PERIODISTAS EN VIÑETAS: DE TINTÍN Y ROBERTO ALCÁZAR A SPIDER JERUSALEM Y MARVELS
DIEGO MATOS AGUDO

Title:
Journalists in panels: From Tintín and Roberto Alcázar to Spider Jersusalem and Marvels
Resumen / Abstract:
La relación entre el cómic y el periodismo se remonta a los comienzos. Es larga, es antigua y siempre ha sido muy productiva. Muchos de los más famosos personajes del noveno arte son periodistas, quizá debido al concepto romántico de la profesión: la aventura de buscar la verdad. En viñetas se pueden encontrar noticias, artículos, reportajes, entrevistas, redacciones y medios de comunicación… información, esencialmente, escrita por Tintín, Clark Kent, Tribulete o Spider Jerusalem, entre otros. Todos ellos, aunque con estéticas diferentes, comparten un mismo fondo: forman parte de la imagen asociada a esta profesión en concreto. / Journalism and comics are two mass media with a strong connection since their very origins. It’s a long and old relationship, and quite fruitful. Many of the most famous characters of the ninth art have been journalists, maybe due to the romantic notion linked to this profession: the quest to seek truth. In the panels, we can find news, articles, reports, interviews… information, in essence, written by various characters like Tintín, Clark Kent, Tribulete or Spider Jerusalem, among others. All of them with different aesthetics, but sharing the same background: they are part of the image associated with this career in particular.
Palabras clave / Keywords:
Teoría sobre periodismo y cómic, Cómic periodístico, Comunicación e información, Periodismo gráfico/ Teoría sobre periodismo y cómic, Comics journalism, Information and communication, Graphic journalism

PERIODISTAS EN VIÑETAS: DE TINTÍN Y ROBERTO ALCÁZAR A SPIDER JERUSALEM Y MARVELS

 

Prensa de masas, cómics de masas

Puede que todo empezase con aquel Chico Amarillo que criticaba la sociedad norteamericana en las páginas de los periódicos de William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer entre 1895 y 1898, cuando Richard F. Outcault daba vida a The Yellow Kid, al que algunos historiadores del medio consideran el primer personaje de cómic y que, además, tenía integrado un rasgo muy característico, el bocadillo para los diálogos en su propio traje, en la camisola amarilla que le daba nombre. La relación entre el cómic y el periodismo se remonta a los comienzos. Es larga, es antigua y siempre ha sido muy productiva. 

La prensa diaria norteamericana fue el primer mass media que acogió la publicación de cómics de manera continuada, como tiras durante la semana y como páginas completas los domingos. Esto acarreó la configuración de las propuestas creativas y comerciales que iban surgiendo en los tebeos y dio nombre a las famosas “tiras de prensa”. 

A principios del siglo XX, debido al crecimiento de los cómics en importancia y a su capacidad de conexión con todos los públicos, se crean sindicatos o agencias de distribución de historietas. Su función era la de vender tiras de prensa publicadas en los periódicos norteamericanos en todo el mundo. De las tiras de prensa diarias se pasó a diferentes formas básicas de edición, como los comic books, las revistas periódicas y los álbumes. Con independencia del formato de publicación, entre las viñetas siempre ha habido periodistas y reporteros gráficos de todo tipo. Unos con superpoderes, como Clark Kent o Peter Parker; otros, con dotes investigadoras, como Tintín o Roberto Alcázar… y otros tantos con un toque crítico y humorístico, como Spider Jerusalem o Tribulete, el repórter que en todas partes se mete.

Y aunque el periodismo y el cómic mantienen una relación más allá de los superhéroes o de los álbumes de aventuras, gracias a todas las historietas del periodismo-cómic entendido como género, como una novedosa forma de transmitir información narrando hechos reales, la preponderancia de este tipo de personajes en el noveno arte es también larga, antigua y muy productiva.

 

En busca de la verdad (y de la aventura)

 

Tintín periodista en El País de los Soviets.

La presencia del periodista en las viñetas se rastrea casi desde los comienzos del medio. Uno de los pioneros fue Tintín, joven reportero siempre envuelto en peculiares peripecias creado por Hergé (Georges Remi) en 1929, cuyas aventuras se publicaron originalmente en el suplemento juvenil del diario belga Le Petit Vingtième. Tintín era periodista, profesión elegida por Hergé debida a la admiración que el autor tenía por conocidos reporteros contemporáneos suyos, como el francés Albert Londres (1884-1932), al que se le reconoce como uno de los precursores del periodismo de investigación, que da además su nombre a un prestigioso premio francés, el equivalente al Premio Pulitzer a nivel europeo.

En los álbumes protagonizados por Tintín no se ha visto casi nunca a este trotamundos escribir un artículo o tener prisas por entregar una crónica urgente, salvo en Tintín en el País de los Soviets, aventura publicada en Le Petit Vingtième entre el 10 de enero de 1929 y el 8 de mayo de 1930, posteriormente compilada en formato álbum. El reportero escribe un reportaje en un interminable viaje en tren hacia su destino, lo termina de preparar, lo dobla y lo introduce en un sobre, aunque nunca lo llega a enviar, o al menos los lectores no ven que lo envíe. En cambio, en el cine, en Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (2011), quizá pensando en esto y para enfatizar la profesión del protagonista, sí que se ven en el despacho del reportero, enmarcadas, varias de las páginas que ha escrito (recortes que son, a su vez, distintos guiños a sus aventuras en viñetas).

Tintín representa la idea de la aventura asociada a las aventuras por los países más exóticos. Tintín sería un periodista de viajes, aunque únicamente ejerció de reportero en los dos primeros álbumes, Tintín en el país de los soviets y Tintín en el Congo. En este último caso,actuaba en calidad de free lance. «Al parecer, es un joven reportero que emprende viaje a África…», aseguran Hernández y Fernández en la primera página del cómic. Algunas viñetas después, en la página 11, aparecen en la puerta de la habitación de hotel del protagonista varios editores que, para ser el mejor postor, le van ofreciendo cantidades de dinero por el reportaje que hará de su viaje. Empieza el que representa al New York Evening Press y le ofrece 5.000 dólares; después, el del Daily Paper de Londres le da 1.000 libras esterlinas por «la exclusiva del relato de sus aventuras», y, por último, el representante del Diario de Lisboa llega a la cifra de 50.000 escudos. Pero el joven es quien tiene la última palabra y ya se había decidido con anterioridad: «Les agradezco su interés, caballeros. Reconozco que sus ofertas son tentadoras, pero no puedo aceptarlas: ya estoy comprometido con otros periódicos a los que he concedido la exclusiva de mis reportajes». Desde ese momento, su profesión parece que se hubiera extraviado por el camino, diluyéndose las tramas hacia la aventura y la investigación, más detectivesca que periodística. Después, su relación con el periodismo queda reducida a algunas presentaciones propias que hace él mismo hacia otros personajes.

Hergé, su creador, sí que era periodista. «Yo trabajaba en un diario. Por eso para mí lo más importante era ser periodista, reportero a la búsqueda de la aventura» (2011: 42). Se nota su formación profesional en las historietas que escribe, ya que en todas ellas destaca su elaborada documentación histórica y gráfica. Él creó a Tintín según su ideal de periodista: joven, con vastos conocimientos globales, manejo de varios idiomas, con marcados valores y un profundo calado ético. Lo planteó como un tenaz buscador de la verdad.

Guy Lefranc, el personaje de Jacques Martín (responsable también del mítico Alix) creado en 1952, comparte oficio con el anterior. El autor, que falleció en enero de 2010, explicaba siempre que escogió la misma profesión que tenía Tintín, pero con matices. Para él, Tintín era reportero, mientras que Lefranc era periodista. Los dos tenían un estilo, una manera de realizar las investigaciones muy diferente, igual que las dos profesiones reales tienen un matiz distinto también. Los reporteros suelen ser aquellos que elaboran la noticia o el reportaje en el lugar donde se produce, a pie de calle, mientras que el periodista recoge los testimonios, se acerca al lugar de los hechos, pero luego vuelve a su sitio, a su redacción, y da forma al contenido informativo con más distancia.

Tintín cámara en mano, con su inseparable compañero Milú, es la imagen viva del reportero.

Con este oficio de escribir noticias también están relacionadas, de algún modo, las aventuras de Spirou y Fantasio. La serie franco-belga de historietas Spirou fue creada por Rob-Vel (seudónimo del autor Robert Velter) y el editor Jean Dupuis en 1938 para la revista Le Journal de Spirou, mientras que el creador de Fantasio fue Jijé, que dio vida al amigo de Spirou en 1944. Posteriormente han sido continuadas sus historias por otros autores, entre los que destaca el dibujante belga André Franquin (creador de Gaston Lagaffe y Marsupilami), responsable de diecinueve tomos (de 1947 a 1968) con ayuda a veces de Greg (Aquiles Talón), Peyo (Johan y Pirluit, Los pitufos) o Roba (Bill y Bolita). Después llegarían Tome y Janry (El pequeño Spirou), autor de catorce tomos de la serie a partir de 1981. Ya en el siglo XXI, el guionista Jean-David Morvan y el dibujante español José Luis Munuera se encargarían de varios álbumes. Después, las historietas de los personajes son obra del dibujante Yoann y el guionista Fabien Vehlmann, entre otros autores.

Fantasio, el alocado amigo del botones pelirrojo, también era periodista. Su papel en estas historias es similar al del capitán Haddock, aunque más juvenil. Su estrafalario atuendo es una simpática modificación del de los periodistas de la época, aunque en colores más vivos: como su chaqueta azulona y su gran pajarita rojiza (“uniforme” que también coincide con el de Jimmy Olsen, el amigo de Superman). Siempre libreta en mano, observando y anotando.

Casi en paralelo, en España, en 1940, el guionista y editor Juan Bautista Puerto y el dibujante Eduardo Vañó Pastor se unen para dar vida a otro par de personajes en una serie de tebeos de aventuras. Así surge Roberto Alcázar y Pedrín, colección formada por 1.219 cuadernillos (más almanaques y extras), la más larga del cómic patrio.

Si Fantasio comparte imagen con Jimmy Olsen, Roberto Alcázar, el personaje principal de esta colección, recuerda vagamente al Clark Kent primerizo de Jerry Siegel y Joe Shuster, quizá por su indumentaria o por su estética, ya que casi siempre iba vestido con traje y corbata. Además, comparte oficio con Superman: los dos eran periodistas. Al menos en la primera de las aventuras de Alcázar se perfilaba su profesión y se le describe vagamente como tal. Aunque más adelante se le convierta en un agente de la Interpol que se dedica a cazar criminales por todo el mundo. Y es que estas dos profesiones (la de periodista y la de espía), aunque parezcan antagónicas, no lo son tanto. El periodismo siempre ha incluido entre sus atractivos un cierto halo de misterio, de aventura y de romanticismo; algo que también tiene el espionaje (además del riesgo intrínseco y, muchas veces, el manejo y el uso de las armas). Y detrás de cada incógnita, detrás de cada misión de Roberto Alcázar, se encontraba un objetivo simple y llano: esclarecer la verdad, pero con bastante aventura de por medio. Aventura que se comparte con el oficio de los “juntaletras”, sobre todo en esa parte inicial de acceso a las fuentes, de trabajo de campo y de observación in situ.

Había mucho de aventura en Extra! el título que la EC dedicó a las peripecias de los más valientes corresponsales. Aunque fuera algo fantasioso en las tramas, se acercaba también a los lectores adultos, asemejándose a las tiras realistas de los periódicos, y sus protagonistas tenían un aspecto similar al de los personajes creados por Frank Robbins o Milton Caniff. Cinco números formaron esta colección, publicada originalmente entre marzo y noviembre de 1955, que recopiló Planeta DeAgostini en su “Biblioteca Grandes del Cómic” bajo el título de EC Presenta Periodistas. Enrique Torres escribe sobre ella en la introducción del tomo:

Esta colección es atípica, pues presenta personajes fijos que, número tras número, nos cuentan sus aventuras. Se idealiza un poco el mundo del periodismo o, mejor dicho, se utiliza al corresponsal como protagonista de fantásticas aventuras, llenas de acción, misterio y exotismo. Los dibujantes de esta serie fueron solo tres: Johnny Craig, John Severin y Reed Crandall. Cada uno se encargó de un personaje: Keith Michaels, Steve Rampart y Geri Hamilton, respectivamente. Craig, además de ser el editor y guionista habitual, fue el autor de las portadas, que simulaban ser primeras planas de un rotativo. Para conseguir más el efecto, las tres primeras “fotos” fueron dibujadas en blanco y negro y reproducidas con un grano más grande, imitando el sistema de reproducción de un diario (2005: 2).

Es una lástima que sus creadores no decidieran que estos personajes escribieran alguna noticia, alguna crónica o algún reportaje sobre sus aventuras o sobre sus viajes (eso sí que hacen, viajar mucho: Cuba, Oslo, Florida, Hong Kong, Nueva York, Argel, París…). De seguro que aquellos textos noticiosos ficticios hubieran sido interesantes. Por fortuna, hay varios personajes más que también ejercen de periodistas en las viñetas; y además sí se han podido leer algunos de sus “trabajos”. Uno de ellos es el ya mencionado Superman.

 

El primer superhéroe eligió el periodismo

El planeta Krypton fue destruido en mil pedazos; su antaño gloriosa civilización había sido diezmada, y solo unos pocos sobrevivieron. Un superviviente escapó y llegó a la Tierra. Eran tecnológicamente más avanzados, físicamente superiores, y aun así les fue imposible luchar contra la desintegración. Ignoraban lo que iba a ocurrir, estaban “desinformados”. Kal-El, el último hijo de Krypton, fue enviado en una navecilla espacial al planeta Tierra, y tras el aterrizaje le encontró una pareja de granjeros que lo cuidaron y criaron como hijo propio. Bajo estos pilares crearon en 1938 Joe Shuster y Jerry Siegel un personaje icónico cultural que ha dado el salto multimedia, trascendiendo al medio que le vio nacer.

Él fue el primer superhéroe, el más poderoso de todos, el único que, en lugar de disfrazarse para realizar sus heroicidades, se ocultaba bajo una apariencia normalizada y humana (ese era su verdadero disfraz). Era Superman, un héroe; pero también era Clark Kent, un periodista. Umberto Eco escribió sobre la disociación del personaje en Apocalípticos e integrados:

[…] La imagen de Superman puede ser identificada por el lector. En realidad, Superman vive entre los hombres, bajo la carne mortal del periodista Clark Kent. Y bajo tal aspecto es un tipo aparentemente medroso, tímido, de inteligencia mediocre, un poco tonto, miope, enamorado de su matriarcal y atractiva colega Lois Lane, que le desprecia y que, en cambio, está apasionadamente enamorada de Superman. Narrativamente, la doble identidad de Superman tiene una razón de ser, ya que permite articular de modo bastante variado las aventuras del héroe, los equívocos, los efectos teatrales, con cierto suspense de novela policíaca. Pero desde el punto de vista mitopoyético, el hallazgo tiene mayor valor: en realidad, Clark Kent personifica, de forma perfectamente típica, al lector medio, asaltado por los complejos y despreciado por sus propios semejantes; a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier accountant de cualquier ciudad americana alimenta secretamente la esperanza de que un día, de los despojos de su actual personalidad, florecerá un superhombre capaz de recuperar años de mediocridad (1993: 227).

En relación a las características de esa dualidad también escribe Marcello Serra en el número 367 de la Revista de Occidente en un artículo que titula “Superman y Batman: una inversión estructural”:

[…] En general, sus características personales poseen las marcas de la luminosidad y/o de la transparencia: su fuerza y sus superpoderes provienen del sol y, puesto que su cuerpo funciona como una batería solar, sus células contienen luz; su ánimo es abierto y generoso; su conciencia, inmaculada; también el disfraz que lleva es de colores brillantes, y cuando entra en acción no se cubre con ningún tipo de máscara, sino que muestra al mundo su propia cara: limpia, viril y honesta. Esta idea de transparencia es coherente también con el hecho de que Superman observe la vida desde lo alto del cielo y de su condición extra-humana, y que, en la piel del periodista Clark Kent, desvele a los lectores los secretos del mundo […] (2001: 90-91).

Clark es el prototipo más conocido de periodista en el noveno arte. Este extraterrestre de ilimitado poder podría haber elegido desempeñar cualquier profesión a la que dedicarse mientras no estaba enfrentándose al mal en cualquiera de sus formas; aunque decidió dedicarse a informar. Decidió ser un periodista de cómic. Mariano Bayona, uno de los mayores fans y estudiosos del personaje, escribía en su web:

Estuvo en el extranjero antes de matricularse en la Universidad de Metrópolis, donde estudió periodismo. Le atraía el poder de la letra impresa, algo que había mamado de sus padres. Periodista de investigación, siempre en pugna por la exclusiva con su compañera, amiga y posterior pareja Lois Lane.

El joven Kent dejó Smallville y se adentró en la gran ciudad de Metrópolis, donde practica la profesión en el periódico Daily Planet, uno de los diarios más emblemáticos de las viñetas. Este medio se llamó originariamente Daily Star y se basaba en el periódico real Toronto Daily Star, donde Shuster había trabajado como vendedor de ejemplares. Allí, Clark comparte redacción con otros conocidos personajes que también se dedican a juntar letras, entre los que destacan: Lois Lane, compañera de fatigas e interés romántico del héroe, que es un tipo de periodista más agresiva, de las que no aceptan un no por respuesta de ninguna de sus fuentes y que hará todo lo que esté en su mano por conseguir la noticia del siglo; Jimmy Olsen, joven fotógrafo y reportero, que se ha convertido por méritos propios en uno de los secundarios más queridos del gran héroe de DC Cómics, y Perry White, el estricto director, sempiterno jefe, modelo clásico de profesional de la información.

Clark Kent con sus compañeros de redacción del Daily Planet.

El Daily Planet es un medio de comunicación ficticio de tirada nacional que tiene el mismo calibre que el New York Times real. El edificio del periódico se encuentra en el centro de Metrópolis y empezó a publicarse en 1775. Para su primera edición diaria, el mismísimo George Washington publicó un editorial. El edificio de este periódico se reconoce por el enorme globo que corona el inmueble. Detalles que dan verosimilitud y credibilidad, siendo una muestra del amplio entramado de estos universos de ficción.

La redacción del Planet se ha visto en las películas de Superman (en las clásicas e incluso en las más modernas Superman Returns y El Hombre de Acero), también en las series de televisión (sobre todo en Lois y Clark: Las nuevas aventuras de Superman y en las últimas temporadas de Smallville) y en varios números de las diferentes series y miniseries del personaje en papel. El Daily Planet ha trascendido de mero escenario donde se desarrolla la acción, pasando a formar parte del imaginario colectivo y a convertirse en un personaje más, asociado a la mitología del kryptoniano.

«Quiero ser reportero de su diario, señor White, ¡Yo soy Clark Kent!», le dice el protagonista al famoso editor en un episodio titulado “Cómo Perry White contrató a Clark Kent”, publicado en Superman  número 133, de noviembre de 1959. «Lo siento, solo te aceptaría si fueras lo que necesito: un Supermán…», le responde, y continúa: «Son muchos los que desean este empleo! ¿Por qué lo quieres?». Y Clark no duda en contestar de manera sincera: «Porque siempre he admirado su diario… sé de memoria todos sus titulares». Lois aparece en la misma viñeta y no duda en exclamar su incredulidad, justo a tiempo de que Perry se la presente: «Señor Kent, ella es Luisa Lane [Lois Lane]; una reportera magnífica, pero arriesgada». Y entonces le piden a Clark que demuestre su afirmación y que no sea solo para intentar impresionarlos. Él utiliza sus poderes para leer todos los números atrasados del archivo (hablan de treinta años de periódicos diarios) y se pone a recitarlos, ante la atónita mirada de sus interlocutores. Aunque eso no prueba que pueda ser un buen reportero, así que White le encarga sus primeros trabajos: un reportaje sobre Bango, un gorila viejo que hay en el zoo de Metrópolis, y un reportaje sobre el parque de atracciones de la ciudad. Por último, le da una caja que alberga una roca de kryptonita y le pide que consiga hacerle una foto a Superman con la verdosa piedra. Para salvarse del problema utiliza un curioso superpoder: ¡su superventriloquía! Y así terminan, con los tres en un almuerzo, y después de comer, el señor White le dice que si consigue la foto el empleo es suyo. «Kent, es tuyo el empleo que con paciencia y empeño has ganado… ¡Mi mano!», a lo que Lois añade «¡Bienvenido a este diario! ¡Llegaremos a ser buenos amigos… Clark!» (1979: 78-86). Y en verdad llegaron a serlo; mucho más que buenos.

Como se puede observar, que Siegel y Shuster eligieran esta profesión no es casual: el periodista es un observador, un mediador de la realidad que acerca los hechos hacia el resto del público, hacia la sociedad en general. También es una especie de guardián de la verdad que utiliza las palabras y las ideas para informar, además de para formar y para entretener. En los medios de comunicación reside el poder (algunos lo llaman, incluso, “el cuarto poder”). En la actualidad, con las nuevas tecnologías y la globalización, ese poder es un superpoder.

En los años setenta se intentó renovar la imagen de Superman, por lo que Clark pasó una temporada trabajando en televisión, presentando incluso un espacio propio en la programación televisiva. La idea no terminó de cuajar, y el tímido Kent no tardó en volver a su redacción habitual, a la seguridad que siempre se encuentra en una página en blanco… O quizás echara de menos a sus compañeros: Perry, Lois y compañía.

Las nuevas tecnologías lo están cambiando todo, y eso también se traslada a las viñetas periodísticas. Ahora, en los últimos tiempos, las ediciones en papel de los periódicos están a la baja, mientras que las versiones digitales de los diarios continúan al alza. El cómic es un reflejo social, y por ello Clark Kent, periodista de profesión y de vocación, abandona la redacción del periódico en el que trabajaba para convertirse en periodista web. La historieta y la realidad se acercan en esta nueva trama de las aventuras de Superman. El kryptoniano, valedor de la justicia y de la verdad, pretende contar las noticias desde el ciberespacio.

Clark Kent deja el Daily Planet (que estaba dentro de la corporación Galaxy Broadcasting), cansado de la deriva sensacionalista del diario en el que ha trabajado desde que sus aventuras comenzaron a publicarse en 1938. No es la primera vez que el personaje se marcha del periódico, pero en esta ocasión, según apunta una nota de prensa que enviaron desde DC en 2013, esto «es un reflejo de los problemas por los que pasa la profesión en estos momentos: el rol de los medios de comunicación, el desequilibrio entre información y entretenimiento, el crecimiento del periodismo ciudadano…».

Aunque la crisis del modelo de negocio no parece haber atacado a los medios de comunicación de Metrópolis, sí que ha habido una crisis en Superman, una basada en su estricto sistema de valores morales. El protagonista anuncia su decisión en su puesto de trabajo e increpa a White por decantarse por las demandas del público en lugar de por la calidad de los contenidos (algo de lo que se podría acusar a casi cualquier medio de comunicación del mundo). Pero Clark no se va directo al paro, sino que creará una web al estilo de The Huffington Post.

En 2015, a Superman le ocurrió un nuevo cambio. Por primera vez en setenta y siete años, el cambio no es solo de profesión, sino de identidad. En el número 43 de la actual colección (el de agosto de 2015), el boy scout rojo y azul se ve obligado a cambiar de nombre, por una revelación de Lois Lane, quien decide contar al mundo quién es en realidad después de verle luchar contra unos maleantes con el uniforme del superhéroe asomándole por debajo de la camisa al reportero.

A Lois la controlaba el villano de turno, pero las consecuencias para Clark son desastrosas. Despiden al periodista del Planet, y como todo el mundo conoce quién es, debe pasar a la clandestinidad, porque además, el Gobierno le busca y quiere capturarle. Por ello, en el número 45, de octubre del mismo año, aparece el héroe con una nueva identidad secreta. Ahora se llama Archie Clayton y es camionero. De momento, Kal-El ha abandonado las gafas de Clark para ponerse la gorra de Archie. En un momento en el que la crisis del periodismo parece más dura que nunca, quizás es natural que el primer superhéroe haya buscado otro trabajo, no solo para camuflarse a simple vista. Pero todo cambia y todo pasa. Esto tan solo son ejemplos de movimientos editoriales que dan lugar a otros, a los siguientes. En el último, publicado en 2020 como colofón a una saga que llevaba por título “La verdad”, el guionista Brian Michael Bendis, encargado de la colección desde 2018, hace que Kal-El, en rueda de prensa, descubra a todo el mundo su identidad secreta. El propio título retoma los ideales periodísticos que hacen que los autores propongan esta profesión a sus personajes: la verdad (desde todos sus ángulos). Y la aventura, por supuesto. Nunca hay que olvidarse de la aventura.

 

Colgando al filo de la noticia

Peter Parker vende sus primeras fotos de sí mismo como Spiderman a Jonah J. Jameson en Amazing Spider-Man #2 (1963).

Siempre preparado para sacar una instantánea de Spiderman, así es Peter Parker en su faceta profesional. Él no es un periodista al uso; es lo que se conoce como reportero gráfico o fotoperiodista, ya que muchas veces sus imágenes no ilustran una noticia, sino que son la propia noticia, porque tienen entidad propia y peso informativo específico. De este tipo de profesionales cada vez hay más, y muchos de ellos comparten sus instantáneas en redes sociales como una ventana al mundo.

Peter encuentra en el Daily Bugle, el periódico más crítico con el héroe, su oportunidad laboral. Al ser picado por una araña radioactiva, el joven Parker consiguió poderes especiales, e intentó lucrarse con ellos. Por una mala decisión de Peter, su tío Ben Parker murió, y él decidió hacer un uso responsable de sus poderes, siguiendo la famosa máxima que le inculcó su tío: «Un gran poder conlleva una gran responsabilidad» (que también puede aplicarse al periodismo). En las fotos de Spiderman encuentra una forma de hacer dinero: vendiéndoselas a J. J. Jameson, el gruñón y huraño editor del periódico que es el otro gran medio de comunicación escrita de los tebeos (junto con el Planet, por supuesto). En algunos países hispanoamericanos se tradujo como El Clarín, y tiene su sede central en Nueva York. Es un rotativo que aparece en varios cómics de La Casa de las Ideas, teniendo en cuenta que en el Universo Marvel las distintas series están siempre en continua relación, aunque especialmente sale en las colecciones del “amistoso vecino”, ya bien sea con forma de algunos ejemplares físicos, mencionado en los diálogos, o bien sus oficinas, como escenario de las tramas.

Entre los personajes asociados al Bugle destacan J. J. Jameson, que es el editor en jefe del medio; Betty Brant, la secretaria personal de Jameson, que tuvo cierto interés amoroso por Peter; Ben Urich, uno de los periodistas más íntegros e importantes del Universo Marvel; Frederick Foswell, uno de los primeros enemigos del hombre araña, que fue también reportero de este periódico, y Eddie Brock, quien acogerá en su cuerpo al antiheroico simbionte Veneno, que también comparte por Parker una tensión y una rivalidad en lo profesional.

Cabe detenerse en Ben Urich, un periodista especializado en temas políticos y en tramas relacionadas con complots y conspiraciones, también ligado a Matt Murdock (Daredevil), y que fue quien desenmascaró a Norman Osborn en los primeros números de The Pulse (2004), donde escribió un artículo explicando que el multimillonario era en realidad el psicópata conocido como el Duende Verde. Urich termina dejando el Bugle y fundando su propio medio de comunicación: Frontline.

Bajo ese nombre se publicaron varios especiales que acompañaron a los diversos eventos marvelitas, desde Civil War (2006) a World War Hulk (2007) y Secret Invasion (2008). Se pretendía contar en esos especiales las historias desde el punto de vista del periodismo y las vivencias de la “gente de a pie” en relación a esos grandes acontecimientos (la mayoría de las veces terribles) que siempre ponen patas arriba el universo de ficción de La Casa de las Ideas. «Soy Ben Urich. Solía ser reportero. Y, en días como hoy, ojalá me hubiese quedado en el Bugle, soportando los insultos de J. Jonah Jameson… En lugar de haberme convertido en director y descubrir de primera mano de dónde venían las frustraciones de J. J. J!», comenta el conocido periodista de Marvel en uno de los cómics de Daredevil escritos por Ed Brubaker (2006-2009).

J. J. Jameson, editor del Bugle, con varios de sus artículos detrás y Spiderman delante.

«No vamos a volver a cubrir esa noticia […] Intentas ser un paparazzi. Nosotros no somos así. Ni hurgamos en heridas. Ahora, vete de mi despacho», le dice a uno de sus subalternos en dicho tebeo. «La mujer de DD está en un manicomio, y él se está volviendo loco con los ladrones de la calle. Es una noticia que deberíamos publicar», le espeta Dinello, el otro periodista, que trabaja para él. «Tú sigue así y acabarás haciendo moda», contesta Urich. En el anterior diálogo se ve claramente que Brubaker se ha empapado de las rutinas periodísticas, investigando, observando, escuchando… Y que las conoce perfectamente hasta el punto de permitirse poner en boca de sus personajes algunos chascarrillos relacionados con las secciones, donde parece que la moda es inferior a la política, por ejemplo. Quizá Dinello, si terminase en esa sección, tendría que trabajar con paparazis. Y puede que, en caso de necesidad, contratasen al mejor en su trabajo: Peter Parker. Ya que él también podría considerarse uno de ellos al aprovecharse de su posición privilegiada (normalmente está colgando de algún edificio) para hacer fotos de sí mismo y poder venderlas luego en exclusiva. Era imposible que sus colegas de profesión consiguieran ese material, así que de alguna forma Peter realizaba prácticas desleales (algo lamentablemente habitual en el mundo de la prensa del corazón, por ejemplo).

 

En busca de la pitufoverdad (o pitufopostverdad)

Continuando por personajes curiosos que comparten profesión, uno de los habitantes de la famosa aldea pitufa descubrirá pronto su vocación en la búsqueda de la verdad y de lo noticioso, que son la base del quehacer periodístico.

Los pitufos (Les schtroumpfs en el original franés) son obra del dibujante belga Pierre Culliford (1928-1992), más conocido como Peyo, quien los incluyó en 1958 en "La flûte à six trous" (“La flauta de los seis Pitufos”, en España), aventura de otro par de personajes suyos: Johan y Pirluit, para el semanario Le Journal de Spirou, en la que los personajes azules aparecen tan solo de forma circunstancial. El autor no sospechaba que estos seres le cambiarían la vida, protagonizando sus propias historietas, películas y dibujos animados, videojuegos, libros, exposiciones y hasta dos adaptaciones para la pantalla grande, en 3D, combinando personajes digitales y de carne y hueso.

Portada del álbum El pitufo reportero, con los pitufos leyendo periódicos.

El álbum número 23 de la colección regular se titula El pitufo reportero (2014). Thierry Culliford y Luc Parthoens firman los guiones, y Ludo Borecki se encarga de los dibujos, los tres manteniendo el estilo de Peyo. Juntos contarán la historia de uno de los pitufos, uno que no tenía nombre todavía, que no había destacado en nada, pero que pronto comenzará a interesarse por observar, anotar y escribir. «Entre todos los pitufos, hay uno al que le encanta observar y aprender. Lo anota todo escrupulosamente en su libretita. Esta es su historia…» (2014: 1).

En el principio, el pitufo sin nombre observa que la pluralidad de fuentes, en su aldea, es amplia, y que cade uno de los pitufos tiene una visión distinta de un acontecimiento. «¿Has visto eso, Papá Pitufo? ¡Se han dejado pitufar todos por esta historia grotesca!», le espeta al sabio pitufo de barba blanca. «¿Qué quieres? ¡Es la falta de información! Todo va de boca en boca y luego…», le responde. «¡Pero es increíble que hoy en día aún pase esto, Papá Pitufo! ¡Los pitufos tienen derecho a estar bien informados! ¡Tienen derecho a saber!», reclama. Y tenía razón. El derecho a saber y a estar bien informados es un derecho fundamental. En esta página, la tercera del álbum, se lanzan de forma aparentemente sencilla algunas de las máximas más importantes de la profesión.

Entonces este pitufo genérico cambia, y todos comenzarán a llamarle Pitufo Reportero. Empezará primero a contar las noticias de forma oral, para después escribirlas en un tablón de anuncios, más tarde hará un pliego y escribirá a mano pocas copias, y después conseguirá ayuda y fabricará una imprenta. Así creará su propia publicación diaria, que llamará Pitufo en portada:

El periódico se convierte en un elemento indispensable en la vida de los pitufos. Algunos hasta lo reciben a domicilio. Las páginas se llenan de numerosas secciones, las novelitas rosas de Pitufina, los deportes… Y aunque algunos no están muy convencidos, el periódico es un éxito (2014: 22-24).

Además, este pitufo tan particular cambiará su atuendo, poniéndose un gorro de ala ancha marrón con una cinta. Se pondrá también una corbata, y se meterá de lleno en la búsqueda de la noticia, llegando incluso hasta el castillo de Gargamel. Pero no solo eso, sino que también lidiará con la falta de información, con los rumores y el periodismo sensacionalista, hasta recibirá de Papá Pitufo lecciones deontológicas (que él percibirá como palabras censoras). Pero al final le escuchará y aprenderá la lección. Una obra sencilla, repleta de lecciones periodísticas.

¿Qué sucede, Pitufo Reportero? ¿Algo va mal? […] ¡Tu error ha sido olvidar por qué quisiste escribir el periódico! El papel de un verdadero periodista es pitufar los hechos lo más objetivamente posible. E informar a la pitufopoblación y prevenirla contra todos los peligros que la amenazan… (2014: 33).

 

De libreta, grabadora y cámara de fotos

Por si fueran pocos los anteriores ejemplos, los periodistas de cómic continúan con personajes de todas las nacionalidades y de todos los tipos, casi tantos como periodistas profesionales reales; dentro de una profesión caleidoscópica en constante proceso de cambio (a nivel de rutinas, de herramientas, de formatos y de géneros) y en crisis también constante. Personajes variopintos pero que, en realidad, tienen mucho en común.

En Dominguín, el semanario con formato tabloide, de cuatro páginas de extensión, publicado entre diciembre de 1915 y marzo de 1916 en España, apareció en tan solo dos entregas (en el número 3 y en el 10) Los corresponsales de Dominguín en la guerra, una serie de humor creada por el dibujante catalán Opisso y protagonizada por P. Láez y P. Lucas, dos reporteros que viven sus aventuras buscando noticias en las zonas de conflicto de la Primera Guerra Mundial.

El repórter Tribulete se mete en todas partes, al filo de la noticia.

El repórter Tribulete (“que en todas las partes se mete”) es uno de los personajes creados en los años cuarenta por Guillermo Cifré para la revista Pulgarcito, de Bruguera. Y representa la cara más cruel y más patética de la profesión periodística, ya que sufría el acoso constante de su jefe (incluso a veces llegaba al maltrato físico) y tenía un sueldo mísero («cobro menos que una señora de la limpieza», explicaba en una de las primeras viñetas) que le servía para malvivir en la España del franquismo de posguerra.

Se considera como fiel reflejo de la situación real del periodismo de la época, de lo mejor y de lo peor, en la que los medios estaban totalmente sometidos al régimen. Es un personaje entrañable que ha compartido páginas de recuerdos con varias generaciones de lectores españoles, tanto que su nombre se transformó en una forma de denominar a los profesionales de los medios. Así lo explica Antonio Guiral en el texto introductorio de la recopilación especial en un tomo de Clásicos del Humor:

Durante muchos años, Tribulete fue en España sinónimo de periodista. De hecho, al menos entre aquellos que han rebasado la cuarentena, este nombre aún sigue asociado a la figura de un reportero que trota por las calles en busca de la noticia. ¿Qué mejor evidencia que esta para certificar la popularidad de un personaje? Y es que El repórter Tribulete […] deslumbró a lectores de varias generaciones por esa extravagante mezcla entre audacia, picaresca y frustración que caracterizaba sus historietas, a caballo siempre entre la búsqueda de una noticia sensacionalista para la portada de su periódico […], su patética situación pecuniaria y su papel de víctima ante los violentos y desmesurados arranques de ira de su jefe (2009: 1).

Este tipo es el modelo antagónico de lo que se entiende como un buen profesional del periodismo: es ingenioso aunque mordazmente torpe, tiene una ortografía malísima y suele ser aficionado a inventarse críticas, noticias y reportajes. Sus textos eran publicados en El Chafardero Indomable (era el único redactor de este medio). En ese periódico publicó incluso algún artículo en primera página. «¿Será recuperado el collar de la condesa Colodión? El gran repórter J. Tribulete asegura que mañana mismo habrá restituido la valiosa joya», firmaba en una ocasión.

[…] Sea como fuere, a Cifré le corresponde el mérito de haber recreado semana a semana durante quince años las andanzas de un periodista que, en esencia, sería la antítesis de la profesionalidad del buen reportero. Y es que Tribulete, aparte de cometer severas faltas ortográficas, solía falsear sus entrevistas y reportajes (sobre todo cuando el trabajo coincidía con alguna cita amorosa), generar críticas teatrales cuando no había acudido a los estrenos o inventar artículos algo absurdos […]. De alguna manera, y a pesar de la extrema caricatura que de esta profesión suponía la serie, no conviene olvidar que la práctica del periodismo en tiempos de dictadura restaba credibilidad a una actividad que no podía incidir en exceso en la realidad circundante y debía limitarse a certificar verdades oficiales o sublimar el entorno de los personajes populares del momento (ibid: 3-4).

El periodista Moncho Alpuente asegura, en un texto titulado “El último mono”, publicado dentro del catálogo de la exposición Los tebeos de posguerra, que en las páginas de Tribulete aprendió parte del oficio, porque a veces en la ficción se observa la realidad:

En aquellas páginas aprendí la parte más dura del oficio periodístico, la tiranía de los jefes, los salarios misérrimos, el desdén de algunos entrevistados y la incomprensión del público general y de la familia en particular. Los directores de los periódicos en los que me inicié en el periodismo, en los últimos años de la década de los sesenta, nunca me persiguieron a balazos por los pasillos como el ‘dire’ de Tribulete, ni me hicieron beber tinta de impresión para purgarme de mis defectos, pero mis dos primeros ‘jefazos’ usaban pistola (uno de ellos amenazaba con sacar la Luger del cajón de su mesa si ibas a pedir aumento de sueldo, y a algunos periodistas, no lo suficientemente afectos al Régimen Excelentísimo, les purgaban literalmente con aceite de ricino en dependencias del Ministerio de Información y Turismo. Nada para lo que no me hubieran preparado las didácticas y tremendas experiencias de Tribulete (2010: 39).

Valentina Rosselli fue creada por Guido Crepax en 1942 como una fotógrafa profesional. En sus aventuras nunca se ve ningún momento relacionado con su profesión, ni aparece en ningún periódico o agencia, pero siempre lleva encima una buena cámara. Valentina se mostraba como una mujer decidida y fuerte, independiente, libre y sin tabúes. Sus aventuras mezclaban lo real con lo onírico y siempre destilaban grandes dosis de erotismo.

El 30 de marzo de 1947, Will Eisner publica la historieta de The Spirit titulada “Día de los Inocentes” (“April Fool”), y en ella aparece Byline, un periodista arquetípico (en su sombrero se podía leer “Press” –Prensa– para que no hubiera dudas), aficionado a las bromas. De hecho, llega incluso a cambiar unas noticias del periódico donde trabaja, el Evening News, introduciendo una noticia inventada por él que, curiosamente, termina ocurriendo de verdad. Eisner utiliza a este personaje como un aviso de que el periodismo, los periodistas y las noticias no son cosa de broma.

Ernie Pike, por su parte, fue creado por Héctor Oesterheld y Hugo Pratt basándose en el famoso corresponsal de guerra Ernest Taylor Pyle. Las historias de Pike comenzaron a publicarse en 1956 en el semanario argentino Hora Cero y en la revista italiana Sgt. Kirk. En esas historietas se retrata la guerra como algo terrible y atroz. Pike escucha y narra las historias de los soldados de ambos bandos, sin mostrarse más de acuerdo con ninguna parte, detalle que las distingue de otras hazañas bélicas del momento.

Mary Noticias fue la primera mujer periodista que apareció en un tebeo en España.

Por otro lado, Mary “Noticias” representa a la mujer liberada de los años sesenta-setenta. Fue la primera mujer periodista que apareció en un tebeo en España, y es obra de Carme Barbarà junto con el editor José María Arman. Sus historias estaban centradas en un mundo y una realidad muy similares a los de la época. Sus reportajes siempre estaban repletos de aventuras y eran una parte básica de cada una de las historias, aunque en ningún tebeo se vio nunca que pasaran una noticia o crónica suya.

Se trata de una reportera televisiva amante de la acción, que no podía estar quieta ni un segundo; además, viajaba mucho y tenía muchas relaciones sociales. La serie se publicaba semanalmente por Iberomundial de Ediciones y llegó casi a la cifra mágica de quinientos cuadernillos entre 1962 y 1973. Su imagen era de periodista total, con una gabardina que recordaba a la que usaban los profesionales de las noticias de entonces, y una cámara siempre bajo el brazo.

El dibujante y guionista Atilio Micheluzzi crea en 1974 al joven y rebelde reportero Johnny Focus, al que sí se le ve ejerciendo como tal. Él recorre el mundo trabajando también como fotógrafo independiente. En España sus historias fueron publicadas en Totem, y en cada una de ellas se cambia de lugar y de tema casi de continuo.

Otro periodista del noveno arte fue Frank Cappa, creado por Manfred Sommer, que irrumpió en Cimoc en 1981, convirtiéndose en una de las grandes obras del cómic español de los años ochenta. Se trata de un reportero gráfico que tiene muchas similitudes (además del sonido de su apellido, claro) con un conocido fotógrafo real, posiblemente el corresponsal gráfico de guerra más famoso del siglo XX: Robert Capa (bajo cuyo seudónimo se encontraba la pareja formada por Ernö o Ernest Andrei Friedmann y Gerda Taro). Ambos comparten una filosofía de vida basada en la aventura.

Su primera historia, “El último africano”, fue creada originalmente para ser publicada en Toutain, aunque al final Sommer decide autopublicarla en 1981 en el álbum Frank Cappa. Memorias de un corresponsal. Allí se ve que el personaje trabaja como free lance, una especie de mercenario de la noticia que coloca sus imágenes en los diferentes medios interesados, pero aunque realiza su oficio con pasión, se siente siempre culpable por estar obligado a observar las injusticias sin poder hacer nada para evitarlas. Como fotógrafo de guerra se van sucediendo en sus historias diferentes conflictos (Asia, América Central, África…), y aunque aborrece la violencia, está decidido a realizar su trabajo de la única forma que sabe: de la mejor manera posible. Las historias de Cappa ocurren desde 1981 a 1989.

Sommer explicaba en una ocasión que Cappa nació de una necesidad biológica interna. Él amaba los viajes, se interesaba por la gente, analizaba, escuchaba, opinaba… Era curioso por naturaleza. Creó a Frank Cappa como un personaje inevitable que, de alguna manera, pudiera ser la parte de cada uno de los lectores (y de él mismo) que jamás hubiera tenido la oportunidad de ser. El autor utilizaba un poco la misma necesidad implícita que Eco atribuía al personaje de Superman: la posibilidad de empatizar con los lectores.

En la edición integral española de esta obra, publicada en un tomo por Glénat en 2010, Alejandro Jodorowsky parafrasea al propio Sommer en el prólogo, con una cita en la que el autor hablaba justo de por qué creó a este personaje tal como lo creó:

Crear a Frank Cappa para mí fue una necesidad vital. Yo veía los telediarios y sufría mucho con lo que pasaba en Nicaragua, en el Congo, en Vietnam, en todos los sitios. Pensé: si estuviera allí, yo no sería el héroe, no cambiaría nada, pero sufriría y opinaría. Entonces me inventé el reportero gráfico, un tío que no mataría a nadie, pero que estaría ahí, en el peligro, contándole al mundo entero esa atrocidad (2010: 1).

Jill Bioskop surgió en 1981 dentro de la segunda parte de la clásica trilogía Nikopol, de Enki Bilal. De sugerente cabello azul, Jill es una periodista de anticipación. Ella tiene una máquina (la scrip-walker) con la que es capaz de escribir en 1993 en su periódico, el diario Libération, crónicas que vienen del futuro, concretamente del año 2025. Es curioso cómo Bilal “juega” con un concepto vedado en la profesión como escribir algo que no ha ocurrido pero que podría ocurrir o, mejor dicho, en este caso: va a ocurrir.

La periodista de cómic Jeannette Pointu “nació” en 1982, cuando fue imaginada y dibujada por su creador, Marc Wasterlain. Personaje del cómic belga protagonista de veintiún álbumes en los que, debido a su profesión, tiene que viajar por todo el mundo viviendo aventuras, combatiendo la desigualdad de género con algunos compañeros, al tiempo que intenta mantener tranquila a su madre, siempre preocupada por ella. Estéticamente, Jeannette va ataviada con el clásico chaleco de reportero (de los repletos de bolsillos para guardar todo tipo de enseres y carretes para su sempiterna cámara en mano).

Otra periodista de armas tomar es Linx, creada por Daniel Torres en 1983 en la revista Cairo dentro de la serie de Roco Vargas. Se trata de una mujer proveniente del planeta Venus que ejerce como aventurera y corresponsal en la guerra de Rea, el satélite de Saturno. Del mismo autor es Rubén Plata, el presentador televisivo del informativo de TKV, que aparece en Opium (1982). Un tipo que aprovecha su gran influencia con el público que su creador explota para reflexionar sobre la imagen real y la imagen ideal de lo que se ve, también en el ámbito periodístico, en la televisión.

Taxi es una serie de contenido feminista que se publicó originariamente entre los años 1987 y 1991. Ella es una fotoperiodista de la agencia Control Press y combina métodos de espionaje y lucha cuerpo a cuerpo con su pericia con la cámara y su talento para la investigación periodística. Alfonso Font, su creador, le dio vida como excusa para poder tratar algunos temas que le inquietaban: el tráfico de armas, el racismo, las drogas y, sobre todo, para mostrar su recelo ante el exceso de poder que tienen, a su juicio, algunas empresas dedicadas a la comunicación.

En 1984, Morris comenzó a publicar, junto con Xavier Fauche y Jean Léturgie, en el número 2424 de Spirou, la historieta número 89 de Lucky Luke, que fue compilada como álbum en ese mismo año bajo el título de “El Daily Star”. En ella aparece como personaje Horace Greeley, basado en un conocido periodista y político norteamericano real, de gran renombre en su época y que promovió con fuerza la expansión hacia el Oeste. En esta aventura del famoso vaquero, Greeley ha fundado el periódico que da nombre al volumen y, además, es el director y único redactor del mismo. El lema del Daily Star es: “Independencia siempre, neutralidad nunca”. No podía ser más representativo.

En las aventuras y desventuras de Perico Carambola se satirizaba a la prensa rosa.

Al igual que lo fue, buscando la imagen más cómica de la prensa rosa, Perico Carambola, el protagonista de la serie homónima creada por Miguel Gallardo e Ignacio Vidal-Folch, que debutó en 1985 en Complot!  y continuó un año después en TBO. En realidad, la mayor parte de las aventuras y desventuras de este personaje, con el que sus autores satirizaban todo lo relacionado con el mundo de la prensa rosa, se publicaron en el suplemento veraniego del diario La Vanguardia en 1994. «Paladín del nuevo periodismo. Lince del ‘scoop’ y la gran exclusiva. Diploma de honor de los cursos CEAC: Foto por correspondencia. Premio Radio Maymó: Al éxito por la práctica», se podía leer en su presentación, en la primera página en la que aparece. Desde entonces hasta siempre, Perico Carambola estuvo “en la cresta de la cola”.

Además de los anteriores, en algunos cómics del sello Vertigo de DC se presentan como protagonistas varios profesionales de la información. Como es el caso de la serie DMZ (2005-2012), en la que un aprendiz de periodista se encuentra atrapado en el Manhattan desmilitarizado de unos Estados Unidos futuristas en plena guerra civil.

DMZ representa una magistral crítica al sistema, y está escrita por Brian Wood. En esta serie se muestran las andanzas del joven reportero Marty Roth, novato en esto de los enviados especiales, al que han contratado para el puesto, en prácticas, eso sí, gracias a los contactos de su padre, formando parte de uno de los equipos periodísticos más prestigiosos del país. Pronto descubrirá lo poco que vale este oficio cuando se entra en una zona de guerra, cuando se convierta en el único superviviente del grupo. El tebeo se adentra, además, en el interesante tema de los enviados especiales (otra de las facetas más conocidas y más románticas de la profesión), el periodismo “a pie de calle”, “al filo de la noticia”, que tanto atrae a todos (lectores y profesionales) por sus asociados tintes aventureros y románticos. Y todo empieza con un comunicado oficial, al más puro estilo periodístico:

[…] La portavoz de Liberty News, Marybeth Spaulding, ha dicho: “Esto pasará a la historia. Ningún medio de comunicación ha tenido acceso a Manhattan. La vida diaria en esa zona sigue siendo un misterio […] uno que pretende desvelarles a los espectadores en casa, en un especial de cinco partes […]”. Acompáñennos en lo que será un programa inolvidable. Aquí Liberty News emitiendo desde los Estados Unidos de América, Long Island, Nueva York (2016: 8).

Casi coincidente en el tiempo está Transmetropolitan (1997-2008), del mismo sello editorial, que es otro ejemplo de ello. En este caso, Warren Ellis, el autor, traslada a los lectores a un mundo futurista ficticio, que se muestra a través de los ojos de un desquiciado periodista: Spider Jerusalem. Este personaje es un reportero que, tras haber alcanzado la fama, decide retirarse a la montaña, lejos de la ciudad, lejos del mundanal ruido, apartado de todo. Aunque toda esa paz suya se verá truncada cuando deba volver a la ciudad y tenga que ponerse a trabajar de nuevo. Pasa entonces de las noticias y reportajes a las columnas de opinión en un periódico. Allí podrá verter toda su mala baba en forma de aseveraciones fundamentadas en relación a los temas de la actualidad social.

He desactivado los campos de minas y las armas inteligentes. Por primera vez en cinco años no hay nada amenazador en mi jardín. Cinco años de disparar a fans y vecinos, de comer lo que mataba y de bombardear a los despistados. Cinco años de soledad. Soy incapaz de describir cuánto echaré de menos la montaña. […] Volveré. Trabajé demasiado tiempo para conseguir cinco años de paz, y no renunciaré a ella. Podría llorar. De verdad que sí. Los periodistas no lloran. Y soy un puto periodista otra vez (2015: 9).

Spider Jerusalem escribiendo sus artículos incendiarios repletos de odio.

La serie se centra en los quehaceres y en las rutinas periodísticas de este profesional de la información tan peculiar, gira en torno a sus procesos de documentación y de investigación y de su selección de temas, al tiempo que los lectores conocerán la sociedad en la que vive a la vez que se descubren partes de su vida anterior y en un entorno futurista de lo más crítico, que bien podría ser una imagen “realista” de hacia dónde se dirige nuestra sociedad occidental. Muy interesante el nombre de su columna de opinión: “I hate it here”, que podíamos traducir por "Odio este lugar". Y es que el odio es parte clave en la realidad de los medios de comunicación actuales, sobre todo en cuanto a las redes sociales se refiere, así como a la interactividad que se encuentra en algunos diarios digitales.

En 2007 llega Shooting War, un cómic muy particular obra de Anthony Lappé y Dan Goldman con forma de ligera sátira política sobre un posible futuro cercano. En el momento de realizar esta obra, Lappé era redactor ejecutivo de la página web de Guerrilla News Network. Este periodista free lance ha trabajado en medios como Details, New York Magazine, New York Times o MTW News y es productor del galardonado documental Battleground: 21 Days on the Empire’s Edge. Goldman es escritor, además de dibujante. Entre sus obras gráficas destaca Everyman: Be the people, y es uno de los miembros fundadores de la antología digital de cómics ACT-I-VATE. Para sus dibujos combina ilustración vectorial y fotografías, confiriendo al conjunto un resultado realista.

Esta obra entronca muy bien con los cómics periodísticos de no ficción, porque aunque no se centra en hechos reales investigados por los autores, sí que se basa en algo que sus creadores conocen bien: la guerra entre los Estados Unidos e Irak. El protagonista es Jimmy Burns, un blogger que saltó a la fama tras grabar un atentado suicida en un Starbucks de Brooklyn. Ahora la joven cadena Global News le ha mandado a Bagdad como corresponsal, y lo que se encuentre allí será devastador. Una fábula oscura y sucia, que se pensó para leerse on-line, aunque luego se recopiló en papel, demasiado cercana a la realidad como para ser casual. En España fue editada por Ponent Mon.

En la última hornada de superhéroes sobresale Faith Herbert. Aunque la heroína del Universo Valiant debutó en la serie Harbinger, en 1992, saltó a los medios en los últimos años al protagonizar su propia cabecera, Faith (2016), en la que había un alejamiento de los estereotipos femeninos del género superheroico. En sus últimas historietas, escritas por Jody Houser, la antigua Zephyr se independiza de su supergrupo para enfrentarse a amenazas en solitario. En su vida privada, con su identidad secreta, comienza a trabajar en una redacción multimedia, también como blogger, creando contenidos con la idea de que se hagan virales, tanto en vídeo como en las redes sociales. Es una evolución de un perfil periodístico cada vez más en boga.

La periodista Jacqueline, “Jackie”, McGee debuta en la colección de El Inmortal Hulk, de Al Edwing y Joe Bennet, en junio de 2018. Se trata de un guiño al personaje que seguía al doctor Banner en la televisiva serie de los años setenta y ochenta. De personaje secundario a recurrente, y luego como nueva poseedora de poder gamma, uno de los principales de la colección del increíble monstruo verde. En el número final de la cabecera (el número 39 español), ella se introduce por la puerta verde hacia la realidad de abajo. Y mientras pasea con el Hulk verde infantilizado y Joe Arréglalo reconvertido en el Hulk rojo, este último le dice: «No me extraña que seas reportera». «Reportera en paro», le espeta ella. A lo que él le responde: «No después de hoy. Si recorrer el infierno no es noticia, al menos será de interés humano» (2022: 13). Y es que lo que Edwing pone en boca de Hulk es de suma importancia en las historias periodísticas, tanto dentro como fuera de las viñetas: el interés humano, que aún no había salido referenciado tan expresamente, pero que revolotea por todas estas obras, en mayor o menor medida y que, sin duda, aparece en las siguientes.

 

La información es un maravilloso poder

Con Marvels, el guionista Kurt Busiek también demostró que conocía al dedillo los entresijos de la profesión periodística. Es esta una obra clave en el estudio del periodismo en el cómic. Una miniserie de cuatro números (completada con un número cero) publicada en 1994, escrita por Kurt Busiek y dibujada por Alex Ross.

En Marvels se puso el foco en un fotoperiodista que convivía con los superhéroes.

La historia transcurre desde los años cuarenta a los setenta del siglo XX, pasando por todos los momentos clave que dieron forma al Universo Marvel hasta entonces, narrado por Phil Sheldon, un personaje antes desconocido, que era fotógrafo de prensa. Marvels fue un gran éxito, tanto de ventas como de crítica, y sirvió para impulsar, aún más, las carreras de sus dos autores. Stan Lee hablaba del reportero en el prólogo que escribió de la obra:

[…] Quizá por vez primera en la historia, no se trata simplemente de las aventuras de los héroes y los villanos, sino más bien de las aventuras y las reacciones lógicas de los ciudadanos ordinarios cuyas vidas se ven afectadas por nuestros superpersonajes. De hecho, el verdadero héroe de la saga Marvels es un reportero fotográfico claramente sin superpoderes, a través de cuyos ojos se desarrolla la epopeya (2006: 15).

El punto de partida era lo novedoso: ver todo lo ocurrido en el Universo Marvel desde los ojos de un ciudadano de a pie, percibiendo sus sensaciones, sus pensamientos y sus percepciones sobre todos los prodigios que irían viniendo. Todo ello contando con el dibujo fotorealista de Ross y la estupenda capacidad narrativa de Busiek. «Necesitarán buenos fotógrafos allí… ¡Y yo soy de los buenos! Puede que el nombre de Phil Sheldon no signifiqué nada aún… ¡Pero esperad y veréis! ¡La acción está en Europa! ¡Allí es donde se fraguan carreras!», aseveraba el joven Sheldon ante otros jóvenes periodistas, entre los que se encontraba el mismo J. J. Jameson, al principio del cómic. «Cuando yo dirija el Bugle, te dejaré llevar la sección de Internacional. Quizá. Si aún me apetece», le contesta el arisco John Jonah.

La información es poder, y Busiek lo sabe. En Marvels van sucediendo hechos relevantes del Universo Marvel, y los diferentes medios de comunicación van informando a los personajes principales y, por ende, a los lectores. Incluso cuando llegó Galactus había que informar, la gente tenía derecho a saber qué estaba ocurriendo. Phil Sheldon lo explica a la perfección en las siguientes frases sacadas del libro tercero, “El día del juicio”, de esta miniserie: «Una vez superada la impresión inicial, nos pusimos en marcha. Después de todo, éramos reporteros. Había hechos por comprobar, informes por redactar, comunicaciones por establecer. Necesitábamos cámaras en posición. Testigos. Ese era nuestro trabajo. Era algo que había que hacer».

Mucho tiempo después y debido al éxito que tuvo Marvels se estuvo hablando de la realización de una segunda parte, que no se materializó hasta el año 2009, cuyo título no podría ser más esclarecedor: Marvels. El ojo de la cámara. Kurt Busiek vuelve a firmar los guiones, aunque esta vez no es Ross quien le acompaña, sino el dibujante Jay Anacleto. Esta segunda miniserie de tres números (divididos en seis capítulos) vuelve a traer a Phil Sheldon, y los lectores disfrutarán con su visión del Universo Marvel de los años setenta y ochenta del siglo pasado, mucho más oscuro y peligroso que el que había retratado hasta la fecha. Además, en esta ocasión el fotógrafo debe enfrentarse a un problema interno: el cáncer de pulmón. Cada uno de los capítulos comienza con un pequeño texto autobiográfico firmado por Sheldon en el que explica quién es y en qué consiste su trabajo. En estos pequeños fragmentos se encuentran algunas claves del periodismo, destacando dos de ellas: la búsqueda de la verdad y la búsqueda de lo novedoso.

 

Hacia un futuro de periodismo y verdades

Cuando la realidad supera a la ficción, todo es posible. Y dentro de esas posibilidades aparece como tendencia en este repaso (no están todos los que son, pero sí son todos los que están) la proliferación de historietas distópicas que cuentan con periodistas entre su plantel principal. Cabe destacar aquí The Private Eye (2013-2015), la serie de diez números que Brian K. Vaughan, Marcos Martín y Muntsa Vicente sacaron en digital en su plataforma Panel Syndicate y que más tarde se publicó en papel (por Image, en Estados Unidos, y Gigamesh, en España).

En Private Eye la información es poder. Los detectives privados son papparazzi y la policía, periodistas.

En esta serie futurista distópica nadie es quien dice ser, todos se esconden tras unas máscaras, porque una noche hubo un diluvio de información y todo lo que había en la red se desveló libremente. Tras reventar la nube, los datos de todo el mundo quedaron expuestos, y aunque ya nadie tiene secretos, la gente termina protegiendo su intimidad tras una identidad secreta, porque todo es de dominio público. Ahora, en el año 2076, internet ha desaparecido, no existe policía, y los guardianes del orden público son periodistas, la Prensa. Y no hay detectives privados, hay paparazis. El protagonista, Patrick Immelman (más conocido como PI) es uno de estos últimos y se dedica a investigar esas identidades.

Inspector jefe, aquí el teniente corresponsal Strunk. Señor, tras recibir un aviso del portero de un edificio, este reportero ha presenciado un posible delito: concretamente, fotografiar a un ciudadano sin su consentimiento previo. […] Tenemos el quién, el qué, el cuándo y el dónde, pero, ¿y el por qué? […] El sujeto va armado con un teleobjetivo modificado ilegalmente. Creo que es paparazzi (2018: 5-7).

Es muy interesante el giro que se le da al oficio de los periodistas en esta ficción y el continuo vínculo con los lectores y con los acontecimientos actuales; además de las hipótesis sobre el futuro que lanzan sus creadores. Con mucho humor negro y mucha crítica. La mayoría de las frases más rotundas las ponen en boca del abuelo del protagonista, como la que le responde en el noveno número de la serie cuando el muchacho, de niño, en el funeral de su madre, le dice que solo quiere saber lo que pasó con ella: «Si lo que quieres es saber la verdad, ¿sabes lo que deberías ser de mayor? Físico teórico. Sí, hombre, esos tipos que investigan la materia oscura, la mecánica cuántica, todo ese rollo de Einstein. […] Si lo que buscas son respuestas, mejor que te dediques a estudiar el universo. Porque vas listo si esperas conseguirlas de la gente». De nuevo aparece aquí una mención a “la verdad”, como hilo conductor común de todos estos personajes y como clave de las obras que aparecerán a continuación.

En Semillas, Ann Nocenti y David Aja entretejen una trama complicada e hipnótica sobre un mundo futuro, roto, en el que los alienígenas se entremezclan con los humanos y donde algunos pocos románticos rebeldes han dado la espalda a la tecnología, creando una nueva sociedad. En ese dónde y ese cuándo, uno de los extraterrestres se enamora de una humana, y entonces la reportera Astra será capaz de dejar de lado la noticia, el artículo de su vida, por intentar mantener la última esperanza de un planeta agonizante. Con una pregunta de fondo: «¿Hasta dónde estará dispuesta a llegar en pos de la verdad?». A veces, hay verdades que es mejor dejar ocultas, sobre todo si el bien común está en juego.

Para los protagonistas de Billionaire Island (2022), de Mark Russell y Steve Pugh, lo que hay en juego es su vida. Tras colarse en la isla Libertad Ilimitada, cada uno por sus propias razones, ahora no pueden salir de allí. Están atrapados por los millonarios que la habitan, entre sus estrambóticas reglas y sin ningún tipo de limitaciones morales. Este cómic ácido y divertido recuerda a obras como Transmetropolitan, y los medios de comunicación se llevan una parte muy dura de la crítica. Shelly Bly, la periodista del Miami Herald que va a entrevistar al Señor Canto (uno de los promotores de la isla), pronto sabrá que perseguir la verdad puede traer consecuencias, pero aun así, no dejará de intentarlo. ¿Y sus armas? Una grabadora y la habilidad de lanzar sin piedad preguntas mordaces.

En The Nice House on the Lake (2022), de James Tynion IV y Álvaro Martínez Bueno, un grupo de amigos que han sido invitados a pasar unos días en una preciosa casa en un lago, descubren que el mundo se está destruyendo por causas misteriosas y que ellos son los únicos supervivientes, al menos aparentemente. Tendrán que tomar conciencia y hacer uso de sus habilidades únicas para poder descubrir lo que está ocurriendo. A los distintos personajes se les conoce por su profesión, y entre las diez personas elegidas hay uno de ellos, Sam Nguyen, que es periodista y hará todo lo posible por esclarecer los hechos y llegar a la verdad del asunto.

Precisamente la palabra “verdad” aparece en el título de la siguiente serie, una de las más actuales: El Departamento de la Verdad, cuyo primer volumen es “El fin del mundo”. Aquí aparece de nuevo James Tynion IV, uniendo esta vez su talento al del impactante Martin Simmonds, para plantear un cómic conspiranoico en el que se reflexiona acerca del poder de la ficción sobre la realidad y quién decide cuál es cuál. El protagonista es un joven agente especializado en el estudio de las teorías de la conspiración. Desde el terraplanismo al asesinato de JFK, pero no está listo para vivir en un mundo donde la creencia colectiva es capaz de convertir en reales las teorías más extrañas. Una vez descubre este secreto le reclutarán para el Departamento de la Verdad, una agencia dentro del Gobierno de Estados Unidos encargada de que las conspiraciones no se asienten en las creencias. Como era de esperar, los medios de comunicación y quienes trabajan en ellos tienen un gran protagonismo, por su poder de generar historias. En el capítulo 4, unos personajes oscuros reflexionan sobre ello en las sombras:

¿Alguna vez has pensado sobre lo que hacemos? En un sentido práctico, no, sino a lo grande, sobre lo que hacemos como miembros de la prensa. Nos hemos creído mejores que los demás. La idea de que éramos ese noble cuarto poder, que supervisaba igualmente a los poderosos y a los que no lo son. Pero sabes muy bien que eso son patrañas. Que hemos creado toda esa ética y normas para enmascarar lo que siempre hemos sido. […] La información puede ser muy jodidamente peligrosa. Puede destruir vidas y desestabilizar gobiernos. Y todo el rato la usamos como niños idiotas. […] Tengo que contarte una historia que nunca ha ocurrido. Que no puede haber ocurrido. Por la ética de nuestro periódico, y la institución de la prensa, es importante que publiquemos esta historia. Pero no podemos. […] Sacamos un periódico diario que informa a millones de… La gente está hambrienta de información. Con un hambre voraz. Y nuestro trabajo es mantenerles alimentados. No importa qué tipo de información sea mientras la consigamos primero […]  (2022: 101-102).

Duras y reales reflexiones las de este último cómic que entroncan muy bien con el sentir de buena parte de la sociedad al pensar en el periodismo y que, por desgracia, también se amoldan a los pensamientos de muchos periodistas reales, de los de carne y hueso, que malviven en las redacciones o en zonas de conflicto; que salen año a año de las universidades y se encuentran una realidad informativa y empresarial que, por desgracia, puede llegar a engullirles. Como les ocurre a algunos de los personajes que han aparecido en este texto.

Y es que, con independencia del tono desesperanzado, que no hayan escrito nada o hayan publicado centenares de noticias y crónicas, que se dediquen al fotoperiodismo, sean free lances o bloggers, todos estos personajes son, de una forma u otra, distintas imágenes, diferentes percepciones de los profesionales del medio. Se demuestra así que el periodista tiene cabida en el cómic porque su función principal es la de informar (además de las de formar y entretener, que, de alguna forma, estos productos en viñetas y estos personajes también hacen), la de dar fe de lo que acontece, y al hacerlo dentro de uno de estos universos de ficción se está consiguiendo crear una verosimilitud enorme, que es, al mismo tiempo, positiva y muy deseada.

La relación entre el cómic y el periodismo se remonta a los comienzos. Es larga, es antigua y siempre ha sido muy productiva.  Puede que todo empezase con aquel Chico Amarillo que criticaba la sociedad norteamericana en las páginas de los periódicos, pero después llegaron otros personajes como Tintín, Roberto Alcázar, Clark Kent, Peter Parker, Tribulete, Spider Jerusalem, Phil Sheldon o Patrick Immelman… Y la presencia de los periodistas en viñetas está lejos de acabar. Porque, aunque la verdad esté ahí fuera, también está aquí dentro, en los cómics.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Creación de la ficha (2022): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
DIEGO MATOS AGUDO (2022): "Periodistas en viñetas: De Tintín y Roberto Alcázar a Spider Jerusalem y Marvels", en Tebeosfera, tercera época, 19 (25-IV-2022). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 02/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/periodistas_en_vinetas_de_tintin_y_roberto_alcazar_a_spider_jerusalem_y_marvels.html