PORQUE LA UTOPÍA ES NECESARIA
RESEÑA DE VERDAD, DE LORENA CANOTTIERE
Creado el pasado 2019, Liana Editorial es un sello editorial (valga la redundancia) que presenta un catálogo centrado en el libro ilustrado y el cómic. Sus títulos publicados hasta ahora están engarzados en cuatro líneas: dos de libros ilustrados (una de álbumes infantiles y otra de libros de no ficción) y dos de cómic (una para primeros lectores y otra transversal para jóvenes y adultos). A la cabeza del proyecto está Marta Tutone, una filóloga italiana que, tras mudarse a Madrid, seguir formándose en lingüística y traducción literaria, doctorarse en Estudios Literarios y trabajar como correctora, librera y traductora, decide apostar por un proyecto personal en el que las distintas formas de relacionarse imágenes y palabras se puede considerar como una de sus señas de identidad:
¿Por qué libros ilustrados? Porque me atraía la idea de moverme en un espacio del que voy a aprender mucho, con una mirada fresca. Además, siempre me ha fascinado el mundo de las ilustraciones. Recuerdo que de pequeña mi mayor tesoro era un libro de Gervasio Gallardo que lamentablemente se perdió en una mudanza. Dibujaba y leía. De más mayor ya solo leía, sobre todo narrativa y ensayo, pero nunca dejé de buscar libros ilustrados sorprendentes. Me gusta cuando las ilustraciones amplifican el texto (y lo transforman, a veces), ese juego que se crea entre palabras e imágenes y que transciende el marco de la página-cuadro.
Las anteriores palabras, de la propia Marta Tutone, no hacían sino despejar una cierta intriga (más producto de la ignorancia que de otra cosa, probablemente) que a quien firma estas líneas ha de confesar que le generaba el hecho de que una persona acostumbrada a trabajar con palabras decidiese montar una editorial en la que la imagen compartía el protagonismo con esas palabras. Como lo de despejar incógnitas suele ser una manía para muchos de los que somos “de ciencias”, tampoco el nombre escogido se libró de la curiosidad de este escribano:
El nombre de la editorial nace de la idea de una constante búsqueda de conexiones. Más que una línea editorial, una liana. Los libros que elijo para Liana tienen un texto-semilla literario que brota en las ilustraciones. El lema de la editorial es justamente eso: “Liana como raíz aérea y voluble en busca de nuevas conexiones”. También tiene algo que ver con una expresión que siempre me hizo gracia y que entendí mejor que nunca al montar la editorial: “liarse la manta a la cabeza”. La ilustradora Emma Gascó lo ha representado maravillosamente con el logo que realizó para Liana editorial y que me gusta cada día más. De forma muy natural he buscado álbumes y cómics que plantean preguntas desde una voz personal y transformadora, a menudo a raíz de un relato biográfico.
La novela gráfica Verdad de Lorena Canottiere es uno de los más recientes lanzamientos de Liana Editorial en su línea de cómic para jóvenes y adultos, Bromelia. Línea en la que, dicho sea de paso, ya habían aparecido títulos de interés como Chicas malas de Assia Petricelli y Sergio Riccardi, Papaya salad de Elisa Macellari o, muy especialmente, Lluvia de Primavera, una sorprendente historia de sororidad, empoderamiento y Kung-fu firmada por Paulina Baruchello y Andrea Rivola. Lorena Canottiere es una autora que ya conocíamos por estos lares, aunque tan solo por su vertiente en el humor gráfico, merced a la recopilación de su tira Personitas editada por Diábolo en 2012; una visión inteligente y reivindicativa del mundo infantil, alejada de los arquetipos adultocéntricos (la inocencia de la infancia, bla, bla, bla…) y que pone en valor la lucidez de la visión del mundo de niños y niñas, en la que en muchas ocasiones, y en el estricto uso del menos común de los sentidos (el sentido común), demuestra ser más sensata de la que hemos construido quienes ya hemos “trascendido” al mundo adulto.
Volviendo al objeto de esta reseña, Verdad, editada en Italia en 2016, es la segunda novela gráfica de Lorena Canottiere, inscribiéndose entre Oche (Ocas), que aparecería en 2010, y Salvo Imprevisti (Salvo imprevistos), publicada el pasado 2019. Verdad arranca con una cita (en castellano, al igual que el título de la obra, en el original italiano) del anarquista navarro Lucio Urtubia: «…porque la utopía es necesaria». Verdad, es también el nombre de la protagonista de la obra, una joven que habita con su abuela en un pueblo de Los Pirineos y que debe ese nombre a la experiencia de su madre ausente en Monte Veritá, comunidad libertaria y matriarcal, creada a principios del siglo XX en Suiza, y en la que se practicaba el veganismo, el nudismo y el amor libre; ideales completamente opuestos, prácticamente anatemas, para la visón ultra-católica y ferozmente intransigente de la abuela que, durante toda la infancia de la ahora joven, negó a su nieta toda información sobre ese lugar y sobre su madre, pese a la continua insistencia de la niña. Tras la tentativa de golpe de estado fascista que inicia la guerra civil, la joven se trasladará a Barcelona y se unirá a las milicias anarquistas, incorporándose a los combates en primera línea, en lo que, además de representar una lucha en defensa de la libertad y de la justicia, supone una suerte de búsqueda de sí misma. En parte por este último elemento, por esa búsqueda interior, al final de la guerra se niega a pasar a Francia con el resto de sus compañeros, pese a la insistencia de éstos, y decide echarse al monte, aunque no para continuar el combate a la manera de un ejército de una sola mujer, sino como un mecanismo de autoafirmación para intentar lidiar con sus demonios internos: «He luchado toda la vida por un mundo en el que no hay sitio para mí. No estoy hecha para el paraíso, no lo merezco».
Verdad es ante todo una obra muy rica, llena de elementos sobre los que reflexionar, como puedan ser la presencia del anarquismo como una de las filosofías políticas que más se ha preocupado por el desarrollo del concepto de la libertad o el empoderamiento de la mujer. También existe una reflexión sobre la dicotomía depredador-presa, verdugo-víctima, para la que Canottiere utiliza unos insertos protagonizados por una zorra que habita el bosque. Lo cierto es que Verdad pivota sobre dos temas que siempre me han fascinado especialmente: el trauma y la identidad (y la manera en la que ambos se relacionan): esa extraña e irresoluble incógnita de si haces lo que haces por ser quien eres o si eres quien eres porque haces lo que haces, o el hecho de cómo las cicatrices, físicas o emocionales, no te definen, pero sí te construyen.
En lo gráfico, Lorena Canottiere realiza en Verdad un trabajo con un fuerte componente visual, con muchas secuencias mudas o casi mudas, desplegando lo que Antonio Altarriba, en el prólogo que escribió para la edición francesa de la obra, define como técnicas narrativas atrevidas que, emulando de alguna manera ese viaje interno de la protagonista, parecen ser resultado también de una búsqueda, creativa en este caso, de la propia autora. La obra está realizada en su casi totalidad sin utilizar el negro, mediante la combinación de acrílicos amarillo y rojo, más el azul introducido digitalmente, en las secuencias en las que la protagonista es adulta y utilizando lápices de colores en los flackbacks sobre su infancia. El resultado es una obra que visualmente se aleja de los estándares más trillados del medio y en la que esa elección cromática, según confesión de la autora, surgió durante el proceso de documentación por influencia de los carteles de propaganda de le época, en los que abundaban las serigrafías que utilizaban esos tres colores como base. Verdad pertenece a ese tipo de obras que requiere volver sobre ella más de una vez, para descubrir todos sus significados, para sentir todo lo que trasmite. En palabras de Antonio Altarriba en el prólogo que mencionábamos antes: «El resultado es hermoso, radicalmente, intensamente hermoso... Hermoso como todo lo que es verdad».
«Lorena Canottiere es una artista extraordinaria. Su trazo es único y su forma de narrar, de fragmentar y recomponer la historia en las viñetas dejando múltiples intersticios para que corra el aire de la duda, nos sacude con fuerza», palabras de nuevo de Marta Tutone, con las que satisfacía de nuevo mi curiosidad acerca de los motivos por los que había seleccionado el trabajo de Lorena Canottiere para su catálogo. Una pregunta casi de perogrullo, dado que el notable talento de la autora transalpina es más que evidente (aquí me permito un inciso y, pidiendo disculpas por la auto-referencia, les pediría que le echasen un ojo al cartel que Lorena nos ha hecho para la Semana Negra de Gijón de este mismo año). De hecho, lo sorprendente en realidad es que Verdad no se hubiese editado todavía precisamente en el país en el que trascurre la historia, y más después de que hubiera recibido el Premio Artemisa por su edición francesa. Probablemente haya motivos para reflexionar acerca del porqué de este retraso, si ha sido producto del azar, o hay elementos que se puedan analizar a partir de este hecho, pero eso lo dejaremos para otro día. Lo que sí ha querido ese caprichoso azar es que justo en el momento en que Verdad se publica entre nosotros y nosotras, estemos asistiendo a continúas devaluaciones del concepto de libertad, a espectáculos kafkianos en los que se enarbola la (supuesta) bandera de la libertad para defender el privilegio. En estos tiempos (no diré que más que nunca, pero sí con perentoria urgencia) es necesario rescatar el concepto de entre el fango al que quieren arrastrarlo y volver a colocarlo en el lugar que merece: el de un fin irrenunciable, un valor que hay que defender con toda la intensidad de que sea capaz. Porque Verdad no es solo una historia que nos hable del pasado, es una obra que nos está hablando también del ahora, de lo que está pasando hoy, y de la necesidad, desde lo individual engarzado con lo colectivo, de tomar conciencia y actuar en consecuencia; de eso también nos está hablando Lorena Canottiere a través de su arte.