PUNISHER: MADRE RUSIA. EL VALOR DE LA EXPERIENCIA |
FRANK CASTLE, el temido y tenebroso CASTIGADOR, es interceptado por NICK FURY, quien le encomienda una misión cuya víctima inocente implicada en la trama logrará conmover al expeditivo vigilante. La oferta de Fury sumergirá a Punisher en el opaco y traicionero mundo del espionaje al que juegan las grandes potencias con absoluta falta de escrúpulos o decoro.
PRÍNCIPES DE LA NOSTALGIA
Guiándose por el aroma del vodka, Frank Castle visita los tugurios menos recomendables del Nueva York con alta presencia rusa en sus calles. Punisher está de caza y husmea el rastro que permitirá a su leyenda urbana seguir creciendo en el top ten de las masacres. Expeditivamente (con alto octanaje sanguinario además), culmina la misión en que ha transformado su vida sin detenerse en consideraciones de sexo o edad. El Mal es el Mal bajo cualquier estampa. Y nadie como el Castigador para detectarlo y erradicarlo.
Desde que el ‘Niño de Belfast’, GARTH ENNIS, se “apoderó” del trasunto de MACK BOLAN, el sargento de marines de ficción creado por DON PENDLETON en 1969 para su saga de novelas pulp THE EXECUTIONER, donde el protagonista planta cara a la mafia, una constante prima en sus historias sobre The Punisher: su edad. Obliga a los dibujantes a mostrarlo sesentón, un veterano ajado de cuerpo maltratado por la lucha feroz contra la depravación y el crimen. También como Bolan, Castle (hmm... castillo. Interesante elección del apellido: ‘fortaleza’, ‘bastión’ contra el crimen) cambió los arrozales de Vietnam por el dédalo urbano de Nueva York o cualquier otra ciudad adonde lo arrastre el Mal (absoluto, sin escalas de grises al gusto de los “timoratos liberales”). Vive un perpetuo estado de guerra. No entiende la vida si no es a través de la efusión de sangre y los tiroteos. Al final del día cuenta sus cartuchos restando los que disparó sobre alguien. Reza al oscuro dios de su conveniencia y duerme con la placidez de los justos, convencido de haber realizado una buena acción. ¿Por qué algo iba a perturbar su descanso? Él es de los buenos.
Otra cosa llamativa de los guiones que firma Ennis es el aire que despiden, a lo LOCK´N´STOCK o SNATCH, de GUY RITCHIE. Los criminales oscilan entre el maleante torpe que vio en la delincuencia un modo rápido de ganar dinero (nunca una gran cantidad) y el mafioso de barrio que, sin llegar a objetivo número uno del FBI, tiende una sombra letal a su alrededor. Rara vez son sujetos impecablemente vestidos de PIERRE CARDIN o ARMANI, con excelente manicura. Es gente procaz que no vacilará ni un pelo en si debe caparte o meterte un destornillador por un ojo. La potencia de Ennis, al retratar estos bajos fondos, queda diluida cuando MARVEL le obliga a introducir al hierático Punisher en el carnaval de máscaras de los familiares superhéroes de la CASA DE MICKEY MOUSE. Entonces, para sobrevivir, Ennis apela a la ironía o los retruécanos, que no siempre encajan de forma afortunada.
No: el fuerte, tanto de Ennis como de Castle, son los tugurios a un paso de lo infecto y esos callejones que aun los ángeles temen pisar.
El camino del hombre justo que esta vez toma Castle lo lleva a uno de esos antros, donde, aunque tenga acento ruso, habla el Mal con un lenguaje universal, fácil de comprender por el Castigador. También oye la agotada voz de un viejo inmigrante ahogado en la nostalgia de una Madre Rusia Soviética donde todo parecía funcionar como un reloj. En cierto modo, su letanía contagia a Castle de una querencia por unos idealizados y “mejores tiempos pasados”. El sentimiento parece anticipar lo que en breve le abordará: un coronel Nick Fury absolutamente chapado a la antigua (a lo ALDO BRAD PITT RAINES, de MALDITOS BASTARDOS, sí, ajá) y casi fuera de control por haber sido apartado de S.H.I.E.L.D., donde mandaba como una EMINENCIA GRIS y podía remodelar el mundo según creyera oportuno. Fury ofrece a Castle un trato que El Castigador no puede ignorar: a cambio de su colaboración recibirá claves de acceso y otros códigos que facilitarán su labor de vigilante, y esto antes de irse de putas. Aprovechando el carácter “adulto” de la LÍNEA MAX, Ennis, en Madre Rusia, “desvela” unas apetencias carnales en Fury que frisan la depravación; imita a QUENTIN TARANTINO en RESERVOIR DOGS: nadie ve el atraco, pero por los diálogos nos persuaden de que fue cosa bárbara. Él no muestra a Fury practicar ninguna perversión, pero siendo un militar viejo, cruel y vicioso, lo intuimos. Así lo hace su espía, peón en un tenebroso juego secreto destinado a “salvar el mundo”. Sabe que Castle es idóneo para la misión dado que, como veterano, comprende que ciertas cosas se hacen por cojones, o no salen bien.
ENCAJA BIEN, SÍ
Don Pendleton describe a EL VERDUGO como:
“Adiestrado por el ejército para matar metódica y selectivamente, el sargento Mack Bolan se convirtió en una máquina de muerte (…). La especialidad de Bolan, como experto tirador apostado, consistía en penetrar en territorio enemigo con objetivos específicos para cada misión.”
Hasta ahora, en el especial sobre Agentes Secretos y espías varios publicado en Tebeosfera se hizo repaso de la amplia variedad de sujetos que componen su fauna. La imagen permanente en la retina del espectador-y/o-lector es la ‘arquetípica’ de JAMES BOND (otro militar vicioso) o de trasuntos más o menos afortunados engolfados en la tarea de mimetizar sus galanteos machistas y el aire de sibaritismo cosmopolita de sus ambientes, un tanto irreales, erigidos sui géneris por el BLOFFEL de turno. Bajo este yugo, no podemos asociar la imagen del espía con la que aparece en cintas como EL SASTRE DE PANAMÁ, LOS TRES DÍAS DEL CÓNDOR o aun LA ASESINA, gente opaca, oportunista, cruel y expeditiva por razones “de Estado” que enmascaran intereses que apenas tienen que ver con la salud de la nación.
No es, por tanto, anormal que Castle, reconocido justiciero, oficie de espía. Pendleton nos define las funciones del agente secreto: infiltrarse, camuflarse y ejecutar. No es nada grato este empleo. De ahí que Bond fuese un alcohólico. En alguna parte le remordía la conciencia.
Por eso Castle no se ve “raro” cuando va a rescatar, en las entrañas de la Rusia más profunda y anhelosa del espectro leninista del imperio de los trabajadores, a GALINA, una niña en cuyas venas inyectaron un súper germen caníbal artificial de acción instantánea. (Una de las MISIÓN: IMPOSIBLE iba de esto, ¿verdad?) Es imperativo que esta arma biológica rusa esté en poder de Estados Unidos. Rusia es un desbarajuste con problemas para controlar sus arsenales nucleares. A saber qué pasaría con semejante elemento biológico en “otras manos”. Por eso Fury, arropado en la bandera, erigido Nuevo Vigilante de Occidente, dispuesto a practicar la política del palo en alto y decidido a poseer tal arma, no vacila a la hora de elegir este operativo. Castle entiende el funcionamiento del giro secreto del mundo. Huelgan las palabras con él. Ya está. Helo ahí: El Castigador convertido en un Bond sin ocasiones de triunfalismos priápicos. Sólo matanza, sangre y entrañas desparramadas.
Enfrente tienen a otro tenaz veterano, el general ruso ZAKHAROV, el HOMBRE DE PIEDRA, un fornido marmolillo con pinta de KINGPING que se labró una brutal leyenda urbana en Afganistán, otro hombre que entiende que ciertas cosas deben hacerse por cojones.
Y revoloteando en torno Ennis teje una red de secundarios que reavivan el fantasma del 11-S, mostrando cierta cantidad de terroristas islámicos, un avión civil secuestrado por éstos (en el fondo, títeres de la CIA) y una acción ejecutiva con cohetes para derribar el aparato impidiendo así otra catástrofe histórica. Esto forma parte de una conjura llena de estructuras y superestructuras inmorales, producto de la “nueva inteligencia”, que depende más de contables y computadoras que de hombres, sangre y una suerte de “honor entre espías” que, a veces, pueden ser más leales entre sí que sus respectivos jefes con ellos.
La subtrama urdida por la CIA enfurece tanto a Fury que azota con la hebilla de su cinturón al general responsable de tal estrategia.
Con esto, Ennis parece querer sugerir con esta miniserie que la CIA (deficiente servicio de inteligencia, por mucho que JACK RYAN y su biógrafo, TOM CLANCY, se empeñen en negarlo) y adláteres han estado cebando al terrorismo islámico para serviles para según qué intereses. Creyendo poder dominarlo al momento con un tirón de la cadena, descubren con pavor que en ningún instante han controlado al monstruo y que éste ni le es leal o agradecido, como demuestra estrellando aviones contra las torres del WORLD TRADE CENTER.
Occidente se ha equivocado mortalmente con el otro lado de ‘la Alianza de las Civilizaciones’. No son Alemania tras HITLER. Son otro fanatismo. La libertad a la que aspirase el alemán desnazificado es un veneno corruptor para el muyahidin, aliento expirado por la decadente y depravada Babilonia que considera a Occidente, cobarde y materialista.
Es lo imperante en estos seis números que componen la miniserie de Madre Rusia agrupados en un tomo por PANINI para nuestro deleite o reflexión: la acusada veteranía de sus principales actores, decantados o residuales de un mundo menos tecnificado y en absoluto dependiente del análisis de IAs estratégicas incapaces de predecir lo irracional de la conducta humana; el sustituto de estos veteranos se retrata como una elite clínica y con tendencia a lo cosmético, a la pose ante la foto antes que al remedio, que abusa de la crueldad y el sadismo para ocultar su incompetencia. Son sujetos relativamente jóvenes que ponen gran empeño en arrinconar a las “viejas glorias”, tratándolas aun con displicencia. Fury, Castle, Zakharov, en el fondo, son más adversarios que enemigos. Proceden de un tiempo en que los hombres se miraban a los ojos para leer el fundamento de sus almas y luego proceder. Los nuevos tecnoburócratas lo contemplan todo a través de pantallas de plasma y vía satélite. Ni sienten ni padecen. Sin emoción, pueden aniquilar millares de vidas, tan sólo oprimiendo un ENTER en su teclado. Todo limpio. Estéril.
Hay un enfrentamiento entre estos mundos que protagonizan Castle (una trituradora humana de comandos rusos, como demuestra ya dentro del silo de cohetes) y el DELTA FORCE capitán MARTIN VANHEIM, que lamentará bastante sus sentenciosas palabras asegurando que hará lo que sea por la misión.
Galina despertará la compasión de Castle, pues le recuerda a su propia hija, abatida por las balas aquel soleado día de picnic. No obstante, la lectura arroja la impresión de que Ennis ha introducido un nuevo elemento en este leeento tango que Punisher baila con sus recuerdos y la plena justificación de su causa. El guionista irlandés parece insinuar que ese crimen sólo ocurrió dentro de la cabeza de Castle y que, a partir de una compleja fantasía psiquiátrica, ha construido un elaborado montaje que le obliga a castigar el crimen hasta sus últimas consecuencias.
Zakharov, el Hombre de Piedra, cuenta con un singular ayudante, un pequeño mongol que, introducido en la mochila de uno de los comandos rusos que mueren asaltando el silo de cohetes en poder de Castle (¡Dios mío: el Castigador dueño de su propio arsenal nuclear!), da una paliza brutal a éste… que se la retribuye con intereses cuando logra ponerle las manos encima. Es una venganza digna del genio retorcido que anida en las meninges de Garth Ennis.
El mundo del espionaje es criminal (¿no suele financiarse con la droga?) y no debe resultar, por tanto, tan incongruente imaginar a Frank Castle complicado en una trama bondiana que él resuelve “a su manera”.
Esta saga de Ennis, ilustrado por un DOUGIE BRAITHWAITE que, aunque detallista, priva de emociones y sensibilidad a sus figuras, haciéndolas estáticas, rígidas, invierte mucho en mostrar respeto por las viejas glorias y demostrar que la edad no es la tremenda tara o minusvalía que una calculada campaña publicitaria parece querer demostrar. Cierto que tiene inconvenientes, pero cuenta con valores que las ‘nuevas dinastías’ se niegan a reconocer.
Ninguno de los actores de este drama, excepto Galina, es plato de buen gusto. Todos son fríos y áridos, ariscos e implacables. Ennis no se anda con sutilezas para decirnos que a veces no nos queda más remedio que confiar en los malos para resolver ciertas cosas. El suyo es un trabajo siniestro y desagradable que se efectúa a gran profundidad, en las cloacas de nuestra sociedad, sitios que mejor ignoramos aún que existen.
Dentro de su mundo, y tomando a Bond como el paladín/referencia del espía y el espionaje, Ennis ha construido una parábola del anti-Bond. Fiel a su estilo “bárbaro”, no ha faltado la efusión de sangre y casquería, pero esto también es consecuente con ese “ámbito de reptiles”, que rara vez tiene que ver con la fortaleza sofisticada y llena de tecnología de un villano que se parece más al DR. DOOM que a una amenaza tipo Bond.
En la línea de otros escritores (JOHN LE CARRÉ, GRAHAM GREENE, aun FREDERICK FORSHYTE), Ennis ha devaluado la imagen glamurosa y triunfal del espía occidental James Bond, a caballo entre JACK EL DESTRIPADOR y el bon vivant de OSCAR SCHINDLER, obteniendo un notable resultado final.
FICHA TÉCNICA.
MAX Nº 3. PUNISHER – MADRE RUSIA
GUIÓN: GARTH ENNIS
DIBUJO: DOUGIE BRAITHWAITE
TINTA: BILL REINHOLD
COLOR: RAÚL TREVIÑO
CUBIERTAS: TIM BRADSTREET
EDITA (EE UU): MARVEL, 2005
EDITA (ESPAÑA): PANINI CÓMICS, 2006
TRADUCE: GONZALO QUESADA
REALIZACIÓN Y ROTULACIÓN: ESTUDIO FÉNIX
FORMATO: TOMO RECOPILATORIO 6 COMICS-BOOKS, 152 PÁGINAS
ISBN: 84-96652-62-9
DEP. LEGAL: GI-864-2006
P. V. P.: 10,50 €