A Pilín, A Noe, a
Ana; a Gerardo, a Carlos, en fin, a todos aquellos que van dejando
huella.
«Las ideas
sirven para cambiar el mundo. Es para lo único que sirven. Si
miras a tu alrededor, prácticamente todo lo que te rodea procede
de la mente humana. Vivimos en el interior de nuestras propias
mentes. Le damos forma a lo que nos rodea en nuestra mente, y nos
rodeamos con nuestras propias ideas.»
Alan Moore
V de Vendetta, de Alan Moore, es un discurso
coral de voces que claman por la libertad.
Vivimos tiempos difíciles, tiempos en los que la
voz del amo del discurso se ha hecho, de forma brutal, casi
omnipresente. Y se ha apoderado también de forma vergonzosa del
silencio. La voz de un discurso único, prefijado, que nos dicta
que nuestra única posibilidad de felicidad es la sumisión a unas
ideas preconcebidas en la corte de aquellos que pervierten
significados de palabras y valores en los que la inmensa mayoría
hemos crecido. Así es la vida y así hay que vivirla, nos
dicen. Y la voz de un destino ya fijado nos advierte: aquellos
ciudadanos que no están dispuestos a seguir el orden moral
impuesto por unos pocos, serán considerados traidores al progreso,
a la libertad. A la Verdad.[i]
Pero la verdad, bien lo dijo Machado, no es Una
para todos. Porque hay verdades, palabras sinceras que
todavía pronuncian individuos que aspiran a preservar la voz que
les pertenece y que los identifica.
Voces que aprenden a través de su propia experiencia, de su propio
dolor y alegría. De su propio conocimiento. Voces que se encaran
con la sociedad de su tiempo. Que exaltan comportamientos
antisociales. Que inician una ficción comprometida políticamente.
Que hablan a otras voces discordantes. Voces que confirman que la
utopía no es un no lugar, sino ese pequeño rincón del mundo donde
seres humanos se hacen dignos en convivencia sincera con otro ser
humano. Más allá de líderes y sistemas. Voces que aprenden una
cultura diferente, un conocimiento distinto. Voces en aprendizaje
perpetuo. Voces que proclaman, por encima de todo, y todos, la
libertad individual. Voces que han sabido decir no. Voces con V.
Con V mayúscula.
Voces
que tienen el valor de denunciar la posibilidad de un estado
totalitario que ahoga todo rasgo de individualidad en los miembros
de su sociedad,
voces como la de George Orwell y su novela 1984,
la de Aldous Huxley y su obra Un mundo feliz y la de Ray
Bradbury y su Farenheit 451. Voces a las que debemos
añadir, sin discusión alguna, la de Alan Moore, uno de los autores
más extraordinarios que podemos encontrar en el mundo del cómic,
cuya voz se hace absolutamente personal en una de sus grandes
obras, V de Vendetta, cercana en muchos momentos en
contenido, aunque muy diferente en estructura a Watchmen,
otra de sus grandes obras. Aunque la estructura de Watchmen
sea prodigiosa, más compleja e intelectual, como el mismo autor
reconoce, también nos dice que en V de Vendetta hay más
pasión, más corazón, más emoción. Una historia con la que Moore
quiso plasmar sus teorías sociales, adscritas a la necesaria
primacía del individuo, y la importancia de las ideas, del mundo
interior de cada ser humano, sobre otros ciudadanos y la sociedad
a la que pertenecen.
Pero toda obra, si pretende ser perdurable, no se
limita a una sola temática y, de este modo, aquí podemos encontrar
temas tan variados como la necesidad e inutilidad de la venganza;
el desamparo, en el que se ven envueltos todos los personajes de
la obra; la educación; la autoconstrucción individual; las huellas
que unos individuos y sus ideas dejan sobre otros, temas
constantes en las grandes obras de este guionista. Además se ataca
con dureza la insensibilidad, social, y también moral, de estados
totalitarios, ejemplificados aquí en el gobierno conservador,
fascista más bien, de sistemas políticos, como el que llevaba con
mano férrea Margaret Thatcher, que pretenden dictar los destinos
de cada uno de sus individuos, ante la abulia, eso sí, y el
conformismo de estos, que encuentran en el entretenimiento diario
los rasgos esenciales de la realidad cotidiana en la que habitan
con absoluta parsimonia.
Escritor, Alan Moore, y dibujante, David Lloyd,
consiguen una historia ambientada en una atmósfera extemporánea,
congelada casi en los años cincuenta y sesenta, una suerte de
retracción en el tiempo cuyos elementos de ciencia ficción parecen
llevar el sello añejo de la Golden Age, aunque la idea de ambos
era la de mostrar una Inglaterra fascista, una Inglaterra llevada
a un sistema totalitario como consecuencia de una guerra nuclear,
localizada unos diez años más o menos después del momento en que
empezaron a imaginar esta historia.
Lo cierto es que la atmósfera nos muestra un tiempo, un lugar
perturbadoramente cercano al de estos días, en que un pensamiento
único y globalizado parece apoderarse de todos los rincones de
este mundo. Uno de los rasgos de toda gran obra: resultar
profética.
Alan Moore: «La nueva policía anti-disturbios lleva
visores negros, como sus caballos, y sus furgonetas trasportan
videocámaras giratorias en sus techos. El gobierno ha expresado su
deseo de erradicar la homosexualidad, incluso como concepto
abstracto. Y uno se pregunta qué minoría será atacada después. (…)
Y no quiero estar aquí en el futuro.»[ii]
Un futuro intemporal, un tiempo, por momentos ucrónico,
en el que una gran cantidad de personajes obedecen de forma
aterradora la voz de
un destino que controla sus más mínimos movimientos. Y donde Alan
Moore nos presenta a un crisol de personajes y acontecimientos que
van entrelazándose a lo largo de los tres libros que forman V
de Vendetta, historia en la que no hay concesiones a la
galería.
La historia es tenebrosa y el dibujo refuerza la
indefensión, la brutalidad, el desamparo de todos los personajes,
buenos y malos (si buenos y malos hubiera), víctimas y verdugos
(roles que se intercambian una y otra vez conforme avanza el
relato), vengadores que no encuentran la paz y vengados que
agradecen la muerte. Personajes desarrollados de forma modélica,
envueltos todos ellos, verdugos y víctimas, en luces y sombras,
debilidades y fortalezas. De esta forma, el considerado héroe,
presentado de forma irónica como el villano en las primeras
páginas del libro, es capaz de los más brutales actos de venganza
contra un sistema que lo había sometido a todo tipo de vejaciones,
y de acciones de una crueldad extrema hacia su discípula Evey,
consciente de que sin dolor y trauma, el cambio, la
transfiguración interior es imposible.[iii]
También verdugos como el detective Finch o la
doctora Delia mostrarán dudas, temores, y arrepentimientos en
muchos momentos, dejando ver su desamparo, su condición de seres
humanos. De todas formas, estos verdugos presentan una
característica común: la de ser fascistas, ya sea, como Finch, por
no haber tenido el valor para decir no[iv]
o, en el caso de Adam Susan, por ese obsesivo amor hacia la unidad
y el orden, hacia el todo que no tiene en consideración a ninguna
de las partes que lo forman. O como la doctora, con ese interés
científico que lleva a muchas personas a considerar a otros seres
humanos poco más que ratas de laboratorio con las que jugar a ser
dioses. Así nos lo recuerda la misma doctora Delia, cuya muerte se
convierte en manos de Moore en un acto de redención, que traerá a
esta verdugo, convertida ahora en víctima, paz y serenidad
espiritual.
«Rosas. Eres tú,
¿verdad?. Has venido para matarme. Gracias a Dios. Gracias.»
El cambio de verdugo a víctima es significativo: la
cara de V, tan horrible en el campo de concentración para ella, se
vuelve hermosa, profundamente hermosa, ya que ella vuelve
encontrar en este rostro rasgos de esa humanidad que amó un
tiempo. Luces sobre personajes extremadamente sombríos, rasgos
de
humanidad en personajes casi inhumanos, sombras y crueldad en
personajes supuestamente heroicos. Seres humanos que han de
enfrentarse en
soledad a sus temores más íntimos.
Y es en la sensación de soledad de todos estos
personajes, en la caracterización psicológica de cada uno de
ellos, donde encontramos uno de los grandes aciertos de esta historieta: su polifonía,
la capacidad de otorgar a cada personaje su propia voz, la
habilidad para permitir que cada uno de los personajes nos cuente
su propia historia y la de su entorno, constante que toma forma
bajo un discurso enormemente maduro, que elude la narración
omnisciente y que acota al máximo el uso de los textos de apoyo
y los bocadillos de pensamiento, presupuestos que serán característica
formal en los grandes trabajos de este excepcional guionista
británico.[v]
Hay ejemplos numerosos de esta polifonía, capítulos
donde son los propios personajes los que se caracterizan a través
de la primera persona. Así, en “Versiones”, el líder, Adam Susan,
nos da su visión, fascista, de una sociedad; en “El velo”, a
través de las palabras de Rosemary, se nos presenta la soledad de
V, Evey, y la misma Rosemary, etc.
[i]
Uno de los ejemplos más claros en los tiempos
que corren ha sido el de la guerra contra Iraq, en que los gobiernos
estadounidense, británico, y español han invadido un país a
partir de una mentira, la de las armas de destrucción masiva,
que unos y otros presentaron como una verdad absoluta, una
verdad engañosa, una mentira absoluta, a la que todavía se
aferra, entre otros, José María Aznar. Y no es este el único
ejemplo, pero sí el más obvio en estos tiempos que corren de
que las mentiras de un sistema, gracias a sus mecanismos de
perversión, pueden ser construidas como verdades ante una
inmensa mayoría que acepta sin problemas todo aquello que
llega a sus ojos, a su inteligencia, lo cual es una de las grandes
críticas que Alan Moore dirige a una sociedad eminentemente pasiva.
[ii]
Palabras extraídas del prólogo de la edición de
V de Vendetta a cargo de Norma Editorial, del año 2002.
[iii]
El individuo y su autoconocimiento quedan
simbolizados aquí en la Galería en las sombras, donde V y,
posteriormente Evey, tienen acceso a una cultura más allá de
la establecida, ya sea en música, literatura, cine, con el
ejemplo evidente de Valerie. La Galería en las sombras, tan
semejante a la mente humana: cada zona con sus habilidades
y funciones: saber, placer, creatividad.
Porque el saber, como el aire, es vital para la
vida. Como el aire, no debe negarse a nadie.
[iv]
Para Alan Moore, no existen el mal o el bien
absoluto; para él, la capacidad del mal y del bien está en el
interior de cada persona y el mal se acerca a la incapacidad
del ser humano para ser fuerte, para ser honesto. Esto nos lo
muestra en el número 30 de Swamp Thing, con la
reflexión de Matt Cable tras haber sido poseído por Arcane:
«no existe la maldad, Alec... Ninguna negrura reservada a los
demonios y los monstruos. Sólo existe la debilidad. Yo pude
elegir». Tanto Finch domo Matt Cable, son seres humanos
cuya debilidad, cuya elección, además de ser errónea provoca
un daño terrible en el pequeño lugar del mundo en que habitan.
[v]
En una carta David Lloyd daba a Moore sus ideas
sobre cómo quería enfocar la serie en términos de diseño y
ejecución, lo que incluía la prohibición absoluta del uso de
efectos de sonido y, como añadido, la total erradicación de
los bocadillos de pensamiento.
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