UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA
MIGUEL VAZQUEZ FREIRE

Resumen / Abstract:
Reseña de la obra de Michael F. Patton y Kevin Cannon "Filosofía en viñetas" / Review of the work of Michael F. Patton y Kevin Cannon "The Cartoon Introduction to Philosophy"
  • “Como la filosofía… ¿Qué mejor forma…?”

UNA INTRODUCCIÓN A LA FILOSOFÍA

He aquí un excelente manual de filosofía elemental presentado de forma a la vez amena y con el rigor que cabe exigir al medio utilizado, la narración propia de la historieta gráfica. No es su más pequeña virtud el reconocimiento explícito de sus límites, el saber situarse ante el lector desde el primer momento como un viaje que, como ratificará al final, solo permite “arañar la superficie”, un viaje, por lo tanto, que el lector habrá de proseguir por su cuenta si quiere ir más allá de esa superficie. Pero al tiempo reivindicando también explícitamente la idoneidad del medio para el objeto que se propone (idoneidad que seguramente más de uno discutirá) porque, ¿acaso la filosofía no ha usado con frecuencia “descripciones visuales, analogías y metáforas”? ¿Qué mejor forma, entonces, que introducirse en ella mediante la narración gráfica? El resultado, en mi opinión, es una plausible respuesta afirmativa a esta pregunta.

Aunque en el recorrido de este viaje veremos aparecer grandes filósofos, desde los lejanos presocráticos hasta David Chalmers, un autor nacido en 1966, no se trata de una historia de la filosofía sino de una introducción a los grandes temas filosóficos. Puede ser, por lo tanto, especialmente útil para el trabajo con alumnado de Filosofía de 1º de bachillerato porque, si bien la división temática - Lógica, Epistemología (que se presenta dividida en Percepción y Mente), Metafísica (dividida en Libre Arbitrio y Dios) y Axiología (Ética)- no coincide exactamente con la actual del curriculum de esa materia en España, puede adaptarse perfectamente. Por otra parte, me parece que la habilidad de los autores hace que pueda tener interés para cualquier lector o lectora a partir de los 14 años en adelante (sin límite por arriba) que quiera iniciarse por su cuenta en el pensamiento filosófico, es decir, puede interesar a lectores autónomos, sin necesidad de la mediación del profesorado.

Patton y Cannon escogen a Heráclito como figura conductora, lo que les proporciona la metáfora inicial con la que dotan de continuidad a su relato: el río de la filosofía. Es Heráclito quien nos lleva de su mano en esta navegación y nos advierte de que los autores seleccionados están tomados del “canon establecido”, por eso “está tan cargadito de testosterona”, es decir, solo lo forman hombres, una muy conveniente precisión. Por otra parte, no cabe objetar en exceso las figuras del canon seleccionadas (alguien podría preguntar, por ejemplo, qué hace ahí La Mettrie en lugar de cualquiera de las figuras principales de la Ilustración francesa, o Turing y David Chalmers como únicos representantes del pensamiento del siglo XX), porque a lo largo de la obra veremos que lo han sido, por buenas razones, en función de los procesos argumentativos y de las controversias que los temas suscitan.

El grafismo, sencillo y eminentemente funcional, acierta a evitar un defecto habitual en este tipo de proyectos, que casi nunca saben dotar de continuidad diegética al relato. No es el caso de esta Filosofía en viñetas, donde la abstracción y complejidad de las ideas aparece siempre ingeniosamente conectada con las situaciones concretas que en cada momento se nos presentan, con recursos realmente logradísimos a la hora de pasar de un punto de vista a otro, siempre con el fluir de las aguas del río como elemento conductor. Presumo que la clave de este raro acierto está en la estrecha colaboración entre el experto filósofo y el autor gráfico, no en vano firman conjuntamente el texto.

La iconografía escogida para representar a los autores es sin duda tan cuestionable como de escasa importancia ese posible cuestionamiento. Cierto que en más de un caso se escapa de la visión que nos ha dejado la tradición (la más notoria: ese Tomás de Aquino barbudo), pero finalmente el lector aceptará sin problemas las caricaturas escogidas, pues al fin y al cabo ¡a Nietzsche no le han recortado sus grandes bigotes! Supongo que eso sí que no lo habríamos perdonado. Aunque cada autor es presentado mediante una sumaria ficha que lo sitúa en su época histórica, su presencia viene reclamada por la aportación a los temas tratados. Eso explica que algunos reaparezcan en varias ocasiones, puesto que su contribución no se reduce a un único ámbito temático.

Por otra parte, el rigor en la exposición del pensamiento de cada autor no elude la inclusión de atrevidos anacronismos que el lector reconocerá sin problemas, pues el juego humorístico del propio relato pronto nos pone en guardia: por ejemplo, Heráclito diciéndole a Aristóteles en plena escalada deductiva: “oye, ¿y tú como sabes qué es un microondas?”. Legítimas licencias que aceptamos porque lo que los autores persiguen no es el conocimiento específico de las posiciones de unos filósofos sino el estado actual de las ideas filosóficas sobre los grandes temas. Por eso los autores no son vistos como figuras fósiles de un pasado que estudiamos porque nos lo impone el saber académico, sino como contribuyentes activos en el desvelamiento de problemas fundamentales que hoy nos siguen interesando. Así, por ejemplo, cuando Hume explica su distinción entre “cualidades primarias” y “secundarias” lo hace aplicando los actuales conocimientos sobre las ondas luminosas y la estructura atómica de la materia, que obviamente en su época aún se ignoraban pero que, podríamos decir, usaría hoy porque en efecto ratifican su distinción.

“En filosofía nada puede considerarse zanjado”, nos alecciona Heráclito mientras pasamos del tema de La Mente al del Libre arbitrio. Pero, lejos de aparecer las distintas posiciones filosóficas como opiniones más o menos creativas de autores geniales, siempre se nos muestran como resultados problemáticos de honestos esfuerzos por encontrar la verdad. De este modo, las posiciones contradictorias no son aceptadas sin más por ser la aportación de este o aquel autor, sino que bien al contrario se presentan como lo que son, opciones controvertidas y mutuamente excluyentes. Y en estas disputas Patton y Cannon no aparecen como espectadores neutrales. Al contrario, aunque fieles a la observación de Heráclito (de “su” Heráclito, del que se han inventado como guía en esta historieta, no del histórico) dejarán abiertos la mayor parte de los problemas en disputa, no eluden mostrar una posición propia, que yo sintetizaría en dos puntos: el primero, que la filosofía y la ciencia siguen manteniendo una conexión que procede de su común origen y, en aquellas cuestiones en que la ciencia ofrece soluciones, a la filosofía no le queda otra que aceptarlas; el segundo, una orientación favorable a las corrientes filosóficas anglosajonas, renuentes frente a las opciones de carácter metafísico. Posición discutible, naturalmente, pero que yo prefiero sin duda a la pretendidamente aséptica neutralidad que acaba dando como indiferente optar por el innatismo cartesiano o por la tábula rasa empirista.

La renuencia antimetafísica nos depara algunas de las transiciones más estupendas, como el momento en que “nuestro” Heráclito le da con las puertas en las narices al bueno de Descartes cuando se propone explicarnos su prueba de la existencia de Dios para superar su inicial escepticismo. O cuando le suelta a Berkeley: “Vale, pues si tú y Locke podéis recurrir a un Deus ex machina… ¡Yo también!”, y hace caer la barca sobre el río para proseguir su viaje. Aunque mi momento favorito es cuando aparece ¡David Chalmers zombi! (me hubiese encantado también que lo pusiesen a debatir con Daniel Dennett pero… no hay espacio para todo). Los temas de la percepción y la mente están repletos de alusiones a la neurociencia, incluido un cameo de Phileas Gage (sin identificar) con el hierro atravesando su cráneo, y a los debates contemporáneos sobre la superación del dualismo y la cuestión de la conciencia, con los cerebros en cubetas como versión actualizada de la duda solipsista cartesiana.

El cierre, con el tema de ética, que se nos dice que “puede ser el campo más importante de la filosofía”, probablemente deje al lector con cierta sensación de insatisfacción, de que, tras reconocerle esa importancia, el desarrollo resulta especialmente corto. A mí personalmente me hubiese gustado que se incluyese también un apartado sobre filosofía política. Pero, como adelanté, los autores no engañan: solo han arañado la superficie. No es malo, por lo tanto, que el lector cierre el libro pidiendo más. Al contrario, yo diría aún más (si me permiten la paráfrasis Hernández y Fernández): no es nada malo. Es lo mejor que cabe aguardar de una buena introducción en viñetas a la filosofía.

 

 

 

Creación de la ficha (2020): Antonio Moreno
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
MIGUEL VAZQUEZ FREIRE (2020): "Una introducción a la Filosofía", en Tebeosfera, tercera época, 14 (19-VII-2020). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 21/XI/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/una_introduccion_a_la_filosofia.html