ordinario

Cuando el “CONTINUARÁ” desaparece, sólo nos queda el recuerdo de lo vivido y la esperanza del reencuentro

Las series de televisión son una adicción sibilina, como pariente que entra en casa a pasar unos días y lleva un año durmiendo en el salón. Solo que en este caso es el espectador el que pernocta al calor de la pantalla y a la esperanza de que la cadena no cancele su necesidad de más capítulos.

Así como generaciones enteras de la humanidad quedaron marcadas por las guerras o la ausencia de éstas, desde hace unos lustros venimos separando linajes en base a qué series han visto o cuáles se han perdido. Es fácil averiguar la edad de alguien mencionando esa serie que te dejaba embelesado entre cucharadas de merienda, o llegando tarde al colegio porque Oliver aún no ha marcado gol, o Michael terminando de ligarse a la rubia de turno.

La nostalgia es mala consejera en general, y en productos audiovisuales con especial inquina porque nos baña en dorados y platinos unos fotogramas que, seamos sinceros con nosotros mismos, tampoco fueron para tanto, pero deseamos aferrarnos a esa pasión con la fuerza de un gato al que le arrebatan el atún de lata.

Nos acompañaron en la infancia con dibujos, fantasía y canciones repetitivas, en la adolescencia, regalándonos bikinis bamboleantes a cámara lenta y pechos varoniles tupidos como espalda de mastín tibetano, y nos han entretenido en la madurez, quien la tenga y la disfrute, con tramas complejas, sesudas y ante todo sorprendentes.

Y eso es por lo que hemos venido hoy aquí: a hilar líneas y trazos sobre las series de televisión. Pero sobre todo a la sorpresa con la que embadurnan nuestras pantallas, la capacidad de haber visto miles de episodios y, aun así, ser capaces de dejarnos con la boca abierta hasta que nos encontremos con una amiga, un compañero de trabajo o incluso desconocidos con nombres de dudosa realidad en redes sociales, y rajemos sin filtros sobre ese momento, esos segundos de giro de guion, esa muerte de personaje principal, ese envidiado beso con música de fanfarria, y que elevan el estatus de una serie de televisión al acto social más humano que podemos permitirnos hoy en día: asegurarle al otro que sabías quién era el malo desde el primer capítulo porque te las sabes todas y tú te viste Twin Peaks y Perdidos, y ya no te la dan con queso.

Esperamos que te gusten estas viñetas y que al finalizar recuerdes que esto…