DESTIERROS Y BALLENAS EN JAVIER DE ISUSI
A Javier de Isusi lo he ido leyendo retrospectivamente, hacia atrás, y me ha resultado un orden satisfactorio. Comencé con La divina comedia de Oscar Wilde (2019), cuya calidad despertó mi interés por He visto ballenas (2014). Después, en el mismo 2019 cayó en mis manos el volumen colectivo Puro Perú, del que la primera historieta, “Causas y consecuencias del cambio climático” está dibujada por Javier de Isusi sobre un guion de Alex Orbe. Ahí suspendí mi recorrido, sabiendo que me quedaba una especie de asignatura pendiente. Ahora, con el volumen integral que recoge las cuatro entregas sucesivas (2004-2010) de su obra Los viajes de Juan Sin Tierra (2021), anteriores a las otras dos novelas gráficas citadas, no diré que yo también he visto ballenas, pues es justo lo contrario lo que se pretende, pero sí que he encontrado lo que interpreto como el discurso, o uno de los discursos, del autor bilbaíno. Me refiero a algo que describo como la importancia y el valor del destierro. Del destierro sobre todo en su sentido pronominal, el sujeto que se destierra, pero también en su sentido forzoso, como les sucede a los desterrados políticos o exiliados y le ocurrió a Oscar Wilde. En lo que sigue, me centraré sobre todo en Los viajes de Juan Sin Tierra, para culminar con una breve referencia a He visto ballenas. En uno y otro caso, y en los que no menciono, destaca la valía de Javier de Isusi como historietista.
En el epílogo a la reciente edición de Los viajes de Juan Sin Tierra, Claudio Maringelli nos da dos pistas que refuerzan parte de lo presentido en las casi seiscientas cincuenta páginas anteriores dibujadas y escritas por De Isusi. Una pista primera es la de Gloria Anzaldúa y su libro Borderlands / La frontera: The New Mestiza, de 1987 (con sucesivas reediciones y traducciones). Es un indicio importante. Nos habla del pensamiento mestizo y de su práctica, lo que es a fin de cuentas un pensamiento fronterizo. Y es esta ubicación en la frontera lo que más nos interesa para este comentario de los cómics de Javier de Isusi. En un artículo anterior, aquí en la revista Tebeosfera, me referí a la figuración fronteriza. De Isusi se revela, por derecho propio, parte de esta figuración. Así lo corroboran unos cómics —los suyos— que se desarrollan netamente en una frontera no solo mental, sino geográfica, física, material. La segunda pista que Claudio Maringelli nos ofrece en su epílogo es la de “descolonizar la aventura”, lo que dio pie a un libro del mismo Maringelli con igual título. Ya no hay ninguna épica colonial ni héroes aventureros en países exóticos. Cuando no son turistas, los viajeros del presente van en busca no ya de tesoros ni de lo fabuloso, salvo que entendamos que lo fabuloso es uno mismo con su mochila a cuestas.
Los viajes de Juan Sin Tierra es una novela gráfica que, como los precedentes decimonónicos de las novelas por entregas de prensa, y algunas de las actuales en cómic, ofrece con el tiempo al lector una visión de conjunto que justifica al final su consideración de novelas conclusas. Esta de Javier de Isusi es una novela en el más puro sentido del término. Plenamente moderna, sus protagonistas no están alentados por la épica (como cuando eran llamados héroes), sino por sus personales vicisitudes. La obra plantea, mediante su narrativa, los cuestionamientos de personajes actuales sujetos a sus circunstancias. Hay en ella un motivo central que justifica el relato. Y la enunciación del conjunto emana directamente de la autoconciencia autoral. Los tomos sucesivos de Los viajes de Juan Sin Tierra —1) La pipa de Marcos; 2) La isla de Nunca Jamás; 3) Río Loco, y 4) En la tierra de los Sin Tierra— siguen una trayectoria formal y de guion que unifica el contenido de los cuatro volúmenes de manera plenamente novelística. El asunto, entonces, es cuál es la materia que trata esta narración.
Y aquí estamos. La materia es la búsqueda, el encuentro del otro, que es Juan, y de sí mismo, que es su amigo y protagonista, llamado Vasco. Metafísica implícita, si se quiere, pero no hay cuidado. Ante todo, Los viajes de Juan Sin Tierra es una novela de aventuras en la línea de Conrad, de Hugo Pratt y su marinero, de los narradores de viajes exóticos. En tanto que de aventuras, el relato secuencial prevalece. Es una novela que transcurre en La Realidad, ubicada en el Chiapas zapatista (1ª parte); en la isla de Nunca Jamás (homenaje a Barrie y a Loisel, pero también a Disney), identificada con Ometepe, en el lago de Cocibolca nicaragüense (2ª parte); en la selva amazónica y la aldea Borja, junto al río Marañón, entre Ecuador y Perú, con reminiscencias del maltés y de El Dorado (3ª parte), y finalmente en Brasil, en un aeropuerto en el que Vasco espera para regresar a su tierra portuguesa y le asaltan recuerdos de la última etapa de su experiencia viajera en busca de Juan (4ª parte). Es también una novela que alude al “Corrido de Juan Sin Tierra”, la canción de Víctor Jara, y al trasfondo político subyacente a los lugares que atraviesa Vasco en su búsqueda. Y es también, ya lo hemos dicho, el relato de un destierro que es vivido como un despojamiento, el de las identidades falsas y el de las categorías e imposturas vacías. Algo así como la búsqueda de la autenticidad, en principio, con el resultado de que esta no se encuentra en otro sitio que en las inseguridades o incertezas de uno mismo. Ya digo que no hay cuidado. Como historieta es fantástica, puro tebeo. Cada una de las cuatro partes que la componen se sustenta en una gráfica homogénea pero variada, plagada de referencias visuales, que cuenta cada vez una historia completa en un lugar diferente que podría ser el mismo. No obstante, hay una historia abierta que unifica los cuatro tiempos —por motivo de la búsqueda del amigo en el plano de la historia, y de sí mismo en el del discurso— y que se cierra al final.
La frontera es el lugar de la articulación de las diferencias y la conjugación de los límites. Cada uno, con sus circunstancias, habrá de encontrar la manera de articularlas y de conjugarlos para convivir. América Latina, siendo real, se desdobla a la vez como una metáfora de la realidad, o al menos es esta la metáfora que Javier de Isusi ha elegido. Por las venas abiertas de esta región del planeta, centenariamente esquilmada, fluye el magma de un vivo mestizaje fronterizo que se antoja un lugar donde el encuentro, la inclusión y la apertura hacia el mundo son todavía posibles… sin dejar de ser cada uno el que es. En el norte de esa América Latina, en los territorios de los que se adueñaron los Estados Unidos, florecen las voces tanto de esa “nueva mestiza” personificada por Gloria Anzaldúa, y otras feministas post-coloniales, como las de las mujeres representadas por los Hernandez Bros. Al sur de los Estados, en el Palomar de Beto o en la América Central y del Sur de Javier de Isusi, el mestizaje y la realidad fronteriza permiten imaginar un espacio cuya hibridación le mantiene a resguardo de la inevitable extinción. Es la perspectiva que mantiene como dibujante De Isusi en Ometepe (2012), con guiones de Luciano Saracino, y en la historieta inicial de Puro Perú. O en términos más estrictamente políticos, en Asylum (2017) y en Transparentes. Historias del exilio colombiano (2020). La cuestión, en estos mismos términos, es cómo aplicar esa perspectiva, ese imaginario, a una vida cotidiana que se desenvuelve en otros territorios más familiares.
En He visto ballenas, un tebeo posterior, Javier de Isusi presenta un conflicto dramático doble, aunque seguramente triple o cuádruple, por no decir múltiple. Por un lado, el conflicto entre un sacerdote católico cuyo padre murió asesinado por la organización terrorista ETA y un amigo de la infancia y adolescencia de ese mismo sacerdote que se encuentra en prisión como militante de la organización vasca; por otro lado, el conflicto entre ese militante encarcelado y un pistolero del GAL que se encuentra internado en el mismo presidio que aquel, condenado entre otras causas por haber liquidado al etarra que mató al padre del sacerdote. Puede parecer un folletón, pero no lo es en absoluto gracias a la destreza del autor. y al arte del cómic. El asunto es cómo convivir con el otro, que aquí es además el contrario: un asunto que deviene a la postre en cómo convivir cada uno consigo mismo. Las ballenas vienen a ser los fantasmas que ciegan la imaginación, los diques que bloquean el pensamiento, las obsesiones que, como le ocurrió a Ahab, terminan por provocar la autodestrucción de quien las padece. Aceptar la alteridad es aceptarse a sí mismo. Es una garantía no solo de supervivencia, sino de convivencia inclusiva en un mundo mejor. He visto ballenas, por lo demás, es un cómic valiente por su historia, valioso por su discurso y sumamente válido en cuanto cómic. Aunque lo cierto, ahora que caigo, es que sin ballenas no habría relato, por fantasmáticas que resulten, o precisamente por eso. Lo mismo que sin metáforas de viajeros. Pero esto, como ya dijo aquel, es otra historia.