PEQUEÑO HOMBRE NUEVO
CABROCHICO Y LOS IMAGINARIOS DE INFANCIA DE LA IZQUIERDA
Introducción
Cabrochico es el nombre de la revista infantil de publicación periódica que editó Quimantú, proyecto cultural editorial del gobierno de la Unidad Popular. Su producción y circulación estuvo por lo tanto marcada por el hecho de situarse dentro de un proyecto social de transformaciones en distintos ámbitos. En el presente trabajo, me interesa examinar la publicación en cuanto a su rol en la cimentación de un determinado universo simbólico construido por la izquierda en torno a la infancia. Para ello, es preciso hacer referencia a algunos aspectos no vinculados directamente con la revista que pueden servir para entender la aproximación a su estudio, y luego abocarse al análisis de algunos de sus números publicados. En una primera parte del texto me propongo situar la idea de infancia como construcción cultural para luego revisar, en una segunda sección, algunas aproximaciones a la relevancia de la misma en la izquierda chilena pre- y posgolpe. La tercera parte y final se dedica a examinar concretamente los primeros ejemplares de la revista y con un acercamiento fundamentalmente descriptivo que permita reconocer algunos de sus elementos y ponerlos en diálogo con el imaginario antes propuesto.
1. Pequeño militante
Que la imagen de la infancia ha sido utilizada con fines instrumentales, por ejemplo en campañas políticas o publicitarias, es un hecho bien conocido y examinado por lo que hace unos años se conoce como estudios de la infancia. Este fenómeno tiene directa relación con la enorme carga simbólica que la infancia como concepto ha venido acumulando desde la modernidad hasta hoy. La ya famosa investigación de Philippe Ariès, El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen, fue una de las primeras en centrarse en la infancia como objeto de estudio, pero además en señalar que la llegada de la modernidad marcó también un cambio radical en el modo de entender al grupo conformado por niños y niñas, y que de hecho significó más bien la invención de la diferenciación entre niños y adultos, determinando una distinción bien reconocible en el modo de tratarlos, educarlos y situarlos socialmente (Ariès, 1962). Diferenciación que se ha ido profundizando a la vez que compartimentando. Chris Jenks, uno de los sociólogos más relevantes dentro del campo, explica en Childhood cómo la concepción de la infancia, dependiendo del prisma teórico a partir del cual se le examine, alimenta muchas veces nociones contradictorias u opuestas (Jenks, 1996: 29): la inocencia versus la maldad, el pasado versus el futuro, la autonomía versus el control, por nombrar algunas de las más recurridas. Esta misma complejidad permite que sea utilizada como figura polifacética dentro de la construcción de distintos imaginarios. En campañas políticas se le suele asociar a la idea de futuro: por esta cualidad de poder encarnar una renovación de lo social, tal como se ha concebido hasta ahora, la infancia ha jugado un papel relevante en distintos contextos eleccionarios o de consolidación de un proyecto sociopolítico.
Durante el gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) se promovió la utilización de la imagen infantil en distintos escenarios, entre los que destacan los afiches que celebraban la nacionalización del cobre o la creación de la revista Cabrochico, de la editorial Quimantú. Esta presencia de la infancia a través de diversas representaciones simbólicas relacionadas con su significación a un nivel que supera lo material y encarna una potencia renovada de futuro. El niño es el futuro que se proyecta pero también la promesa del adulto que debe ofrecer ese porvenir. Según el estudio histórico de Jorge Rojas Flores, «si revisamos la iconografía de izquierda que se produjo con la campaña presidencial de 1970 y durante el gobierno de la Unidad Popular, podremos apreciar la importancia que tuvo en ella la figura de los niños» (Rojas Flores, 2010: 625).
Portada de Cabrochico nº 9. |
Cabe agregar que este protagonismo en términos de representación incidió también en la presencia efectiva, al menos como ejercicio de inclusión, de niños y niñas en términos de su intervención en el ámbito público. Dicha inclusión marca un giro respecto de la perspectiva que tradicionalmente ubica a la infancia dentro del espectro familiar (y en su defecto escolar), cuya invisibilidad en el espacio colectivo solo se rompe cuando se vuelve conflictiva o la estructura que debería protegerla no cumple su cometido, como lo explica Lourdes Gaitán en Sociología de la infancia (Gaitán, 2006: 22). En el contexto del gobierno de la Unidad Popular que aquí repasamos, la visibilización de la infancia ocurre intentando situarlos en el territorio público como sujetos de pleno derecho, pero siempre asociados a su potencial apoyo al proyecto social que la izquierda promovía.
En una investigación anterior en la que trabajé en colaboración con otro investigador acerca de la presencia de la infancia en el cine del exilio, además de analizar filmes de realizadores que habían sido expatriados, revisamos otros materiales provenientes de noticieros de la DEFA (la productora cinematográfica del estado, en la RDA), donde también la presencia infantil se deja notar. Me voy a detener en dos ejemplos que me parece permiten caracterizar esta doble posición de la infancia en el imaginario de la izquierda: como carga simbólica y como sujetos de potencia política efectiva. En las imágenes que muestran el recibimiento a Gladys Marín, dirigente del Partido Comunista de Chile, en Alemania Oriental, la presencia de niños y niñas es insistente, la mayor parte encarnada en infantes pertenecientes a las escuelas de pioneros. En el discurso que Marín realiza en esta bienvenida, la referencia a la infancia se hace notar, como elemento infaltable dentro del proceso revolucionario. En el noticiero que registra la llegada de Luis Corvalán, otra figura crucial del PC chileno, destaca una escena cuya carga simbólica no puede pasarse por alto. El metraje está también lleno de infantes que lo saludan, le entregan dibujos y le dan la bienvenida, pero en un momento notable, esta presencia infantil se inviste de una potencia comunicativa que supera la existencia concreta de un niño o una niña: Gladys Marín sostiene en sus brazos a un pequeño que a su vez abraza un oso. Al acercarse a Corvalán, le entrega al niño como traspasando algún tipo de potestad en ese gesto. En la breve escena el niño es la infancia que la izquierda sostiene y deposita en los brazos de sus distintos líderes. En esta secuencia el niño es un discurso y un símbolo, y es la prueba de que la infancia debe ser parte del proyecto de renovación social.
Solo para mencionar otros trabajos más recientes en los que se puede revisar la presencia infantil ligada al discurso de la izquierda, voy a señalar dos documentales de realizadoras chilenas: El planeta de los niños (1991) de Valeria Sarmiento y El edificio de los chilenos (2010) de Macarena Aguiló. En ambos puede además reconocerse la importancia en las escuelas de pioneros de esta dedicación a niños y niñas como futuros militantes.
2. Sobre Cabrochico
La revista Cabrochico se publicó bajo el alero de Quimantú, la editorial creada por el gobierno de la Unidad Popular, un proyecto cultural de gran relevancia que acompañó concretamente el sello del período allendista, en el sentido de la importancia dada al fomento de una producción cultural local y también al mundo infantil. Así la describe Isabel Molina en su investigación Quimantú, prácticas, políticas, memoria, que se encuentra ya en una última etapa antes de su publicación: «Esta revista infantil traía historietas, juegos recortables y un suplemento para adultos con temas dedicados a la crianza como educación, salud, higiene, recetas, etc.». En el número uno se explica que la revista contaba con un equipo de sociólogos, educadoras de párvulos, dibujantes, coloristas, periodistas, técnicos del taller de impresión, etc. Además se menciona una labor con talleres populares, con niños de las edades a las que iba dirigida la revista y en especial «del mismo medio social a que pertenecen los niños que queremos que sean el público de la revista Cabrochico. Los niños desposeídos, los niños de los trabajadores chilenos. En estos talleres […] los pequeños ven las historietas, opinan si les gusta o no, por qué no les gustan, qué colores prefieren, qué personajes son los más adecuados». La revista se lanza con gran éxito y un tiraje de 80.000 ejemplares que luego aumentó a más del doble, pero a poco andar este éxito fue mermando y terminó con el cierre de la publicación en 1972, cuando «cruzó la línea crítica de su tiraje fijada al momento de su creación y que era de 25.000 ejemplares», según también explica Molina.
Una característica que no puede dejar de enfatizarse es que los contenidos de la revista eran originales y desarrollados especialmente para ella, a cargo de escritores e ilustradores chilenos. La conciencia respecto de la ideologización foránea a través de obras y productos destinados a colonizar la imaginación infantil, se deja percibir en este esfuerzo por generar contenidos propios. Una manera aún más explícita de reconocer esta posición crítica respecto de ciertos relatos dominantes es la que se reconoce en una de las secciones, generalmente ubicada al inicio, en que se presentan versiones revisadas de los clásicos infantiles que renuevan el enunciado hacia la crítica de género y otras reivindicaciones ligadas al discurso de la izquierda. Jorge Rojas Flores detalla algunos ejemplos en su artículo “Representaciones de la infancia en el espacio de las historietas: 1900-1980”: «El Gato con Botas, por ejemplo, miente para hacer poderoso a Pedro, su amo, pero finalmente este pone fin a la farsa, porque está cansado de tanto engaño. Blanca Nieves es una niña floja y malcriada, pero aprende a valorar el trabajo cuando conoce a los siete enanitos. Al final, rechaza la propuesta de matrimonio del príncipe, porque es necesario conocerse más antes de casarse» En el mismo texto el historiador chileno especializado en temas de infancia, pone en relación esta decisión editorial con otro de los paradigmas de la revista: «Uno de los enfoques que provocó polémicas en Cabrochico fue su crítica al engaño y la falsificación de la realidad. En materia sexual, por ejemplo, se da información sobre la reproducción humana, para que los padres expliquen el tema sexual. Bajo esta idea, los niños deben ser educados de manera franca, sin falsedades. Pero esto se aplica también a los relatos fantasiosos, tan comunes en la literatura infantil».
3. Una infancia involucrada
Para este trabajo revisé los ocho primeros números de la revista, tomando nota de los contenidos presentes en cada uno. El énfasis de la publicación es la historieta, donde los cuentos tradicionales en sus versiones críticas, conviven con historias de ciencia ficción como Caleuche y Año 2200, o relatos para los más pequeños como Mañungo o versiones ilustradas de relatos latinoamericanos (como los cuentos de Horacio Quiroga El gallo pelado y La gama ciega). Esta importancia otorgada a historias de la región está en concordancia con la lectura crítica de narraciones clásicas foráneas contrarias al ideario de izquierda. Recordemos además que el proyecto revolucionario no es de carácter nacionalista, sino más bien uno que promueve el fortalecimiento de una cultura latinoamericana común.
Usando estos primeros números de la revista como ejemplo, me interesa pensar en esta doble inscripción de la infancia en el imaginario de la izquierda: como material simbólico cargado de significancia, y como sujetos políticos reales, incluidos dentro del proyecto social. Quiero detenerme entonces en tres elementos que me parece hablan de la importancia que para el ideario de la Unidad Popular tenía el conectar una cierta representación de niños y niñas y su encarnación en individuos reales y su experiencia cotidiana. En primer lugar destaca lo que Isabel Molina también menciona, y es el suplemento para padres que cada número contempla. Tal vez no sea esta una práctica tan peculiar en el caso de revistas infantiles, pero sí es destacable la posición político-ideológica que estos textos declaran. No solo el modo de alimentar a los hijos se vuelve político, sino que ciertas decisiones editoriales se explican y fundamentan en algunos de los suplementos (así ocurre en el número 5, que expone las razones para contar de otra manera los cuentos tradicionales).
Esta conexión con el “real histórico” llama la atención en uno de los contenidos permanentes de la revista, la sección Estos cabros, que detalla las peripecias de un grupo de niños y niñas por tomarse un terreno en su población a fin de habilitar una plaza. No solo la temática de la historia alude a una suerte de versión en miniatura de un adulto políticamente comprometido e informado que es capaz de hacer valer sus derechos frente a la autoridad, sino que dialoga como intertexto con una de las secciones de actividades en que se enseña a niños y niñas a levantar una plaza en su población (núm. 1 de la revista). Estos cabros tuvo su desenlace en el número 14 de Cabrochico, cuando el grupo de niños, niñas y jóvenes finalmente logran tener su plaza, después de organizarse, resistir, argumentar y trabajar en conjunto para hacerla realidad.
Creo importante destacar otro elemento dentro de la revista, que es un interesante juego de ubicación espacial, donde también se despliega esta dialéctica entre el lugar de la representación y la inscripción de la experiencia en un espacio real. Desde el primer número se muestra una plano aéreo a escala que en cada episodio va alejándose un poco más del punto de partida inicial. En el primer número se explica muy claramente de qué trata el ejercicio hasta que esta explicación desaparece y solo se presenta la cartografía de un territorio. Desde la posición concreta de un niño en un denominado “viaje en el espacio”, viajamos hasta la escuela, para luego retratar un barrio (Recoleta) y posteriormente ver el plano de la ciudad de Santiago, la ciudad y sus alrededores, Chile Central y en el número 8, el mapa de Sudamérica. Me parece que este juego visual invita a pensar un modelo metafórico de una infancia que imagina, sueña, pero también se involucra socialmente, con los pies bien puestos en la tierra. De esta manera, se desarrolla un interesante paralelo entre el estar realmente en un lugar y entender los procesos y lógicas que nos permiten comprender ese “estar ahí”. De algún modo, el juego parece querer involucrar a niños y niñas en su propio modo de participar en lo social, dándoles claves para comprender el entorno y su propia posición dentro del mismo.
Conclusiones
A lo largo de este artículo he querido exponer el rol de la infancia dentro del imaginario de la izquierda, vinculado específicamente con el gobierno de la Unidad Popular en Chile. Entendiendo la infancia como un constructo social y cultural, que a su vez impregna los modos de ser de sujetos particulares, el trabajo revisó los ocho primeros números de la revista Cabrochico de la editorial Quimantú. El análisis reconoció tres elementos relevantes dentro de la revista (el suplemento para padres, la serie Estos cabros y el juego de ubicación espacial desarrollado en los primeros números) que permiten entender una modulación de la idea de infancia que se instala tanto en la carga simbólica de renovación que la infancia puede albergar, como en la promoción de una participación real de niños y niñas en cuanto sujetos políticos.
Bibliografía
ARIÉS, P. (1992): El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen , Taurus, Madrid.
GAITÁN, L. (2006): Sociología de la infancia. Nuevas perspectivas, Síntesis, Madrid.
JENKS, C. (1996): Childhood. London, Routledge.
ROJAS FLORES, J. (2010): Historia de la infancia en el Chile Republicano, 1810-2010, Junta Nacional de Jardines Infantiles, JUNJI, Santiago.
ROJAS FLORES, J. (2012): “Representaciones de la infancia en el espacio de las historietas, 1900-1980”, en Revista Chilena de Pediatría, vol. 83 núm. 6, 2012, pp. 608-616.
MOLINA, I. (2018): Quimantú: prácticas, políticas y memoria, Grafito, Santiago.