PASOLARGO
El final de la década de los setenta estableció un punto de inflexión fundamental en la carrera de Jan (seudónimo de Juan López Fernández, Toral de los Vados, 1939): por un lado, gracias a la edición en 1978 de dos ambiciosas obras como Nosotros, los catalanes y Pasolargo. Por otro, por el despegue definitivo que protagoniza dentro de Editorial Bruguera con la recuperación en 1979 de su personaje más conocido, Superlópez. Tres obras que suponen, además, la madurez del tándem formado por el dibujante y el guionista Francisco Pérez Navarro, “Efepé” (Barcelona, 1953), con el que llevaba colaborando ya varios años en trabajos de encargo puramente alimenticios, como las adaptaciones de series de dibujos animados de la colección Cole-Cole. Pese a la aparente diversidad temática de las tres obras, todas coinciden en un planteamiento profundamente iconoclasta y desmitificador, construido con uno de los elementos del humor más identificable con la llamada “escuela Bruguera” de los años cincuenta: ironía socarrona que aprovecha al máximo el doble sentido para desarrollar una sátira sin piedad y demoledora. Una coincidencia de espíritu que, unida a la cronológica, hace complejo analizar cada una de ellas por separado, dada la evidente relación que se estableció en el desarrollo de las tres y que obliga a establecer puntos de contacto ineludibles.
Las dos primeras páginas de las aventuras de Pasolargo. |
Pasolargo se publicó entre 1978 y 1979 por entregas en el suplemento semanal asturiano Espolique, el periódico de historietas, una revista de compleja historia dirigida por Isaac del Rivero. A razón de dos páginas por semana y en blanco en negro, el relato se adentraba en la intrahistoria de la conquista americana siguiendo la expedición de Hernán Cortés a través de los ojos de su avispado ayudante, Pasolargo. Aunque también adscrita al género histórico como Nosotros, los catalanes, la aproximación a la conquista de América se alejaba del tono divulgativo de aquélla para entrar directamente en la sátira, sin renunciar a la corrección histórica de los personajes y hechos narrados, pero sin la necesidad de desarrollar un argumento tan elaborado como la titánica síntesis cronológica catalana. Libre de esa presión, Efepé hila unas cuantas anécdotas como excusa argumental que permita una crítica profunda de las verdaderas intenciones de la “Conquista”, centrándose en la anarquía de un proceso que fue guiado por el afán de lucro y una ambición de poder desmesurado que posteriormente la historia oficial se encargaría de maquillar con todo tipo de eufemismos. Efepé juega con Pasolargo mirando directamente la tradición de la literatura picaresca del XVI, enfrentando la inteligencia de su protagonista, claramente extraído de las capas más humildes de la sociedad, con la soberbia y estupidez de los hidalgos que lideraron las expediciones americanas. Un antihéroe que, en este caso, estaría más cercano al despliegue de sentido común del escudero Sancho que a la desvergonzada rebeldía del Lazarillo o de Guzmán de Alfarache, permitiéndole actuar como contrapeso con una razón más próxima a nuestro pensamiento moderno en el relato. Un discurso establecido con precisión que es abordado desde el punto de vista gráfico con una espectacular labor de Jan a los lápices, que desarrollará cada viñeta con un recargado barroquismo narrativo en el que se pueden establecer varios planos simultáneos de narración. Frente a la eficaz sencillez de otras obras anteriores, Jan comienza ya aquí a practicar un brillante sentido del gag visual heredado de la escuela francobelga de Marcinelle que se imponía en otros autores de Bruguera, pero que se convertirá en este caso en marca reconocible del autor. Un tipo de humor visual emparentado también con el slapstick más alocado basado en la chanza física, que contrasta perfectamente con la ironía del discurso crítico, más propio de la escuela clásica de Bruguera, estableciendo un doble nivel de avance de la narración basado en una sutil estrategia de impacto dual de sus chistes, visual e intelectual, que permite abarcar un espectro más amplio de público. De hecho, no es difícil encontrar muchos de los hallazgos visuales de Pasolargo en la posterior Superlópez, con gags casi idénticos que, pese a la repetición formal, funcionan de nuevo con impecable precisión demostrando la universalidad del efecto conseguido por el autor.
Dos muestras de la interacción de los "conquistadores" con los indígenas. |
El resultado no puede ser más eficaz: Pasolargo es una obra divertida y amena que consigue transmitir la cara oculta de la conquista sin necesidad de articular un discurso complejo al que no aspira. No es una obra de denuncia inquisitorial, sino una invitación al lector más joven a practicar el escepticismo hacia la versión oficial de los hechos históricos para buscar por su cuenta nuevas opiniones y versiones.
La obra se recuperó en edición recopilatoria en 2005 por la editorial La Colla de la Pessigolla, con un eficaz y cuidado coloreado de Carlos Puerta, pero, desgraciadamente, prescindiendo de dos páginas de la edición original en Espolique para ajustarse al formato de álbum de 46 páginas y de la estructura en tres capítulos con que se había planteado la obra.
Las dos páginas de Espolique no incluidas en el recopilatorio. |