ordinario

Nada cosquillea más el cerebelo de un artista que el imaginar cómo será el futuro, o como podría ser de haber hecho las cosas de otra manera. Idear lugares imposibles donde todo responde únicamente a sus propias leyes de creación, donde todo es posible y nada está prohibido. Hasta que la inevitable realidad coge una silla de comedor victoriano y la estampa contra la espalda de cualquier lector aficionado a la ciencia ficción. Podemos dibujar naves que doblegan el espacio a voluntad, criaturas con más extremidades de las necesarias o modificar universos con sencillas decisiones que generan realidades sorprendentes, pero en algún momento abandonaremos la ficción y leeremos las noticias del día para darnos cuenta de que cualquier  aviso anterior, ha pasado inadvertido. Se nos avisa de los peligros causados por el cambio climático, la colonización sin límites y del capitalismo galopante, y ¿qué hacemos nosotros? Saltar de cabeza al interior del motor de curvatura. Sólo nos queda el hedonismo. Poner esa serie sobre viajes en el tiempo, o la de dinosaurios que hablan, o incluso una con espaditas de luces y colores. Cualquier saga espacial con tal de evitar esa mirada al ombligo. Y ya sabemos que cuando uno se asoma al ombligo, la pelusa te devuelve la mirada. Así que deléitate con las maravillas de la ciencia ficción en este número de ZASCA, porque en otra realidad sus autores son capibaras con sombreros de copa, pero en esta son dibujantes que se enfrentan a la ciencia y a la ficción. Y llevan las de ganar.