A estas alturas no es necesario justificar la figura de Francisco Ibáñez como fundamental en la historieta española, ni mucho menos la de su creación “Mortadelo y Filemón” como una de las más representativas de la industria. Basta con observar las cifras de ventas, las numerosas ediciones y reediciones, las colas de firmas en los diferentes eventos, la repercusión mediática del autor y sus personajes para comprender la importancia de los mismos en el cómic autóctono. Por tanto, la nueva edición que Signo Editores ha llevado a cabo recientemente en la que selecciona algunas de sus historietas no requiere del estudio narratológico, gráfico, semántico o sociológico que se podría aplicar a cualquier historia dibujada, ni siquiera es pertinente una valoración de la posible reiteración de esquemas, argumentos y recursos en la serie, ni de la supuesta decadencia de la misma. Valoraremos, entonces, las aportaciones que estos libros de Signo suponen en el mercado editorial español y en concreto en la edición de las aventuras de Mortadelo y Filemón.
Tres características son las que suponen una diferencia con respecto a otras publicaciones previas de estos personajes: la inclusión de textos introductorios y aclaratorios en todos los volúmenes, realizados por Antoni Guiral; la selección de las historietas, que incluyen las aparecidas en revistas previas al cambio de rumbo de la serie, cuando todavía se trataba de una “agencia de información”; y por último, el proyecto editorial en sí.
Antoni Guiral es el teórico que, hoy por hoy, cuenta en su haber con el mayor número de libros escritos sobre Bruguera y sus autores (Cuando los cómics se llamaban tebeos [2004] y Los tebeos de nuestra infancia [2007], ambos en Ediciones El Jueves, o El mundo de Escobar [2008], El universo de Ibáñez [2009], By Vázquez. 80 años del nacimiento de un mito [2010] y 100 años de Bruguera [2010], de Ediciones B, son una muestra suficiente). Colaborador habitual de Ediciones B, era a priori la persona más adecuada para actuar como asesor y redactor en este proyecto, y los resultados han sido los esperados: satisfactorios para la empresa y para los lectores. Los diferentes textos no aportan nada nuevo sobre los personajes que el propio Guiral no hubiera escrito ya, centrándose en su aspecto divulgativo y ameno. Lo que llama la atención es su profusión: no sólo existe un texto introductorio al inicio de la colección, sino que este tipo de aclaraciones se encuentran desperdigadas por todos los volúmenes, incluyendo textos en solapas, sobrecubiertas e incluso en unos curiosos pósteres temáticos con las “claves gráficas” de la serie (“Los orígenes”, “Los disfraces de Mortadelo” o “Los villanos”, son unos ejemplos) que se insertan en cada tomo. No sabemos si habrá sido una muestra de respeto por el lector o una estrategia para facilitar la lectura al público no habitual de estos productos, pero la inclusión de estos textos supone una agradable diferencia con respecto a otras ediciones ”indocumentadas” que parecen no tener en cuenta la ya larga trayectoria de estos personajes en la historieta española. Estas introducciones sitúan al lector en cada época de la serie, explican la evolución de la misma, la de los personajes en el contexto social en que se encontraban y la del autor y el resto de sus obras, añadiendo anécdotas (los trabajos apócrifos, las ediciones foráneas) que el aficionado ya conoce pero que pueden resultar llamativas y de interés para el no avezado.
La selección de contenidos también parece haber sido llevada a cabo por Guiral (al menos en parte, como se hace constar en créditos). Es imposible, por su gasto, realizar una edición que incluya absolutamente toda la producción existente sobre Mortadelo y Filemón. Los proyectos más ambiciosos a este respecto (las colecciones Todo Mortadelo y Filemón de Ediciones B publicadas en 2005) eran un mero reflejo de la colección Súper Humor Mortadelo con otro aspecto, y con las limitaciones y errores de esta última. Incluían las aventuras largas más representativas, pero de forma desordenada, no cronológica, y sin ningún tipo de explicación sobre el modo de edición. Otras recopilaciones “de lujo” (como la de Bruch, de 1989) se limitaban a recoger algunos de los álbumes y embutirlos entre tapas acolchadas, eso sí, con un papel más grueso de lo habitual. Con Signo se lleva a cabo una selección y edición cronológica de los cincuenta álbumes más representativos, indicando fecha de primera aparición, pero es que además se incluyen en su primer tomo varias historias cortas procedentes de diversas publicaciones de Bruguera, y otras tantas portadas ilustradas por Ibáñez en relación con sus personajes (y, por fin, no solamente las de Mortadelo semanal, sino también algunas de Súper Mortadelo, Súper Humor y hasta de la reciente Top Cómic Mortadelo). Se pueden poner pegas a esta selección: como no haber incluido algunos álbumes, o que algunas de las portadas que se usan provienen de reediciones y no de los primeros volúmenes compilatorios), pero el hecho de que se haya tenido en cuenta por primera vez a “Mortadelo y Filemón” como una serie en evolución, con muestras de casi todas sus etapas (se obvian las primerísimas apariciones de los personajes), es algo de agradecer a los responsables.
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| Todas las portadas de esta edición. |
Y si la calidad de los textos o de la selección pudiera ser criticable (o al menos cuestionable), lo que no admite comparación son las características de la edición. Signo ha planteado el proyecto como un conjunto de diez tomos editados en gran formato, con encuadernación cosida con cubiertas de cartoné y tela y sobrecubiertas. El papel utilizado y la encuadernación son de alta calidad, pero además se han incluido detalles que le dan un aspecto (y una entidad) diferentes: las sobrecubiertas, al estilo “francés”, presentan imágenes impresas en su parte interior; cada tomo se acompaña del ya mencionado póster que remarca, define y aclara los aspectos gráficos de la serie; y el conjunto se embala en una caja con un diseño específico. El material procede en su totalidad del ya utilizado por Ediciones B, lo que significa que la mayoría de historietas se han retocado con un color infográfico y se ha añadido un rotulado manual distinto al original de imprenta. Pero es curioso como proviniendo de la misma base el resultado es tan preciso, de aspecto tan lujoso, y no se observan como en tantas reediciones las molestas líneas dobles de impresión, o el aspecto de fotocopia en color deslustrada de tantos Olé. Sin duda, gran parte de responsabilidad de la sensación de edición cuidada la tiene el estudio de diseño, Tau Diseño, que le ha otorgado un aspecto moderno a estos libros y ha sabido conjugar adecuadamente dibujos de todas las épocas.
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Fragmento de una página en la que el azul y el negro no se llevan bien. Pocas, pero haberlas haylas. Bajo estas líneas, la chapuza: la última página de historieta se ha pegado a la cubierta, al no haber espacio para las páginas de cortesía. | |
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Nos encontramos, esta vez sí, ante una edición de lujo. Pero eso no quita que algunos aspectos se hayan descuidado o que sea la edición perfecta. En algunas ocasiones las imágenes que acompañan a los textos introductorios son excesivamente pequeñas, dificultando su lectura en aras de un mejor efecto visual. Otras veces, y de forma inexplicable, se aprecian páginas con defectos de impresión en relación con la aplicación de la tinta negra, que queda desleída sobe todo cuando se contrasta con la azul. Algunos defectos son menores, y derivan de la procedencia del material, esto es, Ediciones B. Debo de ser una de las pocas personas que prefieren (y añoran) el color indicado y las rotulaciones mecánicas de los primeros álbumes, pero es que hay páginas en las que el rotulado manual es declaradamente delictivo con respecto al acabado general. De todas formas, el peor defecto en cuanto a edición se refiere tiene lugar en el segundo tomo. Una chapuza que no se explica viendo el resultado global: no existen páginas de cortesía al final del tomo, y la última página de historieta aparece pegada a la tercera de cubiertas a modo de guarda. Un desastre que se podía haber previsto en la maquetación, prescindiendo de cualquier otra cosa del contenido del tomo.
Y no hay que olvidar el sistema de venta. Este producto no se puede obtener a través de las vías comerciales habituales, ya que, como el resto de promociones de Signo, debe establecerse un contrato de compraventa entre la empresa y el comprador, sin que existan intermediarios. Aquí aparece otro de los grandes inconvenientes de esta edición, el precio. El mismo no aparece publicitado, y el anuncio original de PVP de 1.890 euros ha sido desmentido por los editores, aunque sin que se haya aclarado el precio final, que debe consultarse vía telefónica (y que probablemente variará según la promoción existente). Si queríamos un trato igualitario del cómic con otros medios impresos, ya lo tenemos: Mortadelo y Filemón ya se venden como si fuera una enciclopedia. Lo cual, por una parte, es bueno, porque permitirá que el producto llegue a muchos más compradores potenciales que por otra vía. Pero no parece que, por los materiales escogidos (el superventas Mortadelo y el tan aclamado por los nostálgicos Capitán Trueno) se vaya a ampliar este tipo de ediciones a materiales menos conocidos aunque de gran valor artístico. El material realizado por los olvidados dibujantes de la escuela Bruguera, el de los autores innovadores de los setenta o, más remotamente, el de los colaboradores de las revistas de antes de la guerra civil, probablemente no tendrán cabida en este proyecto.
La publicación de “Mortadelo y Filemón” de Signo Editores ni mucho menos es la edición “definitiva”, pero la profusión de textos aclaratorios y la, en general, excelente calidad de edición la convierten en la mejor selección de material de estos personajes que se ha hecho hasta ahora, con unas características de producción sin precedentes y con una campaña publicitaria ambiciosa (con anuncios incluso en revistas especializadas como Dolmen) que prevé un campo de ventas (y, por tanto, de conocimiento del medio) más amplio.