Las improntas paisajísticas de su adolescencia y
juventud, su extraordinaria capacidad para el dibujo, su estilo
naturalista, la veneración por los grandes ilustradores mencionados, su
gusto por la mitología artúrica, y en general por las sagas épicas y la
capacidad para el relato, adquirida por su trabajo como historietista en
Tarzan, confluyen en un Foster maduro, cercano a los cincuenta años, y
le predisponen para la realización de su particular y personal saga
artúrica, que la historia de los cómics reconoce con el nombre de
Príncipe Valiente, una de las grandes obras maestras de la
historieta universal, y, como dice Bill Blackbeard, uno de los archivos
gráficos más imitados por dibujantes de cómics de todos los tiempos.
La
capacitación técnica de Foster alcanza su máximo a los pocos meses de
empezar la obra. Trasforma la estructura de la sunday,
disminuyendo el número de viñetas de doce (como en Tarzan) a
nueve. En muchas páginas introduce paneles dobles, triples o incluso
cuádruples, vigilando los fondos, y llenando el escenario de figurantes.
La contemplación atenta de las grandes viñetas de Foster es una
auténtica delicia, pues mientras que el motivo principal de la misma
destaca, y propone el clímax de la acción, los acontecimientos
secundarios son una plétora de pequeñas acciones, en las que se ven
niños correteando, caras detalladas altamente expresivas, personajes que
se ruborizan, decoraciones matizadas y documentadas, defectos de
estructura como goteras desconchones… armas oxidadas y en general
cualquier detalle por nimio que resulte. Como en Tarzan, centra
la estructura narrativa en la viñeta secuencia, alcanzando en esta obra
todo su significado, que recuerda un escenario teatral, o un plano
general cinematográfico, eso sí, perfectamente coreografiado. Los textos
también se sitúan fuera de la ilustración donde trascurre la acción,
siendo mucho más poéticos -son suyos- que los de Tarzan, y son
siempre acordes con la grandeza del dibujo que apoyan. Es en esta obra,
donde se desarrolla lo que muchos comentaristas denominan serial río,
relato caracterizado por una historia continua que no tiene los puntos
de inflexión propios, marcados por los finales y principios de episodios
más o menos extensos e independientes. El tiempo, será pues uno de los
protagonistas del relato, pues los personajes pasarán a su través,
creciendo, madurando y envejeciendo. Este hecho trae como consecuencia
otra de las grandes innovaciones de Foster; la creación desarrollo y
maduración de los personajes, incluido el propio protagonista que se
aleja de los conceptos arquetípicos, resultando además el personaje más
definido de la inmensa cosmología de Foster.
Conoceremos
a Val como un niño, y lo despediremos como a un hombre maduro con las
cicatrices y el encallecimiento propios de la edad. La variedad de
escenarios es también otra de las grandes características de Foster, a
las que rápidamente les dota de identidad telúrica y sociológica. Grupos
humanos desarrollando trabajos, con fuerte respaldo de archivo
documental, y envueltos en un paisaje tan real como espectacular. Este
fuerte apego a la tierra, y en general al panorama es absolutamente
imprescindible en el desarrollo de una saga de proporciones épicas. No
hay que olvidar que Príncipe Valiente, entre otras cosas, lo es.
Pero además, no rehuye de las tramas líricas, cómicas, pasionales e
incluso costumbristas y familiares, que se definen mejor con planos más
detallados, o primeros planos, y en esta técnica de relato Foster sigue
mostrando su asombrosa competencia. Dichos planos tienen la misma
contundencia que las panorámicas, pues es también un consumado maestro
de la anatomía y de la fisonomía. Sus personajes son totalmente
reconocibles, y su capacidad mímica y expresiva es consecuente con los
sentimientos expresados. Foster trasciende el concepto de ilustrador y
entra en la categoría de los grandes narradores, pues su obra,
Príncipe Valiente, por bien dibujada que esté, que lo está, es sobre
todo una narración en estado puro, y su autor todo un maestro, por mucho
que se le acuse de estatismo, rigidez y en definitiva frialdad
ilustradora (De Blas, 1978).
Foster y
Val. Valoración conceptual.
La valoración de una obra de la envergadura de
Príncipe Valiente requiere un profundo estudio y analizar sus
múltiples niveles de lectura. Si anteriormente se ha hablado de su rico
y variado aspecto formal, caracterizado fundamentalmente por la idea y
posterior desarrollo de la viñeta secuencia, del detallismo en la
composición, y la formación de personajes alejándolos de los reducidos y
estólidos conceptos de los arquetipos, el análisis de sus valores
conceptuales resulta altamente gratificante por la modernidad de sus
contenidos. Una de las primeras impresiones que recibe un lector neófito
es la del respeto y veneración por el paisaje como un entorno puro no
mancillado por las incompetentes manos de la humanidad. Cuando la obra
navega por estos derroteros adquiere un enorme tono documental que
alcanza gran plasticidad y fisicidad en la descripción de técnicas de
pesca, caza, elaboración de útiles y enseres como lanchas, trampas,
esquíes y demás objetos dentro de un realismo extremo. De esta manera,
jamás veremos a nuestro protagonista fabricando un arco de precisión con
una fogata y una rama, como si de El Capitán Trueno, o El Jabato se
tratara. Por el contrario, los instrumentos son groseros, de un uso
limitado e imperfecto, pero con una más que realista y tosca eficacia.
Son muchos los momentos en los que Foster rompe el ritmo del relato para
incluir unas planchas de ambiente bucólico, que va desde la amabilidad a
la ferocidad, y donde la preparación del protagonista supera y triunfa
sobre el lado despiadado de la naturaleza. Por el contrario, es
relativamente frecuente que el desgaste y la pérdida de control de
personajes con roles negativos se acelere por la huida a través de un
paraje hostil, bien por el miedo a la venganza de su perseguidor, bien
por su propia incompetencia, o por una mezcla de ambas cosas. De esta
manera la propia naturaleza es un ente justiciero que acaba con los
malvados, o que acelera irreversiblemente su fin. Foster se muestra como
un anticipado ideólogo del ecologismo. Por cruel, despiadada y hostil
que se torne la naturaleza, incendios, torrenteras, arrecifes,
tormentas, marismas y mosquitos, siempre corresponde con un lado amable
y pródigo en recursos, tales como los ríos trucheros, la despensa de
carne, o el simple solaz que supone tomar el sol y disfrutar de las
vistas.
Pero si Foster aparece como un narrador documentalista en
contextos naturales, se muestra licencioso en cuanto a ambientación
histórica se refiere. Si la acción de la strip sucede en un
hipotético siglo V de nuestra era, allí se mezclan sin ningún reparo
hechos, ambientes y objetos de muchas épocas históricas, con lo que el
resultado final parece como un medioevo de guardarropía de alguna
película de la época dirigida por Cecil B. de Mille. Valgan unos
ejemplos para ilustrar esa tesis. Cuando Val viaja a Tierra Santa
aparece perfectamente dibujada en la plancha 225 la mezquita de Omar, en
una época anterior al nacimiento de Mahoma y por lo tanto a la formación
del Islam. Se ignora quién fue el inventor de los cascos con cuernos o
plumas que lucen los habitantes de Noruega, lo que está claro
es que ese tipo de tocados no se ha hallado en ninguna excavación
arqueológica. En el relato aparecen sin ningún decoro construcciones de
varias épocas, desde el prerrománico hasta el barroco. Demasiada mezcla.
Así por ejemplo, la fortaleza de Andelkrag que aparece en la plancha 120
parece un castillo del Rhin del siglo XVI. Las embarcaciones cubren un
abanico que engloba varios siglos de historia, desde pecios de cabotaje
hasta carabelas modernas, con veleros del siglo XIX, como en el que
viaja Val cuando llega a América. Las vestiduras, armamento, muebles,
enseres, atalajes de los caballos, e incluso la decoración interior de
palacios parecen de la época renacentista. En muy poco tiempo se sucede
la invasión huna, la caída de Roma, la cristianización del norte
occidental, la aparición de focos nacionalistas irlandeses, y hasta el
posible descubrimiento
de América por los vikingos, eso sí, basado probablemente en textos
apócrifos, de la época de Eric El Rojo.
Da igual, puesto que la obra no es una lección de
historia. Son tan sólo licencias para encuadrar y dar espectáculo a un
relato, en un tiempo y espacio que resulta falso. La buena documentación
de los cómics medievales se halla en el género histórico propio de los
álbumes franco belgas, en los que autores como Hermann, Rouge, Adamov o
el excelente Julliard se lucen en la ambientación histórica, con unos
archivos y referentes infinitamente superiores a los de Foster. Ni
siquiera la cuidada, documentada y aburrida topper (historia
complementaria en formato parecido a una daily, y en color, que
ocupaba el tercio inferior de la sunday, quedando los dos tercios
superiores dedicados al título principal) Castillo Medieval, obra
de Foster e incluida en las sunday pages de Prince Valiant
desde el 23 de abril de 1944 al 25 de noviembre de 1945, puede competir
con la pulcritud documental que exhiben los autores europeos
anteriormente citados. Pero si en los detalles de ambientación Foster no
anda muy fino, sí que es extremadamente cuidadoso en el tema equino, con
una documentación meticulosa y exquisita. Salvo el uso de algunos
caballos comodines, estos animales están retratados en toda su realidad.
Los hunos montan caballos de tipo “Tarpan”, pequeños y resistentes. El
poderoso caballo de guerra del Príncipe Valiente, Arvak, es un
“Clydesdale” de estampa realista. Los caballos de los fiordos, jacas, y
caballos beréberes norteafricanos son iguales a sus modelos. Llama la
atención el realismo que imprime en las actitudes, expresiones de
cansancio, miradas agresivas propias de los équidos, sudor casi físico,
su buen o mal estado de carnes, y en general su dinámica y sus posturas
en estación.
Foster crea personajes
alejados de los arquetipos. Uno de los trucos narrativos más típicos de
un relato consiste en fomentar la personalidad de los personajes
secundarios, descargando de esta manera el peso de la narración sobre el
protagonista, generalmente muy desdibujado. Will Eisner era un consumado
maestro de esta técnica, pues The Spirit es tan estólido y tan
pétreo que su capacidad de respuesta se hace prácticamente nula, por lo
que su autor carga toda su creatividad en la humanidad de los
secundarios, especialmente mujeres, y personajes que en el cine se
llaman de reparto. Otro de los trucos
consiste en incrementar el maniqueísmo, por lo que los buenos y los
malos están separados por barreras éticas y estéticas infranqueables.
Foster elude ambas técnicas, molestándose en hacer
aparecer al protagonista como el personaje más matizado y trabajado, y
además permite a muchos de los secundarios franquear los roles de buenos
y malos, por lo que aparecen más reales. Ni el malo es tan maléfico, ni
el bueno es tan santo. Foster pone tonos de gris. Como el gran narrador
que es, crea con gran soltura personajes femeninos, tanto en las partes
más épicas del relato, como en las líricas, y por supuesto en las
cómicas domésticas y costumbristas. En el relato aparecen brujas,
reinas, fregonas, matronas, seres de enorme poder y ambición y almas
cándidas. La inteligencia, sin el uso de los tópicos ardides femeninos,
caracteriza a estos personajes, y en general asumen los mismos roles que
sus contrapartidas masculinas. En aquella época pocos autores
consideraban los personajes femeninos como algo más que una decoración o
lastre para el héroe. Sin llegar a la profundidad que alcanza Caniff en
Terry y los Piratas, y sobre todo en Steve Canyon o el ya
citado Eisner, las mujeres de Foster son de las mejor tratadas en el
cómic de aquellos años.
Una obra tan larga, y en general con un ritmo tan
elegante y sostenido, está cuajada de momentos magistrales, de subtramas
atinadísimas y de viñetas clímax que parecen grandes cuadros aislados
pero que adquieren su enorme significado en la estructura del relato.
Cuando el rey Arturo nombra a Val caballero ante el alborozo de sus
camaradas, muchos de ellos heridos y ennegrecidos por el fuego, en un
campo cuajado de cadáveres de enemigos (plancha 103) Foster se viste del
tono más épico, y retrata sin pudor una gloria merecida. La caída de
Andelkrag por la barbarie fanática, y la posterior guerra contra los
hunos, en una clara alusión de la II Guerra Mundial, es una de las
mejores subtramas de la obra. En la enorme viñeta de la página 165 se ve
a un Príncipe Valiente vestido de pescador, hablando de la guerra, y por
extensión de la vida, ante un grupo de pomposos generales ávidos de
gloria, y con caras de incapacitados para su oficio. Esgrime un libro de
la historia del mundo (licencia poética del autor), y en su parlamento
afirma que las conquistas sangrientas son poco perdurables. Para él, la
guerra contra los hunos no era más que un acto de defensa ante una
hueste intolerante y fanática. No desea expandir fronteras, sino
mantener las ganadas que van a separar la civilización de la barbarie.
Esta viñeta como otras de análogo significado constituyen una
declaración de intenciones de Foster, un intento de mantener un modo de
vida que en un futuro próximo la intolerancia y el oscurantismo van a
mancillar. Previamente en la plancha 160, ha mandado la cabeza del
general huno a su caudillo, con una irónica nota, por la que le explica
que las huestes asiáticas no son invencibles. La inteligencia y la
motivación pueden derrotarlas. En el rapto y la seducción posterior de
Aleta, su futura esposa, descansa una trama cuajada de pasión y delirio.
La obnubilación y la pasión de Valiente dejan paso al comienzo de su
madurez, en los ardientes desiertos del Mediterráneo Sur. La destrucción
de un estado para liberar a su novia raptada por un cruel y sibarita
señor de la guerra no niega la inteligencia del protagonista para
aprovechar todos los recursos que en ese momento tiene a su disposición,
incluida la manipulación de dos caciques débiles para que pongan un
ejército liberador a las órdenes de Val.
La muerte de Donardo, el raptor de Aleta en manos de su sanguinario
novio, no deja de ser un acto deportivo para ambos contendientes.
El sátrapa acepta la muerte a manos de su enemigo con la misma sencillez
que aceptaría una derrota de ajedrez.
La mezcla entre la pasión amorosa de Val y su frialdad e
inteligencia como estratega, avalan la buena construcción de personajes
de Foster: En pocos meses, y a consecuencia de una persecución
despiadada en medio de una naturaleza hostil, Val y la grávida Aleta
llegan a América. Tras las violentas páginas del feroz acoso de Val al
príncipe Ulfrun, la lírica se impone en el relato, en lo que quizás sea
el momento cumbre de la obra. Foster con un ritmo lírico y evocador
suspende el relato durante casi cuatro meses, para dar pie a su propia
nostalgia retratando los paisajes de su juventud (se aproxima a los
sesenta años) y narrando tan sólo el parto de Aleta, en medio de una
sucesión de grandes viñetas que tan sólo describen el paso de las
estaciones en el momento más documental y lírico de la obra. El autor
está disfrutando y contagia ese ardor a sus lectores. La pasión de
Foster por la civilización se desata en la plancha 750, en la que dos
caballeros paganos amigos de Val se despojan de todo su atalaje guerrero
y ayudan a colocar la piedra angular del arco de una iglesia a Mario el
Dálmata, un cantero que en su arrogante sencillez parece un rey. La
escena es metafórica. Las armas se abandonan y se construye una
civilización, y para cimentarla solo se necesita la voluntad. En el
pictograma final de la plancha, bellamente descrito por Foster se ve el
gran esfuerzo físico de dos caballeros, un esclavo liberado, un monje y
el mencionado Mario en un trabajo conjunto que simboliza muchos de los
aspectos positivos de la humanidad. El arte de crear frente al demérito
de la destrucción. Es toda una declaración ideológica realizada por un
poeta.
Sin abandonar las gestas artúricas de la que la obra es
deudora, el propio rey Arturo le pide a Val que averigüe la verdad sobre
el grial. Con la mentalidad científica del protagonista, éste se ve en
la duda. El mismo San Patricio en el verde y encantador paisaje irlandés
le dice a Val que la copa no es más que un mito. Cuando Val le lleva esa
información al rey, Arturo duda, evolucionando de leyenda a persona
real. Al fin y al cabo es encantador creer en mitos, pero estos tan sólo
son lo que son. Quimeras.
Conclusión. El espíritu de Foster sigue vivo.
En la gran época de la strip, desde principios de
la década de los cuarenta a principios de la de los sesenta, Foster es
un hombre maduro que trabaja sólo, prácticamente sin asistentes, y
llegando a trabajar 50 horas semanales, según el estudioso Maurice Horn.
Frente a la producción industrial de un comic book en el que se ven
interesados muchos operarios, tales como argumentistas, guionistas,
dibujantes de lápiz, entintadores, fondistas y coloristas, todos ellos
sometidos a la presión de editores que en muchos casos castran la
creatividad de los narradores, Foster trabaja solo y prácticamente sin
presiones editoriales. Es un artesano concienzudo de gran capacidad y
entrega, avalada por un extraordinario ritmo de producción. El hombre
maduro va convirtiéndose en el anciano que merma su capacidad, y ya con
cerca de 80 años se va retirando, dejando un trabajo de más de 1.750
páginas
Su gran profesionalidad y su consideración con sus
lectores le motivan a elegir el que será
su sustituto, en el dibujo, ya que los textos todavía seguirán siendo
suyos. Por lo que no deja de ser un curioso ejercicio observar páginas
de comienzos de los años setenta que vienen sin firmar y están
realizadas por los aspirantes a ser los sucesores del maestro. Se
aprecian los estilos de Wally Wood (plancha 1.762, de 15-XI-1970), y del
que será su continuador John Cullen Murphy (siendo su primera plancha la
1.757, y alternando con Foster hasta la 1.788, de 16-V-1971, y última
del viejo maestro). El canto de cisne de Foster, su última firma aparece
en la plancha que hace la número 2.000 de
8 de junio de 1975, y representa su final como artista y, prácticamente
el de su vida. Incapaz de dibujarla utiliza para su última página
dibujos anteriores, y la titula “Efemérides en la vida de Val”. Foster
emprende la última curva de su camino, deteniéndose
el 29 de julio de 1982. La paulatina retirada de Foster va
mermando la calidad de la obra, por otra parte ya iniciada debido a la
avanzada edad del autor, y al lógico desgaste que sobreviene tras
mantenerla tantos años en edición. Cuado John Cullen Murphy va
haciéndose con el control de la obra, esta ya no es sombra de lo que
llegó a ser.
Pero como se suele decir, los viejos maestros nunca
mueren… del todo, y su espíritu se ha mantenido en la obra de bastantes
autores. Muchos críticos y estudiosos del cómic, opinan que el estilo de
Foster es uno de los que más influencia han generado. Para Mariano
Bayona Estradera, las obras más imitadas de todos los tiempos son
Superman, Flash Gordon y Príncipe Valiente. Bill
Blackbeard afirma que las viñetas de Foster son las más fusiladas en la
historia del cómic. Antonio Lara, sin embargo, propone a Milton Caniff,
como uno de los grandes autores seminales. Muchos estudiosos profundizan
en estas ideas, guardando las distancias con líneas polemistas más
fugaces, tales como Maurice Horn, Ron Goulart, Javier Coma… Queda pues
claro, según esta línea de pensamiento ortodoxo, que autores como Caniff,
Raymond, Hogarth, Foster, y el propio Eisner constituyen la referencia
más emblemática y conocida de los cómics realistas actuales, y sobre
ella evolucionan, y a veces involucionan, las grandes innovaciones
técnicas que se crearon en la época más clásica del cómic
norteamericano, y por extensión mundial.
Los imitadores de Foster se cuentan por docenas. Muchos
cualificados dibujantes “toman prestadas” secuencias, con lo que añadido
a una incapacidad para estructurar los relatos, da como resultado una
elegante sucesión de viñetas sin ritmo narrativo. Algo tan frío como
estático, y que tan bien ha definido J. M. de Blas en referencia
hemerográfica anteriormente citada. Pero al igual que existen este tipo
de dibujantes, hay autores que asumiendo sus influencias, son capaces de
adaptarlas a su estilo, fusionándolas con otras, para originar trabajos
o estilos de fuerte capacitación estética. El hálito de Foster y su
razón se mantienen entonces vivos, y con la misma vigencia que la
mantenida en sus tiempos de gloria, cuando su firma se estampaba como
marchamo de calidad en sus planchas. El somero recorrido que se va a
plantear, permanece ajeno al formato dominical, expandiéndose además a
otros países, avalando con otra razón más, que la obra de Foster es
universal.
Teniente
Blueberry,
obra del tándem Jean Michel Charlier / Jean Giraud, asume influencias
“fosterianas” en la interacción del ser humano con un medio hostil. En
los álbumes “La mina del alemán perdido” y “El fantasma de las balas de
oro”, el paisaje del Monument Valley en Utah (clara referencia a los
westerns de John Ford) constituye una auténtica pesadilla para los
protagonistas, en forma de una naturaleza hostil que produce avalanchas,
asfixia, sed y claustrofobia, que se acompaña de cargas de caballería
caóticas de indios apaches, y de la letalidad ponzoñosa de algunos
reptiles. Es en estos títulos de 1972, en donde los autores alcanzan la
cima estética de esta magnífica serie.
Un paisaje abierto con fuerte presencia de caballos
aparece en las brillantes composiciones de Franz, en la serie Muñeca
de Marfil (desde 1988). La guerrilla, el sabotaje, y en general los
golpes de mano tan propios de las tramas “fosterianas” tienen cabida en
esta magnífica serie. Dibujantes como Grzegorz Rossinski (Thorgal,
con guión de Jean Van Hamme), y el gran clásico José Luis Salinas, se
impregnan del estilo de Foster, en sus composiciones pictográficas, o
como en el caso del argentino en la fisonomía y aspecto físico de sus
personajes, entre otras muchas similitudes.
En EE UU las influencias de nuestro autor son meridianas,
incluso en formatos tan alejados de la sunday, como lo son los
comic books o los magazines. Autores como Barry Windsor-Smith o John
Severin, han tenido una interesante vena “fosteriana”. Junto a estos
cualificados historietistas, existen obras con la misma calificación
cuya esencia y significado, constituyen un cálido y encendido homenaje
al ya por entonces anciano maestro. John Bolton, el dibujante que mejor
ha plasmado a King Kull le rinde tributo en las historias “La
sangre de los reyes” (Kull the Conqueror # 2, de marzo de 1982) y
sobre todo en “El diablo en el espejo” (Bizarre Adventures # 26
de 1982), ambas escritas por un inspirado Doug Moench. La composición y
ritmo sosegado, la viñeta secuencia y el enorme detallismo de Foster
están presentes en ambas obras, sobre todo en la realizada en blanco y
negro realizada para el magazín. Hasta la presencia física de Kull,
recuerda el aspecto de un Príncipe Valiente maduro, y sobre todo
amargado. John Buscema, otro de sus más declarados admiradores, asume
semejanzas manifiestas en la historia “En busca del Rey” (Marvel
Preview # 22, de 1980), también escrita por Doug Moench, con tema
artúrico incluido, en donde caras, ropajes, ambiente y montaje
narrativo, remedan con intención la estética de Foster.
Para cerrar este capítulo se hace menester nombrar la
gigantesca figura de Mark Schultz, autor de la obra maestra Xenozoic
Tales. Este personalísimo autor es capaz de manejar y asumir un
rosario de ricas y variadas influencias, incluida la “fosteriana”, en
los episodios titulados “Excursión”, y “El último eslabón de la cadena”,
que versan sobre una tranquila actividad pesquera que se complica con la
amenaza de invertebrados letales, o el acecho que sufre el protagonista
por un pavoroso terópodo. La presencia del maestro se advierte en un
llamativo componente telúrico y en las actividades comunitarias de un
clan. La lista de discípulos está muy bien nutrida.
A modo
de epílogo
Príncipe valiente es un trabajo que agrupa muchos
calificativos. Su autor comienza en la historieta de una manera
mercenaria, y va convenciéndose de sus posibilidades, por una razón que
en principio resulta crematística. Si Tarzan es una obra pionera que
cambia la deriva del cómic al instaurar el realismo, Príncipe Valiente
es una obra de consagración realizada por un autor, que ha trasformado
su concepto mercenario y pecuniario, por vocación. Este hecho ha quedado
patente a todo lo largo del estudio. No es el cómic pionero representado
en Tarzan. Entra en el concepto de cómic innovador, que se acoge a un
estilo pictórico, y a una narración basada en la presentación de viñetas
secuencias en los momentos clímax del relato, y su vigencia se ha
mantenido, y se mantiene, por los centenares de autores y dibujantes que
asumen o adaptan sus influencias. Príncipe Valiente es un clásico con
todo el prestigio que ello reporta… y además es una obra maestra.
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