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Conocí por la vista en Córdoba a un curioso personaje que acostumbraba a
pasear por las Tendillas cada día por la mañana, hombre de carnes
prietas, de mengado [sic] cuerpo, cubierta la cabeza con sombrero de
anchas alas, negro; que se prestaba a las miradas y sonrisas de los
transeúntes, por su empaque y movilidad lenta de piernas y cabeza.
Naturalmente, este individuo hacía sonreír a los que le observaban, no
faltaba quien dijera: "Qué tó [sic] más simpático, siendo tan poca
cosa". Pues bien; este hombre entró en la sección del dibujante José
Alcaide Irlán, que le hizo parir un singularísimo tipo al que bautizó
con el nombre, casi de matador de toros, de Pepe Carapato. Fue una feliz
aparición en la vida cordobesa la de tan amable figura.
Pepe Carapato y su creador.
José Alcaide dio vida al personaje desde el Diario CORDOBA
José Alcaide, generador de Pepe Carapato, dio durante años, a poco de
aparecer el diario CORDOBA, una racha de alegrías y entretenimientos a
los lectores con las ocurrentes historietas de tan divertido y cordobes’simo
[sic] personaje.
¿Acaso Pepe Carapato tenía algo que ver con base real y humana con algún
cordobés paseante urbano?
Pues sí; tal figura callejera existía, paseaba, como ya indiqué, por las
Tendillas y las calles adyacentes. Era un hombre bajito, metido en
carnes, con sombrero, quizás comprado en casa de Diego Ruiz, tan romero
y juncal; no le faltaba nunca su cigarro puro en la boca, deleitándose
con las volutas del humo. Extraño tipo de paseante cordobés de ritmo
lento que andaba y paraba de vez en cuando para mirar a la gente que
pasaba a su alrededor, observar las incidencias del tránsito y oír lo
que algunos ciudadanos hablaban en grupos parados en las aceras,
detenerse ante un escaparate para leer los precios de los artículos
expuestos, quizá para decir: "iJo, cómo ha subido esto!".
La gente, sin ser amiga de tal hombre, sonreía al verlo pasar y casi era
tenido por persona apreciable y mirable [sic] en el vivir circulante de
la ciudad. Y precisamente por esa apreciación visual cotidiana, José
Alcaide tuvo la idea de dar a luz a Pepe Carapato en sus historietas
cómicas que tuvieron como cuna el diario CORDOBA.
El típico personaje en la palestra
José Alcaide Irlán, desde la infancia, fue aficionado a los tebeos, a
ver y leer historietas publicadas en revistas infantiles y juveniles, y
ya más crecido, en las de adultos, como las que aparecían en Blanco y
Negro. Por esa afición, fue alumno de la Escuela de Artes y Oficios
de Córdoba, donde aprendió a dibujar y a pintar al óleo, pero su
talante, jubilosamente interior le puso en trance de caricaturista, por
lo cual se situó en las filas de los artistas dedicados al cómic, cuando
a esta especialidad se la distinguía en España como historieta cómica,
Alcaide, con mentalidad de niño de naturaleza observadora, vivaz,
comenzó su tarea artística publicando dibujos e historietas ingenuas en
la revista Boy Scout, actividad que él ejercía como afiliado a la
organización de Boy Scouts, en Córdoba, dando vida entonces a
El Explorador y a El Viejo Lobo.
Como ocurrió en todos los tiempos a artistas, poetas y escritores, José
Alcaide tuvo donde pudiera ganar una soldada para no ser graboso [sic]
en su casa y por eso de "ganarás el pan con el sudor de tu frente",
hallando un puesto burocrático en la Compañía de Electricidad
Mengemor (hoy Sevillana de iden [sic]), en cuya empresa ha
estado hasta el pasado año en que se jubiló. Sin embargo, su vocación
artística le empujó a buscar donde meter sus historietas en revistas
infantiles como Pelayo [sic], Chicos, Mis Chichas [sic],
Jaimito, Agromán, Guadalquivir y en los diarios CORDOBA e
Informaciones.
Alcaide en la mesa de operaciones
Recién fundado el diario CORDOBA, José Alcaide encontró su puesto de
redactor, como dibujante, caricaturista y autor de historietas. Desde
entonces alegró las páginas del diario local con la airosa figura de
Pepe Carapato, que cobró fama en seguida, fama que aún subsiste en
la memoria de los que lo conocieron en las diarias tiras del periódico.
Como un mago del humorismo, José Alcaide, dentro del archivo, sentado
ante una mesa apropiada, valiéndose de tinta china, pluma y plumilla,
creó diariamente una historieta con las regocijantes aventuras de su
simpático personaje, Pepe Carapato, que fue durante su larga vida
un tipo gráfico buscado cada día por los lectores del diario casero, así
como fue su apellido motivo de broma entre amigos, cuando el buen humor
de algunos hacía exclamar a otros: "Eres un Carapato". Hasta
Carmelo Casaño, uno de nuestros actuales escritores, merecedor de muchos
aplausos, sacó al simpático hijo de Alcaide en su obra Nuestra
Ciudad, señalando lo siguiente: En las tabernas, los borrachos
insistentes, torpemente repetitivos, de madrugada, apoyados en el mármol
del mostrador, recitaban gangosamente, una vez y otra, el pareado que
presidía las historietas: "De cómo pasa el rato... Pepe Carapato".
Los lectores de nuestro diario, especialmente los subscriptores, lo
primero que hacían era buscar la historieta del siempre inquieto y
movedizo Pepe Carapato, que venía a ser un fabricante mañanero de
primeras sonrisas. El mismo Alcaide, su creador, se solozaba [sic] al
dar vida a cada historieta, de modo que hasta él mismo se sentía su
propia criatura. A veces, cuando entré en el archivo en busca de un
cliché para ilustrar en artículos, le vi sonriendo al término de una de
sus historietas y decir: "iPuñetero Carapato!"...
Alcaide tenía sobre la mesa de trabajo del archivo
del periódico, allí con puerta cerrada, su laboratorio de crear
historietas, sus dibujos cómicos, no sólo para hacer dar cabriolas a
Pepe Carapato, sino cuando se sentía inspirado largaba y daba cuerpo
completo y resuelto a otros personajes para las revistas Chicos, Mis
Chicas, y Peques; así salieron aullantes El Viejo Lobo y
Loboto, el perrito olisqueador, Box; Ovaldo el
detective, con su lupa y con aire de Sherlok Holmes; Paco el Minero
con miedo al grisú, Jamoncito y Cocolín,
socarrón
y puñetero uno y picarillo, el otro. O Pituca y su granja,
llena de pájaros la cabeza y muy zoológica la chica. Y aún tenia en
turno dar vida a las saladísimas figuras y figurones para llenar de
historietas muchas revistas para niños y mayores.
Otras actividades del artista.
Ya dije que Alcaide recibió lecciones de dibujo y pintura en la Escuela
de Artes y Oficios y si bien, por su espíritu de eterna juventud, lo
proyectó preferentemente en el dibujo de historietas, no dejó nunca,
cada vez que la ocasión se presentaba, de dibujar temas de más vuelo y
acción, temas históricos como Córdoba, durante el Califato, de
aire epopéyico, Pizarro en las hazañas colombianas, Gonzalo de
Córdoba, el Gran Capitán, que dio enorme resonancia a nuestra ciudad
y que supo dar buena cuenta de honradez, hombría y valor a los Reyes
Católicos. Como dibujante hizo Alcaide trabajos singulares en
colaboraciones de diversas revistas y periódicos; fuera de sus tareas en
el diario CORDOBA y en la empresa donde trabajaba como empleado de
oficina. Mi admiración por él y sus cosas cuajó en amistad interminable,
lo que me hace recordar que hasta colaboré con él poniendo pies a
interesantes dibujos sobre calles y plazas cordobesas y a un folleto que
editó el dueño de la floristería Santa Marta, don Juan Prieto Iglesias
que, hombre del mejor humor, vendía en su tienda objetos variopintos
propios de dar bromas en Carnaval, a cuyo librito puso Alcaide unas
graciosas ilustraciones y yo un breve comentario sobre el contenido en
prosa, desenfadada.
José Alcaide no alardeó jamás de su arte y menos de sus posibilidades
artísticas, que él lo mismo hacía un cómic, un dibujo perfecto de
personas, monumentos, paisajes y cosas cotidianas, que un excelente
retrato de hembra o varón, Muchos son los que tiene repartido por la
ciudad pintados al óleo. A lo largo de su labor como dibujante,
especialmente, obtuvo varios premios, siendo uno de los más importantes
el Nacional de Caricaturas Políticas, que le otorgaron en 1945.
Alcaide, nuevamente en la brecha
En el trastoque de su jubilación, Alcaide dejó cierto tiempo de publicar
historietas en los periódicos y revistas, aunque la pluma y el pincel
seguía dándole satisfacciones en trabajos particulares y propios de su
gusto; pero lo que más le satisfacía era publicar caricaturas y trabajos
como aquel su revoltoso e hilarante Pepe Carapato, siempre en la
memoria de muchos cordobeses. Por esta idea y por otra entrañable, la
muerte de su esposa, quedó nuestro hombre como sumido en el Nirvana
algún tiempo. Hasta que el azar le regaló la ocasión de volver a la
palestra con motivo de las IV Jornadas del Comic en Córdoba, organizadas
por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento, en cuya muestra expuso
Alcaide sus trabajos más importantes, a través de los cuales el público
que visitó la exposición en la Posada del Potro pudo valorar altamente
la obra de José Alcaide a través de muchos años.
Con dicha exposición este gran artista recobra su alentador espíritu y
hasta parece que inicia su inicia su renacer sobre el espacio de la
historieta cómica, el cómic, como ahora se le llama a cuanto sale en
periódicos y revistas con buen humor o con impulso de aventuras
heroicas, bélicas o amorosas y que ya ha entrado en el terreno el cine y
la televisión.
Proyecto es también de Alcaide hacer una extensa exposición con sus
últimos trabajos a plumilla y seguir sus colaboraciones en el remozado y
más vibrante diario CORDOBA, donde ofrece al lector a El profesor
Tostón y a sus discípulos Melón y Perita y lo que ha dibujado
para una revista en ciernes, Sangre Rumbera, en la que, en su
primer número aparecen dos contradictorios personajes, uno de chistera y
otro cubierto de un simple sombrero cordobés, unidos por el título de
El barón de la O y su amigo Tarugón. Nuevos personajes que si no
superan a Pepe Carapato, que tanto hizo sonreír en el pasado,
creo que ahora que las cosas saltan y botan de otra manera, tanto
Tostón como el Barón de la O y el cordobesísimo
Tarugón.
Con cierta frecuencia he conversado con José Alcaide Irlán en una
cafetería espaciosa del centro de la ciudad. La conversación transcurre
sobre asuntos de ayer y de hoy, pero no faltan los recursos de aquel
tiempo en que él publicaba en este diario su inolvidable personaje que
le dio cierta fama de humorista y le hizo acrecentar sus ilusiones de
artista.
-¡Cómo pasaba el rato Pepe Carapato!
-¡Y cómo tenían que pasarlo también los lectores!
La recordaremos siempre, Pepe, porque todos vivimos de ilusiones y la
tuya se remonta ahora como una airosa cometa que tiene color de
esperanza.
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