ajenos al cómic. Lo que desconocía cuando afronté la realización de este texto era la existencia del prólogo que el teórico e historiador Antonio Martín escribió para la nueva edición revisada y publicada por Ediciones Glénat en 2006. El prólogo, puesto a disposición del lector interesado en TEBEOSFERA ("Nosotros los catalanes, una obra para la historia del cómic") acota perfectamente el contexto, génesis y desarrollo creativo aportando importante información, tan útil como imprescindible para aproximarse a esta obra pero que, por su calidad, hace difícil cualquier otra nueva contribución al análisis.

Aunque más prolífica, la colaboración entre Jan y Pérez Navarro permanece en el corazón de los lectores españoles gracias a una etapa particularmente brillante de Superlópez, en especial por la creación del Supergrupo, cariñosa parodia de los universos superheroicos, especialmente relativos a Marvel, que se ganó no sólo al lector de Bruguera sino también a los seguidores de aquellos con la recreación de personajes como la Chica Fantástica, el Doctor Extraño, La Cosa y el Capitán América. Al buen gusto en el trato —porque una parodia no tiene, ni mucho menos, que ser destructiva— hay que añadir a un Jan en plena forma. Nosotros, los catalanes se intercala de lleno en esa dulce etapa creativa y eso se percibe, muy claramente, durante la lectura. Por otro lado, no es un cómic destinado a un público infantil —como sucedía con su trabajo para revistas como Cole-Cole o con personajes de franquicia televisiva como Heidi o Marco— y es evidente que va destinado a un lector algo más adulto —o adulto del todo—, dado su carácter divulgativo. No está de más señalar, aunque sea una observación personal, que el lector de tebeos siempre ha desconfiado de este tipo de obras, muchas de procedencia institucional, cargadas de buenas intenciones pero que en su mayoría adolecen de un carácter alimenticio o han sido realizadas por autores de segundo nivel. Afortunadamente, no es el caso que nos ocupa. Nosotros, los catalanes es un cómic estupendo que merece ser destacado.

El otro punto de referencia que marca mi interés en su lectura es el contextual. Nada más lejos de mi intención ofrecer un análisis político, pero es evidente que a día de hoy la cuestión de la independencia catalana y su encaje dentro del actual modelo de Estado español están de plena actualidad porque la tensión es más fuerte que nunca. Por otro lado, el relato histórico del lazo que une Cataluña y España se ha ido intoxicando las últimas décadas de visiones históricas reduccionistas y con un marcado carácter ideológico procedente de ambos extremos, es decir, desde el punto de vista sin lugares comunes de los nacionalismos español y catalán. Nosotros los catalanes es una obra realizada en otro contexto muy diferente, 1978, con la democracia recién nacida junto a la reinstauración de órganos de autogobierno prohibidos durante la larga dictadura. Como estudiante de bachillerato que fui en esos años, debo añadir que el contenido histórico de Nosotros los catalanes nunca formó parte de mis estudios porque la historia la escriben los que ganan. Desde esa perspectiva, la considero una obra entonces necesaria. La dinastía de condes de Barcelona como monarcas del reino de Aragón, la singularidad y persistencia de ciertos instrumentos y derechos de autogobierno (obviamente nunca democráticos, pero sí representativos de diferentes estamentos de poder), la separación efectiva entre Castilla y Aragón durante el reinado de los Reyes Católicos, el especial papel jugado por Cataluña durante la Guerra de Sucesión y el posterior asedio borbónico de Barcelona una vez concluida ésta o el carácter revolucionario de la Ciudad Condal como crisol del anarquismo europeo no estaban en los libros de texto de mi juventud —ni en la de tantos otros—.

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El carácter autónomo de la llamada Marca Hispánica no se contemplaba en los libros de texto del franquismo.

Desconozco cuales fueron las fuentes de documentación utilizadas por Pérez Navarro, lo lógico sería pensar que se nutrió de la obra de Pierre Vilar y Jaume Vicens Vives, entonces los principales expertos en historia de Catalunya, además de renovadores de la práctica historiográfica en un lugar (la España de los sesenta) y un momento (el franquismo) muy complicados. Nosotros los catalanes abarca un periodo muy amplio, desde los primeros íberos a la restauración de la Generalitat en 1978 y el consiguiente regreso de Josep Tarradellas, su presidente en el exilio. Para ello sigue un esquema narrativo muy claro. Los cuadros de texto tienen un carácter meramente histórico que relata de manera objetiva la sucesión de acontecimientos. Lo hace de manera sintética pero eficaz, casi nunca sin otro punto de vista. La carga paródica o humorística recae siempre en las viñetas de Jan, que juega con diferentes estilos de humor —incluyendo gags de carácter anacrónico o de dobles sentidos que contradicen el relato histórico oficial— y acudiendo con frecuencia al guiño con la presencia personajes que se dirigen directamente al lector.

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Mientras los recuadros de texto adoptan un tono neutro, los dibujos de Jan buscan el gag humorístico.

Esta doble perspectiva resulta lo mejor del álbum, y para explicarlo nada mejor que acudir a una cita procedente de una novela de plena actualidad, Victus de Albert Sánchez Piñol, éxito de ventas ambientado en la Guerra de Sucesión y el asedio borbónico de Barcelona en 1714 (1).

«En Cataluña se vivía en un estado de guerra, larvada y a la vez perpetua, de todos contra todos. Pobres contra ricos, los del opulento litoral recelando de los bárbaros montañeses del interior, miqueletes contra extranjeros y la guardia contra los bandoleros. Por mar los piratas bereberes, cuyo particular negocio consistía en secuestrar viajeros y pedir rescate. Y para que no faltara de nada, hordas de estudiantes apedreadores. Todo ello sin contar las guerras dinásticas, que son las únicas que los historiadores consideran dignas de ser narradas.»

Lo interesante es esa doble vertiente de la historia. La referida al final de la cita, según la cual las guerras dinásticas son lo único que contemplan los libros de historia. Lo anterior, con todas sus contradicciones, es lo que nunca se explica, en especial por lo que tiene de protagonismo del pueblo llano, no de quienes están en el poder. Pues bien, esa es la perspectiva que toman las viñetas de Jan. Los cuadros de texto se limitan, así, a esa historia oficial de guerras dinásticas mientras la parte gráfica, con el inigualable dinamismo y humor de Jan, dan paso al pueblo, al bandolero, al pagès, a los gremios de artesanos y, finalmente, al ciudadano. Obviamente lo hace con las lógicas limitaciones o sin afrontar cuestiones mucho más peliagudas como el mismo encaje de Barcelona dentro de Cataluña que tan bien explica Guillem Martínez en su ensayo Barcelona rebelde (2):

«[Barcelona] podía haber sido una Venecia independiente, luego la capital de un estado, luego la capital de un imperio, luego la capital de una España confederada, luego la capital de una federación, luego la capital de un estado federal, luego la capital de un mundo sin estados, pasó a no ser nada de todo eso. Como Guadalajara.»

Pese a sus virtudes, Nosotros los catalanes no es una obra perfecta y tiene en su desarrollo desequilibrios y carencias que es justo anotar que vienen provocados por una deficiente producción de la editorial original, como bien explica Antonio Martín en el mencionado prólogo de la reedición posterior. El proyecto original fue presentado a editorial Plan, sello del editor francés Fevre que durante una década tuvo una irregular carrera editorial en España. El proyecto fue aprobado como una serie de «dos libros de 48 páginas cada uno (…). Pero cuando Jan ya tenía muy avanzada la realización gráfica del primer libro, Fevre comunicó a los autores su decisión de publicar un único volumen de 64 páginas» (3).

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La complejidad de las sucesiones dinásticas medievales protagoniza una extensa parte del álbum.

Este incidente editorial afecta claramente el resultado final. El contexto económico y profesional de aquellos años no estaba —nunca lo ha estado— para una reelaboración de lo ya dibujado y la consecuencia es  resultado es un acentuado desequilibrio en el que se dedica más de la mitad del álbum a explicar con detenimiento los pormenores de la Edad Media y los conflictos dinásticos de la Corona de Aragón. Luego, debe tomar carrera para narrar en muchas menos páginas los siglos restantes. El resultado afecta a la lectura porque hay un momento en que esa primera y extensa parte acaba por resultar reiterativa y cansina, y afecta parcialmente la calidad final porque sucesos históricos posteriores, tan o más importantes para entender la Cataluña actual, tienen un desarrollo casi telegráfico y merecían una mayor extensión. No se trata tanto de una pérdida de calidad sino de que hubiera podido ser mucho mejor si no se hubiera producido ese súbito cambio de plan editorial. A cambio, es justo anotarlo, nos regala a un Jan que, pese a ser conocido por los entornos urbanos de Superlópez, disfrutaba dibujando la Edad Media, como bien demostró con su excelente Don Talarico.

Nosotros los catalanes, pese a ese percance editorial que afecta su desarrollo interno, es un cómic divulgativo muy superior a la media, con un Jan en plenitud de facultades (algo que por sí sólo ya es un valor a tener en cuenta), cuya lectura es más que válida como introducción a la historia de Cataluña y sus vínculos (y desafecciones) con España en un momento como el actual. De hecho, hay un detalle significativo que le confiere plena vigencia y lo mantiene joven, además de distinguirlo como una obra que se aparta de la adormecida corriente principal de la cultura española contemporánea. Ese detalle proviene de esa comentada perspectiva dual que separa la historia oficial, narrada en los cuadros de texto, y la presencia del pueblo, del ciudadano, en las viñetas. En su última página, cuando llega el restablecimiento de la Generalitat durante la Transición, muestra a Josep Tarradellas en su despacho, rodeado de ávidos políticos mientras que el pueblo se aleja desencantado, dando la espalda al poder y apartándose de nuevo de la historia oficial, expresando que «no hay que fiarse» y que «quizá vuelvan a tomarnos el pelo». Treinta y cinco años más tarde, ese final resulta casi premonitorio del hartazgo ante lo que Guillem Martínez ha definido como CT o Cultura de la Transición (4), y del auge de movimientos ciudadanos como el 15-M que reclaman una democracia real. Y, por supuesto, en términos del actual proceso de autodeterminación o independencia, cabe preguntarse si su conclusión, sea la que sea, merecerá la misma respuesta popular que la reflejada al final de Nosotros los catalanes.

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Última viñeta del álbum, que muestra el desencanto de la ciudadanía hacia la clase política.

 
 
 

Notas:

(1) SÁNCHEZ PIÑOL, Albert (2013): Victus. La Campana, Barcelona.

(2) MARTÍNEZ, Guillem (2009): Barcelona rebelde. Guía histórica de una ciudad. Debate, Barcelona.

(3) MARTÍN, Antonio (2006): “Nosotros los catalanes, una obra para la historia del cómic”, prólogo a Nosotros los catalanes. Glénat, Barcelona.

(4) VV.AA. (2012): CT o la cultura de la transición: Crítica a 35 años de cultura española. Debolsillo, Barcelona.

 
TEBEOENLACES
 1
Creación de la ficha (2013): Daniel Fernández. Revisión de Javier Alcázar y Manuel Barrero. Edición de Antonio Moreno · Datos e imágenes tomados de un ejemplar original
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
DANIEL FERNÁNDEZ (2013): "Nosotros los catalanes. Humor y divulgación histórica para un conflicto no resuelto", en Tebeosfera, segunda época , 11 (7-X-2013). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/nosotros_los_catalanes._humor_y_divulgacion_historica_para_un_conflicto_no_resuelto.html