SEÑALES DE MEMORIA
MANUEL BARRERO

Title:
Memory signals
Resumen / Abstract:
Reseña del libro Segni della memoria. Disegnare la Guerra civile spagnola (Edizioni dell’Orso, 2020), / Review of the book Segni della memoria. Disegnare la Guerra civile spagnola (Edizioni dell’Orso, 2020),
Palabras clave / Keywords:
Memoria histórica, Guerra civil española/ Historical memory, Spanish Civil War
  • Portada del libro reseñado
  • Portada de la edición italiana de El arte de volar.
  • Una página de El arte de volar.
  • Verdad, de Canottiere, en su edición original.
  • Una página de Verdad.
  • La edición italiana del integral de ¡No pasarán!
  • Una página de ¡No pasarán!
  • Edición en italiano de Los surcos del azar.
  • Una cruda página de Los surcos del azar.
  • La balada del Norte, de Alfonso Zapico, tomo 2.
  • El conflicto perfectamente documentado por Zapico en La balada del Norte.

SEÑALES DE MEMORIA

 

En octubre de 2020 se dio a la imprenta en Milán un libro sobre la historieta española que llevaba por título Segni della memoria. Disegnare la Guerra civile spagnola. Se trataba de una suerte de libro de actas a cargo de Felice Gambin, que había organizado dos años antes un simposio con igual denominación desde el Dipartimento di Lingue e Letterature Straniere de la Università di Verona (dentro de su plan de doctorado en lengua extranjera y lingüística, programado por la Scuola di Dottorato in Science Uministiche). El congreso, del que dimos fe en Tebeosfera porque participaron en él los socios de ACyT Antonio Altarriba, Paco Roca y Tomás Ortega, se desarrolló en abril de 2018 en la universidad de la bella capital veronesa. Por puro azar, quien esto escribe había declinado participar en el congreso (al que había sido invitado) porque se celebraba aproximadamente por la misma época en la que emprendía un viaje largamente planificado, pero resulta que una de las visitas de ese viaje era Verona, y coincidió que aquel día se encontraban allí todos los españoles invitados, así que decidimos acercarnos a la facultad, que estaba repleta de estudiantes, muchos de los cuales llenaban el salón de plenos donde se daban las conferencias.

Felice Gambin, organizador de todo aquello, hacía honor a su nombre. Irradiaba felicidad porque había logrado congregar varios cerebros excelsos (allí estaba Barbieri, a quien todos los investigadores habíamos leído de chicos), importantes autores, y todo había salido de perlas. El sol radiante ponía la guinda a una jornada perfecta. Me sorprendió más aún comprobar en directo la exultante energía de Gambin y su pasión por el cómic. Sabía que era un especialista en la literatura española, la del Siglo de Oro concretamente, siendo sus investigaciones más destacadas las que había desarrollado sobre Baltasar Gracián, Quevedo o Fray Luis de León, entre otros autores. Suponia que su pasión por la historieta contemporánea procedía de su (supuesta) densidad literaria, esa que perciben constantemente los ensalzadores de novelistas gráficos pero que a menudo se halla elidida. Descubrí pronto que su pasión por los dramas en viñetas residía en que es un gran estudioso de la melancolía, la literaria o la dibujada, mostrando siempre gran interés por la representación de la tristeza del fracaso o de la derrota. Y qué mejor contexto para localizar obras de su interés que la Guerra Civil. Para lograr tal fin, el organizador invitó a Verona a pesos pesados de nuestra historieta como Paco Roca, Antonio Altarriba y Alfonso Zapico, todos ellos premios nacionales y todos ellos con obras inspiradas en el contexto de la guerra (o de episodios que desembocaron en ella). Tuvo el acierto de implicar en aquel proyecto académico a dos autores que actuaron como extremos: Vittorio Giardino, un dibujante de la vieja escuela que se aproximó al conflicto en los ochenta con una obra muy ambiciosa, y Lorena Canottiere, una italiana que lo ha hecho recientemente con una obra estéticamente en las antípodas de la de Giardino pero que ha logrado rescatar de forma extraordinaria algunas fuertes emociones de aquel periodo.

A Felice le costó poner sobre papel impreso los contenidos de aquel congreso, heterogéneo pero con aportes relevantes. El libro tardó en aparecer dos años, hasta que finalmente aceptó el reto Edizioni dell’Orso, componiendo un volumen que llevó varios textos del organizador (cuatro, nada menos) y de los mencionados Barbieri y Ortega, a los que se sumaron los aportes de Paola Bellomi, Pepe Gálvez, Alessandro Scarsella, Matteo Rima, Maura Rossi y Rosa María Rodríguez Abella. La oferta final resulta heterogénea porque, si bien los autores trabajan sobre un mismo tema, lo hacen desde distintos enfoques, que van desde el análisis iconológico, las reflexiones discursivas sobre la memoria, los estudios de género o el tratado traductológico, a la reseña sobredimensionada o la entrevista. Lo más destacado del libro en su conjunto es el valor que se confiere a la memoria, de ahí que el título sea tan acertado pese a que fue elegido antes de recibir Gambin las intervenciones en el simposio. Las segni, o señales, de memoria a las que se alude en el título son las resultantes de un pasado que se perdió en la datografía. Son ecos. La Guerra Civil no ha perdido actualidad más de ochenta años después de su conclusión porque para la historia jamás quedó resuelta, y porque debido a las circunstancias geopolíticas de aquel momento y a la evolución de las políticas de fuera de España después, tuvo lugar un silenciamiento de los hechos que nos ha llevado a una situación de desmemoria fuertemente custodiada por arribistas y nostálgicos. O insistentemente reclamada por los revanchistas, que también. A la postre, vamos camino de los cincuenta mil estudios sobre la Guerra Civil (según la empecinada investigadora Maryse Bertrand) y mediante ellos se ha ido parcheando poco a poco el eco de la memoria. En ayuda de lo cual han venido los historietistas, que confirman la resonancia trágica del conflicto no solo dentro y fuera de España, también en el pozo de la memoria de los españoles.

Destacaremos a continuación algunos aportes de los autores que participan en el libro tratando de subrayar los más valiosos. Barbieri, en su artículo, elegido para abrir el libro (tras un texto introductorio de Gambin), pone la tilde en dos detalles importantes que a veces pasamos por alto. Primero, que los mejores relatos gráficos sobre el conflicto cainita se han producido recientemente, en el siglo XXI, y él explica que se debe a que se necesitaba una distancia mínima intergeneracional para poder observar la verdadera dimensión de la monstruosidad de la dictadura de Franco. Segundo, que el aporte autoral a la interpretación de la guerra no tiene lugar en lo narrado textualmente, sino en el coinvolgimento gráfico de las obras. Es decir, es con la interpretación gráfica de lo sucedido (interconectada con los textos, naturalmente), como se logra una comprensión válida de lo real.

Gambin se coloca en segundo lugar en el libro con un ambicioso artículo en el que repasa las mejores obras que se han producido sobre la Guerra Civil hasta el momento. En su texto panorámico concita la idea de que la historieta sobre la Guerra Civil ha estado en gran medida instalada en posición antifranquista, incluso desde lo testimonial, porque esta historieta forma parte de la construcción del relato de la nueva izquierda contemporánea. Esta idea, de por sí interesante y que fácilmente da lugar a nuevos debates, se solapa con otra que extraemos de lo escrito por Gambin: que lo que se ha reconstruido no es una memoria objetiva sino una memoria emotiva que persigue a un lector emocionado. Es precisamente esta una de las ideas que animan a Gambin en sus otros textos y en la entrevista final, insistiendo en que los relatos de la transmodernidad se han instalado en la deconstrucción heroica.

Ortega analiza en su aporte las figuras femeninas que aparecen en los cómics ambientados en la Guerra Civil. Es un trabajo interesante por cuanto repasa de forma certera la posición de ellas durante y después de la guerra, siempre relegadas a la retaguardia o postergadas ante la figura de Dios, del Jefe del Estado o del Marido, que también lo ponemos con mayúsculas porque suponía una autoridad omnímoda en el hogar, único ecosistema de la mujer durante el franquismo. Es interesante esa tilde que pone Ortega en el aspecto de la devoción y también su atinada cita de la componente oral de los relatos que nos han llegado dibujados del conflicto.

Bellomi se centra en su artículo en las Brigadas Internacionales y en los cómics en los que aparecen, escogiendo los más relevantes. De su texto se extraen algunas ideas muy interesantes, como la de que la historieta (en refuerzo de la idea que impulsa a Gambin) reconstruye la historia entendiéndola como territorio de lo humano, no como un tapiz de hechos, datos y consecuencias trenzadas. Esto reafirma la idea de que los hechos quedan fijados y son discutidos pero que las vidas humanas, cada una de ellas, solo pueden valerse de los recuerdos para permanecer, y generalmente esos recuerdos se difuminan o, como mucho, se convierten en sombras. Cada historieta que rescata una memoria, o recuerdo, es por lo tanto una sombra, o un eco.

Gálvez aporta uno de los artículos más interesantes del libro porque aborda la obra de Vittorio Giardino y logra convencernos del importante peso de su trabajo, a veces acusado de hierático debido a su estilo minucioso, pero que Gálvez sabe apreciar en su dimensión contextualizadora y seductora a la vez. Los cuatro álbumes que ambientó en el periodo bélico Giardino, luego recogidos en la obra integral ¡No pasarán!, suponen un retrato muy documentado y también apasionado de la Guerra Civil que da fe del paso cruel del rastrillo del tiempo, porque aborda la guerra como un encuentro de hombres despiadados (en ambos frentes) sumidos en una espiral de violencia y odio. Gálvez encuadra muy bien este repaso al recordarnos el contexto europeo de entonces, que no solemos tener en cuenta cuando hablamos del caso español: en 1940, Europa estaba compuesta por 28 Estados y solo seis eran democracias plenas. ¿Qué se podría esperar de una nación enferma de conflictos, luchas intestinas y crisis inacabable?

Scarsella se ocupa de revisar nuestra guerra incivil a través de la reciente y brillante propuesta de la autora italiana Canottiere, Verdad. Scarsella aporta una reseña larga y nutrida de halagos hacia esta obra, que se los merece todos. Con los elementos mínimos y un conocimiento soberbio de los mecanismos psicológicos a los que el color obliga, Canottiere logra una gran complejidad en su relato que nos permite entender la pasión que movía los corazones de los anarquistas durante la guerra, en concreto los de las anarquistas. Precisamente entre Giardino y Canottiere se mueve Gambin, que hace otro aporte a mitad del libro para detenerse a analizar en un documentadísimo artículo toda la producción historietística italiana sobre la Guerra Civil. Recupera un puñado de historias variadas, de las que destacan las dos mencionadas de Giardino y Canottiere.

Matteo Rima emula a Gambin reflexionando en su aportación sobre cómo se vio la Guerra Civil en los cómics estadounidenses, concretamente en tres obras de acción y evasión como Wolverine, Bombshells y War Stories. Rima destaca la falta de empatía de los guionistas estadounidenses y llama la atención sobre un detalle que suele aflorar en la producción para el entretenimiento americana: la poiesis en la que se refuerza la dimensión salvífica de los Estados Unidos. Rodríguez Abella, que trabaja en el ámbito de la traductología, es la que más se distancia del resto de los contribuyentes al libro en su análisis, porque se centra en cómo ha sido traducida la obra de Paco Roca Los surcos del azar, concretamente sus onomatopeyas, para convencernos de la dificultad de lograr la sinestesia entre texto e imagen con el fin de obtener una correcta traducción subordinada, la única posible en el cómic.

Para el que esto escribe, el artículo más interesante y revelador del libro es el de Maura Rossi. Es un texto brillante por los conceptos que usa, como el de “mnemoconsciencia”, que podría explicarse como la memoria surgida tras la recreación consciente de un hecho relatado. O sea, la idea principal de su artículo es que lo narrado en el cómic exige un constante escrutinio por parte del receptor porque, al igual que la memoria se construye con ecos, el historietista nunca habla por sí mismo por muy dotado que esté para la narración, habla desde una perspectiva ficcionada con la que se desea reconstruir (o malear) una realidad. Esto es importante porque insiste en la idea de memoria como memoria ideológica, algo que solemos obviar, y que se instala a medio camino entre la memoria viva y la memoria registrada (esta era la idea que tenía Halbwachs de memoria colectiva). Esta precisión por parte de Rossi nos parece muy pertinente porque nos dispone a recibir todas las historietas sobre la Guerra Civil como interpretaciones parciales con un propósito, y por lo tanto no pueden sustituir a la historia, aunque sí enriquecerla.

La entrevista con la que Gambin cierra el libro es también un documento muy valioso. Como se ha dicho, congregó a Altarriba, Canottiere, Giardino, Roca y Zapico para que contaran su relación personal con la Guerra Civil, las razones por las que hicieron sus cómics y otras cuestiones respecto a su consideración sobre el medio. Gambin les extrajo algunas ideas que resultan sugerentes, entre las que destacamos las siguientes: que la guerra ha sido descrita en la historieta reciente como una derrota sin paliativos, quizá tanto para los perdedores como para los “vencedores”; que la Guerra Civil sigue siendo un terreno narrativamente muy fértil porque existe aúnun continuo diálogo de aquellos hechos con la sociedad de hoy; que se hace necesario un relato plural, no solo desde la negación del monolitismo antifranquista, porque instalarse en el solo ejercicio de la revancha no permite el contraste; que la ficción gráfica, en fin, se aparta de la historia para narrar con una perspectiva humana, lo cual es muy significativo porque mientras los historiadores no dejan de discutir, la historieta evita constantemente la refutación, sumando con cada aporte una visión diferente.

Otra idea interesante que lanza uno de los autores entrevistados es la del autoanálisis, el análisis que deberían hacer los que rescatan con viñetas la memoria de la guerra sobre su propia obra. Ciertamente es una labor con un sesgo, porque los que rescatan la memoria son los hijos de los perdedores por lo común, es decir, dibujantes de cómic que suelen ser hijos de la clase obrera o de la clase media y que, por el mero hecho de ser creadores o artistas, suelen estar posicionados en la izquierda ideológica. Y no le falta razón. Rescatar solamente la memoria de una parte no contribuye a clarificar el pasado ni la historia por más que se argumenta que nunca antes había sido rescatada. Convendría esforzarse por comprender la necesidad de rescatar toda la memoria, toda ella, no solo la de los perdedores o víctimas, también la de los considerados villanos o triunfadores. A poco que se profundice en las historias de guerra uno se percata de que en ellas raramente sobreviven los “buenos”, o si lo hacen dejan muy poco rastro en la memoria.

Segni della memoria, un libro necesario. Junto con el coordinado por Viviane Alary y Michel Matly, publicado por Eolas en la colección que dirige Trabado (Narrativa gráfica de la Guerra Civil. Perspectivas globales y particulares), y con el editado por Kiko Sáez de Adana y coordinado por Isabelle Touton y Jesús Alonso (Miradas cruzadas sobre el franquismo), que verá la luz en próximas fechas, conforma un trío de ases especialmente valioso sobre el cómic y la Guerra Civil.

Creación de la ficha (2021): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Manuel Barrero (2020): "Señales de memoria", en Tebeosfera, tercera época, 16 (12-XII-2020). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 24/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/senales_de_memoria.html