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EN UN LUGAR DE LA MENTE

En un lugar de la mente

Josep Mª Beà

Ediciones Glénat S.L., Barcelona, 2001

ISBN: 84-8449-121-8

Libro de cómics, cartoné  [recopilación de historias del autor, previamente publicadas por Toutain, en la revista 1984, desde 1981, y por García y Bea Editores S.A., en dos libros de la Colección Rambla, en 1983]  I  precio facial: 11,99 €.)  I  29,5 x 22 cm.  I  112 pp. –con lomo, cosido-, b/n.

Tomo dos de la edición de Rambla

[ Portada del volumen segunda de la edición en la Colección Rambla © 1983 J.M. Beà ]


 EN ALGÚN LUGAR... , comentario por Javier Mora Bordel


[ viene de página anterior ]

El centro de un universo propio.

En un lugar de la mente verá la luz en 1981 en la mítica revista 1984, pocos meses después de la finalización de su serie predecesora las Historias de Taberna Galáctica. Es lógico en este sentido que pudiéramos encontrar ciertas confluencias entre una y otra dado el escaso margen de tiempo entre ambos trabajos. Y así ocurre: una colección de cuentos enlazados a través de un tema común, una imaginería ambientada en torno a la ciencia ficción... Demasiado fácil. Si realizamos un análisis atento de estas dos pesquisas podremos observar como en un principio la realidad profunda que las sustenta es otra bien distinta. Tan distinta que ambos rasgos en sus orígenes lejos de mostrar las semejanzas entre las obras ya citadas, se encargaban más bien de sustentar y afianzar una voluntad de distanciamiento pleno y consciente, que se vio truncado de golpe justo a la mitad de la serie.

En un lugar de la mente se compone de 11 relatos distribuidos por zonas: A, B, C, D, E, H, K, I, J, F y por último la G. Aquí podemos observar la primera diferencia con respecto a la estructura de la Taberna. En esta última los episodios se suceden siguiendo un esquema de cuento oral por extenso, es decir, tantas historias de la Taberna como narradores ficticios se les ocurriera a Beà. Una fórmula abierta como ya hemos indicado. Esto varía en la presente obra simplemente por el hecho de enumerar a las historias siguiendo un orden alfabético por lógica cerrado. Este esquema imprime una frontera invisible a la cantidad de historias que la compondrían, un número limitado que en el mejor de los casos hubieran resultado de 29 zonas, lo cual de haber cosechado un volumen de ventas y popularidad semejante a su antecesora tampoco hubiera sido moco de pavo.

Sin embargo, el mayor distanciamiento y a la vez la mayor cercanía lo encontramos reflejado en las distintas líneas narrativas que componen este volumen de cuentos. Por un lado, un orden ascendente de A a H; por otro, uno descendente y a la vez desordenado de K a G con el que vuelve atrás y parece querer cerrar el tebeo. No es casualidad, ambas responden a las diferentes tonalidades que hemos venido aludiendo y que casualmente o no –yo no lo creo- se corresponden al posterior orden que siguieron los dos tomos de la Colección Rambla en los que fueron recopilados.

Las primeras obedecen a la evolución progresiva que ya hemos comentado que Beà ha seguido a lo largo de toda su carrera en pos de una expresividad propia. Esta vez sus inquietudes parten más de lo cotidiano, de ese día a día en el que parece que nos movemos como peces en el agua sin comprender el absurdo la mayoría de las veces de nuestros actos; un hecho este que tratará de explorar desde un punto de vista eminentemente humorístico, el estado de conveniencia más cercano a si mismo con el que poder emprender el viaje interior necesario que desvele al subconsciente dormido que nos determina. Más adelante insistiremos sobre esta línea pero por ahora basta decir que al contrario que las historias de la Taberna (no olvidemos que en ellas encontrábamos también desarrollados ciertos elementos surreales) aquí la ciencia ficción no es más que una excusa, un escenario anecdótico.

Las segundas, en cambio, son una vuelta atrás. Pero no en un sentido peyorativo, ni mucho menos. Simplemente estas historias retroceden hacia el tono vivo logrado en la Taberna: cuentos o episodios de género en los que cierto grado de surrealismo (ahora es este la excusa) actúa como elemento trasgresor transformando su esencia en algo novedoso; historietas ejemplares de principio, nudo y desenlace, lejos de la anecdótica y aparente (sus buenas horas debió de llevarle) espontaneidad del primer grupo.

Pero, ¿por qué se produce este retroceso? ¿Era esta la intención de Beà? Lo desconozco. Pero algo me dice que no teniendo en cuenta su primera serie para Rambla: La esfera cúbica, que supone un nuevo avance con respecto a esas historietas de En un lugar de la mente directas herederas del humor del absurdo.

De este modo me atrevería a lanzar la hipótesis de que tal vez con el segundo grupo de historias de En un lugar... Beà recuperara el tono de la Taberna movido por presiones editoriales. Puede que Toutain considerara (y todo esto entra en el terreno de lo meramente especulativo) que las primeras historias no respondieran del todo a los gustos del público, que tal vez la gran masa de lectores no estaba preparada para disfrutar esas historias socarronas. Y así puede que le recomendara a Beà que recuperara la anterior fórmula de éxito, que fuera sobre seguro. No sería de extrañar dado que gran parte de la incuestionable labor editora de Toutain se sustentaba en un profundo conocimiento del panorama comercial de la historieta española. Sin embargo, aunque Beà aceptará finalmente su criterio y opinión, creo que en él surgiría el beneficio de la duda.

¿Y si Toutain se equivocaba, y si el público español si estaba “preparado” o más bien “deseaba” un producto que rompiera con toda directriz conocida, que estuviera en la vanguardia? ¿Había llegado la edad madura de autores y lectores, es definitiva, de nuestra historieta? Beà desde luego independientemente de todo y de todos sí lo estaba. Había llegado a un punto en su carrera en el que su dominio pleno del medio (que se plegaba a su antojo) le obligaba a ser valiente, liarse un turbante en la cabeza, y asumir el nuevo desafío. De este modo por fin podría desarrollar de un modo completo y absoluto su inventiva, dar rienda suelta a una actitud, por primera vez, plenamente surrealista.

La génesis.

Hemos venido insistiendo profusamente en la profunda huella que el surrealismo estampó en la estética de Beà. Hora será de que entremos en ella con detalle.

Hemos de dejar claro desde el principio, que el surrealismo en Beà es ante todo una actitud vital. No se trata sólo de una influencia más de entre las muchas que han conformado su propia estética (para hacernos una idea tomemos por ejemplo el ámbito de la imagen; aquí las influencias van desde los pintores victorianos hasta Alex Raymond) sino de un aliento: algo que insufla vida a su creación, algo que le da fantasía a su vida. Es por esto que Beà es un artista. Para él hacer historietas no es sólo el trabajo que le da sustento, es algo más. Es una necesidad comunicativa, es una forma de expresión, es un medio de entender el mundo que le rodea.

Como vemos, vida y arte (la obra bien hecha) acrecientan aún más la intima interacción conocida y analizada hasta ahora. Siguiendo los pasos anteriores daremos buena cuenta, a través de nuevos textos eso sí, de ambas esferas: la vital y la creativa. Para la primera tomaremos como referencia la entrevista concedida a Ana Salado (“Radiografía. Beà: el hombre que se supo marciano”, 1982) para Rambla núm. 2. Para la segunda, el primer grupo de historias de En un lugar de la mente publicadas a principios de los ochenta. Una, deja entrever buena parte del ideario que nutre su vida; la otra, es la manifestación primigenia de sus inquietudes; su unión constituirá la fuente sobre la que sustentar un estudio estético de esta índole en el que emprenderemos la exploración de la naturaleza personal del Beà creador y del Beà humano.

·La evasión: Debe desagradarle un tanto lo que el mundo se gasta por aquí abajo, porque le encanta evadirse de la realidad con su fantasía. «Para eso he utilizado el cómic, la música, la pintura, medios que me permitieran buscar aspectos, perspectivas más irreales de la vida.»

La evasión de la realidad. La huida de lo terreno. Este es el afán que anima el espíritu creativo de Beà. Pero no se trata de un rechazo del mundo, tan sólo es una renuncia consciente a las ataduras de nuestra conciencia (la rutina de lo cotidiano, las imposiciones del presente, el mar de dudas en el que nos ahogamos...) que tanto marcan nuestra forma de ver lo que nos rodea. El hombre vive sujeto a las imposiciones de múltiples objetos que determinan sobremanera su percepción de lo real. Por eso es un prisionero de si mismo, alguien enjaulado en lo que cree su propia realidad y que ya ni hace por ver unas barreras, unos límites que a fuerza de obviarlos se han vuelto inmateriales e invisibles. Debe ser verdad el dicho: ojos que no ven corazón que no sufre...

¿Cómo lograr desprenderse de este cúmulo de impurezas que nublan nuestra visión? El surrealismo ofreció una salida, una válvula de escape que es la que a su modo aplica Beà en su creación: la voluntad, el afán por trascender nuestros propios límites de percepción sensoriales a través de la imaginación y la fantasía. Estas son las dos vías de acción. Pero no se trata solamente de transformar o de variar la percepción de nuestros sentidos. Simplemente es la búsqueda de nuevos caminos que nos conduzcan al estado al que debe aspirar todo ser humano, aquel por encima de las limitaciones que nos cohíben y coaccionan, a esa superrealidad de pureza que reside en nosotros mismos, en algún lugar de nuestra mente.Zona G. Clic para ampliar

·El psicologuismo: A todo esto, ¿no saben cómo hace un guión? Pues él lo explica así: «me tiendo en horizontal, oye, y en esa posición, aparecen imágenes a veces insólitas que luego se convierten en el núcleo de un guión. Ya te digo, ves una cosa, una cosa rara y a partir de ahí desarrollas una historia. Bueno, esto es una aplicación de la psiquiatría a lo de hacer guiones, ¿sabes? Los psiquiatras lo utilizan para la libre asociación de imágenes. Y es que es eso: se anula la entrada de estímulos, hay una relajación total y el cerebro se encuentra en unas condiciones óptimas para llevar a cabo esa labor. No tienes ni que controlar el equilibrio porque estás tumbado, ni los movimientos del cuerpo, porque no haces nada; sólo te concentras en el pensamiento. Es como si le dieras tiempo al cerebro para pensar en sus cosas.»

Una de las máximas del surrealismo reza lo siguiente: el artista debe practicar el automatismo psíquico y reflejar en su obra el funcionamiento de la mente, sin preocuparse del mundo exterior. Sólo de este modo conseguirá desprenderse del lastre que arrastra consigo que no es otro que el de su propia percepción de la realidad. Es por tanto su mente la llave a un nuevo mundo, a un nuevo universo, a una nueva dimensión más alta que la vida misma. En este primer concepto reside una de las claves a la hora de interpretar a Beà. Los elementos propios de la ciencia ficción por él empleados (ya lo indicamos antes pero ahora nos encontramos en posición de poder justificarlo) no son más que una excusa, una fórmula adaptada a la representación de estos estados imaginativos. Es decir, en este primer grupo de historias de En un lugar de la mente, la presencia de seres cibernéticos, naves espaciales, soles en fusión o extraterrestres humanizados, es algo totalmente secundario.

Parece corroborar nuestras palabras “Zona C”, un auténtico viaje interior. O más bien deberíamos decir por el interior de una zona a la que nuestro protagonista y guía proveniente de la Zona N, define como «estas latitudes donde la perversión, el vicio y el caos absoluto conviven en una frenética promiscuidad [es decir], todo lo visible de este musical lugar, no es otra cosa que contendidos mentales reprimidos que pugnan por acceder a otra zona». Nos encontramos en consecuencia en el terreno del subconsciente, de ese elemento fluctuante donde encuentran refugio nuestros deseos más ocultos, nuestros pensamientos más oscuros, y las imágenes distorsionadas que a veces sacamos de la realidad.

La imaginación consciente de Beà, quien parece seguir de este modo la senda de la tradición impuesta por la vanguardia española de los años veinte (enfrentada por este motivo al surrealismo francés proclive al automatismo libertador), dará cuerpo y forma a estos estados ocultos del alma. Toda fantasía queda satisfecha en este nivel: las sexuales (con la gran madre que las alimenta), las emocionales (en una parodia de la Taberna, el bar de los Zopos, de violenta sutileza), las profundas (donde todo como visto a través del espejo de Carroll, se refleja en su contrario). Y toda fantasía es representada a través de unas viñetas herméticas (las imágenes se hacen ininteligible porque su interpretación no puede realizarse de acuerdo con líneas tradicionales) y sujetas a múltiples interpretaciones, desarrollando de este modo el lector habitual de historietas un activo papel en la misma narración. Algo a lo que ni entonces ni, por desgracia, ahora estamos demasiados acostumbrados.

·El humor descarnado: Algo ha aprendido del psicoanálisis por su cuenta, cuando se suponía que se lo estaba aplicando otro. Al final, seguro que el mejor psicoanálisis se lo hizo él, burlándose con toda la risa posible de sí mismo. Y aún sigue haciéndolo. Sin duda, ha llegado ya al convencimiento de que el hombre, no es que sea malo o insignificante por naturaleza, es que es una chapuza, como la vida toda, que diría un poeta.

Para afrontar con un mínimo de coherencia la línea emprendida hasta ahora es necesario un tipo de actitud disconforme con lo establecido. Beà en la historieta es un vivo ejemplo del espíritu libre rebelado contra las normas y que anhela romper con el pasado. Y para ello no hay mejor recurso que el del humor. ¿Reírse de todo y de todos acaso no es la vía idónea para mostrar nuestro desapego del mundo y sus normas? Como podemos intuir no vamos a hablar de un tipo de humor de alegría jocosa y carcajada fácil. Por el contrario, vamos a insistir en ese humor rebelde que tiende a tomarse las cosas a guasa simplemente porque es más sano reír que llorar, en ese humor deseoso de escandalizar y de romper los cánones tradicionalmente aceptados como lógicos. Un humor, por tanto, decididamente absurdo.

Beà es un maestro en dicho arte como podemos ver especialmente en el tratamiento de dos de las historias de este volumen de relatos, nos referimos en concreto a las zonas A y B. En ellas podemos observar la base de este tipo humor, un hecho disparatado que afecta sustancialmente la vida de sus protagonistas y que es asumido con la más estricta de las normalidades. Como si no ocurriera nada. Así un hombre (mención aparte merecería la especial predilección que siente Beà hacia la especie gatuna, y en especial por ese gato Fuz tantas veces nombrado) puede acabar con la cabeza de un gato dentro su boca, o bien puede un día levantarse por la mañana y ver como su propia testa sale volando por la venta.

Con esto solamente se pretende atacar las sólidas bases de la realidad cotidiana por la que deambulamos mediante el empleo de la fantasía más estricta. Beà mediante el absurdo romperá con la lógica aplastante que nos rodea. Rechazará encontrar una razón a todo para decantarse por la intuición de lo irracional, del azar (y conociendo su método para idear las historias, ¿acaso estas no parecen salidas de un auténtico sueño?), en definitiva del buen gusto antes burgués y ahora de clase media que parece regir con suficiencia y prepotencia nuestros destinos. Así Beà en su modus operandi del absurdo condensará, junto a la actitud irreverente e iconoclasta propia del surrealismo y de toda vanguardia que se precie, el espíritu de la intrascendencia o el de la captación de cosas y situaciones desde nuevas perspectivas. Un humor presentado bajo diferentes tonalidades, pero que sirven a un designio común: introducir un factor de extrañamiento, de descomposición caótica de la realidad para que pueda ser percibida desde nuevas perspectivas, al margen de los reflejos domesticados por la rutina.

En otras palabras, un sentido de lo humorístico entendido como una manera de hacer cercana la nueva visión y dimensión de la conciencia superreal...

El punto y ¿final?

Una vez más hemos de ponernos en situación para entender siquiera mínimamente la importancia de la aportación de Beà a la historieta española y más aún después de la publicación de En un lugar de la mente, una obra emblemática e injustamente relegada a un segundo plano. La visión fresca, espontánea y novedosa de Beà rompía cánones, moldes y todo lo que se le pusiera por delante. No sólo aportaba una obra de una dimensión nueva en la que por primera vez en mucho tiempo (y ahora ya no sólo me ciño estrictamente a la historieta nacional) un tebeo se insertaba dentro de una tradición mayor (porque lógicamente el surrealismo no debemos entenderlo como algo en exclusiva de lo literario, de lo pictórico o de cualquier otra rama del arte. Como ya hemos repetido mil veces, se trata de una actitud vital que puede mostrarse a través de cualquier acto de nuestro devenir, (y si no que se lo pregunten a los patafísicos) si no que a la vez, y de este modo deberíamos añadir, lograba canalizar una voz profundamente personal, comprometida y consecuente consigo misma.

Hemos visto como a lo largo de su trayectoria profesional en el mundo de los tebeos, Beà ha mantenido esta inquietud: una historieta de autor en la cual desarrollar, en pos de una respuesta que nunca llega, su pensamiento más profundo. Y aunque hemos constatado la presencia de dicha preocupación en muchos de sus compañeros de profesión, igual de comprometidos y consecuentes que él mismo, hay algo en Beà (puede ser casualidad pero no olvidemos que el azar es también un componente destacado de lo surreal) que le ha hecho estar en el lugar apropiado y en el momento oportuno.

Tomada su obra historiestística en su totalidad ahora es el mismo Beà quien marca un antes y un después en la historieta española de autor, quien abre y cierra la etapa más importante de la historieta española. La abre, con la publicación en 1970 de la fenecida revista Drácula donde encontramos por vez primera el esfuerzo consciente de unos autores (Beà, Maroto y Sió) por tratar de hacer una historieta más acorde con sus necesidades y actitudes. La cierra, en 1986 con el fracaso de su aventura en solitario (el cierre de Intermagen, su propia editorial). El público a partir de este año cambia su orientación hacia nuevos sectores en boga como los superhéroes o los primeros mangas; a la vez Beà ha alcanzado después de obras como 7 vidas o la Muralla (ésta para Toutain) su cenit creativo.

Nada debería sorprendernos. Los vientos habían cambiado y los autores como Beà que tanto habían peleado contra viento y marea por una expresión personal ahora se encontraban con que esta no era comercial, no estaba de moda. Que se supone que debían hacer. ¿Adaptarse sin más a los nuevos tiempos y olvidar todo el camino emprendido hasta ahora? ¿Empezar de nuevo a pelear de cero, ganarse a un nuevo público que parecía que se lo habían cambiado de la noche a la mañana?

No dije que Beà había sido el autor más emblemático de esta generación por casualidad. Si bien es cierto que hubo algunos que resignadamente metieron la cabeza en los mercados más boyantes (por ejemplo Maroto trabajando para DC en las Crónicas de Atlantis de Peter David), y otros que no se rindieron y defendieron su plaza a capa y espada (hablamos del maestro Giménez, que hoy en día vive una merecida segunda juventud; un hecho que esta provocando una positiva reacción en cadena como por ejemplo la reedición de dos de las principales obras de su compañero Beà a la que esperamos se sumen más, amén de la de otros compañeros de batalla), la mayoría de ellos, como Beà, acabaron con las ilusiones rotas y el alma cansada (nos referimos al ámbito en exclusiva de la historieta; al igual que Beà, que hasta ha hecho una suerte de novelas juveniles para Anaya que tanto y tanto recuerdan el espíritu que animaba sus tebeos, los componentes de esta generación han encontrado por regla general acomodo en la pintura o el diseño).

Años de silencio y de olvido han sumergido a estos autores en el más estricto de los anonimatos: sus aportaciones, sus avances visuales, literarios y narrativos se han perdido o están a punto de hacerlo, pocos son ya quienes reconocen su influencia... Pero no nos lamentemos, mejor mantengamos su espíritu vivo que será más de agradecer.


VÍNCULOS:

Ficha de J.M. Beà
Reseña de En un lugar de la mente
Reseña de Historias de Taberna Galáctica
Reseña de La Muralla

Entrevista a J.M. Beà por Manuel Barrero
Galería de imágenes

Reciente entrevista con Beà


ENLACES:

Reseña de Jaume Salvà i Lara

Reseña de Rafael Marín

Reseña de Álvaro Pons

Reseña de Josep Gálvez

Reseña de Historias de Taberna Galáctica por Jaume Salvá i Lara

Reciente entrevista a Beà


[ © 2003 Javier Mora Bordel,  para Tebeosfera 030131 ]