QUIMPER, BUENOS AIRES, BARCELONA. VEINTE AÑOS DE BANG EDICIONES
ED CAROSIA, KIKE INFAME, STÉPHANE CORBINAIS

Title:
Quimper, Buenos Aires, Barcelona. Twenty years of Bang Ediciones
Resumen / Abstract:
Entrevista de Kike Infame a Stéphane Corbinais y Ed Carosia de Bang Ediciones con motivo del inminente 20 aniversario del sello. / Interview by Kike Infame with Stéphane Corbinais and Ed Carosia of Bang Ediciones on the occasion of the imminent 20th anniversary of the publisher.
Palabras clave / Keywords:
Bang Ediciones, Mercado del libro, Mercado francobelga, Industria del cómic en España/ Bang Ediciones, Book market, Franco-Belgian market, Spanish comics industry

QUIMPER, BUENOS AIRES, BARCELONA
VEINTE AÑOS DE BANG EDICIONES

 

En 2004 nació Bang Ediciones, probablemente sea el sello que mejor representa la interculturalidad y la apuesta por el cómic infantil y juvenil. Actualmente la editorial está conformada por Stéphane Corbinais, Ed Carosia, Maxi Luchini, Manu Vidal y Léa Jaillard. Hablamos con Stéphane para mostrar la parte más empresarial y con Ed para conocer la más artística.

 

Empezamos por el principio. ¿Quién es Stéphane Corbinais? ¿Dónde y cuándo naciste?

Stéphane: Nací en Francia, en Bretaña, en 1974.

¿Los cómics formaban parte de tu vida cuando eras pequeño?

S.: Sí, leía los cómics que había en casa de mis abuelos. Eran los que habían leído mis padres y mis tíos. Eran los clásicos, como Astérix. También había muchos Spirous y revistas que se han perdido. Después me enganché a Gaston Lagaffe, después la ciencia ficción: Moebius y el resto de clásicos de la época.

Crecí y perdí un poco de vista los cómics y lo recuperé cuando llegué a Barcelona. Empecé a trabajar en una imprenta que se llamaba Policrom, que ya desapareció.

Yo era comercial y llevaba el mercado francés. Tenía editores como clientes, y allí descubrí el cómic que se estaba haciendo en los primeros años de este siglo.

Es la época de L'Association, en la que el cómic no pertenece tanto a los géneros, sino que tiene una voluntad más autoral.

S.: Exacto: cómics de Les Requins Marteaux y otros editores así... Esos cómics me fliparon. Me hice amigo de Jean-Christophe Lopez, que era editor entonces de Six Pieds Sous Terre. Yo tenía el gusanillo de montar mi propia empresa y le propuse publicar algunas de las obras de su catálogo en España. Por eso monté Bang y empecé a publicar la serie El Pulpo.

Imagen del equipo de Bang Ediciones.

En tu caso, Ed, ¿cuáles eran los cómics que te gustaban en tu Argentina natal?

Ed: Mi infancia está llena de cómics, ya que leía todo lo que se me cruzaba. Me gustaba especialmente el indio Patoruzú y todo lo que producía Quinterno. En la revista había mucha historieta de humor, pero también de detectives, acción... Era un compendio maravilloso de dibujantes. Fue mi primer vínculo con el cómic.

En la adolescencia me interesé más por el cómic europeo, los superhéroes no me interesaban nada. Eran los años ochenta. Llegaban de España los Cimoc, Metal Hurlant... Los devoraba.

¿En qué momento decides que vas a ser autor?

E.: Autor quise ser siempre, desde el minuto uno. He dibujado siempre, y de niño hacía mis propios cómics. Después vine a España en 1998 con una carpetita a buscar trabajo. Empecé a contactar con periódicos y medios para colaborar como ilustrador sobre todo, pero el cómic me seguía apasionando. Antes de irme hice una revista en Argentina con un colega que se distribuyó muy bien. Sacamos tres números. Se llamaba Qajas, y allí empecé a ser editor de una manera accidental.


Además de como autor, Ed Carosia daría sus primeros pasos como editor de Qajas.

¿Cómo era el ambiente gráfico en Argentina?

E.: Durísimo. No había muchas revistas, publicar salía carísimo, y todo lo que se publicaba eran productos traídos de otro lado. Aún se publicaba la Skorpio y la Fierro, con nombres destacados de Francia o Italia. En ese contexto nació Qajas, que mostraba otros referentes, como Cages, de Dave McKean, y toda esa línea Vértigo. El cómic argentino era Mandrafina, Alcatena... grandes autores, pero que no tenían que ver con nosotros. Buscábamos autores con otra mirada, y empezamos a trabajar con ellos. Pero en Argentina el cómic se estaba empezando a empequeñecer.

Los autores tenían una gran frescura.

E.: Sin duda, pero la industria no podía desarrollarse. A nivel autores era tremendo.

Te centras en la ilustración, especialmente la prensa. Los noventa fueron años dulces para el sector.

E.: Sí, pero era todo muy primitivo. Para que te hagas una idea, venía un mensajero a buscar las tiras a casa. Era la época pre internet en España. No lograba convencer al director de enviar los dibujos por internet, y por eso me mandaba la moto. Empezó a convencerse cuando me vine a vivir a Barcelona y pude empezar a enviar las cosas por email. Escaneaba el dibujo y lo enviaba desde un locutorio. Esa era la época.


Muestra del trabajo de Carosia en prensa.

Da la sensación de que estabas más avanzado que el cómic en España.

E.: No lo sé. Cuando llegué a España me encontré una realidad que no me gustaba. Quería buscar el cómic hecho aquí y encontraba, literalmente, la producción española por los suelos. Yo vine con el sueño de encontrarme con una industria fantástica, pero todo eso ya se había terminado. Los cómics estaban hundidos y arriba estaban los cómics de superhéroes y el manga. Los años noventa fueron terribles como lector. Posteriormente se empiezan a publicar otros autores, como Daniel Clowes, y se fue arreglando la situación con el trabajo de autores y editores.

Volvamos a los comienzos de Bang, Stéphane. Estás a medio camino de Francia y España. Tienes una mirada directa del mercado francés.

E.: Sí. Me instalé en España en el 2000, primero en Madrid y posteriormente en Barcelona, pero sí que era más fácil para mí conocer el mercado francés y ver qué cómics publicar. A Dargaud le compramos El retorno a la tierra, de Manu Lacernet; publicamos Jazz Club, de Alexandre Clérisse; Rompenieves...

Tu idea inicial es traducir obras publicadas en Francia, pero enseguida generas tus propios contenidos y publicas a autores españoles. Hablabas antes de coediciones, entiendo que con la idea de introducirte en el mercado francés.

S.: Exacto, con la idea de publicar en Francia también. Posteriormente ya nos empezamos a dedicar a la creación propia. Yo seguía trabajando en la imprenta. Era comercial para la imprenta y editor. Viajaba a las ferias de libros: Fráncfort, Bolonia, París... y aprovechaba para ver lo que se estaba haciendo en el resto de Europa. Así fiché a Mawil, que era un autor alemán. Con él publicamos varias obras. Allí empezamos a buscar artistas fuera del país con una forma de contar diferente, con nuevas miradas y temáticas. Entones conocí a Ed (Carosia) y Maxi (Luchini). Hicimos una coedición con Six pieds sur terre de un cómic de El Pulpo, Vencedores con vencidos, que era una adaptación de la novela de Andreu Martín.

Primeros pasos de Ed en nuestro país.

Allí se juntan vuestros caminos, Ed.

E.: Así es. Un amigo me habló de Bang. Me presenté con mis dibujos y me dieron la novela. Yo nunca había hecho una cosa parecida. Me leí la novela y la adapté como pude y la hice cómic.

Como singularidad, el libro venía acompañado de un CD de música.

E.: Exacto. Yo también soy músico, y me junté con un colega para hacer la banda sonora de esa historia de novela negra.

Después paso a hacer un segundo libro protagonizado por un músico y que tenía también su banda sonora. Se llamó Looser. Flotando con pies de plomo. Tenía que ver con Barcelona y la música.

También publiqué una tira que había hecho en Argentina que se llamaba La familia del ministro. Hice las tiras con Víctor, con el que luego hice otro libro, Pomo. Las tiras eran para un concurso que ganamos. Después seguimos con la familia, y cuando trabajaba en Diario 16 les propuse continuar la serie y se fue publicando durante el tiempo que estuve en Madrid.

Era un ministro muy torpe y su estrambótica manera de vivir y la de su familia.

Tiras de La familia del ministro.

Regresamos a la editorial. Bang nace en 2004. Entonces el mundo del cómic era diferente al que hoy conocemos. Aún no se había consolidado la novela gráfica.

S.: Exacto. Los cómics solo se podían encontrar en librerías especializadas. No había esta apertura al público general. Mi intención era abrirnos a ese público. Fue un camino difícil y lo logramos realmente cuando cambiamos de distribuidor.

¿Estaba más asentado ese modelo en Francia?

S.: Sí, en Francia te podías encontrar cómics en cualquier librería. Había secciones concretas e incluso se entremezclaban con otros libros. En España el cómic era entonces para una minoría.

Fermín Solis, uno de las autores fundamentales de Mamut.

Entiendo que la distribución fue fundamental para vosotros. ¿Cómo era en Francia?

S.: En Francia la distribución empezó a funcionar en realidad en 2010. De 2004 a 2008 publicamos muy pocos libros porque teníamos muy poco capital. Podíamos publicar cuatro o cinco libros al año y era un poco difícil. En esos momentos la distribución era muy mala y las ventas eran muy bajas. En 2008 empezamos con Mamut. Los primeros títulos que sacamos fueron el Puck de Dani Cruz y Stygryt; Astroratón y bombillita, de Fermín Solís; Federico, de Maxi; Manu, de Diego Arandojo y Ed; Marcopola, de Jacobo Fernández, y La caca mágica, de Sergio Mora. Los empezamos a publicar en castellano y catalán. Tuvimos buena consideración de las librerías y del público, lo que nos permitió aumentar el ritmo de publicaciones. Allí empezamos a intentar cambiar de distribución. Nuestro público no estaba solo entre los lectores de cómics, buscábamos llegar a padres como nosotros, y con SD [Distribuciones] no lo conseguimos. Fui a Madrid a explicarle a UDL Libros en qué consistía Mamut, y nos dijeron que sí. Ellos no publicaban cómics entonces, fuimos los primeros en hacerlo. Sacamos más títulos: con Juan Berrio, seguimos con Brocal… también fichamos en 2009 a un italiano que marcaba el espíritu de la colección. Sergio Mora es un buen ejemplo de ello. Es un pintor, más que dibujante, que nunca había hecho libro infantil. También Mathilde Domecq o el italiano Marco Paschetta, que tiene un estilo muy peculiar, con muchos detalles, pero un poco oscuro. Artur Laperla también se apuntó, e hizo Super Patata, que llegó en 2011. En 2010 nos acercamos a un distribuidor francés para publicar también nuestros títulos allí.

¿Cómo nace Mamut?

S.: Ed me presentó a Maxi, que estaba trabajando mucho para Milán en la línea infantil y juvenil, y me presentaron el proyecto.

E.: Yo tenía mis trabajos como ilustrador y empezaba a hacer cosas para el público infantil. Conozco a Maxi, que tenía una amplia experiencia, y empezamos a darle vueltas al tema. Yo acababa de tener un hijo y quería encontrar caminos sencillos para explicarle cómo leer un cómic. Ese camino lo tuve que construir con Maxi. Empezamos a pensar, desarrollamos unas ideas y fuimos a enseñárselas a Steph. Allí llevamos la propuesta de la colección Mamut. Nosotros nos movimos del foco, y fueron otros autores los que hicieron los primeros libros: Fermín Solís, Dani Cruz, Sergio Mora… Después vinieron los nuestros, pero hemos hecho poquitos libros para la colección.

En tu caso, Ed, empiezas a colaborar con Bang primero como dibujante, posteriormente como editor. No sé si la situación del cómic en España que encontraste hizo que quisieras publicar los libros que te gustaría leer.

E.: Fue exactamente así. Con la distancia yo veo que cuando hacíamos la revista en Argentina ya estaba tomando decisiones de editor, pero entonces no era consciente de ello. En España llegaban con cuentagotas los cómics que a mí me gustaba leer, muy poquitos. Cuando tomo contacto con Bang, con Steph y Maxi, Mamut parte de la necesidad de hacer los cómics que queríamos ver en las bibliotecas.

¿Teníais ya en mente con quién colaborar?

E.: Sí, teníamos varias ideas claras. Queríamos colaborar con gente de la que nos gustase su trabajo, no necesariamente amigos. Gente con una línea, una manera de contar que se ajustase a lo que teníamos en la cabeza. Por distintas vías fuimos contactando con ellos.

Gente que no viene necesariamente del cómic.

E.: Claro. Entramos en un terreno difícil de explicar. Es una conexión compleja que te hace pensar que puede funcionar. Es una puerta en la cabeza que te dice, es por aquí, este autor puede hacer un buen cómic. Es algo en su línea, su trazo, que nos activa esa conexión en la cabeza. Fue un acierto poder vernos como editores. Tener una idea y sacarla adelante. De niño me encantaba la química y en realidad es lo que hacíamos, química pura. 

La caca mágica. Química pura.

¿Cuántos libros salieron en la primera tanda?

E.: Primero fueron dos, creo recordar. Uno de Dani Cruz en el segmento +6, el de Sergio Mora +3 y después vino el de Fermín. Sí que tuvimos claro desde el principio los tres segmentos, pero la base de la colección es +3 y +6.

Bang estaba comenzando y se lanza con una propuesta diferente a lo que había en el mercado.

E.: Tenía tan poco que ver que en las librerías no sabían dónde colocarnos. En la Fnac nos colocaban junto a Mortadelo, pero teníamos claro que no era el sitio. Le contamos cuál era nuestra visión y unos meses después vimos que habían guardado un hueco para el cómic infantil. Conseguir eso fue un golazo para nosotros.

Entonces las grandes superficies no estaban tan habituados a los cómics.

E.: Exacto. Entonces estaban muy empequeñecidos. Que nos colocasen en una columna específica y que diferenciasen qué es el cómic para adultos y qué para niños.

Destaca el diseño de la colección.

S.: Entre Ed, Maxi y yo desarrollamos la línea pensando lo que podíamos ver en el mercado francés y americano. Fue un estudio sencillo pero intenso. Como ellos son autores lo tenían muy claro.

E.: Buscábamos algo sencillo y fuerte a la vez. Nuestro referente era la revista Linus de los años setenta y ochenta. Color plano de fondo, un título muy potente y el personaje en el centro. Lo de los cantos redondeados lo teníamos también claro. Le preguntamos a Steph cuánto costaría hacerlo. Sacó cuentas y cuadraban.

Para los pequeños la portada es en cartoné.

E.: Sabemos que los nenes doblan, muerden el libro, y queríamos proteger al libro de la mejor manera posible.

Trabajáis por el cuidado diseño, a medio camino del álbum ilustrado y el cómic.

S.: La colección estaba pensada para un abanico de lectores. Desde el principio estaban planteadas las franjas de edad: +3, +6 y +9. Cada edad tiene unas necesidades muy distintas, y hay que generar un material muy cercano a su entorno. En +3 suele haber una imagen muy sencilla en portada, habitualmente con una sola ilustración como si fuese un osito de peluche, con los cantos romos para suavizar el objeto. La idea es que quieran achucharlo. En +6 la apuesta es por la rústica, también para contrastar con la actual apuesta de mercado por la novela gráfica que emplea mucho la tapa dura. El control del ritmo de lectura es muy importante con seis casillas máximo por página para poder leer con fluidez. Estaba muy pensado.

La primera franja, +3, era una apuesta arriesgada, ¿qué tal ha funcionado?

S.: El público +3 es muy peculiar. En cada país funciona de un modo diferente. No es tan sencillo hacer llegar la propuesta. Está el mercado norteamericano, el argentino, Japón, China, Corea. En Europa está Francia, España, Portugal, Reino Unido, Alemania... y ya está. No hablamos de un mercado como el del álbum ilustrado, que está presente en todos los países del mundo. No puedes llegar a un público muy extenso. Tienes que tener una distribuidora en el país. Es muy complicado. Este segmento no es el que mejor ha funcionado. Es el de +6 el que mejor ha funcionado por el aprendizaje del idioma.

El tramo de +3. Cómics mudos y experimentales.

En el tramo de +3 el cómic es mudo. Es quizás la más experimental de las tres.

E.: Quizá fue el más difícil de introducir en el mercado, pero teníamos muy claro que las viñetas debían contar la historia de un modo muy visual. La idea es que aprendan solitos a leer los cómics. Era un planteamiento de mucho riesgo, y acercamos a autores que no tenían experiencia, pero lo teníamos muy claro.

Dais oportunidad a autores y autoras de aquí y de allá. Les dais un lienzo en blanco para que jueguen con vuestros juguetes.

S.: Dejamos mucha libertad a los autores. El único límite es el uso de la violencia gratuita.

E.: Dejamos a los autores que jueguen libremente. Hay muy pocas reglas, pero las que hay les permiten moverse libremente.

Prácticamente es Manu tu aportación a la colección. ¿Cómo nace?

E.: Nace porque tenía ganas de aportar algo a la colección. Tenía ganas de que mi hijo tuviese un libro hecho por su papá. Mi hijo era pequeñito y tenía el pelo largo y la gente le confundía con una niña. Por eso el personaje se llama Manu, que puede ser de Manuel o de Manuela.

Al principio se publican tres libros. ¿Cómo crece la colección hasta el momento actual?

E.: En esa época no todo era felicidad. Uno de los problemas era la distribución. Estuvimos un año perdiendo pasta porque los distribuidores no sabían ubicarnos. Cuando cambiamos de distribuidora empezamos a funcionar. Lo que teníamos claro tanto Maxi como yo es que para que empezase a funcionar tenía que haber un recorrido, era primordial seguir sacando libros, pero para poderlos publicar necesitábamos que funcionasen. Afortunadamente, tanto Steph como Maxi o yo somos muy cabezones. Es una idea en la que todos confiamos.

El escenario ha cambiado. Durante mucho tiempo el cómic ha aspirado a un público adulto, pero se había descuidado el público infantil. Actualmente las editoriales están viendo la necesidad de una regeneración de lectores y se publican una barbaridad de cómics para los y las niñas.

S.: En 2008 no había propuestas de autores contemporáneos. Eran todos muy antiguos, y nuestra idea era renovar el mercado.

Tú eres francés, Ed y Maxi argentinos... la multiculturalidad es muy importante en vuestra editorial. Vuestra apuesta incluye la traducción de vuestros libros al catalán primero y al gallego y euskera después. Entiendo que con la idea de llegar a las escuelas y a los padres.

S.: El cuarto socio, Manu (Vidal), es catalán e insistió en que publicásemos en catalán. Nosotros lo vimos natural, mucho más estando instalados en Barcelona. Al principio fue complicado, porque el presupuesto era ajustado, pero hicimos lo que pudimos. Hubo tropezones, y hemos aprendido de nuestros errores y hacemos mucho esfuerzo en las traducciones y las correcciones.

Super Patata, un éxito en todas las lenguas.

Después del catalán continuáis con las otras lenguas cooficiales: el euskera y el gallego.

S.: Fue a petición del público. Sobre todo en series como Super Patata o Astroratón, hay un público que nos pedía material.

E.: Con Maxi teníamos desde el principio la idea de publicar a autores de acá en sus distintas lenguas. Si no lo hicimos antes fue por una cuestión económica, nada más. Si no, hubiésemos salido al mercado en todas las lenguas.

Cada vez es más habitual publicar en las diferentes lenguas del Estado.

S.: El idioma es un espejo de la cultura de cada sitio. Está enraizado en una tierra. Es natural que, si hay una cultura muy fuerte, el idioma esté vinculado a esta cultura. El idioma es una manera de producir emociones con palabras. Si hay una cultura fuerte se potencia, y creo que hay que respetar el sentimiento de cada pueblo. Si hay editores que se ven en su territorio acogidos y emocionados es bueno para que el público lea más. Cuanta más oferta creo que mejor.

¿Qué tirada hacéis en cada idioma?

S.: El setenta por ciento de los títulos que sacamos son novedades. El treinta por ciento son reediciones de los títulos que mejor funcionan. De ese setenta por ciento las tiradas suelen oscilar entre 800 y 1.500 ejemplares en castellano, entre 400 y 800 en catalán, y en francés depende mucho, pero anda entre los 700 y los 1.000 ejemplares.

En euskera y gallego solemos hacer Super Patata. Las novedades son de unos 1.500 ejemplares y las reediciones entre 500 y 1.000. Te hablo de Mamut todo el rato.

¿Ayuda a abaratar costes tener una mayor tirada al imprimirlo en diferentes idiomas?

S.: Por supuesto. Las novedades se imprimen todas juntas y las reediciones varían. Si falta en un idioma esperamos a que se agote para hacer una tirada conjunta. Depende mucho del título.

En 2010 entráis en el mercado francés.

S.: Eso es. Lo hicimos con una distribuidora, primero llamada Volumen, luego Interforum, que tuvo altibajos con algún cambio de dueños, y ahora estamos con Harmonia Mundi. Me parece un mercado muy difícil, porque es muy exigente. Hay mucha competencia en el sector. Ya en 2010 había muchas editoriales en este segmento.

¿Las coediciones os permiten abaratar costes?

S.: Solo hemos hecho dos o tres coediciones.

Tu trabajo te permite estar en las principales ferias. ¿Qué tal funcionaban los derechos en el extranjero?

S.: En realidad dejé el trabajo en 2010 para dedicarme exclusivamente a la editorial. En 2013, 2014, empezamos a vender los derechos fuera, y ahora tenemos una agente que se ocupa de esta tarea. Hemos vendido bastantes libros de la colección Mamut a Corea del Sur al principio. En 2017, a Estados Unidos, momento en el que abrieron las fronteras a otras editoriales.

Hemos hecho un acuerdo con Hotel de las Ideas para que saque títulos de nuestro catálogo y para que realicen sus propias propuestas. Ellos trabajan directamente con Ed y Maxi. Sobre todo trabajan con autores argentinos, y a veces lo publicamos aquí o les damos permiso para que ellos lo publiquen allí.

A Ed y Maxi les hacía mucha ilusión, pero no era una opción distribuir allí, por los aranceles. Es muy difícil importar libros. Te cierran y abren las fronteras y es muy incómodo, así que ellos [Hotel de las ideas] pueden fabricarlo.

E.: Sí. Es una historia de Maxi y mía porque confiamos en el producto que tenemos y también tenemos el corazoncito propio en que puede funcionar en Argentina, pero la propia situación del país lo dificulta todo. Hay lectores, y autores no faltan. Todo el que puede consume cómic, teniendo en cuenta la difícil situación, y los libros son cada vez más caros. Otro problema fue cuando pusieron cepos para la importación, y dificultó mucho el camino. Muchos libros han quedado en la aduana. Ha sido una pesadilla. Nos preguntamos cómo hacer Mamut en Argentina. Nos asociamos a la gente de Hotel de las ideas, que nos gustaba mucho cómo cuidaban los libros. Les propusimos la idea, les gustó y empezamos a hacerlo.

Hay colecciones que se pueden compartir, autores que empiezan allí y pueden llegar hasta aquí. Hay que ver qué comida que se realiza allá puede ser del gusto europeo.

Ya hay libros que se han publicado aquí, como el trabajo de Gerardo Baro. No se puede hacer todo lo que quisiéramos, por motivos económicos y políticos. Salió el de Gustavo Sala, que va de camino entre el cómic, el humor gráfico y juegos para hacer de vacaciones. Los niños pueden leer y jugar con humor y cómics. Acaba de salir allá, va sobre zombis. Empieza a ser una protocolección, pero dependemos de la economía.

Cómo ser un zombie, de Gustavo Sala (Hotel de las Ideas, 2023).

¿Solo para Argentina?

S.: También se mueven en países colindantes, como Perú, Chile y Paraguay. Nos parecía más fácil trabajar con personas afines que montar una filial.

¿El mercado asiático?

S.: Hemos vendido a Corea del Sur y sobre todo en China. Es un gran mercado. El mercado asiático es muy dispar. Tenemos un agente que cumple este papel. En China tenemos pocos números, y es difícil saber qué ha pasado. Corea del Sur está más occidentalizado y son muy activos en la ilustración infantil y juvenil. Es difícil entrar porque tienen una creación propia muy activa, pero es un país que ofrece oportunidades.

Para las editoriales cada vez es más necesario pensar en global.

S.: Antes te hubiera dicho que sí. Con tres o cuatro contactos en feria era suficiente. Ahora hay muchas editoriales que se están acercando al cómic. Hay más oportunidades sobre todo en cómic infantil y juvenil. Es un sector con un crecimiento muy alto.

En 2011 llega el gran éxito de la editorial, Super Patata.

E.: Nace de la cabeza genial de Artur. Hay que generar un espacio en el que los autores se puedan mover. Es como un laboratorio. Yo vengo de la química y es lo que más me gusta. Como dibujante también parto de la experimentación. Valoro mucho ese espacio lúdico.

S.: Nace en 2011, pero no empieza a funcionar hasta el tomo cuatro. Cada año Artur nos entregaba un libro, pero no empezó a funcionar hasta 2015.

Trabajáis desde el comienzo las series.

E.: Sí. las series funcionaban, y los chavales pedían más. Yo no podía sacar más material porque tengo que dedicarme a la ilustración, pero Astroratón y Super Patata evidencian que era importante la apuesta por las series.

S.: Cuando pensamos el segmento de +6 lo pensamos en series. En estas edades son muy voraces. En diez minutos pueden acabar el libro. Si empieza a leer y le gusta se convierten en dragones que devoran. Con las series queríamos darles continuidad a los personajes.

Y entiendo que a los autores. Tenéis un plantel con el que trabajáis de manera continua.

S.: Cuando nos gusta un autor y se siente bien es guay tener esa continuidad. Si salen los números no hay nada mejor.

Muchos de los autores de vuestro catálogo se mantienen activos en el cómic con aportaciones como la vuestra, libros de cuarenta y ocho páginas que pueden asumir con naturalidad.

S.: Sí. Al principio habíamos pensado en cincuenta y seis páginas, pero hoy en día abrimos a más paginación si la historia lo requiere. Artur trabaja muy rápido, pero hay otros autores que son muy detallistas y requieren otros tiempos.

¿Cuántas ediciones de Super Patata lleváis?

S.: Del primer número llevamos trece ediciones en castellano y diez en catalán. De Astroratón llevamos seis ediciones.

Potenciáis que el catálogo esté vivo y que se encuentren de manera constante los títulos en las librerías.

S.: Cada año publicamos novedades, pero veinte años después seguimos creando el catálogo. Cada vez es más difícil por el almacenaje y el papel es muy caro. Hemos tenido que bajar el número de novedades. Intentamos que el libro permanezca en la librería, porque a veces la obra necesita su tiempo. Hay autores jóvenes que hacen su primer libro. Con solo una obra no están detectados por el público, y tenemos un presupuesto limitado de comunicación. Es algo que les pasa a todas las editoriales. Es importante por eso trabajar el fondo. Durante la pandemia no había papel, y nos hemos ocupado de trabajar el fondo, darle una nueva vida. Eso nos salvó el año después. Te cuesta mucho al año, pero también te salva a veces.

El diseño de la colección está especialmente cuidado para los más pequeños.

Con el paso del tiempo los cómics están ya en las grandes superficies. En vuestro caso, ¿cómo ha cambiado vuestra posición en el mercado y el propio mercado?

S.: Hemos ampliado el abanico del público al que podemos llegar. El cómic se ve como un libro más, no solo para especialistas de género. En estos años ha evolucionado mucho y podemos reivindicar el medio. Es un gran paso.

A pesar de la carestía de papel, las novedades siguen creciendo constantemente. Hay una voracidad de publicación, y entiendo que vuestros títulos requieren otros tiempos.

S.: En todo el sector del libro funciona igual desde hace tiempo. En la novela hay una avalancha de títulos desde hace años. Las grandes editoriales sacan muchas novedades y hacen pulpa con las devoluciones. Si un libro funciona, lo vuelven a imprimir. A nivel económico y ecológico es una barbaridad. Sacar un libro lo suelo comparar con comprar boletos de lotería. Si sacas muchas novedades es más posible que alguna triunfe.

En España puedes estar contento si vendes 3.000 ejemplares de un cómic. Si vendes 10.000 es un éxito. Si son más es un exitazo. Eso te permite publicar más novedades.

Nosotros tenemos un volante más reducido. No podemos poner publicidad o crear un premio, lo que dificulta mucho nuestra tarea. Leemos mucho, sudamos mucho e intentamos sobrevivir. Varias veces hemos estado a punto de cerrar. Tienes que meter a veces los ahorros personales, pero es porque crees que la apuesta merece la pena. Creemos en el autor y en la obra e intentamos alargar la vida del libro lo más posible para que el público se dé cuenta de que ese libro merece la pena. Nuestra forma de trabajar es perseverar. Super Patata funcionaba razonablemente pero no fue hasta el quinto tomo que despuntó.


Autores y autoras de hoy se enfrentan a obras clásicas.

¿Los autores os ofrecen el material o buscáis vosotros a la persona adecuada para realizar el proyecto que tenéis en mente?

S.: Las dos cosas. Seguimos a autores en Instagram, publicaciones en el mercado nacional e internacional. También recibimos muchas ofertas.

En la colección Clasicomix buscamos autores que nos gustan y les planteamos hacer el libro. La idea es que hagan la adaptación de un clásico que les haya marcado en su vida.

Entiendo que puede llegar a un público mayor y tener acceso a la biblioteca universal con títulos libres de derechos.

S.: Exacto. Lo que hicimos con Mamut era buscar autores que nos gustaban, aunque no hiciesen libro infantil.

Los resultados de la colección han sido dispares, pero han funcionado bien a nivel de ventas. Algún título ha vendido menos, pero cuando se asiente la colección creemos que encontrarán su lugar.

Libro de las bestias, el placer de los libros inclasificables.

Hay libros fuera de clasificación en vuestro registro habitual, como Dormir es morir o Aventuras de un oficinista japonés, Libro de las Bestias o incluso libros ilustrados como El secreto de Gino Bartali.

S.: Son corazonadas que llegan y nos gustan al equipo. Somos cinco y a veces discutimos, pero cada uno aporta sus proyectos y su fibra artística y por eso salen tan dispares. Hay veces que el público no sabe qué esperar de Bang, pero son libros que nos gustan y que nos sorprenden, aunque a veces sea raro.

También ha colaborado con nosotros Marc Charles con una visión muy fresca del cómic.

Han pasado veinte años y se han asentado propuestas como la de Apa-apa, que bebe de la edición independiente y autoedición.

S.: Marc es un enamorado del cómic y está muy pendiente de las nuevas tendencias. Es una mina de oro de información y una gran aportación.

Entiendo que estáis probando nuevos autores para renovar el catálogo.

S.: Siempre hay que buscar nuevas propuestas. Son muy frescas y aportan nuevas visiones muy interesantes. Hay una feminización del género que se agradece mucho. Hay autoras con propuestas muy potentes, feministas, que dan un gran dinamismo y traen nuevas lectoras. Hay nuevas herramientas de creación con una sensibilidad menos académica. Es muy inspirador.

La ilustración, habitualmente más feminizada, mira cada vez más al cómic y parte de unos referentes distintos de los que tenemos una generación muy asociada a los géneros.

S.: Totalmente. Cuando empezamos Mamut era muy complicado encontrar autoras, y mira que lo intentamos. En ilustración sí que había, pero no hacían cómics. Tanteamos a algunas, y unas se atrevieron. Es bueno que las nuevas generaciones se acerquen al cómic y que estén cómodas con la creación. Hacer cómics es complicado. No se trata de saber dibujar solo, también se trata de saber contar una historia.

Nuevas autoras renuevan el medio con referentes provenientes de la ilustración.

Libros como Dormir es morir o En la parte más alta de las nubes se nutren de ayudas que permiten hacer realidad proyectos de largo recorrido que de otro modo quizá no existirían.

S.: Hay que ver cómo está el mercado en Francia. Durante décadas ha recibido ayudas, y eso ha hecho posible el mercado que existe hoy en día. Es veinte veces superior al mercado español. Ojalá llegase a eso el mercado español.

¿Cada año sacáis un número determinado de libros o no?

S.: Fabricar un libro, como lo hacemos en varios idiomas, nos cuesta más. Al año podemos tener treinta y nueve referencias, pero pueden ser veinte libros y reediciones. En 2021 publicamos cuarenta y un títulos. En 2022, sesenta y dos, que pueden ser veinte libros. Después de la carestía del papel hemos reducido mucho. A pesar de todo, en 2022 tenemos cincuenta y nueve referencias. En 2023 estaremos en cuarenta y nueve. Es difícil frenar un planning de publicaciones. Desde el momento en que firmas el contrato con un autor hasta que están las artes finales pueden pasar dieciocho meses. La producción y las traducciones pueden llevar otros seis meses. Pueden pasar dos años desde que se proyecta un libro hasta que se realiza. El año que viene tendremos menos referencias por el coste del papel. Todo ha subido, y el coste de la unidad es cada vez mayor, y la gente cada vez tiene menos dinero. Además, la oferta es cada vez mayor. Entonces vamos a ralentizar el ritmo de publicación. Tenemos que ver cómo va a ir la economía.

Se edita muy bien, pero los precios se van disparando.

S.: Desde los años ochenta el precio de los libros apenas ha subido. Era el último objeto económico, culturalmente anclado en la cultura popular. Ahora están cambiando los tiempos. No puedo predecir qué va a pasar, pero es la tendencia.

En vuestro caso intentáis llegar a un público, el infantil y juvenil, que no tiene muchos recursos.

S.: No. Al dirigirte a este público no puedes pasarte de cierto precio. El padre es el que lo compra. Un chaval puede hasta llorar para pedir el libro, pero hay padres que piensan que el libro es cultura y le va a ayudar en la vida y otros padres lo ven como un capricho.

Autores como Juan Berrio han encontrado en la colección Mamut espacio para desarrollar sus ideas.

La estética de vuestra producción es muy atractiva para llegar a un público actual.

S.: Puede sonar prepotente, pero hemos creado el mercado en España.

Abrís un camino que otros transitan con más facilidad.

E.: Sí, hoy te puedes encontrar con cosas más y menos conocidas a lo que nosotros hacemos.

De hecho, muchas editoriales han copiado vuestra línea.

E.: Sí, no vamos a dar nombres porque está todo a la vista. Muy heavy. Hasta los cantos redondeados nos han copiado.

S.: Y han ido a por nuestros autores. Es un mundo despiadado, con grandes editoriales que tienen sede en todos los países del mundo. Estamos peleando con monstruos. Afortunadamente, los autores apoyan a las editoriales pequeñas, que si no...

Hoy día hay una proliferación de títulos tremenda.

S.: Bien para el público. El niño crecerá mejor cuantas más oportunidades de lectura tenga. A nosotros nos complica un poco la tarea, pero tenemos que aplaudir. Lo que nos molesta es que las grandes editoriales se dirijan a nuestros autores y les pidan que les hagan un Mamut. Solo hay un interés económico en ello, y no puedes competir con ellos y te copian las ideas.

Hay que estar alerta y no pensar como ellos sobre todo. No pensar en dinero, sino en la creatividad, en el artista, en arriesgarse con obras rompedoras... eso es bonito. Si podemos hacer que nos salgan los números, no podemos pedir más.

¿Cómo mantenéis la ilusión después de tanto tiempo?

E.: Es difícil de contestar. Se basa en seguir confiando en nuestro producto. Por una parte está el amor a lo que hacemos, y por otra, las ganas de seguir compitiendo. Es un aliciente para continuar.

¿Qué recomendarías a un autor o una autora que empieza?

S.: Que se arme de paciencia. Especialmente si no es conocido. Que crea en lo que hace.

¿Para publicar con vosotros?

S.: Para colaborar con nosotros lo básico es tener una historia con un buen final. Redactar una sinopsis, tener unas páginas acabadas, mejor si son consecutivas, una explicación de por qué es importante la historia y si quiere explicarnos por qué ha escogido dirigirse a nosotros. También número de páginas, una descripción mínima de los personajes y creo que estaría.

¿Proyectos?

S.: Tenemos varios proyectos que nos gustan mucho. Tenemos un libro, Camelia y las galácticas, de una autora que se llama Thalia Mendoza, que es muy fresco y divertido, es feminista y erótico a la vez. Tenemos un proyecto más serio, Princesa, dedicado a un antiguo cine en la Via Laietana que era un centro social en Barcelona que reunía a toda la gente del barrio y que fue desalojado de forma brutal. Tenemos otro libro con Genie Espinosa, y otro de Marta Cunill que es un cuento ecológico en cómic. Tenemos Röd i Snön, de Linhart; un Drácula y La isla del tesoro para Clasicomix en preparación, la adaptación de Orlando por parte de Montse Mazorriaga... También en Mamut tenemos un libro, Mal de ojo, que se sale un poco del formato habitual porque recoge unas tiras muy conocidas en Galicia sobre la mitología local. También La bruja Mala Baba, de Clara Soriano, y una nueva propuesta de Lucie Deroin, Los rebeldes del oasis, de unos animales que se van a otro planeta prohibiendo la entrada a los humanos.

La editorial se adentra en nuevos territorios como el álbum ilustrado.

¿Qué balance haces de estos veinte años?

S.: Han sido muchas emociones, una montaña rusa. A veces estás eufórico y otras hundido en una depresión muy fuerte. El negocio que crea uno es así. Cuando va bien, te comes el mundo, y al día siguiente te comes el marrón porque has arriesgado mucho o ha pasado algo. Cuando crees en un proyecto tan bonito, trabajando con historias, con personas con tanta personalidad y tantas cosas que contar... Son veinte años muy emocionantes.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2023): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
ED CAROSIA, Kike Infame, Stéphane Corbinais (2023): "Quimper, Buenos Aires, Barcelona. Veinte años de Bang Ediciones", en Tebeosfera, tercera época, 24 (22-XI-2023). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 22/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/quimper_buenos_aires_barcelona._veinte_anos_de_bang_ediciones.html