SICALÍPTICOS. EROTISMO Y TRANSGRESIÓN EN LAS REVISTAS ILUSTRADAS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
JOAN M. SOLDEVILLA

Notas:
Texto rescatado del catálogo de exposición Sicalíptics, cedido por el autor para el número 9 de Tebeosfera. El autor ha aportado nuevas imágenes para ilustrar el texto.

SICALÍPTICOS. EROTISMO Y TRANSGRESIÓN EN LAS REVISTAS ILUSTRADAS DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX

EL panorama de las revistas ilustradas catalanas de principios de siglo es verdaderamente notable. En un momento en el cual nuestra sociedad vive momentos de efervescencia social, política y económica, en una coyuntura histórica en que los viejos valores son puestos en entredicho a la par que fuerzas conservadoras reaccionan ante la perspectiva de unos cambios que no están dispuestas a aceptar, el mundo editorial vivirá una de sus épocas doradas y la revista, el semanario ilustrado, se convertirán en el reflejo de estas tensiones.

La diversidad de posibilidades con que se encuentra el lector a lo largo de los años anteriores a la Guerra Civil es realmente amplia y variada: la revista infantil, la revista juvenil, el semanario familiar, la revista política, la revista satírica, la publicación deportiva... A menudo los límites de esta clasificación no son del todo claros y los temas se mezclan según la decisión del editor, siempre atento a capturar una mayor cuota de mercado, o siempre según las imprevisibles tendencias y gustos del público. Así, el legendario —y nunca suficientemente reivindicado— En Patufet (1904-1939) iniciará su larga historia como una revista infantil para, sin prisa pero sin pausa, y quizá a medida que sus lectores originales vayan creciendo, evolucionar primero hacia una publicación para jóvenes y, más adelante, hacia una publicación plenamente familiar; el hecho de que En Patufet propicie unas especificas publicaciones infantiles —primero, en el año 1922, Virolet, y más adelante, en el año 1931 Esquitx— es una muestra clara de cómo esta revista había ido cambiando su identidad y se había ido adaptando a los nuevos tiempos.

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Dos de las revistas sicalípticas características del comienzo del siglo XX: KDT, nº 431 y Papitu, nº 1.211.

Dentro de esta retahíla temática de que hablábamos, también se incluían las revistas de contenido preferentemente erótico. A menudo éste era un asunto que hacia su aparición de modo significativo en revistas satíricas o incluso deportivas; pero en cualquier caso también había publicaciones —La Traca, Papitu, La Titles, KDT...— que daban prioridad a esta temática. Era un modelo de revista que "no entraba oficialmente en la mayoría de hogares decentes, pero que todos leían a escondidas" y que se movía, por lo tanto, en un terreno impreciso y difuso. Era un tipo de publicación que estaba ahí..., pero que no existía; un modelo de revista que llegaba a todo el mundo, pero que poca gente reconocía que compraba o leía. Algo misterioso y enigmático, algo bautizado necesariamente con una palabra también misteriosa y casi arcánica: sicalíptico.

LA PALABRA ES EL QUID

Con el término sicalíptico se definía aquella publicación de temática preferentemente erótica. La palabra es un curioso cultismo fin de siècle que etimológicamente proviene de dos raíces, sykon —o psykon— que significa "higo", en su acepción sexual de vulva, y aleiptikós, que viene a significar algo como "estimulación" o "excitación". Según Joan Corormines, ésta fue una creación comercial arbitraria y apareció por vez primera en el 1902, en el diario El Liberal, publicado en Madrid, para anunciar una obra pornográfica. El ilustre filólogo indicaba que, en el momento de crearla, es posible que esta palabra estuviera vagamente inspirada en términos como sibarítico o apocalíptico. Del éxito del nuevo concepto es suficientemente evidente el hecho que, hacia 1904, saliera al mercado una publicación galante que llevaba un título inequívoco para el público de la época: Sicalíptico.

Estas revistas tenían su espacio dentro del mundo editorial., y no tenemos que pensar que fueran, en el sentido más puro de la palabra, clandestinas, sino que tenían una distribución relativamente normalizada. Y decirnos "relativamente" porque todas, a causa de esta dimensión pública, tenían que pasar por los filtros de la censura oficial y ello implicaba un tira y afloja constante con las autoridades. A pesar de todo, el lector no se acercaba a ellas con impunidad, como aquél que compra un TBO o En Patufet, sino que lo hacía para degustar lo que estaba prohibido. La venta era pública, pero la compra era clandestina. Así era que una palabra tan fría aparentemente, sicalíptico —que podría parecer más propia del mundo de la medicina o de los tratados de moral—, se cargaba de dimensiones casi mágicas, que evocaba todo un mundo de mujeres licenciosas, de medias y ligueros, de nalgas intuidas, de lechos cálidos y arrugados...

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Eduardo Zamacois, uno de los editores más interesados en la sicalipsis. Foto tomada de Nuevo Mundo.  
El mundo del erotismo adquiría importancia en las manifestaciones culturales de la época, tanto en las de alto prestigio —pensemos, ya a finales del siglo XIX, en las novelas herederas del naturalismo de Jacinto Octavio Picón y de José Ortega Munilla o posteriormente be Felipe Trigo—, como en las más populares. En este sentido es preciso recordar que existían docenas de colecciones de novela erótica, galante y frívola, que eran creación de verdaderos especialistas del género: Zamacois, Hoyos y Vinent, Álvaro Retana o Diez de Tejada. El mundo del cuplé, provocativo y tan tremendamente popular que hasta nuestros días ha llegado el eco de su éxito, es suficientemente representativo de esta vitalidad del erotismo.

Esta expansión, sin embargo, chocaba frontalmente con la moralidad oficial, profundamente arraigada en los más rígidos principios católicos y que obligaba a las manifestaciones eróticas a vivir en el territorio de una cierta marginalidad. Cuando a partir del año 1923 se instala en el poder la dictadura de Primo de Rivera, la persecución de las manifestaciones culturales eróticas se vuelve tan explícita que muchas revistas son clausuradas y algunos de los novelistas más destacados incluso son condenados a prisión. Además, para acabar de arreglarlo, no solo la Iglesia y la sociedad conservadora veían con malos ojos estas manifestaciones, sino que desde la ortodoxia revolucionaria de orientación proletaria el mundo del erotismo tenía también —por decadente y burgués— una clara valoración negativa. Condenado, pues, a vivir en esta dimensión extraña, donde todo el mundo las conocía y leía, pero donde nadie hablaba de ellas, las revistas sicalípticas vivían en una especie de mundo mágico en el cual existían..., pero no existían.

La Guerra Civil y el nuevo orden nacional católico barrieron todo este universo de sutilezas y sobreentendidos. Un sistema político represor basado en la delación y la persecución ideológica no se puede permitir matices, silencios, realidades que, tal como decíamos anteriormente, están ahí pero no están. En un régimen totalitario la ambigüedad no tiene cabida: o se está a favor o se está en contra. Las revistas sicalípticas desaparecieron de los puntos de venta; ello es harto evidente. Pero es que además también lo hicieron de las colecciones privadas. Si ya en su momento de gloria estaban escondidas en el fondo del armario porque la moralidad de la época no las aprobaba, en los nuevos tiempos de oscuridad, lo más inteligente era deshacerse de ellas sin contemplaciones, eliminar cualquier rastro que pudiera comprometer a su antiguo poseedor o coleccionista. Si además pensarnos que estas revistas nunca podían llegar a las bibliotecas públicas porque los gestores culturales jamás las consideraban un producto cultural digno de estudio, entenderemos que este tipo de patrimonio sea mayoritariamente desconocido por las generaciones posteriores. Un último elemento ha acabado por condenar al olvido esta realidad: una tradición critica que ha considerado todo lo que se vinculaba con el erotismo algo sin apenas interés, tal vez curioso, pero indigno de justificar la atención de los estudiosos, verdadera subcultura que no merecía más que una referencia tangencial

Primero la moral, después la política y luego el tiempo han llevado a la marginalidad la palabra sicalíptico. EL olvido es tan cruel que incluso la palabra casi ha desaparecido por lo que respecta al uso cotidiano, y solo es posible hallarla, escondida, entre las páginas de los diccionarios, considerada ya como un arcaísmo en desuso. Y es triste, porque no solo notabilísimos artistas participaron en ella y nos perdemos así la posibilidad de entender la complejidad y riqueza de sus creaciones —en Cataluña podríamos hablar de Opisso, Escobar, Muntañola o Méndez Álvarez; pero en el mundo editorial madrileño recordamos figuras como Demetrio o Rafael de Penagos...—, sino porque el mundo subterráneo, las realidades sumergidas, son a menudo las que muestran con más intensidad las contradicciones de una época, sus miserias y sus grandezas.

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Obra de Bigre, firma de Opisso para su producción humorística erótica.

UN VIAJE AL LÍMITE

La censura es siempre un compañero de viaje inseparable de cualquier creación de los medios de comunicación de masas. Ya sea a través de instituciones destinadas a velar por la defensa de determinados valores o a través de los criterios de oportunidad que pueda considerar el editor, el creador es plenamente consciente de que su obra tiene que padecer el juicio de unos filtros que determinarán la viabilidad de sus propuestas. Cuando hablarnos de creaciones que, además, tratan temáticas "delicadas” —y el erotismo siempre ha sido un tema que no ha dejado indiferente a la sociedad—, de todos es sabido que la sensibilidad de la opinión pública y la implicación de las instituciones políticas y morales determina una labor más intensa de control y una mayor presión sobre el trabajo del artista.

Cuando la censura es consecuencia de un sistema político impuesto a la fuerza, cuando se instala como parte de una maquinaria represiva totalitaria, todos entendernos que se trata de una coyuntura que se tiene que superar para poder ejercitar plenamente la libertad. Cuando esta censura nace en el marco de una sociedad en transformación como era la catalana de principios de siglo, donde un cúmulo de pactos tácitos consensúa lo que se puede decir y lo que no, entramos en un territorio inestable, porque no solo los criterios a menudo no son explícitos y además pueden cambiar así como cambian los tiempos, sino que, por su propia condición nacida del consenso y del debate, estos criterios pueden replantearse continuamente.

Los territorios fronterizos son siempre territorios de límites indefinidos. Cuando hablarnos de erotismo es preciso recordar que a lo largo de los primeros años del siglo XX ya existía una verdadera protoindustria de la pornografía, es decir, que ya mostraba explícitamente los órganos y los actos sexuales con ánimo lujurioso. Sin embargo, se movía inequívocamente en el ámbito de la clandestinidad y todos los que participaban en ella, emisores y receptores del producto, eran conscientes que aquello era algo que nunca podía ser mostrado públicamente. No es que fuera escandaloso, como sería el caso de una revista sicalíptica, que se publicaba y que se distribuía con cierta normalidad, sino que simplemente no existía. Esta pornografía gráfica, fotográfica y cinematográfica no pasaba jamás el filtro de la censura, por la sencilla razón que no tenía la intención de salir de la clandestinidad. Oficialmente, la censura no la prohibía porque no existía. Que el mismísimo rey Alfonso XIII, o quien fuera gobernador civil de Barcelona y posteriormente ministro de la República, Manuel Portela Valladares, organizaran sesiones privadas de proyección de películas pornográficas, no solo nos refleja la doble moral de la época, sino que también sitúa a estas manifestaciones coma una especie de divertimento exclusivo para las clases altas y, por lo tanto, considerablemente alejado de los condicionantes económicos y morales de un producto destinado a un medio de comunicación de masas.

La revista sicalíptica estaba destinada a la pequeña burguesía menestral y a las clases populares. Los caballeros ya tenían sus diversiones particulares, las queridas y la pornografía, que se movían en el campo de la privacidad y que, por lo tanto, a pesar de ser conocidas, no eran objeto de atención por parte de las instituciones destinadas a velar por la moral de la sociedad. Cuando observamos las ilustraciones y los chistes aparecidos en las revistas eróticas, tenemos que saber apreciar la tensión existente entre el creador y estas instituciones, el intenso diálogo establecido entre la libertad creativa y los imprecisos márgenes definidos por una época de cambios como los de la Cataluña de principios de siglo.

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Obra satírica anticlerical de Escobar, el mismo popular dibujante de Bruguera.  
EROTISMO Y POLÍTICA

En el año 1904, la redacción de la revista Cu-cut! y de La Veu de Catalunya fueron asaltadas por un grupo de militares enfurecidos que se habían ofendido por el chiste de un joven Joan Junceda. La censura oficial había permitido la publicación de la revista y del chiste —no especialmente agresivo, todo hay que decirlo—; pero un sector de las fuerzas armadas lo consideró una ofensa intolerable. La acción represiva fue inmediata, fulminante, y las autoridades oficiales no solo no castigaron a los vándalos con galones sino que obligaron a cerrar la revista. La anécdota es lo suficientemente reveladora de cómo el triángulo formado por el público, la censura oficial y el creador tenían un área indefinido, de límites imprecisos.

Méndez Álvarez, uno de los dibujantes importantes del TBO y una de Las figuras más destacadas de la ilustración sicalíptica, fue un artista que ejercía su talento a lo largo de los años veinte y treinta. Valiente y transgresor, siempre al límite de lo que se podía decir tanto en el terreno de la política como en el del erotismo, fue una de las numerosas víctimas de la terrible represión ejercida por la dictadura franquista de cuando la Guerra acabó. Fue fusilado en el año 1939.

En este terreno tan ambiguo, erotismo crítica política eran, han sido y son dos manifestaciones a menudo hermanadas. Las dos quieren desvelar realidades escondidas, hablar de cosas prohibidas; destapar, en la acepción más literal del término. Y en este sentido tanto se puede tratar de un escándalo político como de una liga. Esta relación entre erotismo y política parece propia de momentos de efervescencia social, de momentos de cambio histórico. No deja de ser curioso o revelador que en un momento histórico reciente, como fue la Transición vivida a partir de la muerte del dictador Franco, muchas publicaciones surgidas a lo largo de aquellos años —algunas, como Barrabás, básicamente deportiva, o El Papus, nacidas en plena dictadura; otras posteriores, como las todavía vigentes Interviú y El Jueves, por hablar de las más notables— hermanasen denuncias y sátiras políticas con un notable contenido sicalíptico. En estas dos temáticas hay una voluntad equivalente de mirar realidades enterradas, de desvelar mundos sumergidos, de caminar por un territorio impreciso donde siempre se está al límite de lo que se puede decir y mostrar y de lo que hay que callar y esconder. Hasta la instauración plena de la democracia estas publicaciones siempre tenían el alma en vilo, sabiendo que el riesgo de una orden de clausura era una realidad con la cual se tenía que convivir y contra la cual se había de luchar. También la revista El Papus, como el Cu-cut! de principios de siglo, fue asaltada por las fuerzas reaccionarias y sufrió un salvaje atentado en forma de bomba en el año 1977, que segó la vida de Juan Peñalver, conserje del edificio donde estaba instalada la redacción.

 

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Tres viñetas sicalípticas de Escobar.

DIBUJAR EL MUNDO INVISIBLE

Cuando realizamos un detalladlo análisis y un estudio de las magníficas ilustraciones que articulan el viaje por et mundo sicalíptico, lo primero que nos llama la atención es la diversidad de estilos con que los autores intentan acercarse a las realidades invisibles. Todos son conscientes de que difícilmente podrán publicar composiciones en las cuales sea explicito no solo cualquier tipo de acto sexual, sino incluso el dibujo de un desnudo masculino o femenino. Si éstos son aceptados en la tradición cultural occidental, siempre lo son en el terreno de la alta cultura, corno ejercicio artístico que deriva de la tradición grecolatina, y siempre —al menos de manera pública— obviando cualquier carga erótica que pudiera enturbiar la perfección de un canon de belleza que quiere ser explicado alejado del deseo sexual.

A partir de esta evidencia, Los autores se sumergen en el mundo prohibido del erotismo y de la sexualidad estableciendo un juego con el espectador en el cual tanto tienen cabida el dibujo impulsivo, casi expresionista, como la composición art decó o el apunte costumbrista que intenta retratar fielmente la realidad. El dibujante quiere sugerir, y por ello explora diversos registros expresivos, intentando establecer con el espectador un diálogo que va siempre más allá de la evidencia del dibujo. Quizá, de entre todos los dibujantes seleccionados sean Méndez Álvarez y Opisso los que marquen las dos tendencias más evidentes.

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Obra de Méndez Álvarez, autor también en TBO.

Méndez Álvarez compone desde el exceso expresionista. En algunas de sus ilustraciones entra de lleno en el terreno de la caricatura grotesca, verdadera provocación estética y ética que quiere escandalizar al rival ideológico y hacer reír estrepitosamente al público anticlerical. "Sacerdote con muchacha en el regazo" o "Cura en la tribuna" son un claro exponente de este dibujo panfletista, histriónico, donde la figura humana es tratada con la misma desproporción verbal que acompaña a sus apariciones gráficas. En otras propuestas, sin embargo, la voluntad de Méndez Álvarez es del todo diferente. Nos referimos a aquéllas que casi siempre firma con sus iniciales imitando ideogramas orientales. En estas composiciones —"Mujer mariposa" o el "Zapatero de Cupido"— la línea curva se impone de manera absoluta y los hombres y sobre todo las mujeres dibujadas a menudo se presentan con posturas dinámicas y sugerentes: mujeres de contornos redondeados, de carnes generosas y firmes, maliciosas. La visión expresionista es evidente, pero aquí la voluntad del artista radica en el hecho de deformar el talante perturbador de las imágenes dibujadas. A diferencia de los dibujos caricaturescos que hemos presentado anteriormente, aquí Méndez Álvarez no denigra al objeto del dibujo sino que lo magnifica, pero siempre transformando la realidad.

Opisso es el cronista de la realidad. A través de sus colaboraciones en L'Esquella de la Torratxa, el Cu-cut! o el TBO, el autor deja constancia de los latidos de una sociedad urbana que se transforma a gran velocidad. Su dibujo nace, pues, con la voluntad documental, costumbrista, en que el lector se tiene que reconocer de una manera inmediata. Por ello huye de la deformación expresionista y esperpéntica y opta por un trazo limpio y elemental. Cuando Opisso dibuja escenas eróticas —un tema en el cual se encontraba bastante a gusto si valoramos la cantidad y la calidad de sus trabajos—, lo hace guiado por este ideal estético y así sus composiciones se nos presentan limpias y equilibradas, casi como apuntes costumbristas de un mundo íntimo y privado. Si Opisso es recordado muy especialmente por las ilustraciones donde retrataba a las "multitudes", las escenas sicalípticas suponen la otra cara de la moneda, ya que en ellas encontramos un par de personajes, una o dos muchachas, dos enamorados y la atmósfera de la intimidad. En este sentido, obras como La noche memorable se hallan de lleno en esta caracterización. Incluso cuando el autor opta por una creación con elementos simbólicos —es el caso de Los meses del año o de Galanterías, donde las muchachas aparecen rodeadas de pequeños sátiros y cupidos—, estas se integran en la voluntad costumbrista y se justifican más por el malicioso juego que caracteriza al mundo sicalíptico que no por un abandono de sus planteamientos estéticos.

LAS MÁSCARAS DE LA TRANSGRESIÓN

En el momento de enfrentarnos a los contenidos gráficos de las revistas sicalípticas descubrimos, primeramente, un más que notable nivel por parte de los dibujantes. Ello no es extraño porque muchos tenían una impresionante trayectoria en otros terrenos de la expresión gráfica. El caso de Opisso quizá sea el más notable, pero hemos de tener presente que la mayoría de dibujantes de aquellos primeros años del siglo XX colaboraban a la vez en diferentes publicaciones y medios expresivos. Muchos de ellos hacían compatible la creación pictórica con el dibujo para revistas de temática variada; pero también otros campos, especialmente la emergente publicidad, se vieron enriquecidas con la participación de estos versátiles artistas gráficos que tanto podían dibujar una historieta para el TBO, una ilustración para Lecturas, diseñar las letras de una marca comercial o componer una escena gráfica para una publicación erótica. Como dato curioso es interesante recordar que esta circunstancia no solo se prolongó a lo largo de muchos años aquí por las precarias condiciones de la vida económica de los dibujantes, sino que también es rastreable en otros ámbitos culturales. EL dibujante de historietas más celebrado de la factoría Disney, el admirable Carl Barks (1900-2001) —autor de los magníficos tebeos clásicos del Pato Donald y creador de personajes universales como el Tío Gilito— también tiene una interesante trayectoria profesional como dibujante en las revistas sicalípticas norteamericanas de principios del siglo pasado.

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Dos viñetas del dibujante Penta, con el prototipo de mujer sexualmente apetecible de los años veinte. 
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Esta dimensión polifacética del creador provoca que, a menudo, éste utilizara nombres diferentes para firmar sus obras. Estos heterónomos del artista actuaban coma máscaras múltiples que le permitían una mayor libertad porque a través de ellas evitaba ser clasificado en un género determinado. Cuando hablamos de revistas o de colecciones de novela erótica, los ilustradores frecuentemente querían firmar escondidos detrás de un seudónimo. Seguro que no era porque encontraran indecoroso tratar temas galantes —su estilo era fácilmente identificable—, sino para evitar ser encasillados en este género. Opisso firmaba a menudo sus colaboraciones en las revistas eróticas como Bigre. A nadie pasa por alto que bajo este antifaz se encontraba el estilo característico e inconfundible de uno de los dibujantes más populares de la época.

Si el dibujante enmascaraba la firma de su creación bajo el seudónimo, su dibujo también jugaba a enmascarar su carga erótica. Cuando analizamos la mayoría de chistes e ilustraciones que son objeto de esta exposición, descubrimos que tienen contenido erótico más por lo que no muestran que por lo que muestran. Volviendo al terreno de los límites y de las sugerencias, de lo que se ve y de lo que no se ve, de lo que se intuye pero que no se muestra, los dibujos casi nunca entran en el terreno prohibido de la obscenidad. Mujeres de formas rotundas pero bien tapadas, escenas de alcoba can parejas aparentemente formales, exquisitas composiciones donde elegantes mujeres charlan con sus amigos... Si la imagen tiene fuerza erótica per se, ésta siempre se diluye entre pliegues de ropa y miradas maliciosas; pero es que a menudo la imagen es bastante neutra: una escena cotidiana que sólo adquiere sentido transgresor cuando leemos el texto que acompaña la composición gráfica.

Et texto de los chistes es a menudo obsceno; pero esta obscenidad también hace su aparición jugando con los dobles sentidos de las palabras. Si el dibujo enmascaraba su carga erótica multiplicando así su efecto lujurioso, los textos que acompañan a estos dibujos no hablan explícitamente de sexo, sino que lo hacen a través de sobreentendidos, de juegos de palabras, exprimiendo los dobles y triples sentidos del lenguaje. El eufemismo y la metáfora se imponen en estas composiciones. Nunca se habla de manera directa de sexo ni de órganos, sino que nuevamente se lleva el mundo del erotismo hacia un ámbito difuso, donde todo es dicho y visto, a la vez que no se dice ni se muestra nada.

Dibujantes enmascarados que dibujan veladas escenas eróticas can textos cargados de dobles sentidos. Este juego de máscaras —pensemos que el antifaz es uno de los complementos indispensables de la transgresión por excelencia, el carnaval— facilita de modo incuestionable el enfrentamiento con la censura de la época, pero al mismo tiempo multiplica la efectividad erótica del producto final. A pesar de todo, si empezamos a sacar velos y filtros, uno tras otro, descubriremos que hay algo que aparece con una rotundidad absoluta y que, tal vez, de tan evidente como es, nos puede pasar por alto: la mujer.

La misma palabra sicalíptico —pensemos, etimológicamente, "higo estimulado"— supone un nuevo antifaz que, tras el cultismo, habla explícitamente del sexo femenino. Detrás de todas las máscaras siempre hay la mujer. La mujer es el verdadero vórtice del mundo de las revistas sicalípticas.

Evidentemente no cometeremos el disparate de tachar de feministas estas publicaciones —pensemos que eran revistas dibujadas por hombres y compradas por hombres y en las cuales la mujer era concebida como un objeto de deseo—, pero no deja de ser extremadamente interesante como en la mayoría de composiciones el protagonismo de la mujer es absoluto; no sólo el protagonismo gráfico —incuestionable y sugerente—, sino también verbal. En muchas de las ilustraciones la mujer habla de sexo con sus amigas, divaga sobre los atributos del macho, imagina experiencias estimulantes, responde a las iniciativas eróticas del seductor... Quizá la verdadera transgresión que hay detrás de las máscaras no es que la mujer se desnude a medias sino que, sencillamente, hable y se exprese; que quizá por primera vez esté en posesión de la palabra y que, por lo tanto, domine las escenas y reine con autoridad en un momento histórico en que la sociedad está sometida a cambios y transformaciones que intenten reordenar las estructuras sociales.

Por todo lo dicho hasta el momento, transgredir es algo que tiene pleno sentido cuando conocemos las circunstancias que enmarcan la creación del artista. Las condiciones políticas, morales y de género que permiten la aparición de las revistas sicalípticas a lo largo de los años anteriores a la Guerra Civil son bien diferentes de las actuales; pero cuando vemos y leemos algunos de los chistes que las conformaban y descubrimos que todavía tienen fuerza transgresora —y el humor es siempre transgresión—, quizá tendríamos que replantearnos si las condiciones políticas, morales y de género  que vivimos son tan diferentes. Un viaje al mundo sicalíptico de hace un siglo no es sólo un viaje arqueológico a una realidad pasada y enterrada por el tiempo, sino que es algo que nos obliga también a una reflexión sobre nuestra realidad contemporánea.

Creación de la ficha (2012): Juan Manuel Soldevilla Alberti. · Datos e imágenes tomados de un ejemplar original
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JOAN M. SOLDEVILLA (2004): "Sicalípticos. Erotismo y transgresión en las revistas ilustradas de principios del siglo XX", en PSICALÍPTICS, 1 (2004). Asociación Cultural Tebeosfera, Sabadell. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/sicalipticos._erotismo_y_transgresion_en_las_revistas_ilustradas_de_principios_del_siglo_xx.html