SÁTIRA CONTRA LA MONARQUÍA HOY. LO REPRESENTADO CONTRA LO NARRADO
MANUEL BARRERO

Resumen / Abstract:
Durante 2007 se denunciaron dos publicaciones satíricas, Caduca HOY y El Jueves, por atentar contra la Corona, siendo secuestrado un número de la última. En este artículo se analiza el grado atentatorio de lo allí representado y se pone en relación con la imagen privilegiada que de la Corona mantienen los medios de comunicación; también se evidencia el desconocimiento de la naturaleza y función de la sátira hoy, analizada desde un subjetivismo moral y una rigidez impropios de una sociedad moderna. / During 2007 two satirical magazines were denounced, Caduca HOY and El Jueves, for undermining the Spanish Crown, being kidnapped one issue of the latest. With this in mind this article analyzes the relation between the Spanish monarchy and the media and underscores the ignorance of the nature and function of the satire nowadays, analyzed from a moral subjectivism and a stiffness unbecoming of a modern society.
Palabras clave / Keywords:
Sátira antimonárquica/ Satire against the Monarchy
Notas:
Texto para las actas del simposio celebrado en Valencia el 3 de diciembre de 2008, organizado por la Facultad de Filología, Traducción y Comunicación de la Universidad de Valencia, titulado LA RISA PERIODÍSTICA: HUMOR Y SÁTIRA, DE LA PRENSA A INTERNET

SÁTIRA CONTRA LA MONARQUÍA HOY. LO REPRESENTADO CONTRA LO NARRADO

 

La caricatura, lo feo, lo desnudo.

La imagen deformada como elemento capital de un tipo distinto de comunicación se desarrolló durante el siglo XVIII en la obra de algunos artistas que reaccionaron contra el clasicismo barroco con el íntimo deseo de representar lo real tal y como lo percibían los sentidos, no idealizándolo. Los caricaturistas y grabadores europeos de principios del siglo XIX definieron un conjunto de mecanismos para ejercitar la sátira de carácter social y político: comicidad hiperbólica, crueldad en la representación, y mirada despiadada a la intimidad de los poderosos y los nobles. Desde sus trabajos quedó sentado el precedente de que lo grotesco era una deformación al servicio de la parodia de lo sublime. La sátira, así, quedó imbricada con la evolución de la prensa revolucionaria y libre, contraria al antiguo régimen, opositora de los poderes omnímodos, defensora a ultranza de la libertad de expresión. Y las figuras objeto de sus chanzas tuvieron que aprender a convivir con el ridículo precisamente porque con la sátira se ponía en evidencia su gestión pública.

 

Uno de los modos de ridiculizar al político o al gobernante, a quien se le presumen valores elevados, era potenciar sus defectos o sus excesos: deformidades, tics, dipsomanía, promiscuidad… con el siempre efectivo recurso de representarlo desnudo o ligado a alguna actividad genital. En este sentido, la desnudez actúa con gran efectividad, pues despoja al representado no sólo de su imagen pública (con corona, uniforme o traje), también de decencia y de vergüenza. Acudir a la representación del acto sexual, y en casos extremos a la sodomía, significada el grado máximo de humillación que el satirizado estaba dispuesto a soportar.

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Acuarela correspondiente a la serie Los Borbones en pelota, donde se ridiculizaba a la reina Isabel II y su corte.

 

La restricción de la libertad de expresión aplicada a este tipo de productos de la comunicación suele tener dos efectos antagónicos: o bien se crean una tendencia dócil entre los emisores de esa sátira (creadores, medios, distribuidores) por causa de la represión efectuada, o bien se genera un sentimiento de rebeldía entre esos mismos emisores que desemboca en un incremento de la sátira, ahora con el aliciente de ridiculizar también el acto represor (Segado Boj, 2007: 132). 

 

Cuando Barthes hablaba de la función de relevo en Lo obvio y lo obtuso, y de la función complementaria entre imagen y texto en un producto comunicativo como una viñeta, dejaba claro que las unidades de mensaje se generaban a otro nivel, superior o al menos distinto, de los mensajes simplemente gráficos o los puramente literarios. Otros autores se han referido a una relación de interreferencia entre lo lingüístico y lo analógico. Viene a ser una circunstancia análoga. Pero lo que debe quedar claro desde que se articulan las primeras sátiras gráficas es que los elementos integradores de este nuevo sintagma cambian con la evolución del medio en el que se manifiestan. Lo bello y lo feo están en relación con los distintos periodos históricos y en ocasiones guardan una estrecha vinculación con aspectos sociológicos y económicos. La fealdad formal, sobre la que han reflexionado algunos comunicólogos como Umberto Eco, depende antes del receptor y del contexto cultural del momento en que el mensaje se emite que de factores normativos o de teorías canónicas (Eco, 2007: 19). Se aclara esto porque así podemos comprender que lo que generaba repulsa bajo el amparo de cierto código penal defensor a ultranza de la moralidad, por ejemplo el imperante durante el franquismo, fue acomodándose al gusto del público en el periodo democrático español; y que los planteamiento satíricos esgrimidos durante la transición, con una prensa mesurada y con un objetivo común, pueden diferir enormemente de los ejercicios críticos de los medios de comunicación actuales, incitados a utilizar el morbo en un clima de competitividad.

 

La sátira es un ejercicio de expresión que permeabiliza y refresca el ejercicio de las libertades, pero no sin pagar un precio. La Junta de Censura desapareció en España el día 1 de diciembre de 1977, quedando relegada su acción a la calificación de películas. La labor de humoristas y periodistas satíricos ha quedado únicamente supeditada al dictado de las leyes bajo la Constitución desde entonces, pero a veces su trabajo ha encallado en la frontera entre la protección del derecho al honor y la extensión del derecho a la libertad de expresión.

 

 

La sátira de la monarquía en España

 

La monarquía ha sido la forma de Gobierno y la designación de la organización política del Estado español desde que se formalizó la unión de los reinos peninsulares por parte de los Reyes Católicos, aunque no ha sido permanente. Sólo la Tercera Restauración, constitucional y borbónica, representada por Juan Carlos I, ha perdurado en lo que ha sido el periodo más largo de democracia pacífica en España.

 

La figura del monarca, considerado como la más elevada institución del Estado, ha sido satirizada desde que existe el periodismo libre y, sobre todo, las opiniones e imágenes humorísticas. La sátira gráfica hallaría mejor soporte para su difusión desde comienzos del siglo XIX, cuando los semanarios satíricos comenzaron a gozar de éxito entre una creciente población burguesa y de mayor grado de libertad en sus mensajes, añadiendo como atractivo a sus ejemplares láminas litográficas encargadas, muchas de ellas humorísticas. Para el caso español, baste recordar la plasmación del descontento popular hacia la monarquía de Isabel II en Gil Blas durante el llamado Sexenio Revolucionario, la mofa de la regencia de Amadeo en el punzante periódico sevillano El Tío Clarín u otros republicanos de los 1870, las sátiras contra Alfonso XII en El Palleter (por las cuales Gaspar Tous fue condenado a ocho años de prisión en 1883), la represión policial contra el semanario catalán ¡Cu-Cut!, en 1905, a causa de una inocente viñeta de Junceda, las sátiras veladas al Rey desde El Socialista en 1907 o las más abiertas elaboradas a partir del destierro de Alfonso XIII. Con la llegada de la dictadura militar impuesta por Franco se acalló cualquier voz contraria a los militares, a la unidad española e incluso a la figura de los reyes, a los que el Movimiento adjudicó valores simbólicos. Es más, Franco estableció prontamente como sucesor de su mando al príncipe Juan Carlos, formado en el extranjero durante el gobierno franquista. Hubo que esperar años hasta hallar tímidas sátiras con figuras de la realeza como protagonistas.

 

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  La viñeta mencionada de Danielo.

Aparte de la dura Ley de Prensa de 1938, muchos humoristas tuvieron que someterse durante el franquismo al Fuero de los españoles, que databa del 17-VII-1945, cuyo artículo 12 establecía la «libertad de ideas mientras no afecte a los principios fundamentales del Estado» (Acevedo, 1976: 78), lo cual estaba sujeto a muy laxa interpretación. El caso de Danielo (Daniel Traver Griñó), humorista gráfico en el diario Marca, ejemplifica este estado de la situación: en 1972 representó al entonces príncipe Juan Carlos partiendo hacia la celebración de los Juegos Olímpicos de Munich y reflexionando en voz alta: «Quién iba a decirme a mí que para ganar algo tendría que irme también a Alemania». Como resultado de esta viñeta, el autor fue amonestado y los encargos de viñetas cesaron (Barrero, 2003; incluye reproducción de la viñeta).

 

De 1975 a 1978, los años del fin del franquismo, pese a la florescencia satírica (La Codorniz, Hermano Lobo, Barrabás, El Papus, Futbol-in, Por Favor, El Cocodrilo Leopoldo, El Cuervo, El Jueves, etc.) la figura del Rey de España apenas apareció satirizada y cuando alguien se atrevió a utilizarlo como muleta para una mofa con ribetes políticos cayó sobre él todo el peso de la ley sobre la base de la garantía constitucional, cuyo artículo 56.3 blinda a la Corona y a sus representantes directos contra cualquier agresión, incluso la humorística: «La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad» (Constitución Española, Título II, 1978). Inviolabilidad en su persona y acciones que además tiene el refrendo del Presidente y los Ministros (art. 64) y para cuyo sostenimiento general se toman fondos de los Presupuestos del Estado (art. 65.1).

 

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Ésta era la imagen que daba del monarca la prensa de los setenta.
 

Durante la transición, los humoristas adoptaron el mismo tono que los periodistas frente a la figura de Juan Carlos I. Y decimos figura porque el monarca fue convertido en un personaje estereotipado y simbólico para favorecer el flujo democrático en una España aún fragmentada ideológicamente. Según los análisis cualitativos efectuados sobre la prensa de aquel periodo por investigadores como María Luisa Humanes, de la Universidad de Salamanca, y sobre todo por Ricardo Zugasti de la Universidad de Zaragoza, se concluye que el tratamiento otorgado por la prensa diaria española al papel desempeñado por El Rey fue privilegiado, contribuyendo todos los medios a la creación de un discurso caracterizado por la narración presentista de la Historia. Estos análisis se han apoyado en las teorías sobre el framing, o encuadre noticioso[1], concluyendo que mediante fragmentos seleccionados de la realidad y su reelaboración como noticias o editoriales, se reconstruye la memoria colectiva. Esta reconstrucción simbólica permite que lo recordado esté de acuerdo con los estereotipos y valores del presente, con lo que se mantiene la identidad grupal. Sobre las hipótesis de trabajo de varios comunicólogos (Smetko, Valkenburg, Eilders, Lüters) se han aislado diferentes tipos de encuadres, o framing, que atañen a aspectos morales, económicos, humanos, motivacionales, etc., que los periodistas usan para reconstruir representaciones sociales sobre el pasado. Este ejercicio encuentra apoyo en los mecanismos de tipo “espiral de silencio”, según los cuales el público adapta sus opiniones a las que son dominantes porque teme expresar las propias si no coinciden con las mayoritarias. De esta guisa, Juan Carlos I pasó a ser considerado por los medios de comunicación españoles como héroe de la fundación del régimen democrático en la memoria colectiva. Los cronistas y editorialistas de entonces destacaron los valores positivos sobre los negativos, obviando la expulsión dinástica de España o las batallas sucesorias de los finales años setenta, pasando sobre la falta de legitimidad dinástica o el concepto “sucesión” (que remitía a Franco) y potenciando ideas y frases como: “protagonista de la transición”, “defensor de las libertades”, “habilidad para el consenso”. Este discurso legitimador se tradujo desde una ficcionalización de los hechos utilizando dos estrategias: las secuencias clave y los personajes tipo, tal y como ha estudiado atentamente Gerald Imbert cuando habla de mass-mediación (1990:19).

 

En un repaso pormenorizado de la prensa más difundida sobre noticias concretas como la coronación de Juan Carlos I se concluye que la prensa ha dado un trato de favor al Rey simplificando aspectos de su vida y gestión y potenciando la ligazón de símbolos positivos: democracia/monarquía, unidad/monarquía, y calificando como antitéticos los negativos: Franco-Juan Carlos I, golpe de Estado-Juan Carlos I (vid. Humanes, 2003: 56). Por lo que respecta al papel del Rey como diplomático, como representante de la promesa de la nueva España en el continente europeo o en el americano, el discurso de la prensa fue uniforme hasta el final de la transición (con la salvedad de algún medio, como El Alcázar). Su presencia en América, si bien levantó polémica antes de iniciar el primer viaje en representación de la España democrática, obtuvo un respaldo total y unánime, redirigiendo toda posible crítica hacia el gobierno de Adolfo Suárez y encarnando en el Rey «los valores de la concordia y de la reconciliación entre los españoles en un proceso por él conducido» (Zugasti, 2006: 17). La postura de los medios al tratar el asunto del acercamiento del Rey a Europa fue también de privilegio: «homogénea al consenso esencial para democratizar el sistema político» (Zugasti, 2007: 119).

 

Los humoristas gráficos de la época contribuyeron a esta simbolización del monarca democrático, bien por practicar la ironía desde un sentimiento de apoyo, bien por convertir al Rey en metáfora de cambio y libertades. Mingote podría ejemplificar el primer caso con su viñeta en ABC del día 28-XI-1975, donde mostraba a una multitud aclamando a los monarcas por las calles, uno de cuyos integrantes ironizaba: «Ya estaba haciendo falta que vinieran extranjeros también en invierno», lo cual enaltecía al Rey pese a que lo tildaba de ‘extraño’ ante ojos de la muchedumbre. El Roto ejemplifica el segundo caso con su viñeta publicada en Diario 16 el día 17-XI-1978, en la que representó a tres carabelas zarpando hacia América, las tres con forma de urna electoral, lo cual fue un ejercicio de interpenetración metafórica que confería al Rey (a su cohorte) un carácter simbólico que identificaba su viaje diplomático con el de un mensajero de la democracia.

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Viñeta de Mingote (ABC, 28-XI-1975)

 

Durante el período democrático, han sido contados los casos en los que los humoristas gráficos se han atrevido a caricaturizar la imagen o los actos de Juan Carlos I y han tenido que responder ante la justicia por ello. Se han citado los casos de "El Gat", procesado por dibujar una historieta en la que se consideró que había «injurias al Rey y a la corona española» (Barrero, op. cit.), y de Jesús Zulet, por presuntos delitos de injurias al Rey y al Presidente del Gobierno cometidos en la revista El Cocodrilo en 1986. En este último caso la acusación se formuló contra varios artículos escritos y un dibujo de Zulet en el que ironizaba sobre los amoríos de varios miembros del gabinete de Felipe González. Zulet no representó al Rey pero aquel número de El Cocodrilo se hizo eco satírico de un posible problema médico de Juan Carlos I en portada, que llevó el titular: «LOS TESTÍCULOS DE D. JUAN CARLOS I EN BUEN ESTADO», planteando la acusación de este modo un “delito conexo” por hallarse publicado en la misma revista.

 

La pena del delito de injurias al Rey estaba cuantificada en 12 años de prisión por entonces; por el delito de injurias al Presidente de Gobierno se añadían tres meses y 100.000 ptas. La sentencia, número 81 de 1987 de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, Sección Tercera, fue absolutoria. Un extracto de la sentencia rezaba que:

 

«Los textos calificados de injurias no pueden contemplarse aisladamente sino en el contexto de los mismos, pues es completamente admisible que, con independencia de que sus términos gramaticales sean de gusto deplorable, procaces y hasta groseros (…) lo que resulta claro es que no responden a una intención seria y subjetiva de ofender [por lo que] no existen motivos bastantes y suficientes para adquirir la convicción firme y absoluta de la existencia del “animus injuriandi” que configura el delito de injurias... pues entran en el juego crítico de toda democracia... y que son una consecuencia lógica del carácter público de sus personajes.»[2]

 

Aparte de estos casos comentados, sólo un par de publicaciones más han sido acusadas de injuriar a la Corona: un suplemento del diario vasco Deia y la revista satírica El Jueves, la cual ha hecho de la Casa Real uno de los objetivos de sus sátiras.

 

 

El Jueves y la familia real

 

El Jueves medró a imitación de las publicaciones satíricas francesas coetáneas, como Le Canard Enchainé, pero lo hizo heredando el dramatis personae de los tebeos humorísticos publicados bajo el franquismo, que retrataban sesgadamente las penurias del país a través de un conjunto de personajes con cierto grado de frustración y algo de patetismo tratado con ternura:

 

«Era una suerte de Pulgarcito para mayores, una revista de humor costumbrista que fundamentaba su atractivo en la alineación de personajes y secciones fijas, de humor satírico, socarrón... La idea era primordialmente esa, según han afirmado quienes hasta hoy han hablado sobre El Jueves: buscar la conexión con el público a través de ciertos estereotipos a los que los lectores permaneciesen fieles.» (Barrero, 2002: 31)

 

La presencia de la monarquía en la revista fue tímida en un principio, centrándose fundamentalmente en la fauna social y el jaraneo político español. De hecho, no vemos aparecer a un miembro de la familia real en la portada de la revista hasta el núm. 586, que mostraba un retrato amable de los reyes veraneando. Mientras que otras figuras de la actualidad política se les dibujaba en cubierta satisfaciendo sus instintos bajos (Alfonso Guerra tras acostarse con una prostituta, en el núm. 593, Pinochet haciendo de cuerpo, núm. 595) a los reyes se les siguió dibujando con tono complaciente y en actitudes nobles: el Rey esquiando en el núm. 602, el Príncipe muy apuesto buscando princesa en el 681, el Príncipe acudiendo al Golfo en el 699, los reyes con flotadores de patito en el núm. 735, aquí muy decorosamente para tratarse de una etapa en la que la revista comenzó a mostrar desnudos constantemente en sus cubiertas.

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Contraste entre la imagen que se ofrecía del monarca y de los políticos en algunas portadas de El jueves.

 

Fue a partir de 1992 que se produce una de las primeras protestas populares contra el Rey, aprovechando los fastos de aquel año en Barcelona. Desde aquel momento se acrecienta la sátira dirigida a los reyes, en virtud de que urge casar a las infantas y al príncipe Felipe, tema protagonista de las cubiertas y el interior de los núms. 744, 779, 785, 891 y 915 de El Jueves. Estos temas fueron resueltos casi con ingenuidad, siendo respetuosos con la Casa Real, pero ya quedaba claro que su presencia iba abundando entre los temas barajados por el consejo de redacción de la revista: el Rey con el brazo escayolado en el núm. 929, el Príncipe buscando trabajo en el 941, el santo del Rey en el 943, el Rey molesto con De la Rosa en el 965, que es donde se traza cierto punto de inflexión. A partir de aquí, las sátiras serán más acerbas, o cuanto menos con una caricaturización más incisiva de SS MM. En el núm. 1.004 aparecía el Rey hundiéndose en su yate y el núm. 1.009 mostraba un fotomontaje de Juan Carlos completamente calvo, en alusión a un rechazo de la Monarquía emitido por Julio Anguita y sobre una leyenda a grandes tipos que rezaba: «MONARQUÍA PA TU TÍA». La presencia del monarca como tema principal de la semana comenzó a ser mayor desde entonces en El Jueves,  al igual que lo era en el resto de medios españoles. Los Reyes fueron más habituales en radios, revistas y televisores, así como en las conversaciones cotidianas a partir de 1993, por su protagonismo durante los eventos internacionales Expo'92, en Sevilla, y los Juegos Olímpicos, celebrados en Barcelona, que los convirtió en personalidades omnipresentes, encarnando la consolidación definitiva de España como un país moderno y boyante. Sus rostros satisfechos, la multiplicidad de actos a los que acudían en representación de la nación y la participación de los hijos en pruebas olímpicas, los acercaron al pueblo y los convirtieron en una familia más cercana al común de españoles. Desde finales de 1994, cuando se anunció el primer enlace real, los asuntos de palacio pasaron a ser del dominio público, analizados y comentados a través de la llamada prensa ‘del corazón’, más aún a partir del recrudecimiento del fenómeno paparazzi en años siguientes. Las bodas de ambas infantas y la incertidumbre por la boda del heredero, paso previo y 'necesario' para obtener la descendencia dinástica (la Constitución previene que reinará el primer heredero varón), desató los comentarios del pueblo llano y de ello se hicieron eco los medios de comunicación, fundamentalmente la prensa llamada ‘rosa’.

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Portadas de los números 744, 941 y 1009.

Esta remozada presencia mediática tuvo su repercusión natural en la prensa satírica. El Jueves incrementó la presencia de SS MM en sus páginas, dándose en 1996 la circunstancia de que el Rey protagonizaba dos cubiertas seguidas por primera vez (núms. 1.016 y 1.017). Su caricatura destacó en portada luego con una periodicidad aproximadamente semestral (núms. 1.024, 1.042, etc.), y él y su familia pasaron a obtener una serie en el interior de la publicación: "Pascual, mayordomo real".

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Plancha de Pascual, mayordomo real publicada en el número 1.182 de El jueves.  

Esta creación, de los malagueños Idígoras y Pachi, ponía en solfa los tópicos sobre la vida de los monarcas, los defectos más triviales basados en rumores, construyendo una imagen burlesca del Rey. La familia había pasado de ser modélica y distante a convertirse en una agrupación heterogénea y singular, objetivo de la peculiar sociología de lo cotidiano que se practicaba en la revista, a la par que servía para reflexionar humorísticamente sobre la actualidad política y social. La mayor parte de los gags de aquella serie, resueltos en una página, versaban sobre la inoperancia de Juan Carlos para labores elementales, su calidad de bribón exagerando su carácter bonachón, y sobre la voluntaria estolidez del Príncipe Felipe, renuente a buscar esposa y, por consiguiente, a tener hijos. La Reina Sofía salía mucho mejor parada de estas sátiras, al igual que sus hijas. Pascual, el mayordomo, actuaba en un aparte como testigo de las situaciones vividas en palacio y apenas si intervenía en la resolución de los conflictos. Lo interesante de la serie es que fue plasmando en viñetas el sentir popular sobre las figuras de la realeza, observando un incremento paulatino en el atrevimiento en la sátira. Sirva de ejemplo la página publicada en enero de 1999 (El Jueves, núm. 1.182), en la que el Rey explotaba furioso por que: «¡Nadie me tiene respeto! (…) ¡Todos me quitan el poder de decidir! (…) ¡Soy una figura decorativa! (…) ¡No pinto nada, ya no tengo el mando! (…) Voy a decirle a Aznar que abdico…». Al final de la historieta se comprueba que lo que le aflige al Rey es no disponer del mando a distancia del televisor, pero la metáfora no podía ser más clara y directa: la sensación de vacuidad de poder que por aquel entonces se le adjudicaba al Rey desde sectores críticos. Con respecto a los cuñados de Felipe, los juegos humorísticos incidían una y otra vez sobre su presunta desocupación y vida relajada, aspecto este fuertemente adherido a la familia real (núms. 1.221, 1.287, por ejemplo). No obstante, la sátira ejercitada por Idígoras y Pachi no solía traspasar un tono de amable ironía que convirtieron al Rey y a su familia en enternecedores personajes de tebeo. Al respecto del libro recopilatorio de estas historietas para el cual los autores agruparon las páginas humorísticas por temas, Pascual, mayordomo real, y sus graciosas majestades (La Esfera de los Libros, 2002), otro humorista gráfico establecía muy acertadamente:

 

«Después de leer este libro de Idígoras y Pachi será fácil que hasta el republicano más recalcitrante encuentre simpática a la familia real. Y es que, estos humoristas con sus ingeniosas historietas han conseguido romper el inmovilismo secular de la monarquía poniéndola al alcance de todos. Han logrado hacer de la Monarquía una verdadera res pública, o sea, cosa de todos» (Lombilla, 2002)

 

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  Recopilación de chistes e historietas dobre la familia real publicados en El jueves.

En 1999, las chanzas sobre los reyes en el semanario fueron haciendo mayor uso del populismo. En un fotomontaje interior de este año aparecía Juan Carlos en brazos de una modelo de grandes pechos, en supuesta alusión a sus rumoreadas infidelidades. Las páginas de Idígoras y Pachi, ahora destinadas al Magazine de El Mundo, buscaban un humor cordial, conducido por personal del servicio de La Zarzuela, fueran mayordomos, institutrices o cuidadoras, pero en El Jueves se comenzó a afilar más las armas satíricas, acaso como reacción ante un sector de la población que demostraba exceso de pleitesía hacia SS MM en función de los fastos nupciales que se aproximaban. Pero no hubo revuelos. La aparición de la obra colectiva Tocando los Borbones en noviembre de 2003, una recopilación de las mejores tiras cómicas e ilustraciones sobre la Monarquía que la revista había publicado en los últimos 25 años, fue bien recibida por los medios y por el público. Con todo, hubo quienes se mostraron remisos a verse relacionados con aquella obra, por ejemplo la telecadena Telecinco, que declinó emitir un spot publicitario del volumen en su programa Pecado Original aduciendo que no podían «dar nada que afecte negativamente a la familia real».[3]

 

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Portada y páginas interiores del mencionado número dedicado a la boda real.
Abajo, una plancha de la serie La reina y yo.

 
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Desde que en mayo de 2004 se produjo la boda entre el príncipe Felipe y doña Letizia Ortiz, la presencia de los reyes se multiplicó en la prensa de papel couché, por entonces ya un emergente nuevo poder periodístico más lucrativo cuanto más lejos se situaba de cualquier deontología. Si la prensa se preocupaba por todo lo relativo a los monarcas, el público demandaba hasta el mínimo detalle al respecto, y El Jueves hacía sátira para satisfacer a su público, también inmerso en este caldo mediático. Las especulaciones sobre el embarazo de la nueva princesa y los muchos rumores que entretenían al vulgo, se tradujeron en una mayor presencia de la realeza en la revista. El núm. 1408, del 19 de mayo de 2004 supuso un punto de inflexión en el tratamiento que El Jueves daba a los príncipes. La sátira de cubierta era directa: la mascota de la revista levantaba la falda de la futura princesa mostrando muslo y braga. El editorial de la publicación dejaba a las claras que la intencionalidad satírica de El Jueves no admitía ya barreras: «El hombre [el Príncipe Felipe] ha aceptado el matrimonio con el fatalismo habitual de los Borbones (y que se pone de manifiesto cada vez que su padre recibe a los políticos cada vez que hay un cambio de gobierno: ¿no es fascinante esa cara que pone de que se la suda todo?)» (ibídem, p. 3, el texto es anónimo). En el interior, las sátiras llegaban a zaherir: una supuesta Letizia comenta sarcástica que Felipe no debe obsesionarse sobre la calidad de su esperma dando a entender que lo es en una viñeta de LLuisot; Gallego y Rey ridiculizan a un príncipe Felipe que no podía conseguir una erección; Guillermo, en una historieta sobre la polémica despedida de solteros de los futuros príncipes, dibujó a Felipe manejando una muñeca hinchable y a Letizia admirando muy de cerca el gigantesco pene de un bailarín de raza negra. La presencia de caricaturas de los príncipes en paños menores o desnudos fue la constante de aquel número: Bernet dibujó a Felipe copulando con la prostituta Clara, y Maikel y Kim a los príncipes en similar postura tras el connubio. Guillermo fue el que apuró más la sátira en la historieta humorística “…Y ahora a por el crío”: Letizia restriega al príncipe que había tenido descendencia con Isabel Sartorius y en otra viñeta se muestra cómo ella le manipula su real pene para intentar ponérselo erecto.

 

El núm. 1.484 de El Jueves, aparecido el 2 de noviembre de 2005, cargaba las tintas sobre el parto de Letizia y mostraba una cubierta en la que ironizaba exageradamente sobre la seguridad que dispondría ese niño, dibujando de paso el pubis desnudo de la Princesa, con sus piernas abiertas, en primer plano. En el interior se satirizaba ampliamente sobre este asunto, centrándose sobre todo en dos aspectos: la presunta buena calidad de vida que le esperaba al niño por razones de sangre y cuna, y la cuestión sucesoria. Había varias viñetas en el interior que podrían haber sido calificadas de soeces entonces, pero que no lo fueron: una de ellas mostraba a Letizia siendo explorada brutalmente por un ginecólogo en una sala de fecundación artificial. El autor era Guillermo. Otra, similar, mostraba a Letizia también desnuda de cintura para abajo y abierta de piernas en el momento del parto. Cabría destacar una tercera viñeta, perteneciente a una serie de estampas humorísticas sobre momentos que “no mostraría la revista ¡Hola!”, en la que un chambelán chupa el pezón de Letizia antes que el bebé por razones de seguridad. Evidentemente, hubo más chistes que podrían ser calificados como groseros o vulgares por quienes no admiten la satírica sobre estas figuras.

 

Para aprovechar este filón, en la revista se creó una nueva serie para satirizar la vida cotidiana de SS MM: "La Reina y yo", obra del autor Guillermo, de quien podría decirse que se había convertido en el ‘sátiro oficial’ de la realeza. Fue a partir de aquí que la vena satírica sobre la familia real se incrementó. La serie ya desde su título desposeía a Juan Carlos de protagonismo, pero es que además se refocilaba con la rumorología en torno al monarca, convirtiéndolo definitivamente en un personaje de la vida social: los problemas con Marichalar, su presunta relación con Bárbara Rey, su falta de conocimiento de los asuntos del Estado, su inoperancia y anquilosamiento… alejándose poco a poco del tono amable y distendido de la obra de Idígoras y Pachi para instalarse en un humor más visceral y tosco, quizás, pero también más valiente al saber recolocar una figura simbólica en el lugar que le corresponde como hombre, el de un español más. Si en “Pascual, mayordomo real” se ironizaba con las presuntas debilidades de un profesional político con una gran responsabilidad o de un marido u hombre de la casa con ciertas singularidades, en “La Reina y yo” se cargaban los pinceles sobre la idea de un monarca crepuscular, próximo a la neurosis, agobiado por escandaleras y los cuñados torpes, y muy pendiente (como todo el mundo) por la obtención de un nieto varón de Don Felipe.

 

El Jueves, en su núm. 1.441 presentaba en portada a los Príncipes de Asturias en paños menores y en disposición para copular (él con una erección) en un fotomontaje de Rodríguez&Ripa. En su interior, la serie "La Reina y yo" mostraba a Letizia absorta ante los disparates de su nueva familia, que sólo anhela que se preñe. Guillermo retrataba a los integrantes de la Familia Real depurada y fielmente, sin caricaturas sangrantes pero lanzando dardos constantemente hacia su intimidad. Revisemos algunos ejemplos: el núm. 1.442 satiriza la ausencia de sexo en el matrimonio real, en el 1.443 Letizia llama "mierda" alegóricamente a Felipe, en el 1.444 el Rey desea que alguien "se cague en la monarquía", en el 1.445 (también con los príncipes encamados en portada) unos invitados escrutan la vagina de Letizia, en el 1.447 se le suponen al Rey escarceos extramaritales. Guillermo continuó en sus secciones abordando cuestiones mundanas: en el núm. 1.452 la Reina pregunta a Letizia «si se la chupaste a Urdaci para entrar en el Telediario», en el 1.454 el Rey hojea revistas porno y usa la expresión «¡... y una polla!», etcétera. Todo ello, naturalmente, en el contexto de una publicación satírica que iba a ser leída no por el común de la población sino por el exclusivo reducto de consumidores de la publicación y que aceptaban de buen grado este tipo de humor y de crítica hacia las personalidades del Estado.

 

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  Arriba, número especial dedicado al embarazo de la princesa Leticia.
 Abajo, el rey desnudo en la serie de Guillermo.
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El núm. 1.460 del semanario fue un especial "¡La Leti, preñá!" en el que se satirizó todo el fenómeno mediático surgido a raíz de la 'angustiosa' espera por el heredero de la Corona, de la cual El Jueves había venido haciendo sátira en similar medida que otras publicaciones. Para este número, en una serie de viñetas humorísticas Guillermo dibujó de nuevo a la pareja principesca en la cama, desnudos (a ella se le ven los pezones) y Letizia afirma sarcásticamente luego que esta Monarquía «se la inventó Franco». Las escenas con los príncipes encamados o alusivas al coito, a la concepción o al parto también son dibujadas por Carlös, que peca de escatológico, por Fontdevila, que dibuja a Letizia desmadrada, o por Rodríguez&Ripa, que aluden a una supuesta fertilización artificial con un fotomontaje. Guillermo, por su parte, en su serie "La Reina y yo" iba configurando una pareja de futuros reyes cada vez más asimétrica, con Letizia y Felipe enzarzados en discusiones en las que, invariablemente, ella es una mandona y él un pánfilo (núm. 1.525, por ejemplo). En las sátiras dirigidas a Juan Carlos, este autor le sumó aspectos negativos como la codicia (núm. 1.506), la promiscuidad (1.519), la senilidad (1.524), la desfachatez (1.527, donde aparece completamente desnudo, y también en un resquicio de la portada), incluso la corrupción (1.532). A esta altura queda claro que lo que El Jueves muestra es una visión deformada de la Casa Real, que no en vano responde a la visión que el pueblo llano tiene de la institución, sobre todo el sector joven de compradores de la revista satírica, que piensan que SS MM han cumplido sus funciones (buscar pareja y asegurar la descendencia) y siguen gozando de privilegios que ya no se les admiten como antaño, obviando naturalmente que cumplen una función pública, política y militar en sus respectivos oficios y atribuciones. Desde luego, el ‘respeto’ que reinó en los medios durante el siglo XX se había perdido en el XXI: La cubierta del núm. 1.534 identificaba a la Reina con una inmigrante, la del núm. 1.559 ponía pechos al Rey, la del 1.563 ridiculizaba la minusvalía de la abuela de Felipe. Este número de El Jueves, por añadidura, emitía una crítica de la institución desde el criterio del humorista murciano Pedro Vera, que seguía denunciando sus privilegios y las grandes diferencias que su vida tenía con la de un ciudadano medio.

 

Este tratamiento sardónico de la Casa Real no significa necesariamente que se produzca un ensañamiento contra la institución monárquica desde el semanario, y menos aún que esté orquestado por fuerzas externas a la publicación. De hecho la presencia de los reyes en otras revistas, sobre todo las del ‘corazón’, es mayor que en El Jueves, que le dedica una página a la semana y alguna cubierta eventualmente, en este último caso si y sólo si el tema de actualidad lo requiere. En “La Reina y yo” Guillermo mantuvo invariables ciertos ejes para la sátira: la supuesta falta de ocupación de los integrantes de la familia, las infidelidades del Rey, las preocupaciones de Don Felipe por la sucesión, las dificultades de Doña Letizia para quedarse preñada... Curiosamente, la sección era de las menos interesantes para el lector medio de El Jueves y terminó por reducir su presencia a una tira que ocupaba un medio o un tercio de página, dejando de aparecer en algunos números durante el año 2007.[4]

 

El Ministerio Fiscal contra Caduca Hoy y El Jueves

 

Caduca HOY, suplemento semanal del diario Deia desde el 28 de febrero de 2002, dedicó su núm. 74 (8-XI-2003) al enlace del Príncipe Felipe con Letizia Ortiz. En sus cuatro páginas se hacían bromas sobre las probables relaciones prematrimoniales de la pareja, las otras posibles candidatas a princesa, la presumible despedida de solteros a celebrar, y se acompañaba con fotomontajes con los que se aludía a la pareja de enamorados retozando tras un matorral (de autor desconocido), convertidos en muñecos de plástico o mostrando a miembros de la familia real bailando semidesnudos (todas estas, de los autores Josetxu Rodríguez y Ripa).

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Dos portadas del suplemento del diario Deia.

 

El diario ABC, tradicionalmente contrario al ideario político de Deia, por considerarlo transmisor de las consignas separatistas de PNV, dedicó un encendido editorial y reportaje crítico contra el suplemento satírico el día 9 de noviembre, en el que se acusaba globalmente a Deia de injurias, sin considerar que los fotomontajes y textos satíricos estaban encuadrados en un suplemento dedicado al humor. El día 13 de noviembre, el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, interpuso querella por injurias a la Corona contra Deia, presumiblemente tras conocer la polémica promovida desde las páginas de ABC. Lo hizo en concreto por lo escrito en el relato de ficción humorística "La semana fantástica", el cual ponían en boca del padre de Letizia Ortiz comentarios críticos contra Felipe, burlonamente exagerados; también se denunciaba el fotomontaje anejo. El día 17 la denuncia fue retirada al confesar Fungairiño que, examinada la publicación, no halló indicios de delito.

Al cabo de dos años, el 4 de enero de 2007, el nuevo fiscal jefe de la Audiencia Nacional Javier-Alberto Zaragoza Aguado, presentó de oficio una querella contra el autor de un artículo titulado “Las tribulaciones del oso Yogi”, publicado en los diarios vascos Deia y Gara en octubre de 2006, que sí fue admitida a trámite. La querella se hacía extensiva hacia los autores de un fotomontaje, que a todos los efectos tenía valor como viñeta satírica, publicada en el número 222 del suplemento Caduca HOY, el del día 28 de octubre de 2006. De esta obra fueron autores los humoristas Josetxu (José Antonio Rodríguez) y Ripa (Juan Luis Ripa), y en ella, bajo el titular “Estaba cocido”, se mofaban de la imagen de Juan Carlos I por haber acudido a una cacería de osos intoxicados con alcohol para así resultar más mansos y abatibles (según informaron tiempo antes algunos diarios rusos). El texto completo que acompañaba aquella imagen del Rey con gorro de piel sonriendo sobre un oso que apoyaba su cabeza en un barril rezaba así: «Mitrofán era un oso de feria, lo metieron en una jaula y lo pusieron a tiro del Rey tras emborracharlo con vodka y miel. ¿Lo harían para que estuviera en igualdad de condiciones?» Sobre el barril figuraba la leyenda: «Bodegas “Caza lla”. Para sentirte como un rey». En relación con esta viñeta formuló el fiscal Javier Zaragoza su alegato, en la que expresaba: «El único y exclusivo afán es trasladar a los lectores la imagen del Rey de España como un alcohólico».

 

El 2 de abril de 2008 se pronunció sentencia sobre este caso, acordada por el juez Fernando Grande-Marlaska, que sobreseía a los autores estableciendo, sobre la figura del Rey, que: «la engrandece haciéndola más cercana a la sociedad [que] debe permanecer abierta y receptiva tanto a la crítica, como a la autocrítica.»[5]

 

No obstante esta resolución, el daño ya estaba hecho para Caduca HOY y los querellados. Los editores del diario que alojaba al suplemento humorístico decidieron cancelarlo precisamente el día del cumpleaños de Juan Carlos I, un día en el que la prensa en pleno se volcó en elogios sobre la memoria del Monarca y por extensión de su familia. Posteriormente, el 8-IV-2008, como la fiscalía seguía apreciando indicios de delito por injurias al Rey en la viñeta de Josetxu&Ripa, presentó un recurso por apreciar expresiones gratuitas, vejatorias e insultantes suficientes como para reabrir el caso. El recurso, por fortuna, ha sido desestimado en 2009.

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Portada del número secuestrado.  

El día 18 de julio de 2007 apareció el núm. 1.573 de El Jueves en los quioscos españoles. En cubierta aparecía una viñeta satírica alusiva a la medida prometida por el Gobierno de bonificar con 2.500 euros a todo español que tuviera un hijo a partir de determinada fecha. Para poner ironizar sobre el alcance de la medida, que beneficiaba a todos los españoles por igual con independencia de su renta, Manel Fontdevila, tras discutirlo en la redacción, ejemplificó esta ironía con la pareja de españoles a priori menos necesitados de cobrar esa prima, los Príncipes de Asturias, que estaban buscando un descendiente varón por entonces. Se encargó de plasmar la idea el dibujante Guillermo. En la imagen se aprecian las caricaturas de Don Felipe y Doña Letizia practicando lo que parece ser una cópula, con ella dándole la espalda, mientras él reflexiona en voz alta: «¿Te das cuenta, si te quedas preñada? Esto va a ser lo más parecido a trabajar que he hecho en mi vida.» En el interior de la revista no aparecían los miembros de la Casa Real en ninguna otra viñeta ni historieta.

 

El día 20 de julio de 2007, el fiscal general Cándido Conde-Pumpido (tras haber consultado con el fiscal jefe de la Audiencia, Javier Zaragoza, el mismo que había interpuesto querella a Caduca HOY), presentó de oficio una denuncia por presunto delito de injurias a la Corona. El texto de la denuncia, formulado por el fiscal Miguel Ángel Carballo, establecía que los presuntamente ofendidos se hallaban, en la viñeta satírica, en una: «actitud claramente denigrante y objetivamente infamante (…) resultando que en todo caso la imagen y diálogos atribuidos a sus altezas provocan un grave menoscabo del prestigio de la Corona conforme al artículo 491 del Código Penal».[6] Este artículo establece en su punto segundo que se impondrá la pena de multa de 6 a 24 meses al que utilizara la imagen del Príncipe heredero de cualquier forma que pueda dañar el prestigio de la Corona. A instancias de la fiscalía, el juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo diligenció el anterior documento y ordenó iniciar el proceso y, como medida cautelar primera, el secuestro de la edición denunciada. La policía recibió la orden de retirar la publicación de los quioscos españoles (con una tirada de 70.000 ejemplares según la OJD), la incautación del “molde” de la publicación (denominación de la plantilla original desde la que se reproduce en imprenta la revista) y el cierre de la edición digital de la publicación (www.eljueves.es), que también mostraba la portada de esa semana.

 

La policía, desplazada a la sede de El Jueves en Barcelona, concretamente a la localidad de Molins de Rei, requisó una caja con un centenar de revistas de la redacción; igualmente hicieron en la sede de El Jueves en Madrid, en Pinto. Pero cuando acudieron a los quioscos se percataron de que la edición había sido ya casi completamente vendida, y más por cuanto el conocimiento público de la decisión judicial azuzó a los rezagados a salir a comprar el número que iba a ser secuestrado durante la tarde del jueves. El total de números requisados posiblemente no sobrepasó los doscientos.

 

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Portada del número siguiente al de la polémica.
 

La difusión de la portada denunciada, por el contrario, se disparó. No la difusión de la revista en sí, que posiblemente pasara de mano en mano hasta alcanzar un número ampliamente mayor de lectores (pero imposible de calcular) pero sí su difusión a través de medios electrónicos. Durante la tarde del jueves, una vez conocida la noticia, apareció una copia digital en la red en forma de archivo para compartir en redes p2p, de modo que fue posible a muchos internautas hacerse con un ejemplar digitalizado de la revista mediante herramientas de descarga de archivos como eMule u otros programas al efecto. A última hora de la tarde ya existían cerca de 178 fuentes del archivo original, lo que implicaba miles de descargas. Otro indicativo del incremento de la popularidad de este número concreto del semanario lo podemos extraer del número de visitas recibidas en el sitio web www.elpais.com, donde esta noticia (que adjuntaba la imagen de la portada de la revista pese a conocerse la expresa prohibición judicial a su difusión) generó más de 52.000 visitas y casi 200 comentarios añadidos. Este indicador no es fiable en cuanto al universo de elementos a considerar, dado que muchas visitas pudieron ser iterativas o de miembros de la propia redacción del diario, pero sí sugiere que el primer efecto de la medida cautelar fue una polémica de amplia penetración popular. El dato que airearon algunos periódicos el día 23 de julio sobre los precios que alcanzó la reventa de aquel número en ciertas tiendas en la red no tiene relevancia más allá del titular periodístico: en estas subastas en línea se puede tasar un producto tan alto como se desee, y a fecha de hoy no se tiene constancia de que nadie adquiriera aquel número de El Jueves en una puja en la que se pedían 2.500 euros (en la página web de eBay).

 

Lo relevante es que, desde el punto de vista puramente jurídico, la finalidad de la medida tendía a restaurar el orden perturbado y obtuvo el efecto contrario para la gran mayoría. En realidad, y teóricamente, no lo obtuvo: según comentaba Conde-Pumpido a la agencia Europa Press, no se trataba «conseguir que no se visualice [la portada], sino de poner en relieve la vigencia de la norma y, en la medida en que la portada es delictiva, debe ser retirada.» (Trascripción del Diario de Sevilla, 22-VII-2007).

 

El 13 de noviembre fueron juzgados los autores de la portada en cuestión en la Audiencia Nacional. José María Vázquez Honrrubia pronunció sentencia considerando:

 

«(…) Carece de toda lógica, común y jurídica, que se diga criticar o satirizar la promesa gubernamental del subsidio de natalidad como alegan los acusados y se utilice para ello al Príncipe Heredero en la situación y con el texto que consta. Lo que evidentemente resulta, como ya se ha considerado es que con dicho pretexto se trata de desprestigiar a la Corona, con un animo palmario de escarnio y desprecio para una persona que forma parte da aquellas especialmente protegidas por el legislador no tanto como tal sino, digámoslo una vez mas, como parte de una Institución constitucional digna de especial protección.»[7]

 

Por ello fueron condenados Manel Fontdevila y Guillermo Torres como autores de un delito de injurias a la corona, sin concurrencia de circunstancias modificativas a la pena, a diez meses de multa con cuota diaria de diez euros. Es decir, 3.000 euros por cabeza. Aunque la sentencia despertó la indignación entre el gremio, en El Jueves se tomaron el asunto como un gaje del oficio. Examinados todos los números de El Jueves publicados desde el secuestro y hasta enero de 2008 se constata que la familia real ha seguido apareciendo en la revista, en igual  proporción a como aparecen en las páginas de la prensa diaria de actualidad y en los semanarios de la prensa ‘rosa’ (fueron protagonistas de la portada en los números 1.597, 1.599, 1.601, por ejemplo), pero en modo alguno incrementaron la aspereza de su carga satírica.

 

Las calificaciones y el sesgo ideológico. Mass-mediación e impunidad.

 

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  La noticia en la edición de El país del 21 de julio de 2007.

Los autores del gremio del humor gráfico (y de la historieta) españoles se asombraron al recibir la noticia del secuestro de El Jueves. J.L. Martín, director de la revista junto con Albert Monteys, adujo en varias entrevistas que ya habían hecho antes portadas como ésta. Y acusó directamente al programa de sobremesa ¡Aquí hay tomate!, de la cadena televisiva privada Telecinco, de haber mostrado largo tiempo la revista en antena y en directo, emitiendo al tiempo comentarios que subrayaban la sorna hacia la pareja real, generando una alarma desmedida hacia su intencionalidad y alcance. J.L. Martín, en declaraciones a otro diario, destacó la excepcionalidad del hecho: «es la primera vez, desde que se aprobó la Constitución, que se secuestra una revista a priori. Se han retirado los ejemplares sin demostrar que la portada es injuriosa».[8] Eso es correcto, habría que remontarse 21 años en el pasado para encontrar otro caso de secuestro a una publicación, también por sus presuntas ofensas a la Monarquía, el de El Cocodrilo. Hubo dos ejemplos más que se recuerden, anteriores ambos y no por viñetas satíricas sino por artículos, el caso de Cambio 16 (cuya denuncia fue retirada), y el de la revista de extrema derecha Fuerza Nueva, que sí vio secuestrado uno de sus números por ofender al Rey.

 

El resto de manifestaciones de la profesión, de otros humoristas gráficos o representantes de asociaciones ligadas al medio, fueron de distinto tono y reflejaron cierto posicionamiento en el calor de la controversia. Aquí hubo cierta inclinación a mostrar repulsa tanto por la medida adoptada por el juez como por el ‘gusto estético’ de los autores de la sátira. Algunos de los humoristas más reconocidos en España, los que gozan de mayor predicamento y difusión, habitualmente distanciados de toda polémica y firmantes en el diario El País, coincidieron en opinar que el gag era «de muy mal gusto» (Forges, en La Razón, 21-VII-2007), o «un espanto (…) un atentado contra la inteligencia» (El Roto, en El País, el mismo día). Sólo otra voz profesional se alzó contra la labor de Fontdevila y Guillermo, la de la humorista Nani (Adriana Mosquera Soto), que emitió un dictamen con leves tintes feministas en sus declaraciones a El País del mismo día: «Creo que se pasaron (…) Me parece denigrante lo que han hecho con la imagen de la Princesa». El resto de autores encuestados arremetieron antes contra el estamento judicial en general, o contra los jueces y fiscales implicados en particular, tachándolos de retrógrados o carentes de sentido del humor.

 

Los redactores, radiofonistas y locutores de los medios informativos y de opinión reaccionaron de manera acorde a como se esperaba, siguiendo su política editorial. En los diarios de difusión nacional aparecieron, durante los días posteriores al secuestro, opiniones que calificaban el secuestro como inútil al mismo tiempo que dejaban claro que la portada era zafia y grosera. El caso se condujo, en la prensa ligada a la izquierda ideológica, a través del debate dicotómico de “libertad de expresión” contra “derecho al honor”, pues eran las dos figuras jurídicas puestas en entredicho. La prensa alineada con la derecha ideológica (o el centro/derecha) enfatizó el despropósito de los autores de la sátira calificando el asunto de desdichado, zafio y grosero, juzgando directamente a los autores (en ABC) o insultándolos (en El Mundo).

 

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Columna de opinión del Diario de Sevilla (24-VII.2007).  

Los calificativos de los columnistas de opinión fueron casi unánimes, pues, acudiendo todos ellos a estimar como “grosera” la obra satírica, anteponiendo este adjetivo en la mayoría de los textos en los que aludía a la portada o a la ‘caricatura’. Los que así opinaron se detuvieron fundamentalmente en lo representado, que no en lo comunicado. A la larga, el asunto pasó al dominio público y a tener una consideración que no se ciñó a los mensajes satíricos en sí, sino al debate bipolar de “libertad de expresión sin barreras versus libertad total de expresión”. El debate, por situarse en extremos de opinión, no podía prosperar, y la discusión sobre si la sátira era o no oportuna o había acertado en sus presupuestos no se hizo en ningún foro de relevancia.

 

Más interesante resulta el análisis desde un punto de vista ideológico de las declaraciones de los representantes políticos. Al día siguiente de producirse la noticia, representantes de grupos de izquierda y nacionalistas opinaron sobre la medida judicial adoptada, bien emitiendo una crítica hacia el sistema judicial por coartar libertades, bien posicionándose contra elitismo y las clases privilegiadas, de entre las cuales destacarían al Rey como una figura a derrocar. Opinión ésta que no obtuvo demasiado eco entre otros opinantes y políticos, muy reservados en lo relativo a la idoneidad u oportunidad del sostenimiento de la Monarquía, salvo en aquellos casos en los que su ideario político defendía la necesidad de un gobierno republicano. Más incisivos fueron los comentarios dirigidos a criticar la medida judicial y policial. Joan Tardá, portavoz de ERC en el Congreso, opinó que «la imagen de policías requisando la publicación retrotrae a los peores tiempos de la dictadura franquista» (La Razón, 21-VII-2007) y añadió que el caso demostraba la «debilidad de la institución monárquica y la “complicidad” de la judicatura con la Corona». Esta idea de conexión entre la Casa Real y el Ministerio Fiscal también fue sugerida por otros periodistas en diferentes páginas web y columnas de opinión periodística, pero ninguno de ellos aportó documentos o pruebas con los que sostener sus teorías. Fueron articulistas como Hermann Tertsch, de ABC, David Gistau, de El Mundo, o Carlos Dávila, en La Razón, los que se alinearon más tácitamente con la idea del ‘búnker’ judicial.Estas teorías de carácter conspirativo no se han avalado con datos contrastados.

 

Muy pocas voces se pronunciaron sobre el aparente “pacto de silencio” que los medios presuntamente han trazado en torno a la figura del monarca español o de los miembros de su familia, que suelen obtener un aprecio distintivo en sus apariciones públicas y en los reportajes periodísticos de la prensa general y también de la prensa llamada rosa. Solo firmas aisladas, como el columnista Javier Ortiz, se atrevieron a denunciar posibles favoritismos y cesiones hacia la Corona y el ditirambo de los medios hacia Juan Carlos I (en El Mundo, 23-VII-2007). Además, el debate cambió de orientación en siguientes días ante las manifestaciones antimonárquicas surgidas en otros ámbitos de opinión: las del dirigente del Partido Nacionalista Vasco y senador del mismo, Iñaki Anasagasti, o las quemas de fotos de los reyes ocurridas en la segunda mitad del mes de septiembre de 2007. Pese a que estos actos no tenían vinculación alguna con El Jueves, hasta El País sostuvo que: «La oleada de ataques a la Monarquía se disparó después de que el juez Juan del Olmo ordenara el secuestro de la revista satírica El Jueves» (2-X-2007).

 

Todo este asunto quedó zanjado tras la inauguración del curso universitario en la Universidad de Oviedo el 1 de octubre, durante el cual el Jefe del Estado pronunció un discurso reivindicativo del papel de la monarquía en la democracia española que fue respaldado por las ejecutivas del PSOE y del PP. El cierre de filas de los representantes políticos en torno al Rey obtuvo respuesta en el anuncio de nuevas protestas por parte de los independentistas catalanes (Alerta Solidària, los Maulets, el Sindicat d’Estudiants del Països Catalans, Ezquerra Independietista de Girona y de Sitges, la Candidatura d’Unitat Popular) que definieron la quema de fotografías de los reyes como un «símbolo» de lucha contra la idea de unidad de España que representa el Rey.

 

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  Noticia publicada en La razón el 1-VIII-2007, con el habitual retrato de una realeza equilibrada.

Cualquier análisis cuantitativo de lo publicado permite ver que los medios de comunicación más afines a la Casa Real hicieron proliferar artículos de prensa, reportajes y portadas dedicadas a la susodicha familia, retratándolos como una institución sólida y equilibrada. Tras un análisis cualitativo de lo aparecido en prensa se concluye que la mayoría de los que opinaron sobre el asunto calificaron muy negativamente la obra publicada en El Jueves, y por extensión la labor crítica del semanario, o incluso llegaron a relacionarlo con manifestaciones violentas o manejos políticos. Por otra parte, la mayoría de los medios adoptaron una posición de defensa a ultranza de Juan Carlos I y sus familiares, privilegiando los informes positivos sobre los dubitativos o ambiguos, y colocando su figura como un símbolo, lo más lejos posible de cualquier asomo de jocosidad. Es decir, mientras que el medio minoritario representado por El Jueves acercaba la figura del Rey al pueblo llano, los medios, usando un proceso de mass-mediación lo alejaron de los ciudadanos para colocarlo en el pedestal que ha tenido tradicionalmente asignado.

 

Cuando José María Vázquez Honrubia, juez de la Audiencia Nacional, emitió la sentencia condenatoria sobre la portada del semanario lo hizo con expresiones abiertamente subjetivas y discutibles. Por un lado porque utilizaba aseveraciones tajantes fundadas en su opinión pero sin argumentación clara: “un simple examen resulta de todo punto concluyente”, “son indudablemente ultrajantes”, “ánimo palmario de escarnio”, “el puro insulto”. No hubo un peritaje contrastado sobre estas opiniones. Otras apreciaciones del juez también podrían ser desmontadas: que la imagen era «innecesaria» a los efectos de la sátira, cuando esa pareja era la más representativa para ironizar sobre el asunto; que la construcción humorística era «no elegante», cuando sus autores no buscaban elegancia, porque no es un elemento necesario para practicar la sátira; y «ofensiva hacia el español medio», dando por sentado que los españoles nos sentimos representados por la Casa Real y esa imagen nos ofendió, avalado esto supuestamente por encuestas de opinión.

 

Los monarcas jamás se han manifestado abiertamente molestos por lo publicado en El Jueves, ni Caduca HOY, y debemos recordar que de no haber intercedido la Casa Real se hubiera producido un secuestro de un número de la revista Cambio 16 debido a una portada titulada “El Rey que bailó”, en 1976.[9] Todos los casos de intentos de acallar la crítica humorística en España han sido dirigidos, de oficio, desde el Ministerio Fiscal, a instancias de personas concretas  que se han molestado particularmente por lo que estimaron que era injurioso contra la Corona pero nunca por SS MM.

 

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Portada de El jueves de octubre del mismo año. El rey sigue siendo objetivo de la sátira.  

La cuestión de las multas indemnizatorias, por otro lado, plantea el problema de “poner precio al honor”. En el presente caso, la llamada “libertad de expresión” sólo quedó perjudicada al secuestrar la revista, pero no al multar a los autores. Se equivocaba en su comunicado solidario la corporación Ficòmic (organizadora del Saló Internacional del Còmic de Barcelona) al afirmar que la sentencia suponía «un grave precedente que va en contra» de esta libertad. Guillermo y Manel siguieron publicando viñetas e historietas en las que satirizaban a los monarcas y a sus familiares, y siguen teniendo libertad de expresión hoy, así como El Jueves en pleno, que ha seguido y seguirá satirizando a la Casa Real. La multa no coarta esta libertad, si bien deja claro que SS MM son poco satirizables.

 

Desde el punto de vista ideológico se deduce que se ha operado un cambio en la apreciación que se tiene de la figura de la monarquía. La imagen del monarca identificado con el salvador de la democracia se ha desgastado, sobre todo por las peticiones emitidas desde las atalayas nacionalistas, pero en respuesta a un conjunto de factores en realidad, entre los cuales se hallan: la estratificación de la prensa, el acaudalamiento de poder por medios concretos, la democratización de los mensajes y su multiplicación en foros electrónicos, el incremento de la llamada cultura basura, la deformación del gusto popular hacia lo vulgar, o el enrasamiento de las elites a través de los medios que otorgan poder a cada individuo.

 

Un aspecto de fondo que se planteó con esta polémica fue precisamente el del nuevo tipo de “impunidad” que surge de la proliferación y generalización de las comunicaciones a través de los hipermedia, o sea, internet y otras redes. Un juez podrá detener la difusión de una publicación por tener localizada la sede de su redacción y los puntos de impresión y distribución, pero le será imposible hacer lo mismo con los micromedios en línea, puesto que las acciones legales necesarias para inhabilitar una URL duran más que lo que se tarda en rehabilitarla en otra ubicación en la red. Así, al debate sobre si la prensa no se plantea límites a la libertad de expresión, que es lo que algunos juristas deseaban establecer para este caso concreto (o para el caso particular de la Corona), hemos de sumar otro factor aumentativo, sobre si los medios de comunicación personalistas carecen de responsabilidad alguna y gozan de impunidad.

 

A fecha de diciembre de 2007, según datos de la EGM, El Jueves había aumentado su número de lectores en 81.000 (de difusión, pasando de los 475.000 de julio a 556.000 en diciembre). Este fue el resultado, ciertamente paradójico, de la orden del secuestro. Es posible que a ojos de quienes criticaron duramente las obras publicadas en El Jueves, se siga ejercitando en ella el ludibrio y lo soez, y es que precisamente en esta apreciación prejuiciosa es donde se halla una de las claves de este proceso. La portada de El Jueves, como acto comunicación, tiene un valor satírico claro, el que surge de la interrelación entre la idea, o gag, y la expresión dibujada, y tiene un valor estético concreto por lo que respecta a la sintaxis utilizada y a los estilemas gráficos. Que el “chiste” funciona es innegable, y la reflexión irónica que propone el titular encuentra su refuerzo en la representación caricaturesca de ambos cónyuges. Así mismo, y desde cualquier punto de vista, la resolución técnica de la viñeta por parte de Guillermo es correcta. Con un trazo muy expresivo y dinámico, heredero del surrealismo del italiano Benito Jacovitti, formula la caricatura de modo excepcional, sin tacha ni posible equívoco, y su entintado aporta el tono y la densidad adecuada para lo que la sátira se propone. Por lo tanto, no se puede calificar como ‘de mal gusto’ un dibujo con esta intachable resolución y de tan inconfundible interpretación.

 

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  Editorial de la revista después del fallo del juicio.

Se calificó como ‘soez’ la desnudez y la postura en la que se encuentran los personajes que, no lo olvidemos, son personajes, expresiones humorísticas de personalidades públicas. Los usos y costumbres en la actualidad no condenan la imagen de la desnudez como antaño ocurría por quienes exigían el mantenimiento de la moral (fuera o no cristiana). Y la postura adoptada por los dibujados no contraviene ninguna norma ‘natural’ asimilada al acto del coito. Es más, nada asegura que estén practicando el coito realmente, porque no se aprecian los genitales de ninguno. Por lo tanto, carecen de base los calificativos de imagen de carácter pornográfica.

 

Probado como está que en El Jueves se han mostrado anteriormente a los príncipes en momentos próximos a mantener una relación sexual, que se han dibujado en variadas ocasiones partes erógenas de sus cuerpos y en situaciones comprometidas, cabe preguntarse el porqué de éste secuestro. Parece haber tres factores: uno, el clima político asumido por algunos como tendente a vulnerar la imagen de la Corona, lo cual propicia actos de oficio como el ocurrido; dos, el clima social contrario a cualquier tipo de humillación hacia la mujer, aparentemente doblegada en esta cubierta dada su postura; y tres, simplemente que la cubierta constituía un reclamo a la vista del público en cualquier estante o puesto de venta y eso incrementaba el ‘daño’ que podría hacer a los presuntamente ofendidos.

 

No deja de resultar irónico que tanto el auto como la sentencia incidieran en ese articulado pero no se detuvieran, en momento alguno, en la determinación del grado de humillación sufrido por Letizia Ortiz, ajena por completo al acto injurioso juzgado. Al Príncipe, que no muestra sus genitales ni una especial deformidad ofensiva, se le defiende; a la Princesa, que muestra sus pechos y su trasero en situación ‘comprometida’ según ciertos cánones, queda al margen del dolo de los autores.

 

Conclusiones:

 

Tras lo expuesto sobre las publicaciones satíricas denunciadas por ataques contra la Corona, se concluye que las querellas interpuestas, así como el consiguiente juicio o juicios, a la larga han perjudicado más que beneficiado a la Corona porque han multiplicado la presencia de la sátira y han extendido la idea de que la inviolabilidad constitucional de la Corona es un aspecto susceptible de revisión.

 

En los casos de querellas contra Caduca HOY jugó un importante papel el hecho de que se relacionó la labor de los autores de las sátiras con el ideario político de Deia, lo cual condicionó comentarios en la prensa monárquica y pudo conducir a la interposición de las querellas, muy criticadas desde esas páginas. En el caso de El Jueves también hubo intentonas de relacionar la revista con los radicales catalanistas desde ciertos medios. En ambos casos los profesionales del humorismo actuaron independientemente elaborando un producto para el entretenimiento de sátira sobre actualidad.

 

El caso concreto del secuestro de El Jueves hizo patente el escaso conocimiento general que sobre la sátira se tiene en la cultura española. Casi ningún periodista analizó la viñeta de aquella portada como una estructura narrativa con un mensaje concreto. La opinión se emitió sobre la mera representación de cuerpos desnudos y su participación en un acto lúbrico, que incluso fue calificada como escatológica. Este segregar la imagen del mensaje también quedó de manifiesto en la intensidad de las críticas dirigidas al dibujante y nunca al guionista del gag.

 

La sátira tenía un alcance determinado entre un público concreto, el de los lectores del semanario, acostumbrado a ver representados a miembros de la familia real en situaciones bufonescas y hasta sicalípticas. Cuando ese mensaje fue deformado con etiquetas calificativas determinadas, la sátira perdió parte de su significado primero y se convirtió en ofensa a ojos de un público no acostumbrado a ella. Es incluso probable que obtuviese mayor refuerzo el enojo al ser difundida, no sin tendenciosidad, a través de un programa televisivo en franja de máxima audiencia, habitualmente detractor de los privilegios de la Monarquía. El poder de difusión de la televisión supera con creces el de la prensa escrita, y mucho más si nos remitimos a una revista como El Jueves.

 

Las medidas cautelares adoptadas por el juez fueron inútiles en sentido práctico, porque la modesta tirada de la revista suele agotarse en los dos primeros días de distribución y, a raíz de la polémica creada en la tarde del jueves, antes se agotó. Además, el presunto efecto denigratorio de la viñeta usada en la portada se multiplicó gracias a las miríadas de foros y publicaciones electrónicas en línea en la red internet. Sí que fue efectiva la medida cautelar en tanto a los editores se les impidió efectuar una segunda edición de ese número a la vez que se hizo cumplir la “función pedagógica” del Derecho

 

Ningún medio atinó a demostrar qué lazos o vínculos podía haber entre los integrantes de la redacción de El Jueves con los manifestantes en otros actos antimonárquicos. Se calificó la portada como una declaración contra la monarquía cuando simplemente se trataba de una ironía (picante y socarrona, cierto) sobre la labor profesional de una figura institucional muy popular, la de Don Felipe. También se analizó la sátira en gran medida desde la imagen de la caricaturizada Letizia, que aparecía absorta y con zonas íntimas a la vista, pero casi nadie se pronunció sobre este particular, y ella no fue jurídicamente injuriada en ningún caso, por no ser directa heredera de la Corona. Esta discriminación sexual no suscitó ningún comentario, acaso debido a la que existe aún reglada por nuestra Constitución a los efectos de sucesión.

 

El caso es un interesante indicativo de cómo el humor gráfico, pese a su escasa intervención en asuntos de Estado o políticos en general, puede servir para señalar indicadores de transformación o fallas en el tejido social. Si bien la teoría del Derecho establecía que la norma de secuestro seguía vigente, el acto judicial cautelar puso en evidencia el carácter ancilar de la medida y ha servido para que los responsables de modificar la legislación se planteen revisar un apartado legal que llevaba años sin emplearse, con lo que podría producirse un decreto que lo anulara. Siguiendo la misma línea de razonamiento, ha quedado manifiesto que se erosiona más la imagen de las instituciones cuando la opinión pública percibe que se prohíbe ejercitar la crítica social contra ellas, perfecta y tradicionalmente legítima por otra parte.

 

El caso también plantea nuevas dudas al respecto del escaso control de los jueces y tribunales sobre lo que se publica en los hipermedia. Este caso demostró que la censura una obra desemboca, a través de las redes en línea, en una reproducción masiva de la misma en repulsa de la prohibición. Hubo quien achacó a los jueces analfabetismo digital, precisamente.

 

La función de la sátira sigue siendo la misma que hace doscientos años: habilitar una parcela de poder que corresponde al pueblo, concretamente a la clase burguesa, para emitir dictámenes y opiniones sobre quienes les gobiernan. Si se mantienen figuras intocables en el seno de una sociedad democrática, disponemos de los instrumentos de crítica y denuncia adecuados para indicar hasta qué punto no lo son, con lo que se favorece el juego democrático y se evidencia la soberanía popular en algunos aspectos, subrayando las cualidades del poder de la prensa libre, e independiente, en otros. Por fortuna, el derecho a la sátira sigue siendo un derecho fundamental y básico en toda sociedad democrática y que forma parte de la columna vertebral de la democracia, como instrumento a través del cual se forma la opinión pública.

 
BIBLIOGRAFÍA

 

 

  • Acevedo, E. (1976): Un humorista en la España de Franco, Barcelona: Planeta
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  • Barrero, M. (2003), "De viñetas y tribunales. Humoristas demandados", en Tebeosfera, 030131, disponible en http://www.tebeosfera.com/Seccion/NSST/07/Anexo2Humoristas.htm
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  • Humanes, J.L. (2003): La reconstrucción del pasado en las noticias. La representación mediática del 24 aniversario de la muerte de Franco y la coronación de Juan Carlos I”, en Anàlisi, 30, 39-57
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  • Segado Boj, F. (2007): “La (ausencia de) libertad de expresión en la fase final del franquismo en el humor gráfico de la prensa diaria”, en Cincuenta años de humor gráfico en España, Universidad Complutense de Madrid (actas de las I Jornadas de Comunicación y Cultura de la Facultad de Ciencias de la Información)
  • Zugasti, R. (2006): “La prensa española y el viaje del Rey a la Argentina de Videla en 1978”, en Historia y Comunicación Social, 11, 5-19
  • Zugasti, R. (2007): “Juan Carlos I y el acercamiento a Europa en la prensa española de la transición (1975-1977)”,en Comunicación y Hombre, 3, 108-123
 
NOTAS

[1] Teoría creada por Goffman y luego desarrollada por autores como W. Gamson, Z. Pan, G. Kosicki, R. Entman o T. Sádaba

[2] Copia de esta sentencia nos fue facilitada por Jesús Zulet. Puede leerse en línea un fragmento y su comentario por extenso en la edición número 021127 de la revista electrónica Tebeosfera:www.tebeosfera.com/Documento/Entrevista/Zulet/Jesus.htm

[3] Declaraciones de J.L. Martín a Nuria Labari, El Mundo, 17-XI-2003.

[4] Esta convicción procede de las encuestas que periódicamente realiza El Jueves entre sus lectores, según confirmó Guillermo.

[5] Obra en nuestro poder copia del Auto de sobreseimiento cedida por José A. Rodríguez

[6] Disponemos copia del Auto suministrada por Guillermo Torres.

[7] Copia de la sentencia nos ha sido facilitada por Guillermo Torres

[8] Noticia servida por EFE, disponible en http://www.cope.es/ver_noticia.php?id_noticia=226753

[9] Vid. Editorial de El Mundo, 14-XI-2003.

 
Creación de la ficha (2014): Manuel Barrero. Edición de Antonio Moreno · Datos e imágenes tomados de diversas fuentes
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2014): "Sátira contra la monarquía hoy. Lo representado contra lo narrado", en COMUNICA, 5 (15-VI-2014). Asociación Cultural Tebeosfera, Valencia. Disponible en línea el 04/XII/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/satira_contra_la_monarquia_hoy._lo_representado_contra_lo_narrado.html