LA PRENSA SATÍRICO-GRÁFICA EN LAS OTRAS ABDICACIONES BORBÓNICAS. ISABEL II Y LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868
JOSÉ ORCAJO

Resumen / Abstract:
Análisis sobre el tratamiento de la prensa satírico-gráfica española sobre la abdicación de Isabel II tras la denominada "Revolución de Septiembre de 1868". / Analysis on the treatment of the Spanish satirical graphic press about the abdication of Elizabeth II after the so-called "Revolution of September 1868."
Palabras clave / Keywords:
Sátira antimonárquica, Reinado de Isabel II/ Satire against the Monarchy, Reinado de Isabel II

LA PRENSA SATÍRICO-GRÁFICA EN LAS OTRAS ABDICACIONES BORBÓNICAS
ISABEL II Y LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE DE 1868

 

 

 

A diferencia de hoy, cuando la mayor parte de los medios de comunicación parecen haber cerrado filas en torno a la abdicación y sucesión del rey Juan Carlos I, mostrándose complacientes respecto al traspaso de la corona a manos de su hijo, y habiéndose dado el caso de que incluso una de las escasísimas revistas de humor que aún quedan en el país, y hasta ayer mismo lacerante con la monarquía, ha sido censurada por una de sus portadas displicentes, quiero traer hoy a esta sala de lectura la manera en que la prensa satírico-gráfica abordó el tema en aquellas otras ocasiones en que algún Borbón cedió su silla.

 

Y empiezo con el caso de Isabel II, apeada del poder tras la denominada “Revolución de Septiembre de 1868”, un golpe militar a manos de los generales Prim y Serrano y el almirante Topete, que obligó a la reina a encaminar sus pasos hacia el exilio francés para, apenas transcurridos dos años, abdicar en su hijo, el futuro Alfonso XII, quien no llegaría a ocupar el trono de inmediato sino después de haberlo hecho un monarca extranjero y haber tenido lugar la Primera República Española.

 

Desde el mismo momento en que la reina pone pies en polvorosa hacia el exilio, la prensa, amordazada hasta entonces, se dispara, de forma que el número de publicaciones de todo tipo viene a decuplicarse, proliferando en particular las revistas de contenido satírico alusivas a los hechos, conteniendo muchas de ellas sagaces caricaturas. Así, en este campo surgieronen esos días en Madrid o Barcelona La Gorda, La Gordísima, La Gorda de Hoy y El Trueno Gordo (ésta, de Valladolid),que no hacían sino referencia al nombre con que popularmente fue denominada la Revolución de Septiembre, de igual forma que lo fueron La Gloriosa y La Topetada, a las que seguirían posteriormente otros títulos como El Golpe de Estado, El Gorro Frigio (en clara alusión a la República) y Las Siete Plagas (a los partidos políticos), como igualmente vieron la luz varias otras que hicieron suyo el alias con que el pueblo motejaba a los principales protagonistas de ese tumultuoso periodo, denominándose El Segundo Herodes (título alusivo a Prim), El Niño Terso (por Carlos María de Borbón, iniciador de la Tercera Guerra Carlista), El Gabacho (en referencia al duque de Montpensier, cuñado de la reina y tenaz aspirante al trono), Ángel 1º (Amadeo de Saboya, el italiano que sucedería a la reina), El Capitán Araña, Rigoletto, El Flaco, etcétera.

 

Ocuparía excesivo espacio el dedicar siquiera unas líneas a tales publicaciones, que no son sino una mínima relación de las muchas que fueron editadas esos años, y en su mayor parte, efímeras, no teniendo más remedio que ceñirnos a dos de ellas, las más conocidas y valoradas tanto en su momento como lo son hoy en día: Gil Blas y La Flaca.

 

 

 

 

Gil Blas y la sucesión en el lápiz de Francisco Ortego

 

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Cabecera de Gil Blas del día siguiente a la marcha de la reina.  

Gil Blas fue el gran periódico satírico madrileño de los últimos años del reinado de Isabel II; salía dos veces por semana y constaba, como la mayoría de las publicaciones de entonces, de tan sólo cuatro páginas, con un tamaño intermedio entre lo que hoy denominamos DIN A3 y DIN A4. A pesar de haber pasado por una etapa muy crítica con el poder, desde varios meses antes de la Revolución de Septiembre venía publicando en su interior una viñeta cómica de matiz costumbrista debida a los lápices de Llovera, Daniel Perea o Francisco Ortego, tal como figuraba en su staff y así ocurría de hecho.

Mas el 1 de octubre de 1868, día siguiente a la huida de la reina, la propia publicación abre su página cabecera con un comunicado que, bajo el título de “Proclama”, anuncia: “Estamos preparando una serie de caricaturas políticas pintando la gran caída del siglo”, concluyendo el breve texto con un “¡Viva la libertad!”.

Y, en efecto, en el número que sigue a éste, Ortego cambia de tema, insertando un dibujo de Isabel II en el que la representa como una oronda señora marchando hacia el exilio francés a lomos de un humilde asno y llevando de una rienda un segundo jumento con unas alforjas en las que viajan, en un lado, tres retoños de la reina, mientras que en el otro se ve asomar un ros provisto de pompón, que a partir de ese momento será el símbolo que todos los dibujantes usarán para caracterizar irónicamente al futuro Alfonso XII.

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Va a ser ésta la primera de las imágenes satíricas de Isabel II, no así de sus gabinetes, insistiendo Ortego en este tema en el número siguiente de Gil Blas con la viñeta titulada “Los defensores de la Monarquía”, en el que muestra al prácticamente último presidente del Consejo de Ministros, el ultraconservador González Bravo, secundado por otros miembros del Gabinete, huyendo todos al país vecino con el botín que han podido salvar en la debacle.

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Dibujo de Ortego en la página tercera de Gil Blas del 4 de octubre de 1868.

 

Pero aquella primera imagen de Isabel II, dibujada por Ortego, si bien satírica en su contenido, apenas si deja ver el rostro de la soberana, siendo Daniel Perea, en principio más caricaturesco que Ortego, quien se atreve a hacerlo a los pocos días de llevarse a cabo la diáspora (y escribimos siempre el nombre de este dibujante junto al apellido porque Daniel tuvo un hermano menor, Alfredo, en ocasiones también presente en Gil Blas).

A pesar de ello, Ortego ya era el humorista gráfico favorito de Gil Blas, y no tardará en aparecer su nombre en la cabecera como dibujante único, de forma que tras esas dos imágenes de la reina y el Gobierno huyendo, sus dibujos saltan por un tiempo del interior de la revista a ocupar la página cabecera, trayendo ahora como protagonista una mujer tocada con gorro frigio —alegoría de la República— que unas veces proclama el sufragio universal, otras barre inmundicias del mapa de España, y otras se asoma por la puerta del país mientras políticos, clero y militares la miran asombrados desde el fondo de la escena, cuando no escapan corriendo a la desbandada.

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Isabel II y el pequeño príncipe Alfonso, según dibujo de Daniel Perea en Gil Blas. Salustiano Olózaga, personaje hoy casi desconocido, participó activamente en la búsqueda de nuevo rey. Ortego se burló de él en multitud de ocasiones. “Caricatura revolucionaria”, en Gil Blas, 3 de abril de 1870.

Además, también dibujará el “entierro de los Borbones”, se reirá de la Iglesia y hará sátira de los muchos otros acontecimientos que vivirá España durante los dos años siguientes en que el país se embarca en la tarea de encontrar un nuevo rey criticando la tardanza, burlándose de los revolucionarios en una serie de caricaturas cabezonas —llevadas a cabo junto con Perea y precursoras de las que algunos años más tarde popularizaría Ramón Cilla...—, mofándose de todos los aspirantes al trono, y en particular de los pertinaces Carlos María de Borbón, apoyado por la Iglesia, y el duque de Montpensier, del que es valedor Topete, a los que Ortego vitupera constantemente, sin olvidarse del joven Alfonso, hijo de la exiliada Isabel y futuro restaurador de la dinastía borbónica, a quien aúpan el emperador de Francia Napoleón III y su esposa, Eugenia de Montijo, quienes logran de Isabel II arrancar la abdicación en favor del joven príncipe.

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“¡El trono o la vida!”, dice este dibujo de Ortego titulado “En una encrucijada”, en el que vemos al duque de Montpensier y a Carlos María de Borbón atracando conjuntamente a España. El emperador francés Napoleón III, antes de embarcarse en la guerra franco-prusiana, promete, en presencia de Eugenia de Montijo e Isabel II, encumbrar al joven Alfonso como rey de España si sale victorioso. Desafortunadamente para los cuatro, Napoleón IIl perdería la guerra y el imperio.

Finalmente, tras una votación en el Congreso y merced a la influencia y tejemanejes del general Prim, se llevará la palma uno de los últimos aspirantes, el italiano Amadeo de Saboya, a quien Ortego también viene a caricaturizar hasta el mismo día en que llega a España para erigirse como nuevo rey.

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Viñeta de Ortego publicada apenas faltando un mes de “La entrada del saboyano”, frase ésta escrita como titular a pie de página.

Transcurrido poco más de medio año del entronamiento de Amadeo de Saboya, decepcionado Ortego con los nuevos acontecimientos que se producen y atado de pies y manos para seguir caricaturizando al monarca italiano, es él mismo quien se exilia a Francia sin llegar a ver en terreno patrio la temprana renuncia del saboyano al sillón regio hispano y la proclamación de la Primera República. Ortego, a su vez, sería sustituido en Gil Blas por Pellicer —que no por Daniel Perea—, muriendo una década más tarde en su autoexilio galo sumido en la pobreza. Pero esto, como suele decirse, es otra historia.

 

 

 

El segundo frente de batalla: La Flaca y Tomás Padró

 

Medio año después de la partida de Isabel II empieza editarse en Barcelona, pero con distribución nacional, La Flaca, semanario también de cuatro páginas escritas en castellano que, frente a Gil Blas, tenía por ventaja un mayor tamaño y el imprimirse a color en cromolitografía, siendo una de las primeras publicaciones (que no la primera) en introducir esta técnica de impresión en el país.

Si su título, como tantas veces se ha repetido, era una contraposición a la revista madrileña La Gorda, empezada a publicar a poco de la huida de Isabel II, La Flaca tenía por dibujo cabecero una mujer extenuada junto a un león famélico, en alegoría a su visión de la España del momento, visión que no aportaba mucho de nuevo, pues ya lo había representado así Ortego varias veces, tanto en Gil Blas como en El Fisgón desde algunos años antes.

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Primer número de La Gorda y fragmento de un dibujo de Ortego del 14 de enero de 1865 para Gil Blas.

Aparece, pues, La Flaca en plena búsqueda de sustituto para ocupar el trono vacante de Isabel II, estrenándose fuerte la revista ya desde su primer número, en el que una litografía en su última página presenta al trío de militares golpistas (Serrano, Prim y Topete) subastando el cetro y la corona.

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De inmediato, los dibujos pasan a ocupar las dos páginas centrales de La Flaca, destacando por su gran tamaño y abigarramiento de personajes, siendo precisamente los militares citados los que están frecuentemente en el punto de mira gráfico del semanario, de manera que mientras Serrano o Prim apenas si aparecen en las caricaturas de Ortego, quizá por ser, respectivamente, regente del trono y presidente del Gobierno revolucionario, no ocurre lo mismo con las que se publican en La Flaca, en donde ambos personajes son ridiculizados insistentemente, sobre todo el último de los dos, cuya muerte, asesinado a tiros cuando su protegido Amadeo de Saboya entraba en España para tomar posesión del trono, quitó a la publicación parte de su razón de existencia.

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Última caricatura sobre Prim en La Flaca, publicada el 25 de diciembre de 1870, cinco días antes de su asesinato. Irónicamente, en ella afirma el general que mientras la punta de su espada sostenga el trono no habrá que temer que se venga abajo. Pero la espada quebró, y el reinado de Amadeo duraría poco más de un año.

Junto a ellos, también son lacerados en La Flaca los políticos que inspiraron la revolución, caso de Ruiz Zorrilla y de Sagasta, quienes igualmente alcanzarán la presidencia del Gobierno una vez que es entronizado el italiano, siendo Sagasta, merced a su peculiar tupé “expansivo”, una de las figuras más apetecidas por el lápiz de todos los dibujantes satíricos del último tercio de siglo.

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Característica caricatura de Práxedes Mateo Sagasta, en su etapa como presidente de Gobierno durante el reinado de Amadeo de Saboya.

Pero volviendo al momento en que sale la revista, cuando Isabel II ya se encuentra en Francia, La Flaca se hace eco de la búsqueda de candidatos para sucederla, entre los que de nuevo destacan su cuñado el conde de Montpensier, su medio primo Carlos María de Borbón, su anfitrión, Napoleón III, y, por supuesto, Alfonsito.

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“Se colocan reyes”, dice esta agencia dirigida por Olózaga ante la que se presentan Isabel II y el grupo de pretendientes al trono.

Dibujándola normalmente rodeada de todos estos familiares y otros muchos en escenas hogareñas cargadas de sarcasmo, como ocurre en la titulada “Una familia modelo”, en la que los pinta enzarzados en una severa trifulca, de la que no se libran ni los retratos del fondo: su abuelo Carlos IV; su padre, Fernando VII, y el hermano de éste Carlos María Isidro, abuelo de Carlos María de Borbón.

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Y a ellos hay que sumar una cohorte de aspirantes secundarios que surgieron para sustituirla en el trono: príncipes y reyes de todos los países europeos, quienes vienen a llorar con lágrimas de cocodrilo cuando en el verano de 1870 la reina abdica en favor de su retoño.

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La reina lee su abdicación. La Flaca, 10 de julio de 1870.

En resumen, La Flaca ridiculizó el exilio de la reina más frecuentemente que Gil Blas, pero también se burló sin contemplación ninguna del Gobierno revolucionario y de los aspirantes a ocupar la sucesión, y si puede parecer extraño que quien al final resultara el elegido para continuar la monarquía, Amadeo de Saboya, no aparezca caricaturizado entre las páginas antes de hacerse con la corona española, es simple consecuencia de que la publicación fue suspendida en el último trimestre de 1870 por el Gobierno presidido por Juan Prim, durando la sanción el tiempo exacto en que el italiano fue buscado y aupado por el militar, que de esta forma se quitaba de en medio una voz crítica. Mas La Flaca, como si fuera profética, aún tuvo tiempo de publicar una litografía a doble plana poco antes de ser Prim asesinado, en la que éste, desde el infierno y armado con alas de diablo, hace descender al saboyano hacia el abismo. Su título: “CATAPÚM!!”.

Pero nos queda una pregunta en el aire: ¿quién fue el artífice de tales complejas escenas caricaturescas? Un vistazo a la firma de las mismas tan sólo nos lleva a leer con cierta frecuencia las siglas Aº Wº, bajo las que, según todos los indicios, se escondía el nombre de Tomás Padró, el excelente dibujante humorístico barcelonés, perteneciente a una familia de artistas y educado en la propia capital condal y en la del reino. Pero ni siquiera esas siglas aparecen en los primeros ejemplares de La Flaca, para los que hay quienes aventuran que fueron sus autores los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer, esos osados dibujantes de una lasciva Isabel II en Los Borbones en pelota, obra que, a su vez, algunos afirman que se debe a Ortego. Y de ser así, Gil Blas y La Flaca, Ortego y Padró, se unen a través de la depuesta reina por más nexos de los que podría suponerse en un principio.

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Creación de la ficha (2014): José Orcajo. Edición de Félix López, revisión de Alejandro Capelo y Héctor Tarancón. · Imágenes tomadas de ejemplares originales.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
JOSÉ ORCAJO (2014): "La prensa satírico-gráfica en las otras abdicaciones borbónicas. Isabel II y la Revolución de septiembre de 1868", en Tebeosfera, segunda época , 12 (16-VI-2014). Asociación Cultural Tebeosfera, Sevilla. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/la_prensa_satirico-grafica_en_las_otras_abdicaciones_borbonicas._isabel_ii_y_la_revolucion_de_septiembre_de_1868.html