UN ANHELO DE DIGNIDAD
FRANCISCO FANDOS MARÍ

Title:
A yearning for dignity
Resumen / Abstract:
En este artículo se reflexiona acerca del valor de la dignidad recurriendo a la novela gráfica de los X-Men: Dios ama, el hombre mata. Con el cómic como base, se contrapondrán las dos respuestas, una pacífica y la otra violenta, que plantean respectivamente los dos protagonistas del cómic. Su proceder es una alegoría del mensaje pacifista de Luther King frente a la visión más combativa de Malcolm X. Finalmente, se justifica la apuesta por el modelo pacifista en detrimento del otro. / This article reflects on the value of dignity by resorting to the graphic novel of the X-Men: God loves, man kills. With the comic as a base, the two responses, one peaceful and the other violent, which the two protagonists of the comic will raise respectively, will be opposed. His course is an allegory of Luther King's pacifist message against the more combative vision of Malcolm X. Finally, the commitment to the pacifist model to the detriment of the other is justified.
Palabras clave / Keywords:
Filosofía, Valores morales, Dignidad, Discriminación, Mutantes, Derechos civiles/ Philosophy, Moral values, Dignity, Discrimination, Mutants, Civil rights

UN ANHELO DE DIGNIDAD 

[SHYLOCK]: […] Un judío, ¿no tiene ojos? ¿Un judío, no tiene manos, órganos miembros, sentidos, deseos emociones? ¿No come la misma comida, no le hieren las mismas armas, no le aquejan las mismas dolencias, no se cura de la misma manera, no le calienta y enfría el mismo verano e invierno que a un cristiano? Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos hacéis cosquillas, ¿no reímos? Si nos envenenáis, ¿no morimos? Y si nos ofendéis, ¿no vamos a vengarnos? Si en lo demás somos como vosotros, también lo seremos en esto.

W. Shakespeare

El cómic: un medio útil para la transmisión y formación en valores.

Aunque probablemente el shakesperiano Shylock no sea el mejor ejemplo de honestidad ni mucho menos un referente o ideal de vida merecedor de ser imitado, sí representa la imagen del recelo, el rechazo o la desconfianza, en síntesis, la discriminación hacia el diferente. Pese a ello, Shylock encarna algunos de los rasgos que los personajes (ficticios y reales) ‘protagonistas’ de este artículo comparten. Las mismas vicisitudes que experimenta el usurero judío las sufren, precisamente por su condición, los X-Men. Y en el ámbito de la realidad, también Luther King o Malcolm X: todos ellos reivindican la dignidad como una justa exigencia ética. Los cómics han servido, igual que otros medios, para transmitir estas y otras ideas relacionadas con los derechos y valores fundamentales del ser humano.

No se descubre nada nuevo si se valora al cómic más allá de mero entretenimiento. Desde su aparición ha sido una oportuna válvula de escape. Su bajo coste (al menos en sus orígenes) fue un factor determinante. La visión que tradicionalmente se ha tenido del cómic no ha sido la misma que la de otras manifestaciones culturales. En el mejor de los casos, un ‘arte menor’. Con todo, su universalización por un lado y, la pérdida de complejos y vergüenzas en torno a la predilección por este tipo de manifestación artística por otro, han contribuido a prestar una mayor atención a este medio. Y no sólo a nivel artístico (aunque ya sería motivo suficiente). Dado el, a priori, potencial mercado orientado a la juventud y adolescencia que poseía el cómic en sus inicios (hoy en día probablemente se aproximan más a la mediana edad los aficionados a salones y ferias especializados en cómics), resultaba una plataforma muy suculenta como para no aprovecharla. En ese sentido, el cómic también ha procurado, consciente o inconscientemente, convertirse en un medio de difusión de valores. Ello lleva a plantearse cuáles serían los valores más idóneos. La visión sesgada de una formación en determinados valores puede llevar implícita una forma velada de censura. Al tratar de plantear una posible transmisión de valores, es inevitable pensar en el adoctrinamiento o la manipulación. Uno de los casos más paradigmáticos de esta tesis lo representó el psiquiatra germano-estadounidense Fredric Wertham quien en la década de los años 50 libraría una auténtica cruzada contra el mundo de los cómics y especialmente contra los cómics de superhéroes1. Las conclusiones a las que llegó fueron referidas en su obra La seducción de los inocentes y fueron elemento clave para la posterior creación de la entidad Comic Code Authority que tanto daño infligió a muchas de las editoriales de la época obligando a algunas de ellas incluso al cierre.

En cualquier caso, parece fuera de toda duda que la clara influencia que el cómic ha podido ejercer es motivo más que suficiente para “utilizarlo” en pos de un objetivo educativo. Si ha generado fascinación y lo cierto es que sigue haciéndolo, no se puede perder la oportunidad de aprovecharlo para transmitir y, ¿por qué no? formar en aquellos valores en los que, como miembros de una sociedad democrática, nos podemos ver reconocidos. Y si resultara excesivamente pretencioso hablar de formación o educación, al menos desear que los cómics colaborasen a presentar dichos valores como una invitación para conocerlos e, incluso, incorporarlos a nuestro propio bagaje cultural y, especialmente, moral.

Un tema recurrente: el bien frente al mal.

   

Portada de la icónica novela gráfica Dios ama, el hombre mata (edición de Panini).

   

La lucha entre el bien y el mal ha sido una constante desde el principio de los tiempos. Desde Caín y Abel, la historia nos ha proporcionado múltiples ejemplos, a veces con matices, en ocasiones desde una perspectiva totalmente maniquea pero, en líneas generales, una alianza de fuerzas del bien opuesta a las fuerzas del mal. La mitología popular es un referente más de esto. La saga de películas de Star Wars constituye un ejemplo de esta dualidad. La luz frente a la oscuridad, los Jedis frente a los Sith. El bien frente al mal en un difícil y necesario equilibrio, al modo de Heráclito, en el que una oposición de contrarios, una necesaria tensión, procura el equilibrio entre las fuerzas. Un protagonista necesita irremediablemente a su correspondiente antagonista. No existiría Superman sin Lex Luthor o Batman sin el Joker. Una tónica habitual que se refleja en los cómics, la literatura o el cine porque es tanto como decir que simboliza un reflejo de la vida misma.

Pero además de estas clásicas tensiones entre el bien y el mal donde parece clara la diferencia entre quién representa uno y otro, las historias de cómics también han reflejado en múltiples ocasiones dos modos alternativos (y no necesariamente excluyentes entre sí) para luchar contra un mismo “enemigo”. Una muestra de esta diferente concepción está representada por los héroes nacidos en septiembre de 1963: los X-Men. El miedo al diferente, la discriminación, el racismo que aflora entre las páginas creadas por Stan Lee y Jack Kirby es una buena muestra del contexto histórico que se producía en la convulsa década de los 60. Y dos de los protagonistas clave de dichos cómics, a saber; profesor Charles Xavier (en el bando de los héroes) y Magneto (villano por antonomasia) podrían ser los trasuntos de dos icónicos luchadores de los derechos civiles que en esa época tuvieron que emplearse a fondo e incluso sacrificarse para dar una batalla que a día de hoy, huelga decir que todavía no ha sido ganada: Martin Luther King y Malcolm X. No es sólo la existencia de una oposición de contrarios. Es además el modo en que ambas posiciones se enfrentan entre sí y al enemigo común: la sinrazón. La aportación de Luther King a la lucha por los derechos civiles aplicando la desobediencia civil, practicando la no violencia o manteniendo su firme voluntad a dialogar con las autoridades chocó frontalmente con la actitud del movimiento denominado Black Power o con las formas más beligerantes de Malcolm X. Resulta interesante el paralelismo que se puede establecer entre los personajes ficticios de los cómics y sus correspondientes figuras históricas. Aquéllos nacidos y éstos asesinados en la misma agitada pero también excitante década de los 60. En las viñetas, los X-Men supondrían, probablemente de forma involuntaria, una respuesta crítica que ejemplificaba a la perfección lo que sucedía en las páginas de la historia. Porque si esa vocación de transmitir valores que se mencionaba al principio de este artículo tuvo un momento apropiado, ese fue, sin lugar a dudas, el contexto de los años 60. Uno de tantos a lo largo de la historia en el que el ser humano olvidaría lo que implicaba el valor absoluto de su propia persona: esto es, su dignidad.


Dios ama, el hombre mata: el difícil camino hacia la dignidad humana.

En una de las novelas gráficas más exitosas de las aventuras de los X-Men publicada en 1983, Dios ama, el hombre mata2 de Chris Claremont y Brent Anderson, se ponen de manifiesto algunas de estas cuestiones acerca de cómo hacer frente a un enemigo común. Con qué talante hacerlo y las consecuencias que de ello pudieran derivarse. El argumento del cómic gira en torno a un personaje, el reverendo William Stryker y su pretendida cruzada contra los mutantes. Para Stryker, los mutantes no son humanos y por tanto no tienen derechos. En un sentido arendtiano, los X-Men son apátridas y como critica la pensadora en Los orígenes del totalitarismo pierden el “derecho a tener derechos”. Es esta una cuestión capital. Decir de alguien que pierde su “derecho a tener derechos” es tanto como despojarlo de su condición de persona e irremisiblemente, de su dignidad. Aquí radica parte del problema. ¿Quién es susceptible de ser considerado digno? ¿Tienen dignidad sólo las personas? ¿La tienen los mutantes? ¿Son los mutantes personas? Es esta una cuestión esencial y que denuncia Arendt en su obra citada.

Una cuestión tan adecuadamente reflejada no ya en la novela gráfica Dios ama… sino en el conjunto de los cómics de los X-Men. Es su condición de apátridas, lo que les confiere una especial relevancia para la cuestión que nos ocupa: se trata simple y llanamente de decidir quién tiene derecho a ser persona y quién no. La declaración de Independencia de los Estados Unidos marca en sus inicios el camino a seguir: «Sostenemos como evidentes estas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre éstos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. […]»3. Si todos los hombres son creados iguales, deberían por tanto, ser tratados como iguales. Una quimera, puesto que los X-Men no son considerados como iguales al resto de seres humanos. Por consiguiente y siguiendo esta lógica argumental, carece de sentido dotarlos de unos pretendidos ‘Derechos Humanos’.


Esta viñeta refleja un riesgo muy actual: la razón que personifica el profesor Xavier nada puede hacer frente a la manipulación del demagogo Stryker.

Ligado también a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se cita en su preámbulo ya en la primera consideración que «[…] la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana»4. ¿Qué cabría entender por dignidad? Al margen de una definición enciclopédica al uso, la idea de la dignidad implica un reconocimiento en una doble vertiente: un autorreconocimiento pero también un reconocimiento de los demás hacia uno mismo. He ahí el problema. La dignidad es un valor fundamental: es EL valor fundamental sobre el que descansa la razón de ser de los mutantes. Dice Kant que: «la moralidad y la humanidad, en la medida en que ésta es susceptible de aquélla, es lo único que posee dignidad.» Pero necesariamente debe apreciarse un nítido reconocimiento a esa condición. De ahí, el sentido del imperativo kantiano en su segunda formulación: «Obra de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la persona de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como fin y nunca simplemente como medio». No podemos ser tratados como medios porque representamos el valor absoluto de la dignidad. No obstante lo anterior, en sus aventuras los X-Men difícilmente consiguen ese reconocimiento por una buena parte de la sociedad. En el caso de la novela gráfica, ese reconocimiento es nulo por parte de Stryker y sus purificadores. Si la dignidad no es reconocida, si no son personas, no se les considera dotados de derechos y por tanto la eliminación será el paso siguiente.

 

El miedo al diferente genera inquietud y suspicacias. Su no aceptación y su injusta estigmatización llevan al odio irracional y al deseo de exterminio.

Lo trágico es que siempre aparece “algún iluminado” que se erige en la peligrosa e inquietante figura que tome tal decisión. En el cómic, Stryker se considera un elegido para llevar a cabo una misión salvífica y, ante ello, la actitud con la que se enfrentan los X-Men a esta amenaza es dispar. Por un lado, el antagonista de los mutantes, Magneto, considera necesario acabar con Stryker como una vía para poder asegurar la pervivencia de los mutantes. El profesor Xavier, no. Y una reflexión de uno de sus pupilos, Kurt Wagner alias el Rondador Nocturno, pone el foco certeramente en la dicotomía sobre el fin y los medios que hace ineludible traer a colación a Luther King. La escena es la siguiente: Magneto ha acabado con la vida de varios de los perseguidores de mutantes (en el cómic, los denominados purificadores) sonsacándoles previamente información. Ante ese fatal desenlace, varios miembros de los X-Men cuestionan los medios utilizados en el diálogo que pone punto y final al capítulo 2:

«Coloso: ¿Era necesario?

Lobezno: Sí

Rondador Nocturno: Pero si usamos los métodos de nuestros enemigos, amigo mío… ¿Cómo seremos mejores que ellos?»

Mismo propósito, diferentes medios.

He aquí donde cobra especial relevancia la posición pacifista de Martin Luther King y su alter ego en los cómics, el profesor Charles Xavier. ¿Cómo será posible alzarse en una suerte de estandarte moral si los medios para alcanzar un determinado fin, digamos que loable, no son proporcionados? En las diferentes aventuras de los X-Men, particularmente en la novela gráfica reseñada, se pone de manifiesto cuán útiles resultan las enseñanzas que pueden transmitir los personajes de cómics. Unos personajes que no están ni mucho menos alejados de la realidad. La vigencia de sus historias nos golpea de forma dramática para advertirnos sobre la tentación de transgredir todo código de conducta moral en aras de un pretendido bien común.

 

¿Es aceptable cualquier medio para lograr un fin, por deseable que sea éste?

El posicionamiento de Magneto en el cómic es ambiguo. Sin lugar a dudas éste se posiciona del lado de los mutantes. Del lado de los que habitualmente son sus adversarios (no enemigos, dada también su condición de mutante); pero no sólo no comparte los medios del grupo del profesor Xavier. La actitud descreída y desesperanzada de Magneto, respecto de la especie humana, le llevan a desconfiar absolutamente de las posibilidades de éxito de la patrulla X en su ¿vano? esfuerzo por lograr el sueño de una pacífica convivencia entre diferentes.

Referido a la lucha por la conquista de los derechos civiles, prácticamente nadie cuestionaría la necesidad de plantear un serio debate respecto a los medios utilizados para lograr tal fin. Luther King y Malcolm X se significarían precisamente en ese debate. Porque ambos encarnan dos modos dispares de enfrentarse al mal. En su autobiografía, Malcolm X lo apunta cuando afirma que: «El objetivo siempre ha sido el mismo, pero los métodos para alcanzarlo han sido tan diferentes como el mío y la manifestación no violenta del doctor Martin Luther King, que pone de relieve la brutalidad y maldad del hombre blanco contra los negros indefensos». (Malcolm X, pos. 7283)

 

El uso de la violencia es la seña de identidad de Magneto. La amargura y la desconfianza hacia la especie humana las aprendió de joven en Auschwitz.

Ambos personifican, a mi entender, dos orientaciones no necesariamente incompatibles entre sí. Una actitud más idealista, por parte del primero y una visión más realista, por parte de Malcolm X. Las experiencias de este último le llevarían a una postura más desesperanzada respecto a la comunidad blanca norteamericana. Handler, en el prólogo a la autobiografía mencionada, lo caracteriza como “un hombre entregado sin reserva alguna a la causa de la liberación del hombre negro del yugo impuesto por la sociedad norteamericana y que rechazaba la idea de integrarlo en ella”. El recorrido vital que experimentó este destacado activista impide, en honor a la verdad, que se le valore desde la actitud maniquea a la que se aludía al inicio. Podría decirse que hubo un antes y un después de su viaje a La Meca. El mismo Malcolm X lo expresaba respondiendo a los medios al poco de volver de su viaje al regresar a Estados Unidos:

«¿Estamos en lo cierto al creer que usted ya no opina que todos los blancos son malos?

¡Cierto, señor! Mi viaje a La Meca me ha abierto los ojos. Ya no apruebo el racismo. Mi pensamiento ha cambiado hasta el punto de creer que los blancos son seres humanos…-una significativa pausa-, siempre que su actitud humana hacia los negros lo corrobore. […] Yo no soy racista. No condeno a los blancos por ser blancos, sino por sus actos.» (Malcolm X, pos.7962)

La incredulidad respecto del hombre blanco permanecía, pero esta actitud se había moderado hasta el punto de apostar por otras vías. Su escepticismo, al igual que el de Magneto, estaba razonablemente justificado y las declaraciones vehementes y muchas veces beligerantes acompañarían a Malcolm X hasta sus últimos días; de la misma manera que la falta de fe en la especie humana, caracterizan al poderoso mutante. Sería inadecuado, además de injusto, hacer una total asimilación entre estos activistas por los derechos civiles con los personajes de ficción aquí presentados; pero la grandeza del cómic radica en las múltiples lecturas que se pueden realizar. Válidas desde cierta óptica y, mucho me temo que, totalmente vigentes.

 

Magneto en estado puro: el apocalipsis de Stryker frente al apocalipsis de Magneto.

El personaje de Magneto pretende cambiar la tiranía opresora del reverendo Stryker por otra dirigida por él mismo. No cree en la posible bondad inherente del ser humano. Se arroga para sí el derecho de implantar un nuevo orden liderado por los mutantes. De hecho, por sí mismo5. Pero la siempre paciente y esperanzadora actitud del profesor Xavier nos sitúa ante las palabras de Luther King para inspirarnos y advertirnos al recordar que «[…] la paz no puede ser simplemente un objetivo distante, sino que son los medios con cuya utilización llegaremos a aquel objetivo. Para alcanzar un fin pacífico, debemos emplear medios pacíficos. Y con estas palabras, como análisis final, pretendo decir que el fin y los medios deben estar en estrecha correspondencia, pues el fin ya está contenido en los medios, y finalmente, unos medios destructivos nunca podrán llevarnos hacia un fin constructivo.» (Luther King, 106)

El profesor Xavier y Magneto simbolizan dos modos diametralmente opuestos de afrontar un problema común. Contra el odio y el miedo hacia lo desconocido, Charles Xavier propone esperanza. Esperanza bajo la asunción de que la especie humana acabará aceptando a los mutantes. Esperanza en un mundo mejor en el que, parafraseando a Luther King, los mutantes podrán exclamar: “Libres, por fin”. Esta actitud ingenua es rechazada de plano por Magneto. El mutante capaz de crear y controlar campos magnéticos personaliza la actitud incrédula, cínica y escéptica que le lleva a preferir medios violentos para lograr esa aceptación.

«[…] Debe por tanto un príncipe no preocuparse de la fama de cruel si a cambio mantiene a sus súbditos unidos y leales. (…) Es mucho más seguro ser temido que amado cuando se haya de renunciar a una de las dos. (…) Además los hombres vacilan menos en hacer daño a quien se hace amar que a quien se hace temer, pues el amor emana de una vinculación basada en la obligación, la cual [por la maldad humana] queda rota siempre que la propia utilidad da motivo para ello, mientras que el temor emana del miedo al castigo, el cual jamás se abandona.» (Maquiavelo, 88)

Una de las cuestiones más importantes en torno a la idoneidad de unos u otros medios para lograr el fin deseado estriba en el paso siguiente toda vez que el fin hubiese sido alcanzado. ¿Sobre qué cimientos se construiría ese hipotético modelo de sociedad que vislumbra Magneto? ¿Cómo justificar un nuevo “orden social” basado en el sometimiento? El modelo que deja entrever Magneto adolece del mismo fallo que él rechaza con beligerancia. Cuando los mutantes son perseguidos, lo son por su supuesta condición de seres indignos. Pero cuando Magneto pretende el mal para la humanidad no mutante, se convierte así en alguien tan indigno como la indignidad que dice combatir.

 

El odio a la especie humana y la sed de venganza inspiran la acción de Magneto.

Conclusión: un anhelo de dignidad.

Se iniciaba este artículo apostando por la idoneidad del cómic como medio perfectamente válido para la transmisión de valores morales. Una sociedad democrática está dotada, casi se diría que de forma natural, de una idiosincrasia colectiva (se habla, por ejemplo genéricamente, del carácter extrovertido en el caso de los latinos o de la mentalidad más fría y racional en el caso de los alemanes). Las más de las veces son clichés con más o menos fundamento. En cualquier caso, no resulta descabellada la consideración de que una misma sociedad pudiera compartir unos valores, unos mínimos de justicia6. Tales valores se envuelven en torno a la dignidad. De ella se derivan todos los demás. La dignidad es precisamente el valor esencial porque es lo que nos significa como personas. Como auténticamente seres humanos. Es cuando nos vemos despojados de la dignidad cuando desaparece dicha condición. La Alemania nazi jugó un papel determinante en la eliminación de tal consideración, hacia los judíos principalmente. Pero la historia nos ha dejado otros episodios similares más cercanos en el tiempo: la segregación racial en Estados Unidos (no superada de facto como atestiguan episodios de violencia y discriminación hacia la población negra) o los genocidios de Ruanda y Bosnia a principios de los años 90. Por no hablar del pueblo tibetano, los rohinyá en Myanmar y, más cercano aún en el tiempo y el espacio, el inagotable y lento pero incesante conteo de mujeres maltratadas, violadas o asesinadas por sus parejas o ex-parejas por ser juzgadas como inferiores. Todos los ejemplos señalados comparten el mismo diagnóstico: su dignidad les ha sido arrebatada. Por ello es inexcusable hacer hincapié, tantas veces como sea preciso, en la necesidad de educar desde pequeños, tanto en el ámbito familiar como en la escuela, en el valor absoluto de la dignidad humana. La vida en comunidad, la vida en democracia no se nos es dada. Más bien al contrario. Es, en un sentido orteguiano, un quehacer permanente. Tal vez no debería ser necesario recordar estas cuestiones por obvias y por considerar que una democracia debería tener de suyo, como elemento propio, el reconocimiento a la dignidad humana. De todos; sin excepción alguna. Las páginas del cómic Dios ama, el hombre mata nos recuerda, tristemente, que se trata de una titánica batalla ardua y constante ante la cual no es posible bajar la guardia. De ese modo, la dignidad se convierte en un anhelo para los X-Men en las viñetas de los cómics y en un derecho inalienable que debe ser continuamente reclamado para todas las personas.

BIBLIOGRAFÍA:

  • Arendt, H. (2009). Los orígenes del totalitarismo (pág. 420)Madrid: Alianza Editorial.

  • Claremont, C. y Anderson, B. (1982). Dios ama, el hombre mata. Girona: Panini Comics.

  • Culla, J.B. (2000). El mundo contemporáneo (pág. 13 y 258). Barcelona: Círculo de lectores.

  • Hajdu, D. (2018). La plaga de los cómics. Madrid: Es Pop Ediciones.

  • Kant, I. (2002). Fundamentación para una metafísica de las costumbres. Madrid: Alianza Editorial.

  • Luther King, M. (1973). El clarín de la conciencia. Barcelona: Aymá.

  • Malcolm X y Haley, A. (1964). Malcolm X. Una autobiografía contada por Alex Haley (ed. eBook enero 2019). Madrid: Capitán Swing Libros.

  • Maquiavelo, N. (1995). El príncipe. Madrid: Alianza Editorial.

  • Shakespeare, W. (2000). El mercader de Venecia (pág.105) (3ª edición). Madrid: Colección Austral.

  • Wertham, F. (1954). Seduction of the Innocent (reimpresión 2004). New York: Main Road Books, Inc.


NOTAS

1  La aportación de Wertham supuso un extraordinario quebradero de cabeza para las editoriales y un agrio debate en la sociedad norteamericana de los años cincuenta respecto a la libertad de expresión. La plaga de los cómics, de David Hajdu, referenciada en la bibliografía, da buena cuenta de ello.

2  Todas las ilustraciones que acompañan a este artículo están extraídas de la novela gráfica Dios ama, el hombre mata.

3  Fragmento de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos extraído de El mundo contemporáneo de Joan B. Culla, referenciada en la bibliografía.

4  Fragmento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos extraído dEl mundo contemporáneo de Joan B. Culla, referenciada en la bibliografía.

5  Con arreglo a esta caracterización, Magneto sería una encarnación más adecuada del Malcolm X anterior a su visita a La Meca.

6  La expresión está recogida en manuales de ética coordinados por la catedrática Adela Cortina cuando se define a una sociedad pluralmente moral como aquella que exige unos mínimos de justicia para la convivencia y en la que se ofrecen, a modo de invitación, unos máximos de felicidad. Por citar uno de ellos, el manual Ética dentro del proyecto “los caminos del saber” de la editorial Santillana.

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Creación de la ficha (2020): Francisco Fandos Marí. Con edición de Jesús Gisbert, Félix López y Manuel Barrero
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Francisco Fandos Marí (2020): "Un anhelo de dignidad", en Tebeosfera, tercera época, 14 (19-VII-2020). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 24/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/un_anhelo_de_dignidad.html