PARA UN DICCIONARIO DE LA HISTORIETA EN CUBA. CHARLA CON MIGUEL BONERA MIRANDA
MANUEL PEREZ ALFARO, MIGUEL BONERA MIRANDA

Resumen / Abstract:
La entrevista resulta un primer encuentro con el investigador Agregado de la Coordinación de Bibliotecas de Cultura en La Habana, Miguel Bonera, que resultara ganador de una beca para la terminación de un Diccionario que recoge una valiosa y muy necesaria información histórica del comic en Cuba y su desarrollo a través de temas, personajes y autores del cual hemos querido mostrar en el presente trabajo algunos ejemplos ilustrativos. / The enterview is the frist meeting with the attache investigator of the Cultural Libraries. Coordination in Havana, Miguel Bonera, who won a scholarship to finish a Dictionary that includes a valuable and neccessary historical information about comic in Cuba and its development trough themes, characters and authors from which we have wanted to show in this work some illustrative examples.
Notas: Texto publicado en el número 22 de la Revista Latinoamericana de Estudios sobre la Historieta en junio de 2006.
PARA UN DICCIONARIO  DE LA HISTORIETA EN CUBA

 

 

Estoy frente al ganador de uno de los premios Dador 2006 que otorga el Centro Cultural Dulce María Loynaz de La Habana, Cuba. Esta vez dedicado a una obra sobre la historieta o cómic cubano. Comencemos por informar a los lectores de esta convocatoria.

Con el objetivo de estimular la investigación y la creación literaria mediante el otorgamiento de becas de creación que faciliten a los autores premiados la culminación de sus proyectos, se convoca el premio Dador para todos los escritores cubanos residentes en la isla. Se aceptarán proyectos de libros en proceso de escritura en los géneros de poesía, narrativa, teatro y ensayo. El tema será libre, pero en el caso de ensayos, deberán abordar tópicos relacionados con la literatura, el arte, la cultura, la historia y la sociedad en general.

El premio otorga en cada edición cinco becas de creación por valor de 2 100 pesos cubanos cada una. El autor galardonado se compromete a presentar resultados parciales de su proyecto y a participar, una vez concluidos los primeros seis meses, en lecturas y conferencias  programadas por los organizadores. Se compromete además a conceder el derecho de la primera edición de su libro en el país a una de las editoriales del Instituto Cubano del Libro y a presentar el libro resultante de la beca en marzo del 2007, el cual será valorado con vistas a su posible publicación al año siguiente, derecho que se reserva la editorial correspondiente.

Uno de los premios en cuestión, recayó en el proyecto presentado por Miguel Bonera Miranda para la realización de un «Diccionario de la historieta en Cuba».

Conozcamos al autor. Miguel Bonera Miranda, (Matanzas, Cuba, 1956) es historiador graduado en la Universidad de La Habana. Ha trabajado en el Museo de Santa Cruz del Norte y en la Coordinación de Bibliotecas de La Habana. Ostenta la medalla 175 Aniversario de Aponte y el título de Huésped Ilustre de la Ciudad de Santiago de Veraguas. Pertenece a la Brigada Cultural Hermanos Saíz y es presidente de la Sociedad Cultural José Martí en la Dirección Provincial de Cultura de La Habana, además de investigador agregado y profesor adjunto de la Coordinación Provincial de Bibliotecas de esa institución. Tiene en su autoría «Los torreones de La Habana» y la trilogía «Oro blanco. Una historia del ron cubano» (Lupus-Libros, Canadá, 2000). Ha participado en los Encuentros Internacionales de Cátedras Martianas de Panamá y Costa Rica.

Miguel, considerando que la historieta o el cómic tiene más de cien años, resulta ocioso preguntarte, con tu edad, cómo se estableció el contacto estable con el género, pero sería interesante saberlo.

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  Figura 1: Aquella magia del Popeye del cigarrito, de Segar, con sus personalísimos criterios sobre la caricatura.
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  Figura 2: «El Ser», de Juan Padrón cuando aún firmaba Padroncito.
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  Figura 3: Un concepto muy popular del valor del trabajo del historietista, en un chiste gráfico de Calvo en la sección «El hueco» (una historieta muy profunda) del semanario Mella.

Claro, es que al nacer en 1956, casi a la mitad de este período, a fines de lo que ha dado en llamarse la edad de oro del cómic norteamericano, comencé a leer, figúrese usted, justo al inicio de la edad dorada del cómic cubano en la tremenda década del sesenta. A mis manos llegaron, a la vez, «Superman» y «Supertiñosa», «Jim de la Jungla» y «Juan Montes, el guerrillero»; dos niños terribles llamados Daniel y Matojo –que después se tranquilizaron mucho y el

«Príncipe Valiente», que sigue siendo uno de mis favoritos, «Kombey, el samurai», «Barzoon», «Kashibashi», los primeros «Vampiros» y «Verdugos», serie de un recluta que, en aquellos años firmaba Padroncito; «Las Criollitas», de Wilson; «Pucho» por Virgilio; «Chicho Durañón», que comenzó Gaspar y continuo Lillo... En una olla, con los restos de un ayer que vive aún, los paquines mexicanos (Paquín, revista mexicana que circulaba entonces en Cuba), las argentinas, y alguna que otra vez, los productos de la vieja Europa. Recuerdo los monos de Xaudaro, los «Cuentos vivos» de Apeles Mestres, el «Tintín» de Hergé y el «Asterix» de cuando lo elaboraban Goscinny y Uderzo... todos mezclados, como decía Guillén en otro contexto. Muchas veces, incluso, leía las parodias antes de conocer el original, como en el caso de «El Spirit» de Will Eisner.

¿Tenías alguna preferencia por el contenido de tu lectura de comics, digamos humorísticos, aventuras, biográficos, algo así?

Me encantaba el Popeye del cigarrito, quiero decir de Segar. Los otros, no sé, no han tenido esa magia. También las historias de ciencia ficción, en aquellos años en que aún no habíamos llegado a la luna; historias dramáticas y algunas veces las de terror... pero lo que no me perdía nunca era «El hueco», una página fabulosa, de varios autores, donde me moría de risa con El Ser, un destupidor de inodoros con cabeza de niño que creó Padroncito, y que hablaba una ensalada lingüística como para volver loco a Pico de la Mirandola... pero se entendía, no te creas.

Confieso que conocí a Cuasimodo en uno de aquellos muñequitos que se hacían sobre cualquier película de mediano éxito. A don Quijote me lo presentó Juan José –muy bien, por cierto–. A Sherlock Holmes por el dibujo de Domingo García. En lo biográfico recuerdo una novela gráfica que me impactó: «Sandino, general de hombres libres». Recuerdo cómo la leí, una y otra vez, como si esperara que, en alguna lectura, la emboscada fallara y el héroe siguiera vivo. Nunca pasó, y lo siento.

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Figura 4: Por mis manos pasaron, indistintamente, las historietas de «Superman» y su versión criolla «Supertiñosa»... y del resto de los héroes made in USA que iban a correr a súper velocidad en VietNam.

¿Cuál es tu preferencia temática actual?

La novela gráfica de acción, el manga, incluyendo el mangakubano, y me siguen encantando las tramas humorísticas... el primer amor, ya sabes, nunca se olvida.

La historieta, el cómic cubano, es, a pesar de la constancia de sus autores, un gran desconocido, pero como el género todo, también aun un poco falto de reconocimiento aun.

Más que falto, lo que está todavía es muy mal reconocido. Se considera mas a un artesano utilitario que a un historietista, a menos que este haya logrado convertirse en animador.   Hay excepciones, claro está, pero incluso una figura como Juan Padrón, hay que ver las que ha tenido que aguantar de especialistas amigos de la salud mental (por cierto ¿qué cosa es eso?) , y sobre todo esos animalitos de los cuales Noé, creo, metió tres parejas en el arca, a juzgar por lo que se han multiplicado; los críticos...  los  profesionales  y  los  otros.

¿Quieres un buen ejemplo? Toma una revista o periódico. Verás críticas de cuadros, obras teatrales, novelas... pero ¿historietas? Y el silencio es también una forma de crítica, la más sutil tal vez.

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Figura 5: Mi malogrado intento de emplear didácticamente la historieta en el museo: «La historia del ron» –escrita por mí y dibujada por Alben–... que ha desaparecido o espera la critica devastadora de las polillas.

¿Por qué valoraste que este contenido podía competir en el premio Dador?

Porque es parte de la cultura cubana, con mayúscula, un segmento de nuestro patrimonio, de nuestra herencia, y como ves, de nuestra memoria. El jurado, como ves, coincidió conmigo.

El hecho de que una persona con tu formación educacional y cultural se interese en rescatar la historia y valores del cómic cubano ¿es una patente de reconocimiento intelectual y artístico al mismo tiempo?

Sí y no. El año pasado el ministro de Cultura de Francia, Renaud Donnadieu de Vabros, presidió en mayo sobre la primera celebración nacional  de los libros de historietas, como una de las nueve artes oficialmente reconocidas... pero yo, un funcionario de cultura, no pude obtener que se me liberara de mis ocupaciones para poder tomar parte en la Humoranga, ni siquiera que se otorgase licencia para ello. Mis deberes como jinete burócrata eran más importantes.

Este mismo año, cuando quise brindar al personal de la red de bibliotecas de La Habana un curso sobre la narrativa gráfica, como manifestación destacada que es de la literatura de alta demanda, se me señaló, rotundamente, que esas especialistas no necesitaban saber nada de muñequitos. Apenas el que decidía se enteró de que se estaba hablando.

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Figura 6: Aquel inolvidable guerrillero de bolsillo, «Chaparrito», cuyo creador Juan José se incorporaba plásticamente a la historia.
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Figura 7: Perseguidos por personajes como Zam, de Juan José.... que hoy firma Jan.

Considerando que no conozco antecedente de un trabajo similar en el género en Cuba, cuéntanos como te has planteado ejecutarlo.

Pretendo, francamente, pagar una deuda histórica de este sector. Durante décadas las bibliotecas, en general, no han atendido adecuadamente la preservación de esta parte de nuestro patrimonio. Las historietas cómicas o serias, cuando eran adquiridas, eran situadas, como una condena a la sala infantil perpetua, incluso cuando eran textos creados para jóvenes o adultos, sencillamente por estar dibujados en lugar de ser escritos. Eran colocados cerca de las manitas, casi, casi, mejor diría garritas, de las descendientes directas de Nené Traviesa y su hermanito, o sea, en el camino directo hacia la destrucción.

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Figura 8: Ciencia ficción en tono de sátira: «Lucas y Silvio», un serial de Juan José (Jan) nacido en Cuba y continuado en España.
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Figura 9: Otra aventura de ciencia ficción: «Las fabulas del duendecillo», de Juan José (Jan), en 1960.

Casos conozco en que se almacenaron publicaciones y se enviaron los suplementos gráficos a la fábrica de Tejas cuando se decidió que lo mejor era comprar libros de texto, aunque fueran obsoletos que crear colecciones de revistas como Pablo o Cómicos.

¿Quieres un ejemplo extremo? Hace unos doce años, más o menos, el que te habla, que entonces trabajaba en museos, tenía que montar una sala sobre historia del ron en Santa Cruz del Norte. Información tenía de sobra pero había que comprimir nueve siglos de historia en dos metros y medio cuadrados y hacer, además, que resultase atractivo. Pensé en la historieta. Preparé un guión, conseguí que lo dibujara Alben, el de Palante, resultó un material notable por muchos conceptos... y aunque estaba incluido en el guión de montaje, lo cierto es que, al final, no se montó. Y todavía está entregado a la crítica de las polillas, en algún almacén. Como ves aún nos queda mucho por andar. Aspiro a que esto sea un paso.

¿Cómo se va desarrollando el acopio de información?

Francamente, cuando comencé a estudiar en serio este tema encontré textos referenciales norteamericanos, ingleses, franceses –todos excelentes, por cierto–, belgas. Mira, los españoles no solo en general, sino de tres o cuatro autonomías distintas: catalanes, andaluces, castellanos y luego mexicanos, argentinos y hasta puertorriqueños. Y Cuba, con una tradición como la que tiene, unos creadores y una calidad reconocida en todas las latitudes e, incluso, en las altitudes –porque dibujos de Nuez han llegado al cosmos– aún no tiene una guía para los estudiosos. Había, eso sí, excelentes trabajos de Adelaida de Juan, Zoila Lapique, el propio Cecilio Avilés, que ha hecho un esfuerzo titánico no solo como creador, sino como promotor y divulgador, con dos textos valiosísimos. Informaciones puntuales no faltan, pero sí una visión general, abarcadora y esa es la que aspiro a conseguir.

Me he planteado buscar esta información en todos los medios a mi alcance, desde pesquisas de gabinete a la navegación virtual, pasando naturalmente por entrevistas y contactos con los creadores. La información, como he dicho, la brindaré como un diccionario, con asientos de autores, personajes, publicaciones, conceptos, etc.

¿Qué resultados esperas de la publicación?

Todo camino largo o empinado comienza por un paso. Si consigo con este volumen, o estos volúmenes, incrementar el reconocimiento del sector, la estimación a sus creadores plásticos y literarios, como promotores destacados que son de la cultura nacional, esa será mi recompensa.

De no ser así, al menos, habré realizado un viaje sentimental al mundo de mi juventud. Rencontraré a los héroes que iluminaron mi infancia y juventud, y dejaré un testimonio de los días que pasaron, de las imágenes en que aprendí a gozar la belleza, de los maestros que me enseñaron a pensar, a conocer, y también a reírme de todo, incluso de mí mismo.

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Figura 10: Otra creación de Juan José: «Juan Superación», símbolo de la revolución científico-técnica.

 

Hemos tenido la oportunidad de ver los voluminosos apuntes del autor, algunos de los cuales está ya organizado para la futura y documentada edición que abarca los aspectos temáticos, los personajes y los autores. A modo de ejemplo tomamos y ofrecemos al lector algunos muestras de las primeras letras.

A

«Abecilandia». Serie de chistes gráficos de Juan Padrón publicada en la revista Cómicos (v.), sobre las relaciones entre distintos tipos de letras humanizadas.

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Una tira de «Abecilandia» de Juan Padrón Blanco (Cómicos, no. 9, 1989).

Abela. Eduardo Abela Villareal (San Antonio de los Baños, 3 de julio de 1891/ Ciudad de La Habana, 9 de noviembre de 1965). Pintor, caricaturista e ilustrador gráfico, renovador de la plástica cubana de su época. Su obra inicia el humorismo gráfico ariguanabense. El 20 de mayo de 1915 a propuesta del tabaquero Octavio Valdés Rodríguez inaugura allí una exposición conjunta con Manuel Alfonso Descalzo (v.), en el Círculo de Artesa nos. Publicó sus primeras caricaturas en la revista semanal humorística El Zorro Viejo (v.) de San Antonio de los Baños, en 1916.

Estudió en la Academia San Alejandro. En 1921 presenta una exposición en el Salón Nacional. Más tarde, de 1921 a 1924, reside en España, gracias a una beca –nada generosa, por cierto– que se le otorga para estudiar pintura. Allí realiza su primera exposición personal, en 1924, en la Galería de Arte de Madrid. En 1925 inicia su colaboración en la publicación humorística La Semana (v.), que no interrumpe cuando regresa a Europa, esta vez a París, en 1927 hasta 1929. Desde 1926 aproximadamente, pertenece al Grupo Minorista (grupo intelectual pequeño-burgués que constituyó portavoz y tribuna de asuntos nacionales y culturales durante la década del veinte). Firma la «Declaración» de 1927, junto a otros entre los que se incluye el caricaturista Conrado Walter Massaguer (v.). Por su parte, milita en diferentes partidos políticos y simpatiza con grupos intelectuales de izquierda. A principios de 1930 Abela comienza a colaborar cotidianamente en el Diario de la Marina  (v.) y mantiene sus entregas a la revista La Semana. Colabora además con los periódicos El País (v.) e Información (v.).

En todos ellos aparece con regularidad el personaje del Bobo (v.). Este, surgido como tira cómica, estremeció las bases mismas de la tiranía machadista (1926-1933). Intentó continuarlo, sin gran éxito, en un semanario de 1941 y en dibujos aislados, como uno en que el Bobo, barbudo, saluda el triunfo de la revolución cubana, en enero de 1959. De Abela ha dicho Évora Tamayo Maillo (v.): «Con su humorismo predicó el ejercicio de las virtudes ciudadanas, siguiendo las huellas del pensamiento martiano».<1span> Es considerado hoy uno de los íconos de la cultura nacional.

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Una tira de «El Bobo» de Eduardo Abela Villareal (La Semana, 31 de julio de 1929).

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Viñeta de «Guabay» de Roberto Alfonso Cruz, Robe (Cómicos, no. 12, 1987).  
Aborígenes en la historieta cubana. La tragedia que representó el casi total exterminio de los habitantes del archipiélago cubano y caribeño y, asimismo, la esclavización de la población indígena americana ha sido siempre en nuestro país un tema doloroso, casi catártico, pues en el fondo de nuestra conciencia siempre subyace la idea de que, al fin y al cabo, todos los cubanos somos descendientes de los vencedores en este enfrentamiento. Desde los tiempos coloniales, nuestros intelectuales y artistas, a modo de terapia compensatoria, han procurado encubrir este hecho mediante representaciones idealizadas de los indios y francamente condenatorias de los europeos.

Para el orgullo nacional cubano, asimismo, ha sido siempre un tema neurálgico el hecho de que es imposible negar la verdad histórica de que las comunidades aborígenes cubanas fueron sojuzgadas y la resistencia a los conquistadores tan breve, efímera y fútil que apenas han sobrevivido huellas documentales de ella. Los guionistas y dibujantes de historietas, tiras cómicas y series de dibujos animados –como los escritores de ficción y los pintores de género, antes que ellos– enfrentaron este problema mostrando siempre lo mismo, con ligeras variantes: individuos o grupos aislados que, en el caótico entorno de la conquista, consiguen, ya sea mediante una viveza «muy cubana», su comunión con las fuerzas de la naturaleza o, simplemente, su valor y su fuerza: engañar y derrotar a unos españoles perennemente presentados como moralmente defectuosos, cobardes y primitivamente torpes.

Así, la historia del cacique Hatuey (v.) ha sido ilustrada más de una vez, antes y después de la revolución, en tono casi hagiográfico mientras que, ya en el campo de la ficción el serial «Chico taíno» (v.), de Luis Castillo Barzaga (v.) lo muestra siempre vencedor sobre el obtuso Capitán Morcilla (v.); en una de sus aventuras Chaparrito (v.), de Juan José López (v.), se ve trasladado en sueños a Cuba, en la época de la conquista y combate a los peninsulares; otro tanto hacen Inés, Aldo y Beto  (v.) en algunas de sus aventuras, Guabay (v.) y, algo más tarde Yarí (v.) de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.), si bien muestran la superioridad en armamento y táctica de los invasores presentan, contra toda la verdad histórica, a los protagonistas derrotándolos una y otra vez: Baconao el indito (v.), de Manuel Lamar Cuervo (Lillo) (v.) derrota también a los españoles –en una aventura, ayudado por el cacique Matojey, que no es más que el popular Matojo (v.) en un pasaje onírico de sus aventuras–, las series y tiras cómicas Cacique Ariguanabo del humor (v.) y Don Velásquez y Panfilón (v.) de Jesús de Armas (v.) reflejan la superioridad intelectual del nativo frente al ignaro y prepotente europeo, lo mismo que en la tira cómica «¡Rediez!» (v.), de Rodolfo Díaz Macedo (Picallo) (v.) y Mario Tosta, los chistes gráficos «Radiografía de América» (v.) de Humberto Valdés Díaz, Val (v.), y en seriales como «Ollantay» (v.), de Raúl Núñez (v.), Tatácora (v.), de Luis Lorenzo Sosa (v.) y Ayazín (v.) de José Francisco Delgado (Delga) (v.) se idealiza a las culturas indo americanas.

En líneas generales se ha producido con los aborígenes un proceso similar al ocurrido a los africanos en la historieta cubana (v.) –y no tiene nada de extraño, por lo tanto, que en seriales como los ya mencionados «Guabay»  y «Yarí» aparezcan luchando juntos esclavos africanos y aborígenes, lo mismo que en la novela gráfica «Guaníbara» (v.), de Pedro González (Péglez) (v.).

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Tira de «Tatácora. Viaje de leyenda» de Luis Lorenzo Sosa (Cómicos, no. 4, 1989).

 

B

Baconao, el indito. Personaje del serial homónimo, creado por el dibujante y guionista Manuel Lamar Cuervo, Lillo (v.), basado en una leyenda tradicional sobre el origen del nombre de un parque natural, ubicado en la provincia de Santiago de Cuba. Se le representa como un niño aborigen, con taparrabos, plumas, ajorcas y collar de cuentas, que vive en estrecho contacto con la naturaleza y al cual ayudan y comprenden los animales. Llama a estos mediante una corneta de guamo –la concha de un molusco Strombus gigas que, realmente, fue empleada con este fin por los indígenas del Caribe–, se burla de las autoridades tribales y combate contra los invasores. Creada con el trazo preciso y simplista que caracteriza a este creador la trama, de fondo humorístico, constituyó una oferta atractiva y dinámica que, no obstante, se redujo solo a dos o tres entregas, en la revista  Cómicos (v.). Más tarde el autor lo introdujo en una aventura onírica de Matojo (v.), relaboración de una publicada en la década del sesenta en la revista Mella (v.): «¡Qué poca imaginación!».

Bangán. Revista habanera, donde aparecieron las primeras historietas de «Guabay» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).

Barbarita. Personaje de la serie de historietas y tiras cómicas homónima, realizada por Luis Wilson Valera (v.). Gráficamente, su apariencia es la de una Criollita (v.), más rica en formas, mulata y de generosas caderas, el estereotipo de la belleza femeninacubana, desde el punto de vista del macho criollo.

Barbarita, como sus predecesoras Tere y Cary (v.) y Las Melli (v.), es una joven alegre, vivaz, despreocupada y esencialmente inocente. Enfrenta al mundo con optimismo, rechaza los avances inconvenientes de sus admiradores, combate verbalmente a los machistas –aunque, por irónico que pueda parecer, constituye, materialmente, su sueño dorado– y procura cumplir a cabalidad su papel en la nueva sociedad.

Biografías secuenciales. La historieta ha sido empleada muy a menudo con el fin de exponer gráficamente la vida de una personalidad determinada, con mayor o menor fortuna, de acuerdo al realizador. Entre los ejemplos de esta práctica en Cuba pueden citarse:

– «Abraham Lincoln, el libertador de los esclavos».
«Argimiro Gavaldón» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«Bolívar en Martí» (v.) de Francisco Blanco Ávila (Blanco) (v.) y Francisco Blanco Hernández (F.Blanco) (v.).
«El brazo de la revolución» (v.) –sobre Antonio Maceo–, de Virgilio Martínez Gaínza (Virgilio) (v.).
«Camilo Cienfuegos» (v.), de Virgilio Martínez Gaínza, Virgilio (v.).
«Cirano de Bergerac» (v.), de Ubaldo Ceballos (v.), con guión de Samuel Caldevilla (v.).
«Comandante Tomás, héroe de la juventud venezolana» (v), de Virgilio Martínez Gaínza (Virgilio) (v.).
«Emiliano Zapata» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«En el espacio estelar. Valentina Tereshkova» (v.), de Alfredo Mantilla (v.).
«Hatuey» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«José Martí ese soy yo» (v.), de Edmundo Aray y Francisco Blanco Hernández (F.Blanco) (v.).
«Julio Antonio Mella» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«Marcelo Salado» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«Máximo Gómez» (v.), de de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«El padre de la patria» (v), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).
«Toro Sentado» (v.), de Roberto Alfonso Cruz (Robe) (v.).

 

C

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  Portada de ©Línea no. 14 de 1977.
©Línea. Revista latinoamericana de estudio de la historieta, fundada y dirigida, en la Ciudad de La Habana, por Fidel Morales Vega (v.), director entonces de la Sección de historietas de la Agencia Prensa Latina (v.). Integraban su equipo de realización los miembros del Grupo P-ele (v.) y era su asesor literario el escritor Joaquín G. Santana. Circuló entre 1973 y 1977. Pese a lo breve de su línea vital, esta publicación, surgida para actualizar a nuestros artistas y estudiosos del tema con las últimas corrientes de la historieta como arte –sobre todo, en su sección «Los buenos narradores»–, lo más granado de la producción nacional, los recursos y convenciones de la narración secuencial, la creciente participación latinoamericana en este medio, etc.

Logró aglutinar también los esfuerzos de un colectivo de creadores entre los que hay que mencionar figuras como José Mizrahi (v.), Miguel Ártiles (v.), Orlando Sansón (v.),  Waldo Saavedra, Anselmo López Blanco, Heriberto H. Maza (v.), Juan Padrón (v.), Hernán Hernández (v.), José Martínez (v.), Alexis Canovas (v.), Pablo Toscano (v.),  Jorge Oliver Medina , Oli (v.),  Gaspar González (v.) y Luis Castillo Barzaga (v.); amén de miembros correspondientes de Perú, Brasil, México, Bolivia, Nicaragua, Colombia, El Salvador y Venezuela, en América Latina; de España, Hungría, Francia, Italia, Portugal y Finlandia en Europa... e, incluso, de Estados Unidos.

«Cacique Ariguanabo del humor». Serial de historietas monotemáticas de humor, mudas –y, a veces, casi ilegibles–, dibujadas y escritas por Jesús De Armas (v) y editadas en la revista Pablo (v.), en el tabloide El Muñe (v.) y en otras publicaciones. Se trata de una historia supuestamente ambientada en Cuba, en los tiempos de la conquista, hacia el siglo XVII. Los personajes, cuya apariencia cambia, en ocasiones, de un cuadro a otro, son Don Velásquez y Panfilón (v.) –nombre con el que también se conoce esta serie– y se desarrollan entre ellos situaciones y diálogos de un humor críptico, basado en un complejo sistema de símbolos y señales que hacen pensar en el estilo plasmado por Santiago Armada (Chago) (v.), treinta años atrás… lo cual, como en el caso que hemos mencionado, ha reducido, en cierta medida, el impacto que pudo tener.  De Armas, sin duda, renueva las pautas y conceptos del humor gráfico cubano en las últimas décadas del siglo XX mas su mensaje es, tal vez, como en el caso que nos ocupa, demasiado complejo para un público que aspiraba a una lectura de más fácil comprensión.

«Calimete». Serie de chistes gráficos de René de la Nuez (v.), publicados en el periódico La Calle (v.),  en los años 1959-60. Humor político, centrado en la figura de un campesino con  un  monumental sombrero alón –con la paloma de la Paz posada–, armado con un desproporcionado cuchillo curvo.

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La portada de «La gesta heroica» de Alfredo Calvo Montalvo: es un suplemento especial, salido en 1959, de la revista Maracas dedicado a una sintética reconstrucción de la historia de la revolución cubana.  
Calvo. Seudónimo del dibujante-guionista Alfredo Calvo Montalvo –que algunas veces, además, firmó sus trabajos con las siglas A. C. M. (v.)–. Nacido en la Ciudad de La Habana el 7 de diciembre de 1937, comenzó a diseñar por afición y llegó a trabajar, como dibujante, en algunas publicaciones de circulación nacional, con tiras e historietas de carácter comercial y publicitario.

Tras el triunfo de la Revolución comenzó a trabajar en la revista y el suplemento gráfico Mella (v.), donde publicó historietas como «Héroes anónimos» (v.) y «Héroes rebeldes» (v.), contribuyendo también, en el suplemento grafico que empezó a editar esta publicación, a la sección humorística «El hueco» (v.). Publicó allí también series e historietas monotemáticas de tema histórico como «Manigua» (v.), «Marcelo Salado» (v.), «La muerte me esperará» (v.) y la que muchos han considerado su obra maestra: «Operación Chau» (v.).

En las Ediciones Juveniles de la Imprenta Nacional de Cuba (v.) publicó, en 1962, el libro de historietas «La sublevación de los vegueros» (v.). Al aparecer las Ediciones en Colores  (v.) preparó para la revista ¡Aventuras! (v.),  la serie de historietas de continuidad «Recuerdos de Chamaco» (v.), formó parte del consejo de dirección de las publicaciones Fantásticos (v.) y Muñequitos (v) y estuvo entre los fundadores del Grupo P-ele (v). Reditó, en la revista Anticomics (v.) su obra «Operación Chau» e ilustró, durante años, las paginas infantiles del periódico Granma Campesino (v.).

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  Viñeta de «Recuerdos de Chamaco» de Fidel Morales Vega (guión) y Alfredo Calvo Montalvo (dibujos) publicada en Muñequitos no. 13 de junio de 1966.
Chamaco. Protagonista del serial de historietas monotemáticas, de continuidad y novelas gráficas «Recuerdos de Chamaco» (v.), escrito por Fidel Morales Vega (v.) en la revista ¡Aventuras! (v.), y continuado más tarde en el semanario infantil Pionero (v.) y en otras publicaciones. Dibujado por Ubaldo Ceballos (v.) y otros, su imagen y su apariencia varían algo de una entrega a otra. En su esencia, es un niño blanco de diez a doce años, hijo de un matrimonio de clase media, que corre diversas aventuras con sus amigos el negro Rafaelito (v.) y el blanco Tamakún (v).

Alegre, travieso, desprejuiciado, generoso, aunque siempre dispuesto a pelear, e incluso, a lanzar piedras con mortífera puntería, mal estudiante y buen amigo. Emprende arriesgadas empresas, huye de la guardia rural y de la policía, investiga y enfrenta todo tipo de extrañas situaciones, presentadas en un entorno histórico muy bien recreado

Con sus virtudes y defectos, conforma una imagen muy realista y atractiva del niño cubano de su época.

TEBEOAFINES
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Creación de la ficha (2015): Manolo Pérez y Miguel Bonera Miranda. Edición de Félix López. · El presente texto se recupera tal cual fue publicado originalmente, sin aplicar corrección de localismos ni revisión de estilo. Tebeosfera no comparte necesariamente la metodología ni las conclusiones de los autores de los textos publicados.
CITA DE ESTE DOCUMENTO / CITATION:
MANUEL PEREZ ALFARO, MIGUEL BONERA MIRANDA (2015): "Para un diccionario de la historieta en Cuba. Charla con Miguel Bonera Miranda", en REVISTA LATINOAMERICANA DE ESTUDIOS SOBRE LA HISTORIETA, 22 (20-XII-2015). Asociación Cultural Tebeosfera, Ciudad de la Habana. Disponible en línea el 30/IV/2024 en: https://www.tebeosfera.com/documentos/para_un_diccionario_de_la_historieta_en_cuba._charla_con_miguel_bonera_miranda.html