TEBEOSFERA \ SECCIÓN  


In memoriam...

  Chumy Chúmez    

Cabecera de despedida de Hermano Lobo

     Elegía 

[ Imagen: El lobo de Hermano Lobo que acompañó la carta presuntamente escrita por Chumy Chúmez para despedirse de los lectores cuando despareció la publicación © 1976 herederos de Chumy Chúmez ]


in memoriam

Zulet Ché Lombilla

EL ALEPH DE CHUMY CHÚMEZ (Recorrido sentimental y poco académico por la obra más lúcida y graciosa de todo el siglo veinte y parte del veintiuno)

texto por Lombilla

Al "hermano" Chumy Chúmez in memoriam

Setenta y cinco vírgenes llorosas y doscientos cristos llagados me persiguen, junto a una miríada de puntiagudos nazarenos, por calles estrechas con no sé qué aviesas intenciones; cuando creo que les he dado esquinazo aparecen, como por arte de magia, Yola Berrocal, Dinio, Sardá y un ejército de tarados clones televisivos que comienzan a gritar con estentórea vesania. Sigo corriendo y logro deshacerme de ellos, pero entonces, a traición, sin que haya podido ver de dónde ha salido, salta sobre mí la ministra de Asuntos Exteriores, doña Ana Palacio, y comienza a enseñarme, con obsceno regocijo, sus lánguidos pechos de madura opusina donde tiene tatuados a George Bush en el derecho y a Aznar en el izquierdo; Intento no vomitar y salgo corriendo de nuevo. Otra vez, exhausto, creo haberme librado de la horrible pesadilla en que estoy metido y me siento en el suelo a descansar. Antes de que pueda reaccionar estoy rodeado por varios tertulianos de la COPE que escupen fuego por la boca como si fueran dragones antropomorfos y hacen alegres malabares con calaveras de niños iraquíes muertos en aras de su propia y democrática salvación; entonces, no sé cómo, aparece entre cegadoras luces mi hada madrina que, dándose perfecta cuenta de la situación tan delicada en que me encuentro, se ofrece a ayudarme concediéndome un deseo que yo no dudo en formular: ¡Líbrame de todo esto! ¡Sálvame de la estupidez humana, de la vil mentira, el cinismo y la sinrazón! ¡Llévame a un mundo mejor...! Y así es como de pronto, creánme, me veo metido en el mundo de Chumy Chúmez.

1.  El dios sol

En este delirante mundo, paraíso de la inteligencia, no hay dioses a los que venerar con humillante sumisión ni tontas prohibiciones contra el saber: aquí todo está lleno de manzanos "de tres patas" de los que cuelgan los más deliciosos frutos humorísticos germinados bajo el lumínico amparo de un sempiterno sol, rúbrica inequívoca del genio.

2.  El lobo travestí

Chumy Chúmez parece haber pensado, parafraseando al Dios bíblico, que no es bueno que La Codorniz esté sola y ha creado, demiurgo de su propio universo, un hermoso y fresco lobo de reminiscencias franciscanas que travestido en simbólica loba capitolina, nos ha amamantado durante breves pero intensos años a todos los españoles huérfanos de libertad y hambrientos de lucidez crítica con su nutritiva mala leche.

3.  El marxismo-chumynismo

La historia del mundo es la historia del enfrentamiento de clases y Chumy Chúmez, vanguardia vindicadora del indefenso proletariado en esta eterna y desigual lucha, ha consagrado, como elocuente y sarcástico icono reivindicativo, la imagen del enchisterado y fustigador terrateniente a lomos del explotado trabajador en su particular manifiesto: el "Manifiesto Humorista".

4.  El Aleph

Jorge Luis Borges ideó un lugar donde están, sin confundirse, todos los lugares del orbe vistos desde todos los ángulos, llamado Aleph. Un paseo por la obra de Chumy Chúmez nos muestra, guiados por la deslumbrante luz de su ubicuo sol, un delicioso Aleph satírico por el que vemos todos los aconteceres de la sociedad española de los últimos cincuenta años: vemos sonrientes esqueletos que nos aleccionan («Todos los hombres muertos son iguales.»); vemos escépticos lectores de periódicos («¡María, tráeme las gafas para de cerca y las de leer entre líneas!»); vemos inquietantes paisajes con no menos inquietantes carteles informativos («Se prohíbe terminantemente todo lo que no es obligatorio.»); vemos siniestros cementerios con lápidas portadoras de clarificadoras inscripciones («Aquí yace M.G.S.A. Nació en 1934, salió en televisión en 1984, murió en 1997. Descanse en paz.»); vemos la sagrada institución del matrimonio en toda su crudeza («Lo nuestro empezó con un flechazo y acabará con un tiro.»), («Mi marido es un machista, cuando le pego me responde.»), («Qué susto me has dado, cariño, de lejos me habías parecido tú»), («Abróchate el escote, querida, que se te están viendo todos los años.»), («Ayer aborté en Londres, ahora, a por la parejita.»), («Te quiero tanto, que cada vez que deseo tu muerte me arrepiento.»); vemos la triste realidad televisiva («Es terrible, he perdido la mitad de mi vida viendo la tele y la otra mitad hablando mal de ella.»), (delante de un televisor hay un hombre con una cabeza diminuta mientras una leyenda nos recuerda «La función crea el órgano.»); vemos cínicos reaccionarios explotadores de la rancia España carpetovetónica (un pobre porta una pancarta donde se lee «Tengo sed de justicia.» y uno de ellos dice «¡Vicioso! Sólo piensa en beber.»), («Mi marido ha decidido que llevemos una vida más sana y más sencilla y va a despedir a 200 de sus empleados.»), («Yo paso con que cierta prensa me injurie llamándome ladrón, lo que no voy a consentir es que, además, lo demuestre»); vemos menesterosos de todo tipo que se enfrentan, desvalidos, a un mundo egoísta y cruel («Yo soy pobre pero honrado. –dice uno al que otro le contesta:– Lo comprendo, las desgracias nunca vienen solas.»), (un cartel reza así: «Prohibida la mendicidad bajo multa de 30.000 pts.»), («A mí me gustaría morir con unas botas puestas»), («He tenido que vender la dentadura postiza para poder comer»), («Señor, bendice estos alimentos que ni tú te los comerías.»), («¡Qué desesperación, morirse uno de hambre y encima tener que ver cómo poco a poco te van comiendo los gusanos.»), («Y pensar que con este eructo tuyo podrían haber comido tres niños de la india»), («Me ha dicho el médico que si me invitan puedo comer de todo»); vemos inconfundibles paisajes salpicados de olivos por los que pasean pensativos arrieros patrios («Un día me voy a liar la manta a la cabeza y me voy a comprar un libro»); vemosChumy Chúmez, en la presentación de su última antología ingeniosos puyazos a hipócritas progres de diseño («A veces pienso que esa gente no se merece que me lea entero "El Capital"», dice un melenudo frente a un grupo de desheredados.), («Me gustaría una dictadura que me prohibiera escribir todo lo que no se me ocurre»); vemos contundentes burlas a ese monumento de la sinrazón humana llamado guerra (de un enorme y siniestro tanque sale una voz: «Ave César, los que van a matar te saludan»), (un monumento con la siguiente leyenda: «Monumento a las víctimas del soldado desconocido»), (de unos aviones preñados de muerte que cae inmisericorde en forma de negras bombas sale una voz: «¡Bah! Peor fue lo de Caín y Abel: murieron el cincuenta por ciento de los combatientes»), (un hombre con pata de palo porta una pancarta: «La guerra para quien la trabaja»), (un cañón con letrero colgante: «Esta ley anula todas las anteriores»); vemos verdaderos tratados de sociología («El pueblo sólo quiere pan y cornadas»), («Estamos viviendo la gran época del analfabetismo ilustrado»); vemos una particular y sana teología de la liberación intelectual (un libro lleva por título: «Dios, obras escogidas»), («Sí, Dios existe, pero no lo suficiente»), («Se equivocan los ateos, Dios no ha muerto, solamente se ha jubilado»), («Parece que por fin se están dando ya las condiciones objetivas para que exista Dios»); vemos hombres de campo cuya sola presencia es un alegato a favor de la imposible redistribución de tierras («Antes, el terrateniente era el señorito conde, ahora lo es la señorita multinacional»), («Aquí en el campo no hay parados, todos se escapan corriendo»), (un miserable terrateniente comenta con otro mientras ve a un pobre trabajando el campo: «No; no creas que son tan buenos, les mueve a trabajar el egoísmo. Lo hacen por dinero»), («Por aquí hemos tenido la reforma agraria de que ahora los propietarios no son los de antes, sino sus hijos»), («Mi señorito es el mayor latigofundista de la provincia»); vemos infantiles cuentos revisitados (caperucita le dice a un sorprendido lobo: «Quiero que sepas la verdad: ya ha habido varios lobos en mi vida»); vemos inteligentes autocríticas («El humorista es un filósofo que sólo sirve para nada»); vemos significativas proclamas patrióticas («Yo quiero tanto a mi patria que le voy a poner un piso»); vemos sátiras antiimperialistas de rabiosísima actualidad («A veces me consuelo pensando que los Estados Unidos tienen los siglos contados»); vemos delirantes interpretaciones de la nueva enseñanza («Mamá, la profe de educación sexual nos ha puesto de deberes para casa dos orgasmos»); y vemos eternos símbolos de la injusticia humana en forma de pequeños hombres cargados con piedras enormes, y vemos la omnipresente chistera en las cabezas de los poderosos, y vemos tumbas y esqueletos moralizantes que para sí los quisiera Valdés Leal, y vemos… vemos a un pobre lobo que lanza al viento su aullido de dolor, y nos sentimos intrusos en nuestro propio mundo que es el mundo que nos ha legado Chumy Chúmez. Y con respeto salimos de él conscientes de que él nunca saldrá de nosotros, para dejar que este lobo irreverente y preguntón, digno hijo de su padre, pueda llorar la muerte del genio demostrando con su humana actitud, que si el hombre es un lobo para el hombre, el lobo, este socrático y negro lobo, es un verdadero hermano, un Hermano Lobo.


 [ © 2003 José Luis Castro Lombilla, para Tebeosfera 030430 ]


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