Title:
Walicho, a graphic spell
Resumen / Abstract:
Reseña del comic de Sole Otero 'Walicho' (Salamandra Graphic, 2023) / Review of the comic book 'Walicho' (Salamandra Graphic, 2023), by Sole Otero
Palabras clave / Keywords:
Sole Otero/ Sole Otero

WALICHO, UN EMBRUJO GRÁFICO

  

Según el Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española, si bien la palabra gualicho (nombre que daba la comunidad tehuelche al espíritu del mal) ha caído en desuso con la acepción de diablo en Chile, hoy en día se sigue empleando como sinónimo de hechizo y del objeto que lo produce en Uruguay y Argentina. Así lo usaba Eduardo Galeano en el microrrelato “La mala racha” de El libro de los abrazos. Y precisamente con ese significado lo rescata (aunque no con la escritura normativa en español) la historietista rioplatense Sole Otero, autora de Walicho (2023), novela gráfica que sin duda embruja (o engualicha).

Estructurada en nueve capítulos con un número de páginas muy variable (que a veces no llega a la veintena pero que en el capítulo más extenso se acerca a las noventa), toda la acción se desarrolla en diferentes localizaciones de Buenos Aires: el puerto, una terraza, varias viviendas, un convento, un parque, una estancia... Cronológicamente abarca más de dos siglos y medio: el capítulo inicial arranca en 1768, año en el que arriban al puerto de Nuestra Señora del Buen Ayre tres misteriosos personajes femeninos acompañados por una no menos enigmática cabra, mientras que los capítulos restantes atraviesan los siglos XIX y XX hasta la actualidad con continuos saltos en el tiempo.

El eje vertebrador de la obra es esa enigmática hermandad (una y trina) femenina, así como sus poderes y rituales secretos, los cuales siempre operan en connivencia con su inquietante acompañante capruna y en menoscabo de numerosos personajes masculinos. Sin embargo, no puede afirmarse que este curioso terceto sea en sentido estricto el único protagonista de la obra, pues Otero, además de con el tiempo, experimenta con numerosos géneros narrativos cuyas acciones centrales muchas veces relegan  a las tres hermanas y a su siniestra cabra a un plano secundario. Así, por citar algunos de los casos más significativos, en el primer capítulo, deudor de la literatura de viajes, las hermanas y su insólita mascota son presentadas a través de la mirada de una pasajera arquetípica del conservadurismo colonial que encarna un modelo de mujer que se encuentra en las antípodas de esas tres mujeres independientes y ajenas a toda autoridad masculina. En el cuarto, ambientado íntegramente en el piso de una joven con agorafobia, Otero se acerca al género epistolar y narra a través del intercambio de un tipo de texto tan vintage como es el correo electrónico en tiempos de las redes sociales y la inteligencia artificial, y el trío solo emerge en los mensajes de un joven interlocutor digital, que huye de toda una vida bajo su tutela. A su vez, en el séptimo se adentra en las escrituras del yo a través de la recreación del entrañable diario de Graciela, una adolescente de trece años, en el que los insólitos hábitos y rituales de las tres hermanas son una aventura juvenil presenciada con tanta curiosidad como asombro. Es más, según se apunta en la página de cierre de ese capítulo, este diario forma parte de un expediente policial, y, en efecto, el género negro, como bien atestigua el perturbador interrogatorio recreado en el penúltimo capítulo de la obra, también es transitado en las páginas de Otero, donde las sospechas y las hipótesis sobre la naturaleza paranormal, diabólica o criminal de las tres hermanas inquietan cuando no desestabilizan al resto de personajes.

Cabe señalar que tanto en esos capítulos desde el punto de vista narrativo más experimentales como en aquellos en que la narración se apoya de forma más convencional en los diálogos, Otero hace una tentativa más que encomiable de recrear la modalidad porteña a lo largo de los siglos y entornos sociales que recorre, y en el tercer capítulo, a través del personaje de Ailín, quien aspira a convertirse en machi, además, de su convivencia con la lengua y la cultura mapuche. Asimismo, es interesante puntualizar que la diversidad también caracteriza a los interlocutores de esos capítulos dialogados: dos amigos hombres en el primer capítulo, una pareja de enamorados en el sexto o un grupo de amigas íntimas en el capítulo de cierre.

Por supuesto, a esta multiplicidad espacial, cronológica, genérica, lingüística y humana hay que sumar a su vez las singularidades cromáticas, compositivas y tipográficas de cada capítulo (que abarcan desde el estilo naíf del diario de Graciela, las pinceladas costumbristas del capítulo ambientado en la estancia del Palenque y la recreación colorista de la vida de los urbanitas  argentinos contemporáneos hasta las incursiones en el inframundo onírico de la joven con agorafobia o la atmósfera de terror del inmoral convento del quinto capítulo). Y es que en Walicho Otero despliega la maestría para las obras de largo aliento que ya exhibía en Naftalina (2020), ganadora del XIII Premio Fnac-Salamandra Graphic.

Mas la historietista argentina no cae nunca en el mero ejercicio estilístico o exhibicionismo. Prueba de ello es el magnífico empleo de la técnica de los vasos comunicantes, mediante la cual se entablan numerosas relaciones entre los nueve capítulos y las nada más y nada menos que trescientas setenta y seis páginas que conforman esta monumental novela gráfica. Y es que Walicho es mucho más que la mera suma (e incluso interconexión) de sus partes: es un hechizo verbal y un embrujo gráfico al que sucumbirá incluso el público que opte por una sutil relectura en busca de una explicación convincente para la confabulación sororal que la atraviesa.

Creación de la ficha (2024): Félix López
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
Bárbara Rodríguez Martín (2024): "Walicho, un embrujo gráfico", en Tebeosfera, tercera época, 25 (23-IV-2024). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 17/V/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/walicho_un_embrujo_grafico.html