Tebeosfera: Aclaremos fechas... naces en 1971 en Sevilla, vives en
Bilbao entre 1975 y 1988, y regresas a Sevilla en 1989...
José Luis Ágreda: Efectivamente, mi padre trabajaba en una empresa en
Sevilla y lo trasladaron a Bilbao cuando yo tenía 4 años. Cuando
mi padre murió pareció oportuno volvernos de nuevo a Sevilla,
donde hay un ambiente más agradable para vivir; mi madre tiene
familia, mis hermanos podían continuar con lo que estaban haciendo
y yo empezar la carrera de Arquitectura...
T: Con todo, tu infancia y adolescencia transcurre en el País Vasco
durante los primeros años de la Transición, que es cuando comienza
a bullir el problema del terrorismo ¿Eres consciente de ese clima?
JLA: Sólo a posteriori. Como era lo que yo había vivido desde pequeño,
desde que me empecé a relacionar con la gente más allá de mi
casa, pensaba que era la situación habitual. Realmente había un
ambiente totalmente politizado, incluso entre los chavales. Unas
comidas de coco tremendas. Yo vivía bastante cerca de una
comandancia de la Guardia Civil y habitualmente teníamos guardias
armados con metralletas en nuestro portal. Noté un cambio brutal al
venir a Sevilla, mucho más relajado y natural en ese sentido.
T: Consumes, debido a tu edad, cómics de editorial Bruguera, ediciones
españolas de material procedente de Editions du Lombard y cómics
de Vértice, de Kirby, Romita... ¿Por qué odiabas a Carmine
Infantino y adorabas a Jan, había ya una elección de géneros y de
estéticas?
JLA: ¡Ja, ja, ja! Bueno, es que Carmine Infantino tiene un estilo tan...
peculiar. Me ponía muy nervioso. ¿No te da la impresión de que
sus tebeos hay que leerlos tumbando un poco las páginas para que
las caras no parezcan tan aplastadas? Ahora me resulta divertido
verlo, incluso supongo que es bueno. Aquello eran las adaptaciones
de los personajes de Star Wars, me las leí no se cuántas
veces (todos los tebeos me los releía un montón de veces). Todos
esos cómics eran de mi hermano, y cuando yo empecé a comprar,
pillaba los de Los Pitufos y los de Superlópez, que
eran más elección propia. A Jan lo conocía ya de adaptaciones de
cuentos clásicos, así que me gustaba muchísimo incluso antes de
leer sus tebeos.
T: Ya que lo citas, háblanos de tu hermano, Joaquín, dibujante de tebeos
que no continuó en el ajo y que te inculcó el gusto por dibujar
historietas...
JLA: Yo soy el pequeño de cuatro hermanos y él el mayor, así que siempre
ha sido una influencia fortísima para mí. Supongo que empecé a
dibujar porque él dibujaba, a interesarme por los tebeos porque él
los introdujo en casa, a publicar en fanzines porque él también lo
hacía... Aprendí muchísimo de su forma de hacer tebeos,
especialmente en lo que se refiere al modo de enfrentarse a los
guiones. Nuestros estilos de dibujo son muy distintos, el suyo es clásico
realista y a mí siempre me ha tirado más el tema algo más humorístico
(empecé a deformar las figuras después de leer a Will Eisner). Es
curioso porque nunca he imitado el estilo de Los Pitufos, por
ejemplo. Eran tebeos que me leía con pasión, pero no me apetecía
dibujarlos, yo quería dibujar los que le gustaban a él... Aunque
al final la influencia de Peyo y Jan ha sido efectiva. Tiempo después,
cuando mi hermano empieza a trabajar, abandona casi totalmente los
tebeos. Aún sigue haciendo guiones, muy ambiciosos e interesantes,
pero sin intención de publicarlos. Y ahora nos hemos puesto juntos
a rehacer mi historia de Barrabás para ver si me pongo a
dibujarla.
T: Tu primera obra es "Súper", un valeroso sirviente de la
monarquía, y lo siguiente que haces son, en tus palabras «cosas
intragables, metafísicas», algunas de las cuales las publicaste en
el fanzine Metacrilato. ¿Por qué este repentino cambio?
JLA: Bueno, cosas de la edad. El primer recuerdo que tengo de hacer una
historieta es ésa que comentas de Súper. Un personaje que viste como
Superman y tiene superpoderes, pero que es detective y trabaja para
el Rey. Una pena haber perdido esa página. Pero después de ésa y antes de las metafísicas hubo muchas otras.
Divertidas o estúpidas, pero normales. Llega la adolescencia y a uno le entra el pavo y se
cree que tiene algo que decir, aunque sean obviedades, así que
cuando empiezo a hacer historieta en plan serio (o sea, en folio y
con rotring, nada de cuadernos cuadriculados) me pilla el
momento más patético en la vida de un hombre. Son historietas con violencia y
metáforas, una combinación muy propia de la edad. Revisando hace
poco las que aún conservo, veo que incluso había algunas en las que
estaba interesado en el juego con el formato, con el medio, algo
había que me parecía que tenía que aprovechar. Ya te enseñaré
alguna.
Para
cuando me fui de allí, tenía dieciocho años, así que tampoco
publiqué mucho. Algún fanzine de colegio y de fuera, con otros
dibujantes, el Metacrilato es lo único que recuerdo. Era uno
de los primeros fanzines de cómics de allí, que yo sepa. Aunque es
posible que piense eso porque era la primera vez que yo veía uno.
Creo que surgió de la unión de unos cuantos dibujantes que se
conocieron en algún concurso local de cómics, o de una Asociación
que se llamaba El Desván, puede ser también. Yo no tuve contacto
con ellos, porque publicaba a través de mi hermano. Lo primero que
saqué ahí fue en una edición muy limitada de dos ejemplares, en
los que mis páginas salían sustituyendo unas en la que había más
sexo explícito del tolerable para mis padres. El mío era un
ejemplar para enseñar en casa, pero en el de las tiendas no salía
yo. Después sí, hice una historieta titulada “El Mal”, que iba
sobre... el mal. Un poco más de violencia y metáforas. En ese
fanzine también publicaba Álex de la Iglesia, que es donde lo
conoció mi hermano.
T: ¿Llegaste a aprender euskara más allá de tus intentonas de publicar
en ese idioma en Habeko Mik y otras revistas vascas?
JLA: Bueno, yo he estudiado euskera más años que inglés. Yo creo que
desde segundo o tercero de EGB. Es una lengua bonita, pero muy difícil,
porque es muy distinta del castellano, todo se forma por adiciones
de sufijos y prefijos, y los verbos son muy complicados de conjugar.
Para las publicaciones vascas en las que se publicaba en euskera,
como el Habeko Mik, yo enviaba los textos en castellano y
ellos me hacían la traducción que yo volvía a rotular. Era una
revista para enseñar euskera, así que lo normal era que eso lo
hicieran así. Mi euskera, de todas formas, nunca pasó del escrito
y leído a un nivel bastante limitado, nunca he sabido hablarlo y
muy poco entenderlo. Supongo que ahora los chavales lo tendrán
mejor, pero como a mí me pilló el principio de la enseñanza
obligatoria del euskera, no había un buen plan pedagógico, y
estuve con el mismo libro durante los primeros tres o cuatro años,
avanzando muy lentamente, aprendiendo textos de memoria y de forma
muy poco didáctica.
T: ¿El proyecto El Dado, coordinado por el guionista Óscaraibar, qué
significó para ti?
JLA: Eso tiene truco. Un día estaba haciendo fotocopias de mis dibujos en
una tienda de Bilbao y coincidí con Álex de la Iglesia, que era
amigo de mi hermano, como te he dicho, y sacaban juntos (y junto a
otros) el NO, El Fanzine Maldito. Óscaraibar había hecho
alguna colaboración en el NO, y les había invitado a
participar en El Dado. Por entonces la mayoría de ellos
estaban metiéndose en el tema de las películas (ese día Álex
estaba haciendo para el estreno unos fotocromos del corto MAMA,
del que habían hecho el diseño de producción y los decorados) y
ninguno tenía tiempo de participar. Así que vio cosas mías y me
dijo que le mandase algo a Óscar de parte del NO. Así que
hice una historieta de una página en plan Miller para el especial
superhéroes que sacaron. Aparte del orgullo de que lo aceptasen y
les pareciera suficientemente digno, no significó mucho más, creo.
T: Cuando expones, con tu hermano, en Guernica, con otros cuarenta
autores, ¿ya germina en ti un deseo de profesionalizarte?
JLA: No, de ninguna manera. A mí me llamaron después de ganar algún
concurso de por allí o algo así. Tengo la sospecha de que tenían
en mente lo de que debían ser cuarenta dibujantes y les faltaba uno
para completarlos... Había que rellenar un panel de un metro
cuadrado. Yo no tenía ni tiempo ni capacidad, así que hicimos uno
entre mi hermano (que por supuesto estaba seleccionado antes) y yo.
Preparamos una cosa un poco extraña, hicimos una historieta entre
los dos, que yo entinté y coloreé principalmente y, bueno, salió
curioso. Allí vi mis primeros dibujos de Mauro y me llamaron mucho
la atención, aunque el más espectacular era el panel de Rober
Garay, con una ilustración muy grande y muy bonita. Yo no pensaba
en profesionalizarme ni en sueños. Lo que sí estaba bien es que
conocí un ambiente de dibujantes y “fanzineros” muy pronto,
antes de lo normal.
T: Tu traslado a Sevilla implica, presumo, un trastorno de amistades y
orientación académica y socio-cultural ¿supone eso algún tipo de
trastorno que vuelcas en tus obras dibujadas?
JLA: Fue un cambio muy fuerte, por supuesto. Como la muerte de mi padre y el
cambio de situación familiar. Todo coincidió con los dieciocho años.
Supongo eso se reflejaría de algún modo en lo que yo dibujase por
entonces, pero no sé si de forma muy directa. Ya en Bilbao había
empezado a cambiar el estilo de dibujo hacia uno un poco más humorístico,
más rápido e inmediato. Supongo que como se dieron tantos cambios
al mismo tiempo no me es posible determinar qué cosas influyeron más
o cuáles se llegaron a reflejar más claramente en las historietas.
Que recuerde no hice ninguna sobre traumáticos traslados. En mis
historietas seguía habiendo violencia, pero ya se había
introducido de manera inamovible el humor.
T: Cuéntame cómo te inmiscuyes en I.M.AJ.EN. de Sevilla [revista
editada por el Ayto. de Sevilla], qué recuerdas de los directores
de la publicación, de los demás autores, del ambiente que se vivió
y de la censura del núm. 9.
JLA: Pues bueno, un día aparecí por el despacho de Manolo Ortiz, el
director, con un carpetón para enseñar y ya está. Nada
complicado. En la carpeta todavía tenía tanto dibujos realistas
como humorísticos, y fueron estos los que más le gustaron a
Manolo. Así que para el siguiente número preparé una historieta y
así fue la cosa. Me hace gracia cuando dicen que si era elitista o
de difícil acceso. Yo venía de fuera y entré de la forma más
normal. Evidentemente había un criterio personal en la elección de
autores, pero eso lo hay SIEMPRE en cualquier sitio. Era un criterio
de calidad, pero en cuanto a orientación estética era muy amplio.
Había cosas muy estilizadas como Sequeiros o Javier García,
realistas como Abel Ippólito, o directamente humorísticas como
EnriqueCarlos (por citar sólo a mis amigos) . Creo que era un
producto cultural excelente, porque era muy interesante
creativamente, un escaparate de los artistas locales no sólo de
cara a la ciudad sino también hacia fuera, y una gran oportunidad
de experimentación. Y todo con un trato profesional, en el que se
trataba a los autores con respeto y se les pagaba dignamente por su
trabajo, fuesen o no profesionales. Esto sí que supuso para mí un
cambio. Tenía un sitio donde publicar mi obra, conocí a autores
que se convirtieron en amigos, y mi trabajo tuvo cierta difusión
fuera de mi ámbito.
A
EnriqueCarlos, a Abel, a Javier y a Sequeiros los conocí en el
estudio de Manolo, en diferentes entregas. Sí que noté más
individualismo respecto a las publicaciones de Bilbao. Por lo menos
en lo que yo he conocido. He tratado a cada uno por separado y pocas
veces hemos coincidido todos en algo. Bueno, con Enrique y Abel,
mucho, porque son amigos desde hace bastante tiempo.
El
final fue forzado. No estoy seguro, pero supongo que coincidió con
algún cambio de gobierno que decidiría que lo que se hacía antes
estaba mal. Se aprovechó una historieta de Abel para forzar más
las cosas y llevarlo a su fin. Esa historieta de Abel, a la que el
mismo ayuntamiento le había dado el premio de mejor cómic en la
bienal de jóvenes artistas de la temporada anterior, si no recuerdo
mal, tenía la escena de un parto bastante explícita que de repente
les pareció pornográfica a los concejales. Decidieron que había
que censurarla. Muchos autores se fueron, otros nos quedamos, pero
el último número estaba claro que después de eso iba a ser
definitivamente EL ÚLTIMO.
T: ¿Cómo ves el fanzinismo en Sevilla durante tu juventud: El Huevo,
El Tebeo Veloz, IX, que son fanzines en los que colaboras...
JLA: Bueno, cada uno surge de una forma muy distinta y de la cabeza de
alguien muy distinto. Empezando desde el final. El IX, es un
fanzine de Paco Cerrejón, en el que participo con una historieta
antigua, por amistad con uno de los colaboradores. No tengo nada que
ver ni ética ni estéticamente con él, y no me considero vinculado
en absoluto. Es más, creo que ni conservo mi ejemplar. El Huevo,
es un fanzine creado por unos amigos de Abel, de la facultad de
Bellas Artes. Me invitaron a participar y lo hago con sumo gusto,
hay trabajos que me interesan mucho y estoy motivado, porque eran
gente muy creativa y eso siempre es excitante, intentar estar a la
altura. Y El Tebeo Veloz, que inicialmente era un proyecto mío
que se realiza efectivamente gracias a Enrique y Abel, al que me
vinculo totalmente.
En
general yo no he vivido una experiencia de grupo de artistas que se
reúnen y sacan algo en común. Pero eso es mi experiencia personal,
así que es posible que esa sensación de individualismo que yo creí
percibir sea únicamente subjetiva.
Con
el acceso a medios mejores de impresión y edición, no he visto que
haya una mejora sustancial en esto, al nivel que se ha visto en
otros sitios como Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia... Es muy
posible que me haya pasado poco por la sección de fanzines últimamente,
no quiero ofender a nadie, pero cuando lo hacía, no había nada que
me pareciese con voluntad de trascender la propia ciudad.
T: Tu historia "Justo Vega Isasi" no acaba de tener sentido para
mí... ¿es una especie de canto alegórico a la vergüenza? ¿Eras
consciente de que en su partición para seriar la historia en su
primer edición, en El Tebeo Veloz, era difícilmente
inteligible?
JLA: Eh... uh... ¿alegoría? No, creo que no. Para nada, ja, ja, ja. Esa
historieta ha tenido una vida un poco extraña. Cuando yo pensé El
Tebeo Veloz, mi idea era hacer historietas autoconclusivas de
seis viñetas, y la primera que hice fue la que corresponde a la
primera página de “Justo Vega Isasi”. Cuando hablé con Abel y
Enrique, les gustó la idea del fanzine y decidimos sacar diversos números,
y de ahí se pasó a que cada uno hiciera un personaje que
continuara. Entonces pensé en cómo desarrollar aquella historia, y
tenía un guión más o menos largo. El caso es que, por entonces,
necesité una historieta para presentar al concurso Villa de Bilbao,
así que hice una de cuatro páginas, en unidades de una página,
que creo que sí tenían sentido en continuidad, con aquella
historia. A la hora de volver al fanzine intenté recuperar el guión
original y seguir desarrollándolo en episodios de seis viñetas
autoconclusivos, pero no pasé del tercero, o sea, de lo que ya había
hecho para el concurso de Bilbao. Es muy probable que, como dices,
leído así no tuviera ningún sentido. La idea inicial era hacer
algo al estilo de la serie británica Caída y auge de Reginald
Perrin.
T: ¿Por qué El Tebeo Veloz no pasó de tres ejemplares en cada
una de sus dos épocas? ¿falta de coordinación? Cuéntanos esta
aventurilla editorial
JLA: Sí, supongo que fue eso. Falta de tiempo, pérdida de interés.
Supongo que cada edición murió por causas distintas, pero en
definitiva por eso. Hacer un fanzine lleva mucho trabajo además de
dibujar las historietas y ninguno de nosotros teníamos el tiempo o
la energía ya para dedicárselo a esto. Esa es mi impresión. Es
posible que tú, o el resto de colaboradores lo veáis de otra
manera. Abel, por ejemplo, ha terminado la historieta que empezó en
el fanzine y ya la tiene moviendo por ahí para publicar. Enrique ha
seguido con el personaje y lo ha recuperado en el ¡Dibus!, y
tú has utilizado también de alguna forma tu serie de “Bocadillos
de Realidad” en Tebeosfera. Así que parece que el único
que no ha continuado con algo de El Tebeo Veloz he sido yo.
Vaya... me siento culpable... ¿maté yo al Tebeo?
T: Je, je, no creo. A partir de ahí fuiste cambiando: Has declarado que
intentaste acercarte al realismo, pasando por Eisner, Wrightson,
para luego acudir a la línea depurada de Chaland, Clerc, Max, y
luego virar hacia la espontaneidad de Gallardo, Olivares... ¿Es así?
Yo te veo a caballo de Peyo y Sienkiewicz, si bien es muy forzado el
símil, lo admito.
JLA: No exactamente. Yo empecé con el realismo y por razones tanto prácticas
como estéticas fui estilizando poco a poco mi trabajo. Digo prácticas,
porque terminar una página me llevaba semanas, y porque es mucho más
sencillo cometer errores cuando el lector conoce el referente que
cuando te lo inventas tú. Con Eisner y Wrightson estaba la
posibilidad de alejarse de ese referente, deformando la realidad,
alejándote de ella. Por entonces también empecé a hacer
ejercicios de dibujo automático, podríamos decir. Rellenaba páginas
y páginas lo más inconscientemente posible, a mucha velocidad. O
hacía directamente garabatos mientras escuchaba música, intentando
expresar lo que oía. No sé, hubo una época en que hacía este
tipo de ejercicios, supongo que buscando algo personal o así. Entre
eso y que conocí el trabajo de Chaland, o el de Torres... del Cairo,
vamos, pues empecé a derivar hacia una cosa más limpia y menos
pendiente de la representación fiel de la realidad. Y lo de
Olivares y Gallardo no es algo que venga posteriormente, una vez que
has asumido lo anterior todo viene más o menos a la vez, se mezcla,
y las distintas influencias van produciendo un engendro que acaba
siendo tu estilo. De todas formas, actualmente me veo más cercano a
Peyo que a Sienkiewicz. Éste último me gusta (especialmente el Daredevil
que hizo con Miller) pero es demasiado clásico por un lado (la
base de lápiz tan perfecta, tan realista, tan Neal Adams) y por el
otro demasiado raro, rompedor y artístico para mí. Peyo es mucho más
narrativo, como toda su escuela, y su maestría viene por transmitir
las historias sin inmiscuirse con un determinado discurso estético,
que es el problema principal de la experimentación. Cuando la búsqueda
formal es parte del mensaje del tebeo y desintegra o se superpone de
algún modo la ficción. No es que piense que eso está mal si la
experimentación se hace honestamente, sino que tiene una
contrapartida que es la que se paga por arriesgar y buscar nuevos
caminos.
T: ¿Cómo entiendes el minimalismo aplicado a los tebeos, ya que
consideras que "Morir de amor sin entusiasmo", el proemio
a Cosecha Rosa que apareció en 1997, es historieta minimal?
JLA:
¡Vaya,
parece que te has leído todas mis entrevistas!. Bueno, ahora no me
parece adecuadamente aplicado. Lo que yo me planteé era reducir el
dibujo a lo más icónico que yo consideraba oportuno, manteniendo
la personalidad de los personajes y así narrar sus historias de
forma más inmediata, dejándoles actuar, sin estar pendiente ni del
espacio que podía ocupar la historia ni de la dificultad de los
planos o los problemas del dibujo.
T: En
I.M.AJ.EN. y ciertos fanzines exploras temáticas extraordinarias
en su momento, como el surrealismo punk de los cinéfilos contra
ultras, y el surrealismo casi ininteligible que generáis tu novia,
Lucía Salado, y tú con “El
elefante errante”. Te hallas estudiando arquitectura y produces este
tipo de obras ¿significa que utilizas, entonces, la historieta como
mero divertimento, como exploración plástica, antes que como
vocación y expresión narrativa?
JLA:
Bueno, en ésta no estoy demasiado de acuerdo. No creo que la
exploración plástica sea algo contrario a la vocación ni que el
surrealismo anule la expresión narrativa. Ni que estudiar
arquitectura tenga algo que ver con las temáticas que trataba, si
acaso tendrían más que ver con la edad en la que las realicé. O que
el surrealismo sea ininteligible. (Vamos, que en eso sí que estoy de
acuerdo, pero es como redundante ¿no? Entre otras cosas, por eso es
surrealismo). Y ya respondiendo a la pregunta... hay historietas que
sí que eran simplemente ejercicios plásticos, bastante vacuos en lo
narrativo; experimentación que ahora llevo más al campo de la
ilustración, para ampliar las herramientas expresivas propias. Pero
eran trabajos que se alternaban con guiones más convencionales que
preparaba, o con historietas concretas para concursos con una
anécdota más al uso. Supongo que había una necesidad de contar
cosas, sin tener todavía nada concreto que contar y que el esfuerzo
creativo se trasladaba al aspecto externo de las historietas.
T: Al hilo
de lo anterior, ¿cómo ves el mercado ya crítico de la historieta
española en los primeros noventa, tras el fin de las revistas
subvencionadas y el comienzo de los prozines publicados bajo
sello editorial?
JLA: Creo
que por un lado resultó beneficioso porque muchos autores jóvenes
pudieron optar a ediciones de calidad digna en
las que mostrar su trabajo, pero también es cierto que se
malacostumbró terriblemente a los editores con mano de obra gratuita
que llenó de contenidos sus publicaciones. Hay muy poca vergüenza en
estas cosas.
T: ¿Y qué
pasó con los proyectos de álbumes con el material de “El elefante
errante” y, sobre todo, “Barrabás”, una de tus obras más
interesantes por ser gozne entre tu primer periodo y el camino que
tomas luego?
JLA: La
verdad es que ninguno de los dos está abandonado del todo, como la
mayoría de los proyectos que empiezo a desarrollar alguna vez,
aunque sea sólo en guión. Muchas veces las ideas reaparecen en
nuevos trabajos que aglutinan temas que se habían ido quedando
colgados sin final. El del Elefante Errante me parece algo más
complicado hacerlo como cómic, pero quizá sí como cuento infantil.
En lo que se refiere a Barrabás, en estos momentos estoy trabajando
en su desarrollo junto con Joaquín, mi hermano. Al principio la
aventura la empezamos Lucía y yo, fuimos definiendo los personajes y
la historia que había
tras ellos, y, sobre todo, la relación y el tono trágico que la
envolvía. Al ser una historia más clásica en lo narrativo y en lo
gráfico, requería mucho esfuerzo, mi estilo se estaba desarrollando,
de forma que no encontraba o más bien no tenía aún los recursos para
plasmarla satisfactoriamente. Ahora veo que el inicio de los Años
Conjurados fue lo mejor. Por inicio me refiero a las dos primeras
entregas, porque las siguientes eran muy vacilantes y las soluciones
gráficas tendían más a suplir deficiencias que a contribuir al
desarrollo de la narración o al tono de la historia.
En Barrabás iba
asumiendo muchas influencias, pero quizá las que más estaban ahí
eran la de Miller y otra no demasiado obvia en apariencia pero que
creo que tampoco es difícil de ver, Hermann. En lo gráfico se alargó
tanto el proyecto que tuvo muchas etapas, desde Javier Olivares a
Miguelanxo Prado.
En estos momentos
Joaquín y yo estamos trabajando en la historia. Más o menos parte
del mismo punto, aunque bastante enriquecida. Es un tebeo de
aventuras y misterio, con un personaje que creo que puede tener
bastante fuerza si lo sabemos encauzar. He empezado a trabajar en el
diseño del protagonista, que es algo diferente que el anterior.
Ahora es una especie de Victor Mature hipertrofiado, un tío cachas
salido de un peplum. La historia abandonará algo el tono
romántico y se centrará en la aventura, aunque todavía es pronto
para asegurarlo, porque básicamente tenemos la escalera de
acontecimientos y un cálculo muy a las bravas de su distribución en
páginas. Lo único que hemos desarrollado del todo es una especie de
trailer que sería una prolongación de la escena inicial, para mover
el proyecto por ahí. Como en principio es un proyecto sin destino
concreto, sin compensación económica, no podemos dedicarle todo el
tiempo y nos ponemos conforme el trabajo nos da un respiro.
Creo que la
aportación de Joaquín, además de una gran imaginación en el
desarrollo de la trama, es el rigor en la composición del guión. La
historia con la que habíamos empezado Lucía y yo era coherente a
determinado nivel, pero resultaba bastante inestable al final, y eso
supongo que fue una de las causas, junto con el cansancio, de que
perdiéramos el interés. Con Joaquín creo que tenemos algo más
sólido, lleno de elementos con la suficiente motivación para
mantener nuestro interés, y sobre todo el de los lectores, hasta el
final de la aventura.
T: ¿Supuso
La Comitiva trampolín para ti? ¿qué podrías decir de la
evolución de Allende, desde su actitud de dibujante, luego editor, y
luego webmaster freak y showman televisivo?
JLA: Sí,
yo creo que sí que supuso un darme a conocer a mucha gente que no
conocía mi trabajo. En ese sentido, La Comictiva fue una
buena plataforma. Es cierto que pecaba de muchas cosas, pero a mí
personalmente me permitió trabajar con un objetivo y desarrollar o
experimentar con estilos. Respecto a todo eso que preguntas sobre
Natxo Allende, su vida pública, pues no tengo opinión especial,
quizá que debería poner toda su energía, que suele ser bastante, en
una sola cosa y hacerla lo mejor posible, sin distracciones. Evitar
dar esa impresión amateur que, supongo que involuntariamente, le
sale.
T: Ejem...
¿qué fue del original de “Puto Lynch”, el homenaje a “Erasehead”?
JLA:
Perdido para siempre en las profundidades del abismo Allende.
T:
Considero que desde tu obra “El fútbol es así” te muestra muy
preocupado por la limpieza y la depuración extrema de la línea (algo
ya apuntado desde 1994, quizá). Esto también ocurría, al mismo
tiempo, con la obra de Velarde ¿consideras que los de tu generación,
los de tu quinta, evolucionaron de modo parejo todos?
JLA:
Bueno, yo creo que me interesa la depuración de la línea desde que
conozco la obra de Chaland. Pero quizá me acerco más a ella desde
que consigo buenos pinceles y empiezo a trabajar en formatos
mayores. Al final eso me ha hecho depender en exceso de la línea y
me resulta muy difícil valorar volúmenes y sombras o trabajar con
técnicas menos asépticas. Ahora intento escapar de ello, pero no sé
muy bien cómo conseguirlo.
En cuanto a
generaciones, pues no me considero emparentado con nadie por la
limpieza del trazo. Primero, que Velarde es de otra quinta ¿no? y
segundo que aunque sea limpio, él sí que sabe ser espontáneo con el
pincel, sombrea, tiene un dominio enorme en su entintado. Sus
"maestros" son distintos a los míos, más americanos. De todas
formas, eso de las generaciones, que suelo negar siempre, tiene
cierta razón. Lo que pasa es que creo que todavía estamos muy cerca
como para valorar si cuando empezamos unos cuantos teníamos o no
elementos comunes. La exposición "Qué Joven Te Veo" que se hizo en
el Saló de Barcelona sí recogía autores de mi quinta y éramos todos
bastante distintos, con personalidades diferentes, pero pienso que
es posible que sí que tuviéramos algo común, por nuestra formación
en este mundillo, por las publicaciones, películas, libros y
programas de televisión a los que estuvimos expuestos al mismo
tiempo. Pero, como te digo, estamos demasiado cerca aún para saber
qué cosas nos hermanan. Y más adelante supongo que no habrá el menor
interés en saberlo.
T:
Háblanos de aquélla primera conexión Allende / Osuna, bajo la cual
se publicó tu primera monografía ¡Eh, tú chaval!
JLA: Yo no
tengo información privilegiada a ese respecto. Supongo que la
relación fracasó porque Natxo esperaba un socio que pusiera el
dinero y se mantuviera al margen y Christian no respondió a ese
perfil. Yo estoy muy contento de que se juntaran y empezaran con Del
Peral y conmigo, ambos habituales de La Comictiva, pero la
cosa no cambió mucho cuando Natxo dejó de formar parte de la
sociedad, lo que parece demostrar que Christian era algo más que el
mero capitalista.
A mí me llamó
Natxo y después continué la realización del tebeo con Christian.
Hicimos buenas migas y hemos mantenido la relación desde entonces,
aunque no hayan sido muchas las colaboraciones laborales. Él,
siempre que ha podido, me ha llamado para ver si quería trabajar en
nuevos proyectos. Unas veces ha sido posible, otras no. Nuestro
último trabajo juntos ha sido Cosecha Rosa, que tenía
pendiente publicar con él desde que hice la historieta "Morir de
amor sin entusiasmo" en aquel primer Flor de un Día. Esa
recopilación también supuso abrirme a más gente aún, porque La
Comictiva podía difuminar las personalidades de los
colaboradores, y un tebeo recopilatorio, en cambio, reafirma las
características de uno, porque permite percibir el trabajo en
conjunto.
Está claro que
Christian ha tenido bastante buen ojo en la elección de los autores.
Todos esos autores, la Colino, Chema, Pau, Calo..., seguimos en
esto, no hemos sido Flor de un día, como anunciaba irónicamente la
colección. (Y Del Peral, con el talento tan enorme que tiene, no sé
dónde anda...) Coincido contigo también en lo de encantador en lo
personal y emprendedor en lo profesional. Quizá lo que sí pienso es
que, ahora que el mercado ha cambiado, Christian ha tardado en
reaccionar o no ha encontrado aún la forma de seguir siendo una
alternativa a todas las editoriales independientes que han surgido
después que él. Estoy seguro, de todas formas, de que seguirá
buscando la fórmula que le permita mantenerse ahí ofreciendo
productos casi comerciales, al margen de la industria.
T:
Completando el marco anterior... Camaleón ya se había definido como
pseudo industria del cómic que edita, con aspecto y distribución
profesional pero que gestiona con espíritu fanzinista, pues los
autores no cobran por su trabajo. Bien es cierto que ese foguearse
en la pseudo industria (en Camaleón, en Under Cómic, en 7 Monos,
etc.) sirve de carta de presentación y da tablas pero... ¿crees que
también pudo ser pernicioso porque, a la vez, ahogaba la posibilidad
de fortalecer la verdadera industria, en la cual los autores son más
exigentes desde un principio?
JLA:
Bueno, en parte ya he respondido a la pregunta. Como estoy en el
lado de los autores, creo que lo más pernicioso fue que se
minusvaloró el trabajo de los creadores ofreciéndoles publicar a
cambio de nada, como trampolín simplemente. No sé si esa práctica ha
existido siempre de algún modo, supongo que sí, pero el hecho de que
se convirtiera en norma ha sacado las cosas de quicio, de forma que
ahora un editor, incluso los aparentemente profesionales, te miran
con estupor si les pides un precio digno por tu trabajo. Esto pasa
en los tebeos y pasa en todos los sitios, empresas que contratan a
licenciados a cambio de "experiencia" como si aún fueran becarios,
por ejemplo.
El otro
aspecto, el que tú comentas, sobre si ha sido una mala escuela para
los autores. Es posible que no haya sido la mejor, porque no tendrás
la misma exigencia si tu comida depende de lo que dibujas que si no.
Pero como no existe la alternativa de trabajar en agencias como
antes, o trabajar en estudios de aprendiz, o publicar en revistas
antológicas de distintos autores, pues habrá que aprovechar al
máximo lo que hay. Si la experiencia es fructífera o no dependerá
como siempre del individuo, y, al no tener un editor (de los de
verdad) que te exija un producto terminado profesional, o un mercado
que te preocupe, tú sólo deberás ser el que marque el nivel de
exigencia.
[
Continúa en la segunda parte de la entrevista ] |