Tercera Parte: la Nueva Historieta Argentina
Más
allá de las metas de sus organizadores, ya desde su primera edición
en 1996 Fantabaires se erigiría como un punto de encuentro
obligado para gran parte de los lectores y creadores de historietas
de Argentina. Fue justamente en sus pasillos donde comenzaron a
conocerse los nuevos autoeditores y fanzineros que se habían formado
lentamente durante toda el primer tramo de la década.
El
boom de los fanzines de 1997 y 1998:
Entre
1997 y 1998 cientos de revistas independientes y fanzines surgían en
todo el país. En el concierto
de razones, son tal vez las más
destacables los bajos costos de imprenta a los que se podía acceder
gracias a la convertibilidad, la llegada de las nuevas tecnologías
al público en general, el uso ilegal de software tomado como una
práctica completamente habitual y la ya mentada desaparición de una
industria editorial formal. Todo tipo de revistas y fanzines, con
todo tipo de ambiciones y objetivos aparecían en las comiquerías, en
los eventos, en la feria de libros del Parque Rivadavia. La multitud
de fanzineros [fanzinistas] estaba compuesta por jóvenes
historietistas entre los que podían encontrarse principiantes, hasta
autores que estaban muy cerca de cierta consolidación. Fue en 1997
cuando se produjo la primer tanda de aquel boom de los
independientes (Andrés Accorsi la bautizó en su momento como “La
Primavera de los Fanzines”). Pero no fue hasta 1998 cuando el “Boom
Fanzinero” llegaría a su cúspide. Fanzines que ya contaban con
cierta trayectoria encontraron su máxima dimensión. Tal fue el caso
de Catzole, que ya superando la decena de números, gozaba de
una muy buena recepción entre el público. Otro de los fanzines que
obtuvo la inmediata aprobación fue Morón Suburbio,
enteramente realizada por Angel Mosquito, un autor que pronto se
convirtió en uno de los principales referentes del under
argentino. A estas dos publicaciones les seguían una enorme cantidad
de títulos que llegaron a obtener cierto grado de reconocimiento:
Falsa Modestia, Océano y Chaquito, Pluma Negra, Chelza!, La Métafora,
Cámulus, La Quimera, Alas, Kapop, y muchos otros. Por otra
parte, también surgían otros proyectos con objetivos más ambiciosos,
los que desde su plan editorial se planteaban la llegada a un
público masivo a través de la venta en los circuitos de distribución
comercial en kioscos. La mayoría de estos proyectos, si bien más
pretenciosos desde lo editorial, no contenían demasiadas diferencias
en su calidad artística con sus pares de ambiciones editoriales más
modestas. Revistas como Oxido de Fierro, Buitre, Qajas o
Arkanov llegaron a los quioscos con mayores pretensiones, pero
no lograrían extender su continuidad por más de dos o tres
ediciones. El resultado fue que al poco tiempo de darse al ruedo
profesional, sus editores terminaban buscando compartir los espacios
abiertos por sus compañeros fanzinistas, que con menos ambiciones,
habían podido lograr un posicionamiento más firme y legítimo.
Simultáneamente, en las provincias del interior del país se
producían fenómenos similares. En Córdoba surgían revistas de gran
calidad artística y editorial como Aspid, Elvisman, El Hombre
Sopapa (revista hecha enteramente en tela) o Guacho. Es
en esta provincia donde un grupo de historietistas forman la primera
editorial cooperativa: Llanto de Mudo. Son ellos los que
llevan adelante una idea que luego sería emulada por otros grupos:
la conformación de una editorial independiente desde la cual
producir diferentes publicaciones. Por otra parte, otra gran legión
de historietistas amateurs daba señales de actividad en la ciudad de
Rosario, provincia de Santa Fe. Algunas de las publicaciones
rosarinas eran Cossanostra, Rrruido, Cogazomics, Asfalto Caliente
y Dopple Charasca. Era una cuestión de tiempo que los
creadores de estas publicaciones comenzaran a confluir para
comprobar que compartían las mismas necesidades y, muchas veces, los
mismos objetivos.
Hacha:
Un
grupo de profesionales, viendo que las posibilidades de publicar en
su propio país se hacían cada vez más escuetas, comenzaron la
realización de un proyecto mediante el cual podían ver editados los
trabajos realizados para otras latitudes. Hacha era el nombre
de la revista llevada adelante por Gustavo Schimpp, Enrique Alcatena,
Horacio Lalia y Luis García Duran. En su media docena de números
editados cada profesional pudo desarrollar sus propias series y
también lograron darle entrada a nuevos historietistas como Fernando
Calvi y Jok.
La
Asociación de Historietistas Independientes:
Es en
este contexto signado por la fertilidad y el desorden, que a
mediados de 1998 surge una iniciativa entre un grupo de fanzinistas
de crear una Asociación que agrupase a todos los productores de
revistas y fanzines independientes del país. Así fue como surgió la
Asociación de Historietistas Independientes (AHI). El
objetivo que se planteó en el corto plazo fue el de armar el propio
evento, el cual estaría dedicado en forma total a las publicaciones
independientes. Las reuniones de la AHÍ se realizaban los sábados
por la tarde en un local de la Central de Trabajadores Argentinos
(CTA), una organización sindical que se había desprendido de la
Central General de los Trabajadores (CGT). Fue en agosto de ese año
que la AHÍ abrió sus puertas para recibir al público en lo que fue
la primera edición del evento Historieta Bajo Tierra.
En esa ocasión fueron más de 600 personas las que se acercaron,
incluyendo a historietistas profesionales como Solano López, Enrique
Alcatena, Ariel Olivetti, Luis García Durán, Eugenio Zoppi, Gustavo
Schimpp Horacio Lalia, entre otros. Pasada la algarabía inicial, las
desinteligencias internas dentro de la Asociación comenzaron a
hacerse cada vez más evidentes. Con el correr de los meses, la AHÍ
comenzaría a dividirse en dos grupos: los que propugnaban por
mantener la total independencia; y los que insistían en que todas
las publicaciones pertenecientes al AHÍ deberían ajustarse a una
política común (un mismo formato, un mismo sistema de distribución,
una tabla de precios única, etcétera). Este último grupo estaba
constituido por los que por entonces eran las autoridades
democráticamente elegidas. La diferencia interna tan comprensible
como insalvable, tuvo como consecuencia que el grupo que ejercía la
organización general, comenzara a elaborar su propio proyecto
editorial. Llegada esta instancia, la AHÍ había extendido sus
filiales a las provincias de Rosario, Córdoba y San Juan. Cada
filial podía organizarse internamente en forma autónoma para
plantear sus actividades y organizar sus propios eventos.
El
grupo elegido para ser las autoridades de la filial de Buenos Aires,
conducido por Cristian Mallea (presidente) y Angel Mosquito
(vicepresidente) al ver que su proyecto de consolidación nunca
podría haber sido llevado a cabo en la generalidad de la AHI,
decidió hacerlo entre los que se habían mostrado de acuerdo. Así fue
como se inició un trabajo en grupo que meses más tarde daría por
resultado la creación de la editorial independiente La Productora.
Llegado el final de 1999, las revistas que formaron La
Productora (Pluma Negra, Morón Suburbio, Buitre, Arkanov y La
Metáfora, entre otras) abandonarían la Asociación para dedicarse
enteramente al trabajo en la editorial. Con el correr del tiempo,
casi todas las filiales del AHÍ se verían disueltas. Sólo una se
prolongaría en el tiempo hasta la actualidad: La AHÍ Rosario.
Este colectivo de trabajo es el responsable en conjunto a la
comiquería Milenario Comics de llevar a cabo cada año el
evento Leyendas, el cual si bien repite el criterio de Comics-Ciencia
Ficción-Fantasía de Fantabaires, es también el evento de mayor
tradición e importancia para la historieta independiente argentina.
Los
otros independientes:
La
AHÍ llegó a nuclear a gran parte de los historietistas
independientes de aquel entonces, aunque no a todos. Entre los que
nunca llegaron a formar parte de la AHÍ se destacan los integrantes
de El Tripero, la revista Suélteme
y la Comuna del Lápiz Japonés. El Tripero era una
revista de formato antológico creado por los ex alumnos de Alberto
Breccia a principios de la década. En los trabajos iniciales de sus
integrantes puede notarse una gran influencia de su maestro tanto a
nivel estético como conceptual, influencia que con el correr de las
ediciones se esfumaría para dar lugar a sus voces originales.
Suélteme era una revista compuesta por varios de los autores más
notorios del Subtemento Oxido de la revista Fierro.
Por su parte, El Lápiz Japonés era en sí mismo un experimento
gráfico inspirado parcialmente en la revista Raw, de
Art Spiegelman, que tuvo varios y diferentes formatos en los
cuales se desplegaron los trabajos de más de setenta artistas de la
historieta. La organización se centraba en las figuras de autores
como Sergio Langer, Sergio Kern, Elenio Pico y Diego Bianchi. Los
tres grupos realizaron varias muestras conjuntas, y representaban de
alguna manera, a la faceta de la historieta independiente más ligada
a la institucionalidad artística.
Solamente en la AHI llegaron a contabilizarse más de 100 títulos
diferentes, cada uno con varios números en su haber (Coma 4,
Rebelión 21, Marita, El Lince, Pin 8, La Bestia, Neurosis de
Angustia y decenas más). A estos se debería sumar otros cientos
que encontraron otros cauces. La mera mención de cada una de estas
revistas, aunque pertinente, supera largamente las posibilidades y
las pretensiones de este artículo. Queda la tarea pendiente para
otra ocasión y para otro cronista.
Los
comic books argentinos:
Al
mismo tiempo en que surge el “Boom de los Fanzines”, también aparece
una serie de comic books argentinos, imitando en más de un aspecto a
la forma usual de publicación norteamericana. Es así como surgen una
serie de personajes que sin llegar a ser superhéroes, se aproximan a
este género por las estructuras de sus historias y la construcción
de un universo alrededor de uno o más personajes míticos y
poderosos. Algunas de las revistas que surgen a partir de esta
premisa son Animal Urbano
(que
comienza tempranamente hacia 1994), Virus, El Laucha y
Mitofauno. De los tres ejemplos Animal Urbano es la que
conseguiría una mayor proyección en el tiempo, superando la veintena
de números. Por otra parte, también podían encontrarse las revistas
que directamente emulaban a los superhéroes norteamericanos en
cuanto a estructura y apariencia pero que situaban a sus historias
en Argentina. Tal era el caso de El Ojo Blindado y El
Caballero Rojo, revistas editadas respectivamente por Comic
Press y Comiqueando Press. El Caballero Rojo fue la que
lograría la mayor duración, superando la decena de números
publicados. Comiqueando Press, además del Caballero Rojo,
realizó varias otras ediciones esporádicas de material de artistas
argentinos como Makabre (de Alcatena y Alan Grant),
Vórtice (antología), y Falsalarma (antología personal de
Gustavo Sala), entre otras.
Las
nuevas versiones de El Eternauta:
La
obra más emblemática de la historieta argentina, después de la
primera versión tuvo varias sucedáneas (las dos primeras fueron
escritas por el mismo Oesterheld) que nunca pudieron acercarse al
nivel alcanzado por el original. En los noventa tuvieron lugar otros
dos intentos. El primero fue llevado a cabo por el que fuera su
dibujante, Solano Lopez, y contó con los guiones de Pol, el ayudante
del gran maestro. Este nuevo libro de El Eternauta se llamó
El Mundo Arrepentido y fue editado por El Club del Comic. Por
otra parte, la editorial Comic Press, encaró una nueva versión de El
Eternauta editada a modo de revista serial, esta vez con guiones de
Ricardo Barreiro primero y Pablo Muñoz después, y dibujos de Walther
Taborda. Esta última versión intentó asemejarse a los comic books
americanos tanto por su propuesta artística como por su formato
editorial. Como muchas otras veces, luego de los primeros números,
el proyecto fue discontinuado.
4
Segundos:
Ya en
los finales de la década, surgió una nueva revista que sobresalía
por su calidad: 4 Segundos (de Alejo García Valdearena y
Feliciano García Zechin). Esta revista salió a la calle contando con
un pequeño formato (13,5 x 20), un criterio que pronto sería
adoptado por muchas otras publicaciones. Era enteramente a color y
contaba con treinta y dos páginas. Las historias de 4 Segundos
recreaban las estructuras de los guiones de las mejores sit-coms
norteamericanas, pero adaptadas a la idiosincrasia y las
costumbres de la clase media argentina. Los enredos hábilmente
tejidos por Alejo García Valdearena fueron la clave para que 4
Segundos se diferenciara definitivamente del resto. Para quien
la hubiera leído en su momento, 4 Segundos tenía casi todo lo
que se hubiera necesitado para ser un éxito. Pero evidentemente algo
faltó, porque luego de editar su séptimo número, sus creadores
debieron suspender la continuidad.
El
Manga:
En el
último tercio de la década, el manga se fue posicionando como la
estrella comercial, desplazando paulatinamente a los superhéroes.
Tanto las comiquerías como los kioscos callejeros, se pueblan de
ediciones españolas y argentinas de mangas de todo tipo, continuando
tardíamente la tendencia mundial. En este sentido, es destacable el
trabajo realizado por la Editorial Ivrea, la cual inicia su
actividad con la revista de información Lazer, publicación
que mezclaba la información sobre ánime y manga con notas sobre
diversos temas. Ivrea, impulsada por el éxito de Lazer
(que alcanzaría a imprimir más de cuarenta mil ejemplares),
continuaría su trabajo editando mangas como Ranma ½, Evangelion
y otros títulos. También haría sus apuestas hacia la historieta
nacional, siendo sus primeras intentonas: Convergencia (de
Leandro Oberto y Pier Brito) y luego Área (de Alejo
Valdearena y Pier Brito), sin que ninguno de los dos proyectos
lograra posicionarse más allá de sus primeras ediciones. Casi al
final de la década, Ivrea lanzó su más importante apuesta a
la historieta nacional: la revista de antología ULTRA. Esta
revista contenía tres historias de veinticuatro páginas: Anita,
Convergencia y una reedición de 4 Segundos. ULTRA
fue el emprendimiento más ambicioso dedicado al nuevo cómic
argentino, ya que contaba con más de noventa y seis páginas a todo
color y costaba casi lo mismo que cualquier otra revista o fanzine.
La calidad de sus historias era desigual, pero en conjunto podía
considerarse una revista de gran calidad. A pesar de
la gran apuesta y de contar con el respaldo de una editorial
comercial, ULTRA tampoco pudo superar los tres números
iniciales.
Una
nueva generación de historietistas
argentinos:
A
esta altura, luego de todas estas experiencias, ya se podía
establecer un balance: por un lado, nunca pudo recuperarse la salud
del mercado del comic argentino, pero por otro, ya se podía hablar
de una nueva generación de historietistas de una gran calidad.
Alguno de ellos son Juan Bobillo, Alejo Valdearena, Feliciano García
Zecchin, Salvador Sanz, Manuel Gutiérrez, Angel Mosquito, Gustavo
Sala, Dante Ginevra, Edu Molina, Pier Brito, Javier Ramírez, entre
otros.
Cuarta parte: la Actualidad
El
fin de una etapa:
Con
la llegada del año 2000, el panorama de la historieta argentina ya
no era el mismo que a mediados de la década pasada. Por un lado,
muchos de los fenómenos que se dieron en los años anteriores
perecieron definitivamente. Tal fue el caso de Fantabaires,
del dominio comercial de El Club del Comic, de la Asociación de
Historietistas Independientes en el ámbito nacional y de una
gran parte de las los productores independientes surgidos en el
“Boom de los Fanzines”. En este año también hace su último intento
por pervivir, una de las editoriales de historieta de mayor
trayectoria del mundo: Editorial Columba. Luego de más de ochenta
años, Columba llegaba a su fin luego de un fallido intento
por remozar sus series más emblemáticas.
El
resurgimiento abortado:
Estas
caídas eran acompañadas por la saludable supervivencia de otros
proyectos. Muchos editores, gracias a su perseverancia y a saber
adaptarse a los tiempos, habían podido encontrar una fórmula
editorial que les permitía subsistir en forma casi profesional:
revistas pequeñas, tiradas medias, edición cuidada y distribución
comercial en kioscos. De repente, casi sin que nadie lo advirtiera,
los kioscos contaban con una nueva sección totalmente integrada por
revistas de historietas publicadas por pequeñas editoriales
independientes. Algunas eran las sobrevivientes de la década pasada,
otros eran nuevos proyectos. Entre otros títulos, se podían
encontrar series como Mikilo, Animal Urbano, Bulgan Bator,
Asesino 55, Babe Tool y El Laucha (las cuatro últimas
editadas por la editorial Mutant Generation); y también revistas
unitarias como: La Mueca de Dios, Perfecto,
El Destino Invisible o Ecos y Tinieblas (las últimas
tres, editadas por La Productora).
De todas estas revistas, algunas habían logrado
perfeccionar una forma de comercialización que si bien no daba
excepcionales ganancias, al menos garantizaban la continuidad en el
tiempo, gracias a que los costos podían cubrirse en un mediano
plazo.
Algunas certezas ya eran
evidentes: una,
el
público que seguía las revistas independientes argentinas no sumaban
más de mil personas; dos, todos los medios de venta eran válidos con
tal de llegar a los lectores; tres, la historieta todavía tenía
chances de ser rentable.
Finalmente, el sinceramiento del mercado había permitido que los
nuevos editores dimensionaran su negocio de forma tal que lograba
durar en el tiempo.
Pero
aunque las conclusiones eran acertadas, y cuando parecía que la
situación comenzaba a mejorar, la crisis económica hundió al país
hasta profundidades a las que nunca había llegado. Con la caída de
la convertibilidad en diciembre de 2001 el peso dejó de equipararse
al dólar y se borró “de un plumazo” a la mayoría de los editores
independientes que habían luchado durante años por mantener su
lugar. La joven sección de cómics que se había afianzado en los
kioscos desapareció del mismo modo en que llegó, sin armar alboroto,
silenciosamente.
La
Productora:
En la
actualidad, quedan muy pocos editores independientes en actividad.
Uno de ellos es La Productora, que ha llevado a cabo una de
las tareas editoriales más importantes de la historia reciente.
Hasta ahora ha editado siete revistas unitarias: Morón Suburbio
(de Angel Mosquito), RoadComic
(guión
de Cristian Mallea y dibujos de Carlos Aon), Grájal (Dante
Ginevra), Ecos y Tinieblas (guión de Jok y dibujos de José
Mazzone y Jok), Villa Tesei (Angel Mosquito), Perfecto
(guión de Jok y dibujos de Dante Ginevra), El Destino Invisible
(Gervasio); y dos números de su revista antológica temática
Nestor Cómic: “Decadencia” (A.A.V.V) y Puerto
Kapruccia (Guiones de Diego Agrimbau y dibujos de Cristian
Mallea, Dante Ginevra y Jok). A principios de este año los
integrantes de este sello editorial han realizado para la editorial
española Undercomic el libro Carne Argentina sobre los
sucesos ocurridos en diciembre de 2001.
La
Productora es hoy en día, el único sello editor que está
llevando nuevas revistas de historietas a los kioscos. Desde el
inicio de la historia de la historieta argentina nunca hubo períodos
en que cesara por completo la producción nacional de revistas de
historietas destinadas a los kioscos. Pero hoy, se está al borde de
que la historieta argentina desaparezca de su canal de distribución
tradicional en forma indefinida. Algo que podría verse con justicia
como un sinceramiento final, pero también como un signo de un futuro
aún menos promisorio.
A
modo de breve conclusión:
Algo
tienen en común El Eternauta, la revista Fierro, los
cientos de historietistas argentinos que buscan trabajo en el
exterior y los pocos editores independientes que siguen en actividad
en su propio país: la supervivencia.
No
es la primera vez que en Argentina todo parece terminar. Sin
embargo, siempre algo sobrevive para que el ciclo vuelva a
consumarse. Al parecer, según dicta la historia, nunca queda más
opción que continuar. |