Editorial ;
Tortas fritas de polenta, de Adolfo Bayúgar y Ariel Martinelli, es “una de héroes”. Pero no es una historieta de fantasía heroica, ni una de esas de “buenos ni malos”, ni tampoco una reivindicación nacionalista del tono que tienen la mayor parte de los –por cierto pocos– cuadritos que se dibujaron y se escribieron en torno a la guerra contra Inglaterra. Lo de acá es de un heroísmo de otro sino. Es la valentía de abordar un tema doloroso y personal (Martinelli es un ex combatiente de la guerra de Malvinas), de aceptar contárselo a otro para que éste a su vez dibuje esos episodios trazados –tal como se deduce de las páginas– con enorme respeto. Es una primera persona compartida. No hay en estas páginas grandes hazañas, ni mártires, ni patriotas al estilo de las figuritas de Billiken, pero el bajo continuo es de uno heroísmo enorme.Que Tortas fritas de polenta sea contada a través de dibujos nos da a los lectores el ánimo necesario para poder adentrarnos en el dolor sabiendo que podremos salir de él.Porque aunque se trate de un subterfugio ilusorio, falso e irreal, nos permite resguardarnos en el gesto infantil de repararnos en que se trata, quizás, de una ficción.