HOTWIRE. RÉQUIEM POR EL CYBERPUNK Reseña de Hotwire. Réquiem por los muertos, de Steve Pugh y Warren Ellis |
Steve Pugh rescata lo mejor del cyberpunk con una protagonista muy atractiva creada por Warren Ellis en un tebeo bonito de 144 páginas con aproximadamente un centenar de ellas de historieta.
Ambientacion cyberpunk. |
El tebeo que publica Dolmen con la obra de Steve Pugh, inspirada en la creación de Warren Ellis, subtitulado Réquiem por los muertos, nos llega editado como lujoso libro en cartoné, con el añadido de las ilustraciones variantes de las portadas de los cuatro primeros comic books originales lanzados por la joven empresa norteamericana Radical Publishing en 2009. La edición se completa con varios textos de Pugh, o sobre Pugh, que alumbran un poco la concepción de esta obra sugestiva en apariencia y muy atractiva en principio.
El cómic parte de una premisa suculenta: las radiaciones electromagnéticas desprendidas por las nuevas tecnologías anegan el mundo, y esa energía propicia que los espíritus revivan y se manifiesten adoptando la forma de una neblina azul, a veces casi corpórea o capaz de interactuar con los habitantes de las ciudades. Estas nuevas presencias terminan conviviendo con la población humana pacíficamente, salvo excepciones. Contra esas excepciones sólo puede actuar un cualificado cuerpo de policías científicos expertos a los que llaman detectives exorcistas o “detex”. Y a este cuerpo pertenece Alice Hotwire, muchacha joven y atractiva que tras su candorosa belleza de porcelana esconde un trauma infantil salpicado de sangre.
La atractiva protagonista. |
Con estos elementos construye Pugh su historia de crimen, amenaza y conspiración tecnológica. Añade un problema de asuntos internos en su departamento policial, un compañero de trabajo chapado a la antigua para establecer el necesario contraste y un diálogo entre cómico y dramático, y crea un enemigo formidable. Todo se resuelve en las alcantarillas, como era de esperar tras conocer este mundo derruido del que conocemos sus aledaños deshabitados, algunos escenarios nocturnales o los callejones de mala muerte. En este arrabal cibernético, alguno de los “fantasmas” no pacíficos ha encontrado la manera de potenciar su presencia física, y también el modo de interactuar con otras energías y… con otras entidades, como las humanas.
Aquí es donde se hallan los aciertos de la obra. El control de una población aparentemente indignada contra las fuerzas del orden público logrado por la entidad malsana es lo más angustioso del libro, puesto que los zombis individuales ya nos asustan poco y las materializaciones con forma cadavérica o monstruosa sirven para pasar un buen rato entre fuegos de artificio, pero todos sabemos que serán sofocadas por la muchacha cyberpunky de los mil recursos. Servida la metáfora, lista la reflexión: una nueva mirada a los “diferentes” que viven entre nosotros y la amenaza que implican aunque sean en su mayoría pacíficos. La idea de que el pacto entre hombre y tecnología no debería llegar al punto de que la confianza excesiva en esa tecnología controle nuestra vida ya ha sido muy usada. Pero en este tebeo destaca otra más interesante y bella: el planteamiento de la nueva espiritualidad que sugiere Pugh, la que surgiría tras comprobar que la vida dependiente de la electrónica despierta y echa andar… a nuestros fantasmas (o que ya somos fantasmas de nosotros mismos en los mundos que propicia esa tecnología).
Alice combate fantasmas cibernéticos. |
Pese a todo, un tebeo que merece mucho la pena. Lectura densa que se digiere con facilidad, personajes con una mínima complejidad y atractivo, género y subgénero tratados con elegancia, y apariencia conjunta muy apreciable para transmitirnos un mensaje ciertamente inquietante: que fuimos diseñados para morir pronto pero duramos más gracias a la ciencia, que nos mantiene deambulando por este mundo como fantasmas en la niebla.